verosmosis escribió: Hierbamora, ¿ya lo terminaste?
Uy, no te leí, vero. Entonces no, ahora sí, esta misma tarde.
Es un acierto la figura de lo sólido como sinónimo de perdurable, y la vida líquida como su opuesto, lo fugaz, rápido, lo vertiginoso, novedoso, e inestable. Lo que no tengo tan claro es que todo lo cambiante y efímero sea necesariamente indeseable. Hay en todo el libro un pensamiento pesimista bastante demoledor, y siento reconocer que coincido con él en un balance general.
Respecto a lo que habéis hablado sobre el mercado en la infancia y el tema de la cosmética, -datos bastante alarmantes si fueran ciertos-, se llega incluso a decir que sería deseable colocar máquinas emprendedoras de cosméticos en los centros educativos y en los cines.
El
capítulo 6 es tristemente real. No sé si habla bien o mal de la formación continua, que en principio es necesaria, pero sobre todo lo que remarca y matiza Bauman es qué significa hoy la palabra educación. La enseñanza se ha convertido en un objeto de mercado (como prácticamente todo), y no todas las personas tienen los recursos para acceder a ella. Lejos de aquél ideal ilustrado de hacer más libres y autónomos a la gente mediante el conocimiento y el saber, está creando unas diferencias cada vez más grandes entre los que pueden acceder a ese mercado, los "profesionales", y el resto que queda convertido en deshecho humano. Puede resultar catastrofistas sus ideas pero la rueda del mercado no tiene ápices de frenar. Lo curioso es que se enmascara bajo la educación una forma de aprendizaje cuyo fin va directamente relacionado con la economía y el mercado laboral, la eficacia y la competitividad. Un ambiente infecto, la verdad. Yo me bajo de este mundo (si pudiera).
La propuesta de Adorno, del
capítulo 7, un tanto complicada. Por un lado invita a no sucumbir a las presiones de la industria cultural y a esa multitud cuya satisfacción pretende ser calmada por esa industria. Se usa la figura del "mensaje en la botella" donde el intelectual lanza un mensaje (cuya potencia cree eterna y universal, válida para todos) en un espacio y tiempo indeterminado con la esperanza de que llegará a alguien alguna vez. ¿Pero es esto suficiente? La figura del intelectual no sólo se ha perdido sino que apenas es referente ya de nada. El libro en este sentido rezuma, como ya he dicho, bastante pesimismo y melancolía por otros tiempos mejores.
Sobre el objetivo supremo que apunta Adorno con su crítica social, la emancipación, y el desarrollo de individuos autónonos e independientes que decidan y juzguen por ellos mismos, es harto complicado. Las profecías de Marx no sólo se han cumplido sino que se han hecho a escala planetaria. Complicado salir de este gran entramado. A nivel local todavía se vislumbran movimientos autogestionados acordes con un mundo más justo, pero no siempre sus consecuencias son previsibles. Me estoy acordando que el otro día leía que un grupo de personas han remodelado y se han instalado en un pueblo abandonado y se les viene encima penas de prisión para varios de ellos. Ya se sabe: cuando uno se sale del manso y autocomplaciente rebaño borreguil es muy fácil que enseguida te pinten de negro.
Termino desesperanzada, aunque acabe con la frase de Ernst Bloch: Antes que ser "homo sapiens", el hombre es una criatura esperanzada.