Nijhalem, el intrépido (Novela de Ciencia Ficción/Fantasía)

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Evenesh
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Re: Nijhalem, el intrépido (Novela de Ciencia Ficción/Fantasía)

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CAPÍTULO 11

De repente, en el cielo surgieron unos rayos, y esto dio paso a dos tiburones voladores de veinte metros de longitud, que habían olido la sangre coagulada en la distancia.

—Tened cuidado —les advirtió Nijhalem al ver venir a las bestias.

Cuando vieron que los dos animales se aproximaban, se tensaron y cogieron sus rifles con movimientos muy rápidos. Ahora era el momento de demostrar el temple adquirido en los entrenamientos; sin duda aquella horrible visión de esas dos bestias habría horrorizado a cualquier persona, pero ellos estaban entrenados para no sentir miedo o al menos reducirlo tanto que no les impidiera actuar.

Lekham intentó controlar a una de las criaturas pero ésta se volvió transparente, lo que por un momento le recordó demasiado a su propia habilidad. Aunque también notó que el animal nunca podría haberse vuelto invisible como él.

—Esperad, no disparéis —ordenó el sargento al darse cuenta del hecho de que por mucho que le dispararan no le darían.

Por suerte para él, Nijhalem fue entrenado para pensar con la cabeza, no se parecía en nada a otros soldados que ya habrían desperdiciado munición disparándole a un animal al que no le darían. Por supuesto había entrenado a sus hombres siguiendo ese mismo precepto.

El grupo observó cómo unos colores surgían del tiburón transparente y se dieron cuenta de que esos colores se producían según la luz que llegara a ellos, pero sabían que aunque dispararan todo su arsenal no le darían, por eso aguardaron la orden.

Por suerte la habilidad del tiburón no duró mucho; parecía tratarse de un recurso que podía evitar que otros depredadores mayores u otro tiburón los atacara, pero sólo por unos minutos. Finalmente, la bestia volvió a ser visible del todo y Nijhalem gritó:

—Ahora, disparad.

La tropa dirigió sus rifles hacia ambos animales y éstos serpentearon un poco en el aire intentando esquivar las balas y notaron que no se transparentaban de nuevo, eso quería decir sin duda que tenían que esperar unos minutos antes de volver a usar su habilidad.

La intensa ráfaga de balas siguió sobre las bestias y una de ellas recibió tantos impactos que cayó sin vida al suelo. Mientras que el otro siguió volando e intentaba acercarse a la tropa pero los fusiles de los soldados tenían una potencia considerable y la criatura claramente tuvo miedo. Por ese motivo la bestia aumentó su velocidad y se quedó por allí planeando.

La unidad de Nijhalem intentaba ahora dispararle a algo tan rápido que sus ojos humanos ya no podían ver. Mientras que el sargento adivinó lo que estaba haciendo el animal y reaccionó deprisa.

—Hay que irse de aquí —ordenó el fiero hombre—, el tiburón se está preparando para usar de nuevo su habilidad.

—Es cierto, es raro que no huya, sobre todo al ver lo que hemos hecho con su compañero —dijo Delbringer.

—Rápido, huid hacia las montañas y mientras tanto yo lo contendré.

—Pero sargento…

—Deprisa, Delbringer, yo me quedaré aquí economizando munición.

Los compañeros se miraron y casi se alegraron de irse de allí porque de hecho ese animal era el más aterrador que habían visto, pero fue en ese momento, al mirar a su sargento agachado en el suelo con sus músculos tensados, cuando surgió en ellos un respeto hacia él como poco habían tenido hacia otra persona.

—Nos quedaremos aquí, Nijhalem —se obstinó Jukhel.

—Les he dado una orden, soldados.

—Somos un equipo —aseguró Lekham mientras le dedicaba una leve sonrisa.

Nijhalem se sintió muy orgulloso de sus hombres y se alegró de haberlos encontrado, aquello era muy raro porque ya no existían soldados así de fieles a una causa. Todo lo contrario que en su juventud que los soldados morían encantados por una causa, aunque él no era partidario de morir por un motivo que no entendiera, como había visto en algunos de sus compañeros.

—Preparaos, dentro de poco nos va a atacar.

Sus hombres se prepararon y fueron testigos de que el tiburón recuperaba su velocidad normal poco a poco, lo que sin duda quería decir que volvería a atacarlos en breve. El sargento pensó por qué la bestia no los atacó mientras volaba a esa velocidad, no le cabía la menor duda de que los hubiera destruido con sus mandíbulas. Sin embargo, ante la evidencia, supuso que el animal no podía moverse libremente a esa velocidad, sólo oscilar de esa manera tan extraña.

—Este es el plan, antes de que nos ataque Lekham hará invisible al grupo; eso confundirá al animal, luego yo correré en dirección opuesta a vosotros y, cuando su habilidad de transparentarse se acabe, os reuniréis conmigo y le dispararemos todos a la vez ¿entendido?

—De acuerdo —convino Lekham preparándose para su difícil tarea.

—¿Podrás hacer invisibles a los que te rodean?

—Sí, aunque es un poco más difícil que cuando me hago invisible solo, pero no es algo imposible para mi raza —le respondió al sargento.

En ese momento, Nijhalem recordó las enigmáticas palabras de ese extraterrestre en su despacho y por primera vez vio a qué se refería cuando el ser le dijo que lo iban a necesitar en su tropa. Esa fue la primera vez que el sargento se alegró sinceramente de haberlo llevado porque así su labor se reducía bastante, porque supuso que le costaría llamar la atención de ese animal. Pero ahora que estaría él solo le sería mucho más fácil.

Después de un buen rato, el tiburón frenó su rápido vuelo y miró amenazadoramente a Nijhalem, una mirada tan fría que por un momento heló la sangre de los compañeros del sargento, pero éste no parecía más asustado que hasta hacía unos momentos y siguió allí de pie devolviéndole una mirada de odio a ese animal.

Delbringer, desde su escondite, advirtió la expresión de Nijhalem y tuvo que reconocer que su mirada había cambiado a una más dura, y en esos momentos llegó a pensar que aquel hombre no le tenía miedo a nada.

—Ahora, Lekham, haz invisible a la unidad —gritó el sargento.

—A la orden, señor —puso las manos sobre el grupo y los compañeros del aguerrido sargento desaparecieron.

Al ver esto, el tiburón se quedó tan desconcertado que por un momento no supo que hacer y se dividió entre volar en círculos por allí, y rugir de furia por haber perdido parte de su presa.

Sin darle tiempo a nada más, Nijhalem empezó a dispararle con su rifle para llamar su atención. El animal no parecía inmutarse por los constantes impactos de las balas del sargento, pero después de un rato se sintió algo molesto y se acercó hacia él, y se alegró porque había logrado su objetivo. Pudo ver con total claridad cómo el tiburón empezaba a usar su habilidad de transparentarse y dejó de disparar, y se preparó para el embate del gran animal. Estando allí, viendo las fauces de ese enorme ser, se sintió vivo y una sensación de alegría le recorrió el cuerpo. En una ocasión Delbringer le dijo que si no pensaba retirarse y en esos momentos pensó con mucha fuerza que no cambiaría lo que estaba sintiendo ahora por su retiro.

El aguerrido soldado esperó a que las mandíbulas casi le hubieran alcanzado y en ese momento se tiró al suelo con un movimiento tan brusco que el animal erró su dentellada por bastante. Superado el susto la tropa se dio cuenta de lo que acababa de hacer el sargento y no cabía duda de que era un gran soldado, no sólo estaba conteniendo al tiburón sino que supo cuando debía tirarse al suelo, y eso hizo que su admiración por él creciera aún más.

El tiburón pasó rozando el suelo y cuando volvió a elevarse lanzó un ruido de desagrado al aire. Nijhalem reconoció en el rugido lo que parecía una especie de tren mercancías y un avión en pleno aterrizaje, sonidos que le costó trabajo diferenciar porque sonaban mezclados.

El sargento se levantó del suelo y pudo ver como el animal ya no podía mantener su habilidad por más tiempo y gritó:

—Ahora, Lekham.

El extraterrestre dejó de usar su habilidad, se pusieron en fila y empezaron a disparar sus armas hacia el animal. El tiburón no pudo esquivar el fuego porque necesitaba unos segundos antes de poder moverse con total libertad después del esfuerzo que suponía hacerse transparente, y recibió más de dos mil disparos en su cuerpo que terminaron por obligarle a caer al suelo.

El sargento calculaba que por su gran tamaño no lo habían matado y por eso se acercó al quejumbroso animal y le disparó con su arma, y los demás lo imitaron; después de todo tampoco estaba en su ánimo hacer sufrir a un ser vivo. Mientras lo hacían Nijhalem pensó que esa era la constante de los soldados: defender sus vidas a cualquier precio.

Finalmente, el tiburón dejó de moverse y la tropa suspiró de alivio porque no llevaban allí ni una hora y sus vidas ya habían estado en peligro en varias ocasiones.

—Muy buen trabajo —dijo Nijhalem contento.

—Sí —Lekham se acercó al hombre y le tendió una mano—. Sargento, he de reconocer que tiene usted valor.

—Gracias, tampoco yo esperaba que pudieras usar de ese modo tu habilidad.

—Ya te dije que mi raza tenía ciertas habilidades —Lekham lanzó una risita.

—Ya me doy cuenta —respondió el sargento con cierta desconfianza—. Habrá que extremar las precauciones, es muy probable que haya más tiburones como estos dos —señaló a los escualos voladores muertos.

—Si es cierto casi no podremos movernos con libertad —declaró Delbringer.

—Es otro entrenamiento más —se apresuró a decir Nijhalem—. Ahora descubriréis lo que significa de verdad ser un soldado.

—No entiendo a lo que se refiere, sargento.

—Me refiero a ser vulnerable con estos trajes, a tener las limitaciones humanas y, lo más importante, que contáis con el arma más poderosa de todas: el intelecto.

—Me pregunto cuántas veces te has sentido así —dijo Jukhel mirándolo.

—Siempre que me encomiendan una misión, muchacho. Como ya os dije los enemigos a los que nos enfrentamos suelen ser más fuertes que nosotros, pero nosotros contamos con el intelecto superior, algo que pocas razas extraterrestres poseen.

Nijhalem observó de cerca al escualo y le pareció que era muy salvaje, porque tenía varias hileras de dientes y en la piel tenía escamas que se transparentaban según le diera el sol, aunque su habilidad no se parecía a la de Lekham, porque de hecho nunca se hacía invisible mientras que su hombre sí.

Después de eso se calmaron y Nijhalem cogió su reloj, el cual marcaba la hora terrestre, y se dio cuenta, por la escasa luz, de que el planeta guardaba cierta semejanza con la Tierra, porque los horarios parecían coincidir, pero pensó que era imposible ya que 'Movible' y la Tierra estaban tan distantes que apenas tenían nada en común. De cualquiera de las maneras ya había anochecido y la temperatura bajó tanto que ni siquiera los sistemas de calefacción de los trajes eran capaces de mantener sus cuerpos calientes.

—Tenemos que buscar enseguida un refugio o moriremos congelados —dijo el sargento con urgencia.

Todos buscaron con ahínco un sitio donde poder descansar y guarecerse del frío.

—¿Qué tal, habéis encontrado algo? —Preguntó Nijhalem a medida que se fueron acercando.

—Aquí no hay ninguna gruta ni cueva, además, todo lo que nos rodea es tan duro que, a parte de no poderse extraer, nos es imposible construirnos un refugio —informó Delbringer.

El sargento era consciente de que no aguantarían a la intemperie mucho más tiempo, porque la temperatura estaba bajando demasiado como para que sus frágiles cuerpos pudieran soportarla.

—Bueno, yo puedo encontrar un refugio —dijo Lekham mirándolos.

—¿Ah sí, cómo? —Preguntó el sargento asombrado.

—Bueno, mi raza tiene poderes ocultos y uno de ellos son los rayos X.

—¿Estarás de broma, no?

—Yo nunca bromearía con algo tan grave, Nijhalem —respondió muy serio.

Se quedaron observando a Lekham y vieron que sus ojos se pusieron de color rojo, y luego miró ensimismado la montaña que tenía delante de él con mucha paciencia. El extraterrestre estaba examinando la profundidad de la roca y notó que esa capa de cristal rosa era muy superficial, aunque supuso que romper la dura pared subyacente no sería nada fácil.

—Ya he encontrado un refugio —los informó Lekham sin dejar de mirar a la pared.

Se quedaron tan sorprendidos que ninguno pudo articular palabra después de la revelación del alien.

El único problema era que la gruta se encontraba muy escondida tras esa capa de cristal rosa y tendría que recurrir a toda su fuerza para romper la gruesa pared que había debajo, y habría preferido no tener que desvelar sus secretos, pero al fin y al cabo había ido para ayudar a los humanos.

Lekham se aproximó al muro, se quitó la parte de arriba de su traje para poder golpear con más fuerza, y luego se posicionó muy derecho con su torso y brazos desnudos expuestos al aire gélido. Sus terminaciones nerviosas estaban sintiendo una gran quemazón por el frío, pero su raza controlaba muy bien su cerebro; era una de las ventajas de sus congéneres.

—¿Qué estás haciendo, Lekham? —Preguntó el sargento sin entender nada.

El ser de otro planeta subió los brazos muy alto y sus extremidades se empezaron a alargar hasta una distancia imposible. Cuando lo vieron se sorprendieron muchísimo porque cualquier ser humano se habría roto los brazos con semejante esfuerzo. Después cerró los ojos y se concentró, olvidando todo lo que lo rodeaba y de sus manos empezó a salir energía que recubrió sus brazos. Luego abrió los ojos, bajó sus extremidades superiores con un movimiento muy brusco y cuando tocó la pared ésta explotó en mil pedazos.

Al ver aquello se asustaron mucho porque, aunque no era la primera vez que Lekham mostraba algo de su capacidad, sí fue la primera vez que el ser demostraba su fabulosa fuerza física.
Luego el extraterrestre entró, y cuando los demás se hubieron recuperado de la sorpresa, entraron también.
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lucia
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Re: Nijhalem, el intrépido (Novela de Ciencia Ficción/Fantasía)

Mensaje por lucia »

:noooo: :noooo: Eso ha sido trampa. Hubiese sido mejor que intentasen hacer un agujero en uno de los tiburones o lo que fuese, pero ir sacando superpoderes del alíen según lo necesitan :noooo:
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Evenesh
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Re: Nijhalem, el intrépido (Novela de Ciencia Ficción/Fantasía)

Mensaje por Evenesh »

¿Crees en serio que está fatal? Al principio Lekham comenta que será necesario para la misión y pensé que al meterle habilidades se dejaría claro al final que así era (además del misterio que da el personaje en ese primer momento porque no dice nada de sí mismo), y también serviría para darle emoción al relato. No sé, no pensé que estuviera tan mal, es decir, que posea dichas habilidades están más que pensadas por más de un motivo.
De todas formas, en la reestructuración que estoy haciendo en 2020 tanto Lekham como Jukhel van fuera y quedan como protagonistas Delbringer y Nijhalem durante todo el libro. Pero que aún así, de no querer tocar la historia original, yo no veo tan mal eso que me apuntas.
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lucia
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Re: Nijhalem, el intrépido (Novela de Ciencia Ficción/Fantasía)

Mensaje por lucia »

El problema es que parecen superpoderes surgidos ahora de la nada para salvar la papeleta. Si hubiese dado alguna señal de algún tipo en el entrenamiento previo, como con lo de leer la mente o volverse invisible, hubiese sido otra cosa.
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Re: Nijhalem, el intrépido (Novela de Ciencia Ficción/Fantasía)

Mensaje por Evenesh »

Si no recuerdo mal (porque hace mucho que lo escribí) en el entrenamiento Lekham se hace incorpóreo y ahí radica uno de los errores de este libro, porque en todo momento quise decir invisible. Pero por inexperiencia lo escribí rematadamente mal, luego ya me lié y cuando llegó al planeta misterioso tiré de aquello para decir que Lekahm se hacía invisible.
De todas formas, lo tendré en cuenta e intentaré que Lekham, en la entrevista con Nijhalem, le deje entrever que tiene poderes asombrosos. Y por supuesto corregir lo del entrenamiento, ya que en todo momento quise decir que se hacía invisible antes de que las balas impactaran, pero sin embargo las balas lo atraviesan. Esto no podría ser si sólo es invisible, en fin, que tengo que repasar la idea de invisibilidad e intangibilidad, porque está muy mal expresada.
Gracias por comentar :alegria:
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Re: Nijhalem, el intrépido (Novela de Ciencia Ficción/Fantasía)

Mensaje por Evenesh »

CAPÍTULO 12

La cueva era lo bastante espaciosa para que entraran, pero tuvieron que encender unas linternas para alumbrarse porque no se veía nada.

Por suerte llevaban un material que ardía con facilidad y con él improvisaron una fogata.

—Espero que aquí entremos en calor —dijo Delbringer.

—No te preocupes, al parecer las paredes absorben el calor —el sargento puso sus manos sobre las paredes y se dio cuenta de un cambio imperceptible en la temperatura de las mismas.

Nijhalem tocó las paredes y pudo comprobar que tenía una pequeña capa de material rosa pero a diferencia de otros materiales de otras zonas, el de dentro de la cueva era poroso y supuso que ese era el motivo por el cual absorbía el calor. Cuando la unidad se hubo calmado el sargento les preguntó:

—Muy bien, ¿qué os ha parecido hasta ahora el planeta?

—Parece un lugar muy hostil —respondió Lekham tan tranquilo como si su vida no hubiera estado en peligro hasta hace unos momentos.

—A mí me ha parecido un mundo de locos —Delbringer intercedió gesticulando con las manos.

—Tienes razón, la verdad es que todo lo que nos rodea parece sacado de una pesadilla muy real.

Jukhel sin embargo no parecía tener ganas de hablar y no dijo ninguna palabra y Nijhalem no podía reprochárselo, porque hasta él reconocía que en la Tierra no había demasiados sitios donde tu vida pudiera estar en peligro de manera tan inminente. A pesar de no decir nada, el sargento sí lo vio bastante tranquilo y esto le agradó, porque significaba que tampoco se había equivocado con él. Durante el viaje a 'Movible' esa fue la principal preocupación de este hombre: que su grupo no diera la talla una vez estuvieran en la superficie del planeta, pero esa preocupación había quedado ya descartada porque lo hicieron muy bien ante esos dos extraños tiburones voladores.

La tortuga no era menos impresionante pero como no era hostil no le dieron mayor importancia a un animal de esas dimensiones.

Aunque bien era cierto que en un planeta como la Tierra, casi anegado por nubes de contaminación incesantes, era difícil que ningún animal se perpetuara demasiado. De cualquiera de las formas era el animal más grande que había visto, ni siquiera las ballenas de los buenos tiempos de los humanos se les podían comparar. Además, también le pareció curioso que esa extraña tortuga saliera de la tierra, a simple vista habría dicho que se trataba de una manera de mantener el material del que estaba compuesto, pero una vez más todo aquello era demasiado extraño y no encontró ninguna explicación lógica.

—Me pregunto por qué el primer tiburón no activó su barrera protectora —dijo de repente Nijhalem.

—No lo sé, tal vez no nos considerara una amenaza —respondió Delbringer apoyando la cabeza sobre el blando material.

—Pero no tiene sentido porque el segundo animal sí que intentó defenderse.

—Quién sabe, sargento —dijo Jukhel al fin—, ahora deberíamos pensar en lo que tenemos que hacer.

—Tienes razón —reconoció el bravo hombre—. De momento quiero que recordéis todos los datos acerca de las criaturas con las que nos hemos cruzado, necesitaremos saber lo más posible para sobrevivir aquí —aconsejó sensatamente.

El sargento recordó que en circunstancias como esa sus trajes podrían ser lo que les salvaran la vida y por eso no tardó en añadir:

—También quiero que reviséis vuestros trajes, debemos estar seguros de que todos los sistemas funcionan.

—No hay problema, el escaneador buscará posibles fugas o fallos —se apresuró a decir Delbringer.

El grupo examinó sus trajes en busca de posibles fallos o fugas pero por suerte para ellos el biodensiométrico era una aleación bastante dura y no se rompería, y menos con los golpecitos que había tenido que soportar. Que los trajes estuvieran bien le proporcionó al grupo tanta seguridad como la pequeña fogata que habían encendido, y por fin se relajaron y se quedaron dormidos.

Sin embargo, Nijhalem se quedó otro rato más despierto y observó a sus hombres dormir y pensó que estaba muy orgulloso de ellos, porque lo habían apoyado muy bien. Solía trabajar siempre solo y odiaba el contacto con la raza humana, lo que lo llevó a ser casi un misántropo, aunque por suerte ni siquiera él era tan cínico y siempre tuvo un poco de esperanza depositada en la raza humana. Los que estaban allí, no obstante, lo único que despertaba en él era admiración y agradecimiento porque como era normal cumplir las misiones acompañado era mucho más divertido que en solitario.

Pensando en todo esto recordó un tiempo en que quiso pasar de todo, en especial cuando parte de su familia murió, pero no pudo soportar no hacer nada por seguir adelante y por eso ahora jamás miraba hacia atrás más que en muy contadas ocasiones.

La fogata era bastante agradable porque estaba calentando aquella pequeña cueva, además puso sus manos sobre las paredes y constató que conservaban el calor a la perfección. Esa fue una buena noticia porque eso quería decir que podrían tener un refugio seguro entre aquellas montañas, gracias a la prodigiosa fuerza de Lekham, en cuya hazaña no había vuelto a pensar desde que entraron y empezaron a analizar sus trajes.

Finalmente, el sargento se quedó dormido con una sonrisa en los labios pensando que dentro de poco podría hacer otra muesca en su cinturón, porque el planeta no le pareció demasiado extraño. En realidad había visto muchas criaturas distintas a las de su planeta y no se dejaba impresionar con facilidad. Quizás lo que más le impresionó fue la sustancia por la que navegaron antes de llegar a 'Movible' y el hecho de que el planeta estuviera compuesto por un solo material. Aunque a decir verdad ya estaba acostumbrado a ese hecho, él pensaba que era muy importante para un soldado aclimatarse con rapidez al entorno porque así era más eficiente.

Después de unas pocas horas, la alarma del reloj del sargento sonó a las nueve de la mañana y supuso que el tiempo habría cambiado para ese entonces.

—Venga, gandules, nos vamos de aquí.

Todos estaban tan calentitos y agusto que le contestaron con unos simples ruidos a Nijhalem. Éste se puso en pie de un salto y volvió a decir más enojado:

—Venga, es hora de despertarse, nenes, no esperaréis que venga vuestra mamá a despertaros ¿verdad?

Todos se fueron despertando y levantando, entre grandes bostezos, y el sargento ya se había puesto otra vez su traje.
Nijhalem se acercó a la entrada de la gruta, asomó la cabeza y vio mucha claridad. Además el frío parecía haber remitido y dictaminó que era seguro salir del amparo de la cueva.

Al sargento no le gustó demasiado el dejar un refugio tan bueno allí, pero ahora tenía la tranquilidad de saber que Lekham podía encontrar otra cueva gracias a su prodigiosa fuerza.

—Venga, fuera está todo en calma —dijo Nijhalem volviendo hasta sus compañeros.

El sargento salió y los rayos del sol dieron en su traje, lo que tuvo el efecto inesperado de calentar su armadura. Esto significaba que, a pesar de que todavía hacía mucho frío, ahora tenía la certeza de que su traje estaría siempre caliente, gracias al sistema de ahorro de calor. Cuando los demás salieron notaron lo mismo y se alegraron mucho de llevar esas armaduras, sobre todo Lekham, quien sabía que aquel frío podría matarlo incluso a él.

La tropa de asalto empezó a caminar por ese gran desierto, que tenía algunas montañas en la lejanía, y al final llegaron a una zona muy delimitada donde brillaba mucho de ese material rosa. Estaba allí acumulado y Nijhalem presintió que ese era el sitio exacto de donde iba a extraer el mineral para llevarlo a la Tierra.

Sin embargo, sólo el sargento advirtió que la zona delimitada estaba custodiada por lo que parecían dos estatuas de dos hombres gigantescos. Portaban escudos enormes y unas espadas cruzadas que superponían sobre los escudos. Nijhalem tuvo entonces una especie de dejavú, porque había visto en libros de historia humana que a veces se solían construir esas grandes figuras como tributo a los marineros o a los guerreros que se dirigían por mar hacia la batalla. No obstante, lo que más le llamó la atención fue que aquellos humanos eran muy parecidos a los terrícolas, sólo que su piel era de color azul. Sus ojos parecían rojos y el sargento imaginó que se debía a una gran acumulación de material rosa a media altura de sus enormes cabezas. Pensó entonces que si los constructores de aquellas dos majestuosas estatuas pretendían disuadir a los visitantes para que no se acercaran lo habían conseguido por completo, porque sintió un escalofrío y unas ganas tremendas de marcharse.

A medida que se fueron acercando un ruido se fue adueñando de aquel lugar; primero débil y después mucho más fuerte. También empezó a notar que el suelo se movía de manera imperceptible pero como no era demasiado no le dio mucha importancia.

—Esas estatuas son impresionantes —dijo Delbringer.

—Tened cuidado con ellas —les aconsejó el sargento.

—¿Por qué lo dices?

—Me da la impresión de que son una advertencia —su tono cambió a otro más grave.

La unidad pensó que Nijhalem se había puesto algo paranoico, pero las crecientes sacudidas del terreno alertaron al grupo y decidieron extremar las precauciones.

Cada vez se acercaban más a la zona de donde iban a extraer el material y a Nijhalem no le quedó ninguna duda de lo que estaba provocando esas tremendas sacudidas. De pronto, de la tierra empezaron a emerger lo que parecían unas segundas piernas azules, a continuación de las que se podían ver a ras de suelo. Tras quince minutos, en los que los humanos se elevaron varios metros más, el proceso acabó y todo volvió a quedar en calma.

Se quedaron muy impresionados al constatar que los humanos ahora contaban con unas extremidades inferiores mucho más largas que hasta hacía unos momentos. No obstante, pensaron que no ocurría nada porque los temblores habían cesado y además las estatuas se quedaron quietas.

Finalmente, llegaron al umbral de la zona y, una vez en ella ambas estatuas les bloquearon el paso con sus piernas contrarias y esto produjo una gran sacudida sobre ese terreno. Al menos ahora les quedaba claro que entre la tortuga y esos gigantes no importaba nada la impresión que les diera al aterrizar allí; el terreno tenía que ser sólido por fuerza.

—Idos de aquí, insolentes criaturas —una voz que parecía amplificada les habló.

—¿Quién eres? ¿Quién está hablando? —preguntó Nijhalem.

El aguerrido soldado miró hacia arriba y pudo ver que era la estatua quien había hablado porque tenía la cabeza inclinada hacia donde estaban ellos.

—No sois bien recibidos aquí —habló la voz en tono inflexible.

—No podemos irnos, tenemos una misión muy…

—No nos importa —habló la otra estatua—, sois unos intrusos que os habéis colado sin permiso en este planeta.

Después de decir esas palabras los cuerpos de los dos grandes guardianes empezaron a resquebrajarse, sea lo que fuere parecía una medida preventiva para evitar algo. Pero ¿el qué? En aquel planeta no había nada, si exceptuábamos el material rosa. El sargento no podía imaginar quien había construido aquellas estatuas, ni lograba entender qué había en aquel planeta que hacía que fuera tan hostil.

—Cuidado, apartaos de ahí —advirtió Delbringer.

Nijhalem salió de su trance e hizo lo que la teniente ordenó. Los demás hicieron lo mismo y se alejaron bastante para no ser aplastados por ninguna de esas grandes rocas.

El desprendimiento duró media hora debido a la magnífica altura de ambas estatuas.

El sargento no sabía qué pensar ahora de ese planeta porque esas estatuas sin duda significaban algo pero no podía imaginar el qué. Además, el hecho de que fueran azules le hizo reflexionar sobre la posibilidad de que esos humanos existieran de verdad, pero eso era algo imposible de comprobar.

De cualquier manera dejó de pensar en eso y recordó lo que los había llevado allí.

—Deprisa, cojamos un trozo de material y salgamos de este estercolero.

Nijhalem se acercó hacia la zona donde estaban los materiales, se apresuró a meter una de esas piedras rosáceas en un bote vacío de muestras, y luego lo tomó con cuidado.
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lucia
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Re: Nijhalem, el intrépido (Novela de Ciencia Ficción/Fantasía)

Mensaje por lucia »

Bueno, humanos del pasado. ¿Qué será lo que esconde esa civilización?
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Re: Nijhalem, el intrépido (Novela de Ciencia Ficción/Fantasía)

Mensaje por Evenesh »

Bueno, lo de esos humanos todavía es un misterio pero creo que se desvelarán algunas dudas cuando avances más en la historia.
Muchas gracias por comentar :alegria:


CAPÍTULO 13

El sargento se acercó al grupo y en su mano portaba el pequeño receptáculo transparente que permitía ver el interior y se lo enseñó a sus compañeros.

—No parece menos contaminante que el plutonio —apuntó Jukhel después de que el material brillara con mucha intensidad.

—Tienes razón pero la sonda indicó que no era contaminante, así que supongo que será verdad —respondió Nijhalem poco convencido ante el intenso brillo.

Fue cuestión de un segundo que el suelo empezara a temblar de nuevo y el material seguía brillando de una manera antinatural; si no hubiera sido porque el receptáculo estaba hecho de un material muy duro podría haberse pensado que lo iba a derretir.

—¿Qué demonios pasa ahora? —se alarmó Delbringer.

Sin embargo, el sargento observó el paisaje y pudo ver que a lo lejos se acercaban con rapidez dos figuras humanoides de un tamaño minúsculo. Al ver eso enseguida lanzó una oración silenciosa al cielo y deseó estar dentro de una pesadilla y que ésta llegara pronto a su fin. No obstante, la pesadilla no acababa y en su lugar dos gigantes se hacían más grandes a medida que se acercaban.

—¡Maldita sea, hay que irse de aquí ahora mismo! —gritó Nijhalem nervioso señalando al horizonte.

El grupo alzó la vista y vieron a dos humanoides azules acercarse a ellos mientras no dejaban de repetir <<ladrones, devolvednos lo que habéis robado>>.

Nijhalem, por su parte, observó que el material guardado ya no brillaba y entendió que ese pequeño fragmento podía actuar como localizador, y supuso enseguida que esa mierda de roca había puesto en peligro sus vidas una vez más. Si no hubiera sido porque su misión era de extrema importancia para la supervivencia de la Tierra habría arrojado allí mismo ese pedrusco asqueroso.

—Parece que no se rinden, ¿tan valioso será ese material, sargento? —preguntó Delbringer a la carrera.

—Al parecer sí pero no entiendo por qué, porque de hecho a simple vista no parece especial en absoluto —respondió Nijhalem molesto.

Los gigantes les ganaban terreno y era normal porque medían mucho más que ellos y, ante la imposibilidad de escapar, Lekham se paró ante ellos y extendió los brazos hacia abajo con las palmas abiertas.

¿Qué estás haciendo, Lekham?

El extraterrestre no respondió a su sargento y sí había empezado a entonar unos cánticos que fue alternando con movimientos de sus brazos en varias direcciones. Nadie lo vio pero los ojos del extraterrestre se volvieron amarillos por el esfuerzo y además su color de pelo había adquirido una tonalidad más oscura. Cuando lo vieron pensaron que alguien había coloreado su cabello con temperas.

En el cielo empezó a formarse un gran vórtice que giraba en sentido de las agujas de un reloj y parecía que distorsionaba todo lo que se acercaba a él. Desde luego algunas rocas fueron absorbidas y al poco tiempo salieron comprimidas.

Al ver esto, el sargento se quedó tan sorprendido que apenas podía creer lo que ese extraterrestre estaba haciendo. Después de todas las muestras que le había dado, no le cabía ahora la menor duda de que si no hubiera sido por él, el grupo podría estar ya muerto debido al salvajismo de aquel planeta.

Ni siquiera con su vasta experiencia podía recordar que nadie le hubiera dado tantas pruebas de su superioridad, lo que hizo que recordara la declaración de Lekham de que él sólo podría haber destruido la Tierra de haber sido esas sus órdenes, y respiró de alivio.

El vórtice seguía girando sin parar y parecía que estaba aumentando su velocidad. Cuando los gigantes llegaron a la vorágine, empezaron a girar y Lekham alzó mucho los brazos y gritó de dolor de manera continuada. Parecía sufrir mucho al intentar compactar a esos dos humanoides. Por unos momentos parecía estar funcionando, porque las enormes figuras parecían sucumbir ante la gravedad del vórtice, pero el proceso se cortaba y volvía a empezar, lo que denotaba que los gigantes estaban resistiendo la magia, si es que aquello podía llamarse así.

Lekham hincó una rodilla en tierra y redobló su esfuerzo enfocando los brazos hacia los gigantes, quienes no paraban de repetir que les devolviera el material robado.

Finalmente, Lekham perdió toda la concentración y se levantó deprisa del suelo. Mientras, el vórtice fue perdiendo fuerza y velocidad de manera gradual y esto llevó a que las moléculas de los gigantes volvieran a juntarse de nuevo en sus enormes cuerpos, los cuales, habrían sido compactados de no ser tan enormes.

—¡Hay que irse antes de que se hayan recuperado por completo! —gritó Nijhalem aún sorprendido por el proceso que aunque fallido, no dejaba de ser menos impresionante.

—No podemos escapar de ellos —se apresuró a decir Lekham—. Agarraos a mis brazos.

El grupo lo hizo y en pocos minutos desaparecieron de la vista de los gigantes. Lekham los instó a quitarse de la trayectoria de los humanoides deprisa; no le había dado tiempo a decirles que se encontraba demasiado agotado como para mantener esa invisibilidad por mucho tiempo.

—Rápido, hay que esconderse tras esas rocas —gritó Lekham de dolor; sus habilidades era muy exigentes si se usaban una tan cerca de la otra, y mucho más con el disfraz de humano puesto.

Nijhalem entendió enseguida que aquel ser debía tener problemas serios y no le extrañaba, sobre todo después de haber visto cómo creaba el vórtice en el aire y casi consiguió compactar a esas dos criaturas tan gigantescas.

Finalmente, llegaron a las rocas y se escondieron detrás de ellas y Lekham por fin pudo anular la invisibilidad con un nuevo grito, aunque esta vez contenido para no revelar su escondite.

Los humanoides seguían en el mismo sitio de antes repitiendo que les devolvieran el material y no entendían lo que había pasado. No era difícil imaginar que después de casi ser compactados por el poderoso vórtice creado por Lekham ahora se sintieran un poco desconcertados. A pesar de todo les pareció que hablaban entre ellos y se dividieron para localizar al grupo.

Todo iría bien mientras el maldito material no brillara de nuevo, <<pensó Nijhalem mirando el recipiente>>

—Maldita sea, deberíamos tirar ese mineral lo más lejos que podamos de nosotros —gritó Jukhel.

—De eso nada, la Tierra lo necesita para estudiarlo —se negó Nijhalem de manera rotunda.

—Más le habría valido a la humanidad haber estudiado el material en cuestión antes de hacernos venir —intervino Lekham recuperando un poco el aliento.

—Y tú, ¿cómo has podido hacer eso? —se asombró el sargento.

—Ya te dije que no es fácil luchar contra un natural de mi raza, sigo pensando que se debería haber estudiado el material antes de hacernos venir —repitió, terco.

—Eso es lo que nos habría gustado —respondió Nijhalem enfadado porque el ser volviera a repetir esa estupidez una vez más—, sin embargo, nuestras sondas sólo alcanzaban a entrar en el planeta y recoger información muy básica sobre el mismo.

Lekham ladeó la cabeza y al sargento no le hizo falta pensar demasiado para adivinar lo que estaba pensando el ser. Lo más seguro es que pensara que vaya mierda de tecnología había en la Tierra, pero no todos los seres de las galaxias tenían la suerte de contar con tantas habilidades como él.

Los gigantes se fueron al fin y salieron de su escondite y se pusieron de nuevo en marcha hacia la nave, la cual se encontraba aún bastante lejos.

Lekham, totalmente restablecido por un merecido descanso pensó en la tenacidad del ser humano, porque a pesar de ser una raza despreciable, menos ciertos seres excepcionales como Nijhalem y Delbringer, eran capaces de unirse por un objetivo mayor. Sin embargo, sabía por las guerras espaciales, que esos objetivos podían ser sesgados y absurdos. La mayoría de las veces por el dinero, una razón tan insulsa que le hizo preguntarse cómo podían los humanos dar relevancia a algo muerto en detrimento de lo que sí importaba como el amor a los semejantes, la familia o incluso el respeto hacia el planeta que los había mantenido durante miles de años. No obstante, apartó estos pensamientos de su cabeza ya que él había sido designado para ayudar a los humanos y debía seguir haciéndolo hasta que salieran de allí, luego una vez llegara a la Tierra volvería a su planeta de origen porque en su opinión ni siquiera la persona más respetable de la Tierra merecía que él siguiera allí.

Aquel desierto parecía que no acababa nunca y los reflejos rosas cada vez les hacían más daño aún con las viseras puestas, lo que les hizo pensar que debían irse lo antes posible de allí, pero estaban muy cansados ya que llevaban unas cuantas horas caminando. Sus mentes no podían pensar con claridad pero debían seguir a Nijhalem costara lo que costara; él era el único que seguía su rumbo normal. Intentaron imaginar las situaciones que el sargento habría tenido que afrontar en la vida pero ninguno fue capaz de hacerlo. Lo que estaba claro es que era un hombre de una fortaleza excepcional que seguía adelante pese a las dificultades, y verlo en plena acción era toda una lección práctica de supervivencia.

Unas corrientes comenzaron a azotarlos y Nijhalem pudo ver que el material del recipiente estaba brillando de nuevo, y esta vez el sargento se dirigió a Lekham sin dilación:

—Rápido, los gigantes vendrán hacia aquí —le enseñó el material brillando.

—No podemos hacernos invisibles ahora —dijo el extraterrestre tranquilo.

—¿Por qué no?

—Porque temo que mientras el mineral brille los gigantes podrán localizarnos…

—Y eso significa que debemos esperar a que los gigantes se hayan acercado y el mineral deje de brillar —completó la frase el sargento.

—Exacto —dijo Lekham.

En aquellos momentos el sargento se sentía muy rabioso con el comandante y el general y por primera vez en su vida se sintió desbordado por una misión. Claro que lo que él no pensó en ningún momento es que ahora se encontraban en tierra de nadie. Ningún humano había viajado tan lejos jamás y eso le hizo recordar los apacibles viajes que realizaba a otros planetas de su galaxia, y de otras galaxias cercanas, y deseó que aquella misión fuera como otra cualquiera. Sin embargo, esto no hizo que su determinación se apagara, y esto era lo que diferenciaba a Nijhalem del resto de soldados: que mientras otros ya estarían vencidos por la adversidad, él seguiría luchando por salir de allí.

—Sin embargo, seamos un poco inteligentes, esta vez vosotros os esconderéis allí —señaló a una gran roca— y mientras tanto yo llamaré la atención de los gigantes —explicó Lekham pidiendo el recipiente que contenía el material.

—Cuidado con eso, lo necesitamos para estudiarlo en la Tierra —se lo dio con mucha reticencia.

—Descuida, no somos una raza torpe.

La tropa de asalto se escondió detrás de la gran roca y el extraterrestre se quedó allí inmutable, parecía que no sintiera nada, ni siquiera miedo ante la inminente llegada de los gigantes. Lekham observaba el material con mucho cuidado y llegó a la conclusión de que esa especie de sonda sólo podía mandar señales cada poco tiempo, y luego dejaba de brillar hasta el siguiente proceso. Parecía un sistema propio de alguien de su raza, lo que lo llevó a pensar que, a pesar de que los gigantes no parecían inteligentes, sí que estaban gobernados por mentes superiores y se preguntó quienes serían. Pese a todo esto, su caso no era distinto al de los seres humanos porque de hecho ningún natural de su raza había llegado hasta allí, aunque sus habilidades sí le estaban sirviendo para llevar a cabo la misión.

Los gigantes llegaron ante Lekham repitiendo una y otra vez que les devolviera lo robado y él pudo ver que el material ya no brillaba. En ese momento se hizo invisible y corrió hacia el grupo donde los hizo invisibles a ellos también.
Los gigantes se sintieron frustrados de nuevo porque habían vuelto a perder el ansiado mineral y siguieron patrullando por allí otro rato más, y luego se fueron de esa zona. Desde luego si los primeros guardianes se desmoronaron fácilmente aquellos dos nuevos gigantes no parecía que fueran a hacerlo y eso asustó un poco al grupo, aunque todavía contaban con la presencia de Lekham, un ser tan poderoso que parecía no tener límites.
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Re: Nijhalem, el intrépido (Novela de Ciencia Ficción/Fantasía)

Mensaje por lucia »

Estos dos recuerdan a los robots de Mazinger Z, pero sin disparar :mrgreen:
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Re: Nijhalem, el intrépido (Novela de Ciencia Ficción/Fantasía)

Mensaje por Evenesh »

Buena referencia, la verdad es que me gustaba mucho Mazinger cuando era un tierno infante y me gusta incluir gigantes en algunos libros. Sigamos con el siguiente capítulo.
Muchas gracias por seguir comentando
:alegria:

CAPÍTULO 14

Nijhalem observó que los gigantes ya se habían alejado bastante pero entonces vio algo que le llamó la atención. Pudo ser testigo de cómo los gigantes dividían su cuerpo para dar lugar a otro gigante más, y éste a su vez dio lugar a otro gigante más. Al ver esto el sargento sintió una sensación de humildad tan grande que por poco se echó a temblar de miedo.

—Mierda, tenemos que irnos de este planeta ahora mismo —señaló el hombre hacia los gigantes.

El grupo miró hacia donde señalaba el sargento y vieron que en la lejanía se podía ver un ejército de al menos diez gigantes y maldijeron su suerte.

—No entiendo cómo hacen la división de su cuerpo pero es algo muy impresionante —se sorprendió Lekham.

—¿A quién le importa eso? —se enfureció Jukhel.

Nadie lo dijo pero se sintieron muy asustados; aquel planeta parecía diseñado para ser lo más hostil posible y ahora ni siquiera estaban seguros de que las habilidades de Lekham pudieran sacarlos de más problemas. Después de todo, a pesar de que sus habilidades eran sorprendentes, el extraterrestre se encontraba débil después de usarlas, por lo menos las que requerían un gran esfuerzo como crear el vórtice.

—Hay que largarse de aquí antes de que esta asquerosa roca vuelva a brillar —antes de terminar la frase el sargento ya estaba corriendo hacia la nave.

Fue tan rápido que al grupo le costó reaccionar y hasta un poco después no vieron que aquella era la única solución lógica. También entendieron de inmediato que ahora, al haber más gigantes, si pasaba cualquier otra eventualidad estarían mucho más desprotegidos, sobre todo al tener un pequeño defecto las habilidades de Lekham. Por ese motivo tuvieron que alcanzar al sargento quien ya les había sacado unos metros de ventaja. Por lo que tardaron en alcanzarlo tuvieron que reconocer que aquel soldado, pese a tener casi cincuenta años, había conservado muy bien la forma y se sorprendieron pensando que ojala ellos estuvieran así de bien a su edad.

La unidad se había alejado ya mucho del último punto pero habían empezado a sudar por el esfuerzo, además el tener que llevar el casco con las viseras les producía mucha incomodidad, porque no podían ver bien.

Después de un rato volvieron a sentir agobio por el calor tan intenso que tenían dentro del traje y sintieron que perdían la cabeza. Esos malditos reflejos rosas estaban confundiendo sus mentes y pensaron por primera vez que habían caído en un lugar peor que el mismísimo infierno, puesto que el planeta parecía desplegar unas defensas muy peligrosas.

Fueron perdiendo velocidad de manera gradual hasta que sólo pudieron andar y de pronto unas olas de calor aparecieron en el horizonte. Era raro porque hasta hace unos momentos dichas olas no estaban y se tensaron para lo que les esperara ahora. Aunque se encontraban tan confusos por esos reflejos que su concentración se perdía a ráfagas.

Unos segundos después aparecieron ante sus ojos un hombre, dos mujeres y una extraterrestre desnudos, que los incitaban a que se quitaran los trajes y fueran con ellos a pasarlo bien. Los humanos, y el extraterrestre femenino correspondiente a Lekham, les hacían movimientos sensuales para que se acercaran, se desvistieran y se metieran en unas piscinas naturales en las que chapoteaban alegremente.

—Sargento, no puedo creer lo que estoy viendo —Delbringer se había llevado las manos al casco para quitárselo y los seres ilusorios hicieron una mueca de satisfacción que nadie vio.

—Yo tampoco, teniente —el sargento se llevó las manos también al casco.

En ese momento el sargento tuvo un instante muy pequeño de lucidez y al mirar hacia los seres no vio nada y enseguida entendió que todo aquello era una ilusión, y que más le valía hacer lo necesario para evitar que sus hombres se quitaran los cascos o morirían en pocos segundos; por lo menos eso es lo que se creía con los pocos datos que tenían.

—No, no os quitéis los cascos —Nijhalem intentó despertar a sus hombres pero estaban como embrujados.

Ninguno reaccionó a los gritos del sargento y éste supo que tenía que hacer lo que fuera necesario para mantenerlos con vida. Por ese motivo se acercó por la espalda a cada miembro del grupo y desconectó un momento sus tubos de respiración y sus hombres cayeron desmayados al suelo. Luego volvió a conectarlos y comprobó, por el sistema de los trajes, que sus constantes eran estables.

El espejismo apareció de nuevo ante el sargento, pero se fijó en que las caras de los seres eran ahora de sirenas traicioneras y aquello le recordó demasiado a las leyendas de la Tierra, que decían que las sirenas atraían a los marineros confiados para que sus barcos chocaran contra las rocas reales. Algunas incluso deshacían el embrujo unos momentos antes de que el barco se estrellara sin remisión. Esto le hizo pensar que quizás el planeta tuviera información sobre ellos, aunque tal afirmación hizo que su cabeza diera un vuelco momentáneo. O quizás pudiera acceder a los conocimientos de cualquier raza que cayera allí.

Las sirenas se acercaron a Nijhalem y le decían que les devolviera el material y serpenteaban entre el sargento, aunque éste notó que, a diferencia de los gigantes, aquellos seres mitológicos no eran reales, porque incluso atravesaron su pecho con sus garras y no pasó nada.

—¡Idos a la mierda, zorras! —se negó Nijhalem haciéndoles un corte de manga.

Las sirenas desaparecieron con gruñidos de rabia y el sargento se quedó cuidando a sus hombres. Estaba claro que aquella misión les venía grande, si no habían muerto aún era sólo por Lekham, quien salvó sus vidas en varias ocasiones gracias a sus fabulosas habilidades. Seguía sin gustarle reconocer algo así pero esa era la verdad, y si lograban salir de allí lo propondría para que le dieran una medalla. Aunque por lo poco que conocía al extraterrestre supo que éste no la aceptaría.

Las constantes vitales eran estables y se quedó observando el horizonte por lo que pudiera pasar. No había ni rastro de los gigantes por lo que tuvo que suponer que éstos no podían saber lo ocurrido con las sirenas y se tranquilizó, porque eso significaba que sólo el material podía delatar su posición. Miró hacia el mineral y pudo ver una roca que no parecía más que algodón dulce caramelizado y lo despreció por su aspecto, aunque sabía que las apariencias engañaban y por eso dejó de hacerlo. Además, no estaba dispuesto a arriesgar sus vidas por algodón dulce caramelizado. Aquello debía ser la solución a los problemas de la Tierra o quizás estaría acabada para siempre.

Un brillo muy fuerte lo sacó de sus pensamientos y vio que el material estaba brillando de nuevo y ya sabía lo que significaba eso. Sin perder la calma cogió en brazos a cada miembro del grupo y los fue escondiendo en unas rocas grandes que había por allí. Era curioso pero no recordaba que hubiera tantos recodos para esconderse y por un momento le pareció que el planeta ponía esos escondites a su disposición, pero por otra parte intentaba matarlos.

El último en ser cargado fue Lekham pero el sargento apenas pudo levantarlo del suelo y dictaminó que aquel ser debía de pesar un quintal, así que haciendo acopio de la fuerza de sus poderosos brazos logró arrastrarlo lo suficiente como para esconderlo junto a sus compañeros. Pensó que su peso compacto podría haber sido producto de su verdadera forma, ya que cuando vio la ilusión desnuda de la raza de Lekham observó que medía por lo menos cuatro metros y, además, era una raza mucho más ancha.

El terreno empezó a temblar de manera violenta y el sargento asomó la cabeza por el escondite y vio que al menos diez gigantes habían acudido al punto exacto donde localizaron la señal. Esta vez, para su sorpresa, no se fueron de allí y se pusieron a buscarlo. El sargento sabía que sin la habilidad de Lekham los encontrarían, pero pensó fríamente, como era su costumbre, y entonces recordó que en los bolsillos especiales había incluido una gran capa que se fundía con el terreno para dar la ilusión de que habían desaparecido. Nijhalem era consciente de que con su sola capa no tendría suficiente como para cubrir a todo el grupo, por eso se acercó al bolsillo de Jukhel, lo abrió y extrajo su capa reglamentaria, o por lo menos reglamentaria para ir con él a las misiones.

Nijhalem se rió porque no había nada que le gustara más que el hecho de que unos simples trucos de ilusionista salvaran su vida, y no le había pasado pocas veces. Casi siempre necesitaba esas medidas porque muy a menudo las medidas reglamentarias de los soldados se quedaban demasiado cortas para luchar contra extraterrestres e incluso otros humanos.

Envolvió al grupo con ambas capas y los cubrió por completo, ahora sólo tenía que esperar a que se fueran. Aquellas capas estaban hechas de fino cristal y absorbían la luz que las rodeaba y de esa manera se habían vuelto invisibles a ojos de los gigantes.

Los gigantescos seres pasaron al lado de la unidad del sargento en varias ocasiones pero no vieron nada y tuvieron que rendirse de nuevo. Aunque esta vez Nijhalem pudo ver con detalle que el proceso de la división se llevaba a acabo como si un individuo completo saliera del cuerpo de uno de los gigantes por una abertura transversal. No entendía cómo lo hacían porque aquellos seres parecían tan duros como las rocas que los rodeaban y sin embargo, sus cuerpos podían superar ese trauma. Lo que no sabía Nijhalem es que aquellos gigantes eran orgánicos y eran más flexibles que lo que les rodeaba. De todas formas no le importó demasiado porque lo que tenían que averiguar era cómo salir de allí, no una nimiedad como esa.

Cuando se alejaron lo suficiente, el sargento destapó a sus hombres, plegó la capa de Jukhel, la metió en el bolsillo y después hizo lo mismo con la suya.

Se sintió muy cansado e incluso le entraron ganas de dormir pero no debía hacerlo porque tenía que estar alerta ante lo que pudiera pasar en un planeta como aquel. Él era lo único que se interponía entre la vida y la muerte de su grupo y tenía el suficiente valor como para aceptar que ahora mismo no podía dormir.

Decidió salir de su escondite y se quedó observando el paisaje, era tan primitivo, tan carente de construcciones, de contaminación, que se le pasó por la cabeza que aquel podía ser un buen mundo para vivir, aunque le bastó un momento para pensar en todos los peligros afrontados hasta ahora y desechó esa idea de inmediato.

Además fue testigo de un espectáculo al que no pudo encontrar ninguna explicación, de repente vio en la lejanía como de la tierra rosácea salían nuevas piedras y escondites para ellos. Aunque la impresión que le dio no fue esa, sino que parecía que el planeta tuviera algún tipo de ciclo extraño que hacía que el suelo se reconfigurara cada cierto tiempo. Esto explicaría por qué durante el camino de vuelta habían ido encontrando escondites que en un primer momento no vieron. Era lo más extraño que había visto y supo con cierta tristeza que todo el entrenamiento, e incluso sus pobres medidas de seguridad escondidas en su traje, no podrían hacer que sobrevivieran allí mucho más tiempo, y por eso fue a despertar al grupo.
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Re: Nijhalem, el intrépido (Novela de Ciencia Ficción/Fantasía)

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Re: Nijhalem, el intrépido (Novela de Ciencia Ficción/Fantasía)

Mensaje por Evenesh »

Reconozco que necesita mucha corrección y lo tendré en cuenta para cuando lo corrija, muchas gracias :alegria: .Sigo con la historia

CAPÍTULO 15

Cuando estuvieron despiertos, Nijhalem les explicó lo que había pasado y quiso hacer hincapié en lo poco que había faltado para que los mataran. Un solo acto de suerte podía determinar el destino de un soldado, en este caso la suerte suya fue que tuvo un pequeño momento de lucidez ante el espejismo, lo que después le permitió reaccionar una vez más con los gigantes.

—Creo que hablo en nombre de todos si digo que si el planeta quería asustarnos ya lo ha conseguido —dijo Delbringer con pesar.

—Tienes que apartar ese pensamiento de tu cabeza —le replicó el sargento—, fuisteis entrenados para hacer vuestro miedo tan pequeño que no os afectara.

—Es posible pero todo lo que nos ha sucedido es muy raro.

Nijhalem oyó un ruido muy fuerte que hasta ahora no habían oído y se puso de pie de un salto.

—Se acabó el descanso, la nave ya no puede estar muy lejos.

—Eso espero, sargento, o moriremos aquí —declaró Jukhel de manera fría.

Sin embargo, él no permitiría que eso llegar a ocurrir porque no se había rendido en ninguna de las ocasiones en las que lo dio todo por perdido y no pensaba empezar ahora. Por otra parte, Lekham había sido enviado para ayudar a los humanos y se comprometió de veras, y estaba dispuesto a todo con tal de que tuvieran éxito en su empeño.

El grupo volvió a correr de nuevo, después de un merecido descanso, y al poco empezaron a sentir un calor muy agobiante. A Nijhalem le preocupó este hecho porque sabía lo que significaba ese calor tan intenso. Hicieron lo posible por no pensar en ello pero era complicado, porque era un calor tan húmedo que les pareció que se les licuaría el cerebro o algo parecido. Cuando Nijhalem advirtió que el calor era insoportable se paró, se giró hacia ellos y les dijo:

—Pensad en otra cosa, ni en el calor de este lugar, ni en los reflejos. Cualquier recuerdo que os guste os servirá.

Delbringer no tenía demasiado que pensar porque su recuerdo más feliz fue el día que su familia de adopción decidió adoptarla. Recordaba el orfanato muy lúgubre y frío, además, los niños eran crueles y no la dejaban en paz.

No le hacía falta ir a un psicólogo para que le dijera el motivo por el que se alistó en el ejército, ya que era para que no volvieran a discriminarla de nuevo. Pensó en ese recuerdo y en todo lo que había supuesto para su vida y les agradeció en silencio a aquellos que ya no estaban que le hubieran dado una vida. Si no hubiera sido por ellos podría haber muerto joven, algo que en la Tierra actual no solía ser tan raro.

Nijhalem tampoco tuvo que pensar demasiado en su recuerdo más feliz, fue el día que lo ascendieron a sargento. Le resultó bastante difícil alcanzar ese rango porque de joven era muy indisciplinado y llegó a pensar que nunca sobrepasaría el rango de Cabo. Cuando se hizo más mayor, y se convirtió casi en una celebridad, vino la calma y luego la reflexión. También recordó que si hubiera seguido ascendiendo hasta comandante, algo posible por completo, su vida quizás habría dado un giro que prefería no pensar. Hoy, con casi cincuenta años cumplidos, sólo sabía dos cosas acerca de ese rango: la primera era que le había permitido seguir en el ejército haciendo lo que le gustaba, y la segunda fue que le cogió tal cariño al rango que ya había dejado de pensar en una posible promoción a teniente. Además, en cualquier caso los rangos eran algo sin importancia que habían inventado los humanos.

Finalmente, siguieron corriendo y vieron que recordar una experiencia podía ser una buena manera de evitar los espejismos porque no habían vuelto a aparecer. No sabían cómo funcionaban pero estaba claro que la sensación de calor, unido al agobio del ejercicio físico, y la permanente luz rosácea favorecía mucho que aparecieran los espejismos. Nadie lo dijo pero pensaron que si estaban así y sólo habían pasado casi dos días en aquel sitio ¿cómo estarían si pasaran más tiempo en el planeta? Por eso se impuso la idea en su cabeza de que debían irse de allí lo antes posible.

En su carrera observaron que, tal y como el sargento dijo, el paisaje iba cambiando y crecían nuevas rocas del suelo del mismo material rosa que por desgracia ya conocían tan bien. Les pareció tan raro que quisieron tocar dichas rocas pero Nijhalem siguió insistiendo en que no podían pararse. Con aquello ante sus ojos llegaron a la conclusión de que ese planeta era el más extraño en el que ninguno había estado. Era normal encontrarse por el espacio con planetas raros, pero aquello superaba todas las escalas conocidas.

Después de correr más de dos horas sin parar, unos kilómetros más adelante se encontraron con unos grandes agujeros y Jukhel se acercó.

—Cuidado, soldado —le advirtió el sargento.

Jukhel asintió y se asomó a un agujero más negro que un panteón cerrado, gritó, y el agujero le devolvió su propia voz en forma de eco. Después de eso, volvió hacia sus compañeros y durante un rato no pasó nada, pero de repente, de los agujeros que cubrían todo el camino, apareció un gusano de unas dimensiones tremendas.

—¿Qué es eso? —se sorprendió Jukhel, quien se había girado por un rugido de aquel enorme gusano.

—No lo sé, pero no parece nada amigable —respondió el sargento—, disparadle todos a la vez.

Los hombres dispararon sus armas avanzadas contra la criatura, pero era tan grande que apenas le estaban haciendo daño. Los disparos rebotaron en una especie de cuerpo escamoso brillante, del mismo color que el material rosa, y se sintieron bastante asustados porque además el animal tenía colmillos, con lo que supusieron que era carnívoro.

—¿Qué hacemos, Nijhalem? Nuestras armas no le afectan —afirmó Delbringer asustada.

El sargento apenas encontró puntos débiles en la criatura, pero era cierto que debía tener alguno. Sin embargo, cuando dos gusanos más salieron del suelo, se sintió muy apremiado, y se le ocurrió que quizás la gran abertura de su boca fuera su punto más débil.

—¿Tenemos bombas hexoválicas? —les preguntó a sus hombres.

—Sí, hemos traído tres —respondió Jukhel con urgencia.

Las bombas hexoválicas tenían una potencia considerable, sobre todo teniendo en cuenta que cabían en el puño de un hombre adulto, y estaba casi convencido de que eso acabaría con los gusanos, no obstante, habría que acercarse bastante a la boca y eso podía ser muy peligroso en una criatura tan nerviosa como aquella. Nijhalem miró a sus hombres y los vio temblando. Estaba claro que aquella misión les venía grande y por primera vez pensó que quizás ningún humano estuviera preparado para afrontar un planeta como ese.

—Yo meteré las bombas por sus bocas —se ofreció Lekham.

Al sargento no le agradaba hacer eso porque se quedarían sin ninguna bomba, ya que eran tres gusanos. No obstante, recordó que los animales eran inmunes a sus armas de fuego y, por lo tanto, tendrían que recurrir a medidas desesperadas.

El sargento pensó que ojala tuvieran la capacidad del vuelo para poder pasar sin gastar sus hexoválicas, pero estaban obligados a usarlas porque las criaturas estaban delante del camino y dudaba mucho que los dejaran pasar.

—¿Podrás hacerlo?

—Por supuesto que sí —contestó el extraterrestre con cierta obviedad.

Si algo jugaba a favor de Lekham eso era su tamaño, sobre todo en comparación con las dimensiones gigantescas de aquellos animales. El extraterrestre se acercó a los gusanos y, después de quedarse un momento ante las bestias nerviosas, se hizo invisible y los monstruos lo perdieron de vista.

La unidad del sargento intentó localizar al extraterrestre pero fue una tarea completamente estéril, porque usó su habilidad sin cortapisas y no había ninguna pista que delatara el paradero de Lekham. Ni siquiera Delbringer pudo olerlo porque, entre el agobio por el calor, el nerviosismo de ver a esas horrendas criaturas y las ganas de irse de allí, su concentración no era ni un treinta por ciento de lo que podría haber sido en condiciones normales.

Unos minutos después, Lekham gritó y apareció frente a uno de los gusanos y lanzó dentro de su boca una de las bombas hexoválicas. La criatura no sabía qué había pasado pero no le gustaba. Nijhalem pensó que aún le gustaría mucho menos cuando la bomba entrara en fase y destruyera su cuerpo, ya que tenía potencia para eso y para más.

En unos pocos minutos la bomba empezó a iluminar todo el cuerpo de la bestia desde dentro, y de sus ranuras empezó a salir una luz amarilla muy brillante y explotó en mil pedazos.

—Vaya, eso ha sido magnífico —gritó el sargento eufórico.

Al contrario de lo que todos pensaron, los otros dos gusanos, al ver a su compañero en el suelo dividido en mil pedazos, se fueron de allí metiéndose por los agujeros que ellos mismos habían excavado.
Nijhalem estaba muy contento porque, además de tener el camino despejado, también habían conservado dos bombas hexoválicas por lo que pudiera pasar más adelante.

Sin embargo, le inquietaba que el extraterrestre hubiera salvado otra vez al grupo, puesto que una persona normal no habría podido acercarse tanto a la boca del gusano.

Después de recuperarse del shock de ver a un animal tan grande, se pusieron de nuevo en camino, teniendo cuidado de no caer en los agujeros hechos por los gusanos, y siguieron así otro rato más.

Finalmente, llegaron a una zona completamente llana, pero al poco tiempo oyeron un ruido detrás de ellos y se dieron la vuelta. Se llevaron una desagradable sorpresa cuando vieron crías de gusanos yendo hacia ellos. Nijhalem pensó que el olor de la madre podría haber quedado impregnado en sus cuerpos y supo que el instinto los empujaba a vengarse, por haber matado a su progenitora. El sargento pudo ver que las crías del gran gusano distaban mucho de parecerse a su madre, porque éstas tenían patas y colmillos. Sin embargo, le disparó a una y vio que no tenía un verdadero caparazón, porque murió al instante con un solo disparo, sin embargo, aún sabiendo esa debilidad, siguió huyendo junto a su tropa.

Después de un rato de absurda persecución, Nijhalem se cansó de huir de esas criaturas, así que se paró en seco al lado de una montaña cercana, y descargó una ráfaga de metralla sobre los animales, que fueron cayendo uno tras otro, mientras le gritó a Lekham.

—Busca un refugio, necesitamos un lugar donde escondernos.

Lekham estuvo examinando el terreno con su visión de rayos X y no le pareció ver nada, sin embargo, la situación era desesperada y observó con cuidado una de las pocas montañas que había en ese desierto y encontró algo parecido a un refugio, y despejó el camino para poder entrar. Luego avisó a sus compañeros y se dirigieron hasta la cueva, menos Nijhalem, quien siguió conteniendo un rato más a las criaturas hasta que lo dejó y fue con ellos.

Lekham tuvo que cerrar la entrada de la gruta con una piedra rosa pesada, porque cerca de su posición se acercaban más de esos bichos asquerosos y no parecía que fueran a dejarlos en paz, no cabía duda de que el instinto natural era fuerte.

Cuando estuvieron a salvo se miraron los unos a los otros asustados, algo que Nijhalem no podía reprocharles a esas alturas, porque apenas llevaban un día y medio en aquel planeta y sus vidas habían estado en peligro en varias ocasiones.

Después de esa ardua jornada, al llegar al refugio se quedaron dormidos pensando en lo mucho que les gustaría estar de vuelta en la Tierra.
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Re: Nijhalem, el intrépido (Novela de Ciencia Ficción/Fantasía)

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Esta vez hay frases que parecen traducciones del inglés, como esta: “algo posible por completo”. O lo de la promoción en vez del ascenso.
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Re: Nijhalem, el intrépido (Novela de Ciencia Ficción/Fantasía)

Mensaje por Evenesh »

Tomo nota para cuando me ponga a corregirla que no le queda mucho por cierto. Gracias por tus comentarios :alegria: .Bueno, sigo con la historia

CAPÍTULO 16

Nijhalem se despertó sudando por la pesadilla que había tenido. El grito retumbó en la pequeña cueva y consiguió sacar de su sueño al resto de sus compañeros.

—¿Qué le pasa, sargento? —Se interesó Delbringer.

—He tenido una pesadilla espantosa en la que vi cómo los gusanos nos tragaban enteros.

—¡Qué horror! —Exclamó la mujer con cara de asco.

—Bueno, sólo ha sido una pesadilla —se levantó de un salto.

Fue de inmediato a comprobar el material guardado en el recipiente y no parecía que hubiera brillado de nuevo, eso los habría dejado en una situación muy delicada.

Nijhalem dejó con cuidado el recipiente en el suelo, se puso la coraza externa de su traje y luego apartó un poco la piedra que servía de puerta, y comprobó que las crías de los gusanos ya no estaban allí, aunque apreció marcas de colmillos en la roca, la cual no pudieron romper a pesar de sus denodados esfuerzos.

—Parece que esos bichos asquerosos ya se han ido —los apremió Nijhalem.

—¿Por qué no nos quedamos un poco más aquí? Estamos muy cansados, sargento —dijo Delbringer volviendo a acurrucarse en el suelo.

—Nada de eso, hay que seguir buscando la manera de llegar a nuestra nave.

El único que parecía tranquilo era Lekham, pero no era raro porque desde que lo conoció nunca lo había visto nervioso. Por su parte, Delbringer y Jukhel eran incapaces de disimular su desagrado por tener que volver a poner en peligro sus vidas para regresar a la nave, aunque por lo menos entendían que no podían quedarse en el planeta mucho más tiempo.

—Levantaos ya, no sabemos si las crías de los gusanos volverán —ordenó Nijhalem en tono severo.

Ante esa llamada de atención se levantaron del suelo, se pusieron las corazas externas de sus armaduras y se reunieron con el sargento, quien ya se encontraba fuera oteando el terreno por si hubiera peligro, pero no vio nada vivo en ese vasto páramo.

La jornada se preveía muy dura porque tendrían que estar más atentos que en toda su vida. Después de todo lo visto, Nijhalem era consciente de que el peligro podía venir de cualquier sitio, pero eso era lo único afín con aquella misión y otras. Muchos aliens enemigos tenían amplias capacidades tácticas y él tuvo que aprender a no despistarse nunca. Aunque todo lo demás le resultaba desconocido y eso hizo que el hombre redoblara su concentración.

El ritmo de carrera era algo más rápido que el día anterior porque preveían que la nave ya no podía estar muy lejos, de hecho, consiguieron verla en la lejanía.

—Ahí esta por fin —declaró el sargento muy contento.

Cogió sus prismáticos y se llevó una sorpresa muy desagradable al descubrir que miles de crías de gusanos venían desde la nave hacia ellos. Antes de que pudiera reaccionar, el material que llevaban en el recipiente empezó a brillar y luego emitió un pitido muy fuerte que los postró en el suelo.

Al levantarse vieron que los gigantes estaban llegando a su posición y en el cielo habían aparecido dos tiburones más.

—¡Dios mío! —¿Qué vamos a hacer ahora?— Se asustó la teniente.

El sargento miraba hacia todos lados de manera nerviosa. Sus rasgos faciales se habían tensado por completo y Delbringer vio que apretaba los dientes en señal de lucha. Sin embargo, en el fondo sabía que no saldrían vivos de allí a no ser que ocurriera un milagro.

—Vamos a luchar hasta el final —Nijhalem asió su rifle, dispuesto a disparar hasta la muerte.

Entre toda la confusión de lo que había pasado recientemente, el sargento vio pasar su vida por delante de sus ojos y se
sentía orgulloso del modo en que la vivió. Quizás hoy fuera el día en que se fumaría su último puro como ya le dijera a Delbringer hace unos días.

Lekham, por su parte, estaba viendo que la situación era muy desesperada y llegó a la conclusión de que sólo tenían una posibilidad de sobrevivir: revelar su auténtica forma. Era algo que no quería hacer pero los humanos no poseían nada para salir vivos de esa situación.

El sargento se adelantó hacia las crías de los gusanos e iba a empezar a disparar cuando sintió la mano de Lekham sobre su hombro.

—No servirá de nada que les dispares.

—¿Acaso has visto el futuro?

—Ahora mismo no, Nijhalem, y debo decir que me sorprende tu arrojo y tu valor pero la situación requiere una solución más poderosa.

—¿Como cuál?

Lekham no respondió nada y sólo los instó a que no se separaran de él. A medida que los animales, los gigantes y los tiburones los iban cercando el miedo crecía en el grupo; aquello parecía la peor pesadilla que hubieran tenido en su vida.

Lekham empezó a concentrarse, se agachó un poco hasta quedar encorvado y luego apretó los puños con los brazos semiflexionados y su tamaño cambió a un ritmo rápido. La armadura fue explotando debido a la presión y el extraterrestre siguió transformándose esta vez más tranquilo, porque hacerlo con el disfraz de humano no era lo más cómodo. Podría habérselo quitado sin más pero no había tiempo. La situación era muy delicada y debía llevar a cabo su transformación enseguida.

Cuando el grupo vio que una sombra enorme surgía de su espalda se dieron la vuelta y pudieron ver que Lekham se estaba convirtiendo en un monstruo de cuatro metros de estatura, piel marrón, una jeta muy grande y fea, y dos cuernos curvos en la espalda que acababan a media cintura.

Al acabar la transformación se quedaron tan sorprendidos que apenas pudieron articular palabra.

—¡Qué gusto poder liberar mi verdadera forma! —Se regodeó Lekham con una voz muy grave.

El extraterrestre miró al sorprendido grupo y sólo dijo:

—Quedaos a mi espalda.

Lekham se estiró cuan largo era con los brazos hacia arriba y empezó a recitar unas palabras en alto. No lograron entenderlo porque supusieron que estaba hablando en su lengua natal y ninguno era lingüista. Una burbuja protectora rodeó al grupo y los hacía virtualmente inmunes a los ataques, ni siquiera los gigantes, habiendo liberado Lekham todo su potencial, podrían haberles hecho daño.

El extraterrestre era consciente de que tendría que emplear varias habilidades a la vez pero estar en su verdadera forma tenía ventajas. La más sobresaliente era que su resistencia se había multiplicado y ahora ya podía usar todas las que quisiera sin preocuparse del cansancio.

—Escuchadme, ahora voy a crear una bomba en este espacio. Cuando esté lista os cogeré en brazos y correré hacia la nave, ¿alguna duda?

A la unidad de Nijhalem le habría gustado poder decir algo pero estaban tan impresionados que se les quedó cara de tontos, aunque sí consiguieron gesticular de manera afirmativa.

El extraterrestre siguió concentrándose y en ese mismo sitio empezó a formarse una gran bomba de vacío, una de las habilidades más poderosas de su raza.

Las crías de los gusanos se acercaban con rapidez y Nijhalem calculó mentalmente que a su hombre no le daría tiempo de terminar la bomba de vacío antes de que eso pasara.

—Tenemos que darle más tiempo a Lekham, sacad vuestros juegos de humo de los bolsillos especiales.

—Sargento, ¿cree que servirá de algo? —Preguntó Delbringer, muy asustada.

—No lo sé, pero no podemos hacer mucho más.

Nijhalem no estaba mintiendo al decir eso porque esas bombas de humo funcionaban muy bien contra otros humanos y quizás con algunos extraterrestres menores, sin embargo, nunca las había probado con criaturas de esa envergadura y ferocidad.

—Esparcidlas ya.

Cuatro bombas de humo cayeron sobre el suelo y el resultado fue bastante más rápido de lo que el propio Nijhalem esperaba. Lo más probable es que eso se debiera a que no usó sus trucos en el terreno real desde hace unos cinco años, y eso para un soldado de su edad era muchísimo.

Por suerte, ahora llevaban los trajes, al contrario que cuando entrenaron en el simulador, y éste los libró de los efectos de las bombas de humo, sin embargo, Nijhalem no era un hombre que se confiara y enseguida les dijo:

—Ahora sacad los paralizadores y disponeos a usarlos.

Los paralizadores eran unos pequeños dispositivos que inutilizaban los impulsos eléctricos de las criaturas en un radio de acción de unos cincuenta metros, lo suficiente como para darle más tiempo a Lekham.

—Podría ser peligroso, sargento, si nos alcanzara este rayo podría dejarnos inmóviles.

—No discuta, Delbringer, le he dado una orden.

—¡Sí, señor! —afirmó la mujer con decisión.

Lo que ninguno de ellos sabía era que los paralizadores no eran incompatibles con los trajes, es decir, mientras los tuvieran puestos estaban a salvo de todos aquellos trucos, algo que al sargento le había venido muy bien toda su vida.

—Lanzadlas secuencialmente para aprovechar mejor el efecto.

La unidad obedeció y dieron gracias a Dios por tener un sargento tan previsor, pues algunos de sus atacantes podían moverse aún. Delbringer fue la primera en lanzar su paralizador y, desde que lo hizo, se sintió como si hubiera trascendido el estado de soldado. El hecho de haber paralizado a unas cuantas criaturas con unos trucos tan simples hizo que se sintiera como una superviviente nata.

Cuando Jukhel vio que se acercaban nuevas criaturas tiró su paralizador y consiguió que al menos un centenar de criaturas cayeran al suelo sin poder moverse. El último en hacer los honores fue el sargento, y por el bien de sus vidas esperaba que para cuando lanzara su paralizador Lekham ya hubiera acabado la bomba de vacío, porque no les quedaban más distracciones eficaces contra ese tipo de animales. Al ver que las crías se acercaban Nijhalem tiró su paralizador y provocó el mismo efecto que sus compañeros. No obstante, una pierna azul se abrió paso por entre la niebla que aún quedaba de las bombas de humo y Nijhalem vio cerca su final.

—Ya está terminada la bomba de vacío, preparaos, voy a paralizar a las criaturas, luego os cogeré y correré hacia la nave lo más rápido que pueda.

Al disiparse el humo pudieron ver que las criaturas que habían sido detenidas unos momentos se alzaron muy furiosas sobre sus patas. No obstante, Lekham sabía que debían salir de aquella zona rápido porque la onda expansiva sería considerable.

—¿Estáis preparados? —Se aseguró el extraterrestre.

Sólo pudieron asentir de nuevo y parecía que ya no le escuchaban; todo era demasiado impresionante para poder hacerlo. Nijhalem pensó que nunca había visto a un ser con tantas capacidades y lo más probable era que su estilo de vida pacífico los mantuviera fuera de las guerras espaciales, algo de lo que se alegraba porque si un ser como ese entraba en guerra lo más seguro era que conquistara toda la galaxia.

Finalmente, la bomba quedó fijada en aquel lugar y el extraterrestre los cogió con sus manos de una manera muy brusca, y saltó por encima de las crías quienes se habían quedado inmóviles observando la escena, impotentes. Los gigantes intentaban liberarse de su inmovilidad pero no podían hacerlo, algo los frenaba y por más esfuerzos que hicieron no pudieron liberarse. Por su parte los tiburones se retorcían pero no podían librarse tampoco de la habilidad de Lekham.

El extraterrestre era consciente de que en poco menos de cinco minutos iba a explotar toda aquella zona y debía darse prisa, por eso aceleró la marcha, pero ante ellos aparecieron dos tiburones más que les cerraron el paso y que les dijeron que les devolvieran el material.

Lekham no estaba para tonterías así que saltó en el aire, dio una vuelta casi completa y propinó a ambos tiburones sendas patadas con sus poderosas piernas. Los animales habían sentido el impacto más fuerte de su vida y al poco cayeron muertos al suelo.

El grupo aún no podía creer lo que había hecho, cuando Lekham corrió de nuevo a la nave.
La bomba estaba alcanzando su estado crítico y finalmente explotó. Por suerte para la unidad se encontraban ya muy lejos de esa zona.

—Menuda explosión, ten cuidado Lekham, si el gobierno terráqueo ve lo que puedes hacer querrán reclutarte para su ejército —Nijhalem miró a la explosión, cuando Lekham lo reprendió.

—No mires la detonación o podrías quedarte ciego.

La tropa de asalto entró en la nave y el sargento fue a la cabina donde encendió las turbinas, los motores y analizó que no hubiera nada que obstruyera su salida de aquel maldito planeta.

Cuando estuvieron listos, despegaron y dejaron atrás la superficie de 'Movible'. Salir de la atmósfera no les resultó demasiado difícil, al contrario que su entrada que fue bastante accidentada.

Nijhalem activó la hipervelocidad para poder esquivar las trayectorias de ambas lunas, pero algo se lo impidió.

—Chicos, tenemos problemas —dijo el hombre, preocupado.

—¿Qué pasa ahora? —Se desesperó la teniente.

—Los dos satélites han creado un campo electromagnético que la nave no puede traspasar.

—Alguna manera habrá de salir de aquí.

—Lo estoy intentando todo, Jukhel, pero la nave no es capaz de romper dicho campo.

Lekham estaba mirando al sargento muy serio y le dijo:

—Parece que tendré que llevar a cabo un último servicio a esta misión —se quitó los correajes del asiento.

—¿Qué vas a hacer?

El extraterrestre no era experto en mecánica, y mucho menos en mecánica humana, pero disponía del poder de su mente que, para su pueblo, era más importante a veces que todo lo demás.

—Voy a aislar la nave.

—Explícate mejor.

—No hay tiempo —le respondió Lekham— cuando yo te diga activa la hipervelocidad.

A Nijhalem le provocaba cierto grado de inseguridad aquel extraterrestre, aunque ahora que lo pensaba, si regresaban a la Tierra victoriosos era porque Lekham fue con ellos. De cualquiera de las maneras, el sargento ordenó a Delbringer que acompañara al enorme alien, algo que Lekham no interpretó como desconfianza sino como estupidez. Además, ya no tenía sentido desconfiar de él porque si hubiera querido acabar con los humanos hubiera bastado con llevarse la nave y
abandonarlos en ese planeta.

El extraterrestre se quedó parado justo al final de la nave y puso las manos encima del mismo chasis, luego bajó la cabeza, se concentró y al poco tiempo Delbringer pudo ver que una neblina de color blanco salía del cuerpo del extraterrestre.

—Nijhalem, ven a ver esto —le gritó la mujer.

El sargento fue corriendo a ver lo que ocurría y, cuando vio lo que hacía el extraterrestre pensó que la raza de Lekham era increíble, porque sus integrantes eran capaces de hacerlo todo.

Por fuera, la niebla blanquecina se fue extendiendo por la nave hasta quedar recubierta por completo. Mientras eso pasaba, el sargento fue otra vez a la cabina y esperó la señal de Lekham.

—Ahora, activa la hipervelocidad —ordenó el extraterrestre.

El sargento lo hizo y esa niebla se encargó, además de proteger la nave de daños externos, de aislarla, dándole una fuerza propia que los satélites no pudieron contrarrestar y salieron de la órbita de 'Movible' en dirección a la Tierra.

Cuando creían que ya no podía pasarles nada más, una fuerza anuló la hipervelocidad y se vieron prisioneros de una nave mayor.

—¿Qué ha pasado, Nijhalem?

—No lo sé, Delbringer, han anulado nuestra hipervelocidad, y no sólo eso, sino que ignoraba que se pudiera hacer.

El campo de tracción los arrastró hasta el interior de la nave y una vez allí se cerraron las compuertas ante la impotencia de la tropa de asalto.
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lucia
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Re: Nijhalem, el intrépido (Novela de Ciencia Ficción/Fantasía)

Mensaje por lucia »

Buen punto de cierre, lleno de intriga :cunao:

Y me gusta más cuando hablas de distracciones que cuando hablas de trucos, queda más profesional :lista:
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Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.

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