
Observó como un nuevo coche se acercaba desde la lejanía, el quinto ese día, el enésimo ese mes. Ninguno paraba, ni siquiera eran capaces de reducir la velocidad ante su presencia. Decidió cambiar de estrategia, se plantó en medio de la carretera y se puso a correr hacia él, era el último recurso que le quedaba. Pararía, no le quedaba otra. Conforme se acercaba se percató de que no disminuía la velocidad, era un animal embravecido directo hacia ella. Corrió más rápido hacia el coche y cuando estuvo a pocos metros se paró en seco. Iba a ser atropellada. Sintió que los pies ahora no le respondían, se protegió el pecho con sus brazos, cerró los ojos y sintió cómo una onda pasaba por encima de ella. Abrió los ojos con miedo, sus brazos permanecían intactos, sus piernas seguían sosteniéndola, todo parecía correcto. Una sonrisa se asomó en sus labios y miró al frente, esperando ver el coche parado junto a ella. No vio nada, extrañada miró hacia atrás y observó como el automóvil se desaparecía por la lejanía.
-¿Pero cómo...?
-Te lo dije - una voz emergió de los arbustos - nadie te puede ver, estás muerta.