Pies femeninos en la literatura...

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Moderador: Ashling

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luisoroverde
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Re: Pies femeninos en la literatura...

Mensaje por luisoroverde »

Vaya, si todos esas precauciones en de tapar a la novia eran parte del ritual del casamiento.. y luego durante el festejo de las nupcias, la novia tapada en el lecho..
Que tristeza da todo eso.
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caris
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Re: Pies femeninos en la literatura...

Mensaje por caris »

A mí me ha gustado la poesía de Benedetti :wink:
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luisoroverde
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Re: Pies femeninos en la literatura...

Mensaje por luisoroverde »

Me alegro que te guste Caris.. a mi también me gustó mucho..
Ya pondré algunos más ;)
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luisoroverde
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Re: Pies femeninos en la literatura...

Mensaje por luisoroverde »

Cuando no puedo mirar tu cara
miro tus pies.

Tus pies de hueso arqueado,
tus pequeños pies duros.

Yo sé que te sostienen,
y que tu dulce peso
sobre ellos se levanta.

Tu cintura y tus pechos,
la duplicada púrpura de tus pezones,
la caja de tus ojos que recién han volado,
tu ancha boca de fruta,
tu cabellera roja,
pequeña torre mía.

Pero no amo tus pies
sino porque anduvieron
sobre la tierra y sobre
el viento y sobre el agua,
hasta que me encontraron.

Pablo Neruda
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emedoble
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Re: Pies femeninos en la literatura...

Mensaje por emedoble »

En la glorieta de las Cuatro Fuentes, un par de lechuguinos con brillantina y raya en medio se retorcían los engomados bigotes mientras lanzaban furtivas miradas a una joven que, bajo estrecha vigilancia de su aya, leía un tomito de doloras de Campoamor, ajena a la expectación que su pequeño y fino pie, junto a dos tentadoras pulgadas de delicado tobillo enfundado en media blanca, suscitaba en los mirones.

El maestro de esgrima - Arturo Pérez Reverte
Última edición por emedoble el 04 Mar 2010 11:04, editado 1 vez en total.
Leído: No digas nada
Leyendo: 14 de abril
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nieta
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Re: Pies femeninos en la literatura...

Mensaje por nieta »

Acariciaba la ambición de adquirir una joven delicada y con hermosos pies. Sus lirios dorados no debían tener más de tres o cuatro pulgadas de largo y debían ser regordetes y mórbidos al tacto, como de un niño de pocos meses. Le fascinaba la manera de andar de una joven sobre sus minúsculos pies, con pasos muy breves y vacilantes, como si estuviera siempre a punto de caer, las caderas echadas hacia atrás y meciéndose como los juncos a la orilla del estanque en el jardín de su maestro. Detestaba los pies grandes, musculosos y fríos, como los de una campesina. En su aldea había visto de lejos algunas niñas vendadas, orgullo de sus familias que sin duda podrían casarlas bien, pero solo al relacionarse con las prostitutas en Cantón tuvo entre sus manos un par de aquellos lirios dorados y pudo extasiarse ante las pequeñas zapatillas bordadas que siempre los cubrían, pues por años y años los huesos destrozados desprendían una sustancia maloliente. Después de tocarlos comprendió que su elegancia era fruto de constante dolor, eso los hacía tanto más valiosos. Entonces apreció debidamente los libros dedicados a los pies femeninos, que su maestro coleccionaba, donde enumeraban cinco clases y dieciocho estilos diversos de lirios dorados.

Hija de la fortuna – Isabel Allende
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luisoroverde
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Re: Pies femeninos en la literatura...

Mensaje por luisoroverde »

Buscando otra cosa encontré este blog :lol:


Imagen Día 9: Un regalo para mis pies
10/01/2010
Imagen


Para alguien como yo, acostumbrada a caminar con tacones, la libertad de
andar con los pies desnudos es un placer dificilmente explicable.

Debo reconocer que, todavía necesito vendarme los pies para recorrer las
zonas escapardas o con piedras, mi piel es demasiado fina y cualquier rama o
piedra afilada me abrasa como el filo de un cuchillo.

Pero más tarde, cuando camino por la playa de arena blanca, dejo que las
suaves olas del atardecer me acaricien los pies y curen con su saliva salada
los restos de mis batallas diarias.

He descubierto un fruto nuevo, verde y muy graso. Su sabor me desgarra la
boca con un picor terrible, pero es el mejor bálsamo que jamás he probado
para mi piel.

Hoy he regalado a mis pies un reposo envuelto en esa pócima. Ahora están
suaves y las heridas casi son invisibles.

Ya no respiro por la nariz, hoy no, hoy al menos quiero tomar aire por mis
nuevos pies.

Anne
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luisoroverde
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Re: Pies femeninos en la literatura...

Mensaje por luisoroverde »

Vitelio subía una escalera de palacio, un día de verano, en compañía de Mesalina, acompañado por mí, cuando Mesalina dijo:
—Un minuto, por favor, he perdido la sandalia.
Vitelio se volvió rápidamente y la recogió, entregándosela con una profunda reverencia. Mesalina se sintió encantada. Dijo, sonriendo:
—Claudio, ¿no te sentirás celoso si confiero la orden de la Sandalia Enjoyada a este bravo soldado, nuestro querido amigo Vitelio? Es realmente galante y cortés.
—¿Pero no necesitas la sandalia, querida?
—No, es más fresco ir descalza en un día como este. Y además tengo veintenas de pares.
De modo que Vitelio tomó la sandalia, la besó y se la guardó en el bolsillo de la túnica, donde la tenía continuamente. La sacaba para besarla una vez más cuando, en sentimentales conversaciones privadas conmigo, se refería a la belleza, la inteligencia, la riqueza de Mesalina, y a mi extraordinaria buena suerte por ser su esposo.

Del libro Claudio el dios y su esposa Mesalina, de Robert Graves
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luisoroverde
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Re: Pies femeninos en la literatura...

Mensaje por luisoroverde »

De "Los cuadernos de Don Rigoberto" de Vargas Llosa 8)


Ella se acercó, se pegó a él y lo besó, primero superficialmente, advirtiendo que él demoraba en responder a los labios que frotaban los suyos, y en replicar luego a los amagos de su lengua. Cuando lo hizo, sintió que en ese beso el ingeniero iba entregándole su viejo amor, su adoración, su fantasía, su salud y (si la tenía) el alma. Cuando la cogió de la cintura, con cautela, dispuesto a soltarla al menor rechazo, doña Lucrecia permitió que la abrazara.
—¿Puedo abrir los ojos?
—Puedes.
«Y entonces él la miró, no con la mirada fría del perfecto libertino, de Sade, pensó don Rigoberto, sino con la pura, ferviente y apasionada del místico en el momento del ascenso y la visión.»
—¿Estaba muy excitado? —se le escapó, y se arrepintió—. Qué pregunta tonta. Perdona, Lucrecia.
—A pesar de estarlo, no intentó retenerme. A la primera indicación, se apartó.
—Debiste irte a la cama con él esa noche —la amonestó don Rigoberto—. Abusabas. O, tal vez, no. Tal vez, hacías lo debido. Sí, sí, por supuesto. Lo lento, lo formal, lo ritual, lo teatral, eso es lo erótico. Era una espera sabia. La precipitación nos acerca al animal, más bien. ¿Sabías que el burro, el mono, el cerdo y el conejo eyaculan en doce segundos, a lo más?
—Pero, el sapo puede copular cuarenta días y cuarenta noches, sin parar. Lo leí en un libro de Jean Rostand: De la mosca al hombre.
—Qué envidia —se admiró don Rigoberto—. Estás llena de sabiduría, Lucrecia.
—Son las palabras de Modesto —lo desconcertó su mujer, retrotrayéndolo a un Orient Express que perforaba la noche europea, rumbo a Venecia—. Al día siguiente, en nuestro camarote belle époque.
Eso decía también el ramo de flores que la esperaba en el Hotel Cipriani, en la soleada Giudecca: «A Lucrecia, bella en la vida y sabia en el amor».
—Espera, espera —la devolvió a los rieles don Rigoberto—. ¿Compartieron ese camarote, en el tren?
—Uno con dos camas. Yo arriba y él abajo.
—O sea que...
—Tuvimos que desvestirnos uno encima de otro, literalmente —completó ella—. Nos vimos en paños menores, aunque en penumbra, pues apagué todas las luces, salvo la veladora.
—Paños menores es un concepto general y abstracto —se sulfuró don Rigoberto—. Precisiones.
Doña Lucrecia se las dio. A la hora de desvestirse —el anacrónico Orient Express cruzaba unos bosques alemanes o austríacos y, de cuando en cuando, una aldea—, Modesto le preguntó si quería que saliera. «No hace falta, en esta penumbra parecemos sombras», respondió doña Lucrecia. El ingeniero se sentó en la litera de abajo, replegándose lo más posible a fin de dejarle más espacio. Ella se desvistió sin forzar sus movimientos ni estilizarlos, girando en el sitio al despojarse de cada prenda; el vestido, el fustán, el sostén, las medias, el calzón. El resplandor de la veladora, una lamparilla en forma de champiñón con dibujos lanceolados, acarició su cuello, hombros, pechos, vientre, nalgas, muslos, rodillas, pies. Alzando los brazos, se pasó por la cabeza un pijama de seda china, con dragones.
—Voy a sentarme con las piernas al aire, mientras me escobillo los cabellos —dijo, haciendo lo que decía—. Si te provoca besármelas, puedes. Hasta las rodillas.
¿Era el suplicio de Tántalo? ¿Era el jardín de las delicias? Don Rigoberto se había deslizado al pie de la cama, y, adivinándolo, doña Lucrecia se sentó al borde para que, como Pluto en el Orient Express, su marido le besara los empeines, aspirara la fragancia de cremas y colonias que refrescaban sus tobillos, mordisqueara los dedos de sus pies y lamiera las oquedades tibias que los separaban.
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luisoroverde
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Re: Pies femeninos en la literatura...

Mensaje por luisoroverde »

Este es el poema recitado por Julio Sosa al comienzo del tango María.. Son de esos versos que aferran a la memoria y que uno nunca vuelve a oír...



Que vieja y cansada imagen me devuelve el espejo
ah... si pudiera verla.
Solo aquí en la gris penumbra de mi pieza;
de este cuarto nuestro que parece tan grande desde que faltas tu.
Sabe dios por que senderos de infortunio pasearás tu tristeza;
y yo solo
con tu adiós golpeándome el alma.
Mientras la madrugada febril de mi desesperanza
me trae el eco alucinado de tu paso pequeño que se aleja,
y la música triste de tus palabras
que se van adelgazando hasta el silencio..
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luisoroverde
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Re: Pies femeninos en la literatura...

Mensaje por luisoroverde »


Me parecen tus pies, cuando diviso
que la falda traspasan y bordean,
dos niños que traviesos juguetean
en el mismo dintel del Paraíso.

Quiso el amor y mi fortuna quiso
que ellos el fiel de mi esperanza sean;
si aparecen, de pronto me recrean;
cuando se van, me afligen de improviso.

¡Oh, pies idolatrados; yo os imploro!
Y pues sabéis mover todo el palacio
por quien el alma enamorada gime,

traed a mi regazo mi tesoro
y yo os aliviaré por largo espacio
del dulcísimo peso que os oprime.


Adelardo Lopez de Ayala
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luisoroverde
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Re: Pies femeninos en la literatura...

Mensaje por luisoroverde »

Otra poesía, pero esta cantada. :lol:

Mañana por la mañana te espero Juana a tomar el té
Te juro Juana que tengo ganas de verte la punta'el pie
La punta'el pie, la rodilla, la pantorrilla y el peroné...

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luisoroverde
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Re: Pies femeninos en la literatura...

Mensaje por luisoroverde »

Levantemos un poco este hilo... Que por cierto siempre se vé gente mirándolo cuando entro. 8)

Es para traer este relato cortito.

http://www.susanamoo.com/2009/04/carmen ... a-peineta/

por cierto... no perdais de vista la página. ;)

:hola:
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Gretogarbo
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Re: Pies femeninos en la literatura...

Mensaje por Gretogarbo »

Salíamos del patio por detrás de la cocina cuando mi comadre nos gritaba:
- No se vayan a demorar, que la comida está en estico.
Salomé quiso cerrar la puertecita de trancas por donde habíamos entrado al cacaotal: pero yo me puse a hacerlo mientras ella me decía:
- ¿Qué hacemos con Fermín, que es tan cuentero?
- Tú lo verás.
- Ya sé: deje que estemos más allá, y yo lo engaño.
Cubríamos la densa sombra del cacaotal, la cual parecía no tener límites. La belleza de los pies de Salomé, que la falda de pancho azul dejaba visibles hasta arriba de los tobillos, resaltaba sobre el sendero negro y la hojarasca seca.
María. Jorge Isaacs.
Recuento 2024
Ayer: Grito nocturno. Borja González
Los asesinos del emperador. Santiago Posteguillo
Hoy: Hoy es un buen día para morir. Colo
Soberbia. William Somerset Maugham
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Re: Pies femeninos en la literatura...

Mensaje por luisoroverde »

I

Recorrer un cuerpo en su extensión de vela
Es dar la vuelta al mundo
Atravesar sin brújula la rosa de los vientos
Islas golfos penínsulas diques de aguas embravecidas
No es tarea fácil - si placentera -
No creas hacerlo en un día o noche de sábanas explayadas
Hay secretos en los poros para llenar muchas lunas


II

El cuerpo es carta astral en lenguaje cifrado
Encuentras un astro y quizá deberás empezar
Corregir el rumbo cuando nube huracán o aullido
profundo
Te pongan estremecimientos
Cuenco de la mano que no sospechaste

III

Repasa muchas veces una extensión
Encuentra el lago de los nenúfares
Acaricia con tu ancla el centro del lirio
Sumérgete ahógate distiéndete
No te niegues el olor la sal el azúcar
Los vientos profundos cúmulos nimbus de los pulmones
Niebla en el cerebro
Temblor de las piernas
Maremoto adormecido de los besos

IV

Instálate en el humus sin miedo al desgaste sin prisa
No quieras alcanzar la cima
Retrasa la puerta del paraíso
Acuna tu ángel caído revuélvele la espesa cabellera con la
Espada de fuego usurpada
Muerde la manzana


V

Huele
Duele
Intercambia miradas saliva imprégnate
Da vueltas imprime sollozos piel que se escurre
Pie hallazgo al final de la pierna
Persíguelo busca secreto del paso forma del talón
Arco del andar bahías formando arqueado caminar
Gústalos


VI

Escucha caracola del oído
Como gime la humedad
Lóbulo que se acerca al labio sonido de la respiración
Poros que se alzan formando diminutas montañas
Sensación estremecida de piel insurrecta al tacto
Suave puente nuca desciende al mar pecho
Marea del corazón susúrrale
Encuentra la gruta del agua


VII

Traspasa la tierra del fuego la buena esperanza
navega loco en la juntura de los océanos
Cruza las algas ármate de corales ulula gime
Emerge con la rama de olivo llora socavando ternuras ocultas
Desnuda miradas de asombro
Despeña el sextante desde lo alto de la pestaña
Arquea las cejas abre ventanas de la nariz


VIII

Aspira suspira
Muérete un poco
Dulce lentamente muérete
Agoniza contra la pupila extiende el goce
Dobla el mástil hincha las velas
Navega dobla hacia Venus
estrella de la mañana
- el mar como un vasto cristal azogado -
duérmete náufrago.

Gioconda Belli
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