El día de hoy en un libro (II)

[emedoble]

Leí:
18 de enero
Dos periódicos vespertinos 2 peniques
Regreso en metro 1 chelín/8 peniques
Café. Salón de té Gunters 2 chelines
Me estuvo observando con atención mientras yo leía.
—El salón de té era más caro de lo que me imaginaba —dijo—, pero pedí lo más barato que podía tomarme sin llamar la atención.

El final del affaire, de Graham Greene (traducido por Eduardo Jordá)

[emedoble]

18 de enero de 1946.
He ido a almorzar con Maurice por primera vez en estos dos años. Le llamé por teléfono y le pedí que nos viéramos. El autobús se he metido en un atasco en Stockwell y he llegado diez minutos tarde. Por un instante he sentido el mismo temor que me asaltaba en los viejos tiempos: que ocurriera algo que nos echara a perder el día y que al final él se enfadara conmigo. Pero ahora yo no tenía ningún deseo de enfrentarme a él oponiéndole mi propio enfado.

El final del affaire, de Graham Greene (traducido por Eduardo Jordá)

[emedoble]

"El futuro es oscuro, que es, en general, lo mejor que el futuro puede ser, creo", escribió Virginia Woolf, en su diario el 18 de enero de 1915, cuando tenía casi treinta y tres años y la Primera Guerra Mundial estaba empezando a convertirse en una catastrófica carnicería a una escala sin precedentes, y que continuaría durante años. Bélgica estaba ocupada, el continente estaba en guerra, muchas de las naciones europeas también invadían otros lugares, el canal de Panamá acababa de ser abierto, la economía norteamericana se encontraba en una terrible situación, veintinueve personas acababan de morir en Italia en un terremoto, los dirigibles Zeppelin estaban a punto de atacar Great Yarmouth dando el pistoletazo de salida a la era del bombardeo aéreo sobre civiles, y a los alemanes les faltaban dos semanas para utilizar, por primera vez, gas venenoso en el frente occidental. Aunque puede que Woolf estuviese escribiendo sobre su propio futuro más que sobre el del mundo.

Los hombres me explican cosas, de Rebecca Solnit (traducido por Paula Martín)

[Gretogarbo]

19 de enero de 1960
Mi abuela materna ha fallecido. Último vínculo real con mi madre. Ha muerto en Birmandreis a la edad de noventa y seis años. Triste mes de enero.
Nuestras riquezas. Una librería en Argel, de Kaouther Adimi (traducción de Manuel Arranz)

[emedoble]

19 de enero
Trayectos en metro 2 chelines/4 peniques
Botellines de cerveza 3 chelines Cóctel 2 chelines/6 peniques
Pinta cerveza amarga 1 chelín/6 peniques
Volvió a interrumpir mi lectura.
—La cerveza me da un poco de apuro, señor, porque tiré el vaso debido a un descuido. Pero estaba un poco nervioso porque tenía algo nuevo que informar. Ya sabe usted, señor, que a veces hay semanas y semanas muy decepcionantes, pero en esta ocasión, al segundo día...

El final del affaire, de Graham Greene (traducido por Eduardo Jordá)

[emedoble]

Ahora ya me acordaba de él y de su hijo abochornado. Leí bajo la entrada del 19 de enero (de un simple vistazo ya había podido ver que el 18 de enero solo tenía un informe de movimientos intrascendentes): «La persona en cuestión fue en autobús a Piccadilly Circus. Parecía inquieta. Subió por Air Street hacia el Café Royal, donde la estaba esperando un caballero. Mi chico y yo...»

El final del affaire, de Graham Greene (traducido por Eduardo Jordá)

[emedoble]

La gran tormenta del invierno empezó el día de mi undécimo cumpleaños, el veinte de enero. Cuando bajé a desayunar aquella mañana, Jake y Otto entraron en casa blancos como muñecos de nieve, golpeándose las manos y dando patadas en el suelo. Al verme, soltaron grandes risotadas y dijeron:
–Esta vez sí que tienes un regalo de cumpleaños, Jim. Una tormenta de nieve para ti solo.

Mi Ántonia, de Willa Cather (traducido por Gema Moral Bartolomé)

[Gretogarbo]

— Sí, sí. El Matadero no era nada agradable —dijo sin que yo le preguntara nada—. Ahora que veo a Strangwick lo vuelvo a recordar todo. ¡Qué extraño fue! Había un sargento que mandaba el Segundo pelotón, ¿cómo diablos se llamaba? Era un tipo ya mayor, que debe de haber mentido como un condenado para ir al frente a su edad; pero era un suboficial de primera, y cualquiera hubiera jurado que sería el último en hacer algo al revés. Bueno, pues en enero del 18 le tocó un permiso de quince días. Entonces estabas en la Plana Mayor del batallón, ¿verdad, Strangwick?
— Sí. Estaba de ordenanza. Fue el 21 de enero —Strangwick hablaba con la lengua estropajosa y le brillaban los ojos. Se veía que el medicamento lo había afectado.
(...)
— Ya declaré entonces lo que sabía, y se lo dije a usted. Pasó... me adelantó, mejor dicho… cuando bajaba de la sección de apoyo, cuando le dije que le habían dado permiso. Creí que iría a la trinchera del Loro, como siempre, pero debe de haberse desviado por la Línea francesa, donde estaba la barricada vieja, la del bombardeo.
— Sí, ahora recuerdo. Tú fuiste el último que lo vio vivo. ¿Y dices que fue el 21 de enero? Pero, ¿cuándo fue que te trajeron Dearlove y Billings para que te viera yo, porque estabas completamente ido?
(...)
— Sí que lo recuerdo —dijo Keede—. Pero, ¿qué pasó con el sargento?
— Creo que le vi algunas veces por distintos sitios en los días siguientes, pero no me acuerdo bien. No pasó nada raro. Y el 21 de enero salió su nombre en la lista de permisos y yo tenía que avisar a los que estaban en la lista. Eso sí que lo vi, claro. Aquella misma tarde los boches habían estado probando un nuevo mortero de trinchera, y antes de que nuestra artillería pesada pudiera acabar con él metió una granada por una mirilla y se llevó por delante a una media docena. Los estaban sacando cuando fui a la sección de apoyo y a donde el Lorito, que estaba bloqueado. ¿Se acuerda, doctor?
Una madonna de las trincheras, de La Casa de los Deseos, de Rudyard Kipling

[Gretogarbo]

Schulse-Eisenstein Galleries
San Francisco, California, EEUU
21 de enero de 1933


Herrn Martin Schulse
Schloss Rantzenburg
Múnich, Alemania
Mi querido Martin:
Me alegró mucho poder mandarle tu dirección a Griselle. La tendrá enseguida en sus manos, si es que no la ha recibido ya. ¡Qué alegrón le dará encontrarse con todos vosotros! Estaré allí en espíritu con tanto regocijo como si os viera en persona.
Paradero desconocido, de Kathrine Kressmann Taylor (traducción de Carmen Aguilar)

[Gretogarbo]

21 de enero de 1945
Me paso los días buscando un local lo suficientemente grande como para albergar las ediciones Charlot y que esté dentro de mis posibilidades (que no son enormes).
Nuestras riquezas. Una librería en Argel, de Kaouther Adimi (traducción de Manuel Arranz)

[emedoble]

CARTAS A SU FAMILIA

[Nueva York, 22 de enero de 1930]
He sentido tantísimo, tantísimo, que Conchita haya tenido que estar su luna de miel vestida de luto, cosa bastante triste para una recién casada, pero yo espero que ella se guardará los vestidos para ponérselos después. Aunque lo mejor sería seguir la costumbre de América, donde no existe el luto ni para un funeral.

Federico, de Ilu Ros

[emedoble]

–¿Hay mujeres que toquen las campanas? –le preguntó ella.
–Algunas. Las hermanas White de Basingstoke lo hacían. Alice White fue la primera mujer del país en tocar un repique completo.
–¿Cuándo fue la última vez que hubo una mujer en este campanario?
Arthur hizo una pausa y luego dijo:
–Fue mi mujer, el 22 de enero de 1919.
La fecha era tan específica que Violet supo que había una historia detrás. Esperó. Arthur se lo explicaría a su debido tiempo.

Las mujeres de Winchester, de Tracy Chevalier (traducido por Catalina Ginard Féron)

[Gretogarbo]

23 de enero de 1947
Comida con Paulhan y Amrouche. Extraña sensación de sentir que sobraba. Muchas, muchas preocupaciones.
Nuestras riquezas. Una librería en Argel, de Kaouther Adimi (traducción de Manuel Arranz)

[Gretogarbo]

Keede, al estilo de los detectives de ficción, le puso a Strangwick una mano en el hombro. El chico lo miró vagamente asombrado y murmuró:
— Me llevaron a que me viera usted el 24 de enero por la tarde. Pero, no se creerá usted que lo maté yo, ¿verdad?
Una madonna de las trincheras, de La Casa de los Deseos, de Rudyard Kipling

[Gretogarbo]

24 de enero de 1947
Interminable reunión ayer en la cooperativa del libro. Trato de resistir a pesar de que las cuentas de la editorial no son buenas. Si queremos enderezar el rumbo, necesitamos más sitio para programar mejor las actividades.
Nuestras riquezas. Una librería en Argel, de Kaouther Adimi (traducción de Manuel Arranz)