Pies femeninos en la literatura...

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Moderador: Ashling

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hierbamora
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Re: Pies femeninos en la literatura...

Mensaje por hierbamora »

Yo también anoto el nombre de Bruno Schulz del que no he leído nada. :lista:
Leyendo:
1)Ted Chiang., Exhalación
2) Siri Hustvedt., La mujer que mira a los hombres que miran a las mujeres

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Gretogarbo
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Re: Pies femeninos en la literatura...

Mensaje por Gretogarbo »

—¡Oh! -murmuraba Mario-, ¡qué hermosa eres! No me atrevo a mirarte. Por eso te contemplo. Eres una gracia. No sé lo que tengo. El bajo de tu vestido, cuando asomas la punta del pie, me trastorna. ¡Qué resplandor desprendes cuando se entreabre tu pensamiento! Siempre hablas con razón. En algunos momentos me parece que eres un sueño. Habla, te escucho, te admiro. ¡Ohl, ¡qué raro y encantador es todo esto! Estoy verdaderamente loco. Sois adorable, señorita. Estudio tus pies con el microscopio y tu alma con el telescopio.
Los miserables, de Victor Hugo (traducción de Nemesio Fernández Cuesta)

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Re: Pies femeninos en la literatura...

Mensaje por Gretogarbo »

Pero, por fin, el 28 de julio amaneció uno de esos días preciosos de Biarritz: el mar de aguas turquesas refulgía en deslumbrantes brillos estivales y las olas, juguetonas y mansas, iban a entretenerse con los delicados pies de las damas más madrugadoras y atrevidas. En las habitaciones de los hoteles se abrían las cortinas, la brisa matinal mecía las sedosas telas y brillaban las sonrisas femeninas ante la promesa de un maravilloso día de verano. Y en las calles del pueblo comenzaba una nueva jornada de ajetreos y labores.
Cabaret Biarritz, de José C. Vales

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Re: Pies femeninos en la literatura...

Mensaje por Gretogarbo »

Vilko y yo, sin traje de baño, nos vimos obligados a sudar sentados en unas sillas incomodísimas que se hundían irremisiblemente en la arena. Vilko se desembarazó de su sombrero y lo arrojó a los pies de Gina-JAne mientras se secaba el sudor de la frente con un pañuelo. La sensual joven, tumbada de espaldas en la arena, mostró todas sus habilidades levantando el sombrero con el pie y elevándolo en ángulo recto, hasta que quedó a la altura de los ojos de su propietario. Luego lo hizo girar sobre la puntera, hasta que se cansó de jugar.
(...)
Mi amigo observó su sombrero, que volvía a ascender colgado el pie de Gina-Jane, y cogiéndolo y sacudiéndole la arena, se encogió de hombros.

Cabaret Biarritz, de José C. Vales

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Re: Pies femeninos en la literatura...

Mensaje por Gretogarbo »

Para empezar habría sido morena, como Lady Bexborough, con una piel como de cuero arrugado y unos ojos muy hermosos. Habría sido, como Lady Bexborough, lenta y majestuosa; más bien grande; se habría interesado por la política como un hombre; tendría una casa en el campo; y toda su persona destilaría dignidad y sinceridad. Pero lo cierto era que tenía una figura insignificante y una carita ridícula, tan picuda como la de un pájaro. Por otra parte se movía con elegancia, tenía las manos y los pies bonitos y vestía bien, considerando lo poco que gastaba en ropa. Pero con frecuencia le parecía ya que el cuerpo que habitaba (se detuvo para ver un cuadro holandés), aquel cuerpo con todas sus facultades, no era nada, nada en absoluto. Tenía la extrañísima sensación de ser invisible; de que nadie la veía ni la conocía; se había acabado el matrimonio y tener hijos, sólo quedaba aquel sorprendente avanzar por Bond Street, de manera bastante solemne, junto con todos los demás peatones; aquel ser la señora Dalloway; ni siquiera Clarissa ya; tan sólo la señora de Richard Dalloway.
La señora Dalloway , de Virginia Woolf (traduccción de José Luis López Muñoz)

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Re: Pies femeninos en la literatura...

Mensaje por Gretogarbo »

La joven abrió la puerta de la cocina e hizo entrar en ella a Gideon. No tardaron en encontrar en ella un martillo y un cortafrío; pero le sorprendió a Gideon no ver señales de cocinera. En cambio descubrió que miss Julia tenía un pie muy pequeño y bien formado, descubrimiento que le causó tal embarazo, que se alegró mucho de poder atacar sin tardanza la caja de embalaje.
Aventuras de un cadáver, de Robert Louis Stevenson (traducción de Carola Tognetti)

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Re: Pies femeninos en la literatura...

Mensaje por Gretogarbo »

Manuela tendió la vista alrededor, y eligiendo un sitio favorable, la sombra de un árbol, se dejó caer en un ribacillo, y resignadamente comenzó a desabrocharse las botas. Ni un segundo tardó Perucho en hincársele de rodillas delante.
— Yo te descalzo..., yo. Como cuando eras una cativa, ¿te acuerdas?, un tapón así..., y yo te descalzaba y vestía... y hasta te tengo peinado mil veces.
Medio riendo, medio enfadándose, la muchacha no retiró el pie de las manos de su amigo. Éste hacía ya saltar uno tras otro los botoncitos de la botina de casimir, mal hecha, muy redonda de punta contra todas las leyes de moda. Tiró después delicadamente, con un pellizco fino, del talón de la media de algodón, y la media bajó; arrollóla en el tobillo, y con un
nuevo tirón dejó el pie desnudo. Sus palmas se distrajeron y embelesaron en acariciar aquel pie, que le recordaba la patita rosada y regordeta de la nené a quien tanto había traído en brazos. Era un pie de montañesa que se calza siempre y que
tiene en las venas sangre patricia; no muy grande, algo encallecido por la planta, pero arqueado de empeine, con venillas azules, suave de talón y calcañar, redondo de tobillo, blanco de cutis, con los dedos rosados o más bien rojizos de
la presión de la bota, y un poco montado el segundo sobre el gordo. El pie transpiraba, por haber andado mucho y aprisa.
— Enfríate un poco —murmuró el mancebo—. No puedes meter el pie en el agua estando así; te va a dar un mal.
— Que me haces cosquillas —exclamaba ella con nerviosa risa tratando de esconder el pie bajo las enaguas—. Suelta, o te arrimo un cachete que te ha de saber a gloria.
— Déjame verlo... ¡Qué bonito es! Lo tienes más blanco que la cara, Manola. Pero mucho más blanco.
— ¡Vaya un milagro! Como que la cara va por ahí destapadita papando soles y lluvias. ¡Pasmón! ¿Es la primera vez que ves un pie en tu vida? ¡Soltando!
Soltó el que tenía asido, pero fue para descalzar el otro con el mismo cariño y religiosa devoción, y abarcar ambos con una mano, uniéndolos por la planta.
— Que me aprietas..., que me rompes un dedo... ¡Bruto!
— ¡Ay!, perdón —murmuró él; y bajándose, halagó con el rostro, sin besarlos, los pies desnudos.

La madre naturaleza, de Emilia Pardo Bazán

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Re: Pies femeninos en la literatura...

Mensaje por Ceinwyn »

¡Qué bonito, Greto!
Qué pasajes tan bonitos los de ese libro 😍
Silba la calandria y nos sorprende en vela, amuchados, con ganas de seguir.
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Re: Pies femeninos en la literatura...

Mensaje por Gretogarbo »

Ceinwyn escribió: 13 Dic 2020 21:48Qué pasajes tan bonitos los de ese libro...
Es una maravilla, tanto el pasaje como toda la novela en sí.
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Re: Pies femeninos en la literatura...

Mensaje por Gretogarbo »

... Pero me enrollo mucho, Eulalia, guapa. Te estás durmiendo. No te duermas. ¿Te duermes? Pobrecita, me dices que no con los ojos cerrados, se te caen. Déjalo, no puedes con tu alma, igual que Pablo ayer, que ya de puro sueño ni conducir podía; deja de hacer esfuerzos. Es que es muy tarde, mira, está ya amaneciendo. Anda, duerme, yo me quedo aquí a tu lado. Pero no estás bien, échate algo encima por lo menos, mujer, entra un poco de frío. Verás. Sube los pies. Quítate las sandalias primero. Así. ¡Qué pies más bonitos tienes!
(...)
Y sintió, con la oleada súbita de rubor, unos celos salvajes de la amiga que en tiempos le había prohibido ruborizarse, celos de su belleza inalterada, de aquel cuerpo flexible, de aquellos pies descalzos, de las sandalias primorosas que yacían tiradas por la alfombra, de su peinado, de su vestido; y sobre todo del resplandor que transfiguraba su rostro en aquellos momentos, de la expresión dulce con que miraba a su hermano, del gesto confiado y casi infantil con que se apoyaba contra su pecho, de las palabras que le estaba susurrando, de las que él le devolvía.
Retahílas, de Carmen Martín Gaite

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Re: Pies femeninos en la literatura...

Mensaje por Gretogarbo »

Ella me saludó como a un antiguo amigo, y se fijó enseguida en el uniforme.
— Tú no eres soldado.
— Es un disfraz.
Empecé a sentirme como Sarpi, el cura y diplomático veneciano que afirmaba que nunca vmentía pero que no le decía la verdad a todo el mundo. Varias veces durante la velada, mientras comíamos, bebíamos y jugábamos a los dados, quise explicárselo. Pero mi lengua se resistía, y mi corazón se sublevaba en defensa propia.
— Los pies —me dijo.
— ¿Cómo?
— Déjame acariciarte los pies.
Virgen Santa, los pies no.
— Nunca me quito las botas fuera de casa. Es una manía que tengo.
— Entonces quítate la camisa.

La pasión, de Jeanette Winterson (traducción de Elena Rius)

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Re: Pies femeninos en la literatura...

Mensaje por Gretogarbo »

Aquella noche, después de que Ulises se hubiera ido y de que Melquíades hubiese visto en el salón sobre su cabeza las estrellas y los arcos celestes, Espí se acostó pronto, junto al cuerpo ya dormido de su mujer. La abrazó y, como siempre, encajó su empeine en el arco del pie de Flora, acariciando su planta tan suave y caliente como el pan recién hecho.
(...)
Aquella noche, con sus pies en los pies de Flora, Melquíades Espí no se durmió pensando en la librería, ni en el incendio de la biblioteca, ni en
El baladro del sabio Merlín, ni en por qué llevaba escrito el nombre de su padre. Se durmió pensando que al miedo sólo lo expulsa el terror. Que al abandono sólo lo expulsa el olvido. Que a la decepción sólo la expulsa el odio.
Los libros luciérnaga, de Leticia Sánchez Ruiz

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Titulector
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Re: Pies femeninos en la literatura...

Mensaje por Titulector »

"Milena, no puedo gritar, ni tampoco grita nada en mí, ni siquiera digo mil tonterías, porque no están en mí (omito las otras tonterías, de ésas poseo en exceso), y quizá sólo advierto que estoy arrodillado al ver que sus pies están ante mis ojos, y al acariciarlos."

Franz Kafka, "Cartas a Milena".
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Re: Pies femeninos en la literatura...

Mensaje por Gretogarbo »

Él observó los fuertes brazos de Margo, cómo se movían con la particular cadencia del remo. Luego contempló sus pies, hermosos y alargados, chapoteando sobre el agua del fondo de la barca, y cómo se contraían los músculos de su abdomen con cada remada.
Buena suerte, de Nickolas Butler (traducción de Álvaro Marcos)

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