The Bad (Relato)

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Ralph Barby
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The Bad (Relato)

Mensaje por Ralph Barby »

:hola: :lista: :hola:

The Bad
Como me he levantado con resaca… pues eso…
Los que hayan perdido el empleo y tengan insomnio, mejor que no empiecen a leer.
T h e B a d
—Hola, tío, ¿estás ahí? —inquirió la voz desconocida. Sonaba burlona y aguda, un tanto chirriante, casi jocosa y provocativa.
Se sobresaltó. Al entrar en aquella Web no esperaba que apareciese alguien que se dirigiera a él de una manera tan directa, casi dominante. En la pantalla del monitor de veintiuna pulgadas y mucha definición, descubrió a un ser que de entrada le sobrecogió, estuvo casi a punto de pulsar el “escape”: Alguien desconocido que vestía un ajado sayo monacal, con capucha, su rostro era una calavera y no podía decirse que aquella faz fuera una careta. La siniestra imagen hablaba y le observaba burlona desde unos cambiantes puntos rojos, ojos demoníacos en el fondo de sus cuencas que no estaban vacías. Parecía absurdo, pero las diabólicas pupilas, como salidas del averno, se centraban en los ojos del joven.
—Jerome, porque tú eres Jerome, ¿verdad? –Soltó una carcajada extraña, rota, como si brotara de entre unos peñascos arañados por los temporales, y no pareció interesado en obtener una respuesta afirmativa.
—¿Quién eres? —preguntó Jerome, no muy seguro de que su voz saliera bien articulada.
—The Bad, The Bad, The Bad. Coño, no te hagas el imbécil, me has estado buscando y me has encontrado, estás en mi Web. Has sido tú el que me ha llamado. Ya estoy aquí y ahora me dirás que es lo que quieres de mí. –La calavera hizo muecas como queriendo empatizar, no se sabía si a través del sarcasmo o de una broma estúpida.
Jerome no daba crédito a lo que le estaba sucediendo, aunque sabía que en el ciberespacio, en Internet, podían ocurrir cosas muy extrañas. Apartó la mirada del monitor para observar en derredor, quizás para asegurarse de que no se hallaba atrapado por una pesadilla.
Se encontraba en el altillo de una cafetería, una mesa estrecha y larga sostenía siete ordenadores como servicio de ciber-café. Al otro lado de la baranda de madera barnizada que tenía a la espalda, estaba la sala casi cuatro metros por debajo de él, con muchos clientes charlando y bebiendo animadamente. Como usuario en los ordenadores, sólo estaba él.
Unos fuertes golpes en la pantalla del monitor le hicieron apartarse del teclado, de la mesa, su silla casi topó contra la baranda. The Bad estaba golpeando la pantalla desde el otro lado, desde el ciberespacio de donde procedía.
—Vamos, vamos, ya me has encontrado, ahora no te vas a echar atrás. Te advierto que este programa guarda las cookies, de una manera u otra te voy a reencontrar.
—¿Dónde está la web-cam? –preguntó desconcertado.
—¿La web-cam, la web-cam, la web-cam? ¡Todos preguntáis lo mismo! —le gritó con voz estridente, irritada, agresiva. Cambió el tono con brusquedad y acercó más su rostro de calavera a la pantalla, ocupándola por entero, como si fuera a hacerle una confidencia—: Tú me has buscado para que te diga algo.
Después, aquel monje salido del inframundo cibernético, se inclinó hacia atrás apartándose de la pantalla, alejándose. Visiblemente fue tornándose más pequeño mientras parecía incapaz de contener sus carcajadas chillonas.
Jerome no pudo soportarlo más, creyó que se estaba volviendo loco. Él no había entrado en ningún juego de internet, sólo había estado zapeando por Webs sin saber en realidad lo que buscaba, y se había topado con el desconcertante “The Bad”. Su mente albergaba tantos pensamientos problemáticos y dolorosos que ya no estaba seguro de si aquella Web era cierta o una jugarreta de su mente descontrolada.
The Bad seguía carcajeándose del desconcierto de Jerome. Su imagen se alejaba sobre el fondo blanco que hacía destacar más su sayo negro, y luego regresaba como si quisiera aplastar su calavera contra la pantalla, traspasarla y abalanzarse sobre Jerome.
—¿De verdad me estás viendo? —preguntó el joven con la voz algo trémula, como queriendo sujetarla para que no se le notara que, de súbito, el miedo había inundado su cuerpo.
Temiendo que The Bad le respondiera, Jerome cerró el ordenador. Se levantó de la silla y sin querer dedicar una última mirada al monitor, se fue hacia la escalera y descendió por ella. Pidió una caña de cerveza en la barra, muy fría, y se la bebió sin respirar. Dejó unas monedas en el mostrador y abandonó aquel lugar del que se había convertido en asiduo, no tenía otra diversión. Caminó por la gran avenida, iba vacilante. Quienes se cruzaban con él, podían llegar a pensar que estaba ebrio, había perdido toda la seguridad en sí mismo. Dieciocho años y no era nada ni nadie en la gran metrópoli a la que arribara hacía poco tiempo. La pequeña ciudad de donde procedía quedaba lejos, al otro lado de muros neblinosos que no conseguía olvidar.
Notó el frío en su mandíbula inferior. Los tíos de su padre residían en un barrio que parecía sólo habitado por ancianos, calles estrechas, olor a cloaca, comercios pequeños pero muy repletos de género. Había oscurecido. Llamó al timbre y le abrió la anciana. Jerome tenía arrendada una habitación, pero no poseía llave del piso. Aquellos ancianos le habían alquilado una angosta habitación con derecho a usar el baño. La pareja de octogenarios, parientes lejanos, le habían recogido, según ellos. Se habían excusado en parte al informarle que vivían de una miserable pensión y que al acogerle en su casa, lo lógico era que él aportara algo de dinero. Jerome, sin rebeldía, había aceptado pese a que no tenía trabajo habitual, era muy joven y no tenía donde vivir en aquella gran ciudad. El tema de la llave sí le había molestado, pero los ancianos se habían puesto firmes negándose a dársela, tenían miedo de que hiciera una copia. Tumbado en la estrecha cama-turca de setenta centímetros de ancha, Jerome intentó distraerse escuchando un MP3 musical con auriculares de botón. Los ancianos veían la vieja televisión sentados en el pequeño y descolorido sofá hasta que se quedaban dormidos, los programas los seleccionaban ellos aunque luego no los vieran.
Continuará….
©Ralph Barby
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Porfa! ahora no me preguntes lo que sucedió después.
Si deseas darle conclusión, es tu problema, yo no me hago responsable.
Ralph Barby
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lucia
Cruela de vil
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Re: The Bad - Ralph Barby

Mensaje por lucia »

Pues ya nos imaginaremos nosotros que Jerome al final le dice a The Bad que quiere librarse de sus octogenarios tíos o algo así para tener libertad :grinno:
Nuestra editorial: www.osapolar.es

Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.

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Ralph Barby
No puedo vivir sin este foro
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Re: The Bad - Ralph Barby

Mensaje por Ralph Barby »

:hola: :lista: :hola:
Veamos, quién puede demostrar que tiene la mente más retorcida.
¿Se os ha ocurrido pensar que la existencia de los octogenarios sólo es un brote esquizofrénico de Jerome?
Que sepáis que en eso de narrar, todo no es tan sencillo….
Ralph Barby
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