CN9 - Mercenario - Gavalia

Relatos que optan al premio popular del concurso.

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kassiopea
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Mensaje por kassiopea »

Mercenario

Valencia amanecía envuelta por la bruma, hedor a muerte, y un contradictorio sabor a victoria mezclado con sal de brisa marina. Rodrigo caminaba con aire desolado al lado de su caballo, absorto en sus pensamientos intentando convencerse a sí mismo de que sus actos habían sido justificados, y que era el destino el que había confabulado para llevarle hasta ese momento. Escoltado por algunos de sus más fieles guerreros, siempre atentos a la amenaza acechante en cualquier esquina, repasaba con mirada triste los recovecos de una otrora capital llena de bullicio en los mercados, zagales corriendo por los arrabales y abundancia de gente viviendo el común del día a día. Esa explosión de vida había abandonado la ciudad tornándose en hambre y enfermedad durante el terrible asedio al que había sometido a la ciudad el Campeador y los suyos. Todos respetaban la introspección de su comandante durante el recorrido y sólo el eco de los cascos de sus monturas golpeando entre las paredes de los edificios rompía la falsa calma del momento.

—¡Avanzad y esperadme en el puerto! —ordenó el cid a su escolta con un exabrupto. Un joven de corta edad le había cortado el paso poniéndose delante de su corcel. La mirada clavada en el rostro del Campeador y los brazos en jarras era toda su armadura.
—¡Guardaos señor! —gritó Soler, el jefe de la escolta.
—¡Adelantaos he dicho! El mozo parece querer decir algo y por Dios que he de escucharle. —espetó Rodrigo manteniendo la enconada mirada del zagal— Tú dirás entonces —prosiguió.
—Me llamo Ibsan-Yusuf, hijo de Alsaní-Yusuf, Imán de la mezquita principal de Valencia, ahora muerto junto con mi madre y hermanos por vuestro yugo —dijo el muchacho con rabia—. Si vos sois al que llaman el Campeador, entonces la responsabilidad de sus muertes y de la de cientos de ciudadanos de esta villa es vuestra. ¡Os maldigo, Campeador! ¡Os maldigo a vos y a los vuestros! ¡Maldigo el aire que respiráis y maldigo vuestra misma presencia! Moriréis a hierro en esta misma villa y lo haréis por mano de Alá, el único Dios verdadero. Vuestro pecado es grande y vuestra condena será eterna. —El muchacho desapareció entre la bruma de la mañana como por arte de magia cuando terminó su dramática profecía, profecía que a la postre se convertiría en realidad para desdicha del de Vivar.
Rodrigo quiso decirle que lo sentía, que la guerra no entendía de razones, que así era la vida en aquellos tiempos y que haría lo necesario para resarcirle de su pena a él y a los suyos, pero no pudo. Las palabras se le atragantaban en la garganta, la respiración contenida y el corazón desbocado le impedían el habla, hasta que un profundo suspiro de impotencia terminó por relajar la tensión de sus pulmones. Era consciente de que la población de Valencia estaría resentida con él durante mucho tiempo y que la venganza siempre estaría latente en los corazones de aquellos a los que tanto daño había hecho.

Nunca padeció tanto una ciudad las maldades de una guerra. El hambre fue tal durante el sitio, que cuando no hubo nada que comer, el cuero cocido y los mismos muertos pasaron a ser la despensa a la que acudir para saciar los estómagos de sus habitantes. No habría perdón suficiente para que el alma de Rodrigo pudiera descansar en paz después de aquella atrocidad, perpetrada en el nombre de Dios y de su propia ansia de poder disfrazada de lo que él quería creer era su destino. Resuelto a instaurar la cristiandad de sus ancestros y hacerse con el poder de aquellas tierras, no paró hasta rendir la ciudad del Turia sin escatimar en medios. Hambre, violencia, enfermedad y miedo, fueron sus mensajeros. Se juró en oración que a partir de ese momento haría de aquella población un sitio donde poder prosperar bajo su gobierno, más no por ello dejó de presionar a sus habitantes, musulmanes en su mayoría, hasta dejarlos absolutamente sin nada. Requisó bienes de toda índole, mansiones, joyas, ganado y todo aquello de valor que encerraran aquellos muros para su provecho y el de los suyos. Como muestra de bondad, pues así lo creía en su endiosamiento, pactó bajo diezmo que todos los infieles que quisieran quedarse pudieran hacerlo si ese era su deseo, y que aquel que quisiera marcharse, lo hiciera sin ningún tipo de represalias. Muchos abandonaron para siempre la ciudad después del horror que habían sufrido durante aquellos amargos días de confinamiento. Otros aceptaron la promesa de paz y prosperidad del Campeador y permanecieron en la ciudad, sin olvidar en ningún momento el espantoso tormento al que habían sido sometidos.

Rodrigo reinició la marcha tras su desconcertante encuentro con el muchacho, sus escoltas seguían esperándole unas calles más arriba preocupados por la seguridad de su caudillo, a todas luces blanco de la ira de los infieles. Este pasó entre ellos mirándolos con desdén y continuó desolado su camino por aquellas silenciosas calles con dirección al puerto. Tenía en mente construir una flota que revitalizara el comercio, la ciudad lo agradecería, y con ello esperaba alcanzar, sino el perdón, si la calma entre la población gracias a la prosperidad, pero era su mente de militar la que le sugería que en el caso de un futuro asedio de la ciudad sería una baza importante a jugar en favor de la defensa de Valencia tener una fuerza naval importante, algo que no tuvieron en cuenta sus antiguos dignatarios. Un gran alboroto en los muelles hizo que montara en su caballo y acelerara el paso. Al llegar no pudo dejar de admirar la eficiencia de los ingenieros musulmanes ante la magnífica dársena artificial que habían construido para que el tráfico naviero fuera más fluido. La vocinglera que le había hecho picar espuelas se centraba en un gran grupo de cristianos que intentaba abordar una nave árabe recién llegada a puerto.
—¡Teneos! —gritó el de Vivar haciéndose sitio con su corcel a la par que su escolta repartían mandobles entre los alborotadores. Tenían acorralado a uno de los tripulantes y lo estaban moliendo a golpes.
—¡Mi señor! La nave está llena de grano y esos mal nacidos se niegan a entregarlo —espetó el que parecía el cabecilla.
—¿Y quién sois vos para exigir nada? —inquirió el Rodrigo con tono grave— Soltad inmediatamente a ese hombre si no queréis probar el sabor de mi espada. —El grupo de alterados ciudadanos quedó en silencio mientras Rodrigo se dirigía al tripulante de la nave— ¿Cuál es vuestra carga, buen hombre?
—Especias y trigo de Egipto, mi señor. —respondió diligente el musulmán enjugándose la sangre del rostro— Mi nombre es Amin Ahmad, soy el capitán de esta embarcación, y solo entregaré mi arrumaje al señor de esta villa.
—Delante lo tenéis, Amin, yo soy quien buscáis. Responderé de vuestro flete y de su coste. Os ruego que lo descarguéis cuanto antes pues la población necesita de ese trigo —continuó el Campeador ordenando al gremio de estibadores que supervisaran la descarga para su posterior reparto.
—¡Maldito mercenario protector de infieles! —gritó el cabecilla de la revuelta refiriéndose al de Vivar. Rodrigo no dudó un momento y descabalgó de su caballo para enfrentarse a la chusma que lo rodeaba.
—Sé que tenéis hambre y que vuestras familias esperan la comida como el verano el agua. Acabo de prometer que se hará un reparto equitativo de esta carga y de las próximas que hayan de llegar a Valencia hasta poner orden en la villa, pero tened muy presente, que de igual manera que protegeré a los vuestros —dijo señalando al cabecilla de la turba—, también ampararé a los creyentes en Alá. ¡Ay de aquel!, tanto de un credo como del otro, que obre por su propia cuenta para su beneficio. No tendré reparo alguno en colgarlo por el cuello hasta que muera para ejemplo de todos. Ahora es tiempo de trabajar. ¡Moveos! ¡¿A qué esperáis?! —espetó el cid con autoridad haciendo que la aglomeración de cristianos se disolviera.

A Rodrigo nunca le importó que le tratasen como a un señor de la guerra sin patria, al fin y al cabo, las medias verdades eran ciertas, pues siempre se ganó el jornal alquilando su espada a todo aquel que pudiera pagar a su mesnada a cambio de protección. Eran tiempos en los que los hombres de armas buscaban líderes que les llenaran la bolsa, pero también eran idealistas de la espada y de un fanatismo religioso que rayaba en la locura por la fe cristiana. Esos hombres de aquel entonces, rechazaban a señores, duques, condes o incluso a reyes que pretendieran llenarles la bolsa si estos no cumplían con unos mínimos de honor, fuerza y valentía. El de Vivar cumplía de sobra con todas y cada una de aquellas premisas. Sin ser señor de nada, si acaso de sí mismo, sus hombres le eran leales hasta la muerte y un bledo le importaba al Campeador que le tacharan de mercenario. Rodrigo era hijo de la batalla y siempre intentaba ser justo en sus cuitas, pero no comulgaba con nadie, si acaso con Dios en misa. Era leal a la cristiandad, aunque también gozaba de la amistad de algunos reyezuelos musulmanes, y respetaba el credo del islam, pero aún respetaba más a todo aquel blandiera una espada con honor por justa causa.
Ejemplo de su marcado carácter rebelde fue su último desencuentro con la monarquía cristiana. Corría el año 1092, cuando Don Alfonso VI, rey de León, convocó al de Vivar para que se presentara a su servicio a fin de levantar el cerco de los almorávides sobre Aledo. El cid andaba cumpliendo un encargo muy principal por tierras burgalesas en aquel momento y se negó a acudir al llamado del rey atado por su compromiso, en este caso con la misma iglesia. El monarca lo desterró por segunda vez sin preguntar las razones del guerrero que justificaran su desobediencia. Ese era el pan nuestro de cada día del Campeador, pues nunca logró congraciarse con la sangre azul que regía en aquel entonces los destinos de los reinos cristianos, de tal modo, que a la par que su fama crecía como señor de la guerra, también lo hacía el odio que por el sentía la corte.
—Nada me mueve a acudir a la llamada de quien dice ser mi rey cada vez que le viene en gana, para después, sin importarle un ardite despreciarme por mi oficio o por envidia, que también. Bien sabéis todos los que me acompañáis que mi fama es solo resultado de la vida que me ha tocado. Únicamente busco llevar a buen puerto la faena, y si está de Dios, llenar el alma de honor y la bolsa de monedas, sobre todo si la causa es justa, y por Dios que esta lo es —dijo Rodrigo a su mesnada cuando recibió el aviso de Don Alfonso por medio de un correo real reclamando su presencia en Villena. Su compromiso con la abadía del Monasterio de Cardeña era en ese momento su concordato. Su misión: meter en cintura a Don Nuño de Salazar, un señor feudal protegido por el reino de Castilla que tenía en jaque a toda la población de la zona a cuenta de su ambición de poder. Cuarenta hombres acompañaban al de Vivar, todos curtidos en mil batallas y dispuestos a dar la vida por su comandante— Quién alquila nuestros servicios manda, más nunca rompo un contrato, —continuó— y ahora es Dios nuestro patrón. Marchad pues y decidle esto mismo a Don Alfonso —le ordenó al correo real— y hacedle saber que una vez termine aquí, acudiré sin falta a su presencia si así me lo requiriera, pero hasta ese entonces tendrá que esperar por muy rey que sea.

La tropa del Campeador había acampado al raso en las proximidades del río Arlazón después de una dura jornada a caballo en busca de una de las mesnadas del pretencioso señor feudal. Según los monjes de la abadía, estos desalmados habían quemado varias granjas a su paso dejando un reguero de cenizas y cadáveres; apropiándose de las reservas de grano y ganado acumulado por los campesinos para el duro invierno en ciernes.
Martín Severo, paisano de Rodrigo por haber venido al mundo en Vivar llegó sudoroso hasta su comandante para informarle de los resultados de su avanzada como rastreador. Severo era tan fiero como su apellido: grande, barbudo, y con muy mal genio. De pronto rápido, hábil con el hacha como ningún otro en la mesnada del campeador, y mejor en el rastreo que un perro de caza.
—Mi señor, esos desgraciados están cerca. Unos treinta he contado, todos con montura y armados hasta los dientes. Diez de ellos parecen moros tatuados con la media luna en la cara—informó Martín de la forma desabrida que tan habitual era en él.
—Tranquilo, paisano. Come algo primero y retoma el resuello. Ya tendrás tiempo después de contar las novedades que me traes. —ordenó el comandante.
—Creo que esos hijos de barragana están a punto de iniciar la marcha. La posición que ahora ocupan nos favorece si los hemos de atacar. —insistió el rastreador.
—Mi buen Severo, eso lo decidiré yo, si no lo tienes a mal. Ahora haz lo que digo y reponte para que puedas dar fiel detalle de la situación. —Martín agachó la cabeza y, después de un respetuoso saludo, se dirigió hacia el grupo de guerreros reunidos alrededor de un pequeño fuego de campamento.
—Como ordenéis mi señor. —respondió frunciendo el entrecejo mientras se alejaba. Era consciente de que con su comandante no valía protesta alguna.
—¡Hacedme sitio cagarros! —gritó un malhumorado Severo al grupo.
—Mira que eres animal —espetó uno de sus compañeros de batalla haciéndole sitio entre ellos y ofreciéndole un cuenco de gachas recién hechas.
—Vengan esas gachas, no sea que me falten las fuerzas para cortarles los cojones a esos malnacidos que no respetan a los buenos cristianos. —Todos los presentes rieron el exabrupto del rastreador.
—¡Soler! —llamó el Rodrigo a su segundo al mando. Un soldado catalán que había ganado fama de buen guerrero y mejor estratega a las órdenes de Berenguer.
—Tú dirás, Rodrigo. —Soler era de los pocos que podían tutear al campeador. Llevaban más de trece años en comanda y la confianza entre ambos era plena.
—Cuando ese bruto de Martín haya repuesto la andorga, y el mal genio se le pase, que te cuente las nuevas para trazar un plan de ataque. No tengas demasiada prisa, esa hueste transporta una carga importante de grano y ganado, no podrán alejarse mucho, aunque quieran. El mapa que nos ha entregado el escribiente del monasterio nos servirá para reconocer el terreno en el que nos hemos de mover. Yo debo descansar la rodilla, así que voy a darme unas friegas de barro en el río mientras vas preparando todo lo necesario. —el cid padecía de mil heridas ocasionadas por su modo de vida y aquella lesión lo traía a mal parar desde hacía años.
—¡Que cuajo tienes, Rodrigo! Desesperarías al mismísimo Jacob. Los hombres están con ganas de echarle el guante a esos malnacidos del demonio y es difícil tenerlos controlados. —argumentó su segundo.
—Tú sabrás que hacer para contenerlos, y yo sabré que hacer para darles la victoria. Los hombres que perseguimos, por lo poco que me ha contado Martín, llevan un grupo de guerreros musulmanes como protección, y por la descripción de Severo son Hassassins, al parecer llevan tatuada la media luna en el rostro y eso los hace muy peligrosos en el cuerpo a cuerpo. Ahora haz lo que te digo, en un par de horas nos pondremos en marcha. ¡No se hable más del asunto!

Cuando todo estuvo listo, el de Vivar partió con su mesnada. Como era de esperar, la hueste enemiga era lenta, lastrada por dos carromatos cargados de cereales de todo tipo que habían sido situados en el centro de la partida, además, una importante recua de animales de granja cerraba la comitiva. Una vez estudiado el terreno, Rodrigo ordenó bloquear el camino por donde habían de pasar los guerreros de Salazar por medio de varios árboles talados para tal finalidad. La tropa del Campeador esperaba su momento escondida entre la maleza del bosque a ambos lados de la vía. La estrategia era simple: arrasar, diezmar, masacrar sin piedad al enemigo por aplastamiento con su caballería pesada. Dicho y hecho, tanto caballeros como infieles, se vieron sorprendidos por el arrojo de los de Vivar y nada pudieron hacer para defenderse contra semejante embestida de poder militar. Estocadas, mandobles y hachazos descarnados acabaron con casi toda la hueste del señor feudal. Tres padres nuestros y cuatro ave marías duró la refriega, hasta que uno solo de los guerreros de Alá quedó con vida, salvado gracias a la intervención de Rodrigo que detuvo el ímpetu de Bastianillo, un granadino enjuto que sabía utilizar la espada como si de una extensión de su propio brazo se tratara, cuando se aprestaba a cortarle la cabeza al infiel de un tajo.
—¡Detente, animal! —gritó el comandante— Este ha de quedar como mensajero para que el de Salazar sepa que el cid y su mesnada cuidan ahora de esta tierra y que no permitiremos ni una sola tropelía más por su parte, sino quiere que vayamos a hacerle una visita a su propia casa. El mensaje queda claro después de semejante castigo y sabrá a qué atenerse desde ahora.
—Al menos permitidme cortarle la nariz, señoría. —suplicó el de granada.
—De nada serviría tal cosa, y ya ha habido bastante sangre. Dadle una montura y que vaya raudo a ver a su señor. Nosotros partimos hacia la abadía con toda esta impedimenta que salvará del invierno a sus verdaderos dueños —espetó dirigiendo su mirada a sus guerreros intentando asegurarse que no había tenido baja alguna entre ellos. A regañadientes, Bastianillo le entregó una mula de carga al árabe, que aceptó protestando por la humildad de la montura que le entregaban siendo como era un guerrero de Alá, mientras tanto el granadino le prometía una muerte segura si volvían a cruzar sus caminos— ¡Por estas! —le gritó al moro mientras palmeaba la grupa de la acémila.

La tropa de Rodrigo crecía día a día gracias a su fama de invencible y buen comandante, al punto de terminar formando un nutrido ejército de voluntarios atraídos por las canciones de gesta que los juglares componían sobre el de Vivar y su mesnada de leales guerreros, y aunque eso agradaba al Campeador, también era cierto que los recursos eran escasos para mantenerlos.
—Mi señor, ya ha pasado medio año desde nuestro último servicio y andamos sobre mano. Los hombres ya son muchos y empiezan a murmurar —comentó Soler a su señor al calor de un fuego de campamento.
—Lo sé, Soler, lo sé, por eso vamos hacia el este. Debemos dirigir nuestros pasos hacia Valencia porque tengo planes ambiciosos para los nuestros. Hemos crecido demasiado y es hora de buscar asentamiento definitivo para tanta tropa. Va siendo hora de dejar esta vida de gato montés que llevamos y echar raíces si fuere posible —respondió Rodrigo sin la menor señal de duda al respecto.
—No sé si esa es buena idea —contestó su mano derecha— Según tengo entendido, ahora anda el remilgado de Berenguer por allí echando pestes de vuestra merced. Podrían darnos portazo por culpa de ese rencoroso que no sabe perder, seguro que continúa escocido por la derrota que le infringimos el año pasado, y no estamos para retrasos. —Tiempo atrás, el Campeador había invadido sin permiso territorio del conde de Barcelona por distintos acuerdos y ajustes de cuentas tanto con moros como con cristianos, y este quiso darle escarmiento en batalla por su atrevimiento, sin embargo, el conde fue derrotado por Rodrigo en justa lid y hecho prisionero. Para Berenguer fue una gran humillación, y a pesar de ser liberado posteriormente sin que el cid pidiera nada a cambio, nunca perdonó al Campeador por su atrevimiento. Según sus propias palabras «Considero una gran afrenta perder contra un descalzado como el de Vivar».
—Tranquilo, Soler. —contestó el comandante— Estoy seguro que tampoco es plato de agrado para el fratricida verme aparecer por esas tierras donde anda haciendo negocios con los infieles. Eso se tiene que acabar de inmediato. Nos servirá de excusa ofrecer protección a la ciudad por una suma importante, si el moro y sus notables no la aceptan, que dudo lo hagan, sitiar Valencia será nuestro propósito hasta rendirla. De esta manera aseguraremos la costa cerrando esa puerta a cualquier posible invasión de los moros por mar, y de paso, devolveremos la ciudad a Dios nuestro señor. —A Soler nada de su comandante le sorprendía, y si estaba de Dios, la ciudad sería sometida por el Campeador. De esta forma comenzaría uno de los asedios más terribles que la historia nunca haya visto y de la que el Campeador saldría victorioso, pero enfermo del alma.

Pasó veloz el tiempo desde la toma de la ciudad por el cid y esta prosperó bajó su mando. Era principios del mes de octubre de 1094 y el final del Ramadán anunciaba penurias tras el aviso de la llegada de un gran ejército almorávide comandado por el general Muhammad ibn Tasufin, resuelto a recuperar la ciudad de sus ancestros ahora regida por los infieles, y así preparar el futuro desembarco de una gran fuerza almorávide para invadir la península en su totalidad. A nada temían más las huestes musulmanas que al señor de la guerra cristiano, aquel al que llamaban, Sidi. Muhammad anhelaba tener la cabeza del Campeador ensartada en su lanza y proclamaba a los cuatro puntos cardinales que acabaría con el infame en una última batalla que tendría lugar en las mismas puertas de la ciudad robada.
Más de diez mil hombres y una enorme impedimenta de guerra componían las fuerzas musulmanas que acamparon en el llano próximo a la cara norte de la ciudad. Rodrigo valoraba desde una de las almenas de la muralla las posibilidades que tenían de salir victoriosos del envite que se les venía encima. Su ejército era bastante inferior al de los infieles y las defensas de la ciudad, aparte del muro, apenas eran unas pocas catapultas y varios escorpiones, que de poco servirían si los sometían a un asedio prolongado.
—Mal pinta la cosa, mi comandante. —rezongó Abdul, un morisco enrolado entre los cristianos decidido a proteger su ciudad apoyando al Campeador como ingeniero naval— Esperarán lo que sea necesario para rendir la ciudad —dijo mientras observaba el panorama al lado del de Vivar— y aunque en los astilleros se trabaja a marchas forzadas, no tengo muy claro que podamos terminar a tiempo la flota necesaria para superar las atarazanas que vigilan la salida y entrada al puerto. Sin suministros, estamos atados de pies y manos, Sidi. —concluyó el asesor.
—Si está de Dios, no será necesaria la flota para salir de esta. —contestó Rodrigo sin más explicaciones.
—¿Cómo puede ser tal cosa, mi señor? ¿Acaso pensáis derrotar en campo abierto a semejante ejército?

La estrategia del cid estaba cogida con alfileres, pero no tenía otra, y a ella se aferraba con uñas y dientes. No sufriría un asedio como el que él y su ejército hizo padecer a la ciudad tiempo atrás. Durante semanas envió correos a los reinos cristianos solicitando la ayuda de Don Alfonso VI de León, el mismo al que había enviado a freír espárragos antes de ser desterrado por segunda vez. Rodrigo sabía de buena tinta que jamás vendrían en su ayuda después de lo ocurrido, y menos ahora que se había autoproclamado caudillo del señorío de Valencia. Su intención no era otra que hacer creer a los infieles que las huestes cristianas comandadas por el rey, más pronto que tarde, asaltarían la retaguardia de su ejército. Para ello se valió de correos que parecían trasladar mensajes de respuestas con el sello del leonés, correos que debían ser interceptados por las patrullas de Muhammad. Los preparativos para sacar el mayor provecho a la estrategia del Campeador estaban listos.
—Mi señor, nuestros hombres están preparados y a la espera de órdenes. —comunicó Soler al comandante en jefe.
—Con cuantos contamos finalmente. —inquirió Rodrigo.
—Dos mil jinetes, más mil soldados de a pie, y otros quinientos entre arqueros y honderos.
—Bien. Ahora veremos si lo pergeñado da resultado. ¿Ha regresado nuestro último correo?
—Nadie ha llamado a la puerta y este ha sido el cuarto que hemos enviado. —contesto el catalán.
—Eso es bueno, Soler. Sabían lo que se jugaban, y estarán por siempre en nuestras oraciones. Dios los guarde para siempre. Que los mil de a pie y el cuerpo de arqueros y honderos aguarden dentro de la fortaleza hasta pasado mañana. Es entonces que con el canto del gallo, la infantería habrá de salir de los muros por la puerta norte y enfrentarse a la vanguardia sarracena en un ataque preventivo que distraiga al moro de su retaguardia. —ordenó el Campeador.
—¿Solos, mi señor? —inquirió el catalán sorprendido.
—Solos, Soler, solos y en la compañía de nuestro señor. Mientras tanto, el resto partiremos esta misma noche por la puerta sur sin hacer ruido, o al menos haciendo el menos posible, es por esos que nuestros hombres deberán cubrir los cascos de sus monturas con tela de arpillera a fin de que no se nos oiga cuando iniciemos la marcha hasta que estemos lejos de la ciudad. Nadie debe saber que partimos, y menos aún los infieles, esa es nuestra baza y nuestra única posibilidad de que mi plan funcione. Tenemos por delante un camino largo que recorrer hasta rodear al ejército de Muhammad. Llegado el momento avanzaremos contra su retaguardia haciendo el mayor escándalo posible. Los moros han de creer que les ataca Alfonso venido desde tierras leonesas para ayudarnos en la batalla y, que además, enfrente tendrán que vérselas con el cid y su caballería.
—¿Y si no se lo creen? —inquirió el catalán.
—Pues estaremos en un verdadero compromiso, pero aun así los habremos cogido por sorpresa y haremos mucho daño. Creedme Soler, estos moros son muy supersticiosos y temen al Sidi más que a la peste. Tenemos que aprovechar mi fama, si a eso le unes la amenaza de la llegada de un poderoso ejército cristiano por su retaguardia, aún es posible ganar esta batalla.

Llegado el día y con el canto del gallo, como así se había ordenado, se abrió la puerta norte de la ciudad y las pocas fuerzas de infantería de la guarnición se alinearon frente a los muros de la urbe. El ejército almorávide comandado por su general en jefe formó en orden de batalla dispuesto a terminar de una vez por todas con los cristianos. Cinco líneas de infantería de cuatro de fondo representaban la cabeza del ejército almorávide, sumando un total de siete mil guerreros perfectamente pertrechados. Detrás de la infantería musulmana se situaba el cuerpo de arqueros formado por dos mil soldados con arcos compuestos de gran alcance. Protegía la retaguardia la caballería ligera con más de mil jinetes de las mejores casas musulmanas cerrando las alas en dos grupos de quinientos. En el centro de la retaguardia, varias catapultas y torres de asedio aguardaban para llegado el caso tomar la ciudad por la fuerza. Muhammad pensó que los cristianos debían de estar desesperados al enfrentarse en campo abierto a un ejército que les triplicaba en número y en recursos. Los almorávides lanzaron su primer ataque enviando dos líneas de infantería al grito de ¡Alá es grande! ¡Mueran los infieles! El primer envite fue duro de aguantar por las fuerzas cristianas, pero sabían que debían hacer lo imposible por soportar la ofensiva hasta que las huestes del Campeador atacaran la retaguardia de los infieles.
—¡Mi general! —Un soldado de la caballería almorávide desplazado desde la retaguardia descabalgó con un ágil salto de su montura y se arrodilló ante Muhammad en actitud de sumisión.
—¡Habla, soldado! —exigió el general.
—Nuestras patrullas han detectado la llegada de un gran ejército cristiano. Portan los estandartes del reino de León y los tendremos encima antes del mediodía. Los hombres están muy nerviosos y necesitan órdenes. —Muhammad guardo silencio durante unos segundos pues necesitaba pensar que hacer ante la contingencia. Nunca creyó en la posibilidad de que el rey Alfonso acudiera.
—¿Cómo es posible que no hayamos tenido noticias antes de la presencia del ejército Leones? —gritó el general echando espumarajos por la boca.
—Mi señor —interrumpió un segundo mensajero venido de la línea de vanguardia—, la infantería cristiana aguanta el envite de los nuestros. Sus catapultas y escorpiones nos están retrasando, y más pronto que tarde saldrá su caballería. El estandarte del Sidi ya asoma por la entrada. —Informó el recién llegado al general mientras este aún decidía qué medidas tomar ante la inminente llegada de los leoneses. El fragor del combate hacía difícil concentrarse y Muhammad empezaba a inquietarse. Si los encerraban por ambos frentes de guerra estarían perdidos. Al parecer el ataque del Campeador con su caballería también era inminente y el miedo atenazaba a sus hombres. Para los almorávides, supersticiosos en extremo, la amenaza del ataque del Campeador llenaba de temor sus corazones.
Muhammad decidió que lo mejor era enviar el resto de su infantería para intentar hacerse con la ciudad antes de que atacaran los leoneses, pero la defensa de la puerta norte, apoyada por arqueros, honderos y defensas pasivas de la ciudad, aguantaría la nueva embestida musulmana.
En la retaguardia del ejército de Muhammad, los nervios estaban a flor de piel. El ataque del ejército leonés parecía inminente y las órdenes de su general no llegaban. Los infieles comenzaron a entrar en pánico a sabiendas de que el cid también preparaba su ataque contra la vanguardia. El retumbar de la caballería cristiana se hizo notar de inmediato. Las trompas tocaban a degüello ordenando a las ficticias huestes leonesas ponerse al galope, mientras tanto, las órdenes del general almorávide seguían sin llegar. El supuesto ejército leonés hizo su aparición levantando una gran polvareda gracias a las ramas que estos habían atado a las colas de sus caballos haciendo imposible calcular su número. Los musulmanes entraron en pánico ante la pasividad de sus mandos y el desorden entre sus filas se hizo patente. Sus oficiales no sabían a qué atenerse pues los correos no traían noticias a pesar de la urgencia de sus llamados. Finalmente, la caballería musulmana salió en desbandada dejando la retaguardia desguarecida, y como si de una ola dentro de una tempestad se tratara, el resto del ejército salió a la fuga temiendo por su vida. No había llegado aún el Campeador a las líneas enemigas cuando observaron desde lejos la dispersión de los infieles.

Las noticias corrieron rápidas por todo el territorio cristiano y hasta el mismo Alfonso VI tuvo que claudicar ante la valía de Rodrigo Díaz de Vivar como estratega. Nunca lo reconocería en público, pero los juglares harían canciones del triunfo del Campeador en la batalla de Cuarte, donde a muy pesar suyo, el rey de León había servido como cebo para los intereses del desterrado dándole la victoria sobre el infiel sin tan siquiera desenvainar la espada.

FIN
De tus decisiones dependerá tu destino.


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Gavalia
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Re: CN9 - Mercenario

Mensaje por Gavalia »

El autor nos presenta un Campeador a modo de mafioso mercenario que contrasta con la idealización que todos tenemos de esta figura histórica y que muchos investigadores ponen en duda sobre la realidad de su existencia. En el siglo XI, entre la edad media alta y la baja, hay todo un vacío documental cristiano al respecto del de Vivar, si acaso el cantar del mio cid, a modo de romance, habla del Campeador, pero sobre todo son algunos escritos de origen árabe los que hablan del cid con mayor profundidad poniéndolo a parir siempre.
El relato parece bien redactado. Se entiende perfectamente, aunque en algunas partes puede parecer algo tedioso de leer. Los diálogos creo que están bien construidos y el lenguaje de la época, tampoco excesivo, parece bien traído. Un saludo y suerte.
En paz descanses, amigo.
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Raúl Conesa
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Re: CN9 - Mercenario

Mensaje por Raúl Conesa »

Conocía ya de antemano la historia de esta batalla, así que no me ha pillado por sorpresa la resolución. Aun así creo que el relato está bien narrado, y los diálogos suenan creíbles para la época. Mi mayor crítica es el aspecto técnico: acentos ausentes o sobrantes, diálogos cerrados con punto antes de las acotaciones, sinos cuando serían si nos... Le hacía falta una buena revisión, pero igualmente le doy el visto bueno.
Era él un pretencioso autorcillo,
palurdo, payasil y muy pillo,
que aunque poco dijera en el foro,
famoso era su piquito de oro.
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Megan
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Re: CN9 - Mercenario

Mensaje por Megan »

Autor/a, me gustó tu relato.
El tema es muy interesante, también este relato me trajo recuerdo de mis días de estudiante.
Además tengo buenos recuerdos de haber visitado su supuesta tumba en la ciudad de Burgos, cuando estuve en España.
Tengo que serte muy sincera, autor/a, si bien está escrito con una excelente prosa y con un lenguaje adecuado a la época, este tipo de batallas feudales, me aburren sobremanera. Eso hizo que el relato me resultara muy largo, lo siento.
Pero no puedo dejar pasar tampoco, que las descripciones son muy buenas y los diálogos muy bien llevados.

Muchas gracias por compartirlo, y suerte, :D .
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Iliria
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Re: CN9 - Mercenario

Mensaje por Iliria »

Autor/a, como valenciana he encontrado muy grata tu historia :cunao:
Un relato muy trabajado y cuidado por lo que respecta a vocabulario, ambientación, contexto y documentación. La parte menos buena es que quizá sea demasiado explicativo en ciertos pasajes que pueden resolverse con más diálogos o pequeñas pistas para que el lector deduzca.

Pero en general has hecho un buen trabajo. Seguro que algún punto mío te cae.

Gracias por participar y suerte :60:
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-¿Y con wi-fi?
-Mejor.
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Fernweh
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Re: CN9 - Mercenario

Mensaje por Fernweh »

¡Hola, autor/a!

Valoro mucho el trabajo que hay detrás de tu relato. La documentación, la ambientación, los diálogos y el lenguaje empleado hacen que me quite el sombrero ante ti. Pero por otro lado me pasa lo mismo que a Megan, y este tipo de historias de batallas, salvo muy contadas excepciones, me aburren, y cuando me aburro mi mente desconecta por mucho que intento que no lo haga y al final acabo por no enterarme bien de lo que ocurre (por algo se me daba tan mal la Historia en el colegio y en el instituto, porque no me enteraba ni de la mitad y estudiar de memorieta no es lo mio). Sé que eso no es culpa tuya y me da rabia no poder comentar tu escrito como se merece por algo que es tan personal.
Pero insisto, una cosa no quita la otra, has hecho un buen trabajo y espero que eso se vea recompensado en las votaciones.
¡Gracias por compartirlo y suerte!
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Megan
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Re: CN9 - Mercenario

Mensaje por Megan »

Autor/a, vuelvo para decirte que el relato está muy bueno, que quede claro que no es que no me haya gustado.
Mi opinión personal, la mía: es que es un poquitín largo, porque, como ya te dije, no soy muy fan de las batallas, feudales o cualquiera. Por lo demás es un relato muy bueno en todos los aspectos, y eso, seguramente, te va a llevar a tener muy buen puntaje.

Que tengas mucha suerte, :60: .
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Adrianhyde
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Re: CN9 - Mercenario

Mensaje por Adrianhyde »

Mucho curro detrás de este relato, eso es de apreciar.

Lo único que me patina un poco es que, a mi entender, el lenguaje anda a medio camino entre arcaizante y moderno, cosa difícil de conseguir que cuadre bien. Esto lo he notado especialmente en los diálogos.

Te adelanto que te llevas mi voto de cabeza.
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pmarsan
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Re: CN9 - Mercenario

Mensaje por pmarsan »

A mí me pasa lo contrario que a otros compañeros: este es un período histórico muy bien escogido por lo que a mí respecta. Creo que la época de la Reconquista da para unos relatos estupendos. ¡Me encantan las batallitas medievales! :D

Aquí van los comentarios que se me ocurren. Son solo impresiones personales. Espero que te sirvan si alguna vez decides hacer cambios al texto.

Puntos fuertes: El relato me ha resultado agradable de leer. Me gusta mucho la ambientación. El lenguaje de la época está muy conseguido (aunque se te haya colado alguna expresión un poco más "moderna"), y hay detalles que dejas caer, como lo de comer cuero cocido durante el asedio, que aportan mucha verosimilitud al lienzo. Tu trabajo de documentación también se manifiesta en multitud de ocasiones, hasta el punto de que uno aprende cosas leyéndote. Enhorabuena por todo ello. ;)

Puntos menos fuertes: Diría que la personalidad del Cid me convence a ratos. No me pega que a un pedazo de guerrero, vencedor de mil batallas, con toda su barba, el corazón desbocado le impidiese el habla delante de un criajo, sobre todo después de haber rendido la ciudad con “hambre, violencia, enfermedad y miedo” a partes iguales. Por otra parte, hay acotaciones explicativas (“profecía que a la postre se convertiría en realidad”), que se me hacen más propias de una crónica que de un relato, y que me sacan un poquito de la escena. Por lo demás, muy bien.

En definitiva, me ha gustado. Hay varios relatos que solo he mirado por encima, pero sé que el nivel esta vez está bastante alto. Ojalá te pueda puntuar.
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Jarg
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Re: CN9 - Mercenario

Mensaje por Jarg »

Una narración de las aventuras del Cid relatada de forma más humana y veraz que las leyendas.

Autor/a, se aprecia un gran esfuerzo de documentación en tu relato, así como el interés que los episodios de la vida del Campeador te han generado. Me han gustado las descripciones del entorno y los diálogos, creo que están muy logrados (sin tanta pompa como los escritos de la época nos hacen creer). Lo único, es que no he entendido el núcleo del relato. Son varios episodios sobre las aventuras del Cid, pero, ¿cuál es el nexo? Sí, mostrarnos que era valiente y un buen estratega, pero me ha dado la impresión de ser un conjunto de pequeños relatos más que un relato en sí, y en ese sentido se me ha hecho largo. La pregunta es, si quitaras una de estas andanzas (por ejemplo, la de los hombres del de Salazar), ¿sufriría el relato?

Respecto a la forma, veo varios fallos y cosas por corregir, imagino que por falta de tiempo. Muchos son cosas pequeñas (granada en vez de Granada, algún "sino" que en ese caso debería ser "si no", etc), pero otros por desgracia me han hecho tener que leer algunas partes más de una vez para entender el sentido. Por ejemplo, en algunas frases sobran tildes para el significado que deberían tener:
Quién alquila nuestros servicios manda, más nunca rompo un contrato
Mientras que en otras faltan:
—Con cuantos contamos finalmente. —inquirió Rodrigo.
—Nadie ha llamado a la puerta y este ha sido el cuarto que hemos enviado. —contesto el catalán.
Y otra cosa: me parece que el término "morisco" se empezó a usar respecto a los musulmanes convertidos forzosamente desde los tiempos de los Reyes Católicos, en la época del Cid no se usaba (pero no soy un experto, así que si me equivoco te pido perdón, autor/a).

En fin, como ya te he dicho se ve esfuerzo y pasión detrás de este relato, y aunque no haya sido de mis favoritos de este concurso, es más por mis propias preferencias. Seguro que en otros concursos tus relatos me han encantado (y me encantarán, porque espero seguir leyéndote en el futuro). Muchas gracias por compartirlo y buena suerte :60: :60: :60:
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Isma
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Re: CN9 - Mercenario

Mensaje por Isma »

Una semblanza del Cid (con mayúsculas, pues es un apodo) a través de distintos pasajes y batallas. Desde el trato con sus hombres, hasta sus respuestas frente a lo que consideraba injusticias, sus desplantes a unos y otros... Me queda claro que era un personaje contradictorio que apoyaba a unos y a otros, reverenciaba el dinero y sin embargo creía actuar como buen cristiano. Hecho para la batalla.

El relato es entretenido y me lo he pasado bien leyendo. Es verdad que hay cosas que corregir. Recomiendo más repaso. Pero vamos, creo que está bien contado.

¡Suerte!
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rubisco
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Re: CN9 - Mercenario

Mensaje por rubisco »

Un relato histórico nunca es fácil; menos aún si te fijas en un personaje tan estudiado como el Cid.

Una cosa que agradezco es que no se haya tirado del recurso de tomar un personaje y desarrollarlo sin más, sino que se le otorgan nuevas características para construir una historia. Lo vi en El destructor de mundos y lo veo en este relato. Eso está muy bien, porque aporta la ficción que estoy esperando de estos relatos.

Tienes un relato muy bien documentado y en el que te esfuerzas por usar el habla de la época (con algunos elementos corregibles, pero eso es lo de menos).

Sin embargo, tengo que decir que se me ha hecho largo, y eso no suele ser bueno cuando leo un texto. Me ha parecido que la historia daba ciertos saltos que no he sabido identificar y he notado que de pronto aparecían personajes que presentabas de forma abrupta (consejo: yo nunca presentaría un personaje en su acotación de diálogo). También he de decir que el Cid me ha resultado un personaje inestable, con una determinación clara por no causar daño pero, a su vez, tomando decisiones que causan daño, sin notar por ello ningún atisbo de dilema moral en él. Eso me ha descolocado.

Creo que tienes una historia interesante entre manos, pero a la que le falta darle una vuetita más. Quizás haya sido falta de tiempo.

Muchas gracias por compartirlo :60: .
69
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Sinkim
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Re: CN9 - Mercenario

Mensaje por Sinkim »

Una historia entretenida aunque me pasa como a Raúl, que ya conocía la historia con lo cual ha perdido parte de su gracia :D De todas formas me parece que está muy bien escrita y que el personaje está muy bien dibujado con sus luces y sus sombras. Es curioso que últimamente parece que el Cid se ha puesto de moda tanto en series de televisión como en libros :D :D
"Contra la estupidez los propios dioses luchan en vano" (Friedrich von Schiller)

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pmarsan
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Re: CN9 - Mercenario

Mensaje por pmarsan »

Me faltaba felicitar al autor desconocido de este relato. Disfruté leyéndolo, pero otros me llegaron más y había muy poquitos puntos para repartir. ¡Qué le vamos a hacer! Muchas gracias por ese buen rato que me hiciste pasar con tu historia. Espero volverte a leer pronto. :60: :60:
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Iliria
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Re: CN9 - Mercenario

Mensaje por Iliria »

Hola, autor/a, te has llevado mis cinco puntos :hola:
Me gustó mucho tu relato, bien narrado y con buen vocabulario. Me he acordado de que tengo pendiente leer "Sidi", del tito Reverte :paranoico:

Un saludo :hola:
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