Esto no es serio, pero lo voy a compartir
(Sí, es el título del relato ).
Era un día ventoso, de lo cual el mar daba buena cuenta. El oleaje rompía con bravura contra las rocas que sobresalían en la arena, y pequeñas gotas alzaban el vuelo para aterrizar en la montaña, donde yacía ella con su eterno traje blanco y su pequeña libreta, ya empapada de ese sabor a sal y yodo. El mar le resultaba evocador, y aprovechó que el día estaba desapacible, intuyendo que así se encontraría sola, para acercarse a la costa y redactar unas pocas líneas que parieran un relato corto, o tal vez el inicio de una novela.
Y creyó estar en soledad cuando las palabras comenzaron a fluir, quizá susurradas por el escarceo del mar al impactar con tierra firme, quizá alucinadas por el fuerte salitre que esnifaba por la nariz, quizá emanadas de su propio subconsciente, cómodo en aquella circunstancia. Pero una voz conocida la sacó de su frenesí escritor. Miró a la izquierda y distinguió dos siluetas, hombre y mujer, imposibles de no distinguir. «Maldición —pensó—. ¡Ni aquí me libro de ellos!.»
—¡Megan! —gritó ella—. Estamos comentando los relatos. ¿Te vienes?
—Íbamos a leer ahora el de Barbaguarra —comentó él.
Megan puso los ojos en blanco y escondió la libreta, como si en la distancia pudieran leer lo que había escrito.
—Lucia, no te hacía aquí. ¿Quién cuidará del foro mientras estás ausente?
—No te preocupes —contestó batiendo los brazos mientras se acercaba—. Mi ejército de moderadores estará al pie del cañón.
—¿Y tú? ¿Dónde dejaste a Profuguito? —preguntó Megan al acompañante de Lucia.
—Le creé una cuenta en el foro y lo dejé posteando. Ya debe andar por el sexto relato escrito.
Cuando ya se había convencido de que había perdido la oportunidad de escribir llegó una enorme ola que engulló a Prófugo y Lucia, arrastrándolos inexorablemente hasta el mar. Megan estuvo a punto de levantarse para ir en su auxilio pero, al hacer el esfuerzo de erguirse, palpó la libreta y cayó en la cuenta de que se había quedado a solas. Entonces...
(1) ...con su tierna sonrisa y su mirada dulce miró a sus compañeros, que batían los brazos luchando por no ahogarse, y les agradeció haberla dejado a solas. Abrió de nuevo la libreta y continuó escribiendo la que acabaría siendo su mejor novela romántica.
(2) ...lanzó la libreta con violencia y corrió a la orilla. Pudo distinguir una cuerda que se introducía en el mar, posiblemente un aparejo de pesca, y tiró de él. Al ver que salía una red ordenó a Lucia y Prófugo que se agarraran a ella, y después de un gran esfuerzo logró sacarlos del agua y salvarlos. Con la agitación olvidó la libreta, que encontraría Gavalia unos días después, con la que daría lugar a su más célebre thriller de ciencia-ficción.