Hoy, Cata, vamos a pasar de puntillas sobre el palo poético de la mano de Edgardo. No sé si él se pasará por aquí y leerá este comentario, pero aquí lo dejo.
No soy lectora habitual de poesía y no me siento capaz de valorarla. Pero, durante el pasado confinamiento, leí algunos de sus poemas, de sus versos. Y me enteré, por ejemplo, de que Edgardo muere en cada uno de sus versos y que renace con el siguiente. No me extraña si es cierto que:
“Del uso racional del sufrimiento me nutro.”
O eso otro de que:
"Escribir el poema es irrumpir en las ideas del otro que soy."
O bien lo de que:
"Hoy no tengo versos que engalanen los pájaros que viven en tus ojos.
No, nos los tengo.
Quizás no tengo ni los pájaros ni los ojos."
Tampoco quiero dejar de citar aquí una imagen que me gustó mucho: la imagen de esa santacatalina tan humilde como una gota de lluvia:
"Mamacita linda. India refajada. Humilde gota de lluvia."
Y de ese hijo limpiándole los pies:
"Te quitaré de los pies la tierra negrita de la barranca,
humilde gota de lluvia."
Me llamó la atención también los versos sobre esa mujer que renuncia a la sensualidad por culpa de la razón (quizás su intención fuera otra, pero es así como yo lo interpreto):
"La niña vestida de rojo se suicida con ideas.
Y renuncia a sentir mariposas en su pelo.
A cambio de platicar con el destino."
Y para terminar, estando este bujío en un foro de libros, qué mejor imagen que la de ese hombre sentado sobre un libro que nunca leyó porque no tenía letras y que murió herido por las palabras que nunca había leído:
"Sentado sobre un libro que nunca leyó.
Es poco lo que hace desde allí.
Escuchaba.
Murió Sentado sobre un libro que nunca leyó.
Porque no tenía letras.
Murió herido por las palabras que nunca leyó .".
¡La Niña Guadiana! Esa que es al mismo tiempo un y un .