El día de hoy en un libro (II)

[Gretogarbo]

17 junio. — Esta mañana, antes del desayuno, míster Candy me ha anunciado que iba a partir hacia el sur de Inglaterra para hacerle una visita de quince días a un amigo que allí tiene. Antes de irse me ha dado el pobre hombre una serie de instrucciones especiales relativas a los pacientes, como si siguiera contando con la larga práctica que poseía antes de que cayera enfermo. ¡De poco sirve ahora! Otros médicos lo han superado ya a él y nadie que pueda evitarlo habrá de emplearme a mí.
La Piedra Lunar, de Wilkie Collins (traducción de Horacio Laurora)

[emedoble]

17 de junio de 1944.
Ayer fui con él a su casa e hicimos las cosas de siempre. No me atrevo a anotarlas, pero me gustaría hacerlo, porque ahora, cuando escribo, ya es mañana y me da miedo llegar al final del día de ayer. Mientras continúe escribiendo, ayer es hoy y los dos todavía estamos juntos.

El final del affaire, de Graham Greene (traducido por Eduardo Jordá)

[emedoble]

En aquel entonces, falleció repentinamente el virrey de la Nueva España, Matías de Gálvez y Gallardo, un hombre honrado y querido por el pueblo, que —casualidades de la vida— era padre de Bernardo de Gálvez, comandante del Regimiento de Zamora, entre otros muchos atributos. Su hijo Bernardo, que acababa de instalarse en La Habana, fue nombrado para reemplazarle. Partió a México, donde el 17 de junio de 1785 tomó posesión del cargo. El nuevo virrey pensaba continuar la labor de su padre, que entre otras instituciones creó la Real Academia de San Carlos según el modelo de la de San Fernando en Madrid, para formar arquitectos, pintores y escultores. También pensaba fomentar la actividad agrícola, la construcción de caminos, el levantamiento cartográfico y, como buen hijo de la Ilustración, todo lo que tuviera que ver con el desarrollo de la ciencia y la medicina.

A flor de piel, de Javier Moro

[emedoble]

17 de junio. Toda la casa se levanta prácticamente al amanecer para participar en los preparativos del rastrillo al aire libre. Comentan que Mademoiselle se ha saltado el desayuno para terminar el bordado de una bolsa para el puesto de objetos de fantasía, una bolsa para botas de satén rosa en la que, por lo que sé, lleva trabajando las seis últimas semanas. A las diez entra corriendo la mujer del párroco a preguntarme qué opino del tiempo, y añade que no tiene un segundo que perder. A las once sigue aquí y se han unido a ella varios encargados de los puestos y una pareja muy pesada de la zona, los White, que quieren saber si habrá torneo de tenis, y, de no haberlo, si estamos a tiempo de organizar uno. Respondo a las dos preguntas con sendas negativas secas y los White se marchan con pinta de ofendidos. La mujer del párroco comenta que es posible que los hayamos perdido como clientes del rastrillo y que se rumorea que la madre de la señora White, que se aloja con ellos, es rica, lo que bien podría habernos supuesto un par de libras.

Diario de una dama de provincias, de E.M. Delafield (traducido por Patricia Antón)

[emedoble]

Junto a los crucigramas, el resto de los pasatiempos también tenían mensajes escondidos. Los jeroglíficos de los días 16 y 17 de junio son los más evidentes.

El comensal, de Gabriela Ybarra

[Gretogarbo]

París, junio 18 de 1889.
Ratonciño: tu rata está aquí, en el Hotel Central, rue Lafayette, ¡pero solo desde esta tarde a las 5! No salí de Madrid hasta el sábado (porque mi gente se retrasó): les esperé todo el domingo en Palencia: salí el lunes de madrugada de Venta: descansamos en Burdeos ayer noche: y con tantas estaciones, resultó que hasta hoy no lleguimos o lleguemos: dejo a tu pericia académica resolver esta duda.
"Miquiño mío". Cartas a Galdós, de Emilia Pardo Bazán

[Gretogarbo]

18 junio. — Me he retrasado nuevamente en mi visita a míster Franklin Blake. Nuevo recrudecimiento de mi terrible dolencia en las primeras horas de la mañana, seguido esta vez por una total postración que ha durado varias horas. Preveo ya que, a despecho del castigo que me impondrá tal cosa, me veré en la obligación de recurrir por centésima vez al opio. Si no tuviera que pensar más que en mí mismo, preferiría los agudos dolores a los sueños horrendos. Pero los dolores físicos me agotan. Si me dejo vencer por ellos, resultará entonces probable que no pueda prestar ningún servicio a míster Blake en el preciso instante en que más me necesite.
La Piedra Lunar, de Wilkie Collins (traducción de Horacio Laurora)

[emedoble]

La misma tarde en la que los hermanos recibieron la nota, los secuestradores enviaron un mensaje a la emisora de Radio Popular de Bilbao en el que presionaban a mis tíos para pagar el rescate: «La vida de Javier de Ybarra depende únicamente de su familia, ella es quien tiene la última palabra», decían. «El plazo para entregar el dinero termina el sábado 18 de junio a las tres de la tarde.»

El comensal, de Gabriela Ybarra

[emedoble]

Los días 16, 17 y 18 de junio de 1977 hubo varias llamadas a la redacción del diario local. La mayoría eran de personas con trabajos que dejaban tiempo para el esparcimiento: porteros, vigilantes de noche, dependientas de mercerías de calles secundarias. Todos se quejaban de lo mismo: «He tratado de resolver el crucigrama, pero no lo entiendo».

El comensal, de Gabriela Ybarra

[emedoble]

El cura sin alzacuellos estaba casi seguro de que mi abuelo estaba retenido en algún lugar del monte Gorbea. La madrugada del 18 de junio de 1977, último día del plazo para entregar el rescate, el sacerdote se desplazó de nuevo a las montañas con un convoy de treinta guardias civiles. Al llegar al Alto de Barazar, sacó un mapa de la zona a explorar e hizo girar su colgante. Cuando se detuvo el péndulo, sacó otro mapa de escala mayor y repitió la operación para estrechar el cerco. Detrás de él había quince jeeps aparcados en fila y varios guardias civiles desalojando un restaurante.

El comensal, de Gabriela Ybarra

[emedoble]

A las cinco de la tarde del 18 de junio de 1977 un locutor de Radio Popular interrumpió la emisión para comunicar que Javier Ybarra había sido asesinado y que su cuerpo se encontraba en una pista forestal en las proximidades del Alto de Barazar, en la misma zona que el péndulo de cuarzo del sacerdote había marcado sobre el mapa.

El comensal, de Gabriela Ybarra

[emedoble]

Javier Ybarra fue asesinado unas horas después de las tres de la tarde del 18 de junio de 1977. Carretera de Cenauri a Vitoria. En el Alto de Barazar, tomar la pista que comienza junto al bar restaurante, a mano derecha, llegar hasta cerca de un local, especie de taller con tejado de uralita blanca, y junto a este, un refugio particular. Unos metros antes del refugio hay una pista forestal. Seguir este camino unos trescientos metros aproximadamente y entre unos pinos a mano izquierda se encuentra el cuerpo. Está tapado con un plástico gris oscuro y con unas ramas.

El comensal, de Gabriela Ybarra

[Gretogarbo]

19 de junio de 1948
Amrouche solicita una ayuda de tres millones a la millonaria Florence Gould que le ha presentado Paulhan.
Nuestras riquezas. Una librería en Argel, de Kaouther Adimi (traducción de Manuel Arranz)

[Gretogarbo]

19 junio. — ¡Una nueva protesta se ha alzado en contra de nuestros planes! Esta vez se trata de una dama.
La Piedra Lunar, de Wilkie Collins (traducción de Horacio Laurora)

[Gretogarbo]

Carta de Cristina de Suecia a Hélène Jans
Fontainebleau, a 19 de junio de 1655
(Este conjunto de cartas provoca grave desconcierto en los historiadores y biógrafos de dicha reina, puesto que no se encuentra por parte alguna ni una casa noble llamada Jans, ni rastro de quién puede ser esta señora. I. A.)
Amiga Hélène:
Te escribo desde Fontainebleau, en la Francia brillante y cortesana que no precisas conocer: es tan frívola y superficial que te asquearía incluso si, como me pasa a mí, no fueses capaz de resistir a su embrujo. No me instalaré aquí. Por ahora me divierto, porque soy un exotismo, una reliquia que gusta exhibir en unos salones atiborrados de falsos condes, falsos duques, ricachos que aspiran a título nobiliario y nobles de vieja estirpe que aspiran a que los ricachos los inviten a cenar para no quedarse con las ganas. (...)
Hierba mora, de Teresa Moure