CP XVI - El corazón de la niebla - Raúl Conesa (2º Popular)

Relatos que optan al premio popular del concurso.

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lucia
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CP XVI - El corazón de la niebla - Raúl Conesa (2º Popular)

Mensaje por lucia »

El corazón de la niebla

Otra vez esa pesadilla, ese latido que asciende desde las profundidades. Una y otra vez me he negado a mirar. No quiero ver qué hay ahí, en la negra vastedad. No tengo más que cerrar los ojos para oír su llamada.

Apenas entra luz por el ojo de buey de la puerta. Me revuelvo sobre el camastro y me quedo sentando en el borde. ¿Por qué ahora? Tres años a bordo del Litany, tres años de cocina impoluta y buena comida, ¿y ahora esto? No puedo andar cansado todo el día: sin mí estos inútiles morirían de hambre antes de la hora del té. Veintidós almas a bordo, veintitrés si tengo en cuenta al pasajero, y ninguno sabe freír un huevo.

Me resigno a intentarlo otra vez, pero no sirve de nada. “Joder”, mascullo entre dientes, y vuelvo a sentarme. Esta vez agarro mi ropa y salgo del camarote. Otra noche en vela, ya son dos seguidas. Me pongo mi suéter de lana y mi boina, y mientras recorro el pasillo intentando no despertar a los oficiales. Una bombilla cuelga del techo con un leve bamboleo. Suerte que el Arábigo está en calma, si no ya se habría estrellado contra la pared. A ver cuándo la arregla el vago de Hudson. A este paso habremos llegado a Bombay y estaremos de vuelta en Londres, y la puñetera bombilla seguirá ahí colgada, y yo seguiré estando en vela.

Me quedo mirando a proa, aunque a nada en particular: no hay nada más allá del pasillo. Niebla. Nunca la había visto tan densa. Suena la campana del puente de mando. Un picado a ciegas, como lo llaman, para hacerse oír y evitar colisiones. El Polaco es el piloto del tercer turno. Él tiene más experiencia que yo en alta mar: sabrá decirme si esta niebla es normal o no. Salgo y sólo hay gris frente a mí, salvo por una luz amarillenta apenas visible a cuarenta metros, en la amura de babor. Uno de los faroles frontales no funciona. Maldito Hudson.

Me mantengo pegado a la pared y subo por la escalera de mano. Aquí fuera las olas suenan fuerte contra el casco, incluso cuando el mar está tan manso. Una escalera más, ésta de escalones, y veo a mi izquierda al Polaco en el puente de mando. Achina los ojos como si fuera a servirle de algo. Entro y dejo que el sonido de mis botas salude por mí. “Chuck”, dice con la cabeza a medio girar, “¿qué te trae por mi humilde morada?”. Es Filip “el Polaco” Kavinski, dueño del mayor mostacho a bordo del S.S. Litany. La alfombra nasal compensa su brillante calva, pero no tanto como él querría. Sujeta la rueda del timón con la siniestra, mientras que mantiene la diestra lista para operar la manivela del telégrafo, por si acaso. La manivela señala “poca”, la velocidad más baja. No quiere arriesgarse con esta niebla. Y quién podría culparle.

“Una de esas noches”, suspiro, y señalo a proa con la barbilla. “¿Es normal?”. El Polaco suelta la rueda y se echa las manos tras la cintura. “Yo no me preocuparía. Estamos en medio del mar, y pico cada dos minutos: no vamos a estrellarnos con ninguna nave. Nos oirían primero, o los oiría yo a ellos”. “No te he preguntado eso”. Filip deja salir un soplido por la nariz, casi una risa, suficiente para agitar su mostacho. “Pues si te soy sincero… no, nunca. He visto nieblas de todos los tipos, pero nada así. Nos hemos adentrado de golpe, como si fuera un muro… Oye, ya que estás despierto, ¿me haces un favor?”. “Claro”. “No sabes cuánto te lo agradezco. Me está volviendo loco ese farol. Creo que aún tiene una de las bombillas viejas, las de bambú. Coge una de las nuevas y sustitúyela, ¿quieres?”. Asiento con un gruñido. “¿Dónde están?”. “Detrás del motor, en cubierta”.

El viaje hasta el almacén no me supone ningún problema; el problema llega cuando vuelvo a proa y quedo rodeado de un mar de puro gris. Me agarro a la borda como un crío a la pierna de su madre. Este reborde de madera sobre hierro es mi único punto de referencia. No veo ni el mar, aunque puedo oírlo ahí abajo. Voy poco a poco hasta alcanzar la escalera del castillo de proa. Suspiro aliviado: ya casi estoy. Subo los escalones y me encaro otra vez con la borda, encontrando por fin el hueco del farol. Éste y su gemelo de babor van incrustados en la borda, de forma que iluminan al mismo tiempo dentro y fuera. Lo abro y saco la bombilla defectuosa usando la boina a modo de guante. Enrosco la nueva sin complicaciones, lo que no hace sino poner en duda el valor de tener un electricista a bordo. Ni que fuera magia.

Me incorporo y estiro la espalda antes de cerrar el farol. Un ruido me llega por detrás, un siseo seco seguido de pasos. Me doy la vuelta y veo aparecer la figura de un hombre con una luz débil frente a su rostro, que imagino debe ser una cerilla. Al principio no lo distingo, pero un par de pasos más cerca quedan en evidencia el sombrero y después la forma de una larga chaqueta, una levita. Un paso más y queda visible el patrón de cuadros de la levita, y ya con el fino bigote y la pipa a tres palmos de mí, no me queda duda de que es…

“Lord Barrett”. Él se para y da una calada. Exhala el humo antes de responder, dejándome con las ganas de cruzarle la cara. “Señor Fogerty, ¿cierto?”. No puedo con la nobleza. “Sí, señor, Charles Fogerty. Hablamos hace unos días, soy el cocinero”. “Sí sí, lo recuerdo. Es el responsable de esas alubias con tomate tan energizantes. Sus compañeros son afortunados por tenerle a bordo”. Me permito relajarme un poco. Tal vez no sea tan capullo. “Es muy amable, señor”. Lord Barrett esgrime una media sonrisa. “Pero no se lo diga a nadie: no es propio de un hombre de mi posición elogiar los talentos de un irlandés”. ¿Y si lo tiro por la borda? El Polaco no puede vernos desde el puente. Sería el crimen perfecto.

“¿Qué hace un cocinero arreglando un farol a estas horas de la noche?”, dice mientras se apoya en la borda. Giro y me quedo de pie a su derecha. Con el farol tan cerca noto que su levita de cuadros es de un color rojo oscuro. “Podría preguntarle algo parecido”, respondo. “Podría, pero yo he preguntado primero”. Dejo salir un soplido. No me pagan para aguantar a los pasajeros. “A veces no puedo dormir, eso es todo. El señor Kavinski me ha pedido que cambie la bombilla. ¿Y usted?”. Le da una calada a su pipa. “Yo duermo unos minutos aquí, una hora allá… No puedo estar quieto mucho tiempo. El cuerpo me pide que haga algo, así que he salido a estirar las piernas”.

“…¿Qué le lleva a Bombay, señor”, le pregunto, sólo por cortar el silencio. “Tigres”, dice él. “¿Tigres?”. “Los depredadores más increíbles del mundo. Ellos están en la India, y yo los cazo”. “¿Viaja a la India sólo para cazar tigres?”. “Y también para gestionar mis negocios, pero principalmente voy a cazar tigres. Es la llamada de la aventura, no puedo resistirla. Que se queden los demás lores con todos los palacios de Inglaterra, yo tengo mis fusiles y mis tigres. ¿Es usted aventurero, señor Fogerty?”. Joder, qué pregunta. “No particularmente, señor. Aunque trabajo en un barco, así que…”.

Lord Barrett se queda pensativo, fumando su pipa. Me apoyo en la borda y pierdo la mirada en algún punto de la gris nada de fuera. Oscurece un poco. Miro abajo y veo por primera vez el reflejo del farol en las olas. “Es mágico”, dice Lord Barrett de pronto, y señala a nuestro alrededor con la boquilla de su pipa. “Mire esta niebla. Uno cree haberlo visto todo, y de pronto se encuentra con esto”. “Por suerte está clareando”. “¿Suerte? No, mi querido amigo, la suerte es haber presenciado un fenómeno tan extraño. Estos sucesos se cuentan con los dedos de una mano. ¿Quién ha visto nunca una niebla tan densa? Usted, yo y el piloto del turno de noche, nadie más”. “…Sí, supongo”.

Me quedo mirando a las olas, el recordatorio de que aún existe el Arábigo ahí abajo, y mientras Lord Barrett se viene arriba hablando las mil maravillas sobre por qué viajar es lo mejor que hay en la vida. Me fijo en un reflejo rojizo, que desaparece al instante. Aparece de nuevo, pero no… No es un reflejo: hay algo bajo las olas. Una luz aparece, roja y pulsante. “¿Ve eso?”, le digo a Lord Barrett, señalando al agua mientras tiro de su hombro. Él se inclina y sigue mi dedo. “¿A qué se refiere?”. No está, se ha esfumado. Miró a ambos lados. “Habia… había una luz, una luz roja. Era muy intensa. ¿De verdad no la ha visto?”. “¿Una luz roja, en el agua? ¿Está seguro de lo que dice?”. “Del todo. Estaba ahí hace un instante”. “Está histérico, señor Fogerty. Debería dar una cabezada”. “Sé lo que he visto”. Lord Barrett sonríe por lo bajo. “¿No le habrán echado un mal de ojo, no?”. Le miro a los ojos. “Soy irlandés, señor, no un tinker, tampoco un knacker, y desde luego no un gitano”. Lord Barrett se yergue. “Tranquilícese, hombre. No era mi intención causar ofensa”.

No pienso aguantar esto un segundo más. Me doy la vuelta y voy hacia las escaleras, pero entonces paro y miró atrás, consciente de algo que mi mente no había entendido hasta este instante. Lord Barrett me mira inquieto, sin saber qué decir. Miro por encima de su hombro al tiempo que camino hacia él. “¿Le pasa algo?”, dice él, dando un paso atrás. Un contorno asoma entre la niebla. Dejo caer la bombilla de bambú. Joder, no me lo he imaginado. Me doy la vuelta con un nudo en las tripas. “¡¡¡Tierra a la vista!!! ¡¡¡Todo a babor!!!”. Agarro del hombro a Lord Barret y lo empujo hacia babor, pero es demasiado tarde para mí.

El impacto suena como un trueno al que sigue el prolongado lamento del hierro. La sacudida me lanza de frente, dando trompicones, incapaz de mantener el equilibrio. Choco con la borda y amenazo con caer al agua. Me incorporo a duras penas, y entonces hay otra sacudida. “¡Señor Fogerty!”, grita Lord Barrett desde cubierta, y se hace la oscuridad.

El agua del Arábigo enfría mi cuerpo a la vez que me hace dar vueltas. Intento nadar, pero no sé dónde es arriba y dónde es abajo. Una turbulencia me empuja hacia una roca, me golpeo la nuca. Quedo en una posición imposible, mi barbilla casi entra en mi pecho. No sé cómo sigo vivo. Me enfrento a la fuerza del agua, intento escalar la roca. Me corto las palmas con las conchas adheridas a la superficie, pero al menos veo algo de luz. Cada ola me aplasta contra la roca, cada resaca amenaza con separarme de ella. Se me va la cabeza, me abandonan las fuerzas, pero sigo subiendo. Saco la frente del agua, pero la marea me empuja y me frena. Un poco más, vamos. Me agarro a los moluscos y cojo impulso. Salto hacia arriba a la vez que una ola me empuja hacia la roca. Saco la cabeza al completo y quedo pegado a la superficie.

Respiro.

Sincronizo mis impulsos con las olas, y a los pocos segundos consigo encajar un zapato en una grieta de la roca, lo suficiente para darme agarre y subir del todo. Arrodillado sobre la piedra, miro desesperado a mi alrededor. No está: el Litany se ha marchado. Tal vez aún puedan oírme. “¡¡¡Eeeeehhh, socorro!!!”. Me quedo quieto unos segundos. No suenan ni la campana ni la bocina. Tomo aire para intentarlo otra vez, pero aparece una luz roja bajo las olas. ¿Es la misma de antes? ¿Qué clase de animal brilla de esa forma? Contemplo cómo va de un lado a otro, hasta quedarse quieta junto a otra roca, a unos metros a mi izquierda. Otra luz aparece tras la roca. La sigo con la mirada, y en cuestión de segundos ya hay casi una docena de ellas en un semicírculo. Me observan, puedo notarlo. Retrocedo sin apartar la vista. Casi resbalo: no hay más roca. Miro atrás. Estoy cerca de una pendiente de piedra de un par de metros, y más allá asoma una línea de vegetación entre la escasa niebla que queda. Hay un trecho de agua entre mi roca y la isla, unos diez metros. No me queda otra. Salto al agua y nado tan rápido como puedo. A los pocos segundos toco suelo con los pies. Sigo un poco más y me incorporo con el agua por las rodillas. Miro atrás sin dejar de andar: las luces rojas me siguen. Acelero el paso y corro con todas mis fuerzas. Salgo del agua y sigo corriendo hasta quedar rendido junto a un árbol.

Abrazado al tronco, me giro jadeando para ver qué ha sido de las luces. Suspiro con cierto alivio: han vuelto a las rocas, pero una avanza hacia la pendiente. Me preparo para poner tierra de por medio. La luz se apaga de pronto, una figura sale del agua, y aunque la niebla tapa en parte su forma, reconozco un torso y una cabeza casi humanos. Deja de andar cuando el agua le llega a la cintura. Se queda ahí quieta, mirándome. “Ikhá ek-dagh, munahwá”. Está hablando. Esa cosa está hablando. “¡Fas ek-setrajnah!”. Retrocede sin dejar de mirarme, y entonces lanza un sonoro grito gutural. Las demás criaturas dejan de brillar, y me quedo solo con el sonido de las olas.

Caigo de rodillas y respiro profundo, pero la paz no dura mucho. Algo me golpea en la nuca y caigo de frente como un saco de patatas. Lo siguiente que sé es que me alguien me arrastra agarrado por las axilas. Me pitan los oídos. Abro los ojos y apenas veo nada. Sigue siendo de noche, aunque no sé cuánto tiempo ha pasado. Me revuelvo y caigo al suelo. Suenan gritos a mi alrededor, y otro golpe me deja a oscuras. Mi mente va y viene, intercalando momentos de ir a rastras y visitas a mi pesadilla personal. El latido asciende desde las profundidades. No quiero mirar. No puedo moverme.

Abro los ojos una vez más. Me han atado a algo, estoy de rodillas. A unos metros de mí hay un hombre de piel oscura, y más allá hay una multitud, alrededor de tres docenas, todos ellos vestidos con taparrabos y armados con lanzas y arcos. A nuestro alrededor hay algunas cabañas de paja malamente iluminadas con antorchas. El hombre que tengo delante lleva una especie de tocado de ramas y huesos. ¿Su rey? No sé quién es esta gente, pero su aspecto no es muy distinto al de los indios. El rey arenga a los demás. “¡Ikhá upanayá setrajnah, Umok!”. “Umok”, repiten los demás como feligreses en una iglesia. Miro a los lados: han atado mis muñecas a postes de madera. Mis brazos están estirados casi del todo, apenas dejándome espacio para maniobrar. Estoy en una especie de plataforma de tablas. “¡Ikhá bhojayatí devasaj kurati, Umok!”. “Umok”. Me parece que esto no acaba bien para el hombre atado. Tiro hacia mí con todas mis fuerzas, intento desencajar los postes. Agito los brazos, pero nada se mueve de su sitio. “Ikhá Umok-toká raksati ikhá matrí, Umok!”. “Umok”.

Todo a mi alrededor empieza a brillar de color rojo intenso. Los nativos se arrodillan y bajan la cabeza al tiempo que alzan sus brazos hacia mí. “¡Umok!”. Un latido suena a mis espaldas, tan profundo y potente que parece nacer del centro de la misma isla. “¡Umok!”. Intento girarme y ver qué demonios hay ahí detrás, pero sólo alcanzo a ver que la luz roja llega desde debajo, y que mi plataforma flota un palmo sobre algún tipo de precipicio. El latido retumba de nuevo, y de nuevo los nativos repiten esa palabra. “¡Umok!”. Mi corazón suena como un tambor en mis sienes, y aun así no es nada comparado con el ruido que llega desde debajo. Me revuelvo con todo mi cuerpo. El poste de mi derecha se suelta un poco por la base. El rey de los nativos viene hacia mí con un cuchillo de piedra con forma de colmillo. Habla mientras los demás continúan el cántico a sus espaldas. “Ek-setranaj, devasaj”. Su rostro y pecho están pintados de rojo y líneas blancas. Es pequeño, apenas pasará de metro y medio. Se lleva el cuchillo hacia delante. “Devasaj kurati, Umok”. Con un poco de holgura tiro cada vez con más fuerza. Él se da cuenta y acelera el paso.

Se dispone a apuñalarme, pero logro tirar del poste y coger la hoja justo antes de que me ensarte. “¡Ah-arghh!”, grito de dolor. El filo se hunde en mi palma, pero no lo suelto. El rey forcejea, intenta llevarse el cuchillo. Crece el latido de la isla, se hace más rápido, y de la misma forma gana fuerza el cántico. “¡Umok!”. Lanzo una patada a la pierna del rey. Éste pierde el equilibrio y se cae de bruces, soltando el cuchillo. Me levanto a medias e intento cortar la cuerda de mi izquierda. “¡Devasaj kurati!”, ladra el rey a mi lado, y me empuja con una coz. Pierdo el equilibrio y caigo de la plataforma. Mi corazón se detiene un instante, como si contuviera el aliento. La cuerda me ancla a la plataforma y golpeo el borde del precipicio con el costado, vaciando mis pulmones. “¡Hmmff!”. La sacudida me hace soltar el cuchillo. Miro arriba. El rey resopla con rabia y mira a los suyos. “¡Ánayatu khagdá!”.

Me agarro a la cuerda con la diestra y hago fuerza para subir. El corte de mi mano escuece aún más que antes, siento que me estoy arrancando la piel. Asciendo un poco y subo la mano izquierda. A la siguiente tengo un poco más de holgura con la cuerda, y seguidamente alcanzo la plataforma. Me agarro con las dos manos y tiro con todas las fuerzas que me quedan. Acerco el rostro al borde de la plataforma, y entonces el rey de los nativos me da una patada en la frente. Caigo de nuevo y quedo colgado de la muñeca. Suenan unos pasos a la carrera. El rey asoma el rostro y me enseña un cuchillo de piedra que acaban de traerle. “Devasaj kurati, Umok”. Acerca el cuchillo a la cuerda y empieza a cortarla. Sé que no me va a dar tiempo, pero intento subir.

Restalla un trueno. El rey cae de rodillas y se echa las manos al pecho. Mira confuso sus manos cubiertas de sangre. Se desata entonces un caos de disparos y gritos descarnados. Tiene que ser la tripulación del Litany. “¡¡¡Eeeeehhh, aquíííííí!!! ¡¡¡Socorroooo!!!”. El rey cae de frente y me pasa al lado como un suspiro. Lo sigo con la mirada y me pierdo en la visión de lo que hay al fondo del precipicio. Es un agujero en el suelo, una caída vertical similar a una garganta. Al fondo, a unos treinta metros, la luz surge de una masa cambiante y acuosa, una vorágine de apéndices, dientes y ojos que desafía todo entendimiento y orden natural. El rey de los nativos desaparece en la masa brillante, que me llama con cada latido. No puedo apartar la vista.

“¡Fogerty!”, grita una voz familiar. Salgo del trance, consciente de que esa cosa no es sino el fin del alma misma. Me quiere, me llama, pero no me tendrá. Miro arriba: es el capitán Page. Tiene un revólver humeante en la mano. Me ofrece la otra. “¡Fogerty, deme la mano, vamos!”. Me impulso con un bamboleo y alcanzo la mano del capitán. La sangre hace que me resbale. “¡Otra vez, Fogerty, no se rinda!”. Al segundo intento logramos agarrarnos el uno al otro. El capitán tira de mi, inclinándose cada vez más hacia atrás, hasta que logro subir un pie a la plataforma. “¡Necesito un cuchillo!”, dice él mientras cae de culo. Ruedo hasta quedar a salvo, de espaldas al fin sobre la plataforma. Mis pulmones no dan a basto, y me arde todo el cuerpo, pero he salido de la garganta, y eso es todo lo que importa.

El Polaco se acerca y le da un cuchillo de cocina al capitán Page. Éste empieza a cortar la cuerda, y al terminar me pone el cuchillo en la mano. “No hay tiempo para descansar, Fogerty, ¡nos marchamos!”. El capitán se levanta y echa a correr. Me arrastro antes de incorporarme a duras penas. No puedo conmigo mismo. El Polaco me ve y viene corriendo a ayudar. Lo rodeo con el brazo y cargo en él parte de mi peso. Miro al frente. Han venido ocho hombres: aparte del capitán Page y el Polaco, está Lord Barrett con un fusil de cerrojo, así como el señor Walsh, al cual Lord Barret ha confiado un enorme fusil de dos cañones, y los señores Scholz, Burdon y Swaby. El último es el señor Bulsara, el cual porta, para mi alegría, un sable que da auténtico pavor. Benditos sijs y sus extrañas costumbres.

“Chuck”, dice el Polaco mientras echamos a andar, “espero que no te moleste que hayamos desvalijado tu cocina. Aquí los únicos que tienen armas son Lord Barrett y el capitán”. “Me parece genial…” digo sin apenas aliento, “pero limpiad los cuchillos… antes de… antes de dev… devolverlos”. Nos abrimos paso entre las cabañas, custodiados por el capitán, el señor Walsh y Lord Barrett, que abaten con gran puntería a cualquier nativo que intenta acercarse. Pasa un minuto en el que apenas se atreven a hacer nada, pero cuando ya casi hemos entrado en el bosque el señor Swaby lanza un alarido a los cuatro vientos. Todos nos detenemos, y Lord Barrett se coloca en retaguardia para vigilar. “¿Es grave?”, pregunta alzando su fusil. El señor Swaby hinca la rodilla y agarra la flecha que acaba de atravesarle el hombro derecho. “¡Estése quieto”, dice el señor Burdon, y agarra él mismo la flecha. La rompe, dejando la punta dentro. “¡Vamos, vamos!”, ordena el capitán, y retomamos la marcha.

Los nativos nos siguen de cerca, lanzando flechas que suenan como silbidos y rebotan en los árboles, estallando en mil astillas. Los tres hombres armados se mantienen en retaguardia y devuelven el fuego a nuestros perseguidores. Empieza a temblar el suelo, se agitan las copas de los árboles. La isla ha despertado. “¡¿Qué está pasando?!”, se alarma el capitán. Los demás están cada vez más nerviosos. A unos metros de la línea de vegetación el señor Scholz se adelanta para preparar el bote, y finalmente llegamos a la playa entre flechazos y gritos de los nativos. Me suben el primero a bordo, junto con el Polaco y Lord Barrett, que cubre al resto. El capitán Page es el último en subir. Scholz y Burdon se ponen a los remos y nos hacemos a la mar. Durante los primeros metros siguen cayendo flechas, y Lord Barrett termina siendo el último en disparar, atravesando el pecho de un nativo que corría hacia nosotros con intención de arrojar una lanza.

Ya a una distancia segura, todos nos quedamos mirando a la isla, que suena como un rugido abismal y monstruoso. El agua a su alrededor vibra y salta a borbotones, y aunque al principio creo que debe ser cosa de mi imaginación, no soy el único que se ha quedado atónito. “¿Pero qué…?”, se extraña el Polaco, y se inclina sobre la borda de babor. Todos lo vemos, pero ninguno termina de dar crédito: la isla se mueve. Nos quedamos mirando en silencio cómo se desplaza, provocando olas enormes a su paso, hasta que segundos después desaparece en la niebla.

Pasan unos segundos en los que nadie sabe qué decir. Visiblemente estupefacto, el capitán Page ordena a Burdon y Scholz que se pongan en marcha, y hace sonar un silbato. Nos llegan las campanadas del Litany, haciéndonos saber en qué dirección hay que remar. Me quedo tirado al fondo de la proa, agotado y dolorido, presionando una mano contra la otra para ralentizar la hemorragia. Lord Barrett se sienta a mi lado, sobre la borda de estribor. Se le ve satisfecho mientras carga su fusil. “Uno cree haberlo visto todo…”. Se ríe con sus propias palabras y saca algo de su levita. Me deja caer encima mi querida boina, que debí perder antes de la caída. Me apoyo de espaldas contra la borda y me pongo la boina. “Se lo agradezco”. Contemplo el corte de mi mano derecha. “…Me quería a mí”. “¿Disculpe?”, dice Lord Barrett. “Umok me quería a mí, quería mi alma. Lo he sentido al verla. Me llamaba”. “Interesante…”. Lord Barrett monta el fusil y apoya la culata en el suelo, pensativo. “¿Qué le parecería ir de caza, señor Fogerty?”. “¿Cómo dice? ¿Se refiere a cazar tigres?”. Lord Barrett sonríe y niega con la cabeza.

“No, mi querido amigo: me temo que los tigres se me han quedado pequeños”.
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Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.

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JotaArkham
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Re: CP XVI - El corazón de la niebla

Mensaje por JotaArkham »

Un relato extremadamente cuidado a nivel de estilo y narración. Me ha recordado a la novela británica de aventura y mundos perdidos que se hizo a finales del XIX y principios del XX; aquellas famosas obras de Doyle, Haggard, Kipling, Burroughs, Merritt, Poe... con un final de acción y monstruo que se acerca más al pulp.

No se le pueden poner muchas pegas. Está perfectamente ambientado, tanto por la jerga de marinería y las particularidades de un barco, como por el trasfondo de colonialismo británico, los sijs, los lores, etc.

Quizás diría que, más que un relato, parece un capítulo o pasaje de una novela. Toda la narración se centra en el encuentro con la niebla y la criatura, por lo que me cuesta encontrar un nudo que se deshaga en el desenlace. El relato no me ha generado unas expectativas que satisfacer o romper con su final, más allá del disfrute de su lectura (lo cual no quiero decir que sea poco, ni mucho menos).

A nivel ortográfico, creo que faltan un par de tildes, como en "habia" y "El capitán tira de mi". Por otra parte, se dice "dar abasto", no "dar a basto".

Un detalle me ha sonado raro: montar el arma implica dejarla preparada para disparar. Es muy peligroso hacerlo para posteriormente apoyar la culata en el suelo y dedicarse a hablar. Siendo Lord Barrett un cazador y tirador experimentado, lo lógico es que hubiese alimentado/cargado/municionado (este último término no sale en la RAE, es jerga militar al uso) su fusil, en lugar de dejarlo amartillado.

También es extraño que el narrador en primera persona recuerde palabra por palabra lo que dicen los nativos, dado que no conoce el idioma y está en una situación de grave peligro. Entiendo que este tipo de cosas dan color a la narración, pero son más apropiadas para un narrador omnisciente.
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Iliria
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Re: CP XVI - El corazón de la niebla

Mensaje por Iliria »

Coincido con @JotaArkham en que el vocabulario de la navegación está muy cuidado (en el manejo de las armas de fuego reconozco que tengo que profundizar más...)
Muy interesante el tema de la niebla y el de las luces rojas. Aporta mucha intriga. Así a grandes rasgos me ha recordado la novela "El Terror", de Dan Simmons, que me enganchó mucho la primavera pasada, así que punto para ti :60:

Lo más flojito, aparte de lo de "dar a basto", que habrá sido un despiste, es que he encontrado el final un poco recortado. Supongo que el límite de hojas te ha jugado una mala pasada. Es una pena que no hayas profundizado más en el tema de la isla viviente; hubiera estado genial.
En todo caso, seguro que te cae algún punto por mi parte.

Gracias por participar, y suerte :60:
Si tienes un jardín y una biblioteca, tienes todo lo que necesitas - Cicerón :101:
-¿Y con wi-fi?
-Mejor.
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pmarsan
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Re: CP XVI - El corazón de la niebla

Mensaje por pmarsan »

Confieso que no sabía por dónde me querías llevar, autor :roll:. Me ha resultado un relato de lo más imprevisible. Del cocinero irlandés y el barco navegando por la niebla al encuentro con los nativos hay un trecho, desde luego; y el tal Barrett es un personaje curioso.

Al principio tu relato no me terminaba de llamar, pero después la cosa se va a animando y al final ya casi quieres que haya un segundo capítulo en el que vayan a cazar nativos. O tigres, es igual, lo importante es que siga la aventura :lol:. Tu relato tiene ese aire a las novelas de piratas que me ha retrotraído a la adolescencia. Muchas gracias por compartirlo con nosotros y mucha suerte en el concurso. :wink:
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Raúl Conesa
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Re: CP XVI - El corazón de la niebla

Mensaje por Raúl Conesa »

Me ha dejado con ganas de más, pero eso es bueno y malo al mismo tiempo. Podría quedarse así, pero esto clama por una secuela para ver qué pasa al final con el cocinero y el lord inglés. El final queda un poco apresurado, imagino que por falta de espacio; pero hay algo que queda como una incógnita y que podría haberse resuelto fácilmente: ¿qué son las criaturas acuáticas humanoides? No volvemos a verlas después del secuestro del cocinero.

Volviendo al argumento en sí mismo, el comienzo me ha gustado bastante, por motivos distintos a la conclusión. Empieza muy sobrio y misterioso, casi como una novela de terror, o tal vez terror psicológico, y luego pasa a una narración más propia de la aventura sobrenatural, con un rollito lovecraftiano a modo de coletazo final. El ambiente me gusta bastante, aunque creo que el autor/a podría haber profundizado más en los sentidos del cocinero. ¿Cómo huele el pozo de la criatura/isla? Habría sido interesante ver reflejado algo más que la visión de la misma.

El estilo no puedo decir que me agrade demasiado. El tiempo presente en primera persona se me hace un poco incómodo, pero eso es muy subjetivo. Al nivel técnico está muy correcto, salvo por un par de errores o descuidos (lo de "a basto" tiene cierto pase, pero también hay una interrogación que queda sin cerrar, y eso ya es sacrilegio).

En general me gusta bastante, diría que de aprobado alto. Tendré que leerlos todos para ver si entra en mi podio, pero no creo que llegue.
Última edición por Raúl Conesa el 17 May 2021 22:05, editado 1 vez en total.
Era él un pretencioso autorcillo,
palurdo, payasil y muy pillo,
que aunque poco dijera en el foro,
famoso era su piquito de oro.
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Gavalia
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Re: CP XVI - El corazón de la niebla

Mensaje por Gavalia »

Diría que el relato es entretenido. Me sumerge en recuerdos sobre novelas del estilo Burroughs  por el ambiente: la niebla, la isla, el misterio...
El cuerpo de la narración parece bien construido con una presentación en primera persona que llega bien al lector, nonobstante puede llegar a cansar. Los personajes los veo con poca definición, no hay espacio para mucho más y es mucho lo que quiere contar. La acción, auque trepidante, también es tan confusa como atractiva: luces rojas, garganta tragona, isla en movimiento, pobladores singulares... Estilo Mieville sin duda. En global me ha gustado.
Un saludo y suerte.
En paz descanses, amigo.
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Dama Luna
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Re: CP XVI - El corazón de la niebla

Mensaje por Dama Luna »

Lo he disfrutado un montón; la narración no permite un respiro, rápida, ágil, muy visual. Has creado un relato muy cinematográfico y muy plástico- se ve la niebla, se huele; se escucha el mar y todo. Las conversaciones entre los personajes están muy bien, suenan muy naturales. Me ha gustado mucho el diálogo con el lord, de hecho.
Y bueno, es verdad que hay algún errorcillo despistado por ahí, pero tampoco gran cosa, nada que un repaso o dos no termine de limpiar del todo. El final también me ha parecido muy bien puesto: cierra en cierta manera, y abre al mismo tiempo, pero ni es abrupto ni deja cosas en el aire.

Un muy buen relato de aventuras que está en mi podio particular; mucha suerte!
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Megan
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Re: CP XVI - El corazón de la niebla

Mensaje por Megan »

Autor/a, me gustó tu relato.
Una historia de aventuras muy buena. Me llevó de la mano sin dejar de leerlo hasta el final, eso me encanta. La narración es estupenda y las descripciones excelentes, me hacían ver todo lo que pasaba como si lo tuviera adelante de mis ojos. Se nota un nivel muy alto en tu escritura y la forma de atraer al lector para que no se aleje de tus palabras.
No tengo peros, si hay algún tema de puntuación, no soy quien para hacértelo notar. Solo decirte que al principio me pareció que al no ser mi género preferido me iba a aburrir y al contrario me entretuviste mucho, lo cual te agradezco infinitamente.

Mucha suerte y gracias por compartirlo, :D .
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Jarg
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Re: CP XVI - El corazón de la niebla

Mensaje por Jarg »

Autor/a, me temo que voy a ser la nota discordante en los comentarios, y es que, personalmente, el relato no me ha llegado. Nada que objetar en cuanto a estilo o estructura, pues el relato se lee con bastante fluidez, pero es que el género de aventura es arriesgado en un formato de seis páginas, ya que hay mucho que contar y muy pocos folios para hacerlo. En ese sentido, me ha parecido todo muy apresurado, con muchos nombres y hechos en poco espacio. Veo que tienes una historia bien formada en tu cabeza, quizás sería conveniente ponerla en forma de novela más que de relato, seguramente te daría la oportunidad de desarrollar más los personajes.

Otra cosa arriesgada del género de aventuras es que se ha tratado mucho tanto en la literatura como en el cine. Lo de la isla que tiene "alma" y que se mueve es algo que ya he visto antes, y la escena en la que el rey está a punto de clavarle el cuchillo también. Igual lo has hecho a propósito para hacer un homenaje a los elementos "comunes" del género, supongo que nos lo explicarás cuando se desvelen las autorías.

En cuanto a la forma, como ya he dicho me ha parecido bastante fluido y con un estilo bien adaptado al tipo de historia, haciendo que se lea rápido y contribuyendo así al efecto que tiene que causar en el lector. La única sugerencia que haría es la de revisar las repeticiones de palabras. La palabra "roca", por ejemplo se repite nueve veces en dos párrafos consecutivos.

No te tomes lo que pongo como algo negativo, autor/a, como puedes ver, a otros foreros les ha encantado el relato, y es que aquí cada uno tiene sus preferencias y gustos :) . Seguramente no soy el lector indicado para este relato en concreto, pero estoy seguro que lo seré (si es que no lo he sido ya) de otros que escribas. Gracias por compartirlo y buena suerte :60:
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rubisco
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Re: CP XVI - El corazón de la niebla

Mensaje por rubisco »

Sin duda estamos ante uno de los mejores relatos en términos de narración de los que se han presentado a este concurso. Es verdad que tiene grandes competidores, pero este podría estar en el top 3.

El relato resulta fácil de leer a pesar de los grandes tocones de texto, porque la narración es fluida y huye de las frases recargadas. Por su parte, usa muy bien determinados recursos, como ese párrafo unipalábrico (¡Ea!) que dice Respiro. y que, efectivamente, es un respiro entre dos párrafos enormes.

Lamentablemente, el relato se me ha acabado haciendo largo. Está bien que me lleves por la trama de las luces rojas para que al final se resuelva en que la isla tiene alma, sin más intervención, o que describas con pulcritud cada postura del personaje principal durante su cautiverio, pero llega un momento en que tanta descripción arrebata protagonismo a la acción y al avance de la historia. Tampoco me ha ayudado a ello que insistas tanto en los diálogos indígenas; como ambientación me gusta, pero andarme encontrando frases en un idioma que no conozco redunda, a mi juicio de forma innecesaria, en la confusión en la que ya nos encontramos el protagonista y los lectores.

Pero si hay algo que me ha sacado de la lectura constantemente es la técnica para mostrar los diálogos. Todo lo que no sea una línea por intervención me parece complicarle innecesariamente la experiencia al lector. No me importa si usas guiones (diálogos latinos) o comillas (diálogos sajones), pero que dos personajes mantengan una conversación entera en un párrafo sin saltos de línea me ha acabado resultando un hándicap para seguir la lectura con calma.

Ah, por cierto: "amenazo con caer al agua" es una frase que me suena bastante extraña. Pienso que esa construcción no es correcta y que, si querías innovar con el lenguaje, posiblemente yo hubiera buscado otro verbo más cercano al significado que buscas.

Por cerrar con algo positivo, me ha gustado el cambio de criterio de Lord Barrett respecto de las aventuras que quiere perseguir (primero los tigres y ahora los indígenas). Le da un punto de humor que le viene bien al relato entre tanta angustia.

¡Mucha suerte!
69
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Isma
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Re: CP XVI - El corazón de la niebla

Mensaje por Isma »

Lo he leído un poco a trompicones, que es como puedo leer últimamente. Lo siento.

Me ha gustado. A ratos me ha ido recordando obras, escenas aquí y allá. Todas buenas. He pensado en el Amok de Zweig, por esa charla trascendente en la cubierta de un barco. Escenas varias de novelas de aventuras por los mares del sur. Y por supuesto la isla donde duerme el sueño de los siglos el inefable Cthulhu de Lovecraft, o de su compinche Derleth. No me acuerdo.

La narración es un poco mejorable, sobre todo al principio. Alguna repetición, "Me quedo mirando a proa, aunque a nada en particular: no hay nada más allá del pasillo.". Cosas así. La introducción del Polaco, de alguna manera repetida, o el jaleo con las comillas, todas altas. Las onomatopeyas, ese aaargh y ese otro hmmpfff junto a los Devasaj kurati y Umok de los nativos, que no quedan bien. Nada grave.

Es curioso pero he tenido la sensación durante toda la lectura de que me tenía que acordar de algo, de algo más relacionado con la historia. Como si hubiera una pista de algo que se me escapara. Una lectura antigua o esquiva, una referencia. Aunque no me he podido quedar con qué.

Me ha resultado entretenido. Enhorabuena y suerte.
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raumat
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Re: CP XVI - El corazón de la niebla

Mensaje por raumat »

Ese Fogerty, no hay nada que pueda con él... naufragios, monstruosidades marinas, tribus salvajes, sacrificios sangrientos... Y ahí sigue, vivito y coleando, de vuelta a la cocina del S.S. Litany, ¡como un campeón! :alegria:

Entretenido relato de aventuras.
Gracias al autor por compartirlo y suerte en el concurso.
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Sinkim
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Re: CP XVI - El corazón de la niebla

Mensaje por Sinkim »

Me ha encantado esta historia, parece sacada de la pluma de Robert E. Howard o el propio H. P. Lovecraft y la frase final es un auténtico puntazo. Podría ser el episodio piloto de una serie genial :D :D
"Contra la estupidez los propios dioses luchan en vano" (Friedrich von Schiller)

:101:
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Mister_Sogad
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Re: CP XVI - El corazón de la niebla

Mensaje por Mister_Sogad »

Menuda aventura nos presentas, autor/a!

Antes de nada, debo decir que el texto en sí se me hace algo confuso, pero es en lo narrativo; sobre todo en su primer tercio. Es como si la narración no fluyera del todo, aunque no logro dilucidar la razón de que eso suceda.

Lo que es la historia en sí me ha gustado, incluso ese paso de una narración pausada a una más rápida que, pienso, acompaña con acierto el "cambio" a la acción en el relato. Por otra parte, el poso que deja el texto es como a "novela de aventuras", viniéndome a la mente historias de Verne o Stevenson, lo que, sin duda, es obra de un buen esfuerzo de tu parte. Así que buen trabajo!!

Suerte en el concurso! :60:
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Mister_Sogad
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Re: CP XVI - El corazón de la niebla

Mensaje por Mister_Sogad »

Al hilo de lo que te decía en mi primer comentario, sobre ese "sabor" a novela de aventuras, se me ocurre que si inviertes un mayor número de párrafos (incluso páginas), al narrar todos los pasajes lograrías tal vez solucionar lo que te dije de la fluidez narrativa e, incluso, encauzarías algún punto confuso (por ejemplo la escena donde el protagonista está atado al poste, que el escenario no es fácil de visualizar); además, tendrías entre manos una historia que puede dar mucho más juego sin duda, piénsatelo.

Reitero mis deseos de que tengas suerte en el concurso! :60:
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