El cine en un fragmento literario

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Re: El cine en un fragmento literario

Mensaje por Gretogarbo »

Se enderezó en la cama, temiendo de pronto, tras haberlo esperado, que el somnífero hiciera su efecto. Se había tomado una dosis de caballo, sin dormir, o casi, desde hacía cuarenta y ocho horas, y casi sin comer, se sentía muy débil. Sin embargo, aunque sus pensamientos se movieran en una especie de ganga algodonosa, ganaban en agudeza, avanzaban como la punta de un cúter, cortando la niebla, le parecía oírlos rechinar al construir su razonamiento. Absurdo, desde luego, inverosímil, tan absurdo e inverosímil como esas películas policíacas en las que el suspense disimula los fallos de construcción, como Las diabólicas o Canción de cuna para un cadáver, en las cuales los conspiradores, al mismo tiempo que montan sus apariciones pseudosobrenaturales, se pasan el tiempo tranquilizando a su infeliz víctima, diciéndole: «Estás muy cansada, querida, descansa, todo pasará...» Exactamente lo que le decían, o mejor dicho, lo que se decía a sí mismo. ¿Y si hubieran contado con eso, con la certeza de que una idea tan absurda, tan inverosímil, no tenía más de una posibilidad entre un millón de pasarle por la cabeza? Las diabólicas, si no recordaba mal, estaban inspiradas en un suceso real...
(...)
Ni siquiera un careo, una cena, por ejemplo, con Agnès y su padre, serviría de nada, una vez de regreso a casa, por fin solos. Se preguntaría sin cesar si estaba perdiendo la razón, si veía fantasmas, si le mentían y por qué, era mucho más sutil y a la vez más sencillo que Las diabólicas. Dentro de unos días ese trabajo de zapa daría sus frutos. Él ya se parapetaba, renunciaba a la más fácil de las comprobaciones, no se atrevía a preguntar nada a nadie. Dentro de unos días, con tino, sin la menor violencia y hasta sin complicidad externa, Agnès y Jérôme lo habrían convencido totalmente de su locura, vuelto loco como quien no quiere la cosa. Y si él los acusaba, si demostraba que los había calado, eso sería una prueba más; ya estaba viendo sus rostros incrédulos, hechos polvo. Le dejaban realizar todo el trabajo, trastornarse por sí solo. Y por ello, ahora que había comprendido, le correspondía la iniciativa, tenía que contraatacar, en el terreno de ellos, que preparar un plan tan retorcido como el suyo para cogerlos en su propia trampa.
El bigote, de Emmanuel Carrère (traducción de Esther Benítez)

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Re: El cine en un fragmento literario

Mensaje por Gretogarbo »

Mai estaba en la cocina, dándole vueltas al contenido de una sartén con una cuchara de madera.
— ¡Álvaro, qué pronto has llegado!
— Sí —admití, y cerré la puerta.
— El niño está...
— El niño está viendo
Peter Pan —la interrumpí, colocándome detrás de ella—. Se la acabo de poner. Es su peli favorita, ya sabes, y no creo que sea peligrosa, porque salen unos piratas, pero son muy simpáticos.
— Pero ¿no se la habías escondido...? Álvaro... —dejó escapar una risita nerviosa—. Álvaro, ¿qué haces?
— Nada —tenía la mano derecha dentro de su sujetador, la mano izquierda debajo de su falda, y la besaba en el cuello, muy despacio—. Bueno... Esto —y moví todos los dedos a la vez—. Le he levantado el castigo, pobrecito...
— ¿Y por qué?
— ¿Que por qué? —repetí, imitándola, mientras me apretaba contra ella—. ¿Tú qué crees?
— Álvaro..., estoy haciendo croquetas para cenar... Y la bechamel se me va a llenar de grumos...

El corazón helado, de Almudena Grandes

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Mensaje por Gretogarbo »

(...) Detenida en el más alto de los tres peldaños que daban acceso al salón, parecía una porcelana exquisita, carísima, digna de todas las miradas. Eso sintió Julio al verla, antes de volver la vista sin remedio hacia su acompañante, una aspirante a actriz de veintimuchos años, que iba teñida de rubio platino para subrayar su parecido con Lana Turner y que ni siquiera le cobraba por acostarse con él. Era espectacular, y hasta aquel instante él creía que le gustaba mucho, pero la simple aparición de Angélica la había convertido en una jamona vulgar y ordinaria, indeseable. Entonces, Gustavo Aguirre, en el que ni siquiera se había fijado, insinuó el ademán de empujarla con mucha delicadeza para invitarla a avanzar, y sólo en aquel momento Julio comprendió que era su pareja, y la presencia de su recepcionista en aquella fiesta que Romualdo Sánchez Delgado daba todos los años.
El corazón helado, de Almudena Grandes

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Re: El cine en un fragmento literario

Mensaje por Gretogarbo »

(...) Los hombres destilan palabras melosas mientras seducen a las mujeres para que abran las piernas, el dulce parloteo que vence la resistencia femenina. Las mujeres arteras empujan a los hombres a cometer tal o cual crimen; la fría seductora del cine que esconde en el bolso un pequeño revólver de culata nacarada. La Rosalind Russell que hablaba a toda prisa y que espeta un río de palabras a Cary Grant en Luna nueva. El amor es un combate verbal. Sheherezade no deja de hablar para seguir viva una noche más. Los trovadores vagan y cantan para obtener los favores de una dama. La conseguiré con palabras y música. Tornaré la anatomía humana en rosas, estrellas y mares. Diseccionaré el cuerpo de mi Amada en metáforas. La alabaré. La atraeré con mi ingenio. (...)
El verano sin hombres, de Siri Hustvedt (traducción de Cecilia Ceriani)

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Re: El cine en un fragmento literario

Mensaje por masako »

Una tarde fui al cine a ver una película italiana en blanco y negro, Il posto. Era una película lenta y triste: trataba de la vida de un joven y de su primer trabajo en una oficina. La sala estaba casi vacía. Mientras miraba la frágil figura del joven empleado, vestido con una gabardina, y veía las humillaciones que sufría y la desolación sin esperanza de la película, sabía que la regla no me bajaría.

El acontecimiento de Annie Ernaux

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El empleo (Ermanno Olmi, 1961)

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Re: El cine en un fragmento literario

Mensaje por masako »

...He tenido que hacer un esfuerzo para escapar del estancamiento de las imágenes y tratar de comprender la ley, esa realidad invisible, abstracta y ausente del recuerdo, que, sin embargo, me impelía a salir a la calle en busca de un médico improbable.

Estaba por todas partes. En los eufemismos y las lítotes de mi agenda, en los ojos saltones de Jean T., en los matrimonios forzados, en el filme Los paraguas de Cherburgo, en la vergüenza de las mujeres que abortaban y en la reprobación de las otras. En la imposibilidad absoluta de imaginar que un día las mujeres pudieran decidir abortar libremente. Y, como de costumbre, era imposible determinar si el aborto estaba prohibido porque estaba mal, o si estaba mal porque estaba prohibido. Se juzgaba con relación a la ley, no se juzgaba la ley.


El acontecimiento de Annie Ernaux

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Los paraguas de Cherburgo (Jacques Demy, 1964)

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Re: El cine en un fragmento literario

Mensaje por Gretogarbo »

Avanzan despacio por la plaza, abrazados por la cintura, y pasan juntos el resto de la velada, dando vueltas lentamente bajo los corazones de papel crepé de Polly mientras suena el tema principal de La Ronde, una película francesa un poco subida de tono para la que todavía se forman largas colas en el West End.
— ¿Has visto
La Ronde, Adrian? —pregunta Polly.
— Desde luego que no —contesta él, con su monótono acento de Derbyshire.
— Tienes que verla, es buenísima.
— En los Estados Unidos, ha sido prohibida por la Liga de la Decencia.
— Bah, a esos no hay que hacerles ni caso.
— Pues yo pienso que nos vendría muy bien tener una organización como esa en este país.
— ¡Vamos, Adrian, eres la monda! ¿Por qué no me sacas a bailar?
— Yo no bailo, Polly, ya lo sabes. De todos modos, estaba a punto de irme. Tengo muchas cosas
que hacer.

Almas y cuerpos, de David Lodge (traducción de Mariano Peyrou)

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Mensaje por Gretogarbo »

Incluso Polly, que había sido una de las primeras defensoras de la revolución sexual, estaba comenzando a preguntarse si las cosas no habían ido demasiado lejos. Por supuesto, se había dedicado a hacer n cosas con Jeremy muy felizmente durante años, pero, cuando él dio muestras de querer hacerlas con n parejas, ella se opuso. En una ocasión, los invitaron a una fiesta en la casa de campo de un productor cinematográfico, un conocido de Jeremy, en la que reinaría un ambiente libertino con intercambio de parejas incluido. Él la presionó para que fueran y se enfurruñó cuando ella se negó. Un tanto nerviosa, Polly trató de mostrar más entusiasmo en sus relaciones sexuales, proponiendo juegos y variaciones que sabía que a él le gustaban, aunque a ella le parecieran bastante tediosos. Pasaron una temporada atándose con cuerdas, vistiéndose como sadomasoquistas y representando pequeñas escenas: estaban en un salón de masaje o ella era una chica de compañía o eran los protagonistas de la película El lago azul. Estos esfuerzos distrajeron a Jeremy durante un tiempo, pero al final volvió a presionarla para que asistieran a aquellas fiestas promiscuas.
Almas y cuerpos, de David Lodge (traducción de Mariano Peyrou)

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Re: El cine en un fragmento literario

Mensaje por Gretogarbo »

— Yo ya he bebido bastante —dijo Miriam—. Y tú también, Michael —añadió cuando él extendió la mano para darle su vaso a Jeremy.
— ¡Ya sé! —exclamó Jeremy—. Después de la sauna, os prepararé un vino caliente con especias. —Mostró sus afilados dientes—. Y os pondré algunos de mis vídeos nocturnos especiales.
Garganta profunda no, cariño, por el amor de Dios —dijo Polly.
¿Garganta profunda? —preguntó ansiosamente Michael—. ¿La tienes?
— Un amigo mío me ha traído una copia pirata de los Estados Unidos —respondió Jeremy—. Es divertidísima.
— Es ordinaria y desagradable —dijo Polly.
— Tengo que admitir que a mí me encantaría verla —dijo Michael.
— ¿De qué va? —preguntó Miriam.
— Seguro que has leído algo al respecto —dijo Polly—. Va de una chica, Linda Lovelace, que solo se corre cuando se la chupa a los hombres. La típica fantasía machista.
— Pero no es posible que eso salga en una película —objetó Miriam.
— Sí, vaya si lo es —dijo Polly.
— Bueno, no discutamos sobre eso ahora —intervino Jeremy—. Vamos a la sauna.
(...)
Cuando el médico se marchó, Michael dejó que lo llevaran a la cama sin hacer ninguna mención al vino caliente ni a Garganta profunda; una vez allí, se abrazó a Miriam más como un niño que como un amante, con el pene tan pequeño y blando como un ratón.
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Mensaje por Gretogarbo »

— ¡Angéla! —le dijo en un intento por calmarla mientras, sentado en una silla, la miraba arreglar los cojines, con el rostro bañado en lágrimas resplandecientes; recordaba a Asta Nielsen en alguna de sus películas—. Últimamente estás muy nerviosa, igual que todos. No es de extrañar, porque vivimos en una época terrible. Tienes que descansar. Empieza una era completamente nueva y feliz. Nuestra vida cambiará. Al fin volveremos a vivir. El de hoy no es un día cualquiera. El 31 de julio de 1919 pasará a la historia.
Anna la dulce, de Dezsö Kosztolányi (traducción de Judit Xantus


Y aunque ya se ve un fragmento en el vídeo anterior, éste va de propina. ¡Qué barbarité!

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Re: El cine en un fragmento literario

Mensaje por masako »

"...Mark debía de rondar los setenta en aquel momento. Aunque no era nada atlético, tenía un poco el aire de Burt Lancaster en Un tipo genial. (Como ya he dicho, todas las cosas y todas las personas me recuerdan alguna película.) También tenía ojos de soñador –o más bien los había tenido unos diez años antes–, pero ahora estaban velados por el fracaso. Mark llevaba intentando hacer la misma película los últimos veinte años o incluso más. En determinado momento, a finales de los ochenta, había adquirido los derechos de una novela de Kingsley Amis; un nombre que, por aquel entonces, aún conservaba cierto prestigio. Parecía una propuesta bastante razonable, y él se había asegurado los servicios de un director muy conocido y tres o cuatro actores taquilleros. Pero, por algún motivo, la aportación definitiva del dinero había fallado a última hora y el director había dejado de estar disponible, y un par de los actores igual, y uno de los otros ya no parecía tan rentable, y antes de que se diera cuenta de lo que estaba pasando, el proyecto empezó a desprender como un mal olor que todo el mundo empezó a notar, salvo el propio Max. Como productor, ya tenía un par de títulos de bastante éxito en su haber (un largometraje y una única adaptación teatral para la BBC2), pero desde entonces no había vuelto a hacer nada y su afán por levantar su estúpida adaptación de Kingsley Amis había acabado por obsesionarlo."

El señor Wilder y yo de Jonathan Coe

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Un tipo genial de Bill Forsyth

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Mensaje por Gretogarbo »

Una vida distinta, hacedera, usadera —lo llamaban democracia—, hacia donde huían los personajes de Casablanca, donde vivían ladrones elegantes como Cary Grant, jamás una gota de sangre en la chaqueta, y mujeres olímpicas de cabeza estatuaria, como Katharine Hepburn. Todas las monjas tenían la cara de Ingrid Bergman, su dulcísima sonrisa de madre espiritual, todos los curas cantaban tan mal como Bing Crosby, pero llenaban la parroquia. ¿Qué mundo era aquél?


(...)
Aquella manera de fumar que tenía Bogart, la amargura de la boca, la mano un poco basta, recogiendo el cigarrillo y como abrasándose estoicamente con la lumbre, los ojos velándose con el humo en un guiño imperceptible, algo de hombre enfadado, pero enfadado con el mundo, con la gente, con la vida, cabreado con el tiempo y el espacio. Porque se puede ir de esmoquin blanco y estar cabreado con el mundo, como en Casablanca, sobre todo cuando los pianos suenan en el fondo del mar de la nostalgia y el tiempo cambiará de forma y de color y no variará mi amor.


(...)
Pero Casablanca era mucho mejor que un tango argentino porque Casablanca es el tango argentino sublimado por el tango universal de la guerra, la máquina Singer —el piano Singer?— y todo lo que a mí me parecía cosmopolita, entonces no conocía la palabra, o sea vivir en cafés llenos de música y peligro, vivir de noche, responder siempre a las mujeres con monosílabos, que es lo macho, y, en todo caso, frases cortas para todo el mundo, cortas y eficaces, como las de Bogart,... (...) Mamá lloraba un poco y el rímel se le corría y ella lo arreglaba con el pañuelo, dándome una idea de que todo termina bien, en el cine y en la vida, pero Casablanca no terminaba bien y nuestra vida no terminaba bien, bueno, nuestra vida en realidad no terminaba, al día siguiente el colegio lóbrego con olor a campo y a infancia sucia, sin pureza, y ella a su oficina donde se ponía un poco peor de la enfermedad porque el escribir a máquina no es bueno para el pecho, no era bueno para su pecho, que se había hundido un poco en aquella postura, hasta dar ramilletes de sangre.


(...)
Los alemanes eran los malos, en la película y en la guerra, los alemanes siempre eran los malos en aquellas películas americanas, deduje que los alemanes son malos, son siempre malos, porque ya en el colegio nos explicaban la invasión de los bárbaros del norte, que en Casablanca no llevaban cuernos, sino unos uniformes muy elegantes y hasta parecían educados, pero yo había decidido ser de mayor —ya casi era mayor— el hombre duro con el nudo de la corbata apretado, para defender a mi madre, a Ingrid Bergman, a Electita, una chica que me gustaba, no sé.


(...)
Me parece que ella vuelve otra noche, ya rendida, buscando amor, no visados, dispuesta a quedarse, todo eso. Casablanca era una película que había atravesado plurales censuras, y yo esto lo sabía, lo había oído, pero incapaz de discernir entre las oscuridades de la censura y las oscuridades de mi entendimiento, que siempre se quedaba en lo más umbrátil de la historia, como decía una criada nuestra, Pilar, "yo es que no cojo bien el fondo".


(...)
(...) No sabíamos cuánta perversión había en Maugham, como no sabíamos cuánta improvisación había en Casablanca. Ni siquiera mamá, que lo sabía todo, hubiera podido explicarme por qué unos hombres se suben el cuello del abrigo y otros no. Parece que dentro de la películas siempre hace frío.


(...)
Cuando sonaba La marsellesa en la película todo el cine era escalofrío y mujeres húmedas. Como había censura, de La marsellesa sólo daban unas notas, los primeros compases. Luego he visto Casablanca muchas veces y La marsellesa sale casi entera. Pero a mamá y a mí nos era familiar La marsellesa (y supongo que a todos los espectadores) porque la oíamos muchas noches por Radio Pirenaica y otras radios, y sonaba así como a cosa de rojos, a exilio, a soledad, a libertad, a Europa. (...)


(...)
(...) Nuestra última conversación, que yo recordase, había sido en la fiesta fallida del ático, cuando nos dijimos tantas cosas y al final le pedí que en lugar de Chopin tocase lo de Casablanca, "los tiempos cambiarán de forma y de color y no variará mi amor..."


La forja de un ladrón, de Francisco Umbral
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Re: El cine en un fragmento literario

Mensaje por Gretogarbo »

Me costó decidirme, pero al final entré a ver El escritor, de Roman Polanski. Todavía hoy tengo debilidad por sus películas, sobre las que vuelvo de vez en cuando, a excepción de El escritor, por supuesto. La repetición es uno de los placeres enmascarados de la vida, y la renuncia a ella se vuelve una herida permanentemente abierta. Ese día se llevó muchas de las cosas que amaba, y no me refiero solo a las personas. Nunca más pude ver esa película, no volví a comer macarrones con chorizo, no escuché a Amy Winehouse, y tampoco me acerqué a la coca.
(...)
(...) Mientras yo preparaba unas rayas, Emma compartió con todos su buena noticia del día y anunció que el año siguiente se iría a Uganda. Y como yo no decía nada, pregonó también que mi cuadro estaría en la Bienal, omitiendo que antes tendría que superar una selección final. No añadí unas grandes palabras al aplauso que me dieron y pasé a hablar de El escritor. Eso dio pie a Anouk para contar que años atrás, en París, sus padres se sentaron a tomar algo en la terraza del Café de Flore. Antes de marcharse, el padre se dirigió al lavabo. Al entrar, advirtió una voz, desde uno de los habitáculos, que reclamaba papel higiénico en inglés, y a continuación en francés. «Era un susurro angustiado», dijo Anouk. Su padre miró a un lado y a otro, y cuando descubrió un rollo de papel, se lo hizo llegar por encima de la puerta. Al poco, la puerta se abrió y apareció Roman Polanski, que sonrió al padre de Anouk con una secreta complicidad y se fue.
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Re: El cine en un fragmento literario

Mensaje por Gretogarbo »

El resultado de regresar a casa, y pasar en ella la mayor parte del día, fue que empezó a cocinar más. Cuando ese lunes mi padre se fue a la Fiat, ella se quedó viendo un rato la televisión, comió algo, y después se durmió en el sofá, mientras en el canal TCM emitían Centauros del desierto. Esto lo sé porque a media tarde me llamó por teléfono y me lo contó ella misma. En Nueva York eran seis horas menos, así que me cogió en la oficina. No podía conversar. Aun así la escuché. Me dijo que me quería. Ella no tenía costumbre de ser tan afectiva, así que me desconcertó. (...)
Rewind, de Juan Tallón

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Re: El cine en un fragmento literario

Mensaje por Gretogarbo »

En su ausencia, me fijé en que seguía colgado uno de mis cuadros de una pared. Esa sí que era una prueba de la existencia del viejo Paul Madiot, pensé. Recordaba cuándo lo había pintado, dónde y qué había hecho ese día. No había hecho casi nada, salvo empezar el cuadro por la mañana y finalizarlo por la noche, momento en el cual me fui al cine a ver En tierra hostil, de Kathryn Bigelow, con Emma y Luca, y después a tomar una copa.
Rewind, de Juan Tallón

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