Dedicado a los que sentimos el placer de leer

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Gretogarbo
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Re: Dedicado a los que sentimos el placer de leer

Mensaje por Gretogarbo »

magali escribió: 02 Jun 2022 14:46 No sé por qué me sale dentro de la cita :roll:
A mí también me salía y ya lo arreglé. Edita el mensaje, cortando el [/quote] final y poniéndolo después del otro [/quote]; o eso creo.
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Re: Dedicado a los que sentimos el placer de leer

Mensaje por magali »

Debo estar un poco espesa hoy, @Gretogarbo porque he hecho todo lo que sé (o eso creo) y no había forma de salir de la cita :?
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Gretogarbo
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Re: Dedicado a los que sentimos el placer de leer

Mensaje por Gretogarbo »

magali escribió: 02 Jun 2022 16:13... he hecho todo lo que sé (o eso creo) y no había forma de salir de la cita...
¿Y si quitas [/centrar] después de L'Amour?
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Re: Dedicado a los que sentimos el placer de leer

Mensaje por magali »

Gretogarbo escribió: 02 Jun 2022 16:40
magali escribió: 02 Jun 2022 16:13... he hecho todo lo que sé (o eso creo) y no había forma de salir de la cita...
¿Y si quitas [/centrar] después de L'Amour?
No suelo desanimarme, y sigo intenta que te intenta. Creo que por hoy ya es suficiente.

Gracias por el interés y la ayuda, Greto :D
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Re: Dedicado a los que sentimos el placer de leer

Mensaje por magali »

Deja caer los libros por el buzón de las devoluciones, casi le duele verlos caer y quedar tirados en un montón en el suelo. Es como abandonar a personas con las que te has encariñado.
Amor, de Hanne Ørstavik. Traducción de Lotte K. Tollefsen
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Re: Dedicado a los que sentimos el placer de leer

Mensaje por magali »

—Eso es el prólogo —le aseguré—. Si quisieras, podrías saltártelo.

Jamie negó con la cabeza con los ojos pegados a la página y sonriendo.

—Si el autor consideró importante escribirlo, valdrá la pena leerlo. No quiero perderme ni una sola palabra.

Sentí una aguda punzada al advertir el modo en que Jamie manipulaba el libro y pasaba las páginas con delicadeza usando sólo el dedo índice. Un libro —cualquier libro— tenía un significado que iba mucho más allá de su contenido para un hombre que hubiera vivido en un tiempo en el que se tenía muy poco acceso a la palabra escrita, o incluso ninguno, y sólo contaba con el recuerdo de las historias que pudiera proporcionarle a él y a sus iguales cierta evasión en circunstancias desesperadas.

—¿Tú los has leído, Sassenach? —preguntó, levantando la vista de las páginas.
Cuenta a las abejas que me fui (Saga Outlander 9), de Diana Gabaldon. Traducido por Laura Fernández y Eduardo Hojman
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Re: Dedicado a los que sentimos el placer de leer

Mensaje por Black Arrow »

El señor Custodio era un hombre inteligente, de luces naturales, muy observador y aprovechado. No sabía leer ni escribir y, sin embargo, hacía notas y cuentas; con cruces y garabatos de su invención, llegaba a sustituir la escritura, al menos para los usos de su industria.
Sentía el señor Custodio un gran deseo de instruirse, y no a ser porque le parecía ridículo, se hubiese puesto a aprender a leer y escribir. Por las tardes, concluido el trabajo, solía decir a Manuel que leyese los periódicos y revistas ilustradas que recogía por la calle, y el trapero y su mujer prestaban gran atención a la lectura.
Guardaba también el señor Custodio unos cuantos tomos de novelas por entregas que había dejado su hija, y Manuel comenzó a leerlos en voz alta.
Las observaciones del trapero, el cual tomaba por historia la ficción novelesca, eran siempre atinadas y justas, reveladoras de un instinto de sensatez y buen sentido. El criterio sensato del trapero a Manuel no siempre le agradaba, y a veces se atrevía defender una tesis romántica e inmoral; pero el señor Custodio le atajaba en seguida, sin permitirle que siguiera adelante.
La Busca, de Pío Baroja
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Re: Dedicado a los que sentimos el placer de leer

Mensaje por Black Arrow »

Al regresar del tristísimo Portlligat, don Víctor nos invita a comer a su casa. Nos ofrece mejillones de Cap de Creus, arroz de cabeza de mero, suquet de lubina, queso del país, café y coñac francés. La calidad del almuerzo es indescriptible.
Después de comer, Hermós se ofrece a don Víctor para jugar el tresillo. Gran sorpresa...
El tresillo se prolonga durante toda la tarde. La habitación se llena de humo denso y de felicidad: los jugadores tienen el aspecto de pasar el rato admirablemente bien. Tal vez es Hermós el único que sufre un poco, porque tiene que poner mucha atención, y esto le cohíbe. Pero no importa: está contento. En este país, después de comer los jugadores de tresillo son algo así como la encarnación de la forma más alta de felicidad que puede alcanzarse en este mundo.
Dedico la tarde a curiosear los libros de la biblioteca de la casa. En las bibliotecas ajenas, es indefectible que se produzcan
agradables sorpresas.
Un Viaje Frustrado, de Josep Pla (traducción de Josep M. Espinàs)
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Re: Dedicado a los que sentimos el placer de leer

Mensaje por Black Arrow »

... Comencé a encontrar molesto y desagradable mi alojamiento, que era verdaderamente confortable. No tenía a nadie con quien charlar como no fuese el cura de Harting, lo cual probablemente explica lo prolijas que eran estas cartas que West ha desenterrado. Otros fracasos se hacían cada vez más y mas humillantes. Estaba inquieto por algún encuentro amoroso que nunca ocurrió. Sin embargo, y aunque no me di cuenta de ello, estaba acabando con algo de mayor importancia en mi educación durante estos meses de inacción aparente. Estaba leyendo sin descanso poesías y novelas, poniendo especial atención en el lenguaje y en el estilo. Y vine a darme cuenta, por fin, de la vacua verbosidad que era todo lo que hasta entonces había escrito. Cuando miro hacia atrás y contemplo mi vida, no encuentro en ella nada tan grotesco como el haberme puesto a escribir novelas para el mercado después de haberme prohibido a mí mismo la lectura de poesías y obras de imaginación. Ahora, aunque tarde, comencé a observar y a imitar. Leí todo lo que tuve a mano. Y elaboré mis sonetos. Empecé con Spencer; leí a Shelley, a Keats, a Heine, a Whitman, a Lamb, a Holmes, a Stevenson, a Hawthorne y un gran número de novelas populares. Me empecé a dar cuenta de lo vulgar y de lo insípido de mi fraseología. Seguí con la «novela» que había comenzado en Wrexham, pero con repugnancia cada vez mayor. No tuve el valor de romperla por completo y la comencé toda de nuevo. Y no me gusta dejar las cosas sin terminar. Pero empecé a escribir otra cosa distinta; expuse en mis cartas dirigidas a miss Healey, las opiniones críticas más extraordinarias y parece que le envié algunos versos, porque halló que West cita estas palabras mías dirigidas a ella: «Dice usted que mis versos no tienen metro, los metros se usan para medir el gas, no la exaltación del corazón humano. Y dice usted también ¡que mis poemas no tienen pies! El colibrí no tiene pies, los querubines que rodean la Mater Dolorosa no tienen pies tampoco. Y los antiguos representaban al estro poético con un caballo alado para indicar que el poeta podía prescindir de sus pies».
Más tarde en el mismo año, con un sentido agudo de lo que podía ser y es el escribir, leí con vergüenza y con arrepentimiento todo lo que había escrito, y casi todo lo quemé. Era la única manera de acabar con ello. Comprendí que tenía aún que aprender los elementos fundamentales y necesarios para escribir bien. Tenía que volver al principio, aprender a hacer un ensayo, un cuento pequeño y tal vez algún verso siguiendo las normas retóricas, hasta adquirir la fuerza constructiva y el conocimiento de las cosas que exige el esfuerzo generoso. Hasta entonces, yo veía que no había escrito nada. Había estado jugando a escribir. Había estado emborronando cuartillas y creyendo y haciendo creer a mis amigos que aquello significa algo...
La Lucha por la Vida (Páginas Autobiográficas), de H.G. Wells (traducción de León Felipe). Del Libro Experimento de Autobiografía
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magali
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Re: Dedicado a los que sentimos el placer de leer

Mensaje por magali »

A partir de un determinado año, decidí que casi todos los libros que me rodean estuvieran cubiertos con esa especie de papel de seda que se llama pergamino y que todavía hoy es usado por los libreros anticuarios de Francia, donde la mayor parte de los libros son de tapa blanda y por tanto la utilidad del pergamino es más evidente (en los países anglosajones se usan en cambio sobrecubiertas de plástico).

Me han preguntado en varias ocasiones por qué lo hago. El motivo oficial es que el pergamino protege la portada del envejecimiento. Sin embargo, no es ese el punto decisivo, que resulta, en cambio, difícilmente confesable: el pergamino sirve para complicarse la vida con los libros. Su verdadera razón es la de hacer menos legible –o incluso ilegible– lo que está escrito en el lomo. El pergamino hace que sea mucho menos reconocible. Cosa que alivia a quien vive en medio de ellos... y no quiere verse obligado a percibir en todo momento la presencia inminente de un cierto libro. En cambio, prefiere encontrarlo casi al tacto, delicadamente momificado.
Cómo ordenar una biblioteca, de Roberto Calasso. Traducción de Edgardo Dobry
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Re: Dedicado a los que sentimos el placer de leer

Mensaje por imation »

Habían hablado de literatura. Pocas cosas podían crear mayor complicidad en ese lugar. Eran dos personas cultas, que hablaban de libros, eran diferentes a los demás, eran lectoras, eran superiores, aunque con gran dominio de la falsa modestia lo manifestaban con forma de conmiseración hacia los no lectores. Pacientes no lectores, en el caso de la doctora; vecinos no lectores, en el suyo, que no sabían lo que se estaban perdiendo por no leer...

Lejos, Rosa Ribas, Pag. 117


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hala, aquí también
Leyendo: Ensayos, George Orwell.


"Se dispersa y se reúne, viene y va", Heráclito.
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Re: Dedicado a los que sentimos el placer de leer

Mensaje por Gretogarbo »

Si al enterarse de que la muchacha llevaba un diario íntimo, Shimamura se había sentido sorprendido, mayor fue todavía su asombro al saber que en él anotaba regularmente sus lecturas desde que tenía quince o dieciséis años, y que ya había llenado así diez cuadernos.
— ¿Y anotas también tu juicio crítico sobre ellas? —le preguntó.
— Oh, no, no sabría hacerlo... —contestó la joven—. Sólo apunto el nombre del autor, los personajes y sus relaciones entre sí.
— ¿Y para qué tanto esfuerzo? ¿Qué provecho sacas de ello?
— Ninguno. Ninguno en absoluto.
— ¿De modo que todo es trabajo perdido?
— Completamente perdido —confesó la muchacha ligeramente y sin que, al menos aparentemente, le doliera confesarlo.

País de nieve, de Yasunari Kawabata (traducción de César Durán, revisada por Beatriz Galán)

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Tal cual hago yo: trabajo perdido.
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Re: Dedicado a los que sentimos el placer de leer

Mensaje por Black Arrow »

Otra de las características de Churchill es su determinación de bulldog. El modo en que se educó es un buen ejemplo de ello. Cuando joven, era un estudiante muy pobre. Odiaba el latín, el griego, las matemáticas y el francés. Y creía firmemente que debía dominar el inglés antes de gastar tiempo en idiomas extranjeros y en materias distintas.
Ocupaba el último lugar de su clase en la escuela preparatoria y he aquí una singular circunstancia: el niño que odiaba matemáticas había de convertirse más tarde en ministro de Hacienda y dirigir durante cuatro años las finanzas de Gran Bretaña.
Tres veces trató de triunfar en los exámenes para ingresar en la Escuela Militar en Sandhurst, y tres veces fue aplazado. La cuarta vez al fin logró su objeto.
Después de graduarse en Harrow y Sandhurst, dosdelas escuelas más distinguidas de Inglaterra, descubrió lo que muchos graduados descubren: que no sabía casi nada. Winston Churchill tenía entonces veintidós años y era oficial de la Armada Británica, destinado a la India. Adoptó entonces una resolución: se educaría. Una vez resuelto, escribió a su madre, que estaba en Inglaterra, rogándole que le enviara biografías, libros de historia, filosofía y economía. Luego, mientras sus compañeros oficiales dormían durante las tardes terriblemente calurosas, él devoraba con entusiasmo todo, desde Platón hasta Gibbon y Shakespeare. Así pasó años, formándose literariamente, hasta lograr escribir las frases lúcidas y luminosas que componen sus libros y sus discursos, frases que parecen desfilar cantando. A costa de esfuerzo, Churchill logró hacer de un orador notablemente malo por el impedimento de su voz, uno de lo más inspirados y elocuentes de todos los tiempos.
Churchill trabaja de catorce a diecisiete horas diarias, con frecuencia durante los siete días de la semana.
Trabaja con un espíritu y una vitalidad realmente maravillosas, dando bastante quehacer a sus seis secretarios.
Puede hacer esto todavía porque descansa mientras trabaja y no llega por tanto a cansarse. No sale de la cama hasta las diez y media de la mañana; pero durante tres horas, antes de levantarse, permanece recostado sobre las almohadas, con un gran cigarro entre sus dientes, hablando por teléfono, dictando cartas y leyendo periódicos, informes y cables. Despues de eso se levanta y se afeita con su antigua navaja. Almuerza a la una, duerme una hora, y luego comienza la labor planeada por la noche. Después de las cinco se recuesta nuevamente para dormir unos treinta minutos, y después de cenar, trabaja frecuentemente hasta medianoche.

Cuarenta Biografías Anecdóticas, de Dale Carnegie, Editora Latino Americana, S.A., México
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Re: Dedicado a los que sentimos el placer de leer

Mensaje por Gretogarbo »

— Escuche usted, amigo. Creo que no debo dejarle marchar así. Me remuerde la conciencia. Debo verter algún bálsamo en las heridas que yo mismo he abierto. Escuche lo que voy a decirle. Mi tía divide los libros en dos clases: son buenos para ella aquellos con los cuales uno se duerme después de comer, y malos los que no le dejan dormir. Si la Crónica de usted cayera en manos de mi tía, esté seguro de que formaría entre los primeros. Adiós.
Crónica del Callejón de los Gorriones, de Wilhelm Raabe (traducción de Käthe von Blankenstein y Enrique de Juan)

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