Llevo unas trescientas páginas y no me había dado cuenta de los errores que comenta Limoncella. Bien es cierto que leí las dos primeras partes de la novela bastante rápido para el club de lectura con Olalla. Como me queda bastante libro, iré más pausado y me fijaré.
La verdad es que el comentario -razonado- me ha roto un poco los esquemas, porque en general me parecía que la redacción era francamente buena. Especialmente los diálogos, muy conseguidos, y con un tono de otra época, o de la imagen que yo tengo de ella. Las conversaciones tienen algo de teatral, sin serlo, y resultan agradables porque encajan en esa idea de personajes moviéndose en escenarios próximos al Siglo de Oro.
No soy aficionado a la novela histórica, por lo que tengo pocas referencias para valorar. Creo que están muy bien dosificados los detalles digamos pintorescos, como la orina acumulada en la sentina para controlar la estanqueidad, lo de pasar la primera noche en el barco tras atracar para facilitar el protocolo, o el funcionamiento del lazareto . Informaciones novedosas para la mayoría de los lectores, que se dan sin ninguna pedantería.
La trama tiene su intríngulis. Como en “El nombre de la rosa”, bajo un entorno monumental, plácido y religioso, pasan cosas más o menos turbias que se siguen con interés y sin que se adivine de momento por donde van a ir los tiros. Digo yo que se irá aclarando el título del libro, que por cierto suena muy bien.
Me ha gustado mucho la escena del abordaje. Breve, con el vocabulario marinero justo, y un aire épico que me recordó los combates marinos en las novelas de Salgari. Ahí tiene su aquél eso de que “aúllen” los contendientes. Pensaba que sería un episodio sin mayor trascendencia, para describir la destreza del protagonista, pero según avanza la lectura veo que se ha engarzado muy bien en la historia.
Hay algunas descripciones que se me antojan largas, como la de la casa de Montalto, o la preparación del lienzo por parte de Caravaggio ¿Es cierto que este hombre tenía fijación por las orejas? Pero son
pecata minuta en un texto que hasta ahora es muy elegante. De vez en cuando, hasta se dejan caer reflexiones jugosas sobre la vida, como en el diálogo entre Betta y Lina valorando el trabajo.
Es un acierto el personaje del pintor. Secundario, con sus luces y sombras -nunca mejor dicho-, y un aire canalla que me hace despertar como lector, a veces más simpatías que frey Giambattista, tan pío él.
Supongo que con tanta cita a Dante, el nombre de Beatrice será intencionado.
Ojalá el libro estuviera ilustrado, además de con las obras de Caravaggio que se citan, con dibujos al estilo de la serie de Alatriste. Pero más tenebristas, claro. Por pedir que no quede…