Lo que nos pasa por dentro - Eduardo Punset

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Pseudoabulafia
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Lo que nos pasa por dentro - Eduardo Punset

Mensaje por Pseudoabulafia »

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Título: Lo que nos pasa por dentro
Autor: Eduardo Punset
Año de primera publicación: 2012
Año de esta edición: 2012
Editorial: Destino
ISBN: 9788423328963
Número de páginas: 360
PVP: 19,95 €

Sinopsis de contraportada:
Saber cómo somos es la llave maestra para entenderlo que nos pasa por dentro y aprender a manejarnos por fuera. El nuevo libro de Eduardo Punset descifra la rosa de los vientos emocional del ser humano, a la luz de lo que dice la ciencia y lo que confirman la experiencia y el testimonio de decenas de casos reales.La huella imborrable de la infancia, la turbulenta adolescencia, los problemas del aprendizaje, el amor y sus laberintos, el éxito social, la medicina personalizada, el miedo a la muerte…Nueve retos de la vida de cualquier persona, ilustrados con casos tratados por el equipo de profesionales de Apoyo Psicológico Online y acompañados de las siempre lúcidas reflexiones del autor.
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lucia
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Re: Lo que nos pasa por dentro - Eduardo Punset

Mensaje por lucia »

Le prometí a Pseudo subir la información adicional del dossier, así que aquí estoy :mrgreen:

NUEVE RETOS DE LA VIDA

1. Cuando nacemos. Los primeros años de vida.
2. Cuando crecemos. La adolescencia y sus crisis.
3. Cuando nos formamos. Educar bien hoy para no tener que desaprender mañana.
4. Cuando nos enamoramos. Los laberintos del querer.
5. Cuando nos relacionamos. Lo peor es estar solos.
6. Cuando trabajamos. La crisis como oportunidad.
7. Cuando enfermamos. Las nuevas fronteras de la salud.
8. Cuando envejecemos. Cómo abordamos la madurez.
9. Cuando miramos a la muerte. Los caminos de la espiritualidad.

Cuando nacemos. Los primeros años de vida.

¿Qué nos condiciona, la genética o la experiencia? ¿Qué traemos del vientre materno? ¿Somos tristes por naturaleza? ¿Cómo afecta al devenir del futuro bebé los niveles de estrés a los que está sometida la madre? ¿Por qué los bróker que tienen el dedo anular más largo que el índice ganan diez veces más dinero, de media, que los que no tienen este rasgo?

“Llegamos al mundo con una colección determinada de interruptores y luego la vida se encarga de activar algunos y dejar en el olvido otros”, afirma Punset, aunque “lo que nos sucede antes de nacer tiene tanta o más importancia en nuestro destino que lo que nos ocurre después”.

“El cerebro humano es el órgano más plástico y moldeable que portamos”, sostiene Punset, pero de los logros que alcance el niño de los cero a los cinco años dependerá el tipo de persona que será de adulto. Porque es en ese momento “cuando se está tendiendo el cableado neuronal que intercomunicará todo su cerebro”. En esta época el niño aprende a ser social, el poder del llanto en sus padres, la diferente relevancia ética que tiene una travesura y un acto de violencia… Y es que, según el autor, “llegamos al mundo con una especie de moral innata incorporada a nosotros”, pero en en la primera infancia cuando “deben echar raíces el altruismo, la solidaridad, la compasión y el efecto hacia los demás, que podrá desarrollar cuando sea mayor”.

El niño confiará en sí mismo si las personas que él más valora le hacen ver que confían en él. Además, “el cariño puede acelerar el crecimiento del cerebro”, asegura Punset, para quien uno de los grandes retos de la escuela futura será enseñar a los niños a resolver conflictos, a crecer como seres humanos solidarios y empáticos. Una labor que el abuso infantil puede echar por tierra. Según el CIS, en 2011 había en España 517.000 niños víctimas habituales de la violencia a causa del maltrato que sus padres ejercen contra sus madres. Y este es un tema crucial puesto que “los traumas infantiles producen cambios en la estructura del cerebro, el sistema inmunológico y el funcionamiento de algunas glándulas hormonales”.

Cuando crecemos. La adolescencia y sus crisis.

La adolescencia, ese “tiempo febril de transformaciones fisiológicas, inusitadas descargas hormonales y emergencias vitales”. ¿Cómo abordar los terremotos que se producen en el cerebro de un adolescente? ¿Cómo se transforma el cerebro durante estos años? ¿Cómo encajar desórdenes como los alimentarios o la depresión en la adolescencia? La soledad, el aislamiento, la presión social, las mofas de los compañeros… ¿cómo hacerles frente? ¿En qué medida afectan al crecimiento personal de un adolescente? Cuestiones clave que resuelve Lo que nos pasa por dentro, al igual que el papel de las redes sociales y la digitalización creciente de los jóvenes, los videojuegos e internet. “La discontinuidad que hay entre los emigrados y los nativos digitales es quizás, el hecho más importante acontecido en la especie humana, en términos antropológicos, desde que la agricultura convirtió a nuestros ancestros nómadas en sedentarios”, concluye el autor en el libro.

Y aquí, de nuevo, Punset reclama un mayor esfuerzo de la sociedad y, en especial, del sistema educativo. “Son nativos digitales pero tienen un problema analógico: están sometidos a patrones de comportamiento y a un sistema educativo que no tiene nada que ver con lo que ellos han descubierto, les interesa y demandan”. “Sus aptitudes cognitivas son paralelas” y el salto a lo digital “provoca cambios cerebrales”.

Cuando nos formamos. Educar bien hoy para no tener que desaprender mañana.

“Aún nos encontramos lejos de contar con un sistema de enseñanza que sitúe a las emociones en el lugar que deberían ocupar, que no es el de la represión ni el desprecio y el ninguneo, sino el del centro mismo de la formación de los más jóvenes”. La escuela tiene otro gran reto, a juicio de Punset, y es el de la educación emocional. ¿Por qué no se enseña sobre sentimientos, sobre resolución de conflictos? ¿Por qué se sigue con la dictadura del coeficiente intelectual y no se pone en valor la inteligencia emocional? “¿Cómo es posible que sigamos consintiendo por más tiempo que las fábricas de habitantes del futuro continúen funcionando con la vista puesta en patrones anquilosados que sólo miran al pasado?”, se pregunta el autor.

Parafraseando al psicólogo e investigador de la Universidad de Harvard, Howard Gardner, Punset aboga por desmontar el mito “que ha condenado al fracaso a multitud de cerebros durante generaciones: la obsesión con el resultado, la fijación con el examen, la dictadura de la calificación académica”.

Cuando nos enamoramos. Los laberintos del querer.

Uno de los temas sobre los que más consultas llegan a los servicios del grupo de Apoyo Psicológico Online de la Fundación Eduardo Punset, es, obviamente, el amor. El instinto amoroso, “el principio de todo, el motivo por el que estamos aquí y el norte que guía la mayoría de nuestros pasos (…). Es la fuerza de la supervivencia de los genes”. ¿Qué tiene que ver el cerebro con ese sentimiento? ¿Puede el desamor causar dolor físico? ¿Cómo se decide quién es más guapo? ¿Son los hombres y las mujeres diferentes ante el amor? ¿Cómo expresan las emociones los hombres? ¿Por qué no podemos resistirnos a ser infieles? ¿Existe el gen de la infidelidad? Preguntas sobre las que el autor reflexiona a partir de los resultados de los estudios científicos más punteros.

“Hoy tenemos perfectamente localizado un completo menú de neurotransmisores, áreas cerebrales y mecanismos internos que dan el relato entendible y la razón de ser a ese mágico impulso (…). Y la conclusión principal a la que llegan todos esos descubrimientos es que no albergamos en nuestro interior un instinto más poderoso, claro y natural que el amoroso”.

Y la clave de todo está en el instinto de supervivencia, una vez más: “Todos los psicólogos y neurólogos coinciden en señalar que la belleza y la juventud son los dos factores que más tiran de la atracción amorosa y sexual entre las personas”. Pero, ¿quién marca los cánones de la belleza? Seguramente, la naturaleza de nuevo. Según los estudios realizados, y recogidos en Lo que nos pasa por dentro, “hay una serie de rasgos que estimulan nuestro instinto de atracción. En realidad, el poseedor de estas señales físicas anuncia que cuenta con unos genes estupendos para la reproducción. Los hombres altos y fuertes, con mentón y cejas muy marcados, delatan mucha testosterona en su interior, una hormona que va a ser muy útil para la fertilidad”. Y en el caso de las mujeres, “levantan más interés entre los varones cuando las medidas de sus caderas y sus cinturas guardan una relación de 0,7, un número que recuerda a la proporción áurea que se da en la naturaleza”.

Y sin embargo, no todo acaba ahí: “somos una especie cuya complejidad cerebral ha sofisticado el mecanismo amoroso hasta llegar a tener en cuenta en él a factores como la memoria, la imaginación o el momento en el que se produce el encuentro”, recuerda el autor.

Pero, de nuevo, la diferencia de sexos también marca la forma como percibimos el amor y reaccionamos ante él, según Punset. Y es el cerebro quien tiene la clave. “La antropóloga Helen Fisher lo resume de manera gráfica y taxativa: el hombre se enamora y se excita con los ojos, y la mujer a través del oído y la memoria”. Y de nuevo, el instinto de supervivencia, porque, “los ojos del macho se han entrenado durante generaciones en la selección de la hembra que mejores genes, y con más garantía de salud, puede aportar a su descendencia”, mientras que ella, además de eso, busca “asegurarse la presencia de un buen padre y un compañero fiel que se comprometa en la crianza”.

Así las cosas, ¿es la fidelidad un comportamiento natural? No. “Tan humana es la monogamia como lo es el escarceo adúltero. Tras analizar cómo se lo monta el reino animal, Judith Lipton, psiquiatra del Swedish Medical Center de Washington, y David Barash, psicólogo y biólogo evolucionista de la Universidad de Washington, observaron que, de cuatro mil especies estudiadas, sólo una veintena, los humanos entre ellas, opta por la pareja estable y fiel para estructurarse. “Esta rareza les lleva a considerar la monogamia como «una opción no natural». No sugieren que sea artificial o perjudicial para la salud, sino que responde a principios culturales aprendidos”, concluye Punset. Tanto es así que el autor afirma que “la especie humana parece estar abocada a navegar entre esas dos aguas: la del compromiso monógamo, que aporta estabilidad para la crianza, y la del instinto infiel, que responde a la llamada de los genes de propagarse y promover la diversidad”.

¿Y cuando todo acaba? ¿Duele físicamente el desamor? ¿Hasta qué punto podemos estar ‘enganchados’ a otra persona? ¿Y qué hacer para superarlo? A partir de los estudios consultados, el autor considera que “los primeros instantes de una experiencia de desamor sobrevenido, causado por una ruptura no deseada, se parecen al síndrome de abstinencia de un toxicómano”. La receta para superar el síndrome, según neurocientíficos y psicólogos es que se abandonen las rutinas, hábitos y lugares que se compartieron con el amor. “Prohibido ir a los mismos bares, pasear por los mismos lugares y acudir a los mismos cines. Todo lo que alimente el recuerdo emocional de la persona perdida engordará la melancolía y la ansiedad por la separación”. Porque de lo que se trata es de desaprender y alejarse de la pérdida anterior. ¿Cómo? Enamorándose otra vez, ya que “volver a tener un idilio intenso pronto es la mejor manera de alejarse de la pérdida anterior, pues su experiencia desencadena mensajes que se dirigen directamente al mismo lugar donde anidó aquel sentimiento que hoy queremos olvidar, actuando con sus mismos instrumentos”.

¿Y qué tiene que ver la química en todo ello? “Esos primeros momentos del flechazo son también de gran agitación y ansiedad. Se ha comprobado que las personas enamoradas tienen altos niveles de cortisol, que es la sustancia del estrés. En el desamor ocurre todo lo contrario: aquí el estrés se asocia a cuadros depresivos”. O sea que, sí, existe el "síndrome del corazón roto", al menos “como una condición médica muy similar a una cardiomiopatía. Las personas que sufren desamor u otro tipo de estrés emocional como el provocado por un divorcio traumático presentan patrones similares a los de un ataque al corazón, incluyendo dolor de pecho y dificultad para respirar”. Pero tiene una explicación científica: “El corazón se ve abrumado con un exceso de adrenalina y otras hormonas del estrés, causando un estrechamiento de las arterias que proporcionan sangre al corazón. Es lo mismo que ocurre durante un ataque al corazón. Estudios de neuroimagen han demostrado que cuando a personas que han sufrido un fracaso amoroso se les enseñan fotos de sus ex parejas manifiestan un fuerte aumento de la actividad en el córtex insular, que es la parte del cerebro que experimenta el dolor físico”.

Cuando nos relacionamos. Lo peor es estar solos.

En este apartado, Punset aborda las relaciones humanas, teniendo en cuenta uno de los últimos fenómenos sociales que nos han cambiado para siempre, lo que él llama “el estallido de las redes sociales”, y es que, según el autor: “Hemos dejado de ser uno para empezar a ser la parte de un todo”.

Nociones como empatía y altruismo son analizadas en este capítulo, así como el papel de las neuronas espejo. “Podemos contarnos tantas cosas sin abrir la boca que resulta llamativo que no optemos con más frecuencia por el silencio para dialogar entre nosotros”, afirma Punset. “Estamos estrechando lazos, somos cada día más sociales y cada vez necesitamos más a los demás”, y sin embargo “la soledad continúa siendo una de las enfermedades fantasma de nuestros días”.

El de la soledad es uno de los temas que más preocupa al autor, ya que, señala, la soledad es uno de los detonantes (y causa) de muchas de las enfermedades de este siglo. De ahí que apueste por la prevención. “Si dispusiéramos de un sistema sanitario preventivo adecuado, ¿cuántas enfermedades derivadas de estas dolencias relacionadas con la soledad podríamos evitar?”, se pregunta.

Cuando trabajamos. La crisis como oportunidad.

Optimista por naturaleza, Eduard Punset ve oportunidades hasta en una de las peores crisis económicas que ha vivido Occidente en las últimas décadas. Porque la clave es cambiar, aceptar el nuevo paradigma y atreverse a reinventarse como profesional y como persona, sin miedo. Pero de la misma manera que debemos cambiar como individuos, debe ser el sistema empresarial y toda la sociedad la que debe dar un paso adelante. “Algún día entenderemos que el mejor servicio que podemos hacer a la productividad del país no es mantener a los trabajadores hasta las tantas en las oficinas y las fábricas, sino ocuparles sólo durante unas horas, en jornadas cortas, y que el resto del tiempo estén en sus casas educando a sus hijos”.

Para Punset, el mundo laboral del futuro será “más líquido y difuso, y la flexibilidad alcanzará también al conocimiento que habremos de dominar para sobrevivir en ese nuevo entorno”. Así, triunfarán quienes sepan trabajar en equipo, quienes sean capaces de innovar, ser valientes y prueben otras maneras de funcionar.

Cuando enfermamos. Las nuevas fronteras de la salud.


El secreto está en el cerebro, y de ahí que Eduard Punset vea en las terapias génicas el futuro para la medicina. Según la Organización Mundial de la Salud, en 2020 la depresión será la segunda causa de discapacidad en todo el planeta, sólo por detrás de las enfermedades cardiovasculares. Hoy en España sufren depresión o ansiedad entre el 12 y el 15% de los ciudadanos, y 800.000 tienen Alzheimer. “Los dolores del alma se han ido colando en el corazón de las preocupaciones de la gente”.

La neurocirugía, la neurología, la neuroimagen, la optogenética… son disciplinas que abren un nuevo campo en el tratamiento de las enfermedades y que pueden lograr mejoras importantes en los pacientes. Sin embargo, la clave según el autor, está de nuevo en la prevención. “Las generaciones futuras se llevarán las manos a la cabeza al recordar la ingente cantidad de dinero que en nuestra época dedicamos a curar enfermedades y lo poco que invertimos en prevención o dietética”. Una de las recetas del libro para ahorrarnos el estrés y la ansiedad es el ejercicio: “Cuando se practica ejercicio se estimula la producción de las proteínas que fomentan la plasticidad del cerebro”, y se reducen la ansiedad y la depresión.

Cuando envejecemos. Cómo abordamos la madurez.

Uno de los retos de la sociedad actual es afrontar la vejez. La esperanza de vida ha aumentado y las personas de 65 años aún están activas y pueden ser muy productivas. “Las personas de mayor edad son mejores solucionando conflictos, controlan mejor sus emociones y son menos propensas a la ira”. ¿Qué hacer con su experiencia? ¿Por qué no aprovechamos su bagaje? ¿Atrasamos aún más la edad de la jubilación? ¿Cómo evitamos la soledad de los mayores, y la rutina?

Si “la inteligencia emocional se agudiza con la edad”, ¿por qué no aprovechar este conocimiento de vida en la resolución de problemas, por qué no dar una nueva oportunidad a esa etapa de la vida? Además de hacernos un favor como sociedad, pondríamos en valor los conocimientos de todas estas personas y las liberaríamos de esa soledad que muchas veces les acecha, y de la rutina.

Cuando miramos a la muerte. Los caminos de la espiritualidad.

Y al final del camino, la muerte. ¿Tiene una explicación científica la espiritualidad? ¿Cómo no resistirnos a un final para el que originariamente, en términos biológicos, no estábamos preparados? ¿Qué papel juega la espiritualidad? ¿Está dios en el cerebro? ¿Cómo afrontamos el suicidio?

Existe una rama de la investigación cerebral, la neuroteología, “que pretende comprender, a nivel celular, en qué consiste la espiritualidad, es decir, qué sucede en el cerebro de una persona que dice sentirse en plenitud con dios o en contacto con la virgen o cómo es la actividad neuronal de un místico en plena fase de meditación profunda o de oración”. En los últimos años el debate ha sido tratar de explicar si la fe es un subproducto accidental de la cognición o se trata de un mecanismo adaptativo. Pero el caso es que precisamente el cerebro no nos ha sido dado para conocer la verdad sino para sobrevivir, de modo que podríamos tomar como válido el diagnóstico del filósofo y escritor Sam Harris sobre la experiencia de la fe: “el mecanismo que lleva a una persona a abrazar la idea de Dios tiene que ver con una respuesta emocional basada en procesos del cerebro relacionados con la recompensa. Nos gusta cómo nos sentimos cuando decidimos que algo es verdadero. Y ese algo, en este caso, es Dios”.

“¿Nacemos con un potencial para la bondad o, como piensan algunos, somos malvados y egoístas por naturaleza?”, se pregunta Punset en relación con otro de los temas que aborda en este apartado de Lo que nos pasa por dentro, la compasión. Recogiendo los estudios de Philip Zimbardo, psicólogo de la Universidad de Stanford (Estados Unidos), el autor afirma que “las personas nacen con la capacidad para ser buenas o malas, afectuosas o indiferentes, creativas o destructivas (…). Y es la misma mente la que empuja a unos a convertirse en villanos y a otros en héroes”.

“Fantástico. Tenemos un cerebro que es plástico y moldeable como un trozo de barro y podemos modificarlo mediante el ejercicio y el cambio de hábitos para hacer de él lo que queramos: convertirnos en buenas o malas personas, propagar la prepotencia o los sentimientos altruistas, construir a través de él la sociedad del egoísmo o la de la compasión”, apunta el autor, para quien este es un descubrimiento trascendental, pues “es la piedra de toque de la revolución que nuestra sociedad tiene pendiente: la de la auténtica conciencia del ser humano”.

Eduard Punset le vio los colmillos a la muerte en 2007, cuando se enteró de que “uno de mis pulmones posiblemente albergaba un cáncer”, lo que “supuso un cambio importante en las expectativas vitales e intelectuales con las me venía manejando por el mundo hasta ese momento”. ¿Aprendió de este tan amargo trago? “Los aprendizajes más importantes que incorporé a mi mochila durante esos meses no tuvieron que ver con reflexiones profundas alrededor del sentido de la vida ni con dudas sobre qué iba a pasar conmigo después de morir, sino con los asombrosos índices de solidaridad, altruismo y empatía que pude encontrar en los pasillos, salas de espera y consultas de los hospitales y centros de salud que visité. Hay quien ha sonreído cuando me ha oído afirmar que estoy agradecido al cáncer por lo que me ha enseñado, pero no exagero. Nunca antes había estado tan cerca de la muerte, pero tampoco jamás me había sentido tan próximo a la vida y el afecto de las personas”.
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Lía
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Re: Lo que nos pasa por dentro - Eduardo Punset

Mensaje por Lía »

uufff que buena pinta el comentario de Lucia
¿alguien quiere hacer MC para leer el comentario de la jefa? :cunao:

:dragon: :dragon: :dragon:
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lucia
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Re: Lo que nos pasa por dentro - Eduardo Punset

Mensaje por lucia »

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