Parece que lo más desafortunado del libro con diferencia es el título, que efectivamente, es propio de una novela romántica. Pero aunque pueda tener elementos de éste género, predominan otros con más fuerza, por eso le abrí aquí el hilo. Copio una opinión publicada en internet:
«Pétalo carmesí, flor blanca» es uno de esos libros que, por extensión e
intensidad, hacen que te quedes a vivir en sus páginas durante mucho tiempo.
Y el alojamiento es de agradecer. El alojamiento y también el itinerario que
traza por el Londres del siglo XIX.
Supongo que mencionar los ecos de Charles Dickens al transitar por las
calles de esta novela es cuestión obligada, porque de hecho se visitan
escenarios comunes: la grandeza y la bajeza, la nobleza y la pobreza, todo
ello en un recorrido por el costumbrismo...
Pero el trayecto se bifurca si de los personajes hablamos, pues si Dickens
aportó protagonistas que eran el arquetipo de la cobardía o la valentía o la
honradez o la corrupción o la bondad o la perversión, Michael Faber ofrece
unos actantes que no aportan esa carga simbólica. Sus criaturas son un
cúmulo de imperfecciones humanas, como tú y como yo. El cobarde puede ser
generoso, la arpía puede ser bondadosa, la creyente puede ser transgresora,
la demente puede tener sus razones...
Y todavía otras dos circunstancias marcan distancias entre ambos autores. Si
Charles fue un magnífico retratista de los sentimientos, Michael es un
perfecto dibujante de la inteligencia. Nada en sus personajes brota del
corazón, que a fin de cuentas no deja de ser una víscera. Todo,
absolutamente todo, es producto de la inteligencia de cada cual. Y de su
relación con el sexo. Porque se equivoca quien piense que, por las
similitudes aquí apuntadas y por los victorianos días en que se desarrolla
la acción, va a ser una novela sin pasión. Todo lo contrario: la lujuria y
la abyección van a estar presentes en buenas partes de la novela, sin perder
un ápice de buen gusto, pese a lo truculento de muchas de sus escenas. Y
ello, explícita o implícitamente, gracias al fascinante léxico que maneja el
autor (que consigue estimular, y cómo, la imaginación -o líbido- del
lector-). Mérito conseguido mano a mano con el traductor, por supuesto.
Y así las cosas, llegamos al factor que más distingue la visión que del ser
humano tienen ambos autores: la mujer. Porque «Pétalo carmesí...» no puede
ser más políticamente correcta en los tiempos que vuelan. En esta novela, la
mujer deviene en un individuo que, desde su relegado papel secundario,
observa, analiza (e influye solapadamente en) el mundo que van construyendo
los hombres.
Ya quedó dicho y redicho que el teclado del autor ha conseguido
introducirnos en cada una de las situaciones como si fuéramos un personaje
más. Pero es que este efecto viene reforzado por un recurso muy acertado.
Que a nadie le sorprenda pues que, de improviso, la voz en tercera persona
que narra la historia se vuelva hacia nosotros y nos sugiera qué camino
tomar. Supongo que tampoco transgredo ningún misterio para el futuro lector
si apunto vagamente que las tramas de esta historia pueden dar un giro
inesperado, sin que nada nos hubiera apercibido de ello, tal y como sucede
en la vida. Quizás porque esta novela con estructura de folletín es eso,
varios pedazos de vida estampados en mil páginas cosidas.
Llegados a este punto y aparte, vayamos al argumento (o sinopsis, que diría
la carátula de un deuvedé). Sugar es una jovencísima a la que su madre
introdujo en el oficio más antiguo del mundo, y que ella se encargó de
convertir en un arte. Su grandísima reputación atraerá al mediocre escritor
y heredero de una gran fortuna que es William Rackham. Y la moza pasará a
ser pronto una de sus posesiones y mayores intereses. La relación de ambos
irá transcurriendo más allá de lo imaginable entre una puta y su cliente,
entre un amo y su sierva.
Todo ello hace que este libro figure en el haber de mis elegidos, en mi
opinión. En el debe dejo que el título sea uno de los peor escogidos, para
mi gusto.
Groucho Allen
Por cierto, parece ser que aparecen arpías en la novela...