Párrafos sensuales
Moderador: Ashling
Párrafos sensuales
Como hoy está el patio bastante revolucionado en tema "sexo", debe ser que a los foreros nos afecta el otoño en vez de la primavera, se me ha ocurrido abrir este hilo.
- ¿Qué párrafos literarios recordais que os hayan transmitido sensualidad, que hayan descrito especialmente bien la tensión sexual , el deseo o el acto sexual propiamente dicho?
A mi me parece algo muy difícil de hacer. ¿Cómo se consigue?
- ¿Qué párrafos literarios recordais que os hayan transmitido sensualidad, que hayan descrito especialmente bien la tensión sexual , el deseo o el acto sexual propiamente dicho?
A mi me parece algo muy difícil de hacer. ¿Cómo se consigue?
Las Cartas de amor a Nora Barnacle, de James Joyce. Hay párrafos que la decencia impide reproducir. De hecho creo que Joyce nunca consentiría su publicación, sobre todo teniendo en cuenta que son cartas privadas a su mujer. Hace cien años también sabían hablar de sexo de forma explícita, pero quedaba para la intimidad.
Si alguien tiene curiosidad es muy fácil de encontrar en internet.
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- Supermicio
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- Registrado: 12 Sep 2007 21:48
La verdad es que no recuerdo nada concreto que responda exactamente a lo que dices. Hay episodios que recuerdo especialmente pero no sé si porque eran buenos pasajes o porque los leí de jovenzuelo y era más impresionable. Por ejemplo, un pasaje de la Guerra del fin del mundo, de Vargas Llosa en el que se describe un cunnilingus.
Otras cosas las recuerdo no porque fueran especialmente sensuales, sino porque eran imágenes que impactaban mucho (a veces, por desagradables). Me acuerdo ahora de Opus Pistorum, de Henry Miller o de uno de Apollinaire sencillamente asqueroso.
Hace poco leí un libro (la farmaceutica) que llamaba la atención por lo directo que era (aunque no valía gran cosa) y este fin de semana leí "en brazos de la mujer madura", que tiene muchos fragmentos muy, muy buenos, porque enfoca el sexo desde el punto de vista estrictamente psicológico, sin necesidad de recurrir a lo explícito.
Otras cosas las recuerdo no porque fueran especialmente sensuales, sino porque eran imágenes que impactaban mucho (a veces, por desagradables). Me acuerdo ahora de Opus Pistorum, de Henry Miller o de uno de Apollinaire sencillamente asqueroso.
Hace poco leí un libro (la farmaceutica) que llamaba la atención por lo directo que era (aunque no valía gran cosa) y este fin de semana leí "en brazos de la mujer madura", que tiene muchos fragmentos muy, muy buenos, porque enfoca el sexo desde el punto de vista estrictamente psicológico, sin necesidad de recurrir a lo explícito.
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Yo no he puesto ningún párrafo. Por ejemplo en la novela de Sushi para principiantes de Marian Keyes, que en general no es una de mis favoritas, la forma en que describe los encuentros sexuales entre una de las protagonistas, Lisa, y su ex, un mulato guapísimo (al que también describe físicamente con bastante detalle); sin ser demasiado explícita; creo que nos hace derretirnos por el mulato a todas las lectoras. Lo consigue a base de explicar todas las sensaciones de ella al estar con él sin detallar demasiado los hechos físicos en sí.
Última edición por Arwen_77 el 10 Dic 2007 23:58, editado 1 vez en total.
- Irene_Adler
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Tenemos uno... yo me acuerdo más o menos de
1. haber descrito que dos de mis escenas favoritas son una de "el último tango en París" y la del cartero llama siempre dos veces.
2. También de haber hablado de los pilares de la tierra y de cien años de soledad.
Pero claro, creo que hay un hilo con párrafos y el otro que digo "hablemos de sexo" en ese incluimos libros y pelis, creo. Ahhhh
Qué lío.
1. haber descrito que dos de mis escenas favoritas son una de "el último tango en París" y la del cartero llama siempre dos veces.
2. También de haber hablado de los pilares de la tierra y de cien años de soledad.
Pero claro, creo que hay un hilo con párrafos y el otro que digo "hablemos de sexo" en ese incluimos libros y pelis, creo. Ahhhh
Qué lío.
Finite to fail, but infinite to venture E. Dickinson
A mi me encantan los capítulos 7 y 68 de Rayuela, en cuanto puedo (véase este post que a lo mejor no tiene que ver con el hilo) los releo, cito, recito, escribo, escucho, estrujo, los amalabo entre hidromurias y si puedo los etreplumo hasta el límite de las gunfias, para enviárselos a mis amigos lectores y no lectores.
Ya sé que el 68 no es exactamente sexual, pero me gusta mucho. El 7 es bastante sensual, creo que sí.
Capítulo 7 (primer párrafo):
Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.
Si queréis oirlo recitado por Cortázar dejo el vínculo.
http://www.elpais.com/audios/semana/Cor ... ese_1/Aes/
Capítulo 68
Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo como poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando, redumplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas filulas de cariaconcia. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él aproximara suavemente sus orfelunios. Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía, de pronto era el clinón, la esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del merpasmo en una sobrehumítica agopausa. ¡Evohé! ¡Evohé! . Volposados en la cresta del murelio, se sentían balparamar, perlinos y márulos. Temblaba el troc, se vencían las marioplumas, y todo se resolviraba en un profundo pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en carinias casi crueles que los ordopenaban .
Ya sé que el 68 no es exactamente sexual, pero me gusta mucho. El 7 es bastante sensual, creo que sí.
Capítulo 7 (primer párrafo):
Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.
Si queréis oirlo recitado por Cortázar dejo el vínculo.
http://www.elpais.com/audios/semana/Cor ... ese_1/Aes/
Capítulo 68
Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo como poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando, redumplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas filulas de cariaconcia. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él aproximara suavemente sus orfelunios. Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía, de pronto era el clinón, la esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del merpasmo en una sobrehumítica agopausa. ¡Evohé! ¡Evohé! . Volposados en la cresta del murelio, se sentían balparamar, perlinos y márulos. Temblaba el troc, se vencían las marioplumas, y todo se resolviraba en un profundo pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en carinias casi crueles que los ordopenaban .
Este poema de Porpetta
Cúspide del incendio:
un edicto de fiebre nos reclama
con su sed de amapolas
el óbolo final de este preludio
tan largamente hermoso.
Ya se abren
tus pétalos, ya escucho
tu rojo palpitar,
la balada candente
que surge de tu hondura.
Qué respiro,
qué aliento inagotable
en este fontanar,
en esta alegre herida:
no hay camino
que no conduzca a ti, ni singladura
que no rinda sus naves
en tu ardiente bahía.
Con la urgente liturgia de los dioses
me invitas al banquete:
qué impaciente rubor,
qué madrugada
se desata en mis labios
al ver ese verano,
ese intenso verano
que en ti se despereza...
Ya se arquea
la cumbre de tu ojiva,
y tu umbral se me brinda enardecido,
y se agita en sus ascuas
tu vivo campanil, el diminuto
crisol de tu arcoiris.
Ya te acercas
voraz cuando te ofrezco
mi altivo pedernal, mi masculino
resumen de la brasa:
Muy despacio
mi furia se sumerge
en la dulce penumbra,
va llenando tus huecos,
recorriendo tus pliegues,
habitando
tus lentos terciopelos,
las sedas y damascos de tu cauce.
Qué fluvial acogida, qué refugio,
qué olvido en este algar,
en este tibio infierno que me ofrece
su abrazo y su dominio.
Da comienzo
la danza ritual,
la felina pavana que nos funde
en un secreto antiguo,
y crece su fervor, y se reitera
su mórbido vaivén,
y se convierte
en un tenso galope,
en un rítmico vuelo sucesivo...
Desde lejos,
desde el puro linaje de la sangre,
un huracán de fuego se aproxima,
avanza, nos rodea, nos invade
con su veraz augurio.
Qué tierna combustión, qué llamarada,
qué horizonte de polen su premura:
ya está junto a nosotros,
ya nos roza, nos prende,
nos envuelve, nos cubre...
Y al fin llega la lluvia,
nuestra cálida lluvia enloquecida,
dos frutales tormentas al unísono,
un vendaval de espigas compartido,
un feroz manantial que nos devora.
Y después,
un estero,
un clamor,
una larga ribera,
un cántico a la vida.
* * *
Ahora todo es paz en esta alcoba.
Las paredes no salen de su asombro.
Las lámparas envidian nuestros cuerpos.
La noche nos contempla emocionada.
Detrás de los cristales,
el invierno camina.
Cúspide del incendio:
un edicto de fiebre nos reclama
con su sed de amapolas
el óbolo final de este preludio
tan largamente hermoso.
Ya se abren
tus pétalos, ya escucho
tu rojo palpitar,
la balada candente
que surge de tu hondura.
Qué respiro,
qué aliento inagotable
en este fontanar,
en esta alegre herida:
no hay camino
que no conduzca a ti, ni singladura
que no rinda sus naves
en tu ardiente bahía.
Con la urgente liturgia de los dioses
me invitas al banquete:
qué impaciente rubor,
qué madrugada
se desata en mis labios
al ver ese verano,
ese intenso verano
que en ti se despereza...
Ya se arquea
la cumbre de tu ojiva,
y tu umbral se me brinda enardecido,
y se agita en sus ascuas
tu vivo campanil, el diminuto
crisol de tu arcoiris.
Ya te acercas
voraz cuando te ofrezco
mi altivo pedernal, mi masculino
resumen de la brasa:
Muy despacio
mi furia se sumerge
en la dulce penumbra,
va llenando tus huecos,
recorriendo tus pliegues,
habitando
tus lentos terciopelos,
las sedas y damascos de tu cauce.
Qué fluvial acogida, qué refugio,
qué olvido en este algar,
en este tibio infierno que me ofrece
su abrazo y su dominio.
Da comienzo
la danza ritual,
la felina pavana que nos funde
en un secreto antiguo,
y crece su fervor, y se reitera
su mórbido vaivén,
y se convierte
en un tenso galope,
en un rítmico vuelo sucesivo...
Desde lejos,
desde el puro linaje de la sangre,
un huracán de fuego se aproxima,
avanza, nos rodea, nos invade
con su veraz augurio.
Qué tierna combustión, qué llamarada,
qué horizonte de polen su premura:
ya está junto a nosotros,
ya nos roza, nos prende,
nos envuelve, nos cubre...
Y al fin llega la lluvia,
nuestra cálida lluvia enloquecida,
dos frutales tormentas al unísono,
un vendaval de espigas compartido,
un feroz manantial que nos devora.
Y después,
un estero,
un clamor,
una larga ribera,
un cántico a la vida.
* * *
Ahora todo es paz en esta alcoba.
Las paredes no salen de su asombro.
Las lámparas envidian nuestros cuerpos.
La noche nos contempla emocionada.
Detrás de los cristales,
el invierno camina.
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Yo recuerdo con desazón y cierta calentura ( ) un pasaje de "Por quién doblan las campanas" de Hemingway en el que los dos protagonistas tienen un encuentro sexual en pleno monte, tapados por una manta creo recordar...
Quizá leído ahora me sonroje más pero por lo casto del encuentro... pero es que lo leí muy joven y me dejó encantado de que en un libro se puediera "describir" tanto con tan poco.
No lo leeré de nuevo, prefiero quedarme con el mito, digo con el recuerdo.
Quizá leído ahora me sonroje más pero por lo casto del encuentro... pero es que lo leí muy joven y me dejó encantado de que en un libro se puediera "describir" tanto con tan poco.
No lo leeré de nuevo, prefiero quedarme con el mito, digo con el recuerdo.
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