Los testamentos traicionados - Milan Kundera

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Fley
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Mensaje por Fley »

Pues ya lo he comprado.
Iré comentándolo cuando lo lea, que aún va para largo :)
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Sedum album
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Re: Los testamentos traicionados - Milan Kundera

Mensaje por Sedum album »

Comienzo en breve a leerlo.
Si alguien más se apunta nos veremos por aquí.

Va a ser el primero libro de ensayo que me leo de Kundera. Por los comentarios que habéis hecho ya me huelo por donde van a ir los tiros. Estoy deseando disfrutar de él.
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G.A.
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Re: Los testamentos traicionados - Milan Kundera

Mensaje por G.A. »

Yo me lo pasé de lujo con este libro. Ya contarás, Sedum :)
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Sedum album
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Re: Los testamentos traicionados - Milan Kundera

Mensaje por Sedum album »

El libro me está pareciendo interesantísimo.

Me está dando rabia no ser más conocedor de la obra de Kafka para disfrutar más del análisis que Kundera realiza, principalmente de El Castillo.(sólo he leído La Metamorfosis y El Proceso). Me ha encantado el capítulo que dedica a comparar cuatro diferentes traducciones de unos párrafos de esa obra. Las dificultades antes las que se encuentra el traductor....traducir la obra textualmente o intentar aportar su sello personal, bien variando expresiones, bien sustituyendo palabras "mundanas" por sinónimos más rebuscados...

Este libro me ha situado también en primera línea de fuego a Max Brod. Hasta ahora sabía de él por sus prólogos y epílogos en El proceso y la Metamorfosis, pero no era consciente del todo de la importancia de su decisión a la hora de mostrar la obra de su amigo.

Por cierto, Stravinski nunca ha llegado a llenarme...no es que discrepe con Kundera (ni mucho menos), pero si es verdad que me parece algo artificioso.

Sigo leyendo y comentando.
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Sedum album
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Re: Los testamentos traicionados - Milan Kundera

Mensaje por Sedum album »

Gabo escribió:Yo me lo pasé de lujo con este libro. Ya contarás, Sedum :)
No me extraña :wink:

Ya lo he finalizado y estoy aún con ese buen sabor de boca que me dejan los libros de Kundera.
He disfrutado como un crío con este ensayo. Su lectura me ha supuesto una apertura de mente en muchos aspectos culturales y artísticos. Mi libro queda con muchos de sus párrafos subrayados y mi espíritu con ganas de retomar en breve a Kundera (Un ensayo y El telón están desde ayer en mi estantería), y de conocer más la obra de algunos de los artistas que son mencionados en “Los testamentos traicionados”:

Kafka, por supuesto. (“El castillo” me espera). He disfrutado enormemente la parte final del libro dedicada a “El proceso”. Cuando leí esta obra pasé por alto detalles que ahora he descubierto. Ahora releería el libro desde otra perspectiva. Tarde o temprane le volveré a hincar el diente.

Janacek. Las continuas referencias a este compositor. Su situación de desigualdad respecto a Smetana. Cómo su obra y figura quedaron relegadas a segunda fila por los nuevas tiempos del realismo soviético y cómo el pueblo checó terminó por secundar esa situación.

Stravinski. A partir de ahora escucharé sus obras con otra predisposición. (Circus polka me acompaña mientras escribo esto).

Rabelais. había leído muchas referencias a Gargantua y Pantagruel pero nunca me había tomado la molestia en indagar en ellas…

Como no quiero explayarme y explayarme sobre este libro y lo mucho que me ha gustado (no quiero ser plasta) menciono sólo cuatro cosillas más:

(1) Cuando leí “La broma” fui consciente de que Kundera era conocedor del lenguaje musical y de “la música” en general, pero es en esta obra donde me he dado cuenta de que su conocimiento sobre este arte es verdaderamente amplio. Una delicia verle analizar determinados fragmentos de obras pentagrama en mano.

Porque la voluntad estética se manifiesta tanto en lo que el autor escribió como en lo que suprimió. Suprimir un párrafo exige por su parte todavía más talento, cultura, fuerza creadora que el haberlo escrito. Publicar lo que el autor suprimió es, pues, el mismo acto de violación que censurar lo que decidió conservar.
(2) La razón por la que el libro se llama “Los testamentos traicionados” puede encontrarse en esta cita…Muchas de sus páginas giran en torno a la decisión de Max Brod de publicar la obra de Kafka después de que éste le pidiera en su testamento que su obra (¿toda su obra?) fuera destruida…Difícil situación la de Max Brod, termina por reconocer Kundera.

(3) La teoría de los “dos medios tiempos” que Kundera expone en el capítulo 3 y a la que recurre en multitud de ocasiones durante el libro me ha parecido muy interesante. No dejando de ser como él dice una “teoría metafórica”, me ha aportado mucha luz y una idea general sobre algunos aspectos artísticos que presentía pero que no sabía cómo explicarme a mí mismo. :roll:

Suspender el juicio moral no es lo inmoral de la novela, es su moral. La moral que se opone a la indesarraigable práctica humana de juzgar enseguida, continuamente, y a todo el mundo, de juzgar antes y sin comprender. Esta ferviente disponibilidad para juzgar es, desde el punto de vista de la sabiduría de la novela, la más detestable necedad, el mal más dañino. No es que el novelista cuestione, de un modo absoluto, la legitimidad del juicio moral, sino que lo remite más allá de la novela. Allá, si le place, acuse usted a Panurgo por su cobardía, acuse a Emma Bovary, acuse a Rastignac, es asunto suyo; el novelista ya ni pincha ni corta.
(4) Imposible no acordarme del foro cuando leí esta parte. La cantidad de leña y estopa que se le da a la señorita Emma en el hilo dedicado a ese libro :mrgreen: :lol: :mrgreen: :lol:



Y muchas y muchas y muchas cosas más….!!!!

Libro 100 % recomendable para todos y especialmente como habéis comentado a principio de hilo, para los escritores.

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G.A.
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Re: Los testamentos traicionados - Milan Kundera

Mensaje por G.A. »

A mí una de las cosas que más me impactó es la defensa de lo racional frente a lo pasional. Me puso del revés. Yo que hasta ese momento ( :mrgreen: ) me dejaba llevar más por lo pasional, empecé a cuestionarme esa legitimidad de cualquier cosa realizada con pasión, como si la pasión fuera siempre la perfecta coartada, lo que nos exime de cualquier exceso o error. Los argumentos de Kundera en defensa de lo racional frente a lo pasional me parecieron excelentes y muy dignos de tener en cuenta.
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Sedum album
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Re: Los testamentos traicionados - Milan Kundera

Mensaje por Sedum album »

Gabo escribió:A mí una de las cosas que más me impactó es la defensa de lo racional frente a lo pasional. Me puso del revés. Yo que hasta ese momento ( :mrgreen: ) me dejaba llevar más por lo pasional, empecé a cuestionarme esa legitimidad de cualquier cosa realizada con pasión, como si la pasión fuera siempre la perfecta coartada, lo que nos exime de cualquier exceso o error. Los argumentos de Kundera en defensa de lo racional frente a lo pasional me parecieron excelentes y muy dignos de tener en cuenta.
Sí sí...

En el aspecto personal yo siempre he sido más racional que pasional (un poco cuadriculado me dicen mis amigos) y no he tenido problemas para secundar a Kundera en esto.

En cambio,(aquí te entiendo a la perfección) sí he notado ciertas resistencias en mi interior a la hora de "aceptar" y valorar sus argumentos en el campo artístico y sobre todo literario...Ahí soy más pasional que racional (dostoievskiano que es uno)... :roll:
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G.A.
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Re: Los testamentos traicionados - Milan Kundera

Mensaje por G.A. »

Yo en cuestiones artísticas me sigo moviendo por lo pasional: juzgo a los personajes, incluso al autor, si tiene la osadía de ponerse como personaje de su obra, me implico, tomo partido y me involucro en la historia. Dejo las cuestiones técnicas para quien sepa y quiera disfrutarlas: yo simplemente me dedico a vivir otras vidas. Y siempre me ha parecido aburrido vivir sin posicionarme, aunque me equivoque. Al fin y al cabo, la vida sería muy aburrida si no fuera por los errores cometidos y no tuviéramos capacidad de improvisación :lol:

Pero sí he entendido a Kundera, a pesar de todo. Creo que no es poco :lol:
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1452
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Re: Los testamentos traicionados - Milan Kundera

Mensaje por 1452 »

No lo he terminado aún, es más, creo que voy a empezarlo de nuevo desde el principio antes de terminarlo, y quería esperarme, pero no lo voy a hacer, hasta entonces para disentir en algo con Kundera, que si lo que entendí es tal como lo entendí, que puede ser que sea todo lo contrario, me pareció casi una paparruchada; si me equivoco ahora y lo entiendo después, ya entonaré el "mea culpa".
¿Novela amoral? ¿Sin juicio? ¿Sólo juicio por parte del lector? ¡Vamos hombre! Que haberlas haylas, seguro, que esto sea general para toda novela, ni por asomo. Y me parece casi insultante que eche la pala de tierra, por no decir otra cosa, sobre el lector, cuando lo cierto y verdad, es que hay muchas novelas que de amoral nada de nada y exentas de juicio mucho menos, y que conste que no lo critico -el que traten de temas morales y hagan sus juicios-, tan sólo quiero dejar constancia.
Incluso hasta podría llegar a acordar que una buena novela, la mayoría de las veces, debería estar exenta de juicio y dejárselo por completo al lector, si es que éste quiere hacer uso de él, pero claro, hay buenas novelas que no cumplen con esto y no por ello dejan de ser buenas.

Ahora bien, hay algo importante en este libro aunque la cosa sólo tenga importancia para mí; este tipo me ha tocado mi "trauma" literario por excelencia, Los versos satánicos. No sé si hay algún libro que yo haya detestado más por no se capaz de leerlo, es más, me prometí que ni tocarlo para los restos, pero llega Kundera, me toca la herida, y bien tocada además, y por primera vez en mi vida desde que relegué el dichoso libro, ha hecho que me replantee el volver a darle otra oportunidad.

También me ha recordado una cita que tengo pendiente, para bien o para mal, con Rabelais.
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1452
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Re: Los testamentos traicionados - Milan Kundera

Mensaje por 1452 »

Algunos de los fragmentos que más me han gustado.
Milan Kundera escribió:Suspender el juicio moral no es lo inmoral de la novela, es su moral. La moral que se opone a la indesarraigable práctica humana de juzgar enseguida, continuamente, y a todo el mundo, de juzgar antes y sin comprender. Esta ferviente disponibilidad para juzgar es, desde el punto de vista de la sabiduría de la novela, la más detestable necedad, el mal más dañino. No es que el novelista cuestione, de un modo absoluto, la legitimidad del juicio moral, sino que lo remite más allá de la novela. Allá, si le place, acuse usted a Panurgo por su cobardía, acuse a Emma Bovary, acuse a Rastignac, es asunto suyo; el novelista ya ni pincha ni corta.
La creación del campo imaginario en el que se suspende el juicio moral fue una hazaña de enorme alcance: sólo en él pueden alcanzar su plenitud los personajes novelescos, o sea individuos concebidos no en función de una verdad preexistente, como ejemplos del bien o del mal, o como representaciones de leyes objetivas enfrentadas, sino como seres autónomos que se basan en su propia moral, en sus propias leyes.
Milan Kundera escribió:¿Qué es un individuo? ¿En qué consiste su identidad? Todas las novelas buscan una respuesta a estas preguntas. En efecto, ¿mediante qué se define un yo? ¿Por lo que hace un personaje, por sus actos? Pero la acción escapa a su autor, se vuelve casi siempre contra él. ¿Por su vida interior, pues, por los pensamientos, por los sentimientos ocultos? Pero ¿es capaz un hombre de comprenderse a sí mismo? ¿Pueden sus pensamientos ocultos servir de clave para su identidad? ¿O es que el hombre se define por su visión del mundo, por sus ideas, por su Weltanschauung? Es la estética de Dostoievski: sus personajes están arraigados en una ideología personal muy original según la cual actúan con una lógica inflexible. En cambio, en la obra de Tolstói la ideología personal está lejos de ser algo estable en lo cual pueda echar raíces la identidad individual: «Stefan Arcadiévitch no elegía en absoluto ni sus actitudes ni sus opiniones, las actitudes y las opiniones iban solas hacia él, tampoco elegía la forma de sus sombreros o de sus levitas, sino que se quedaba con lo que se llevara» (Ana Karenina). Pero, si el pensamiento personal no es el fundamento de la identidad de un individuo (si no tiene mayor importancia que la de un sombrero), ¿dónde se encuentra este fundamento?
Milan Kundera escribió:Durante la redacción del Quijote, Cervantes no se molestó, de paso, en influir en el carácter de su protagonista. La libertad con la que Rabelais, Cervantes, Diderot, Sterne nos hechizan iba unida a la improvisación. El arte de la composición compleja y rigurosa no ha pasado a ser necesidad imperativa hasta la primera mitad del siglo XIX. La forma de la novela tal como nació entonces, con la acción concentrada en un espacio de tiempo muy reducido, en una encrucijada en la que se cruzan varias historias de varios personajes, exigía un plan minuciosamente calculado de acciones y escenas: antes de empezar a escribir, el novelista trazaba y volvía a trazar, pues, el plan de la novela, lo calculaba y volvía a calcularlo, dibujaba y volvía a dibujarlo como jamás se había hecho antes. Basta con hojear las notas que Dostoievski escribió para Los endemoniados: en los siete cuadernos de notas, que en la edición francesa de La Pléiade (Éditions Gallimard, París) ocupan 400 páginas (la novela entera ocupa 750), los motivos están a la busca de los personajes, los personajes a la busca de los motivos, los personajes rivalizan largo tiempo por ocupar el lugar del protagonista; Stavroguin debería de estar casado, pero «¿con quién?», se pregunta Dostoievski e intenta casarlo sucesivamente con tres mujeres, etc. (Paradoja que no es sino aparente: cuanto más se calcula esa máquina de construir, más verdaderos y naturales son los personajes. El prejuicio contra la razón constructora como elemento «no artístico» y que mutila el carácter «vivo» de los personajes no es sino la ingenuidad sentimental de aquellos que nunca han entendido nada del arte.)
El novelista de nuestro siglo, nostálgico del arte de los antiguos maestros de la novela, no puede volver a retomar el hilo allí donde quedó cortado; no puede saltar por encima de la inmensa experiencia del siglo XIX; si quiere alcanzar la desenvuelta libertad de Rabelais o de Sterne, debe reconciliarla con las exigencias de la composición.
Recuerdo mi primera lectura de Jacques el fatalista; encantado con esa riqueza audazmente heteróclita en la que la reflexión se codea con la anécdota, en la que un relato enmarca a otro, encantado con esa libertad de composición que se burla de la regla de la unidad de acción, me preguntaba: Este soberbio desorden ¿se debe acaso a una admirable construcción, calculada con refinamiento, o se debe a la euforia de una pura improvisación? Sin duda alguna, es la improvisación lo que aquí prevalece; pero la pregunta que me hice espontáneamente me llevó a comprender que esta embriagada improvisación encierra en sí misma una prodigiosa posibilidad arquitectónica, la posibilidad de una construcción compleja, rica y que estaría, a la vez, perfectamente medida y premeditada, como estaría necesariamente premeditada incluso la más exuberante fantasía arquitectónica de una catedral. Semejante intención arquitectónica ¿le haría perder a la novela su encanto de libertad? ¿Su carácter de juego? Pero el juego, ¿qué es, de hecho? Todo juego está basado en reglas, y cuanto más severas son las reglas tanto más juego es el juego. Contrariamente al jugador de ajedrez, el artista inventa él mismo sus propias reglas para sí mismo; improvisando sin reglas es pues tan libre como inventándose su propio sistema de reglas.
Milan Kundera escribió:Sus detractores, defensores de la música concebida como expresión de los sentimientos, que se indignaban por la insoportable discreción de su «actividad afectiva» y lo acusaban de «pobreza de corazón», no eran ellos mismos lo suficientemente sensibles como para comprender la herida sentimental que se encuentra tras su vagabundeo a través de la historia de la música.
Pero ello no es sorprendente: nadie es más insensible que la gente sentimental. Recuerden: «Sequía del corazón disimulada detrás del estilo desbordante de sentimientos».
Milan Kundera escribió:Digo camino, y esta palabra corre el riesgo de inducirnos a error porque la imagen del camino evoca una meta. Ahora bien, ¿hacia qué meta conducen esos caminos que no terminan sino fortuitamente, interrumpidos por el azar de una muerte? Es cierto que Pierre Bezújov llega por fin a una actitud que parece el estadio ideal y final: cree entonces comprender que es vano buscar un sentido a su vida, luchar por una u otra causa; Dios está en todas partes, en la vida entera, en la vida de todos los días, basta, pues, con vivir todo lo que hay que vivir y vivir con amor: y se entrega, con felicidad, a su mujer y a su familia. ¿La meta alcanzada? ¿Alcanzada la cima, con lo que, a posteriori, todas las etapas anteriores del viaje no son sino simples escalones de una escalera? De ser así, la novela de Tolstói perdería su ironía esencial y parecería una lección de moral novelada. Pero no es éste el caso. En el «Epílogo», que resume todo lo que ocurrió ocho años después, vemos a Bezújov abandonar durante un mes y medio su casa y su mujer con el fin de dedicarse en San Petersburgo a una actividad política semiclandestina. Una vez más está dispuesto a buscar un sentido a su vida, a luchar por una causa. Los caminos no terminan y desconocen meta alguna.
Podría decirse que las distintas fases de un itinerario se encuentran en una relación irónica las unas con las otras. En el reino de la ironía reina la igualdad; significa que ninguna fase del itinerario es moralmente superior a la otra. Boikonski, al poner manos a la obra para ser útil a su patria, ¿quiere redimir así la falta de su anterior misantropía? No. No hay autocrítica. En cada fase del camino ha concentrado todas sus fuerzas intelectuales y morales para elegir su actitud, y lo sabe; ¿cómo podría, pues, reprocharse no haber sido lo que no podía ser? Y, al igual que no podemos juzgar las distintas fases de su vida desde el punto de vista moral, tampoco podemos juzgarlas desde el punto de vista de la autenticidad. Imposible decidir qué Boikonski es más fiel a sí mismo: el que se ha apartado de la vida pública o el que se ha entregado a ella.
Si las distintas etapas son tan contradictorias, ¿cómo determinar su denominador común? ¿Cuál es la esencia común que nos permite ver al Bezújov ateo y al Bezújov creyente como un único y mismo personaje? ¿Dónde se encuentra la esencia estable del «yo»? Y ¿cuál es la responsabilidad moral del Boikonski n.° 2 para con el Boikonski n.° 1? El Bezújov enemigo de Napoleón ¿debe responder al Bezújov que había sido antaño su admirador? ¿Cuál es el lapso de tiempo durante el cual se puede considerar a un hombre idéntico a sí mismo?
Tan sólo la novela puede, in concreto, escudriñar este misterio, uno de los mayores que conoce el hombre; y fue Tolstói quien probablemente lo hiciera por primera vez.
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Ese maldito yo
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Re: Los testamentos traicionados - Milan Kundera

Mensaje por Ese maldito yo »

Éste es mi libro preferido de Kundera.

En ocasiones, sus reflexiones son poco matizadas: estéticamente hermosas, pero débilmente argumentadas. No logra sortear el principal defecto del ensayo: la generalización y la superficialidad; pero posee también todas sus virtudes: concentración, intensidad y chispa. Kundera pasa de un tema a otro y en todos deja muestras de brillantez: Los testamentos es un semillero de intuiciones fecundas para el lector. Apuesta, como han dicho algunos, por la racionalidad; también -y es digno de destacarse- por la alegría. La estética de la desesperación se ha impuesto en el tribunal estético: por eso es tan necesaria la reivindicación de aquellos que supieron plasmar la alegría: ese don escaso en la vida y en el arte.

Me alegra ver que, en este apartado del foro, los lectores se preocupan por citar los pasajes más felices: su antología personal. Una crítica sin citas es una cita coja. Me excusarán que cojee en esta ocasión, por tratarse de mi primera intervención en el foro. Prometo no volver a cojear.

Un cordial saludo.
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Arden
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Re: Los testamentos traicionados - Milan Kundera

Mensaje por Arden »

Pues lo he encontrado hoy por muy módico precio y me lo he llevado :D :lista:
Bajo tierra seca de César Pérez Gellida. La campana de cristal de Sylvia Plath

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