El bujío de Santa Catalina 1 (Bordeando la realidad)

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jilguero
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La niña que sentía celos del aire

El sonido de los distintos instrumentos modelando el hierro o la piedra marcaba el comienzo de cada jornada en aquel patio parisino de la calle Blomet. El hombre de los yerricos —como le llamaban sus paisanos de Maella— o el ferblantier —para sus colegas de Paris— tenía justo allí un estudio humilde y nada confortable: carecía de luz y la toma de agua estaba en el patio. Cuatro maderas encaladas y una cubierta de cinc que, cuando llovía, retumbaba como un tambor y tenía tantas goteras que se veían forzados a llenar el estudio de ollas. Y entre el toque de tambor del tejado y el repiqueteo de tamboril en las cacerolas, en las noches de lluvia, la única que dormía a pierna suelta en aquel estudio era la pequeña. De soltero, el artista había conocido tiempos aún peores, como los pasados en su primer atelier de Paris en la calle Vercingétorix. En un bloque de madera totalmente ocupado por talleres de artistas: los de los pintores, arriba; los de los escultores, abajo. Unos cubículos insalubres en los que las chinches vivían a sus anchas y, en lugar de morirse cuando fumigaban, se trasladaban del estudio gaseado a cualquier otro colindante.

Rue Blomet, 1913.png


Luego hubo otros talleres más acogedores y con mejor iluminación; pero lo que en ningún caso cambió fueron los sonidos de las chapas metálicas al ser recortadas o de la piedra al ser tallada marcando el comienzo del nuevo día. Ni tampoco cesó el recriminatorio ¡chissssss! de la madre en cuanto la niña se levantaba: el artista estaba trabajando y no se podía hacer ruido. Ni siquiera el zumbido de las moscas o el trino de los pájaros estaban permitidos mientras él se hallaba encerrado en su taller. Y si a alguien se le ocurría llamar a la puerta preguntando por el ferblantier, su guardiana lo despedía con un ¡ya vendréis después! contrario a la más elemental norma de hospitalidad. Tampoco los amigos de la niña podían causar alboroto en el patio con sus juegos; o al menos no hasta que, desde el interior del taller, les llegaba la melodía de alguna cancioncilla francesa que, en su vozarrón de aragonés, siempre sonaba a jota. En cuanto lo escuchaba cantar, la madre prorrumpía en un ¡ya está: ya le salió! que los pequeños celebraban entregándose a alguno de los juegos hasta ese momento prohibidos.

La que por esas fechas era una niña recordaría durante toda su vida esos amaneceres como una suerte de pesadilla. Todavía en pijama, se aproximaba a la puerta del estudio y, con el oído pegado a la madera, lo escuchaba hablar entre los golpes. Y es que el hombre de los yerricos hablaba con el metal y con la piedra; con el martillo y con el cincel; y hasta con el fuelle de avivar las ascuas. Cualquiera que no lo conociese, al oír aquel parloteo impregnado de acento aragonés hubiera pensado que en el estudio había una reunión de viejos amigos. Pero no: dentro solo se hallaba el artista enfrascado en su creación. Y fuera ella, su hija, obligada a no hacer ni el más mínimo ruido, y encima exiliada de ese mundo misterioso que adivinaba al otro lado de la puerta. Un aislamiento que le hacía sentir celos de todo lo que rodeaba a su padre. ¡Incluso del aire, sentía celos…! Sí, celos de esa suerte de nada que, con pasos silentes, se colaba por debajo de la puerta para ser testigo de lo que ocurría dentro; celos del viento que expulsaba el fuelle cuando hacía falta avivar las brasas; y celos, sobre todo, de ese aliento cálido que recorría los pulmones de su padre y, cuando menos se lo esperaban, se convertía en un jubiloso canto travestido de jota.

Esa celera intuitiva, y en parte infundada, le habría hecho sufrir mucho más, si ella hubiera sabido ya que aquello que la encelaba era, en realidad, la verdadera materia prima con la que trabajaba su padre. Porque, cada vez que el ferblantier se recluía en su estudio, lo que intentaba era atrapar con sus andamiajes metálicos esa especie de nada, que es el aire, para dotarlo de una carnalidad incorpórea. Pero la niña era todavía demasiado pequeña para entender los fundamentos del arte de su padre; y lo único que deseaba era crecer pronto para que la dejase entrar en el estudio a verlo trabajar. Una prerrogativa mucho tiempo esperada y de la que, sin embargo, apenas tendría ocasión de disfrutar: el escultor murió de forma repentina cuando ella solo tenía12 años. Y en las escasas veces en las que le permitió entrar en su atelier, lo primero que hizo la niña fue pisar con el pie el fuelle en un intento vano de imponerse sobre ese aire del que sentía tantos celos.

El artista y su hija.jpg


Sus momentos favoritos fueron siempre los que tenían lugar al final de la mañana, una vez el artista daba por terminado su trabajo y se convertía en un padre entrañable, que la agarraba de la mano y le decía: “Titeta, vamos a comprar tabaco”. En esos paseos, el hombre distante e irascible, empeñado en modelar el aire con tiras de metal, se convertía en un padre cercano y cariñoso que le apresaba la mano con delicadeza y ternura. Ratos de complicidad y confidencias en los que el escultor le contó muchos pormenores de su vida: de su abuelo, que había sido herrero y de quien había heredado su pasión por el hierro; de su padre, un conductor de diligencia al que de niño, en Maella, y después de desayunar juntos pan con aceite y ajo de madrugada, le ayudaba a almohazar los caballos antes de que partiese con el coche de posta hacia Caspe; y del frío de aquellas madrugadas de invierno, en las que mientras acicalaban la caballería se veían obligados a meter de vez en cuando las manos en el agua del pozo para que se les calentasen un poco. Y le habló también de su madre, a la que conoció en Paris cuando era aún menor de edad y dormía en un convento de monjas cercano a su atelier. Se ganaba la vida como costurera y un buen amigo suyo, también artista, se la solía cruzar cada vez que iba a visitarlo. Una tarde, en la que él se hallaba en plena faena, el amigo se presentó con ella en el taller; y, según contaba el escultor, al verlo desarrapado y con la camisa abierta por falta de botones, se enamoró de él y decidió convertirse en su costurera.

Esos paréntesis en su trabajo, con la excusa de ir en busca de tabaco, fueron muchos, y se los dedicó a su hija sin sospechar el efecto balsámico que estos tenían en ella: en cuanto la agarraba de la mano, se olvidaba de su celera. Ratos de confidencias en los que le habló de sus primeros tiempos en Paris llenos de contrastes: de incertidumbre e ilusión, de miseria y camaradería. Esos fríos inviernos parisinos en los que los jóvenes artistas se abrigaban las piernas durante el día usando como pantalones las camisetas que les regalaban; y al caer de la tarde, cuando ya no podían trabajar porque los dedos de las manos se les quedaban rígidos, huían de aquellos cubículos infestados de chinches. No solían tener dinero para hacer consumiciones, pero acudían al café del Dome o al de La Coupole y se apiñaban alrededor de sus grandes estufas exteriores. Y allí, entretanto se calentaban por fuera con ayuda de las brasas, también lo hacían por dentro hablando de lo divino y de lo humano. Veladas de hambre, de bromas y, sobre todo, de arte.

Ya adulta, el recuerdo de esos paseos compartidos con papum —así firmaba las notas cariñosas que le dedicaba a su hija para compensarla de su hosquedad— la llevó a concluir que, pese al mal carácter y la rudeza de su padre, ambos se habían entendido de maravilla. Y en su deseo de emular al que en cierto modo había sido para ella un dios inalcanzable, pasó horas ante el espejo ensayando gestos para tener también ella sus dos caras: la seria, la de artista intratable y solitario que ahuyentaba a la gente con el gesto huraño de su rostro que parecía decir: ¡No molesten: estoy trabajando!; la cercana y risueña, que tenía cuando, después de entonar su cántico de júbilo, salía del estudio dispuesto a convertirse en un simple padre de familia. Hasta el día de su muerte, que le dijesen que era un calco exacto del ferblantier era el mayor halago que se le podía hacer a ella. Y aunque después de tantas horas de ensayo delante del espejo, el parecido fisonómico con él llegó a ser innegable, esto no fue más que una victoria pírrica: ella nunca llegó a ser una gran artista y, al igual que antes hiciera su madre, acabó consagrando su vida a la exhibición de las obras de su dios.

Pero fue tanto el tiempo que pasó contemplando las esculturas del hombre de los yerricos que, al cabo, comprendió que su padre había sido un gran poeta: un poeta innovador, que ahuecaba el hierro a golpes para crear en su interior una morada digna del alma humana; un poeta elegante, capaz de modelar en el aire formas cálidas y refinadas con la única ayuda de unas bandas frías y ásperas de metal; y un poeta humilde y honesto, que dejaría anotado en su cuaderno de notas: “Yo he hecho muchas cosas cuyo resultado ha podido parecer pobre, pequeño, pero jamás vacío o falso”. Y como les suele ocurrir a los grandes artistas, el ferblantier fue un dios también con pies de barro: al sentirse herido de muerte —una neumonía fulminante lo mataría— recuperó la vulnerabilidad del hombre y sintió el deseo de volver a estar enraizado en el terruño. "Si me voy a Maella, me repongo en dos días", fueron sus últimas palabras.

Máscara de Greta Grabo.jpg


Los pensamientos póstumos de ella no los conocemos. Como tampoco sabemos si, después de tantos años, continuaba sintiendo celos. Pero, cuando se contemplan la suavidad y la ingravidez de las formas de las máscaras que el artista hizo de La Divina, tiene uno la tentación de pensar que, si de niña sintió celos hasta del aire, de adulta debió sentirlos de la Garbo.

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Última edición por jilguero el 25 Ene 2020 12:25, editado 8 veces en total.


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Re: El bujío de Santa Catalina (Bordeando la realidad)

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A ver qué te parece, Cata, la historia de esa niña que sentía celos hasta del aire.

Dicen que cuando hace frío, el grajo vuela bajo. Mi imaginación debe tener algo de graja, pues aunque me lo he pasado muy bien con la propuesta que nos trajo Hexa, en estos días gélidos ella solo ha sido capar de revolotear a baja altura. :chupete:


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Re: El bujío de Santa Catalina (Bordeando la realidad)

Mensaje por hexagono69 »

Hola Jilguero porque no le llamas por su nombre, ya que lo tiene y lo conocemos, bueno ya sabes que soy muy plano para la critica, y sobre todo la para la lirica.
Por eso hay algún detalle que no me cuadra, es imposible que tuviera una fragua en su taller o atelier como te gusta llamarlo.

Trabajaba con planchas de hierro en su estilo más conocido a las que cortaba y daba forma, luego aprendió a soldar lo que le ayudó a salir de las dos dimensiones de las planchas y alcanzar la tercera atrapando el vacío sutil y sabiamente y convirtiéndolo en espacio, un equivalente a los silencios en la música.

Pero no me hagas caso ya se que tu bordeas la realidad a la manera lírica, y yo mas bien ando con los pies metidos en el barro.

Un saludo
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Re: El bujío de Santa Catalina (Bordeando la realidad)

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hexagono69 escribió: 23 Ene 2020 12:35 Hola Jilguero porque no le llamas por su nombre, ya que lo tiene y lo conocemos, bueno ya sabes que soy muy plano para la critica, y sobre todo la para la lirica.
Por eso hay algún detalle que no me cuadra, es imposible que tuviera una fragua en su taller o atelier como te gusta llamarlo.

Trabajaba con planchas de hierro en su estilo más conocido a las que cortaba y daba forma, luego aprendió a soldar lo que le ayudó a salir de las dos dimensiones de las planchas y alcanzar la tercera atrapando el vacío sutil y sabiamente y convirtiéndolo en espacio, un equivalente a los silencios en la música.

Pero no me hagas caso ya se que tu bordeas la realidad a la manera lírica, y yo mas bien ando con los pies metidos en el barro.

Un saludo
No quiero poner los nombres porque todo lo que digo no es verdad y mis fuentes son artículos encontrados aquí y allá, con lo cual, si pongo sus nombres, se podría sobrentender que todos son datos biográficos y se me podría criticar que no sea fidedigna. Deformación profesional supongo. Y he tratado de pensar en cómo se podría sentir una niña en aquella situación.

Uso atelier a veces para no repetir tanto taller y estudio. Ya sé que la palabra es de origen francés, pero he creído entender que ya está aceptada por la Rae, por eso no la pongo en cursiva.

Quitaré la palabra "fragua" y lo dejaremos solo en brasas de acuerdo con lo que decían en algún que otro artículo: Pierrette Gargallo ...guarda en el recuerdo que con aquel hombre de genio "cuando no le salía una escultura como él quería, valía más no estar". A veces ella apretaba con el pie el fuelle del taller y avivaba las brasas para ayudarle y al final de la mañana, el artista le decía: "Titeta, vamos a comprar tabaco".".

No se me había ocurrido que usara plantillas de cartón para hacer algunas de las esculturas de chapa de metal. He leido que so le eprmitiía hacer varias versiones antes de decidirse y además calcular mejor la cantidad de metal que necesitaba.

Gracias por leerlo y dejar tu opinión :wink:.

PD: se me olvidó decir que ayer descubrí que han rebrotado las patatas. Este verano las di por perdidas tras el levantazo que, indirectamente, fue también culpable de mi rodillazo. Con la pata averiada ya no pude quitar los corralitos. Ahora una mitad ha rebrotado dentro de su corralito y la otra por fuera del suyo. A ver si deja de llover para intentar arreglar la que está mal antes de que la picoteen las gallinas.


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Re: El bujío de Santa Catalina (Bordeando la realidad)

Mensaje por hexagono69 »

Así era, además de un maestro en su oficio de escultor, era un gran dibujante, el buen señor Don Pablo que por cierto tiene en Zaragoza un museo. :wink:
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Re: El bujío de Santa Catalina (Bordeando la realidad)

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hexagono69 escribió: 23 Ene 2020 17:42 Así era, además de un maestro en su oficio de escultor, era un gran dibujante, el buen señor Don Pablo que por cierto tiene en Zaragoza un museo. :wink:
Por algún lado he leído que hacia plantillas que en cierto modo recordaban a las de las modistas y que igual no era casual que su mujer fuese costurera. :cunao:

La verdad es que te tengo que estar agradecida porque ha sido muy interesante leer cosas sobre este artista que, como mi ignorancia no tiene límites, solo sabía el nombre pero sin ni siquiera asociarle qué tipo de tallas hacía. Si alguna vez voy por Zaragoza (nunca me he planteado ir), visitaré su museo.

PD: he puesto más genéricos los sonidos que se escuchaban pues no parecen que hubiese puesto los más adecuados :wink:.


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Re: El bujío de Santa Catalina (Bordeando la realidad)

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jilguero escribió: 23 Ene 2020 07:13La niña que sentía celos del aire
Un relato agradabilísimo, jilguero. Y el último párrafo, amén de que sea muy de mi gusto por motivos obvios, creo que refleja muy bien todo el aire que destila tu pamplina.
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Re: El bujío de Santa Catalina (Bordeando la realidad)

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jilguero escribió: 23 Ene 2020 13:31... se me olvidó decir que ayer descubrí que han rebrotado las patatas.
Se dan a poco que les caigan cuatro gotas. En mi compostero también han brotado un par de ellas aunque me imagino que así que caiga la primera helada seria se irán... a compostar.
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Re: El bujío de Santa Catalina (Bordeando la realidad)

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Gretogarbo escribió: 24 Ene 2020 18:12 Un relato agradabilísimo, jilguero. Y el último párrafo, amén de que sea muy de mi gusto por motivos obvios, creo que refleja muy bien todo el aire que destila tu pamplina.
Gracias, Greto, por leerlo y dejarme tu opinión. La niña, luego mujer, en la que se basa ya descansa en paz con lo cual se puede uno permitir elucubrar para bordear la realidad partiendo de hechos reales.
Gretogarbo escribió: 24 Ene 2020 18:15 Se dan a poco que les caigan cuatro gotas. En mi compostero también han brotado un par de ellas aunque me imagino que así que caiga la primera helada seria se irán... a compostar.
Pues aquí esta vez no son cuatro gotas. De hecho, anoche me dormí con el tintineo de la lluvia en los cristales y hoy me he despertado con el mismo repiqueteo. Una lluvia no demasiado intensa pero sí muy pertinaz. Tan es así que he entrado al bujío dispuesta a decirle a Cata que ha llovido durante toda la noche en un solo tono y que, en la intensidad uniforme y apacible, se oía caer el agua como cuando se dormita toda la noche en la cama.
parafraseo lo que decía una tal Isabel en En Monólogo de Isabel viendo llover en Macondo de G. García Márquéz: Llovió durante toda la tarde en un solo tono. En la intensidad uniforme y apacible se oía caer el agua como cuando se viaja toda la tarde en un tren.


Pero venía también a mostrarle este cuadro que nos ofreció HA! hace unos días.

Maria y el niño rodeada de querubines y serafines (J Fouquet).png
Conocía el cuadro de haberlo visto en una Historia del Arte por fascículos que me compré con gran esfuerzo siendo muy jovencita. Pero no ha sido hasta esta vez (quizás influida por el comentario de que tiene apariencia CIFI, lo cual es de una gran modernidad para la época en que se pintó), que me he dado cuenta del gran parecido de esta Virgen María con cualquier heroína "atracativa" de los comics actuales o de las sagas de películas de CICFI.

Y el cuerpo satinado de los querubines y serafines ha hecho que me acuerde del cuerpo del amante en esta escena de la película de Greenaway


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¡Buen fin de semana, Cata, y a todos los que os pasáis por aquí!
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Re: El bujío de Santa Catalina (Bordeando la realidad)

Mensaje por Gretogarbo »

jilguero escribió: 25 Ene 2020 10:57... ha llovido durante toda la noche en un solo tono y que, en la intensidad uniforme y apacible, se oía caer el agua como cuando se dormita toda la noche en la cama.
Lluvia pertinaz, la de toda una noche; calificativo lógico en tu tierra. El año que os llueva seguido, un día tras otro, todo un otoño a ver qué calificativo utilizáis.
jilguero escribió: 25 Ene 2020 10:57Conocía el cuadro de haberlo visto en una Historia del Arte por fascículos que me compré con gran esfuerzo siendo muy jovencita. Pero no ha sido hasta esta vez (quizás influida por el comentario de que tiene apariencia CIFI, lo cual es de una gran modernidad para la época en que se pintó), que me he dado cuenta del gran parecido de esta Virgen María con cualquier heroína "atracativa" de los comics actuales o de las sagas de películas de CICFI.
Sí, como bien dices, el cuadro es conocido pero, efectivamente, el comentario de un especialista ayuda a ver lo que no se había visto hasta entonces.
jilguero escribió: 25 Ene 2020 10:57... el cuerpo satinado de los querubines y serafines ha hecho que me acuerde del cuerpo del amante en esta escena de la película de Greenaway.
Peliculón de Peter Greenaway. Es barroco puro llevado al cine, como casi todas sus películas. Y qué decir de la música de Michael Nyman.
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Re: El bujío de Santa Catalina (Bordeando la realidad)

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Buenos días, Cata, sin novedad en el frente: en el Bar de los Taciturnos, hoy solo el objetivo de la cámara o el anotador (es decir, servidora); en la piedra del colirrojotizón, ni rastro de él, si bien ayer después de comer vi un mosquitero, pequeño y ligero, luchando contra el viento: ¡qué bonitos requiebros hacen en el aire los pájaros pequeños!

Catulo, Cata, debe estar de nuevo coupadísimo, pues ya han empezado las actuaciones en el Falla de las agrupaciones del carnaval.

*****

Gretogarbo escribió: 25 Ene 2020 11:32 Lluvia pertinaz, la de toda una noche; calificativo lógico en tu tierra. El año que os llueva seguido, un día tras otro, todo un otoño a ver qué calificativo utilizáis.
Bueno, en ese caso, mientras escampaba, me dedicaría a escribir una pamplina que partiera de estos versos de Rimbaud que tanto me gustan: En cuanto la idea del Diluvio se sosegó, una liebre se detuvo en los pipirigallos y en las campanillas móviles, y dijo su plegaria al arco iris, a través de la tela de araña.

Un paréntesis: estos versos los cité en el hilo de "Di lo primero..." y parece que molestaron, como si hubieran interpretado la cita con una segunda intención que nunca he sabido cuál fue. Me volvió a pasar a continuación con la cita del Sísifo que llevo en la firma (era cuando andaba con la rodilla chunga y la frase estaba llena de sentido casi literal para mí) y que debieron también de mal interpretar. Pero tengo que reconocer que me hicieron un favor porque abandoné ese hilo y ahora tengo una fuente menos de dispersión. Lo único es que me me quedé con la curiosidad de saber qué demonio habían pensado para molestarse.

Como te iba diciendo, Greto, cuando eso ocurra en esta tierra lo llamaré Diluvio y escribiré una pamplina esperanzadora que comenzaría diciendo algo así como: Durante incontables días e incontables noches, las fuentes del gran abismo y las compuertas del cielo estuvieron abiertas. Llovió sin parar y las aguas crecieron tanto que hasta las cumbres más altas del planeta quedaron cubiertas. Como cabe suponer, toda carne viviente, todo lo que hasta entonces pululaba sobre la tierra, pereció. Solo los protegidos de la divinidad, los pasajeros del arca de Noé, se salvaron. Al menos eso fue lo que contaron, años después, los autores de las Sagradas Escrituras convencidos de que estaban diciendo la verdad. Porque nadie, que estuviera en su cabales, podía creer que, tras tanto tiempo de total inundación, una vez el Creador cerró las fuentes del abismo y las compuertas del cielo, y con su poderoso hálito evaporó las aguas hasta hacerlas retroceder a sus cotas anteriores, hubiera ningún superviviente terrestre fuera del arca oficial.

Gretogarbo escribió: 25 Ene 2020 11:32 Peliculón de Peter Greenaway. Es barroco puro llevado al cine, como casi todas sus películas. Y qué decir de la música de Michael Nyman.
Cierto, peliculones que yo podía ver en Cádiz gracias a la muestra cinematográfica ALCANCES que era el único momento en que en esta ciudad se podían ver ese tipo de películas. Y la música es genial. Lo que me llama la atención es que la de El piano, en cambio, no te guste. Para mí son de la misma familia, solo que esta es apropiada en ambientes cerrados y trágicos, mientras que la otra suena bien en ambiente abiertos y más nostálgicos.


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Re: El bujío de Santa Catalina (Bordeando la realidad)

Mensaje por Gretogarbo »

jilguero escribió: 26 Ene 2020 10:24... en la piedra del colirrojotizón, ni rastro de él, si bien ayer después de comer vi un mosquitero, pequeño y ligero, luchando contra el viento: ¡qué bonitos requiebros hacen en el aire los pájaros pequeños!
No te preocupes porque si ese colirrojo no regresa, siendo la atalaya propicia, será ocupada por otro congénere. Y es muy cierto que casi todos los paseriformes son unos virtuosos del vuelo.
jilguero escribió: 26 Ene 2020 10:24... estos versos los cité en el hilo de "Di lo primero..." y parece que molestaron, como si hubieran interpretado la cita con una segunda intención que nunca he sabido cuál fue. Me volvió a pasar a continuación con la cita del Sísifo que llevo en la firma (era cuando andaba con la rodilla chunga y la frase estaba llena de sentido casi literal para mí) y que debieron también de mal interpretar. Pero tengo que reconocer que me hicieron un favor porque abandoné ese hilo y ahora tengo una fuente menos de dispersión. Lo único es que me me quedé con la curiosidad de saber qué demonio habían pensado para molestarse.
¿Y te importa saber qué piensan aquellos que se molestan sin motivo? A mí, desde luego, no me importa nada de nada y mucho menos en un lugar virtual como lo es éste.
jilguero escribió: 26 Ene 2020 10:24... cuando eso ocurra en esta tierra lo llamaré Diluvio y escribiré una pamplina esperanzadora que comenzaría diciendo algo así como...
El comienzo es magnífico. Aunque no ocurra, quizás si jilguero cierra los ojos sea capaz de continuarlo.
jilguero escribió: 26 Ene 2020 10:24Y la música es genial. Lo que me llama la atención es que la de El piano, en cambio, no te guste. Para mí son de la misma familia, solo que esta es apropiada en ambientes cerrados y trágicos, mientras que la otra suena bien en ambiente abiertos y más nostálgicos.
Si dije que no me gusta, rectifico diciendo que es la que menos gusta de Nyman, que es más veraz. A mí me gusta mucho más el Nyman barroco y/o minimalista, aunque sea versionando a Mozart;...

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... quizás sea por eso que el más melódico me echa un poco para atrás.

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Re: El bujío de Santa Catalina (Bordeando la realidad)

Mensaje por jilguero »

No veas, Cata, cómo está el paseo marítimo de empetado. El efecto caracol debe ser. Lo digo proque recuerdo que, de pequeña, en el campo, después de la lluvia, cuando había un día de sol los caracoles trepaban por las plantas a gogó. :D
Gretogarbo escribió: 26 Ene 2020 10:48 No te preocupes porque si ese colirrojo no regresa, siendo la atalaya propicia, será ocupada por otro congénere.
Pues a ver si es verdad, que ya me había acostumbrado a verlo y se le echa de menos.
Gretogarbo escribió: 26 Ene 2020 10:48 ¿Y te importa saber qué piensan aquellos que se molestan sin motivo? A mí, desde luego, no me importa nada de nada y mucho menos en un lugar virtual como lo es éste.
No me importan. De hecho, en la vida real y en la virtual, soy yo la que me condeno y también yo la que me esculpo. No soy dada a molestar de forma gratuita, pero si la gente tiene malos pensamientos que yo no he tenido al escribir algo es su responsabilidad. Eso no quita que me quede la intriga de pensar qué demonios han podido entrever, por ejemplo, en la cita de Rimabud, pero solo porque soy curiosa y eso no lo decido yo.
Gretogarbo escribió: 26 Ene 2020 10:48 El comienzo es magnífico. Aunque no ocurra, quizás si jilguero cierra los ojos sea capaz de continuarlo.
Nunca se sabe por dónde puede acabar revoloteando este pájaro multicolor.
Gretogarbo escribió: 26 Ene 2020 10:48 Si dije que no me gusta, rectifico diciendo que es la que menos gusta de Nyman, que es más veraz. A mí me gusta mucho más el Nyman barroco y/o minimalista, aunque sea versionando a Mozart;...
En realidad, dijiste lo que has dicho ahora, que era el Nyman que menos te gustaba (al final de este comentario). En El piano a mi me suena más chopiniano, mientras que en esas otras que te gustan más me suenan como fugas minimalistas. Desde luego, el estado de ánimo que me crean unas y otras es muy diferente y quizás, por ello, dependiendo del momento, encajo mejor unas u otras. Por ejemplo, en la primera que pones versionando a Mozart, me podría ir bien cuando ando paseando ligerita por el pasoeo marítimo; en cambio, si me detengo a contemplar el mar, sería la chopiniana la que me iría bien (spotify es una asignatura pendiente que tengo).


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Re: El bujío de Santa Catalina (Bordeando la realidad)

Mensaje por Gretogarbo »

Ayer pude ver bastante bien a ese ave rapaz que caza en mi finca, jilguero.

Estaba totalmente quieto tomando un leve descanso en lo que estaba haciendo. Mi inmovilidad era tal, apoyado en la pared de mi casa, que el ave, que venía volando a baja altura por debajo de las ramas de los frutales, no se apercibió de mi presencia y me sobrepasó perdiéndose por el fondo de la finca. La vi con nitidez, a pesar de la velocidad, con el lomo totalmente oscuro y la cola cuadrada. Pero esa descripción puede corresponder con un azor (Accipiter gentilis)...

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... pero también con un gabián (gavilán (Accipiter nisus)).

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Así pues, la duda sigue sin resolver.
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Re: El bujío de Santa Catalina (Bordeando la realidad)

Mensaje por jilguero »

Gretogarbo escribió: 27 Ene 2020 18:48 Ayer pude ver bastante bien a ese ave rapaz que caza en mi finca, jilguero.

Estaba totalmente quieto tomando un leve descanso en lo que estaba haciendo. Mi inmovilidad era tal, apoyado en la pared de mi casa, que el ave, que venía volando a baja altura por debajo de las ramas de los frutales, no se apercibió de mi presencia y me sobrepasó perdiéndose por el fondo de la finca. La vi con nitidez, a pesar de la velocidad, con el lomo totalmente oscuro y la cola cuadrada. Pero esa descripción puede corresponder con un azor (Accipiter gentilis)...

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... pero también con un gabián (gavilán (Accipiter nisus)).

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Así pues, la duda sigue sin resolver.
Pues venía yo a decirle a Cata que ha sido un lunes sin pena ni gloria, lo cual, si el punto de partida no es malo (es el caso), tampoco es mala cosa. Y también que ya he visto los primeros botones florales de la retama blanca (Retama monosperma) abiertos y eso me ha hecho pensar que en la sierra los almendros deben estar ya en flor. A ver si puedo ir pronto que, con lo de la mala pata de la pata mala, hace mucho que no he ido.

Y me encuentro con que ayer, Greto, fuiste un afortunado de verle el lomo a una rapaz (hace décadas que yo no lo hago); y no a una rapaz cualquiera, sino a esa esquiva que tiene tu recuncho como parte de su coto de caza y le da sustos de aúpa a los diamantes mandarín.

La verdad que no es fácil distinguir entre esas dos especies. Creo que el gavilán tiene la silueta un poco más estilizada porque tiene la cola algo más larga que el azor en proporción al ancho de las alas. Pero lo malo es que, cuando ves solo una, no es fácil relativizar esas cosas. Y encima te pasó veloz...

Pero, oye, si es asidua de tu finca, seguro que otro día la volverás a ver y, si te has empollado ya la diferencias, seguro que se te van los ojos hacia esos detalles y salimos de la duda. De momento, meto gabián en el zurrón del xirín.


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