Relámpago, el caballo (Novela de superhéroes en capítulos)

Espacio en el que encontrar los relatos de los foreros, y pistas para quien quiera publicar.

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Meru
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Re: Relámpago, el caballo, VIII parte(Novela en capítulos)

Mensaje por Meru »

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Ceferino comienza su venganza

Este es un reportaje especial de América TV: los extraterrestres nórdicos nos visitan.
-Hoy vamos a entrevistar a varias personas que aseguran haber sido sanadas por estos supuestos extraterrestres humanoides. Aquí me encuentro con la señora Noelis Campanella, bienvenida al programa.
- Gracias a vos.
-Usted asegura haber rejuvenecido treinta años.
-¿Qué edad me calcula usted?
-Me parecen sesenta años.
- No se equivoca, pero míreme en esta foto.
-¡¡ Aquí vos apareces en silla de ruedas y con más años!!
-Esos hermosos seres me inyectaron un suero que me resto años de vejez.
En otra escena, los mismos periodistas están en otro lugar.
-Estamos ahora en la casa de la familia Lapenti, que aseguran que su hijo fue curado de un cáncer en la cabeza, hola….
-Pásate ya, bienvenido a mi casa, cariño, trae a Jorgito
Aparece la señora Lapenti con su niño de tres años.
-¿Qué pensas vos?, ¿no está lindo?
- ¿Vos sois Jorgito?
-Sí
-Tráete la cámara para que veas su cuero cabelludo, que sanito está.
-Estas son las fotos de cuando tenía cáncer.
-Lamentamos si herimos alguna sensibilidad con estas fotos, ¿cómo se curó?
-Un día, estos alienígenas aterrizaron en la terraza de mi casa y aunque al principio nos asustamos, nos persuadieron que no eran enemigos y que venían a curar a nuestro hijo. Pasaron un pequeño aparato luminoso sobre la cabeza de mi retoñito y el cáncer desapareció enseguida.
-De verdad que parece sensacional, ahora volvamos a los estudios
Y en set del estudio de aquel canal, una hermosa presentadora aborda a un invitado.
-De verdad, me parece increíble pero aún soy del todo escéptica con este asunto, por eso traje hoy aquí a nuestro invitado especial, el presidente de la sociedad germano-argentina Apolonio Krupp, bienvenido sea vos - le extiende la mano
Se ve a Sigfried Mengele, que se hace pasar por Apolonio Krupp y frente a él tenía una sexy presentadora latina con traje de etiqueta y minifalda con las piernas cruzadas.
-Gracias
Apolonio, gracias por estar tan impecable como siempre
Mengele le responde con una sonrisa que brilla con el reflejo de la luz
-El placer es mío de volver a verte, Nereida.
- Usted ha estado investigando durante años este asunto, ¿vos que pensas?
-Jamás les he dado crédito, ni mucho menos me creo la historia de Friendship. Mi opinión es que el argentino común tiene tan baja estima en si mismo que prefiere creer en seres arios de otros mundos como su ideal de belleza y superioridad.
-Además de tratar de desmentir su existencia durante años, vos decís que en caso de existir no son nada bueno, ¿vos crees que son nazis?
-Si cho estuviera cara a cara con ellos primero que les preguntaría es qué es lo que pretenden con sus supuestos milagros, porque todo esto tiene un cariz religioso que se basa en su supuesta alta evolución y que para lograrlo ayudarán a la humanidad a convertirse en una raza perfeccionada, un concepto de lo más fascista - en ese momento, el falso Apolonio observa que de su anillo emana una diminuta luz blanca intensa-, disculpe pero, ¿no podemos suspender la entrevista por un momento?, me están llamando de mi celular.
-Corten esta escena; señor Krupp, puede proceder.
Sigfried Mengele se va a un rincón oscuro y apartado de los estudios del canal. Extiende con firmeza el dedo donde tiene el anillo puesto; de él emanan imágenes holográficas en donde se ven instalaciones de Nueva Thule devastadas, en medio de una batalla contra un enemigo invisible.
- Computadora, comuníqueme con Hagen
- A la orden, su excelencia
Del mismo anillo, sale proyectada la imagen en sus dimensiones normales de su vicepresidente
¿Qué sucede Hagen?
-Es esa bestia, su excelencia, otra vez está camuflándose en la tormenta para realizar sus ataques esporádicos a nuestras instalaciones.
-Pero tú puedes controlar el clima, haz que desaparezcan esas nubes.
-Lo estamos intentando señor, pero ese monstruo ya ha destruido cuatro generadores, lo que debilita nuestras defensas.
En ese momento se escucha un sonido de trueno atronador, seguido a uno parecido a un edificio derrumbándose y se puede ver a Hagen cubriéndose del polvo y los pequeños escombros que vienen de arriba, mientras se escuchan voces de pánico.
- ¿Y eso qué fue?
-Está atacando esta área, pero descuide, que nuestra fuerza aérea lo hará retroceder nuevamente.
- Asegúrate que lo derriben, o de lo contrario nos atacara otro día.
-Eso su excelencia es muy fácil decirlo. ¿Y ustedes qué hacen allí mirándome? – dijo Hagen mirando a otro lado - ¡Vayan a proteger lo que queda de este lugar, destruyan a esa cosa o yo mismo me encargaré de destruirlos a ustedes!
-Señor, esa cosa se fue antes de que pudiéramos usar lo mejor de nuestra artillería – le respondió un soldado - .
- ¿Cómo es eso posible? – pregunta Hagen.
-Ya he visto suficiente, voy a tener que cancelar mi entrevista, aunque mi presencia será del todo inútil; esa bestia se irá tan rápido como llegó.
Aprovechando la tormenta, el caballo se confundió con los ruidos y luces de la tempestad para embestir en forma de rayo contra otra de las islas en donde había una base aeroespacial, causando una gran explosión. Los sonidos de alarmas y las luces rojas eran en ese momento lo que prevalecía en la disminuida base, mientras escuadrones de grandes robots flotantes, vehículos blindados y omega sapiens bien armados iban hacia el área afectada, sólo para sufrir las potentes descargas eléctricas que emanaban de aquel animal cuya piel brillaba más que la luz de luna.
Ceferino se estaba asegurando que las naves que no habían sido destruidas por el impacto de su fulminante llegada también corrieran la misma suerte, pero repentinamente se fue, justo segundos antes de que en medio del cielo nublado aparecieran unas luces flotantes que luego aterrizaron en la destruida base. Eran las naves que venían a acabar con él.
Se abrieron algo parecido a unas compuertas y poco a poco unos escalones flotantes fueron bajando de la abertura, quedando el primero que salía arriba del posterior y así sucesivamente. Salieron de cada una sus dos tripulantes acompañados de pequeños escuadrones de las fuerzas insulares de Nueva Thule y de una de ellas salió Hagen Gunnar a verificar los daños. En medio de aquella tormenta, pudo contemplar los estragos causados y el fuego abrasador intenso que ni aquel diluvio podía apagar.
- ¿Qué le voy a decir ahora a ese desquiciado?
En ese instante, aparecía Sigfried Mengele teletransportado. Aún vestía con la elegante ropa que llevaba en la entrevista y que se empapó completamente con la tormenta
- ¡Su excelencia!
-Hagen, te dije que llegaría, pero no justo a tiempo, ¿qué sucedió aquí?
-Sucedió que su experimento fallido ataco de nuevo.
-¿Y qué sucedió con las lecciones de estrategia que te enseñe?, sabes muy bien que nuestra mejor arma contra mi bestia es nuestra fuerza aérea y mira como dejó este hangar. Tenías que estar más alerta.
¿Y cómo espera que haga eso, su excelencia, si usted me encarga como jefe de equipos científicos, sucesor provisional, supervisor de proyectos, asistente ejecutivo, etcétera, etcétera?
-Me decepcionas, yo espero mucho más de ti
-¿Qué yo qué?
-Vayamos al grano y te discuto luego, ¿cómo es posible que nuestro ejército, que ganó dos guerras contra los guerreros anunankis por el control del sistema solar, no puedan detener a ese espécimen de laboratorio?
-Más que eso, es como un desastre natural.
-Un desastre natural que casualmente sólo ataca en situaciones como esta y por un breve periodo de tiempo para no repetir su primera experiencia al atacar Nueva Thule, al mejor estilo guerrillero. Por este costoso error te voy a…
En ese momento ambos hombres son interrumpidos por un exhausto soldado que venía hacia ellos. Todo empapado, con signos de leve hipotermia y respirando con dificultad, aunque sin abrir la boca, les empezó a hablar. Caminó de frente hacia Hagen, Mengele y los presentes
¡Salve Mengele y Nueva Thule por siempre!
- Salve soldado, ¿De dónde vienes?
Jadea.
-Soy el último superviviente del destruido fuerte de vigilancia 4. Nadé en medio de esta tormenta para llegar aquí.
- ¿Cómo sucedió?
-Fue algo fuera de lo común, difícil de explicar; cayó como un relámpago disparado por Thor y el impacto fue tan brutal que en la explosión murieron la mayoría de los hombres y mujeres que cuidábamos el lugar, hasta puedo decir que hasta las estructuras sucumbieron incluyendo su base. Tratamos de desintegrarlo con nuestras armas, pero en vano; esa criatura o cuerpo de luz era muy rápido.
-Un momento por favor, necesito que me aclares algo, ¿pudiste ver qué es lo que era?
-Yo no, pero oí a uno de mis compañeros decir que le parecía divisar una luz en forma de caballo, pero todo ocurrió tan rápido que apenas nos defendimos. Era inútil combatirlo; yo fui el único que logró sobrevivir para servirle de testigo su excelencia….
En ese instante Mengele saca rápidamente una pistola phaser y lo aturde en el acto, haciéndolo caer en el suelo. Quienes lo rodean, entre bomberos, soldados, oficiales, y Hagen lo quedan mirando perplejos.
-Esto es para que la próxima vez te quedes luchando hasta la muerte y sin dar marcha atrás.
Sigfried Mengele lleva su anillo muy cerca de su cabeza.
-Mengele a base lunar
-Aquí base lunar, cambio.
-Tengo un voluntario para mi siguiente experimento de resistencia al metano en Saturno, aquí les envío las coordenadas.
Alza su brazo derecho al aire con el dedo del anillo levantado, de donde emanó una intensa luz amarilla en medio de aquella fuerte lluvia.
- Recibido señor, ¡¡Salve Mengele!!
-Vamos a continuar revisando los daños que causo mi querida bestia y ver si podemos rescatar algunos heridos en este hangar.
Al poco rato, el cuerpo inconsciente del omega sapiens fue tele transportado de allí, desapareciendo como si fuera magia.
Semanas después, en algún lugar entre el Océano Índico y el Pacífico, una flota de naves espaciales compuesta por pequeñas naves de guerra y una gran nave nodriza se encontraban en el centro de un huracán. Dentro de la nave el capitán Marcus Okayama dialoga con su primer oficial, el contramaestre Dariuz Kauffman, en alemán.
¿Es necesarrio hacer esto señor? Esta tormenta es muy poderosa
Es la orden de jer Mengele; quiere probar la resistencia de las naves sin los blindajes.
En ese instante se sintió en la nave una sacudida violenta. Un oficial de rango menor se acercó al puente de mando para decirles algo.
-¡!¡Capitán Okayama, contramaestre Kauffman, los relámpagos de tormenta se hacen cada vez más fuertes y el centro del huracán se estrecha cada vez!!!!
-¡Por Buda, esto no debería estar pasando!, ¡¿no han podido averiguar a qué se debe esta anomalía, teniente Hubner?!
-Aún no, pero en el monitor a veces logramos ver algo parecido a un cometa de luz blanca en la pantalla. Cada vez que comenzamos a observarlo, se desaparece tan fugazmente como apareció.
-¡¡Lo sabía!!, es ese fenómeno otra vez.
- Señor, no logro entender a que se refiere.
-¿Qué no recuerdas aquella bestia que creó su excelencia por error y casi destruye nuestra República?
Se sintieron unas sacudidas más en la nave nodriza, cada una más violenta que la anterior. El capitán Okayama exclamó.
- ¡¿Ahora qué es esto que está sucediendo?!
Las naves estaban siendo sacudidas por las cada vez más intensas ráfagas de viento huracanado del ciclón, pero lo que terminó mermando su ya tambaleante resistencia fueron poderosos rayos eléctricos que emanaban de la tormenta, que al tocarlas las hacían estallar.
- ¡Atención a todas las naves, les habla el capitán Okayama! ¡Se les ordena que regresen rápidamente a la nave nodriza inmediatamente!
En un abrir y cerrar de ojos todas las naves de guerra entraron en la nodriza. El capitán Okayama ordena.
- ¡¡Activen la velocidad de la luz!!
Pero antes de que la tripulación pudiera completar esa orden, se escucharon sonoros relinchos de caballo por los amplificador, una especie de carcajada animal que cada vez se hacía más sonora y burlona. Luego, un último relincho final con un tono mucho más jocoso se escuchó y por último la siguiente frase en alemán.
- ¡Eso es todo amigos!
Un gigantesco rayo, de la misma envergadura que la nave nodriza, la atraviesa por la mitad partiéndola en dos; eso causo una gran explosión dentro del huracán que la hizo volar en pedazos.
En Friendship, capital de Nueva Thule llegan las noticias. Hagen y a Mengele se encuentran dentro de su laboratorio junto con sus otros ayudantes, todos ocupados en diferentes tareas y con trajes de una sola pieza
- Su excelencia, de acuerdo con los informes originados a partir de la caja negra y de los restos de fuselaje recolectados en el lugar del siniestro, la nave nodriza experimental fue partida en dos por un gigantesco relámpago y luego estallo en pedazos.
- Hummm…., creo que ya sé quién es el culpable, ¿hay algo más?
-Por supuesto, esta grabación confirma sus sospechas
Extendió la mano donde se encontraba en el dedo índice su anillo reglamentario y un punto de luz minúsculo apareció en su superficie. Se escuchó lo último que dijo Ceferino a la tripulación; aparentemente intervino las señales de radio para distraerlos, evitando de ese modo que escaparan a la velocidad de la luz para luego destruirlos a todos.
-Estamos ante un accidente de laboratorio que no sólo tiene poderes electromagnéticos, sino que es capaz de aprovechar los iones positivo y negativo de las nubes de tormenta, amplificándolas de forma tal que causa efectos tales como mega relámpagos capaces de partir en dos naves espaciales.
-Pero lo peor de todo es que perdimos toda una flota de naves de última generación y una tripulación de diez mil de los nuestros junto con el capitán Marcus Okayama, comandante de la primera flota del océano Índico, ¿dime qué explicación tienes para el fracaso de tu nave nodriza experimental?
-Con el debido respeto su excelencia, pero cuando se realizó el experimento, mi equipo y yo estudiamos todas las posibilidades, sin jamás imaginar que esa cosa era capaz de amplificar sus poderes a través de los iones de la tormenta.
-Bien, muy bien, pero espero que este episodio no se vuelva a repetir. Sé que estás agotado, por lo tanto te daré un descanso.
-¡¡Pero señor, usted nunca le da vacaciones a nadie!!
-Sabes lo que quiero decir, ¿o quieres que te recuerde el acelerador de partículas para despejar mejor tus ideas?
-No creo que necesite un descanso, yo disfruto de mi trabajo.
-Es una orden, jer Hagen.
El acelerador de partículas de Nueva Thule era similar al que existe en Suiza para estudiar los quarks, excepto que estaba bajo tierra y era mucho más grande. También lo utilizaban los pilotos de Nueva Thule que, montados en sus cápsulas especiales, experimentaban la turbulencia que se vive al viajar a velocidad de la luz, logrando entrenarse para realizar tal acción.
-¿Está colocada la cápsula, mayor Mascherano?
-Sí dom Hagen, ¿otra vez zu excelencia lo castigó con entrenar en el acelerador de partículas?
-A ese malnacido no le molestaría que yo muriera intentando esto, es el precio de mis fracasos, aunque no le gusta admitir que a veces no es culpa mía. Lo único positivo de este eterno suplicio es que soy el único super ario junto a Mengele que ha logrado sobrevivir a trescientas vueltas a velocidad luz sin el traje protector, sólo espero que esta no sea mi última, ¡¡Manos a la obra!!
Hagen, sin su traje de protección reglamentario, entra en la cápsula instalada en el carril del acelerador de partículas. Luego de esto, la cápsula arranca a velocidad de la luz.
Buenos Aires, Argentina, un mes después.
Desde un palco, ante una gran multitud de gente, un hombre elegantemente vestido dice lo siguiente.
-Gracias a la generosa contribución de Apolonio Krupp, presidente de la sociedad germano judía, este mega proyecto hospitalario fue posible. Denle un fuerte aplauso.
Sigfried Mengele se acerca al palco para dar un discurso en medio del sonoro aplauso de la gente presente.
-Saludos mis compatriotas, estoy muy honrado por tan gran distinción.
Es interrumpido por una potente voz amplificada
-No lo escuchen, su verdadero nombre es Sigfried Mengele, es el líder de los fascistas de la isla de Frienship y sueña con eliminar al resto de la humanidad para que el mundo sea poblado por omega sapiens.
- ¿Crees vos ,quien quiera que seas, vas a menoscabar mi reputación con tus acusaciones conspiranoicas? Te daré la oportunidad para probarlas, ¡señoras y señores de Buenos Aires, aprovecho este homenaje para anunciar mis aspiraciones a la alcaldía!
Las personas dan vítores y aplausos.
-Y ahora vos, quien quiera que seas, muestra tu cara, boludo….
En ese preciso momento, su micrófono explotó desprendiendo chispas que daban en el rostro de Mengele, seguido de un ruido como de un fuerte cortocircuito que electrocutaba su vencido cuerpo. La gente entre el público y la tarima salieron despavoridos ante aquel espectáculo.
Horas después, en una sala de emergencias de Nueva Thule, Mengele estaba vestido con bata de paciente, con sus manos y cara cubierta de vendas, sentado sobre una cama de hospital. Hagen, quien estaba parado al lado de él, le hablaba sin ocultar su delirio.
-Según el cuerpo médico, su cuerpo de omega sapiens le permitirá sanarse por completo en dos o tres días, sus quemaduras ya pasaron de ser de primer grado a tercero.
De la boca de Sigfried sólo se oyeron murmullos.
-Sin embargo, ninguno de esos homo sapiens se podrán enterar de esto, porque sino usted mismo nos delataría. La versión de prensa oficial dice que usted quedará en cuidados intensivos por seis meses en un hospital de Buenos Aires entre la vida y la muerte, lo que es casi la mitad de lo que queda del período preelectoral, quedando incapacitado para competir en los próximos comicios.
-Ha… Hagen.
Hagen acerca su oído para escuchar lo que dice
- ¿Se le ofrece algo, su excelencia?
-Sí, ¡lárgate!
Hagen corrió despavorido luego de haber escuchado la potente voz de su jefe, pero ya a cierta distancia empezó a salir de su boca cierta risita.
-Esto no se queda así, bestia cuadrúpeda incandescente, pronto aprenderás de lo que es capaz tu creador y no tendrás más remedio que aceptar tu destino de ser mí querido conejillo de indias.
Mengele estaba descansando en su lecho de hospital, cuando es interrumpido por una pantalla holográfica, que está suspendida en el aire, desde donde se proyecta Ceferino, en el cuerpo del caballo azabache - no estaba usando su poder en ese momento, por eso tenía su aspecto equino normal-, junto a una estructura que era una antena troncal al fondo.
-Ja, ja, así es como te quería ver maldito, humillado y demacrado, como el monstruo que eres.
-¿Te refieres a la desfiguración?, ¡ja!, te equivocas si esto me va a detener, mis genes modificados y mi tecnología me revertirán a como era antes. Lo único que lograste fue volar mi maquillaje.
-Es sólo una pequeña advertencia Mengele, deja de experimentar con mi pueblo u otros seres humanos, o te haré pagar lo que me hiciste; al final también te derrotaré y te obligaré a volverme humano de nuevo.
- ¿Tú, humano de nuevo?, de veras no sabes apreciar lo que te di: mira que hasta puedes interferir mis señales cuánticas, meterte a mi internet, usar los comandos de la computadora para abrir una pantalla holográfica y enviarme un saludo. Eso no lo puede hacer ni yo, por eso te felicito
Da un sonoro aplauso con sus manos.
-Te crees poderoso porque tienes toda esa tecnología y a esos humanos modificados a tu alrededor, ya verás cuando estemos a solas.
Sigfried le muestra sus dos brazos doblados con sus inmensas manos cerradas, dejando a la vista su reluciente musculatura, giro la cabeza y dijo lo siguiente.
- Estoy esperando que la intentes, mi querida bestia.
-Te aseguro que muy pronto te daré ese privilegio y que antes del destello de un relámpago, estarás en el infierno.
Una luz de relámpago cubrió toda la pantalla, luego de la cual sólo se veía la estructura de la antena troncal, ya que el caballo había desaparecido. La imagen de la pantalla holográfica desapareció y esta se encogió hacia el centro, hasta desaparecer por completo.
-Te esperaré y verás que siempre rio de último ¿Con que me mandarás al infierno?, yo soy peor que el infierno, ¡¡ayyyy!!!, cómo me duele mi cara; esas heridas son más intensas de lo que yo pensaba. De todos modos, me curaré. Al final, el superhombre vencerá.

Continuará
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lucia
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Re: Relámpago, el caballo (Novela de superhéroes en capítulos)

Mensaje por lucia »

Vuelves en plena forma con un Mengele más desquiciado que nunca :cunao:
Nuestra editorial: www.osapolar.es

Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.

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Meru
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Re: Relámpago, el caballo (Novela de superhéroes en capítulos)

Mensaje por Meru »

Gracias por el cumplido :D
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Meru
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Re: Relámpago, el caballo, capítulo IX (Novela de superhéroes en capítulos)

Mensaje por Meru »

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Batalla en el área 51
Una nave espacial va cruzando el firmamento, su diseño recuerda parcialmente las naves de Nueva Thule. Segundos después, aterriza en un hangar en el desierto de Mojave, Nevada.
A continuación, de la superficie ovalada del platillo volador, se desliza una compuerta hacia un lado, dejando visible una franja desde donde se podía ver algo del interior del vehículo. Segundos después, se forman de la nada y de arriba a abajo lo que parecen unos escalones flotantes. Desde ellas desciende el coronel Kevin Lazzard, subcomandante del área 51.
Lazzard es escoltado por inmensos y pálidos hombres de negro hacia un tren bala subterráneo que lo conduce al cuartel general. A la entrada de aquel cuartel lo espera su superior, el general Jason Patton, comandante en jefe del área 51. Ambos hombres se saludan con el típico saludo militar estadounidense.
—General Patton
— Kevin, ¿trajiste tu informe?
Está aquí conmigo - le muestra una maleta pequeña a la que está esposado-.
— Vamos a mi oficina.
En el centro de mando del general Patton abren la maleta, que contenía una notebook. Al encenderla, procedieron a ver en ella el material audiovisual sobre avistamientos extraterrestres.
— Estos inmensos seres en trajes de una sola pieza, que aquí aparecen, son los que llamamos extraterrestres nórdicos. Al parecer, los últimos avistamientos tienen que ver con ellos.
— Prosiga
— En este video de un supuesto testigo, estos nórdicos escogen a quien los está filmando como emisario y he aquí lo que dicen en checo subtitulado.
—Venimos en son de paz, queremos compartir nuestros conocimientos tecnológicos con ustedes y enseñarles a evitar el calentamiento global.
— Parecen unos oportunistas, ¿tienes más?
— Por supuesto -oprime el botón del mouse-, en el siguiente video se pueden ver dos inmensas naves que al parecer son nodrizas con diseños muy elaborados.
—Aparentemente las han perfeccionado desde aquella rudimentaria forma de cigarros.
Así continuaron viendo numerosos videos de avistamientos, desde pequeñas naves a unas grandes letras luminosas en neón que decía “paz mundial” flotando en el firmamento, hasta que llegaron a los que contenían escenas más crudas.
—Como ve aquí, aparecen primero dos naves de mediano tamaño, probablemente fragatas. De pronto, parece que un relámpago muy luminoso se choca con una de ellas, causando una explosión que es suficientemente fuerte como para destruirla.
Se siguen sucediendo imágenes de lo que parecían ser naves espaciales siendo alcanzadas por el mismo relámpago devastador.
—Tengo la extraña sensación de que nuestros amigos alielígenas se han hecho de nuevos enemigos, además de nosotros; unos tan poderosos como ellos y que están compitiendo por el predominio de nuestro pequeño planeta.
—Hay más, señor, se han detectado numerosas explosiones -toca el botón para correr los videos-, en Francia, Alemania, China, Rusia, Indonesia, Chile, Argentina, etc.…, todos en lugares casi por completo despoblados, con un alto índice de avistamientos.
— Esos ataques probablemente se dan a sus infraestructuras en todo el planeta. Kevin, esto es preocupante; a mí me parece que estos hijos de perra están inmersos en una guerra secreta en la que nuestro planeta es el escenario, ¿hay algún indicio de baja colateral?
— No, por ahora los ataques se han hecho de forma precisa; parece que eso es lo que quieren evitar.
— ¿En serio lo crees?, así siempre comienzan las grandes guerras: buscas jugar al gato y al ratón para evitar grandes bajas, pero cuando los ánimos se exacerban y los tambores de venganza retumban en los corazones, lo único que cuenta es la sed de sangre. Así ocurrió en las dos guerras mundiales, Vietnam, Afganistán e Irak; en este último caso llegué a maldecir a ese estúpido presidente aquel día en que casi muero derribado en mi avión. Kevin, infórmales a nuestros aliados de la OTAN que activen el protocolo cometa, de modo que cada vez que se nos informe de inmediato de bajas a personas e instalaciones civiles, una fuerza rápida que voy a crear intervendrá en ese momento.
— ¡Sí señor! - hace el típico saludo militar estadounidense. Por cierto, una cosa más: que hay de los nórdicos prisioneros.
—Se han resistido a hablar, a esos malnacidos ni los hombres den negro les han podido penetrar sus mentes, pero no me daré por vencido; si tengo que esperar hasta el día del juicio final, allí estaré; yo seré su anticristo. Ahora sí, Kevin, puede retirarse.
En otro lugar del mundo, específicamente en Nueva Thule, el presidente Sigfried Mengele convoca a su concejo de seguridad para debatir un asunto. Se trata de una oficina oval, con una gran mesa redonda en el centro y asientos bien ergo dinámicos con una base con aspecto frágil pero muy firme alrededor de ellas. El propio Mengele estaba sentado en una, mientras las demás estaban vacías.
De repente aparecen tele transportados los tres jefes de estado mayor: Basil Hindenburg, comandante de las fuerzas de tierra, Aku Sakata, comandante de la fuerza aérea, Marina Di Mare, comandanta de las fuerzas anfibias - equivalente en Nueva Thule a comandante de las fuerzas navales- y Hagen Gunnar, el vicepresidente.
—Se preguntarán por qué los he convocado personalmente. Esto es un asunto de seguridad nacional, me imagino que ya están familiarizados con el área 51.
— Claro que sí, es la única área del planeta tierra que no hemos podido penetrar. Sólo la fallecida piloto Ludmila Meister fue capaz de sobrevolar aquel lugar, aunque sin llegar a aterrizar en él.
—Tienes toda la razón, jer Hagen.
Mengele hace aparecer una imagen holográfica tridimensional del lugar: un hangar de seis kilómetros en el desierto de Mojave, Nevada, justo al lado del lago Groom. La agranda y la hace girar para que todos la vean.
— Como ya conocen, desde esta base militar americana se han originado numerosas operaciones de comando cuidadosamente planificadas contra algunos de nuestros intereses. Incluso se sabe que dos de nuestros soldados están prisioneros allí, pero desconocemos en que condición están.
— ¿El área 51?, ¡bah!
—Vicepresidente Hagen, no le he pedido que llegue a conclusiones apresuradas.
— Perdone que lo interrumpa, su excelencia, es que, pese a todo, coincido con el vicepresidente: el área 51 no representa una seria amenaza. Su tecnología es aún demasiado caduca para representar algún peligro, sus operaciones contra nosotros no pasan de meras escaramuzas para quitarnos algo de material y capturar a algunos de nosotros.
—Tu duda es bien razonable, Basil, mas no podemos vacilar en este asunto. Desde el punto de vista logístico, el área 51 es una seria amenaza a nuestra supremacía en el sistema solar; sus cada vez más acelerados avances tecnológicos les permiten crear mejores naves y armamento. Lo que yo propongo es un ataque preventivo, hecho con la mayor meticulosidad. Nos aprovecharemos de un suceso casual: la visita de una delegación japonesa de altos oficiales que, en cumplimiento de convenios de cooperación firmados con la OTAN, a la que pertenece Estados Unidos, harán una visita de cortesía para conocer su tecnología. El plan es el siguiente: Una de nuestras fragatas interceptará el avión jumbo en el que viajaran desde el aire por medio de una luz paralizante. Luego, abriremos las compuertas de la fragata para entrarla adentro, de donde sacaremos a sus paralizados ocupantes para implantarles microchips de manipulación neuronal. Esto impedirá que seamos detectados psíquicamente por sus peligrosos hombres de negro.
Hagen Gunnar alzo la mano para hacer una pregunta
—Su excelencia, ¿está seguro de que funcionará?, los hombres de negro son una raza creada artificialmente a partir de la tecnología sacada de la nave estrellada en Roswell, Nuevo México. Son tan fuertes como cualquiera de nuestras mejores tropas, además de tener cierto grado de sexto sentido que les permite detectar mentiras, gente disfrazada y causar migrañas con sus ondas cerebrales a quien quiera que se acerquen.
—Ellos no pueden detectar dispositivos electrónicos, esa es una ventaja que usaran mis valquirias para manipularlos remotamente desde Friendship, Nueva Thule…
— ¿Su cuerpo élite de mujeres guardaespaldas, señor?, para que haya delegado eso a ellas, esta misión es de suma importancia – añade Basil Hindenburg-.
— Señores, he enfatizado desde el primer momento que la importancia de este asunto, ¿está claro?, bien, prosigamos. Señor Sakata, ¿hay fragatas disponibles?
— Cuando guste su excelencia.
— Querida Marina, parece que no se te ha tomado en cuenta, lo que sucede es que, de momento, no necesitamos ninguna operación anfibia. De todos modos, mantente alerta en todo momento y espera mis órdenes.
—Sí, su excelencia.
—¿Hay alguna última pregunta? - silencio total por unos instantes-.
— Ejem, su excelencia, qué bueno que hace esa observación. A propósito, había una pregunta en el aire que todos nosotros queríamos hacerle, pero también una gran carencia de voluntad, ¿qué sucedería si su grotesca creación equina aparece?
— ¡Eso es lo que estoy esperando de cada uno de ustedes, agallas! Hagen, hiciste la pregunta que yo esperaba, te felicito. Espero que el resto del alto mando recuerde la lección aprendida hoy.
Todos ellos miraban a Mengele con signos de respeto a la vez de temor.
— Obviamente mi querido experimento fallido tratará, una vez más, de sabotear nuestros planes, por eso le tengo preparado un plan de contingencia que yo relevaré luego. Por ahora nos mantendremos vigilantes durante el desarrollo de la operación, ¡salve Nueva Thule! – dijo Mengele realizando el viejo saludo fascista.
—¡Salve Nueva Thule, salve Mengele!– respondieron todos
Luego de esto, se teletransportaron nuevamente a sus respectivos lugares, para dejar a Mengele sólo.
—No hay nada como un plan bien ejecutado, sólo falta ver qué es que sorpresa nos tendrá esa bestia para nosotros.
Una semana después, el jumbo que transportaba a la delegación de oficiales japoneses viajaba por el Pacifico hasta que, súbitamente, una inmensa sombra los comenzó a cubrir desde arriba. Era dos veces y media más grande que la aeronave; un rayo paralizante proveniente de algún tipo de lámpara adherida a su fuselaje inferior sale proyectada hacia ella. La siguiente conversación se tradujo del japonés.
— Capitán, ¿qué es eso que está arriba de nosotros?
— Parece una nave espacial.
— ¡Los controles no responden! – se queja el piloto
Señores, creo que estamos perdidos.
En el espacio de los pasajeros, reinaba la inquietud.
— No se siente la turbulencia
— ¡General Kazai, creo que hay algo arriba de nosotros!
— Mis camaradas, guarden la calm……
El general no pudo terminar lo que iba a decir, porque el rayo paralizante había alcanzado a los pasajeros del avión. Lentamente, el avión fue subido de, manera vertical, al compartimento abierto de la fragata espacial, donde los esperaban Sigfried Mengele y el resto del equipo de abducción.
—Traigan el rayo tractor portátil – ordeno Mengele -.
Era un cañón móvil todoterreno, de más o menos un metro ochenta y tres, que era movido por detrás por un thuleniano parado en una plataforma. Lo apunto a una de las entradas de emergencia del avión, que estaba abierta, luego salieron del aparato los cuerpos de los oficiales y pilotos levitando en el aire, en posición bocarriba.
— Déjenlos en las lámparas de contención.
Las lámparas de contención eran las mismas con que trataron de retener a Ceferino antes de escapar de Nueva Thule. Consistían en unas luminarias, de las que salían proyectadas luces paralizantes, dejando a quienes estaban debajo de ellas como estatuas vivientes.
— Hagen, abre la caja.
—Sí señor.
Hagen abre una pequeña maleta metálica, en donde se encuentran varios chips colocados sobre una superficie acolchonada negra, encajando en unos espacios en espacios huecos del tamaño exacto de los aparatos. Los chips salen flotando lentamente de sus respectivos huecos para insertarse detrás del pabellón auditivo de cada uno de los cuarenta oficiales y tres pilotos. Tienen una forma que recuerda un poco a una nave espacial, con agujitas doradas que sirven para impregnarse en la piel.
Al rato, Mengele lleva su dedo hacia su anillo, para comunicarse con sus valquirias.
—Mis queridas valquirias, ¿están listas?
Las hermosas valquirias están iluminadas por lámparas paralizantes, con trajes cibernéticos con todo tipo de dispositivos y una que otra lucecita. Se ponen sus cascos cibernéticos para entrar en contacto con los cautivos desde donde están, Friendship, Nueva Thule
— Sí su excelencia
—Gracias, capitana Brunhilde, ¡es hora de proseguir!
Desde el centro de control, los técnicos de Friendship manipularon los controles holográficos, que empezaron a mostrar numerosas lucecitas en la superficie. Entonces, los cautivos abrieron los ojos: habían sido poseídos por las valquirias.
—Que comience la operación – dice Mengele -.
A continuación, las dos compuertas de la parte inferior de la fragata se abren, dejando al avión jumbo nuevamente en el aire. El avión continúa su viaje hacia el área 51.
En la cabina, se escucha una voz masculina
—Aquí el área 51, solicito que me den la clave de acceso, cambio.
Hildegard, quien controla el cuerpo del general Kazai, abre su maleta, en donde hay una especie de consola de computador con una pantalla digital, oprime determinados comandos y aparece en la pantalla un código extraño, que es interpretado desde el centro de control del área 51
—Son ellos, general Patton, es la misma clave de acceso que les proporcionamos al ministerio de defensa japonés hace una semana.
— Disminuya los niveles de seguridad, hágalos pasar.
—¡Yes sir!, tienen permiso para llegar a la pista de aterrizaje.
El enorme avión aterrizó: al abrirse la escotilla y bajar la comitiva por la escalera portátil, son recibidos por una guardia de honor compuesta por inmensos hombres de negro y justo al final está el general Patton, quien les hace el saludo militar estadounidense. Este empieza a hablar en japonés.
—Sean bienvenidos, general Kazai y alta comitiva del Estado de Japón, soy el general Jason Patton.
—Su japonés es muy bueno.
—Fui enlace diplomático de la fuerza aérea en Tokio; estuve por años mediando para acercar a los gobiernos de Korea y Japón.
La luz de un relámpago rasgo el horizonte, acompañado de un trueno, lo que hace que el general Jason Patton se comunique por medio del radio transmisor que se encuentra en una de las mangas de su uniforme de gala.
—Aquí Patton a sala de control, ¿qué fue eso?
—Nada definido, parece que hubo algún tipo de cortocircuito en algún lugar del hangar.
—Pues revisen de inmediato, es una orden.
—Sí señor.
Muy cerca de Patton, la comitiva japonesa y los hombres de negro estaba Ceferino, con su cuerpo de caballo completamente invisible. Se da cuenta que le dan unas extrañas migrañas cada vez que está cerca de un hombre de negro.
— Debo evitar en lo posible acercarme a esas cosas, lo que sea que sean.
— ¿Sucede algo general Patton?
—No, en lo absoluto, nada que nos pueda preocupar general Kazai. Síganme, les mostraré algunas partes del hangar y luego los conduciré personalmente a sus habitaciones.
No me puedo acercar mucho a esos gigantes de piel albina, algo en ellos provoca que sienta cierta migraña.. Me mantendré a cierta distancia, levitando en el aire, pero si es necesario entrar en lugares cerrados, daré lo mejor de mí.
Mientras tanto, dentro de la fragata thuleniana.
—Señor, los medidores de voltaje que están en los trajes de los poseídos han detectado una actividad electromagnética muy potente poco después de aterrizar.
—Es él.
¿Seguimos con el plan B?
— Aún no Hagen; tenemos que conocer qué es lo que trama.
El general Patton seguía ejerciendo de guía para los visitantes, escoltado por inmensos hombres de negro, personal de seguridad del área 51 y sin saberlo, por Ceferino. Durante el paseo, la poseída delegación japonesa observó los diversos desarrollos tecnológicos del lugar, desde transportes antigravedad hasta los gigantescos robots tanque de varios cañones.
— Como verán, el desarrollo tecnológico del área 51 supera a la de cualquier potencia de nuestro planeta, pero debo recalcar que no pretendemos usar nuestra tecnología para invadir a nadie.
— ¿Está usted diciendo que no piensa sacar ventaja de lo que tienen?
—Absolutamente falso, lo que pasa es que nuestro objetivo en realidad es hacerles frente a amenazas mucho más externas, los que llamamos extraterrestres.
Desde una pantalla holográfica que estaba estática en el aire, Sigfried Mengele podía ver lo que los ojos de la capitana Hildegard observaba desde su casco virtual, que la conectaba con los ojos del general Kazai.
— Hemos subestimado mucho a esos norteamericanos, tienen una tecnología similar a la nuestra, aunque aún les falta nuestras décadas de desarrollo, ¿vez por qué que tiene sentido un ataque preventivo?
— No dudo de su sabiduría, su excelencia – respondió Hagen algo forzado - .
Por el camino, los poseídos oficiales japoneses dejaban discretamente pequeños nano explosivos listos para estallar en cualquier momento, que Ceferino desactivaba con pequeñas pulsiones electromagnéticas.
Aparece el holograma de Basil Hindenburg ante la presencia de Mengele.
—Señor, ese monstruo está desactivando todos nuestros nano explosivos
— No hay que alarmarse, estamos aún en la fase de estudio; lo que a mí me interesa es entrar en la misma base, es allí donde se iniciará nuestro verdadero ataque. También estamos observando qué tan determinada está mi bestia.
Ceferino, mientras tanto, trató de seguir invisiblemente a la delegación escoltada hasta que entraron a una enorme instalación militar, que estaba resguardada por dentro por numerosos hombres de negro, lo que provocó que las migrañas del híbrido aumentaran.
—¡Pero qué boludos son esos gigantones de negro!, cho voy a tener que improvisar para hacerle la vida difícil a Mengele.
Con sus poderes electromagnéticos, Ceferino causó interferencia en las telecomunicaciones del lugar, echando a perder la transmisión de onda entre los chips y las valkirias de Nueva Thule. Al general Jason Patton le mandaron un intercom de emergencia, que él contestó levantando su antebrazo para hablar desde su manga.
— General Patton, se está registrando estática desconocida que está interfiriendo nuestras comunicaciones.
—Imposible, cómo…
Le tomó por sorpresa las caídas provocadas por los desmayos de los oficiales japoneses, que quedaron en la inconsciencia a causa de la interrupción de la señal del chip.
— ¿Qué les sucede a estos señores ahora?
Uno de los hombres de negro respondió.
— Señor Patton, los signos vitales de los japoneses están estables, pero cayeron en la inconsciencia. No les detectamos ningún problema de salud.
—¡¡Por todos los diablos!! Si algo les llega a pasar a estos señores, nos meteremos en serios aprietos diplomáticos con la República de Japón. Llévenlos a la enfermería, daré órdenes que esa información no salga de aquí.
—Sí señor.
Desde algún lugar del mundo, Sigfried Mengele, quien dirigía la operación desde una fragata espacial, expresó.
—Hummmm, ese animal no me deja de impresionar.
— ¡Su excelencia, las valquirias hemos perdido todo contacto con los cuerpos de los oficiales japoneses!
—Estoy consciente de eso, capitana, es hora del plan B. Esta noche, cuando los cuerpos estén en la enfermería, ordenaré a los del centro de mando que activen el segundo chip que está en el oído del general Kazai.
En la noche, mientras los oficiales japoneses estaban en la enfermería, unas leves descargas electromagnéticas bien controladas conducidas por un invisible Cefrino, hicieron contacto con sus cuerpos causando que la inconsciencia fuera aún más fuerte. Ceferino había conseguido detener nuevamente a las fuerzas de Nueva Thule.
— Aquí el centro de mando de Frienship, su excelencia, estamos teniendo problemas con la señal de los chips, que se restableció al cincuenta y un por ciento; eso no significa que los conductos neuronales estén respondiendo a los comandos, cambio.
Mengele acerca su boca al dedo índice en donde se aloja su anillo comunicador.
— Esa bestia es mucho más capaz de lo que pensé: cree que dejando en profunda inconsciencia a los oficiales japoneses va a detener mis planes, algo que ya preveía. Aquí su excelencia, continuar con la fase dos, activar el segundo núcleo.
—Enterado su excelencia, fase dos activada.
El chip que estaba alojado detrás del pabellón auditivo del general Kazai no era uno cualquiera, sino un pentachip chip, o cinco chips en uno. La señal utilizada para comunicarse era una señal cuántica, a más poderosa que existe.
—Hildegard, es hora de que actúes ya.
—¡Sí señor!
Ella se movió con su ciber traje, iluminada por la lámpara paralizante, que evitaba que su cuerpo se saliera de donde estaba. Esto hizo que remotamente moviera el cuerpo del general Kazai hasta levantarlo de la cama en que se encontraba. Se dispuso a ponerse su uniforme, cuando fue sorprendido por una enfermera.
— ¿Se ha recuperado por completo general Kazai?
— ¡Sí!, comuníqueme con su general Patton, tengo algo que decirle.
En el despacho de Patton, el general estadounidense dialogaba con su homólogo chino.
—¿Así que un alienígena con cuerpo de caballo está causando todo eso?
— Así es, déjeme mostrarle un video.
Sacó su teléfono móvil, mostrando videos tomados en cámara lenta donde aparecía Ceferino destruyendo lo que parecían objetos extraterrestres.
—¿Con que esto es el causante de esos ataques contra blancos extraterrestres?
El general Kazai pregunta sorprendido.
—¿Usted sabía algo?
—En realidad sospechaba de una serie de sucesos extraños en el cielo filmados por aficionados de todo el mundo; archivos a los que nuestro personal llegó a tener acceso.
En la fragata, a lo lejos, Mengele veía a través de su pantalla de mainframe holográfica, todo lo que podía ver y escuchar Hildegard, mientras usaba el cuerpo del oficial japonés.
— Sabía que esos tipos estaban pendientes de nosotros – dijo Hildegard -.
— Que nos puedan espiar no los hace una seria amenaza – dijo Hagen -.
Sigfried Mengele miró a los ojos de Hagen, como si pudiera penetrarlos impetuosamente.
— Aún no, más, sin embargo, a los lunares malignos hay que extirparlos antes de que se vuelvan un cáncer.
Y en el área 51.
— Aquí Patton a sala de control, necesito un escaneo de ultrasonido de toda la base urgente.
— Enterado general, estamos detectando una anomalía electromagnética muy intensa a unos metros del bunker en donde usted está ubicado, señor, por el lado sureste.
—¡¡Bien, que todas las unidades se presenten en el área sureste del bunker 15033 ahora!!
Ceferino, que ya sabía lo que habían hablado ambos hombres, al sentirse acorralado dijo.
—¡¡Por Ngenchen, me han detectado!!!
En cuestión de nanosegundos, se vio rodeado tanto de militares humanos como de gigantescos hombres de negro con sus ametralladoras eléctricas, además de luminosos platillos voladores arriba de él. Sintió unas fuertes migrañas que hicieron que cediera su capacidad de hacerse invisible, quedando a la vista de todos.
— Está en el área 51, queda arrestado por acceso ilegal.
— ¿Vos creeis que podes detenerme?, cha verán.
En cuestión de un parpadeo, Ceferino se desapareció en medio de un relámpago con un trueno sonoro, que los cegó momentáneamente y con los oídos adoloridos.
— Ese caballo es un demonio – dijo uno de los soldados-.
—¡Ni en todos estos años que he visto fenómenos paranormales me ha tocado lidiar con algo como esto! – dijo Patton -. ¡Aquí Patton a todos los estamentos de seguridad del área 51, hay un enemigo interno, activen los niveles de seguridad al máximo nivel!
Todos en el área 51 se pusieron a realizar una vigilancia más sesuda, de forma tal que hasta sus platillos voladores surcaban a baja altura el cielo para observar cualquier anomalía abajo. Esta incómoda situación presionó a Ceferino a actuar con la mayor rapidez, para localizar el cuartel central de Patton y avisarle del peligro que corría.
Recorrió los tres kilómetros del área 51 a una velocidad cercana a la luz, para asegurarse de que encontraría con mayor cautela a Patton. Aquello lo convirtió en el blanco de disparos de diversas fuentes cada dos o tres cuadras, por lo que casi era alcanzado por alguna que otra ráfaga de ametralladora eléctrica, bazuka blaster o cualquier tipo de munición exótica que les permitía su avanzada tecnología. Y aunque no le llegaban a afectar de gravedad, le producían mucho dolor.
—Bajen los robotanques – ordeno Patton -.
De los platillos voladores, que eran algo más grandes que un avión de pasajeros de uso común, se abrió una compuerta neumática del extremo inferior plano en el eje de la nave. De ese orificio fueron bajados por medio de luces tractoras a velocidad muy lenta, unos gigantescos robots humanoides con aspecto de tanque, con dos cañones dobles en ambos extremos de su pecho, otro de esos cañones, de tamaño algo más pequeño en la parte superior de la espalda, una cabeza que parecía emular un casco, con una especie de ventana continuada color ultravioleta en lugar de ojos y tres pares de ametralladoras en donde debiera haber boca y nariz. El armatoste era operado desde adentro por cuatro personas, como si fuera un tanque de guerra. Su blindaje era evidente.
El caballo descubrió que la resistencia se acrecentaba a medida que se acercaba al sector sureste del área 51, en donde había más torretas de energía, robots tanques, militares, hombres de negro y los disparos de las naves se volvían más intensos.
—Por Ngenchen y yo que pensaba que nada más Mengele y sus thulenianos podían causarme dolor, ¡¡aaaaaaa!!!!!!!
En su avance, iba a embestir contra un robot tanque, sólo para ser repelido por su intenso fuego de artillería pesada, dejándolo derribado en el suelo.
—Esta cosa tiene tanta potencia como cualquiera de las torretas de Mengele.
Tanto el general Kazai como el general Patton contemplaban la acción desde la pantalla de una mainframe gigantesca.
—Sus máquinas me han dejado sorprendido, general Patton
—¡Ja!, y eso no es todo, mi querido homólogo japonés; ahora verá a esa cosa vuelta carne de barbacoa.
—Lo tenemos en la mira señor
—¡¡Acaben con ese canalla!
Ceferino, que había escuchado todo con su aguda audición, dijo.
—Esto aún no termina, chatarra ambulante.
El equino vuelve a estallar nuevamente como trueno y relámpago, dejando aturdida al personal del robo tanque.
—¡Santo cielo!, esto es como combatir contra una tormenta, ¿ahora donde se ha metido? – dijo uno de los pilotos del robotanque - .
—¡Marichiwew! – gritó Ceferino -.
Cuando menos se lo esperaban el caballo embistió, derribándolo en el suelo sin llegar a hacerlo pedazos porque su blindaje electrónico lo protegió.
El propio Ceferino se quedó en el aturdido en el suelo por unos segundos.
—¡Pero qué boludos han resultado esas cosas!
—¡¡Solicitamos refuerzos, aquí en el sector treinta!!
Lo primero que apareció a la distancia eran unos robotanques corriendo hacia ellos, con toda su artillería disparada hacia el animal. Esto provocó que Ceferino generara un campo electromagnético que causó un violento empujón a las máquinas y todo lo que estaba cerca, siendo una de sus consecuencias más directas que el robo tanque que estaba en el suelo se estrellara contra uno de los dos que se acercaban. Después se fue de allí como un relámpago.
—Hummmm, mi experimento fallido sigue haciendo de las suyas - comentó Mengele para sus adentros mientras observaba lo que sucedía-, me pregunto si tendrá intenciones de destruir el área 51 antes de que yo la pueda ocupar.
Pese a la cada vez mayor resistencia, Ceferino continúo acercándose más y más hacia el sector sureste, luchando en el camino con las aeronaves ultra sofisticadas del lugar y con unas bolitas de luz flotantes en el aire que al acercarse a escasos metros de él estallaban en una explosión de luz calórica y amarilla intensa. Aunque no lograban penetrar su campo de fuerza, le causaban dolor hasta sus entrañas.
—¡¡¡Aaaaaaaag!!!
—Las minas de fotón lo quemarán tanto que ese hijo de perra se sentirá en el infierno – dijo Patton-.
—Querrá decir hijo de caballos, señor, no es un perro- riposto Kevin -.
—Kevin, cuando yo quiera un chiste tuyo te arrancaré las palabras de tu boca.
De todas formas, Ceferino logró llegar hasta un complejo de edificios que parecían de oficinas. Con una brutal embestida penetró a uno grande que parecía el principal, pero no encontró a Patton; era, en realidad un reactor nuclear. Todos los científicos que estaban por el lugar salieron despavoridos cuando lo vieron, excepto las tropas y los hombres de negro que lo custodiaban.
— ¡¡ Por Ngenchen! , esto no parece la base de operaciones!!
-Maldito, ha logrado llegar hasta el reactor nuclear del lugar – comento Patton.
Ante la aproximación del personal de seguridad y principalmente de los hombres de negro, que le causaban migrañas, desapareció nuevamente como trueno y relámpago.
—Menos mal que pudimos repelerlo – dijo Patton -.
—¿En serio cree que lo hizo? - preguntó Hildegard a través del cuerpo de Kazai.
Sí, pero no podemos cantar victoria aún, ese animal es un digno adversario – dijo Patton -.
A lo lejos, en la fragata voladora, Mengele seguía contemplando lo que sucedía.
— Patton, había oído de tu buen olfato táctico, mas nunca pensé que subestimarías a esa bestia – pensó Mengele en voz alta -.
Ese complejo de edificios no es la base de Patton, debo encontrar la forma de llegar, - pensó Ceferino - ¡¡ cha sé que haré!!!
Fue hasta un lugar bien apartado del área 51, se hizo invisible, cerró los ojos y con sus poderes se dispuso a conectarse con el internet del área 51.
Vio matrices luminosas de unos y ceros hasta que, de repente, se formó casi al instante una figura agrandada, de unos cuantos nodos, que representaba una caricatura de un hombre de negro con sombrero y lentes. Eso le provocó una intensa migraña.
¡ —Por Ngenchen, otra vez echos!
Se escuchó la voz de Jason Patton por alta voz.
—Así es, hijo de perra, muerde el polvo; mis hombres de negro virtuales harán imposible cualquier hackeo que realices. Por cierto, te localizaron de nuevo.
Sigfried Mengele seguía observando
—¿Con que hombres de negro virtuales?, ¿por qué no se me había ocurrido algo así? Computadora, apunta en la agenda trabajar con vigilantes virtuales.
—Anotado
Ceferino escapó, de nuevo, a la velocidad de la luz a otro rincón.
Necesito hacer algo pronto, un momento ¡¡Allá abajo, una patrulla!! Los emboscaré y les sacaré información.
Cerca de Ceferino estaba pasando una patrulla compuesta por hombres de negro, humanos a pie o en plataformas flotantes con metralletas y un robo tanque, pasaban cerca.
—Aquí sargento Coolidge, cambio
—Diga sargento Coolidge – dijo Patton -.
—Aún no hay rastro de ese caballo, cambio.
Segundos después, sintieron una leve pulsión electromagnética que tumbó al robo tanque al suelo y dejó en la inconsciencia a todos, menos al sargento Coolidge. Ceferino lo mantenía consciente, postrado en el suelo, mientras lo hipnotizaba con un rayo pequeño que le disparó a su cabeza, manipulando su sistema nervioso para que dijera la verdad. Hablaron en inglés.
¿Cómo pudiste evadir la resonancia magnética?
— Yo también soy magnético, eso es lo menos importante. Contéstame, ¿dónde queda la base de Patton?
—El área 51 en que estás ahora, el hangar, es una fachada –Ceferino quedo atónito-, una distracción, aunque sigue siendo el principal y único punto de entrada. El verdadero área 51 es un complejo de búnkeres subterráneos conectados entre sí por túneles donde pasan trenes bala de gran velocidad y que cubren todo el estado de Nevada, junto con grandes partes de Utah y California; toda una megaciudad bajo tierra. Ah, esto te lo puedo decir con mucho placer, aunque me tengas hipnotizado: cada esquina de esa ciudad subterránea está custodiada por un hombre de negro, capaz de neutralizar las neuronas de tu mente con sus ondas cerebrales que causan migrañas terribles, debilitando tu fuerza vital; jamás podrás entrar allí tan fácilmente, fenómeno.
—En ese caso, tendré que rendirme
Justo en ese momento, el robo tanque se levantaba del suelo, además de los humanos y los hombres de negro. Ceferino se dejó arrestar por ellos con el fin de que lo llevaran hasta Patton.
El escuadrón lo colocó en una plataforma flotante rectangular, algo más gruesa que el animal. Sujetaron sus patas con gruesas agarraderas mientras todavía estaba parado en sus cuatro patas. También estaba aturdido por las ondas cerebrales de los hombres de negro. Cuando terminaron se lo llevaron a un túnel con tren bala, que los transporto directamente al cuartel de Jason Patton.
—No tienes que traerme sujetado de esta forma, ¡¡aaaaggg!!, tus hombres de negro me causan un dolor interminable.
—No puedo permitirme más libertades contigo después de todo lo que hiciste, alienígena cuadrúpedo, - respondió Patton - ¿con que por fin conozco al monstruo que casi destruye el hangar?
—Soy una persona, no un monstruo.
—A menos que tengas una evidencia contundente, todavía pareces un caballo negro con crin y cascos blancos, hablas y eres capaz de cosas que el resto de tu especie no hace. Eres la cosa más extraña que he visto, pero eso no me preocupa en este momento. Lo que sí quiero saber es por qué causaste estos destrozos en el área 51, ¿crees que somos tus enemigos?
—No, pero sus verdaderos enemigos se han infiltrado entre ustedes; aquí tengo las pruebas.
De su espesa crin sacó levitando en el aire uno de los anillos dorados que generalmente usan las gentes de Nueva Thule para comunicarse. Con sus ondas electromagnéticas lo activó, encendiendo una lucecita blanca en la superficie del anillo que a apenas se podía ver a simple vista. De ese puntito luminoso se proyectó una luz más grande, como un cinema, dando como resultado el holograma de un hombre muy alto, de aproximadamente seis pies cinco de estatura, cuerpo atlético, de aspecto veinteañero, rubio, bien parecido y con un uniforme de gala color índigo que mostraba en su pecho todas sus medallas, además de la cruz teutónica. Era el doctor Sigfried Mengele.
—Aquí Mengele, ¿quién solicita mi presencia? -mira alrededor-, vaya, pero si eres tú, mi bestia favorita, ¿con que estos son tus nuevos amigos los americanos del área 51?, pero qué alianza más extraña.
—Cállate desgraciado, ni ellos son amigos míos ni yo tu mascota; es por tu culpa que quedé así.
El holograma se acercó caminando hacia donde estaba atrapado Ceferino y dijo.
—¿De verdad no te parece que te hice un caballo muy bonito, con color azabache y grandes poderes?
Ceferino respondió escupiendo al holograma con baba de su hocico, lo que terminó atravesándolo. Eso cayó al piso.
—Se ve que sigues siendo una bestia, mi querido Ceferino - dio una elegante vuelta marcial hacia atrás, quedando en frente de Patton-, ah, y tú debes ser el famoso general Jason Patton, creí que sólo eras un mito inventado por la fuerza aérea.
Se miraron frente a frente, siendo lo más característico que, pese a que Patton no era tampoco un hombre pequeño, era algo más pequeño que Mengele.
—No desvíes el tema, chiquillo nazi, copia barata de Hitler, lo que cuenta aquí es que tu juego se acabó. El área 51 está a salvo y ya sé quién eres tú.
Sigfried Mengele le muestra su sonrisa de delirio
—Oh, ¿eso es lo que tú crees?, te voy a hacer un regalo, ¡arriba las manos!
Justo después de que dijo esto, tanto hombres de negro, militares humanos e incluso el general Kazai apuntaron sus armas hacia Ceferino, al general Patton, y a quienes no estaban bajo control de Mengele.
—Mientras ustedes estaban peleando entre sí, me tome la molestia de repartir el resto de los chips de control mental que trajo la delegación japonesa sin saberlo, a la mayor parte del personal de este lugar. Ahora, el área 51 es mía finalmente y gracias a ti, bestia, pude llegar hasta el inexpugnable cuartel general de Patton.
Patton dijo, indignado, cerrando los puños y doblando sus brazos, lo siguiente.
-¡Espera a que te ponga las manos encima!
—Hummm, ¿qué tal si te pongo las manos encima primero?
El holograma se acercó a Patton, tocó con el dedo índice de su mano izquierda su frente. Al hacer contacto con su piel se generó una pequeña chispa, causando que el general se desmayara.
—No me importa que me sienta débil, ¡uuug!, voy a detenerte – dijo Patton mientras caía al suelo.
Pese a estar debilitado por las ondas mentales de los hombres de negro, Ceferino se las arregló para destruir la plataforma que lo sujetaba hasta retorcerla toda; esto hizo que se callera abruptamente al suelo, causando un ruido metálico. Se soltó sus patas de las bases, rompiéndolas con su fuerza descomunal, después de lo cual se acercó a Mengele, aunque no a su velocidad habitual porque su mente seguía aturdida.
—Y si intentas ser el héroe, activaré una nano bomba nuclear que destruirá este lugar y más allá, con una potencia tan asombrosa que hará que la suma del poder de las bombas de Hiroshima y Nagasaki parezcan fuegos artificiales.
—Buscaré la manera de detenerte a ti, y a tus esbirros por lo que le hacen a mi pueblo.
—¿El pueblo mapuche?, no tengo nada en contra de ellos, simplemente quiero mejorarles los genes y experimentar con ellos, ¿para qué quiero extinguir unos especímenes que me fascinan bastante. Hildegard, atúrdelo ahora.
—¡Sí su excelencia!
Aprovechando la debilidad de Ceferino, que no le permitía usar su barrera electromagnética, Hildegard, usando el cuerpo del general Kazai, le disparó con un arma phaser. Al no usarla a su máxima capacidad lo dejó inconsciente, quedando la criatura en el suelo.
—Traigan el rayo tractor portátil – ordeno Mengele.
Un inmenso hombre de negro trajo un rifle de aspecto exótico, que al dispararlo hacia el cuerpo del caballo lo levantó por el aire.
—Llévenlo a la fragata Hegel, enciérrenlo bien como yo les expliqué y que sea escoltada por una flotilla de naves de combate hacia los laboratorios de las lunas de Urano.
—¡Sí, su excelencia!
Apareció Hagen, quien ahora tenía bajo su control el cuerpo del coronel Kevin Lazzard, para hablar con el holograma de Mengele.
—Su excelencia, ese plan c resultó mejor de lo que esperábamos.
—Démosle gracias a nuestro amigo, el general Patton; desde que está a cargo del área 51 se ha deshecho de los psíquicos porque no confía en ellos. A menos que logren darles mayores capacidades extrasensoriales a sus hombres de negro, sus esclavos, están perdidos. Mala decisión para venir de un oficial tan capaz. A propósito, Hagen, ¿cómo siguen los demás oficiales japoneses?
—Siguen dormidos, nuestros esfuerzos por despertarlos han sido inútiles.
— Mi bestia me sigue demostrando que es más capaz de lo que creíamos; ya lo estudiaré mejor cuando lo vea en las instalaciones especializadas de las lunas de Urano.

Continuará...
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Re: Relámpago, el caballo (Novela de superhéroes en capítulos)

Mensaje por lucia »

Este giro sí que no me lo esperaba :lol:
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Re: Relámpago, el caballo (Novela de superhéroes en capítulos)

Mensaje por Meru »

Cuando dices eso ya significa que hago las cosas bien; eso no significa que todavía no tenga que aprender más en esto del mundo de la prosa... Las cosas que aprendí de ti. Gracias Cruella por el cumplido.
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Re: Relámpago, el caballo (Novela de superhéroes en capítulos)

Mensaje por lucia »

Solo en gramática tienes un montón por aprender. Pero tienes algo que ya quisieran muchos: imaginación y ganas de divertirte escribiendo. Y eso tiene su público y su momento. Piensa en las novelitas de a duro antiguas. Lo difícil es mantener esa imaginación y esas ganas de divertirte mientras pules la forma. Pero ese es un reto digno del autor de Ceferino :lista:
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Re: Relámpago, el caballo (Novela de superhéroes en capítulos)

Mensaje por Meru »

Mil gracias :D
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Re: Relámpago, el caballo, X parte

Mensaje por Meru »

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Batalla en el área 51 (segunda parte)

Mientras tanto, dentro de la fragata Hegel, que ascendía hacia la estratosfera escoltada por una flotilla de pequeñas naves de combate en forma de platillos voladores, Ceferino y su cuerpo equino tenían sus cuatro patas sujetadas dentro de unas pesadas bases metálicas adheridas al piso metálico del cuarto ovalado, rodeado de todo un pelotón de omega sapiens, tanto hombres como mujeres, bien armados. Estaban sentados en una banca que bordeaba la pared circular del cuarto y estaba adherida a ella; todos ellos preparados para cualquier movimiento del animal, en espera de dispararle sus armas desintegradoras. Ceferino no podía defenderse, algún mecanismo de pararrayos le impedía usar sus poderes electromagnéticos para crear una barrera protectora, entre otras cosas. Una luz roja incómoda, adherida al centro del ovalado y redondo techo, le incomodaba la visión y emitía un calor que causaba ardor en su de por sí sudorosa piel.
Los omega sapiens tenían algún tipo de lentes que les protegían la visión, pero lo que nadie hubiera podido entender, al menos a simple vista, era cómo es que eran capaces de aguantar el calor de la luz roja con esos trajes azules de una sola pieza parecidos a los buzos, que les quedaban desde los pies hasta la cabeza, cubriéndola toda menos sus rostros.
Lo que sí notó Ceferino es que la nave no había llegado a Urano, tampoco viajaba a velocidad luz y, tomando en cuenta eso, Urano estaba a dos horas, treina y un minutos y doce segundos de la tierra usando la velocidad de la luz; en cambio viajaron a cuatro minutos, veintiun minutos de la tierra; en otras palabras, ¡habían llegado a Marte! Era una situación que debía capitalizar. Súbitamente, sin querer, se enteró de la razón por medio de un diálogo en alemán entre sus custodios.
—¿Sabían que el capitán de esta fragata tuvo que llevarla a reparaciones?
—¿Y eso no lo supo jer Mengele? – pregunto un soldado
—Por suerte, el equipo está tan dañado que no hay forma de que nos pueda espiar. Si Mengele supiera de la verdad, convertiría al capitán en el siguiente conejillo de indias de su próximo experimento, que quizá podría ser el último que realice con él.
—¿Cómo es que no le llamas su excelencia,? ¡qué falta de respeto es la tuya!- gritó una chica - .
—¿Alguien ve a Mengele por aquí?, doctor Mengele, si está aquí discúlpeme por no llamarlo su excelencia-.
Todos sus demás compañeros y compañeras se echaron a reír. Fue así como Ceferino se dio cuenta de que si lograba llamar la atención de ese burlón y presumido, podría conseguirse la mejor oportunidad para escapar.
—¿Entonces estamos en Marte para que le hagan reparaciones de a la nave?, ¿cómo es que su excelencia no se va a enterar?
—No linda, lo que pasa es que el oficial del puerto en que van a reparar esta cacharra es amigo de nuestro inepto capitán. Claro que tendrán que demorar más de lo esperado, ya que deberán hacerlo con herramientas algo más anticuadas y con la electricidad apagada para que no nos espie su excelencia, a menos que tenga algún nanobot suyo que nos pueda delatar, ¡recemos a Thor para que eso no suceda! ¡Amén!
Se escucharon las risas.
—¡Hey tú, jer super payaso!
Ahora todo el mundo se echó a reír con lo que dijo el caballo, lo que indignó al hombre.
—¿Como es que me llamaste, bestia asquerosa?
—Si no eres un super payaso, demuéstrame que eres un verdadero omega sapiens con los sentidos bien desarrollados por causa de los experimentos de tu jefe.
—¡No te tengo que demostrar nada, bodrio de caballeriza, fui cuatro veces campeón olímpico de Nueva Thule, mira!
—Les mostró sus cuatro medallas de oro, que Ceferino vio que eran genuinas
—¿De verdad me quieres impresionar con esos adornitos?, no haces más que ofender a la valentía de las gallinas con tu triste cobardía.
Sus compañeros se volvieron a reír, lo que provocó que el hombre se acercara a dos metros y medio de la bestia para mirarla frente a frente.
—¡Qué esperas, dame tu mejor golpe, muéstrales a tus compañeros y compañeras que eres valiente!
Te voy a hacer puré, caballo parlanchín, vas a quedar pareciendo un burro desnutrido.
—¡No, no te acerques Kal!, - le advirtió una de las muchachas - tenemos estrictas órdenes de estar a esta distancia de este peligroso monstruo; esa cosa casi destruye nuestra República.
Kal vaciló unos instantes, que le parecieron interminables, luego retrocedió unos pasos; había escuchado la advertencia.
— ¿Creíste que con tu tonto jueguito me ibas a engañar?, ¡ja!, se acabó, bestia pulgosa; vete a soñar con tus garrapatas.
Dio la vuelta para regresar a su puesto, pero ya era demasiado tarde: Ceferino sacó algo de fuerzas de flaqueza para arrebatarle su arma desintegradora, haciéndola levitar en el aire con sus poderes electromagnéticos. La hizo girar alrededor del cuarto, encendida y apuntando a sus asustados custodios.
—¡Bajen sus armas y tírenlas hacia mí!
Eso lo hicieron, luego apuntó al ahora petrificado Kal
—¿Lo ves Kal?, el que ríe de último, ríe mejor. Otra cosa, gracias por decirme bestia pulgosa y todos tus demás cumplidos.
El caballo hizo que el arma flotante golpeara fulminantemente el rostro de Kal, que quedó inconsciente, aunque no desfigurado y dejándole leves heridas. Después disparó el phaser, para desintegrar la base que sujetaba una de las patas, lo que fue suficiente para dejarlo usar sus poderes en su totalidad.
A continuación, Ceferino generó descargas eléctricas que mataron a todo el pelotón que lo custodiaba, tan rápido que apenas gritaron de dolor.
Después de eso, apuntó el arma hacia el techo, lo que abrió un agujero de considerable tamaño desde el cual salían chispas y restos de cables eléctricos cuyas prolongaciones se habían roto, dejando visible los alambres y sus cubiertas deshechas; luego sonó la alerta roja.
—Ahora me toca a mí.
Dirigió sus descargas electromagnéticas hacia el agujero, tomando el control de todo el sistema operativo de la nave, preocupando a su tripulación.
—Capitán, detecto un hackeo en la computadora de la nave, además constantemente en el monitor se repite la imagen de un relámpago tonante sobre un fondo negro.
— ¡Tenía que ocurrir justo en este momento, cuando hay una alerta roja!
Ceferino convirtió a la nave en un gigantesco electroimán, impidiendo que el resto de la flota de naves de combate se separara de la fragata, sin poder seguir moviéndose
— Capitán Rampola, no podemos movernos; pareciera que toda la flotilla estuviera unida por algún tipo de fuerza.
—¡Atención a toda la tripulación, hay que aniquilar a…! ¡¡Aaaaaaaaa!!
Ceferino había electrocutado a toda la tripulación, incluso a los de las naves de combate. Ahora, él tenía el control absoluto tras tomar el mando de los sistemas de navegación, luego de conectarse con su internet por medio de sus poderes electromagnéticos.
—Destino, Planeta tierra, área 51.
Casi más de cuatro minutos después, en el cuartel general del área 51, habían detectado el regreso de la fragata Hegel y la flotilla de naves de combate que ya entraban en la atmósfera. Mengele, quien ahora utilizaba el cuerpo de Patton, miraba por el gigantesco monitor.
—Qué extraño, no se supone que esa flota deba regresar acá.
—Tal vez la fragata no está en perfectas condiciones – dijo Hagen
—Si así fuera, la nave sólo debía desviar su trayectoria hacia los astilleros de Marte y ya me hubiera enterado de esto, espera un momento - se lleva la mano al mentón-, ya sé que sucede, ¡activen los niveles de seguridad al máximo, la bestia se ha apoderado de la flotilla!
Ceferino se dio cuenta, desde el cuarto ovalado en que estaba, que el área 51 había aumentado el nivel de sus campos de fuerza al máximo, sintiéndolo por medio de los sensores de la nave.
—¡Ese nazi loco sabe que voy para allá!, le voy a dar lo que quiere.
—Apunten las armas antiaéreas hacia la flotilla, ¡abran fuego! – ordeno Mengele.
Todo tipo de rayos, torpedos, descargas eléctricas y hasta minas de fotón disparadas desde cualquier parte del estado de Nevada fueron a dar a la flotilla, que no causó mayores efectos debido a que Ceferino la había protegido una poderosa barrera electromagnética, sumando su poder a las fuentes de energía de la nave.
—Todavía la flota sigue intacta, su excelencia – anunció uno de los controladores-.
Sigfried Mengele lleva su anillo cerca de la boca y da una orden
—Aquí su excelencia, Sigfried Mengele, les ordeno a todos los pilotos y artilleros atacar a la flotilla de naves de combate y la fragata Hegel que se acercan acá.
Ceferino había interceptado la señal cuántica de Mengele con ayuda de los dispositivos de la nave.
—¿A eso queres jugar, gusano infeliz?, veamos cómo te va si voy a la velocidad de la luz
Aunque la fragata voladora estaba dañada, Ceferino utilizó sus ondas electromagnéticas para reemplazar el paso de la energía por las conexiones defectuosas, restableciendo el contacto entre la computadora central y el resto de los dispositivos de la nave. Igualmente usó las mismas para activar la velocidad luz de las naves de combate que escoltaban al Hegel, de la que no estaban muy separadas por el electromagnetismo que generaba la fragata que a su vez se originaba en el cuerpo de Ceferino.
El joven sabía de antemano que tratar de penetrar en cualquier lugar de la subterránea área 51 sería demasiado infructuoso, por eso decidió estrellarse contra el hangar, que era la parte más vulnerable.
—Denle alcance antes de que active la velocidad de la luz – ordeno Mengele.
—¡Computadoras, activen la velocidad de la luz! – dijo Relámpago-.
Ocurrió lo que tanto Mengele temía: las naves de la flotilla, a través de sus ondas electromagnéticas, activaron al unísono la velocidad de la luz con rumbo al hangar del área 51.
—Estamos perdidos
—No lo creo Hagen; todavía hay mucha batalla por pelear.
El propio Mengele pensó, tras deducir lo que iba a hacer el caballo luego de penetrar la atmosfera terrestre, en activar la nano bomba nuclear para destruir toda el área 51, lo que incluía el riesgo no solo de matar a los militares estadounidenses dentro de ella, sino también a sus propias fuerzas de ocupación que el lideraba, incluso a Hagen, mientras él mismo escapaba a Nueva Thule. Lo que había detenido su decisión fue, primero, pensó que las armas antiaéreas y naves de combate del área 51 combinadas con las recién instaladas fuerzas de Nueva Thule serían suficientes para derribarlo; subestimo nuevamente los poderes de la criatura. Segundo, tendría que activar, en ese mismo instante, el comando con su voz antes de que el caballo decidiera usar la velocidad de la luz para estrellarse contra su posición – el sonido va a 343.2 metros por segundo contra 300000000 metros por segundo de la luz -, siendo esta, en teoría, una carrera imposible de ganar.
Una gigantesca pulsión electromagnética se escuchó a miles de kilómetros a la redonda y la luz de la explosión opacó todo el medio día. Restos de máquinas y seres vivos se podían divisar esparcidos por el aire y una lluvia de cenizas cayó por todo el desierto. En el área 51 se activó la alerta roja.
—Nivel de energía a veinticinco por ciento – anuncio la computadora de Nueva Thule-.
—¿Una sola explosión causó eso su excelencia? – pregunto Hagen -.
—Querrás decir una sola inmensa explosión- respondió Mengele -.
Como consecuencia de la explosión, las barreras de energía del hangar habían cedido, junto con una buena parte de las tropas y hombres de negro, sin contar las pérdidas materiales. En medio de aquella confusa situación, las fuerzas del área 51, ahora manipuladas remotamente por los omega sapiens de Nueva Thule, luchaban infructuosamente con un enemigo poderoso y difícil de encontrar, que aprovechaba esta circunstancia favorable para electrocutar a más de uno.
—Deténganlo antes de que llegue al área subterránea – ordeno Sigfried
La orden vino demasiado tarde, ya que Ceferino había logrado penetrar los accesos que llevaban al túnel del tren bala valiéndose de su red ferroviaria, para manipular y distribuir mejor sus ondas electromagnéticas por todo el área 51, procurando dejar en inconsciencia a todos a la vez que sacaba de su camino los vagones con su electromagnetismo; todo eso mientras él se movilizaba subterráneamente por debajo de la totalidad del estado de Nevada a la velocidad de la luz buscando a Sigfried Mengele, deslizándose por los rieles con sus patas como si también fuera un tren bala. También las uso para conectarse con la red eléctrica del lugar, detectando de ese modo los numerosos dispositivos que su enemigo había instalado, incluyendo la nanobomba nuclear que podría cegar millones de vidas; logró desactivarla por completo.
—¡Te llegó la hora, torturólogo con cara de niño bonito: a ver si te atreves a dar la cara! Vacha, con estos rieles de maglev puedo controlar mis poderes a mi antojo.
Los rieles del tren bala del área 51 le sirvieron a Ceferino como una conexión eléctrica gigante, siendo otra de sus ventajas que condujo una pulsión electromagnética controlada, que le quitó la corriente eléctrica a toda el área 51, dándose un apagón. Lo único que dejo en funcionamiento fueron los sistemas de emergencia, para que el personal del área 51, cuya mayoría estaba volviendo a tener conciencia a medida que el caballo desactivaba los chips con que los controlaban, los pudieran usar.
—Su excelencia, ha ocurrido un apagón, ¡creo que -se escucha un leve corrientazo eléctrico- aaaagh! – fue lo último que dijo Hagen -.
Al mismo tiempo que Hagen quedaba inconsciente, se escucharon otros leves quejidos de dolor de otras personas y luego de esto, un silencio sepulcral.
- ¿Hagen, Hildegard, Marina, Basil, Aku?, ¿con que ese es tu juego, bestia malagradecida, dejar en la inconsciencia a mi ejército?, pues yo también te tengo unas cuantas sorpresas preparadas.
-¿Dónde estás, cobarde, quien te va a proteger ahora que no te queda nadie? – le arengaba Ceferino-.
Justo cuando terminó de decir esto, es atropellado brutalmente por algo que parece una esfera de energía, causando que el poderoso caballo choque con varias paredes de hormigón, destruyendo uno tras otro aposento sin identificar.
Cuando regresa levitando al área en donde lo habían chocado, no da crédito a lo que sus ojos están viendo: un individuo, envuelto en una esfera de energía de color ultravioleta, en posición erguida dentro de lo que parecía ser una especie de plataforma antigravedad que dejaba al descubierto la mayoría de su cuerpo, vestido con algo parecido a un traje espacial ligero y con un armazón de circuitos que ocultaban parte de su cabeza hasta la nuca, pero dejando al descubierto su cráneo sin pelo. Tenía el rostro de Patton, pero escuchó la voz de Mengele.
—Ja, ¿no que estabas ansioso por volver a verme?, no me gusta dejar esperando a nadie.
— ¿Qué le has hecho al cuerpo de Patton?
—Solamente se lo tomé prestado, de hecho, es mucho más cómodo de lo que me imaginé.
—Déjalo en paz o te acabaré.
—Tendrás que escoger la segunda opción, la otra está descartada.
—Bueno, tú lo pediste.
Ceferino embistió con toda la furia que le permitió la velocidad de la luz, lo que no fue suficiente, ya que rebotó como si fuera una pelota de baloncesto y aunque esta vez no salió derribando paredes de un cuarto a otro, la fricción causada por su caída horizontal había formado una profunda zanja en el piso de concreto.
Unas milésimas de segundos después, genero descargas electromagnéticas hacia la burbuja de Mengele sin hacerle daño alguno.
—¿Qué te parece eso, animal?, esta burbuja de energía la forme utilizando la electricidad de doce estados de este país.
—No escatimas esfuerzo en jugar sucio, incluso con personas inocentes.
—¿Crees que a mí me importe lo que piensen esos homo sapiens?, si a ti tanto te importan, los acompañaras en su proceso de extinción, ¡toma esto!
La esfera genero enormes descargas electromagnéticas, que Mengele dirigió al cuerpo de Ceferino.
—¡¡Aaaaaaaaaa!!!
—¿Lo ves?, no eres el único que puede hacer esas cosas, ahora quítate de mi camino.
Y Mengele embistió con todo a un todavía aturdido Ceferino, que otra vez derrumbó todo lo que había a su paso mientras continuaba en su trayectoria errática hasta penetrar en un colosal complejo de entrenamiento. Allí había máquinas de ejercicio, pesas y hasta canchas deportivas. El siguiente que entró por la abertura que formó Ceferino al chocar contra la pared fue Mengele en su burbuja de energía. Acto seguido, Mengele levitó con su electromagnetismo algunas pesas y máquinas, que lanzó hacia Ceferino, quien justo a tiempo se protegió con su barrera electromagnética.
—Me decepcionas caballo, no me demuestras si valió la pena que te creara.
—Yo no te pedí que me hicieras un caballo, grandísimo demente.
—¿Demente yo?, mis fines son altruistas; busco ayudar a la humanidad con mis descubrimientos científicos. Tú, en cambio, no eres más que un residuo de un proyecto fallido.
De la burbuja de Mengele emanó una luz ultravioleta que abarcó todo el recinto desintegrando todo lo que había a su paso menos a Ceferino, quien estaba protegido por su barrera electromagnética. Quedaron cenizas y metal derretido en el suelo, lo que le hizo pensar a Ceferino en el alcance del poder de su rival. Se le ocurrió un plan, así que debía actuar rápidamente.
—¿Quieres pelea?, te la daré, tú y yo, choque de titanes; tú en tu burbuja y yo con mi cuerpo – dijo Ceferino, mientras frotaba una de sus patas contra el suelo al estilo de un toro
—Suena interesante, acepto el reto; todavía piensas que puedes vencerme, pequeño pony. Me decepcionas Ceferino, siempre pensé que eras muy maduro para tu edad, pero veo que todavía eres un adolescente en el cuerpo de un caballo adulto-.
—¡Deja de molestarme con tu psicología barata, Jupiter Stein, Sigfried Mengele o quien quiera que seas en realidad!, ¡tú ya no eres nada mío, ni el director de mi escuela ni mi segundo padre!
—Vamos, pues, te hare comer suelo, querido hijo-.
Ambos arrancaron a toda la velocidad que podían, Ceferino, a la velocidad de la luz, Sigfried muy cercana a ella, logrando un impacto devastador. Justo en el momento en que estaba a punto de impactar con la burbuja en que estaba Mengele, Ceferio giró de costado para golpearlo con el resto de su cuerpo. Se desencadeno una gran explosión termo electromagnética, cuya onda expansiva fue contenida por toda la tierra que logró arrancar del suelo y cuyos ecos se escucharon hasta la lejana Rusia.
Fue tal la devastación, que dejó en el desierto un cráter del tamaño de la ciudad de Santiago de Chile; una considerable cantidad de infraestructura subterránea dañada, sin contar las bajas colaterales entre el personal del área 51. Los intensos rayos del sol del cielo de Nevada llenaron con su luz aquella hueca superficie, como si quisiera iluminar aquel improvisado coliseo de gladiadores titánicos. Sigfried Mengele seguía levitando en su burbuja de energía, mientras Ceferino se levantaba del suelo con signos evidentes de fatiga. Mengele puso una delirante sonrisa
—¿Eso es todo lo que tienes?, apenas me causó un leve dolor; ríndete, no podrás vencerme.
Un jadeante Ceferino le respondió
—No pensé que este truco iba a causar tanto daño colateral aunque, tomando en consideración el poder combinado de ambos, no me sorprende. Por cierto, Sigfried, no necesito vencerte para ganar esta batalla.
Sigfried esboza una sonrisa maquiavélica.
—Hijo mío, todavía estoy aquí.
—Lo sé, lo que quiero decir es que antes de realizar mi embestida, calcule cuanta de tu carga eléctrica y la mía sería necesaria para crear el voltaje adecuado que permitiría que la energía generada se distribuyera dentro de tu burbuja electromagnética. Además de eso, debo agregar que pensé en la cantidad máxima de fuerza en joules que debía usar en mi golpe final con el resto de mi cuerpo para debilitar tu resistencia, concluyendo que aunque nada de lo que hiciera podría afectar seriamente el cuerpo del general Patton que tú usurpaste, pues tu burbuja era tan fuerte que hubiera tenido que ir más allá de la velocidad de la luz para lograr hacerte algún daño, al menos el voltaje generado causaría que el chip que le pusiste en su oído tuviera un cortocircuito.
-Eso quiere decir, oh no…
-Oh sí…. No tuve que noquearte, ex papá, sólo tuve que golpear con la suficiente fuerza para despertar a Patton de su trance.
El chip quemado se desprendió del oído de Patton y, justo en ese instante, la esfera de energía ultravioleta que lo envolvía se debilitó, haciendo que su poder se esparciera por el ambiente hasta que finalmente se desvaneció. Un confundido Patton recupero la conciencia, con su cuerpo erguido aún montado en la plataforma antigravedad.
Al mismo tiempo en Friendship, Nueva Thule, el doctor Mengele, que se encontraba debajo de una luz paralizante con su traje cibernético, se quitó el casco virtual que tenía en su cabeza; había perdido el contacto con el cuerpo de Patton. Se veía serio, sin mostrar signos de enojo, luego se le acercó Hagen para hablarle mientras caminaba.
—Su excelencia, ¿qué fue lo que pasó?
—No te hagas el melodramático, jer Hagen, sabes que ocurrió lo de siempre, un pequeño contratiempo más por parte de mi bestia, nada más. Vamos a trabajar, puedo perder una batalla, pero no el tiempo – dijo de forma inexpresiva-.
—¿De casualidad esa frase no la dijo Napoleón Bonaparte?
Y Mengele lo observo con su rostro todavía inexpresivo, pero con una mirada fulminante que parecía atravesar sus ojos como un láser.
—Sí, pero la única diferencia entre él y yo es que mientras él trató de conquistar el mundo, yo ya lo domino a mi modo; somos la civilización más avanzada del sistema solar, hemos triunfado donde nuestros ancestros fascistas y nazis han fracasado, todo gracias a los esfuerzos de mi padre Joseph y los míos. La única piedra en el zapato nuestro es ese híbrido niño/caballo que cada rato desbarata nuestros planes para lograr nuestro objetivo final: el surgimiento del superhombre. Por eso debemos seguir trabajando duro para deshacernos de él. Por cierto, Hagen, tienes mucho trabajo por realizar; ahora ponte a hacer todo lo que te encomendé, que yo también tengo mucho que pensar y en que trabajar.
—Sí, su excelencia – tras decir eso, al retirarse Mengele, Hagen prorrumpe en risas de manera silenciosa.
Mientras que, en Nevada, un desconcertado Jason Patton, estaba tratando de poner en orden sus ideas.
—¿Qué ocurrió?, ¿dónde estoy? - se miró así mismo -, ¿por qué tengo puesto este traje tipo Robocop montado en esta plataforma antigravedad? Y tú, engendro, ¿qué haces aquí?
—Acerque su dedo a mi frente
—¿De qué forma me vas a convencer que confíe en ti?
—Usted sabe bien que yo no fui quien comenzó este desastre. Por favor, deme el beneficio de la duda, al menos por esta vez.
—Está bien, pero sólo por esta vez
El general se movió en su plataforma antigravedad hacia Ceferino. Al acercar su dedo índice a la frente equina de él, de ella emano una pequeña descarga eléctrica que transmitió por el sistema nervioso de Patton los recuerdos de Ceferino. En ellos estaban plasmados todo lo que aconteció.
—¡Un momento, ahora lo recuerdo todo!
Pronto llegaron tropas humanas junto a inmensos hombres de negro, que aturdieron a Ceferino con una migraña tan brutal que cayó dando violentas sacudidas en el suelo lleno de escombros del cráter:
—¡Alto!, este caballo y yo estamos en una tregua.
Y Ceferino se levantó del suelo nuevamente, con algo de dificultad, sobre sus cuatro patas.
—Gracias, general.
—Esto no ha terminado, aún tenemos mucho que hablar, ¿do you understand?
Días después, se iniciaron las obras para la reconstrucción del área 51, en las que Ceferino participó activamente. En uno de esos, Patton y Ceferino quedaron hablando en las afueras del hangar mientras contemplaban las obras.
—Gracias por ayudarnos, nunca creí que terminaríamos tan rápido sin ti – dijo Patton -.
—No tiene que agradecer nada, general, yo de algún modo comparto responsabilidad de los daños junto con quienes los atacaron. A propósito, ¿cómo está la delegación japonesa y el general Kazai?
—Los demás oficiales japoneses se quedaron todo el tiempo a salvo en uno de los bunkers hospitalarios, el único que se salvó milagrosamente de toda la devastación que ustedes causaron. Están recuperando la conciencia lentamente, salvo el general Kazai, que quedó inconsciente luego de tu ataque de respuesta.
—La verdad no quería causar tantos problemas.
—Eso y más me llevan a hacerte la siguiente pregunta, ¿de dónde eres tú?
Ceferino casi vacila para dar una respuesta, pero rápidamente se recuperó. Hablo con la fluidez de quien tiene gran seguridad de sí mismo con la siguiente mentira, ya que no estaba interesado en que Patton y los gringos supieran la dolorosa verdad de su origen, pues no consideraba que fuera de su incumbencia.
—Soy patrullero de la policía intergaláctica, sector diez mil quinientos, sistema solar.
—Y yo que pensaba que eso nada más existía en comics.
—Usted mismo vio que lo ocurrido aquí fue demasiado real, tanto como su área 51
—Claro que sí, más aún, tomando en cuenta que esos hijos de Hitler venidos de Nueva Thule, son quienes en realidad están detrás de todos los avistamientos extraterrestres o casi.
—No en casi, en todos
—Les voy a patear el trasero, no me importa que tan poderosos sean.
-No dudo de su capacidad, sin embargo, quizá necesite en algún futuro cercano asistencia por parte de la policía intergaláctica.
—Espero que no te ofendas por lo que voy a decir, tal vez yo no tenga la razón, pero esta es mi opinión acorde con mi propia experiencia: el único extraterrestre bueno es el extraterrestre muerto.
Al escuchar tal prepotencia, Ceferino sintió que estaba a punto de estallar, como aquella vez que escapó del bunker de Friendship en que Mengele lo había encerrado para exhibirlo como espécimen de circo a su gente, luego de haberlo transmutado en caballo. Era obvio que en realidad no era un extraterrestre, pero si lo fuera se ofendería igual.
— ¡¿Así agradeces todo lo que hice por ti y tus tropas?! Por eso nadie confía en el imperio yanqui; para ustedes los demás son aliens.
—¡El área 51 es la primera línea de defensa de la tierra ante cualquier invasión; la única que puede garantizar la supervivencia de la especie humana ante el poderío alienígena!! Quien mejor para proteger a un humano que otro de su misma especie.
—Desde ahora los considero tan enemigos como las fuerzas de Nueva Thule. Métase esta idea en la cabeza: ustedes no son los únicos americanos de este continente.
Ceferino nuevamente se fue en forma de relámpago, emitiendo una intensa luz blanca seguida de un sonoro trueno a sólo treinta y dos segundos de Patton.
—¿Por qué siempre hace eso?
A Patton se le acerca una hermosa y esbelta joven, con uniforme militar y una tablet en sus manos.
—¿Es esa forma de tratar a un emisario extranjero o alienígena?
—Sí, a mí no me importa lo que piensen esos burócratas en Washington; ellos que se encarguen de discutir tonterías en el senado mientras participan en juegos de té. Yo seguiré protegiendo al planeta de la lacra espacial ¿Cómo sigue Kevin Lazzard?
—Señor, el coronel Lazzard sigue inconsciente, pero recuperándose rápidamente
—Informe de daños
—Tengo contabilizados mil bajas a causa de los combates: quinientos muertos, cuatrocientos hombres de negro incluidos, cien heridos; probablemente también hubo extraterrestres muertos, ninguno quedo prisionero y los pocos que teníamos se escaparon. Señor, al parecer ellos se llevaron hasta sus cadáveres.
—Esos hijos de perra son muy buenos, continúa.
—Daños materiales por treinta mil millones de dólares.
Al escuchar esto, Patton se llevó las manos a su cintura, agachando la cabeza y luego la meneo.
—Será muy difícil que el congreso me apruebe semejante presupuesto.
—El gobierno federal también va a querer saber lo del apagón en doce estados de la unión, de los avistamientos de ovnis y la explosión gigante.
—¡Pamplinas!, dile a ellos que tuvimos que enfrentarnos a una invasión extraterrestre y ganamos.
—General, ¿por qué no les dice la verdad?
—Esos hijos de perra me patearon el trasero; yo les voy a devolver el favor. Por eso, no quiero que nadie intervenga en esta pelea, mucho menos esos burócratas que me abandonaron cuando casi muero en Fallujah, Irak. Mónica, espero que hayas terminado tu dictamen.
—¡Sí señor! - hace el saludo militar estadounidense -, otra cosa, ¿qué quiso decir ese animal que no somos los únicos americanos en este continente?
—Simplemente que nos detesta.
Luego de decir esto, Patton se retiró. No había más que discutir
Del otro lado del continente, en Frienship, Nueva Thule, Mengele y Hagen estaban dialogando mientras caminaban por los pasillos de un gran complejo de laboratorios, sin poner atención a la gente que pasaba alrededor.
—¿Cuántos de los nuestros murieron en la batalla, según los últimos cálculos?
—Se han contabilizado trescientos muertos, señor.
—¿Heridos?
—Treinta y tres.
—¿Y en qué estado se encuentran nuestros compatriotas rescatados?
—Están estables, señor.
—Esta incursión al área 51 causó muchos estragos a nuestras tropas, no debe volver a repetirse; lo que no quiero creer es que todo fue pérdida, ¿ya tienen los archivos que logramos robar?
—Sí, hemos conseguido alguno que otro archivo virtual del área 51. Cuando los descifremos, conoceremos algunos de sus nuevos proyectos y lo más importante: ahora sabemos que el área 51 ocupa un espacio geográfico mucho mayor bajo tierra.
—Eso está muy bien, veremos que hacer luego con lo que sabemos. A propósito, ¿ya están listos los niños para la transmutación?
—Los huérfanos de los soldados y soldadas muertos se encuentran ahora en la cámara, señor.
Mengele pone una cara de delirio
—No puedo esperar a ver esto.
Llegaron a un laboratorio en donde estaban encerrados dentro de cilindros de vidrio reforzado, algunos con respiradores y sumergidos en líquidos, todo tipo de extrañas criaturas. Al fondo de aquel tétrico lugar, había una gran cámara que arriba estaba iluminada por luces paralizantes en forma de mosaicos cuadrados como un cielo raso, mientras que en las tres paredes de aquel recinto se podían apreciar unos espacios huecos de diámetro pequeño, que estaban separados muy ordenadamente. El recinto parecía un escenario que desde afuera podían verse un grupo de niños y niñas omega sapiens, en edades comprendidas entre diez y quince años.
—¡Que comience la transmutación!
Una pared de energía medio anaranjada apareció en el único espacio abierto de la rectangular cámara desde la cual se podían apreciar, aunque de forma algo difusa, como unos rayos con trayectoria de reflector salían de los agujeros que estaban geométricamente bien ordenados, para dar alcance a los infantes; estos comenzaron a crecer aceleradament, hasta llegar a tener el cuerpo de adultos. Luego de que el proceso terminó, desapareció la pared de energía y los rayos habían dejado de salir de los agujeros, para mostrar a unos omega sapiens adultos jóvenes en condiciones óptimas.
—Allí los tiene señor, el reemplazo de los trescientos soldados muertos.
Sigfried Mengele procedió a golpearlos con un pequeño garrote que tenía en la mano, con impactos que hubieran matado a un ser humano común. Después de eso, cada uno se incorporaba rápidamente, con los rostros recién desfigurados reconstruyéndose en cuestión de pocos segundos. Al verlos, Sigfried pronuncio la siguiente expresión.
—¡Están perfectos! – dijo mostrando una macabra pero delirante sonrisa.
De forma simultánea, en algún bosque frondoso de la Patagonia, Kahena, la hermana de Ceferino, despierta en medio del herbazal. Estaba tapada con el manto mapuche que ella misma se hizo, su cabeza recostada en los costados de su yegua. Ella se estiró dando un bostezo, al compás de los primeros rayos de sol.
Lo primero que hizo fue tomar su cerbatana y disparar dardos envenenados a unas aves que estaban en las ramas de unos árboles; eran su desayuno.
—Mariposa - acerca su rostro al de la yegua- , ¡al fin ha despuntado el día!, espérame un ratito, voy a buscar leña.
Ella se va con un pequeño, pero muy filoso cuchillo, dejando a la yegua en el mismo lugar.
—Pobres arbolitos, espero no lastimarlos demasiado.
Rato después, justo cuando regresaba, vio a su yegua en posición defensiva frente a un puma que la estaba amenazando; tenía que actuar deprisa. Así que tomo firmemente de la mano uno de los leños que tenía, aprovechando la distracción del felino con la yegua y tirárselo a la cabeza; aquel golpe lo dejo inconsciente. Kahena se acercó al noqueado animal, le puso la mano en el cuerpo y le susurró al oído.
-No es que quería lastimarte, pero vos fuiste muy malo con mi Mariposa, sin embargo quédate tranquilo, gatito, no estás muerto. Vámonos Mariposa, dejemos al gatito dormir en paz.
Horas después, la yegua estaba molestando a Kahena mientras hacía sus necesidades en unos arbustos.
—¿Es que aún no entendes que estoy ocupada?, ¡¡no, no, no me lamas ahora, no es el momento, espera que estoy terminando!! - se eleva del arbusto-. Chaa está.
Kahena miró hacia el horizonte poniendo especial atención al sur, donde se comenzaban a divisar a la distancia sus áridas tierras.
—Vámonos Mariposa, espero mejorar mi suerte cuando pase por los últimos poblados antes de ir más al sur. Oh querido Ceferino, espero poder encontrarte.

Continuará...
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lucia
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Re: Relámpago, el caballo (Novela de superhéroes en capítulos)

Mensaje por lucia »

A ver, puedes destruir todo lo que te apetezca y a todos, pero no puedes hacer que atonte a un omega sapiens para luego matarlos a todos. No tiene sentido ni en tu historia ni en el mundo real si no va a servir para lograr algo de los no atontados.
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Meru
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Re: Relámpago, el caballo (Novela de superhéroes en capítulos)

Mensaje por Meru »

Si, he pensado en ese detalle, creo que tendre que pulir la manera en que se escapa; gracias por el comentario.
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Meru
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Re: Relámpago el caballo, XI Parte

Mensaje por Meru »

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El reencuentro
Kahena y su yegua mariposa se adentraron al cada vez más desértico sur patagónico, de clima semiárido y pequeños poblados surrealistas, en donde las grandes multinacionales habían impuesto su definición de progreso. Ella seguía adelante, pese a sus carencias de subsistencia, pero con la llama de la esperanza en el corazón, esa que nunca se apagaba y que mantenía caliente su determinación de encontrar a su hermano.
Cierto día, llegó a un poblado que era la cantera de mano de obra de una multinacional dedicada al agro; allí entró, sin mucha pena, a la taberna del pueblo mostrando una foto de Ceferino en la mano.
—Vos disculpadme si interrumpo algo, sólo busco saber, ¿alguien ha visto al chaval de la foto?
Las miradas de aquellos hombres se mezclaban entre la sorpresa y la lujuria, lo que la niña notó casi de inmediato, por lo que les cortó rápidamente de la siguiente forma.
—Bien, muchas gracias, ahora sé que no está por aquí.
De manera fría y segura dio la media vuelta, caminando con paso firme sin vacilar, mostrando temple en su tierno rostro. Cuando estaba afuera, un hombre, mapuche como ella, salió y le preguntó lo siguiente.
—¡Nena!, ¿No entendes lo peligroso que es un lugar como este para una niña como vos?
-Sí lo sé, lo que pasa es que cha no tengo nada que perder – solloza - no sé donde está.
El extraño le enjugó las lágrimas con la tela de su poncho, luego dijo lo siguiente.
—No llore mi niña, ¿no crees que tal vez esté muerto?
Kahena, algo indignada, pero de modo amable, le respondió la siguiente respuesta.
—¡¡Eso dicen todos, pero mi corazón me dice que él está vivo y por eso cho sigo!!
Ante la determinación de la pequeña, que dejó al hombre admirado, aunque preocupado por la suerte que podía correr alguien de esa edad solitaria por esos lares, trató de disuadirla con las siguientes palabras.
—Niña, admiro tu valor. Sin embargo, te estás adentrando en el extremo sur; es árido y no es un lugar para alguien de tu edad.
El hombre pasa su mano hacia sus ojos como si pensara algo mientras dice lo siguiente, luego de menear la cabeza
—¿Tienes alguna forma de localizar a tus padres?
Pero cuando se sacó la mano de los ojos y miro hacia ella, Kahena se había ido. Salió del pueblo montada en su yegua para probar suerte en el próximo, continuando la infructuosa búsqueda. Así pasaron varias semanas.
Poco después, se había internado en el semidesértico sur patagónico, aquella inmensa estepa con su clima semi árido y abundante pasto; sus fabulosos atardeceres y nubes de diversas formas.
Allí, la niña trataba de sobrevivir como podía, mientras estaban empezando a escasear los víveres, además del agua que llevaba en la bota. Cierto día le pareció ver a Ceferino cabalgar hacia ella.
—¡Ceferino, Ceferino, soy yo, Kahena, tu hermana!
Pero muy pronto, al acercarse, descubrió que todo lo imaginó
—¡¡Mariposa, que charada, fue un espejismo!!!
Desanimada y cabizbaja, siguió adelante.
No fue lo único de lo que debió cuidarse. Una noche, mientras dormía en la estepa con la cabeza recostada en el cuerpo de su yegua, se le acerco un vehículo todo terreno a buena velocidad, cuyos pasajeros las divisaron a cierta distancia.
—¿Vos no ves lo que cho?
—¡Pero qué bulto más extraño! Giorgio, acércate más, pero quédate a una distancia prudente.
Estacionaron su vehículo a unos metros de distancia de ella. Al rato, salieron todos del vehículo.
—¿Oche, esa no es la niña que vimos en el bar?
—Creo que sí, me voy a acercar.
Aquel hombre, que estaba unos pasos adelantados a sus compañeros, se acercó con sigilo hacia ella. Al estar unos centímetros cerca, asintió con la cabeza afirmativamente, respondiendo con ello a la pregunta de su compañero. Después acercó sus grandes manos a la boca de la pequeña.
—Que niña más linda – dijo a sus adentros en tono de voz muy bajo
Justo cuando iba a poner su mano en sus labios, la niña lo mordió.
—¡Ayyyyyyy, maldita mapuche!
Sin vacilar, ella tomó el látigo que él tenía en la cintura para golpearles a diestra y siniestra, quitándoles las pistolas antes de que pudieran desenfundarlas. En medio del alboroto, Mariposa se despertó.
—¡Al auto, vamos!
Se montaron en el todoterreno, mientras Kahena, hizo lo propio con su yegua. Al estar frente a frente, el vehículo fue directamente hacia la jinete, quien igualmente siguió cabalgando hacia ellos. El objetivo de los extraños era atropellarlas a las dos, pero justo antes de hacer impacto, la niña hizo que la yegua se levantara sobre sus patas traseras, dando un impulso tal que la hizo saltar sobre el todoterreno. Éste se fue a toda velocidad.
—¿Crees que esto ha terminado?, cha verás!! – dijo el conductor.
La niña, al ver la determinación de los extraños, empezó a dispararles con una de las pistolas treinta y ocho que ellos habían dejado en el suelo tras la escaramuza anterior. Hizo varios disparos: uno atravesó el parabrisas para salir por el vidrio trasero sin causar víctimas y el siguiente le voló un retrovisor.
—¡Giorgio, salgamos de aquí!
Volvieron a dar la vuelta para irse despavoridos, dejando a Kahena y Mariposa solas. La niña se bajo de la yegua con señales evidentes de cansancio.
— Uff, como pesa esa pistola, gracias a Ngenchen que papá me enseñó a usar una, ahora estoy tan cansada…
No pudo terminar la frase, porque cayó estrepitosamente en el suelo estepario, siendo acompañada por la yegua, que se recostó al lado de ella poco después del impacto con el suelo. Las dos quedaron muy pegadas. Si los extraños la hubieran tomado en ese momento, ella habría sido muy fácil llevársela.
Las arenas del tiempo continuaban su rasante avance como si fueran impulsadas por la fuerte brisa del desierto, pero jineta y yegua lo desafiaban incólumes. Las dos seguían cabalgando con señales evidentes de cansancio y hambre, en medio de un ambiente de nubes oscuras en formación que presagiaban una tormenta. En aquel cielo oscuro, los aires de tormenta acechaban el horizonte.
—Qué extraño Mariposa, estamos en verano, no debería haber actividad de tormenta tan intensa y mucho menos que las nubes oscuras se formen en tan pocos segundos.
Pronto quedaron al frente de una oscura nube, que parecía estarlas rodeando a las dos y de la parte frontal de aquel cuerpo gaseoso algo de forma extraña estaba emergiendo; tenía cierto brillo metálico. Cuando se hizo visible, resultó ser la parte frontal de lo que podría ser una nave espacial de forma ovalada. Justo en ese instante, varios relámpagos empezaron a hacer contacto con la superficie de eso, logrando que esta se tambaleara producto del impacto de la descarga, hasta que unas cuantas aberturas comenzaron a abrirse en su superficie producto de pequeñas explosiones. A continuación la nave estalló en pedazos, en frente de Kahena y la yegua Mariposa.
Mariposa se levantó repentinamente en sus patas traseras dando relinchos de pánico, dejando caer a Kahena quien, no obstante, pudo amortiguar su caída, en parte por el contacto del cuerpo con el pasto que había sobre las dunas de la estepa. La yegua fue alcanzada por trozos metálicos de la nave destruida, lo que terminó por hacerla pedazos. Aún postrada en el suelo y todavía con algo de consciencia, la niña comprendió lo poco que le faltó para que muriera, pese a que en sus adentros lamentaba la muerte de la yegua.
—¡¡¡Mi Maripooooooosaaaaaaaa!!!
Segundos después, algo parecido a una estrella fugaz salió expulsado de en medio de la explosión, cayendo a unos doscientos metros del cuerpo de Kahena. Lo último que recordó antes de quedar completamente inconsciente fue haber divisado un enorme caballo negro, con crin y cascos blancos, además de tener estos rodeados por vellos blancos. Aquel animal quedó en el suelo, recostado con su cuerpo a unos metros y totalmente inconsciente.
El caballo negro, que era el mismo Ceferino, tuvo una pesadilla en donde volvió a revivir la experiencia de primero ser abducido por Mengele y luego tener que despertar en un cuarto oscuro, siendo iluminado por una luz blanca de un reflector que parecía paralizar su sistema nervioso. Recordó todo lo que hizo aquel día en que se estrelló de un país a otro hasta regresar a Patagonia, donde se miró en una charca en medio de una pasmosa lluvia, llegando a ver el rostro de un hermoso caballo negro con crin blanca en lugar de su atractivo rostro humano.
—¡¡Nooooo!!
A la mañana siguiente, Ceferino comenzó a abrir los ojos. Levantó lentamente su equino cuerpo, al que todavía sentía algo agotado, por lo cual hizo una leve levitación en el aire, para luego caer suavemente con sus cascos en el suelo. Lo primero que vio fue a su hermana Kahena, que estaba buscando algo en las grandes alforjas de cuero que llevaba en la montura de su yegua y a la distancia, el cuerpo de la yegua carbonizada hecha pedazos; más al fondo estaban los restos de la fragata que había destruido en medio del paisaje estepario de aquella región, con el sol austral emergiendo del horizonte. Al verlo, la niña corrió hacia él, dándole un fuerte abrazo con sus bracitos, que le rodearon su gran cuello.
—¡Ceferino cha por favor, todo fue una pesadicha, no es real!
Ceferino sacude la cabeza, luego vacilo un momento y dijo.
—Cielos, tenes razón y pensar por un momento que lo volvía a vivir..., oche me estás chamando por mi nombre ¿Vos como sabes que soy cho?
—¿Vos no recuerdas que tú siempre hablas dormido?, ¿Ceferino, de verdad el doctor Mengele te hizo eso?
—No quiero hablar de eso, ¿también hablé dormido sobre eso?
—Sí, estabas narrándolo como si todavía lo vivieras; debió ser una pesadilla.
—Te dije que no quiero hablar de eso.
—Pues vas a tener que explicarme lo que te ocurrió, tú nunca has dejado de hablar conmigo de nada.
—No quiero, es la pesadicha que tengo todas las semanas.
—Está bien, vos mismo me lo dirás cuando estés más tranquilo.
Kahena giró para atrás la cabeza y miro los todavía humeantes restos de su yegua, como si les pusiera mucha atención.
—Perdóname por lo que le pasó a Mariposa, fue algo que se me salió de las manos.
—Perdónate nada Ceferino - solloza - la buena de Mariposa hizo su trabajo, snif, lo importante ahora es que te acabo de encontrar.
Pero a ella le comenzaron a salir lágrimas de sus mejillas y luego rompió en llanto. Al verla, Ceferino dijo lo siguiente.
—Entiendo tu dolor, aunque encuentres otro caballo o yegua, Mariposa siempre ocupara un lugar en tu corazón. Sin embargo, yo puedo darle un buen entierro.
Al escuchar esto, Kahena separo sus manos de la cara y con su cara empapada de lágrimas, dijo.
—¿En verdad puedes hacer eso?
—Sí, pero hazte a un lado como a más de veinte metros, que esto te puede ensuciar o hacer daño.
Kahena hizo lo que le pidió su hermano y, a continuación, este fue a trote hasta donde yacían los restos de Mariposa. Envolvió el cuerpo de la yegua dentro de una burbuja electromagnética, la hizo levitar en el aire y la aterrizo unos metros. A continuación, comenzó a cavar con sus patas traseras un agujero en la tierra, dejando un gran banco de arena detrás suyo; terminó a una velocidad asombrosa y, acto seguido, su cuerpo genero descargas electromagnéticas y luego levito hacia arriba para salir del hueco. Luego genero descargas eléctricas en todo su cuerpo, lo que causo que el cuerpo de Mariposa quedara envuelto otra vez en una burbuja electromagnética para hacerla levitar del suelo y meterla dentro del agujero. Después de eso, Ceferino uso sus patas traseras para echar la arena del banco que había formado tras cavar el agujero para taparlo, formando con ello una especie de pira de tierra. Volvió a generar descargas electromagnéticas que disparo hacia la pira hasta que adquirió un brillo como de cuarzo.
—Dame un permiso, querida hermanita, voy a buscar algo para darle un toque final a mi obra; estaré aquí en unos segundos.
Y justo antes de que Kahena pudiera decir algo, Ceferino vino y regreso entre descargas eléctricas y el brillo de un relámpago, trayendo en una burbuja electromagnética un tronco de madera de más de dos metros, haciéndolo levitar hasta el centro de la pira con sumo cuidado. Luego el caballo levito en el aire hasta quedar arriba del tronco, tras lo cual uso sus patas delanteras para clavarlo fijamente en la pira de cuarzo. Después aterrizó a unos cuantos metros de la pira funeraria, luego disparo ondas electromagnéticas desde su propio cuerpo hacia el tronco, que comenzó a tomar forma mientras pequeños trozos de madera salían disparados a todas partes. En cuestión de sólo segundos, el tronco tomo la forma de una especie de totem que los mapuches llaman chemamull, sólo que este en lugar de tener la típica forma antropomórfica tenía la de la cabeza de una Mariposa serena cuando estaba viva, con sus crines sueltos al viento. Tras terminar su obra, el caballo camino alrededor de la tumba y soplo con su hocico alrededor de ella para echar en la arena los restos de madera que quedaron. Al ver todo eso, Kahena, que todavía tenía el rostro empapado por las lágrimas, termino su llanto y miro, asombrada, la obra de su hermano.
—Vaya Ceferino, nunca imagine que también fueras capaz de eso.
—Gracias.
—Waooo, también soplas muy fuerte y te mueves a velocidad de la luz, aunque lo que más me sorprendió fue cómo lograste tallar ese chemamull con electricidad.
—Lo aprendí mientras estaba de paso para obtener mi membresía de miembro de la Liga de la Justicia. Aquaman me enseñó como hacerlo.
Kahena se puso a reír a carcajadas. Había pasado del llanto al asombro y de este a la alegría.
—Encima que Aquaman es un personaje de cómic, ahora resulta que es un maestro alfarero, ja,ja,ja,ja.., sin duda vos me dirás también que Flash es el que te enseño a viajar así de rápido.
—Claro que no, Flash va demasiado rápido como para que cho pueda aprender sus lecciones.
Ella no paraba de reírse.
—Basta de bromas, Ceferino, dime en serio cómo aprendiste a tallar así la madera y encima de eso con electricidad.
Ceferino hizo un relincho.
—En realidad copie el patrón de impresión del software de una impresora 3D y lo mezcle con mis conocimientos de tallado de chemamulls y el resultado fue esto que vez; de todas formas hacer eso con sólo electricidad todavía me es algo tedioso.
—Si sigues así vas a quitarle trabajo a las constructoras, ya que los grandes propietarios van a querer que tú les hagas los edificios.
Ceferino meneo su equina cabeza en señal de negación.
—Hasta ese nivel no llego, es más, jamás cooperaría con gente super capitalista que para hacer sus grandes rascacielos tienen que extraer arena de nuestros ríos y talar nuestros bosques para extraer el hierro y así tener materia prima para construirlos.
Kahena se llevó la mano derecha al mentón e hizo una expresión con el rostro como si estuviera pensando.
—Es verdad, tú tienes razón, mejor dejemos el tema hasta allí. Por cierto, sé que tenemos mucho de qué hablar, pero ahora tengo hambre.
Siguió buscando en sus alforjas, con sumo escrutinio algo que parecía no encontrar, hasta que por fin lo logró.
-Cha está, una lata de tuna, lástima que sea la última.
Ella se dispuso a abrirla con su navaja suiza, para a continuación consumir su contenido.
—¿Tenes hambre?
—Sí, lo malo es que tendremos que racionar... Ceferino, ¿dónde estás?
Nanosegundos después, Ceferino apareció en medio de una luz de relámpago, haciendo levitar en el aire con sus poderes electromagnéticos una esfera de agua que goteaba en el árido suelo, repleta de numerosos peces, todavía con vida. Después paró la descarga, haciendo que toda el agua de la burbuja se salpicara en el suelo, dejando caer los peces, que ahora se revolcaban en el piso. La siguiente acción fue enviar una descarga eléctrica con su hocico a una de las numerosas dunas con pasto arriba, de las muchas que los rodeaban, logrando crear una columna de fuego de tamaño respetable.
—Puedes comer.
Pero en lugar de estar agradecida, Kahena le da una mirada que denotaba cierta incomodidad.
— Aún no te había pedido nada. Y no hagas eso de nuevo, a menos que sea necesario; sino, pareceremos más a esa gente de esta época, que quiere todo masticado y entonces seremos menos mapuches. De todos modos, gracias.
— Para eso somos hermanos.
Luego, se pusieron a orar a su dios como buenos mapuches: pidieron perdón a los peces por haberlos cazado y le pedían a Ngenchen que bendijeran a su especie con nuevas crías para continuar el ciclo de la vida. Tras haber terminado, Kahena le hizo a Ceferino la siguiente pregunta.
—Me preocupa un poco que el viento lleve las lenguas de esa llama a otras direcciones, causando incendios.
—Eso lo tengo controlado: con mi poder electromagnético, puedo contener la llama por tiempo indeterminado.
— ¡¡Vaya!!, después de todo, esa transformación te sirvió de algo.
Ceferino respondió con cierto grado de indignación.
—Por favor hermanita, no hablemos de eso ahora, no estoy de humor.
Kahena se encogió de hombros.
—Está bien, si tú lo dices…
Horas más tarde, estaban hablando con mayor serenidad.
—Kahena, je, je, je, no hueles bien ¿No te has bañado?
La niña le dio un bofetón en su equina cara.
— Atrevido
— Pero si sólo fue una broma.
—Por tu culpa tuve que internarme cada vez más al sur, con mucha menos agua para saciar mis necesidades. Incluso no he podido lavar los tres ponchos - traje típico de la Patagonia- que chevaba a lomos de mi yegua. Y ni se diga del frío extremo por las noches.
- Kahena, en verdad disculpa lo de la broma pesada; no te quise ofender.
La muchacha se acercó a él, le dio un beso a su peluda cabeza y luego la puso al lado de la suya, susurrándole. Parecía apenada.
—Te perdono hermanito, sé que no eres dado a bromas pesadas; debe ser que de tanto tiempo sin vernos ha provocado tal añoranza que, después de estar separados, te quieras expresar de esa forma. Entiendo que tampoco fui muy amable contigo al darte ese bofetón; no sé qué me pasó, quizá es el estrés por no poder encontrarte ni verte durante meses, pero te prometo que no te pegaré de nuevo, nunca, nunca más ¿Vos me perdonas?
—Te perdono: cho también te prometo que no te haré una broma así de nuevo.
Una lágrima salió de los grandes ojos del caballo.
—Vos discúlpame si te lo vuelvo a preguntar, sólo será una sola vez, lo prometo.
—Hazla
—¿El doctor Stein te hizo eso?
El caballo vaciló por unos instantes y con un gesto de indignación, respondió lo siguiente.
—Sí
— ¿Sigfried Mengele, el director de nuestra escuela? ¿Es ese su verdadero nombre?
— El mismo.
— ¡Oh!, apenas lo puedo creer; es como si fueramos Hanzel y Grettel en la mansión de la bruja.
—La escuela es sólo una fachada, lo que realmente buscan es estudiar niños mapuches para usarlos como conejillos de indias en sus experimentos. Al igual que a ti, asimilar esa verdad es muy duro, todavía me tritura la cabeza.
—Eso es demasiado inhumano.
— Lo único que tiene Mengele de humano es su cuerpo.
—No voy a ir más a la escuela de ese Mengele
—¿Hablas en serio? Papá no va a estar de acuerdo. Además, es la única escuela que da la educación intermedia completa a kilómetros a la redonda por mucho que odie decirlo.
— Es que no puedo desasociar una cosa de la otra
—Si volviera a ser humano, a mí tampoco me gustaría estar allí. Un momento, nuestros padres nunca se tragarán esa historia de que Mengele me transformó en un caballo con poderes; eso simplemente suena a algo salido de una ficción, lo que hace que tu justificación carezca de validez.
Kahena pensó un momento, luego respondió.
—¡Esta bien, tenes razón, pero apenas tenga la menor oportunidad, dejaré de estudiar achí y seré autodidacta si no logro ser admitida en otra escuela! Espera, se me ocurre algo, podemos denunciarlo ante la corte de la Haya.
La corte de la Haya se encuentra en Holanda. Fue creada después de la segunda guerra mundial para condenar a criminales de guerra y resolver disputas entre estados miembros para evitar guerras. Numerosos países, excepto los regímenes totalitarios y Estados Unidos, se han suscrito a ella, de forma tal que, si algún prisionero de guerra se encuentra en alguno de los países firmantes, puede ser extraditado.
Ceferino menea la cabeza en señal de negación.
—Eso no funcionará, el hombre tiene contactos en todos los gobiernos, está bien cubierto. Para colmo, tú no lo has visto, pero él tiene a su disposición un país con una tecnología aeroespacial que haría palidecer a la de cualquier potencia, con unos habitantes manipulados genéticamente al grado de parecer super humanos. Ya observaste un pequeño ejemplo de eso el momento que hice estallar frente a tus ojos esa fragata voladora.
- Sí lo recuerdo muy bien, allí fue cuando murió mi Mariposa.
Ceferino se acercó a ella y le comenzó a lamer la cara.
—¡Ja, ja, ja, basta Ceferino, no sólo me haces cosquillas, ja, ja, ja, me estás ensuciando con tu baba de cabacho!!, Ja, ja, ja!!
—Es mejor que verte triste.
—Por cierto, Ceferino, algo que me da ansiedad e intranquilidad, ¿no dijiste que Mengele tiene todo tipo de artefactos tecnológicos para espiar a la gente? Seguro que en este momento ya sabe dónde estamos y que hacemos.
—No te preocupes por eso, ya me encargué de destruir todos sus dispositivos a decenas de kilómetros a la redonda, él no podrá enterarse de nada, por lo menos de lo que está pasando aquí; quedo más ciego que mister Magoo.
En la noche, al mismo tiempo que comían alrededor de la fogata, Ceferino se empezó a sentir mal luego de comerse algunos peces. Se comenzó a revolcar en el suelo, dando constantes sacudidas, lo que hizo que la niña se le acercara. Se inclino ante él para ver lo que le pasaba.
—¿Qué sucede Ceferino?
—No sé, cof, cof, creo que me siento mal del estómago.
Ella miró para atrás, donde estaban los peces que Ceferino había dejado sin comer. Pensó un momento para luego decir.
—Ceferino, no puedes comer carne, ya que por ser caballo eres herbívoro.
Ceferino cerró sus grandes ojos por un momento, mencionando lo siguiente luego de abrirlos.
—¡Oh no, me voy a morir, los caballos no pueden vomitar y no hay ningún veterinario cerca!
—¡No digas eso Ceferino, buscaremos la manera..., - vaciló un momento -, ya sé!, ¿qué te parece si usas tus poderes?
—¡Sí, tenes razón, no se me había ocurrido!!; voy a hacer algo, contaré hasta tres, uno, dos, tres!!
Del ano del gran caballo negro salió disparado un rayo.
—¿Lo ves?, cha está…
—¡¿Ceferino, qué has hecho?! ¿A dónde crees que va a parar ese desperdicio?
—¡Por Ngenchen!, eso no lo había pensado
En un abrir y cerrar de ojos, Ceferino apareció y desapareció en medio de una luz de relámpago.
—¿Y eso qué fue?
—Desintegré mis desechos antes de que fuera a parar en un apartamento en Barriloche, apenas por una milésima de segundo.
Kahena hizo un gesto de asco.
—Uyyy, menos mal, habría sido asqueroso que eso chochara con la ventana de un apartamento y, sin embargo, debieron haber caído restos de eso a las personas de abajo.
Ceferino hizo un relincho y negó con la cabeza.
—Si fue así, debieron haber sido partículas microscópicas; yo mismo no vi ningún resto caer cuando destruí eso con mis descargas electromagnéticas.
—¿Tampoco dejaste olor?, recuerda que ni siquiera usaste desinfectante.
—El único olor que sentí fue a chamuscado tras desintegrar esa porquería con mi electricidad y todo estaba a una altura fuera del alcance del olfato humano como para que cualquiera lo pudiera oler.
—Mejor dejémoslo allí. Por cierto, me empieza a llamar la atención algo, ¿vos no notas en ti algo extraño?
—Sí, en todo mi cuerpo, ¿por qué?
—Es que no te estás comportando como el Ceferino que cho conozco.
—He notado demasiadas cosas desde que ese megalómano me transformó en esto.
A continuación, Ceferino comienza a comer el pasto que cubre una de las dunas.
—Pensé que no comías pasto.
Espero un momento para dejar de masticar y luego respondió.
—Claro que sí, no he tenido tiempo de comer otra cosa, eso no significa que me gusta, no me acostumbro al pasto - decía con tono de cierta indignación -, lo detesto; prefiero mil veces la comida de mamá.
—Seas lo que seas, ahora eres un cabacho; vos tendrás que aceptar eso por ahora.
Ceferino hace un relincho
—Pues te juro hermanita que eso no durara por mucho tiempo, – solloza - cuando acabe con Nueva Thule, iré por Mengele y le forzaré a que me devuelva mi cuerpo y el de mi cabacho.
Ella no daba crédito a las palabras que escuchaba de su hermano. Parecía una bestia furiosa con sed de venganza, lo que contradecía todo lo que sabía sobre él.
—Te escuchó y apenas puedo creer que eres tú, suenas como si te quisieras vengar.
—Tú no querrás saber lo que ellos me hicieron.
—Tal vez estés en lo cierto, aun así, eso no justifica todos tus actos ¿La nave que hiciste estallar tenía gente a bordo?
—Sí, el personal de la fragata.
—¿Y tuviste que matarlos?
—En realidad estaba tratando de salvarte
—¿Salvarme de qué?
Después de vacilar un momento, trató de explicarle lo que pasó.
—Echos te estaban vigilando, de manera tal que cuando decidieron atraparte yo decidí poner fin a sus planes, algo que se me complicó un poco debido a la buena reacción de sus sistemas de defensa. Aquello causo finalmente esa explosión que por poco te mata.
—¡Ceferino! Cuando estábamos allá en el norte tú no matabas ni al mosquito de la malaria, pero ahora veo que el doctor Mengele no solamente te ha hecho una bestia por fuera, lo eres por también por dentro.
El caballo dio un relincho, seguidamente bajó su cabeza como resignado, con expresión de tristeza; aquello que le dijo ella era la absoluta verdad, había pasado de ser un avispado niño inocente a una formidable máquina de guerra, inmisericorde ante el enemigo. Después respondió lo siguiente.
— Kahena, perdóname por las cosas que he hecho, en verdad no sé lo que pasó, creo que ni siquiera pensé. Pareciera ser que todo lo que hice lo hice por instinto, no sé, es como si fuera y no fuera cho.
Viendo la expresión de Ceferino, Kahena se dio cuenta que aquello era una especie de confesión incompleta, algo así como admitir que todo aquello lo había hecho antes. Ella seguía amando a su hermano, excepto que ahora un sentimiento de indignación le invadía su alma, no pudiendo evitar formular la siguiente pregunta.
— Ceferino, yo te amo, pero necesito saber algo ¿A cuántos mataste, millones?
— Kahena ¿Y eso qué? Somos mapuches, somos guerreros ¿Acaso nuestros ancestros no mataron incas y españoles?
—Sí, eso es verdad, incluso yo tengo mucho de eso pese a mi corta edad, pero, como te he dicho, vos nunca has sido así, pese a que seas también un mapuche.
Ceferino vaciló casi por minuto y medio antes de contestar esto. Hizo un relincho y dijo.
— Dudo que sean millones, pero de todos modos perdí la cuenta. Sólo sé que me dejé chevar por la furia, en verdad me comporté como una bestia; no tengo excusa para lo que hice.
Con lágrimas en los ojos, Kahena prosiguió preguntando.
— ¿No te pusiste a pensar que aquellos a quienes mataste podrían tener un cónyuge, hijos, madre, padre, hermanos?
En el rostro equino de Ceferino se dibujo una expresión muy humana.
— ¡¡¡Oye perdóname!!! - entra en llanto - ¡¡No sé lo que hice y no lo recuerdo muy bien, lo único que entiendo es que ya no soy cho, que estoy dentro del cuerpo de mi propio caballo y que a veces me comporto como una bestia, no lo soporto!! ¡¡También perdí mi niñez, ahora no podre jugar con mis amigos, salir con chicas y lo peor es que ni siquiera puedo abrazarte!!!
Ceferino comenzó a chocar frenéticamente los cascos de sus patas contra el semi árido suelo, causando unos temblores que parecían presagiar un terremoto; era tal su fuerza que incluso esto podía hacer. La niña se abalanzó hacia su hermano, trastabillando a causa de los temblores. Cayó parcialmente en el suelo, pero inmediatamente se reincorporó y se asió de manera apasionada contra el cuerpo de su hermano. Con lágrimas en los ojos y palabras entrecortadas, lo trató de reconfortar de la siguiente forma.
—Ya por favor no llores, hermanito, que también me haces llorar a mí; por favor no llores, comprendo tu sufrimiento y eso igualmente me duele. Cálmate mi Ceferino, snif ¡¡Por favor deja de hacer eso que estás por causar un terremoto!!
El caballo se elevó ligeramente del suelo para quedar con sus patas suspendidas en el aire.
—¡Oh perdona hermanita, casi siempre olvido que soy así de poderoso!
Kahena empezaba a quejarse de dolor en una de sus piernas.
—¿Qué te sucede? No me digas que cho causé eso.
Kahena se llevó la pierna hacia su pecho, plegó la falda de su poncho hacia arriba para mostrar una herida en su pierna de donde salió algo de sangre.
- Cho sé que no lo hiciste a propósito, ayyy, pero cómo duele.
Entonces Ceferino comenzó a lamer la herida con su lengua, causándole cosquillas a la niña.
— Ji,ji,ji cha Ceferino, ji,ji,ji,ji, de verdad refresca bastante y hasta me alivia, ji,j,ji,ji, ¿Es éste tu otro poder?
—En realidad es sólo mi baba de caballo, nada del otro mundo.
- Jijiji, vacha, no te quedo tan mal esta vez, pero ten cuidado, tal vez la próxima vas a chevarte a todo el planeta con tu ira si no la controlas. A propósito, asumiendo que Mengele tenga tu cuerpo, ¿no ha amenazado con destruirlo si le sigues haciendo daño?
Ceferino calla por un momento, relincha y luego responde.
—¡Por Ngenchen!, eso no se me había ocurrido o no le daba importancia, cho nada más ponía mi atención en tratar de destruir todo lo que lo protege para luego obligarlo a hacer eso cuando estuviera derrotado. Me deje chevar por mi angustia, aunque pensándolo bien, no sé por qué no ha amenazado con destruir mi cuerpo si él lo debe tener.
Kahena se encogió de hombros.
— Quién sabe, viendo lo loco que es, a lo mejor le es más importante preservarlo para algún experimento, pero no me cabe la menor duda de que él lo debe tener. Por otra parte, por lo que me has contado estamos frente a un enemigo que no es fácil de derrotar, ¿cierto?
- ¡Eureka!, tenes razón, cada vez que destrucho una flotilla de sus naves aparecen como tres más de esas y en algunas ocasiones han estado a punto de matarme.
— ¿Y vos qué me dices de la gente del área 51?, ellos también son enemigos tuyos.
Ceferino hizo un sonoro suspiro.
—A ellos también debemos derrotarlos definitivamente para que tampoco le sigan haciendo daño a nadie. Cuando hayamos acabado con todos, entonces podré pensar en obligar a Mengele a devolverme mi cuerpo y dejar el de Centella tranquilo.
— Entonces debemos prepararnos para echos, pero mejor pensamos en todo eso mañana, que tengo sueño. Buenas noches, después pensaremos en la forma de derrotar a esos boludos, recuperar tu cuerpo y hacer que Mengele los transmigre a ti y a Centella - bosteza y alza los brazos arriba-.
Ceferino murmulla cerrando los ojos, con una lágrima saliendo de uno de ellos. Después contempla la belleza de su hermana bajo la luz de luna mientras se dormía y luego pensó en voz alta.
—Sí, por supuesto, mi cuerpo
Al cerrar los ojos, Ceferino se sueña a sí mismo con su cuerpo realizando acrobacias como la media luna, luego la horizontal para finalmente dar vueltas en el aire con la nuca mirando hacia atrás para finalmente caer de pie. Después se arrodilla con los brazos extendidos y la cabeza ligeramente levantada, como si saludara a algún público.
Al día siguiente, Kahena estaba montada sobre los lomos de su hermano, al que había puesto las riendas, las alforjas y la silla de montar de su antigua yegua. Ceferino, quien no estaba acostumbrado a que alguien lo montara, tenía cierta incomodidad, que procuraba hacérselo saber de manera sutil a su querida hermana. Estaban cabalgando a trote suave, mientras hablaban de lo que tenían que hacer en su propio idioma, el mapudungun.
—Me siento tan extraño hermanita, no es que no quiera que tú me montes. Es sólo que tener a alguien o algo permanentemente en mi espalda me quita la sensación de sentirme libre.
- Vamos hermanito, ya verás que te acostumbraras, con todo ese poder que tienes yo apenas podría pesar poco más que una pluma de cóndor.
—Sé que me acostumbraré, además me gusta cómo me montas; sólo espero que nadie más lo haga.
—¿Y si alguien necesita de ti?
—¿Quién crees que va a necesitar de un fenómeno como yo?
Kahena, le lanzó una leve, pícara pero contagiosa risita. Luego contestó
— Ji,ji ¿Pero cómo es posible que no lo hayas pensado Ceferino? Con todo ese poder, con toda esa fuerza y quien sabe cuánta cosa más, tú podrías ser un superhéroe como los de los cómics de los que tanto nos gustan.
—¿Super héroe? Disculpa que tenga que discrepar contigo, Kahena, pero el que necesita un super héroe soy yo. Quisiera que alguien me pueda salvar de esto que soy para volver a ser yo otra vez.
—¡Ceferino!, no puedo creer que te expreses de ese modo, tú no eras así. Siempre decías y pensabas que estabas dispuesto a ayudar a alguien que estuviera en la mayor necesidad, incluso si tuvieras que dar tu vida. Recuerdo que hasta uno de los curas salesianos que nos daba clases en primaria pensó que tú serías párroco algún día, porque te comportabas como un beato. Me costaría creer que, por estar en el cuerpo de Centella, el viejo tú esté pensando como si fuera un animal; de veras que ese Mengele te transformó completamente.
Ceferino vaciló un momento, luego le respondió lo siguiente.
— No, Kahena, ya lo he pensado y prefiero volverme otra vez humano que ayudar a esta humanidad.
— ¿Y eso por qué?, no estás hablando como el viejo tú. Es verdad, quizá lo ideal es que vuelvas a ser humano, tener una familia y tras morir dejar una descendencia para que tu ser se vuelva inmortal en la forma de un espíritu guía para ellos – es la tradicional creencia mapuche de la vida después de la muerte -, pero eso no quita que mientras tanto tú puedas hacer el bien con lo que tienes porque, después de todo, es muy posible que Ngenchen permitió que esto te sucediera temporalmente para que cumplas alguna misión especial que te tiene encomendada porque si bien es cierto que todos nosotros tenemos una misión en la vida y los dones para llevarla a cabo, nadie recibe dones como los tuyos y no creo que sea casualidad te los haya dado a ti, Ceferino Tahiel, que no sólo eres la persona más especial para mí, también eres el mejor alumno de la escuela, el caballo, perdón, el chico más noble, más humilde, más atlético y otros etcéteras. Míralo de este modo, hermanito, si fuera Mengele y no tú quien recibiera todos esos poderes, ¿qué crees que pasaría?
El cuerpo de Ceferino dio una leve pero intensa sacudida y hasta dejo de mover su cola.
—No lo quiero ni imaginar, seguro que ese megalomaníaco los utilizaría para sus propios fines egoístas.
—Exacto, Ceferino, es muy desagradable que te hayan transformado en un caballo sin que te pidieran permiso, pero Mengele jamás pensó en su cabeza darte esos poderes, así que pudo haber sido una compensación que te hizo Ngenchen para que no te lamentaras de tu humanidad perdida y es más significativo porque eres la persona adecuada para usarlos. Ahora, asumiendo que esto sea así entonces llegamos a esta increíble conclusión, ¡tú tienes la misión más difícil de todas y fuiste el elegido para llevarla a cabo!
Los ojos equinos de Ceferino se abrieron como platos.
—Es posible, no había pensado en una idea así de abstracta, sin embargo, tú no entiendes la manera en que ha cambiado mi vida ahora que estoy en el cuerpo de un caballo, ya no puedo hacer mis necesidades en un baño, no puedo ir a la escuela, no puedo bañarme, tengo que comer pasto, no puedo entrar a ninguna casa o asentamiento humano, no puedo tocar el piano, no puedo jugar al fútbol, al basket, al boliche, al palin, al linao – estos últimos son dos deportes mapuches – etc…
—Está bien, lo entiendo, tu vida debe ser bien incómoda, pero tienes esos poderes, ¿crees que es mera coincidencia?
—Aunque creo en Ngenchen, tengo mis dudas de que él haya sido quien me dio todo eso; pienso simplemente que son un efecto secundario del experimento de Mengele, aunque me facilitan la vida de muchas formas.
—Ese siempre ha sido un problema tuyo, Ceferino, que tú lo racionalizas todo, pero puedes hacer cosas increíbles con esos dones y hasta tú has admitido que te facilitan mucho la vida.
Ella señala con su brazo derecho y su dedo índice extendido hacia la tumba de su yegua Mariposa, que el propio Ceferino creo.
—Tú construiste ese montículo funerario de manera asombrosa y usando solo tus descargas electromagnéticas; a otra persona le tomaría mucho más tiempo hacerlo. Me imagino que puedes hacer otras cosas también.
—Supongo que sí, pero ayudar a la humanidad, no creo que sea lo mío.
Kahena hizo una extraña mueca.
—No necesariamente tu misión deba ser ayudar a la humanidad, quizá tu misión es salvar sólo una sola persona que haga una diferencia notable en la vida de muchas otras personas, tal vez sea evitar una tercera guerra mundial o una hecatombe nuclear, quizá debas salvar al planeta del choque contra un meteorito o tal vez, como tú mismo lo has planteado, derrotar a Mengele y a los del área 51.
—De todas las opciones que has mencionado, creo que es la última.
—¿Y si fuera salvar a una persona especial en medio de una multitud que está al borde de morir en un desastre o a manos de gente que la quiera asesinar? Esa persona podría ser quien descubra la cura contra una enfermedad terrible, la que podría solucionar el problema de la pobreza o simplemente motivar a mucha gente a madurar y cambiar para mejor.
—La cabeza equina de Ceferino puso una expresión extraña.
—¿Y cómo saber eso?, Kahena, lo que me estás planteando es más complicado que entender la teoría de la relatividad de Einstein.
Kahena le frunció el entrecejo.
—¿Y acaso no salvaste a mucha gente tras el desastre aéreo que tú mismo causaste?
La garganta de Ceferino se contrajo de manera visible; al parecer, trago saliva.
—Oye hermanita, ¿cómo no iba a hacer eso si yo mismo fui el que metió la pata matando o lastimando a toda esa gente?, no me gusta ni sentirme culpable ni ser un irresponsable por mis actos. Y ahora que pienso en eso, quizá esa fue mi misión importante en la vida y tal vez ya la cumplí; que me haya dejado llevar por la ira al dejar de hacer eso para matar thulenianos salidos de sus naves accidentadas es algo que se me salió de control.
—Es posible, pero también existe la otra posibilidad de que esa no sea tu misión en la vida antes de tener la oportunidad de volver a ser humano de nuevo; quizá tampoco sea la más importante o, en el peor de los casos, podrían ser varias. Admítelo, Ceferino, Mengele, Nueva Thule y los del área 51 no son enemigos fáciles de derrotar, por eso pienso que en ese lapso de tiempo, mientras luchamos contra ellos, podemos hacer muchas cosas, entre ellas ayudar a la gente porque entre esas personas puede haber alguien que valga la pena salvar o evitar cualquier tipo de desastre que pueda poner en peligro una vasta región del planeta o a todo el planeta entero y es que tú tienes ese increíble poder.
Ceferino hace un sonoro relincho.
—Tú sigues insistiendo en ese tema de la misión en la vida, cuando yo siempre he creído que la misión en la vida de la gente, incluyéndome a mí, es simplemente encontrar la felicidad. Yo no soy feliz en esta forma.
—Me parece muy bien que no quieras tener esos poderes para siempre; otra persona en tu lugar los querría mantener para sí y jugar a ser dios, como el propio Mengele, al que mencione anteriormente. Por eso yo estoy convencida de que no fue casualidad que Ngenchen te los diera a ti y no me vengas otra vez con ese cuento de que fue consecuencia del experimento que realizo Mengele contigo; lo que tú puedes hacer no lo hace nadie.
—Quizá también es posible que Ngenchen me haya dado estos poderes para luchar contra mis enemigos hasta vencerlos; tú misma dijiste que esa podría ser mi misión en la vida.
Kahena se cruzó de brazos y lo fulminó con la mirada, lo que intimido a Ceferino; nunca nadie, ni siquiera Mengele y sus esbirros lo hicieron tener tanto miedo como ella.
—Pero también es posible que antes de que puedas vencer a tus enemigos y recuperar tu forma humana para vivir una vida de mapuche normal y después convertirte en un espíritu guía tras tu muerte, tu misión en la vida sea salvar a una o varias personas especiales. Ceferino, esto no es algo que harás todo el tiempo, tú no quieres pasarte la vida con esos poderes ni tampoco estar dentro del cuerpo de Centella, de modo que no harás ese trabajo de salvador de la humanidad permanentemente, así que tal vez simplemente sólo es cuestión de tomar una decisión, una decisión por la que el propio Ngenchen te haría rendir cuentas si no la cumples, porque sabes muy bien que él no da nada gratis, así que es cuestión de que te decidas: o eres lo suficientemente valiente para aceptar tu misión o tendrás la cobardía de rechazarla, porque sólo tú tienes el poder de salvar a la humanidad o cambiarla para siempre.
—¿Cobarde yo? – dijo Ceferino en tono de indignación -, pero si tú y yo hemos luchado juntos contra las transnacionales que quieren apoderarse de nuestras tierras y recursos, contra aquellos que violan los derechos de todos los mapuches, ¿recuerdas aquella vez que tratamos de escalar la cerca de aquel proyecto de construcción del dique que nos habría disminuido el caudal del río Negro?, ¡ese día casi nos matan!
—Es cierto, Ceferino, nadie te puede quitar el mérito a lo que has hecho, también entiendo que quieres volver a ser humano para convertirte en alwe cuando mueras – espíritu guía entre los mapuches - pero si Ngenchen te dio esos poderes temporalmente para cumplir una importante misión, ¿quién eres tú para decirle que no?, él pudo haber escogido a otra persona pero te escogió a ti; quizá esas pesadillas que tienes con la abducción y el experimento fallido que te fusionó con Centella y te otorgó los poderes son su forma de atormentarte por tu falta de interés.
—No lo había pensado, es como cuando Ngenchen atormenta a alguien por no querer convertirse en machis – así le llaman los mapuches a sus shamanes -, pero está bien, tal vez tengas razón; lo pensaré.
—A lo que me lleva a la siguiente pregunta, ¿por qué ahora no quieres ayudar a la humanidad?, tuve que darte todo un sermón para que ahora lo pensaras de nuevo, pero, esta vez, con un enfoque algo diferente. Ceferino Tahiel, esa no es tu naturaleza, tú siempre has sido una persona abnegada con todo el mundo, mapuche o no; tratabas de demostrar que los mapuches no somos los salvajes ni los retrógrados que casi todos los winkas – es como llaman los mapuches a los que no son de su pueblo – piensan que somos. Ahora tienes esa actitud reacia a hacer el bien a la gente; por favor, explícate.
— Te explico luego, pero por ahora, concentrémonos en derrotar a Nueva Thule y al Área 51; ellos sí son una amenaza tanto para todo el mundo como para nuestro pueblo. Independientemente de que esa sea la misión más importante de mi vida o no, yo sé que, mientras ellos existan, no dejaran vivir a nadie y nosotros, los mapuches, estamos entre los grupos más vulnerables a sus experimentos y cuanta cosa nos quieran hacer precisamente por ser un grupo étnico minoritario y discriminado como tantos otros que están por el mundo. Por eso pienso que, independientemente que decidamos ayudar a otros o no al estilo de los personajes de DC o Marvel, debemos salvar a nuestra gente.
— Eso sí que tiene sentido, Ceferino, pero tienes razón, después hablamos de todo eso. Por cierto, ¿no extrañas a papá, mamá, nuestros hermanos y el resto de la tribu?
Ceferino puso una expresión entre la pena y la tristeza.
— Ellos difícilmente me aceptarán así, incluso no creerían que sea yo sino una especie de bestia extraña.
— Tal vez tengas razón, de todos modos, eso no quita que tengamos que ir a casa; allá me deben estar echando de menos y luego de tu desaparición peor.
— Kahena, yo te puedo dejar allí pero no esperes que me quede; ya no soy el que era.
— Eso lo veremos, primero chevame allá, ¡¡marichiwew!!
Ceferino utilizó su visión remota, logrando ver, a lo lejos, la aldea de su padre y madre como si estuviera allí.
— Se un poco paciente, si hago esto tal vez te mate con la descarga eléctrica, por eso te protegeré con un campo electromagnético generado desde mis lomos para que cuando vaya a la velocidad de la luz no quedes calcinada.
— Entonces esperaré
El caballo generó un campo electromagnético alrededor del cuerpo de su hermana, luego él mismo empezó a generar electromagnetismo en todo su cuerpo hasta brillar con luz blanca, como una pequeña estrella. Segundos después, llegó a velocidad de relámpago donde estaba la aldea Tahiel, divisando primero la cerca divisoria y justo atrás, las rucas de su gente - una ruca es la vivienda tradicional mapuche, que abarcaba entre 120 a 240 metros cuadrados, sin ventanas, hechas de adobe o paja. Aunque, en el caso de la tribu Tahiel, todas estaban construidas de cemento y zinc, producto de la buena distribución de la riqueza en esa tribu- .
—¿Ya chegamos?, eso ni lo sentí.
— Ni siquiera cho, sigamos. Espera, antes de proseguir quiero aclararte algo: si vamos a jugar a esto del héroe, me da miedo terminar como los de carne y hueso: la gente los termina endiosando. Seguramente es probable que le hacha pasado eso al propio Jesús. Ahora, imagina lo que harán viendo lo que puedo hacer. Recuerda, sólo Ngenchen es dios
— Eso último que dijiste es muy fuerte; recuerda que nuestra madre es católica y tampoco cree en Ngenchen
— Por respeto a ella, olvida lo que dije, lo que en realidad importa es la idea. Si la gente me ve como un dios, van a esperar hasta lo imposible de mí; nunca me podrán imaginar fachándoles y en caso de que les decepcionara, mi caída en desgracia sería brutal. Vos sólo tenes que ver lo que le sucedió en sus últimos años a ese que le llaman Maradona o lo que le hicieron a 1John Lennon
— Y tenías que mencionar a ese argentino, pero cha entendí. Tal como tú mismo dijiste, hablaremos de eso luego
Los primeros que los llegaron a divisar eran unos niños que estaban jugando canicas en el suelo, quienes al verlos corrieron como conejos para avisar su llegada. En menos de una hora, toda la tribu se enteró de que Kahena había regresado montada en un hermoso caballo negro, crin y cascos blancos. La mala noticia era que regresaba sin Ceferino, a quien ella juró encontrar.
Por donde Kahena pasaba, la gente se había agolpado en su camino para verla llegar, formando una calle de honor, y es que muchos ya la habían dado por muerta. Ella trató de no darle importancia al hecho, no quería sentir que le estaban haciendo una especie de recibimiento de heroína en un desfile marcial. Ceferino era aún más indiferente, sabía que nadie lo reconocería, sin embargo, en sus adentros, tenía cierto grado de felicidad porque sabía que había vuelto a casa.
Al entrar en el rancho de su padre Pelantaro, tanto él como su madre y el resto de sus hermanos los esperaban de manera muy emotiva. Su padre le ofreció sus brazos para bajarla del caballo, a lo cual ella accedió y después, con su inmenso cuerpo, la abrazó tan fuerte que sus huesitos le empezaron a traquear.
— Papi, me estás haciendo daño.
— Oh perdón hija, es que estoy alegre de que hachas regresado.
Su madre fue la siguiente que se le acerco, dándole numerosos besos.
—¡¡Hija mía, por fin has vuelto!! ¿Qué pasó con Ceferino?
— Por más que busqué no lo pude encontrar; creo que está muerto.
Al decir esto, todos los miembros de su familia y un buen número de mapuches de su tribu se acercaron en torno a ella, formando una especie muro humano a su alrededor y en donde ella se sentía muy apretada.
—Su madre solloza - es una lástima que no hayas podido encontrar a tu amado hermano, pero sabíamos que iba a ser así; él ha dejado un importante legado en nuestros corazones, pero tú sigues con vida, ¡¡¡no sabes lo mucho que nos hacías falta!!!
—Vos sois muy cariñosos conmigo.
Pelantaro dejó de un lado el sentimentalismo, para observar al caballo que su hija trajo: un hermoso ejemplar color azabache, enorme para ser un caballo normal y con unas características que lo hacían muy diferente a los demás de su especie. Sin evitar la curiosidad, su padre preguntó.
— Kahena, ¿qué le pasó a tu yegua? ¿De dónde sacaste este caballo?
Ella se contrajo de hombros
— Mi hermosa Mariposa murió de hambre y a los pocos días, cuando pensé que todo estaba perdido para mí, apareció como caído del cielo, este corcel. Desde entonces, él no me dejaba de seguir y por eso decidí montarlo.
— Su madre pregunto
— De veras que sí parece caído del cielo; nunca pensé que vería un ejemplar tan hermoso, ¿no le pusiste un nombre?
Kahena llevó su dedo índice a la boca. Vacilo por unos momentos hasta que, inspirada en lo que dijo su madre, se le ocurrió el siguiente.
— Su nombre es… Relámpago, es que, de verdad, es un verdadero regalo de los dioses.
— Me parece que ese nombre lo acabas de inventar ahora mismo, por el tono con que vos lo mencionaste – dijo Kintuñango, el mayor de todos sus hermanos -.
—¡¡Claro que no, Kintuñango!!, es que simplemente estoy cansada, fue un largo viaje.
Con voz de autoridad, Pelantaro anuncio.
— Ya la oyeron, la niña quiere un descanso. Todos vayan a sus faenas diarias; ya tendremos tiempo para celebrar. Hija mía, no has encontrado a tu hermano, pero has demostrado ser una digno miembro de tu tribu.
— Ella se sonrojo
—Gracias padre, nunca olvidaré tus palabras.
Rato después, Ceferino estaba hablando con Kahena en el establo. Ella estaba parada en el suelo de pasto, mientras hablaba con él.
—¿Cómo que Relámpago?, mi nombre es Ceferino, o al menos me lo hubieras puesto de nuevo; me siento más animal.
—Sé quién eres tú, pero los demás no. Si te pongo tu antiguo nombre, les traerás a todos tu triste recuerdo, sobre todo a mamá, quien lo sufriría más.
—Entonces no tendré más remedio que aguantar esta desgracia hasta que pueda revertirla.
Kahena acercó su rostro al de Ceferino y le susurró.
—Y lo lograremos juntos, hermanito, extraño los calurosos y fuertes abrazos tuyos.
—Y yo los de tus musculosos, pero a la vez suaves brazos.
Se miraron profundamente.
—Kahena.
—¿Sí?
Ella esperaba lo que le tenía que decir, con expresión embelesada y ojos vidriosos.
Por cierto, ahora tendré que acostumbrarme a vivir en un establo o en una caballeriza, teniendo que soportar el olor a mi excremento y orina míos y el de los otros caballos; lástima que todavía no existan máscaras antigás ni retretes para caballos. Tú disculpa que otra vez te venga a hablar del tema de los pedos.
Ella saco la lengua y reacciono con indignación, pero rápidamente recupero la serenidad.
—¿Y vos cómo hacías para aguantar eso todo ese tiempo siendo un caballo?
—Es que yo era libre, no estaba encerrado y podía descansar en cualquier lado. En cuanto a los excrementos, yo siempre cavaba un hoyo en la tierra para moverlos con mis poderes electromagnéticos allí y así enterrarlos. Con la orina hacía lo mismo, sólo que, en lugar de moverla con mis poderes, yo hacía lo posible para que cayera en el hueco.
Kahena no pudo evitar reírse.
—¿Te parece eso gracioso?
—No voy a negar que sí; en ese sentido no has dejado de ser el viejo tú. También supongo que debe ser embarazoso no poder limpiarte el ano; ningún animal lo hace. Para complicar las cosas, tú siempre has sido bastante complicado como para ser un mapuche; eres el único que conozco que se limpiaba con pañuelitos húmedos esa parte del cuerpo, ¿vos qué haces para limpiártelo ahora?
Fácil, uso mi electromagnetismo.
—¿Y cómo aprendiste a hacer eso?
—Tú bien sabes que cuando el ano está bien sucio pica, pues bien, llegó un momento en que ya esto era insoportable. Por eso decidí enviarle descargas electromagnéticas para rascarme, pero luego descubrí, tras sentir el intenso dolor y auto sanarme increíblemente rápido, que ya no me picaba el ano. No puedo explicar con palabras por qué sucede eso, probablemente porque las ondas electromagnéticas desintegraron los desechos.
—Vos también me dijiste que no te podías bañar y para ti eso siempre es la cochinada más grande, ¿cómo te aguantas eso?
—Es cierto, no me puedo bañar, por eso uso mis poderes electromagnéticos para eliminar cualquier marca de mugre y olor del cuerpo; el único inconveniente es que, además de sentir que me estoy electrocutando, me queda por un par de horas el olor a chamuscado, como si hubiese quedado hecho carne de hamburguesa de caballo sobrecalentada en una parrilla. Pero cuando se me pasa ese olor, mi olfato no detecta nada y me siento reluciente como auto nuevo.
—¿Y cómo es que no te terminas electrocutando?
—Creo que descubrí la razón de eso, soy prácticamente invulnerable o, mejor dicho, casi.
—Pero también sietes dolor como todo el mundo.
—Lamentablemente sí
—Entonces no te preocupes, de ahora en adelante yo te bañare y te cepillare para que no sientas esa molestia.
Al escuchar esto, Ceferino abre su hocico y saca su lengua como si se le hiciera agua a la boca.
—¿En serio lo harás?
Y ella responde con un tono seductor y una sonrisa de calendario.
—Claro que sí, será un verdadero placer.

Continuará
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lucia
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Re: Relámpago, el caballo (Novela de superhéroes en capítulos)

Mensaje por lucia »

Te ha quedado muy profunda esta entrega :cunao:
Nuestra editorial: www.osapolar.es

Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.

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Meru
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Re: Relámpago, el caballo (Novela de superhéroes en capítulos)

Mensaje por Meru »

Mil gracias, aunque el capitulo lo tuve que entrecortar por falta de espacio; falto el resto. Pronto lo publicaré.
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Meru
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Re: Relámpago, el caballo (El último fragmento de la XI parte)

Mensaje por Meru »

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A la mañana siguiente, en momentos en que cuidaba ganado, Kahena practicaba lucha contra una niña algo mayor que ella y sólo unos centímetros más alta, pero eso no era tan evidente a simple vista. Las dos se enfrascaron en un combate que parecía muy parejo; ambas tratando de aplicarse llaves una a la otra, mientras Ceferino observa postrado en el suelo en una pose típica de los equinos.
En determinado momento del forcejeo, la rival logra levantar a Kahena con una pose de bombero. Ésta última, sin embargo, aprovechando el desbalance inicial causado por el levantamiento, ejerció presión con sus extremidades en ambos brazos de su rival, haciéndola dar vueltas sobre sí misma hasta dejarse caer en el suelo de forma calculada: primero, hace caer el brazo donde ejercía presión con las piernas, luego se inclina espalda hacia abajo, con sus brazos haciendo lo mismo con el otro brazo de la adversaria. Ya boca arriba en el suelo, Kahena siguió con la tortura, una especie de doble barra tipo jiu jitsu que ella misma se inventó.
—¡Aaaayyyyy!¡Está bien, Kaena, me rindo, ganaste!
Pronto ambas niñas dejaron de luchar y se quedaron mirando frente a frente. Las dos jadeaban y sudaban luego de la intensa lucha.
— Kahena, jaf, jaf, eres muy buena.
— Jaf, jaf, tú también, Kintukewun, y muy bonita.
— Tú tampoco te quedas atrás en eso; también eres muy inteligente.
Kahena se sonrojó
—Gracias
— De nada, siempre es un honor luchar contigo. Cuando ya seamos del mismo tamaño, sin duda será más divertido.
Al mismo tiempo, el primogénito de la familia, Kintuñango Tahiel, pasaba montado en su caballo y preguntó lo siguiente.
—¿Ya terminaron el jueguito?
Las dos respondieron a coro que sí.
—Qué bien, porque ahora tenes mucho trabajo por delante; el rebaño está muy disperso y necesitan comer todo el pasto que puedan antes del anochecer, porque ya se acerca la próxima feria.
Kintuñango se retiró cabalgando suavemente, dejando nuevamente a Ceferino, Kahena y Kintukewun solas.
—De verdad que ser futuro toqui es una gran responsabilidad pero pienso que tu hermano Kintuñango haría un buen trabajo como sucesor de tu padre, aunque vos discúlpame esta opinión: creo que si Ceferino hubiera tenido más edad y todavía estuviera vivo, sería mucho mejor.
Al escucharla, Kahena reacciono de una forma extraña; sin embargo, era consciente que el comentario de su amiga no dejaba de ser inocente.
— ¿Te pasa algo Kahena?
—No, no pasa nada, es que también extraño a Ceferino.
—Ah, cha
—Debes seguir en la faena, ve a tu caballo; después hablamos de la revancha.
Las dos se dieron un fuerte abrazo, acompañado de sonoros besos a lambas mejillas. Pronto se despidieron, no antes que Kintukewun se fuera saludando a Kahena, dejando solos a Ceferino y a su hermana.
— Uyyyy, de verdad que es muy buena.
Kaena lo miró de una forma extraña
—¡Ceferino!, no me habías dicho que echa te gustaba.
—Es que, de algún modo, me recuerda mucho a ti.
—¿En serio?
La niña se recostó de espaldas contra el suelo, apoyándose en sus delicados antebrazos, con su mirada penetrante y pícara fijados en los grandes ojos de su equino hermano, en los que podía verse reflejada su propio rostro. Parecía que los ojos de ella buscaran una respuesta en los suyos, como si creyera que en ellos estaban ocultos los secretos que no saldrían por su hocico. A todo esto, él estuvo a punto de vacilar de forma abrupta, pero se contuvo; no quería que fuera obvio. Con una mezcla de sentimientos encontrados, él respondió.
—Eso no cambia el hecho de que tú siempre serás mi mejor amiga; difícilmente ella podrá reemplazarte en eso.
Entonces, Kahena se le acercó a él, quedando las dos cabezas frente a frente. Le siguió una mueca de ella en la que contrajo sus mejillas y labios, ejerciendo presión en sus ojos, con semblante gracioso.
—Claro que lo sé hermanito, por eso te quiero tanto. Y descuida, ¿cómo me voy a poner celosa de ella si soy tu hermana?, por supuesto que tienes derecho a enamorarte de alguien. Por cierto, - le dijo con un susurro atrevido, con un seseo que te recordaría a la serpiente del paraíso - ¿echa lo sabe?
Ceferino comenzó a arrastrar una de sus patas contra el suelo, como si tuviera pena de dar una respuesta.
—En realidad, eso es porque la que me gustaba era su hermana mayor, Kurripang.
—¿Kurripang, la niña que murió al caerse de su caballo mientras participaba en la carrera de la gente grande?
—Sí, lástima que fuera así de impetuosa; poco antes de que eso pasara, nos estábamos empezando a conocer, aunque echa me chevaba más de cuatro años. Ahora nunca sabré si podré cortejar a su hermanita, convertido en la bestia que soy.
—Tranquilo Ceferino, buscaremos la manera de hacer que vuelvas a la normalidad y si eso no pasa, quiero que sepas que cho siempre estaré contigo, pese a que seas un caballo de forma permanente.
—No lo dudo, lo que te hubiera agradecido es que omitieras eso último que dijiste; no quiero ser esto toda la vida.
—Lo sé, por cierto, ¿has localizado el paradero de los sesenta mapuches que trataron de rescatarte?
—Desgraciadamente no, todavía no logró entender muy bien cómo usar esto de la visión remota; me tomara un tiempo, aunque al principio parecía muy fácil. Si trato de salir de aquí a buscarlos, tal vez resulte infructuoso, porque son varios y podrían estar muy dispersos.
—Macho, en ese caso tendremos que prepararnos para realizar ese rescate; hay que trazar un plan.
—De acuerdo, pero, ¿vos no crees que ya estarán muertos en este momento?
—Ceferino, no seáis tan pesimista, asumamos que no es así, manos a la obra. Echos arriesgaron su vida por ir a buscarte, no creo que esperarían algo menos de nosotros.
—No sabía que querías ser parte de esto.
—Pues sí, cho quiero ser parte de esto te guste o no; te dije que no te abandonaría en este asunto, así que iré hasta las últimas consecuencias.
Así fue como empezaron a trazar sus planes, uno de ellos, el diseño de una lanza de titanio, extensible en sus dos extremos, flexible y fuerte a la vez; además tenía la virtud de que le multiplicaría las fuerzas a su poseedor. En nuestra visión muy occidentalizada de las cosas, nos costaría entender como una niña de su edad se dedicaba siquiera a fantasear con un arma como esa, pero en la cultura de ella no tenía nada raro.
Ceferino y Kahena diseñaban los planos pero era Kahena la que los dibujaba, ya que Ceferino carecía de manos.
La niña tenía un pupitre sin patas, con una lamparita en una de sus esquinas que usaba para dibujar, a la vez que era portátil. Con ese instrumento, además de unos cuantos útiles de oficina y algo de papel, iba del establo a la casa, de la casa a la escuela, aprovechando los ratos libres; buscando la ayuda de Ceferino cada vez que podía. El principal lugar de encuentro era el establo, aunque en otras ocasiones lo veía cuando iban a pastorear ganado, cuando él entraba su equina cabeza por la ventana francesa del cuarto de ella o en la caballeriza, antes de que él se fuera a dormir.
Entre tanto, Ceferino utilizaba sus poderes para localizar fragmentos de titanio en cualquier parte del mundo, que lograba detectar con su electromagnetismo.
Un día, Kahena dialogaba con su hermano, que estaba dentro de una caballeriza, con su cabeza arriba de la portezuela para dialogar con su hermana. Ella le mostraba los planos dibujados desde su pupitre portátil.
—¿Qué te parece cómo está quedando el diseño?
—Creo que esa lanza va a tener un largo de dos metros; eso te va a rebasar en tamaño, a menos que quieras ser una saltadora de pértiga.
—Está bien, dejemos el largo en un metro ochenta y cinco, porque de todas formas necesito tener cierta ventaja de alcance contra esos seres de los que me contaste.
—Necesitarás mucho más que una lanza de titanio extensible para combatirlos.
—¿Qué me sugieres?
—¿Recuerdas el traje con máscara de una sola pieza que piensas usar cuando lo terminemos?
—Sí, ¿piensas agregarle algo más?
—No sé si recuerdas que, en los cómics, Batman tenía unos guantes que les aumentaban sus fuerzas; pero creo que no estaría de más si les agregamos unas botas que tengan la misma función y más.
—Ji, ji, ¿vos queres que me vuelva una batichica?
—No es que quiera decirte una charada, pero me preocupa tu seguridad, es en serio, así como estás no sobrevivirías ni al leve soplido del más débil de esos engendros.
—En ese caso, no solamente bastará con crear un traje/armadura o una lanza; voy a entrenar muy duro.
Ceferino vacila un poco.
—Si bien no recuerdo, tú eres la campeona de karate, jiu jitsu y lucha de la escuela.
—Sí, también soy la mejor alumna después de ti en toda la escuela, pero si queremos derrotarlos, tenemos que ser más diestros que echos en todo. Sólo alcanzando un nivel de excelencia tendremos mejores oportunidades de vencer
—Tenes razón.
Nueva Thule, mansión de Sigfried Mengele.
El presidente de Nueva Thule estaba disfrutando la vida en su bañera llena de espuma y con la envergadura de una piscina olímpica. Allí, rodeado de esbeltas y bellas mujeres guardaespaldas, el hombre se daba un placer de reyes.
Arriba de él, casi rozando el techo, todo un cúmulo de pantallas holográficas formando juntas una especie de cúpula flotante arriba de ellos, proyectaba su bien controlado brillo hacia abajo. En ellas se podían ver los noticiarios de todo el mundo, incluso los de Nueva Thule y hasta imágenes de las fotos o videos que las personas compartían en sus teléfonos inteligentes; quien pudiera ver eso estaba al tanto de lo que ocurría en Nueva Thule y el mundo.
De pronto, el holograma femenino de su secretaria, que tenía el uniforme de una sola pieza perteneciente a su fuerza élite de valquirias, le interrumpe. Sin vacilar, Mengele se pone frente a ella, con su cuerpo musculado desnudo y todavía lleno de jabón.
—Doctor Mengele, lamento interrumpirlo, pero tiene una llamada del doctor Hagen, ¿le permito proyectar su imagen holográfica?
—¿Para qué me vea así?, ese privilegio es exclusivo de ustedes, mis queridas valquirias.
—Está bien, le comunico en formato de sonido.
Las valquirias le hacían señas a Mengele para que se introdujera nuevamente en la bañera, lo cual hizo al bajar las escaleras. Hildegard Gauss, capitana de las valquirias, apoyó sus manos sobre los anchos hombros de Mengele, lo que provocó que el hombre le diera un beso en la boca.
—Creí que tardarías más
—Jamás corazón – le dijo susurrándole al oído -, nunca dejo de disfrutar de la vida por muy ocupado que esté. ¿Qué sucede Hagen? – pregunto usando un tono de voz más grave.
—¿Interrumpo algo, jer doctor?
—No, habla ahora.
—Señor, aunque todos sabemos que en las últimas semanas no se han registrado nuevos ataques de su bestia, no creo que hay que bajar la guardia.
—Hagen, jamás bajamos la guardia en Nueva Thule.
—Ya lo sé, pero no me parece prudente esperar otro ataque.
—¿Entonces qué sugieres?
—Señor, yo sugiero una operación de comando para realizar un ataque preventivo que acabe con esta amenaza.
Las valquirias se pusieron todas alrededor de Mengele, quedando varias de ellas, incluyendo la propia Hildegard, pegadas a su cuerpo.
—Eso no es necesario, no es una verdadera amenaza a nuestro poderío.
Hagen vacilo por un momento.
—Ya ha visto lo que puede hacer esa bestia, ¿o es que de verdad no piensa capturarlo para experimentar con él como tanto desea?
—Una orden es una orden, cambio y fuera
El canal de comunicación se había cerrado, quedando Hagen en sus oficinas privadas, cuando se le acerca uno de los oficiales de alto rango que están a su servicio.
—¿Qué dijo su excelencia?, ¿podemos comenzar la operación de comando?
—No, ese déspota todavía está obsesionado con capturar con vida a su monstruo, sabe muy bien que mi intención es matarlo.
—¿Y si hacemos esto sin su consentimiento?
Hagen le da una amenazante mirada.
—No podemos, no hay nada en todo Nueva Thule que uno haga y Mengele no se dé cuenta. Esperaremos nuestra oportunidad y una vez que la tengamos, procederemos a borrar a ese engendro de la faz del universo.
Mengele y sus valquirias seguían en su bañera de espuma, disfrutando la ocasión. Hildegard le susurraba al oído a Mengele.
—¿No le temes a esa bestia?
—Tranquila amor, no pudieron los Anunaki contra nosotros, ¿crees tú que una bestia con extraños poderes va a acabar contra nuestra gloriosa república?
La chica le dijo con voz sensual, a la vez que lo acariciaba.
—Tú nos protegerás, bello; Nueva Thule existe por ti.
—Corrección, mi padre, jer Joseph Mengele, la fundó, yo sólo perfeccioné su obra.
—¡Uyyyy, que humilde!
Una de las bellas guerreras salpicó de agua a Mengele, cayendo el resto de las gotas a Hildegard y a otra que estaba pegada al otro extremo.
—¡Sigámonos divirtiendo, el agua está deliciosa!
Ese caballo es mi obra de arte nunca planeada; no voy a permitir que Hagen ni nadie lo destruyan. Aquel privilegio sólo lo tengo yo. Sin embargo, todavía recuerdo el día en que lo cree: me sentí como Poseidón originando el primero de su especie, sólo que el mío es más de lo que este dios podría imaginar. Fue lo mejor que he inventado en mi vida.

Continuará...
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