El día de hoy en un libro (II)

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Gretogarbo
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Re: El día de hoy en un libro (II)

Mensaje por Gretogarbo »

19 de diciembre de 1945
Recibo una carta de Armand Guibert fechada el 26 de noviembre. Me pregunto qué recorrido ha tenido que hacer para no llegar hasta hoy. Me escribe una hermosa nota sobre
Le Mas Théotime que transmito a Henri. Le gustará.
Nuestras riquezas. Una librería en Argel, de Kaouther Adimi (traducción de Manuel Arranz)

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Re: El día de hoy en un libro (II)

Mensaje por emedoble »

—¿Qué vamos a hacer por Navidad? —le preguntó Brian a Eva la noche del 19 de diciembre.
—Yo no voy a hacer nada de nada —contestó Eva.
Brian se quedó sorprendido.
—Entonces, ¿esperas que yo prepare la Navidad? —Se levantó del sillón de la sopa y caminó a un lado y a otro de la habitación, como un prisionero en el corredor de la muerte que espera al amanecer.

La mujer que vivió un año en la cama, de Sue Townsend
(traducido por Jesús de la Torre)
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Re: El día de hoy en un libro (II)

Mensaje por emedoble »

Durante la semana anterior a la Navidad, Jake fue la persona más importante de la casa, pues se encargaría él de ir a la ciudad para hacer nuestras compras navideñas. Pero el veintiuno de diciembre empezó a nevar. La nevada fue tan espesa que desde las ventanas de la sala de estar no se veía más allá del molino de viento; su armazón se veía borroso y gris, incorpóreo como una sombra. La nieve no dejó de caer en todo el día y en toda la noche siguiente. El frío no era extremado, pero la tormenta persistía con una calma insufrible. Los hombres no podían alejarse más allá de los establos y el corral. Se pasaban la mayor parte del día en la casa, como si fuera domingo; engrasando las botas, arreglándose los tirantes y trenzando látigos.

Mi Ántonia, de Willa Cather (traducido por Gema Moral Bartolomé)
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Re: El día de hoy en un libro (II)

Mensaje por Gretogarbo »

Diligentes como las abejas, aunque no del todo tan ligeros como las hadas, los cuatro pickwickianos se reunieron en la mañana del veintidós de diciembre del año de gracia en que se emprendieron y realizaron estas aventuras fielmente relatadas. La Navidad se acercaba, con toda su franca y honrada alegría; era la época de la hospitalidad, del júbilo y del ánimo abierto; el Año Viejo se preparaba, como un filósofo antiguo, para congregar en torno de él a sus amigos, y fallecer, tranquilo y suave, entre el ruido de las fiestas y los banquetes. Alegre y jubiloso era el momento; y muy alegres y jubilosos estaban por lo menos cuatro de los numerosos corazones que se regocijaban con su llegada.
Los papeles póstumos del Club Pickwick, de Charles Dickens (traducción de José María Valverde)

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Re: El día de hoy en un libro (II)

Mensaje por Gretogarbo »

22 de diciembre de 1937
El abono de lectura funciona bastante bien: a muchos estudiantes les gusta esta fórmula, que por algunas monedas al mes les permite sacar libros en préstamo. Por lo que respecta a las ventas, no son como para hacer locuras, pero aguantamos.
(...)
(...)
22 de diciembre de 1946
El papel prometido por Auriol no fue entregado nunca. Tendré que resignarme. Si es elegido presidente, sus libros se venderán en pocas semanas.

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Re: El día de hoy en un libro (II)

Mensaje por emedoble »

Eva dio una palmada en el lateral de la cama.
—Siéntate aquí, Paula —dijo Eva—. Ya no tienes que seguir mintiendo. Sabemos quién eres. Sabemos que tus padres están vivos. —Sostuvo un papel en el aire—. Aquí dice que tu madre acudió al Ministerio de Trabajo y Pensiones el día 22 de diciembre para pedir un préstamo de emergencia alegando que no tenía dinero para la Navidad. Tu madre es Claire Theresa Maria Gibb, ¿verdad? A propósito, ¿te llamas Poppy o Paula?
—Poppy —contestó la chica con una sonrisa torcida y nerviosa—. Por favor, no me llame Paula. Por favor. No me llame Paula. Me puse un nombre nuevo. No me llame Paula.

La mujer que vivió un año en la cama, de Sue Townsend (traducido por Jesús de la Torre)
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Re: El día de hoy en un libro (II)

Mensaje por Gretogarbo »

Lo que más le torturaba era no haberla visto aún. En vano pasaba y volvía a pasar frente a la casa de Neto. En vano iba los domingos a misa, a la iglesia que ella frecuentaba. En vano pasaba también por delante de la casa de la modista, una tal doña Justina del Largo do Carmo, con la esperanza de verla entrar o salir de allí. Nunca la encontró hasta dos días antes de Navidad. Esa mañana estaba en un estanco en lo alto del Chiado, encendiendo un puro, cuando se volvió y la vio de espaldas. Se puso tan alterado y tembloroso que en lugar de correr tras ella para verla, tal y como su deseo reclamaba furiosamente, se metió dentro de la tienda y estuvo allí dudando, sintiendo cómo le latía el corazón, con aire pálido y estúpido. (...)
Alves y Compañía, de José Maria Eça de Queirós (traducción de Javier Coca y Raquel R. Aguilera)

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Re: El día de hoy en un libro (II)

Mensaje por emedoble »

Brian se sentó en el sillón de la sopa con la pluma preparada sobre la libreta.
Eva respiró hondo y comenzó.
—La lista de las tarjetas de felicitación está en el buró de la sala de estar junto con los sellos y las tarjetas sin usar. Escríbelas esta noche antes de irte a la cama. Mañana, después del trabajo, pásate por los viveros y los patios de los garajes para ver árboles de Navidad. En tu mente estás viendo un árbol perfecto, de un verde exuberante y aromático, redondo por la parte de abajo y que se va levantando en círculos cada vez más pequeños hasta la punta de arriba con una sola rama. Sin embargo, esos árboles no existen. Si buscas por ahí toda la semana no encontrarás ninguno. A las nueve de la noche del día anterior a la Nochebuena, justo cuando el centro de jardinería está a punto de cerrar, sentirás pánico y entrarás por la puerta dispuesto a coger el primer árbol que pilles. No te decepciones mucho si terminas con un árbol al que un trabajador social describiría como «de retraso en el desarrollo».

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Re: El día de hoy en un libro (II)

Mensaje por emedoble »

Ir al campo a por muérdago, hiedra, piñas, ramas y diente de león. Secar en radiadores. Comprar pintura en espray de color plata y oro. Aplicar espray en las ramas secas, etcétera. Hacer sitio en el frigorífico. Utilizar sobras variadas para hacer extrañas comidas, disimular sabores con hojuelas de chile y ajo. Ir a carnicería del barrio, pedir pavo. Ver cómo el carnicero se ríe en tu cara. Ir al supermercado, intentar pedir un pavo. Marcharse del puesto de pollería ante el sonido de carcajadas. Comprar diez latas de bombones Quality Street por cincuenta libras. Hacer cola durante una hora y diez minutos para pagarlas. Decidir cuánto gastar en parientes lejanos o cercanos, rastrear las tiendas, no hacer caso de la lista que tienes y hacer compras ridículas e impulsivas. Llegar a casa, descargar los regalos, sufrir de inmediato remordimientos por las compras. Devolver todo al día siguiente y comprar veintisiete pares de calcetines de lana rojos con adornos de renos. Consultar internet, pedir los últimos aparatos técnicos que es imprescindible tener para Brian y los mellizos, descubrir que no queda ninguno en todo el país, ir a la tienda Currys y que un joven te diga que un buque contenedor acaba de atracar en Harwich y que se espera que el camión llegue el 23 de diciembre. Preguntar si pueden pedir tres de los últimos imprescindibles. El joven de Currys te aconseja que te unas a la cola a las cinco de la mañana pues ésa va a ser tu única posibilidad.

La mujer que vivió un año en la cama, de Sue Townsend
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Re: El día de hoy en un libro (II)

Mensaje por emedoble »

Una vez más efectuó sus compras de Navidad en un establecimiento de la Cadena Rexall. Era tarde, el día antes de Nochebuena, y hasta entonces no había tenido ni las ganas ni la energía ni la presencia de ánimo suficientes como para hacerlo antes o con mayor atención. El aburrimiento, que comenzara como una ligera infección, había acabado por apoderarse de él totalmente. Ninguna actividad le parecía digna de atención, ninguna conversación digna de ser mantenida. Los bulliciosos preparativos que se llevaban a cabo en su casa, le parecían falsos y artificiales. Su madre protestaba, como cada año, del precio de los árboles de Navidad y la mantequilla. Como si el árbol fuera a ser otra cosa que lo que había sido cada año, una sombra inmensa perdida en cualquier rincón y cargada de adornos y decoraciones que Ruth guardaba desde niña. Como si esta vez el bizcocho de frutas fuera a ser comestible y el pavo no fuera a estar crudo por dentro. Su padre repartía entre ellos una serie de sobres que contenían distintas cantidades de dinero sin ocurrírsele siquiera que hubieran preferido algo que él mismo hubiera elegido en una tienda.

La Canción de Salomón, de Toni Morrison (traducido por Carmen Criado)
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Re: El día de hoy en un libro (II)

Mensaje por Gretogarbo »

— ¿Pero estas chiquillas no cantan? —interrumpió con dureza Josefina García—. ¿Han venido aquí a hacernos tertulia? Para eso, que se larguen. No se ganan los cuartos charlando.
— ¡A cantar! —contestaron resignadamente todas; y al punto redoblaron las castañuelas, repiquetearon los panderos, rechinaron las conchas, exhaló su estridente nota el triángulo de hierro, y diez voces mal concertadas entonaron un villancico:

Los pastores en Belén
Todos a juntar en leña
Para calentar al Niño
Que nació en la Nochebuena...
Y al llegar al estribillo:
Toquen, toquen rabeles y gaitas,
panderetas, tambores y flautas...
se armó un estrépito de dos mil diablos: chillaban y tocaban a la vez, con ambas manos, y aun hiriendo con los pies el suelo.
La Tribuna, de Emilia Pardo Bazán

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Re: El día de hoy en un libro (II)

Mensaje por Gretogarbo »

— Entonces, ¿todos los de la casa hacen fiesta en la cocina esta noche, querida mía? —preguntó Sam a Emma.
— Sí, señor Weller —contestó Emma—; siempre hacemos fiesta en Nochebuena. El amo no querría que la dejáramos por nada.
— Su amo tiene muy buenas ideas de qué es lo bueno, querida mía —dijo Sam Weller—; nunca he visto un hombre tan sensato, ni tan buen caballero.
— ¡Ah, ya lo creo! —dijo el chico gordinflón, uniéndose a la conversación—. ¡Cría unos cerdos estupendos!
El obeso joven lanzó a Sam una mirada casi canibalesca, pensando en patas asadas y en salsa.

(...)
— Esto —dijo el señor Pickwick, mirando alrededor—, esto sí que es estar a gusto.
— Es nuestra costumbre invariable —contestó el señor Wardle—. Todos se sientan con nosotros en Nochebuena, como les ve ahora, criados incluidos; y aquí esperamos, hasta que el reloj da las doce, para recibir la Navidad, pasando el tiempo con cuentos y viejas historias. Trundle, hijo mío, atiza el fuego.
Al remover los troncos, las chispas subieron en miríadas. La fuerte llamarada roja lanzó un poderoso fulgor que penetró hasta el último rincón de la cocina, poniendo su alegre color en todas las caras.

(...)
— ¡Cómo nieva! —dijo uno de los hombres en voz baja.
— ¿Está nevando? —dijo Wardle.
— Hace muy mala noche, señor —respondió el hombre—; y sopla un viento que levanta la nieve por los campos en una nube blanca.
— ¿Qué dice Jem? —preguntó la anciana—. ¿No ocurrirá nada, verdad?
— No, no, madre —contestó Wardle—; dice que hay un torbellino de nieve, y un viento frío que traspasa. Ya se nota por cómo zumba en la chimenea.
— ¡Ah! —dijo la anciana—. Así nevaba, y así soplaba el viento, hace muchos años, me acuerdo muy bien… cinco años antes que muriera tu pobre padre. Era también en Nochebuena, y me acuerdo que esa misma noche nos contó la historia sobre los duendes que se llevaron al viejo Gabriel Grub.

(...)
Un poco antes de anochecer, una Nochebuena, Gabriel se echó al hombro la azada, encendió la linterna y se dirigió hacia el viejo cementerio, pues tenía que acabar una tumba para la mañana siguiente y, sintiéndose muy deprimido, pensaba que quizá le pondría de buen humor empezar el trabajo al instante. Al avanzar por la vieja calle veía la alegre luz de los fuegos resplandecientes que salían por las rendijas de las ventanas, y oía la alegre risa y los gritos jubilosos de todos los que se habían reunido a su alrededor; observaba los preparativos atareados para el festejo del día siguiente y olía los numerosos aromas sabrosos que salían en nubes por las ventanas de las cocinas.
(...)
— No ha sido el eco —dijo el duende.
Gabriel Grub quedó paralizado y no pudo responder.
— ¿Qué haces aquí en Nochebuena? —dijo severamente el duende.
— He venido a cavar una tumba, señor —tartamudeó Gabriel Grub.
— ¿Quién es este que anda por tumbas y cementerios en una noche así? — gritó el duende.
— ¡Gabriel Grub! ¡Gabriel Grub! —gritó un coro salvaje de voces que parecían llenar el cementerio.
Gabriel miró alrededor con miedo; no se veía nada.

Los papeles póstumos del Club Pickwick, de Charles Dickens (traducción de José María Valverde)

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Re: El día de hoy en un libro (II)

Mensaje por Gretogarbo »

El primer cuento de Misir era sobre un hombre que llevaba varios meses sin trabajo y se estaba muriendo de hambre. Sus cinco hijos también se morían de hambre; su mujer estaba a punto de tener otro niño. Era diciembre y las tiendas estaban llenas de comida y de juguetes. La víspera de Navidad, aquel hombre encontró trabajo. Al volver a casa por la noche, un coche le atropelló, le mató, y no se detuvo.
— ¡Menuda historia! —dijo el señor Biswas—. Me gusta lo de que el coche no se pare.

(...)
La mañana de la víspera de Navidad la excitación llegó a su apogeo, pero antes de que acabara la tarde había descendido hasta tal punto que la exhibición de los artículos perdió su carácter mágico, su alegría se convirtió en desorden, y se veía que el desorden era superficial. De modo que antes de que llegara la Navidad, en la tienda se tuvo la sensación de que ya había acabado. Y en el transcurso de la tarde, la atención de todos fue centrándose cada vez más en la sala y la cocina, donde Sumati, la de las palizas, estaba a cargo del horno, y Shama, a quien no se le reconocía ninguna habilidad especial, era una de sus muchas ayudantes. Los olores de la cocina tenían un encanto complementario pues, como siempre en la Casa Hanuman, la comida seguía siendo cotidiana y mala hasta el día mismo de la festividad.
(...)
Y el señor Biswas habría de arrepentirse muy pronto de su júbilo. Llegaron las vacaciones escolares de Navidad y Shama llevó a los niños a la Casa Hanuman. Ya eran completos extraños allí. Los viejos adornos de crespón y los productos de los Almacenes Tulsi, oscuros, abarrotados, eran algo insignificante, del campo, en comparación con los despliegues de las tiendas de Puerto España, y Savi sintió pena por la gente de Arwacas, que se lo tenía que tomar en serio. La víspera de Navidad cerraron la tienda y se marcharon los tíos. Savi, Anand, Myna y Kamla buscaron calcetines y los colgaron. Y no les regalaron nada. No había nadie a quien quejarse. Algunas de las hermanas hicieron regalos a sus hijos, en secreto; y la mañana de Navidad, en el comedor, donde no estaba la señora Tulsi para esperar a que le dieran besos, se exhibieron y compararon los regalos. Con Owad en Inglaterra, la señora Tulsi en su habitación, todos los tíos fuera y Shekhar pasando el día con la familia de su mujer, no había nadie para organizar juegos, para dirigir las diversiones. Y la Navidad se redujo al almuerzo y el helado de Chinta, tan insípido y cubierto de herrumbre como siempre. Las hermanas estaban de mal humor; los niños se pelearon, y a algunos incluso les dieron de azotes.
(...)
Una mañana, a principios de la semana de Navidad, cuando el señor Biswas buscaba entre las múltiples solicitudes con la esperanza de encontrar un carpintero indigente para Nochebuena, un hombre de mediana edad, bien vestido, a quien no conocía, se dirigió a su mesa, le entregó un sobre con actitud rígida y, sin pronunciar palabra, se dio la vuelta y salió rápidamente de la redacción.
Una casa para el señor Biswas, de Vidiadhar Surajprasad Naipaul (traducción de Flora Casas)

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Re: El día de hoy en un libro (II)

Mensaje por Gretogarbo »

Después de cumplir mis funciones de doncella con la recién llegada, meter los pasteles en el horno y encender grandes fogatas para que la casa estuviera acogedora en la fiesta de Nochebuena, me senté y me estuve entreteniendo en cantar villancicos para mí sola, sin hacer caso de Joseph, según el cual aquellas alegres tonadillas que había elegido no merecían ni siquiera el nombre de canciones.
Cumbres borrascosas, de Emily Brontë (traducción de Carmen Martín Gaite)

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Re: El día de hoy en un libro (II)

Mensaje por Gretogarbo »

En Nochebuena fue a verlos el hermano del señor Chandler, un hombre alto y de aspecto socarrón llamado Jonathan. La señora Chandler le sonrió con un afecto que Lutie no había visto hasta ese momento en su rostro. El señor Chandler no parecía tener mucho de lo que hablar con él, y la suegra lo ignoraba sin disimulo.
La calle, de Ann Petry (traducción de Íñigo F. Lomana)

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