Raoul - La entrevista
Re: Raoul - La entrevista
Pobre Fructuoso, ¡vaya manera de venir al mundo! Y la zapatería arrasada por las hordas de Atila
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Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.
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Re: Raoul - La entrevista
Sí, sí, los lances a los críticos están muy bien, y poco a poco nuestro RAOUL se nos va descubriendo y hasta nos revelas sus triquiñuelas amatorias pero ¡qué gran personaje ese Don Paco!, pero que la de las alpargatas rosas no se queda atrás
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Re: Raoul - La entrevista
Ashling, Evaluna y Lucía
Evaluna, otra técnica amatoria que da mucho resultado es coger de la percha de un establecimiento público el abrigo de una señora previamente seleccionada y-muy importante- ponérselo de manera lo suficientemente ostensa como para que ella lo perciba.
Todas las mujeres vienen a decir lo mismo:
- Oiga, que ese abrigo mío.
Y luego ya uno con cualquier excusa...
El caso es establecer vínculo verbal y visual. Además, tiene un no sé qué muy tierno ver a un hombre intentando ponerse un abrigo de señora. Casi todas las mujeres lo encuentran irresistible.
Prácticamente el abrigo te hace todo el trabajo.
En cambio, con las bufandas, los guantes, los bolsos, los sombreros y los zapatos no es lo mismo. La cosa no funciona tanto
Evaluna, otra técnica amatoria que da mucho resultado es coger de la percha de un establecimiento público el abrigo de una señora previamente seleccionada y-muy importante- ponérselo de manera lo suficientemente ostensa como para que ella lo perciba.
Todas las mujeres vienen a decir lo mismo:
- Oiga, que ese abrigo mío.
Y luego ya uno con cualquier excusa...
El caso es establecer vínculo verbal y visual. Además, tiene un no sé qué muy tierno ver a un hombre intentando ponerse un abrigo de señora. Casi todas las mujeres lo encuentran irresistible.
Prácticamente el abrigo te hace todo el trabajo.
En cambio, con las bufandas, los guantes, los bolsos, los sombreros y los zapatos no es lo mismo. La cosa no funciona tanto
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Re: Raoul - La entrevista
Pues seguro que con zapatos (o en verano, sandalias) algo se haría, Raoul.
Re: Raoul - La entrevista
Absolutamente genial y desternillante
Intrigado me quedo por saber cómo termina la historia, bueno en realidad las dos, porque digo yo que nos merecemos además la infancia de don Fructuoso... Que no debió ser manca aunque sí desorejada.
Intrigado me quedo por saber cómo termina la historia, bueno en realidad las dos, porque digo yo que nos merecemos además la infancia de don Fructuoso... Que no debió ser manca aunque sí desorejada.
Bajo tierra seca de César Pérez Gellida. Algo más que sexo: Otoño de Nando López
Recuento libros leídos 2024
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Re: Raoul - La entrevista
No le presionéis, que aún tiene que escribir un relato para el concurso de Ábretelibro de otoño...Arden escribió:Absolutamente genial y desternillante
Intrigado me quedo por saber cómo termina la historia, bueno en realidad las dos, porque digo yo que nos merecemos además la infancia de don Fructuoso... Que no debió ser manca aunque sí desorejada.
Re: Raoul - La entrevista
Oh, muchas, muchas gracias. La verdad es que si no fuera por estos empujoncitos
No he escrito casi nada de la continuación, pero vamos, es cosa de coger el ánimo y hallar un poco de tiempo. Desde luego que hay infancia de Fructuoso e incluso un análisis de su período lactante. Pobrecillo... soñaba con zapatos cayéndole, cuando se acercaba alguien se pensaba que le iban a arrancar algo, confundía el biberón con un calzador
Isma, ciencia ficción es que yo escriba un relato de ciencia ficción
No he escrito casi nada de la continuación, pero vamos, es cosa de coger el ánimo y hallar un poco de tiempo. Desde luego que hay infancia de Fructuoso e incluso un análisis de su período lactante. Pobrecillo... soñaba con zapatos cayéndole, cuando se acercaba alguien se pensaba que le iban a arrancar algo, confundía el biberón con un calzador
Isma, ciencia ficción es que yo escriba un relato de ciencia ficción
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Re: Raoul - La entrevista
Vengo a darte un empujoncito, querido. |
Re: Raoul - La entrevista
Mi queridísima nibelunga
Pues no, no, no . No me es posible escribir nada en estos momentos y el horizonte es tan espeso y negro como esa trastienda lóbrega, portal de Belén en la que vino a nacer el gran Fructuoso Gutiérrez, que a falta de Estrella tuvo Cerilla manolera y mago crispulero . Así que, por lo que pueda pasar y dado el tiempo transcurrido, pongo el arranque de la siguiente entrega (o sea, lo único que he escrito en estos meses, que es tan poco como se leerá). Casi a modo de trailer.
Cuentan todas las crónicas de verídicos historiadores –o sea, ésta y ninguna otra- que después de su confuso, oscuro y desorejado nacimiento, anduvo Fructuoso Gutiérrez taciturno y mustio como camellero en Siberia, con el ánimo por los subsuelos corcovados y con poquísimas y malísimas ganas de que en su honor siguiese girando la rueda de la vida. De feto ilusionado había pasado, sin solución de continuidad, a bebé desmoralizado. Él, pimpollo reluciente, lanzado alegre y cantarín al mundo, audaz en el ademán y liberal en el propósito, se había encontrado con que el mundo se lo pagaba montándole a las primeras de cambio un Apocalipsis desacordonado y descalzo. Antes siquiera de que pudiera abrir la boca en la función el público había acogido su salida a escena con zapatazos, gritos, abucheos e insultos. Incluso desde la primera fila un espectador enloquecido había asaltado las sagradas tablas del proscenio para agredirle con una pala metálica. Fracasado su intento, el terrorista obstétrico, lejos de abandonar su plan criminal, le había zarandeado y propulsado por los aires previa expropiación de sus apéndices auriculares. El pobre Fructuoso no encontró más asilo que el de una caja de cartón. Y le dolía menos la pérdida de sus orejas (porque a fin de cuentas las orejas, esa especie de sarmientos arrugados, son una cosa absurda que hacen feísimo en algo tan visible y cenital como es la cabeza) que la injusticia cometida, la malquerencia inexplicable, el rechazo de tragedia griega respuesta a sus desvelos. ¡Nueve meses de rigurosa formación, nueve meses de ensayos, nueve meses de estrecheces y de tormentosas dudas -“¿me estaré haciendo bien como persona? ¿sabré estar a la altura exigible? ¿esto que me sale será una nariz en condiciones con sus orificios simétricamente dispuestos?”- para después, en el momento cumbre, hallarse con la agresión, el escándalo y el asesinato!
Fructuoso era inevitablemente un niño desengañado. Más que cuna y nodriza, hubiera necesitado en esos sus primeros días de nacido de un balneario y de un cónclave de psiquiatras especialistas en traumas infantiles. Con su piel casi translúcida, su rostro ceniciento y cenagoso en curioso contraste y los ojos medio obnubilados pasaba las horas con la mirada colgada del techo, creyendo vislumbrar allí el inacabable desfile de sus esperanzas muertas. Por la noche, la depresión resbalaba entre sus sábanas, invadía la casa de los Gutiérrez e intentaba meter la cabeza en el horno. Pero todo resultaba inútil. La depresión no podía escapar de Fructuoso y Fructuoso, cada día más triste, enflaquecido, canijo y fantasmal transitaba a lomos de su jamelgo deprimido por el camino segurísimo que lleva a la tumba de los melancólicos. Sus sueños estaban poblados de zapatos que le caían como pedrisco en campo abierto. Cuando sus padres intentaban meterle el biberón en la boca, lloraba y se revolvía porque creía que el biberón era un calzador de última generación. Si le cogían en brazos y le hacían carantoñas se echaba a llorar pensando que le iban a arrancar algo… En fin, la vida de bebé que llevaba Fructuoso no era vida verdadera sino cuento de puro, ciego y verdadero terror.
Pudiera decirse que Fructuoso era Don Quijote derrotado por el caballero de la Blanca Luna (que en este caso, quizás debiera llamarse de la Coliflor Oscura)
Para que la justeza de la comparación fuera más completa no faltaba en su casa ni Cura que la visitara. El asendereado, alto y terrinchoso sacerdote don Críspulo no abandonaba a “la criatura acordonada, acartonada y abollada rescatada por sus manos providenciales de las delicuescentes garras del limbo para bien, parabién y requetebién de la grey cristiana y administrada”, como se encargó de proclamar un sábado de púlpito, olla garbancista y tertulia manolera, cuando Fructuoso ya era una celebridad de resonancias municipales y hasta comarcales.
Pues no, no, no . No me es posible escribir nada en estos momentos y el horizonte es tan espeso y negro como esa trastienda lóbrega, portal de Belén en la que vino a nacer el gran Fructuoso Gutiérrez, que a falta de Estrella tuvo Cerilla manolera y mago crispulero . Así que, por lo que pueda pasar y dado el tiempo transcurrido, pongo el arranque de la siguiente entrega (o sea, lo único que he escrito en estos meses, que es tan poco como se leerá). Casi a modo de trailer.
Cuentan todas las crónicas de verídicos historiadores –o sea, ésta y ninguna otra- que después de su confuso, oscuro y desorejado nacimiento, anduvo Fructuoso Gutiérrez taciturno y mustio como camellero en Siberia, con el ánimo por los subsuelos corcovados y con poquísimas y malísimas ganas de que en su honor siguiese girando la rueda de la vida. De feto ilusionado había pasado, sin solución de continuidad, a bebé desmoralizado. Él, pimpollo reluciente, lanzado alegre y cantarín al mundo, audaz en el ademán y liberal en el propósito, se había encontrado con que el mundo se lo pagaba montándole a las primeras de cambio un Apocalipsis desacordonado y descalzo. Antes siquiera de que pudiera abrir la boca en la función el público había acogido su salida a escena con zapatazos, gritos, abucheos e insultos. Incluso desde la primera fila un espectador enloquecido había asaltado las sagradas tablas del proscenio para agredirle con una pala metálica. Fracasado su intento, el terrorista obstétrico, lejos de abandonar su plan criminal, le había zarandeado y propulsado por los aires previa expropiación de sus apéndices auriculares. El pobre Fructuoso no encontró más asilo que el de una caja de cartón. Y le dolía menos la pérdida de sus orejas (porque a fin de cuentas las orejas, esa especie de sarmientos arrugados, son una cosa absurda que hacen feísimo en algo tan visible y cenital como es la cabeza) que la injusticia cometida, la malquerencia inexplicable, el rechazo de tragedia griega respuesta a sus desvelos. ¡Nueve meses de rigurosa formación, nueve meses de ensayos, nueve meses de estrecheces y de tormentosas dudas -“¿me estaré haciendo bien como persona? ¿sabré estar a la altura exigible? ¿esto que me sale será una nariz en condiciones con sus orificios simétricamente dispuestos?”- para después, en el momento cumbre, hallarse con la agresión, el escándalo y el asesinato!
Fructuoso era inevitablemente un niño desengañado. Más que cuna y nodriza, hubiera necesitado en esos sus primeros días de nacido de un balneario y de un cónclave de psiquiatras especialistas en traumas infantiles. Con su piel casi translúcida, su rostro ceniciento y cenagoso en curioso contraste y los ojos medio obnubilados pasaba las horas con la mirada colgada del techo, creyendo vislumbrar allí el inacabable desfile de sus esperanzas muertas. Por la noche, la depresión resbalaba entre sus sábanas, invadía la casa de los Gutiérrez e intentaba meter la cabeza en el horno. Pero todo resultaba inútil. La depresión no podía escapar de Fructuoso y Fructuoso, cada día más triste, enflaquecido, canijo y fantasmal transitaba a lomos de su jamelgo deprimido por el camino segurísimo que lleva a la tumba de los melancólicos. Sus sueños estaban poblados de zapatos que le caían como pedrisco en campo abierto. Cuando sus padres intentaban meterle el biberón en la boca, lloraba y se revolvía porque creía que el biberón era un calzador de última generación. Si le cogían en brazos y le hacían carantoñas se echaba a llorar pensando que le iban a arrancar algo… En fin, la vida de bebé que llevaba Fructuoso no era vida verdadera sino cuento de puro, ciego y verdadero terror.
Pudiera decirse que Fructuoso era Don Quijote derrotado por el caballero de la Blanca Luna (que en este caso, quizás debiera llamarse de la Coliflor Oscura)
Para que la justeza de la comparación fuera más completa no faltaba en su casa ni Cura que la visitara. El asendereado, alto y terrinchoso sacerdote don Críspulo no abandonaba a “la criatura acordonada, acartonada y abollada rescatada por sus manos providenciales de las delicuescentes garras del limbo para bien, parabién y requetebién de la grey cristiana y administrada”, como se encargó de proclamar un sábado de púlpito, olla garbancista y tertulia manolera, cuando Fructuoso ya era una celebridad de resonancias municipales y hasta comarcales.
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Re: Raoul - La entrevista
Bueno, tan negro no está el horizonte, eh, mi querido Cherubino. Un trailer de lo más entretenido, y que como siempre, nos dejas con ganas de más.
Re: Raoul - La entrevista
Coincido con Ash
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Re: Raoul - La entrevista
Pero que trailer más deprimente , pobre Frutuoso, condenado a llevar monóculo o binóculo
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Re: Raoul - La entrevista
Ainss pobre Fructuoso qué mal ha empezado en la vida
Ansiamos saber más Raoul, pero por lo pronto el trailer te ha quedado magnífico.
Ansiamos saber más Raoul, pero por lo pronto el trailer te ha quedado magnífico.
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