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— ¡Dios salve al rey! —exclamó el conserje que durante treinta y seis años había servido a un lord en el condado de Sussex, y luego su señor había desaparecido en el naufragio del Titanic sin dejar herederos ni libras esterlinas para la conservación del "cásel", como dicen en la otra orilla del canal de San Jorge. Desde su regreso a la tierra de sus antepasados celtas, el fámulo ocupaba aquel modesto empleo en la estafeta de correos que formaba esquina entre Sackville Street y Eden Quay.
Siempre somos demasiado buenos con las mujeres, de Raymond Queneau (traducción de José Escué)

El primer rayo de luz que ilumina la tiniebla y convierte en fulgor deslumbrante esa oscuridad en que parecen envolverse los comienzos de la historia de la vida pública del inmortal Pickwick surge al leer las siguientes anotaciones en las «Actas del Club Pickwick», que el editor de estos escritos siente el más alto placer en presentar ante sus lectores, como prueba de la cuidadosa atención, infatigable asiduidad y elegante discriminación con que se ha desarrollado su investigación entre los diversos papeles a él confiados.
Los papeles póstumos del Club Pickwick, de Charles Dickens (traducción de José María Valverde)

Aquella mañana en que la odiaba más que nunca, mi madre cumplió treinta y nueve años. Era bajita y gorda, tonta y fea. Era la madre más inútil que haya existido jamás. Yo la miraba desde la ventana mientras ella esperaba junto a la puerta de la escuela como una pordiosera. La habría matado con medio pensamiento. Junto a mí, silenciosos y asustados, desfilaban los padres. Un triste hatajo de perlas falsas y corbatas baratas, viniendo a recoger a sus hijos defectuosos, escondidos de los ojos de la gente. Al menos ellos se habían tomado la molestia de subir. A mi madre yo le importaba un pimiento, al igual que el hecho de que hubiera conseguido terminar unos estudios.

El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes, Tatiana Ţîbuleac.

Los 37 mejores "primeros párrafos" de la historia de la literatura
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Velaluka escribió: ↑26 Mar 2021 22:33Aquella mañana en que la odiaba más que nunca, mi madre cumplió treinta y nueve años. Era bajita y gorda, tonta y fea...
El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes, Tatiana Ţîbuleac.

Ese primer párrafo tiene que estar por ahí atrás. Copiona.

Es broma, Velaluka, aunque sí es cierto que debe estar por alguna de las 72 páginas del hilo. No estaría de más hacer un índice con los primeros párrafos ya puestos. O no. Siempre está bien recordarlos.

Holmes escribió: ↑27 Mar 2021 07:05Los 37 mejores "primeros párrafos" de la historia de la literatura

Muchas gracias, Holmes. Habrá que echarle un vistazo en algún momento. Debe haber de todo en esa selección.

Gretogarbo escribió: ↑27 Mar 2021 09:35

Holmes escribió: ↑27 Mar 2021 07:05Los 37 mejores "primeros párrafos" de la historia de la literatura

Muchas gracias, Holmes. Habrá que echarle un vistazo en algún momento. Debe haber de todo en esa selección.

Gretogarbo escribió: ↑27 Mar 2021 09:34

Velaluka escribió: ↑26 Mar 2021 22:33Aquella mañana en que la odiaba más que nunca, mi madre cumplió treinta y nueve años. Era bajita y gorda, tonta y fea...
El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes, Tatiana Ţîbuleac.

Ese primer párrafo tiene que estar por ahí atrás. Copiona.

Es broma, Velaluka, aunque sí es cierto que debe estar por alguna de las 72 páginas del hilo. No estaría de más hacer un índice con los primeros párrafos ya puestos. O no. Siempre está bien recordarlos.

Buena idea, voy a abrir hilo.

Ashling escribió: ↑27 Mar 2021 10:31Buena idea, voy a abrir hilo.

¿Y te vas a currar el índice tú solita, Ashling?

Gretogarbo escribió: ↑27 Mar 2021 09:34Ese primer párrafo tiene que estar por ahí atrás. Copiona.

Es broma, Velaluka, aunque sí es cierto que debe estar por alguna de las 72 páginas del hilo. No estaría de más hacer un índice con los primeros párrafos ya puestos. O no. Siempre está bien recordarlos.

Es que... vaya primer párrafo. Empieza con fuerza el chico.

Velaluka escribió: ↑27 Mar 2021 20:01... vaya primer párrafo. Empieza con fuerza el chico.

Empieza. Y la mantiene durante toda la narración. Disfruta la lectura.

Gracias, Greto, llevo poco aún. Imagino que habrás dejado en el hilo tus impresiones, te leeré por allí.

Velaluka escribió: ↑27 Mar 2021 20:23Gracias, Greto, llevo poco aún. Imagino que habrás dejado en el hilo tus impresiones, te leeré por allí.

No, por favor, no pierdas el tiempo. Mis impresiones son casi siempre superficiales, del tipo me ha gustado o no me ha gustado, por incapacidad y por comodidad, sobre todo si la lectura ha sido en solitario. Las de este libro, como no podía ser menos, supongo que así lo fueron también; no lo recuerdo.

Yo no suelo leer los comentarios de otros foreros hasta que termino la novela, a no ser que la lea conjuntamente con otras personas, que lo voy haciendo según se van produciendo. No sé cuál es tu costumbre, si acudir a ellos al principio o al final, pero si quieres enjundia en el análisis de este libro, quédate con las impresiones dispares, pero bien razonadas, de Ivanovich y Ceinwyn.

HERMILE LEBEL Por supuesto, por supuesto, por supuesto, prefiero mirar el vuelo de los pájaros. No hay que darle más vueltas: desde aquí, en lugar de los pájaros, se ven los coches y el centro comercial. Antes, cuando estaba al otro lado del edificio, mi despacho daba a la autopista. No es como ver el mar, pero acabé colgando un cartel en mi ventana: "Hermile Lebel, notario". En horas punta me hacía una estupenda publicidad. Aquí tengo vista sobre el centro comercial. Un centro comercial no es un pájaro. Antes, yo decía un "páharo". Fue su madre quien me enseñó que se decía "pájaro". Perdónenme. No quiero hablarles de su madre con la desgracia que acaba de ocurrir, pero algo hay que hacer. Seguir viviendo, como suele decirse. Es así. Entren, entren, entren, no se queden en el pasillo. Es mi nuevo despacho. Lo voy acondicionando. Los otros notarios se han ido. Estoy completamente solo en el bloque. Aquí se está más a gusto porque hay menos ruido, la autopista está al otro lado. He perdido la posibilidad de hacer publicidad en las horas punta, pero al menos puedo tener la ventana abierta y, como no tengo todavía aire acondicionado, viene bien.
Incendios, de Wajdi Mouawad (traducción de Eladio de Pablo)

Imaginemos a una mujer que al volver a casa sorprende a su marido inspeccionando con un palito su propia mierda. Imaginemos que este hombre no regresa jamás de su ensimismamiento, y que ella tiene que internarlo en una clínica para enfermos mentales al norte del país. Nuestro libro comienza a la mañana siguiente, cuando esta mujer regresa en tren a su domicilio tras haber finalizado los trámites de ingreso, y el hombre que está sentado a su lado, un hombre joven, de nariz prominente, ojos saltones y alopecia prematura, que viste un traje azul marino y lleva sobre las rodillas una peculiar carpeta de color rojo, se dirige a ella con esta pregunta tan peregrina:
— ¿Le apetece que le cuente mi vida?
Ventajas de viajar en tren, de Antonio Orejudo