Bueno, pues el libro, a pesar de que me gusta mucho el estilo narrativo del autor, está a punto de entrar a formar parte de mi categoría de "tochaco infumable".
La minuciosidad con la que describe todos y cada uno de los personajes de la época, como si fuese un listado, hace que al final me acabe perdiendo en algunos capítulos y me arme un lío con tantos nombres y personajes.
Me voy por el capítulo V, incluído, y reconozco que se está poniendo un poco interesante, aunque no sé yo.
Pier Francesco se va volviendo cada vez más malo maloso y van tomando más protagonismo las intrigas políticas, lo que hace que el libro me sea más interesante aunque tampoco sea para tirar cohetes. |
Respecto a los anacronismos del narrador:
Pues casi es lo que más me está gustando del libro, eso saltos anacrónicos que va dando y que parecen dejar claro que Pier Francesco está narrando en el presente como si fuese una especie de fantasma. Me intriga descubrir esa parte del misterio.
También hace mucho hincapié en que su horóscopo al nacer decía que sería inmortal. |
Dejo como ejemplo de buena escritura relacionada con lo anterior el principio del capítulo VI, que todavía no me he leído:
(Lo pongo en spoiler aunque yo no considero que lo sea, porque este estilo de presentar la incognita sobre el narrador es constante desde el principio de la novela).
Perdóneme el lector la falta de gusto, la petulancia anacrónica, la insolencia típica de los viajeros frente a los que no han salido de su barrio -y en este caso de su tiempo-, pero le aseguro que quien no ha visto a Venecia en el siglo XVI no puede jactarse de haberla visto. Comparada con aquella, con aquella vasta composición cuidada e impetuosa de Tintoretto o de Tiziano, la actual es como una tarjeta postal, o un cromo, o una de esas acuarelas que los pintarrajeadores venden en la plaza de San Marcos a los extranjeros inocentes. Supongo que otro tanto diría -incomodándome en ese caso a mí- quien la hubiera conocido en el siglo XV, en el XVIII y quizás en el XIX. Yo sólo hablo de lo que tuve la suerte de conocer. La Venecia que el lector habrá recorrido tal vez en estos años de posguerra, bazar de cristales reiterados en series, con lanchas estrepitosas, hoteles innúmeros, fotógrafos, turistas invasores, histéricas, lunas de miel, serenatas con tarifa, pillastres de la sensualidad, rezagados de Ruskin y ambiciosas porta-bikinis, no conserva vínculo alguno, fuera de ciertos rasgos de la decoración eterna, con aquella, admirable, que yo visité en el otoño de 1532. Se suele repetir que determinadas ciudades -Brujas, Toledo, Venecia- no cambian; que el tiempo las respeta y pasa de puntillas a su lado. No es verdad: cambian y mucho. Venecia ha cambiado tanto que cuando he llegado a ella, recientemente, me ha costado ajustar esa imagen sobre la que mi espíritu guardará intacta para siempre, de una ciudad maravillosa. |
[...]
Me encanta, párrafos como este me hacen seguir con el libro.
Sigo con él, pero creo que me voy a dar un descanso de unos días mientras me termino otro libro del que empieza hoy miniclub.
Lía escribió:
Tito, recuperate pronto. Y este libro no es para leerlo en tus circustancias, ni en las mías que llevo una semana de consultas hospitalarias con un familiar y me queda otra parecida o peor
. No es libro para leer en salas de espera, adelantaré hoy y mañana pero si veo que no me concentro lo dejo para otra ocasión
Vaya, siento mucho que los dos estéis así. Desde luego no son las mejores condiciones para leer este libro, porque requiere mucha atención para no perderse en el marasmo de personajes, y ni aún así.