R - Bailar en el aire - Iliria (3º Jur) (3º Pop)

Relatos que optan al premio popular del concurso.

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lucia
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R - Bailar en el aire - Iliria (3º Jur) (3º Pop)

Mensaje por lucia »

BAILAR EN EL AIRE

Benjamín dejó de nuevo su taza en la alacena. La primera luz de la mañana había sido suficiente para fregar los restos del café. Incluso podría haber recorrido a ciegas con las yemas de los dedos el borde de la loza, tan bien conocía su descascarillada superficie. Tampoco olvidó quitar las migas que habían quedado entre las grietas de la bancada, ni cubrir con la tapa de la cocina los ennegrecidos quemadores. Para él, en ese día más que nunca, era importante dejarlo todo en orden.
En la puerta, a punto de salir, un vetusto espejo de cuerpo entero le devolvía la silueta en penumbra de sí mismo. Para reconocer su aspecto delgado, menudo y de movimientos ágiles a pesar de sus casi ochenta años no necesitaba una luz excesiva. Tampoco había logrado pagar la deuda para que le restablecieran el suministro. Con gesto mecánico se acopló su ajustada chaqueta de pana verde oliva y se atusó el cabello blanco, todavía abundante. La puerta chirrió antes de cerrarse tras él, como cada mañana.
Y, como cada mañana, el sonido de la puerta de Benjamín era la señal que esperaba la vecina de abajo, una solitaria mujer de edad madura que salía al paso del grácil anciano, hasta casi bloquear con su corpachón de piernas flacas la angosta escalera, apenas iluminada por el sucio tragaluz del techo.
—¿Có…cómo está, don Benjamín? ¿A dar una vuelta?
A Benjamín le sorprendió que a aquellas alturas dominara más en ella el deseo de entrometerse que el temor al mal genio de él. En cambio, sin levantar la mirada del suelo y sin casi detenerse, el anciano contrajo su bigote en un amago de sonrisa, al tiempo que hacía un ademán de apartar con suavidad a la mujer.
—Bien, doña Coro, gracias. Buenos días.
La vecina se retiró, pero le siguió durante su acostumbrado tramo escaleras abajo:
—Co…Consuelo me ha dicho que aún no ve luz en la ventana de usted ¿Es que todavía sigue con los cortes?
—No se preocupe, doña Coro. Está todo bien.
Benjamín sabía que ahí terminaba el interrogatorio. La mujer se quedó con el dedo extendido junto al timbre de una puerta del bajo, donde vivía su inseparable doña Consuelo.
—Có…cómo pueden tener tan poca consideración las compañías. Suerte que nuestro líder va a solucionar pronto los cortes, que lo han dicho por la tele…
—Ya, ya. Por la tele. Que tenga un buen día.
En la calle, Benjamín trató de ajustarse más la chaqueta. Un viento frío arrastraba la hojarasca de octubre e hizo que un panfleto se enredase en sus tobillos. Observó ceñudo el rostro impreso. Casi de su edad, abotargado por la opulencia y con una mirada porcina de ojillos malignos. A Benjamín no le hizo falta leer el lema. Estaba harto de verlo por todas partes: “Escucha a tu líder. Es por tu bien”. Apartó el papel de una patada. Calle abajo, a izquierda y a derecha el hombre con ojos de suido y su odiosa frase se alternaban en las paredes con el hocico romo sobre la triple papada del nuevo candidato. La frase de este último no era mucho mejor: “Ven al cambio que mereces”.
—Par de memos—masculló, mientras se preguntaba si en realidad no lo serían quienes les daban el voto.
La ventolera arreció de tal modo que tuvo que alzarse el cuello de la cazadora. Cruzaba por su camino un goteo de viandantes embozados, tan grises y anodinos como el gris de la mañana. Quizá tan grises como él mismo. Y, sin embargo, en aquel momento nada parecía acontecer ante sus ojos. Todo resultaba desdibujado en una continua inmutabilidad. ¿Y Chloe? ¿Tendría ahora ella una visión más amable del mundo?
Por fin llegó al bloque donde vivía su amiga. Estaba en el extremo de una plazoleta desierta, donde amarilleaban unos árboles enfermizos y unos columpios se cubrían de óxido. Si bien su interior no era lustroso—nada lo era desde que Benjamín alcanzaba a recordar—al menos sí contaba con más espacio. Y con ascensor.
Le abrió la mujer que cuidaba de Chloe desde que todo empezó para ella. O más bien, desde que empezó a terminar. Pasaron a una salita de sillones mullidos, una loza de bonitos motivos florales bien guardada en un aparador y cuadritos con escenas campestres repartidos por las paredes. A Benjamín le gustaba contemplar aquellas escenas. Se sentía de un modo extraño ligado a ellas, como si quisiera regresar a un lugar al que nunca había pertenecido. Quizá Chloe ya estuviera allí. La cuidadora, una mujer bajita y servicial, hizo a Benjamín el gesto de costumbre en presencia de Chloe: encogerse de hombros con resignación: “sigue igual”, “es lo que hay”, “no hay remedio”.
—Les dejo solos. Si necesitan alguna cosa…
—Gracias, Isabel—respondió Benjamín.
Chloe. La única de sus amigos que aún vivía. Se sentó frente a ella. Aunque en cierto modo seguía siendo la mujer grande y fuerte de siempre, cada vez parecía más encogida, ahí arrellanada en el sillón. Su mirada de ojos grandes y castaños era tan dulce como cuando se conocieron.
—¿Podemos ayudarle en algo?
—¿No me reconoces? Soy Benjamín…
Chloe se llevó una mano al mentón, tratando de recordar. Dos días para ella eran desiertos en el tiempo. Sin embargo, parecían aflorar recuerdos de un pasado a veces incluso perdido para el anciano.
—Benjamín… Comíamos juntos en la fábrica, ¿verdad?
—Echamos allí muchas horas. Me ayudaste tanto con aquella maquinaria infernal… ¿Recuerdas?
—Me acuerdo de Muriel. Igual viene ahora.
Benjamín sintió un pinchazo en el pecho. Sus ojos se humedecieron. Tuvo que morderse la lengua para no decir: “Muriel falleció hace dos años”. El anciano regresó al tiempo en el que los fines de semana eran luminosos y soleados. Sentados en la terraza del bar, compartiendo cervezas y absurdos ideales. Muriel era profesora de Secundaria. Benjamín no tenía nada, pero era un brillante autodidacta. Chloe a menudo protestaba porque sólo hablaban de política. Decía que ella sólo veía las marionetas, pero no los hilos tan bien como ellos dos. Lo único que leía de los periódicos era el horóscopo, ocasión que aprovechaba para picar a Muriel cada veintidós de diciembre: “Normal que seas Capricornio. Estás como una cabra”. Muriel entraba al trapo: “A callar, Cara-Caballo”. Y todos reían.
También se les unía Púgil. Llamaban así a aquel grandullón porque durante cierto tiempo había sido boxeador. Por aquellos días trabajaba como mozo de almacén. Se entendía con Chloe porque, al igual que ella, tampoco captaba los entresijos que para Benjamín y para Muriel estaban tan claros. “Dejaos de gaitas. Yo, con mi trabajo, ya me conformo”, solía decir. En realidad, se llevaba bien con todo el mundo. Pero los años pasaron, y una dolencia degenerativa fue haciéndole mella. Acabó en una residencia, donde murió a solas a causa de una extraña enfermedad pulmonar. A Benjamín le costó un buen multazo saltarse las normas para intentar estar con él.
Volvió a los días soleados, a las terrazas y a las tertulias políticas entre amigos. “Sí, era precario, pero teníamos trabajo. El pie estaba sobre nosotros, pero seguíamos juntos, y no pensábamos que pudiera aplastarnos de esa forma. Éramos felices. Pero no lo sabíamos”.
Se quedó todavía un buen rato retrepado junto a Chloe, en una calidez de prestado que a él ya no le llegaba. En el momento de marcharse, se despidió de su amiga con un beso en la frente:
—Me ha encantado conocerte.
Entonces Chloe le respondió en uno de esos momentos de extraordinaria lucidez:
—El edificio Norte, ¿verdad? Nos veremos pronto.
Benjamín se volvió y la miró con fijeza: “¿Me ha leído el pensamiento?”. Se limitó a responder:
—Sí. Nos vemos.
La calle mostró un nuevo gris. Quizá “siniestro” no fuese la palabra, pero sí “desagradable”. Al menos, para Benjamín. Desde una bocacalle afluía un grupo hacia la plazoleta. Aquel rebaño de un color predominante coreaba una consigna, más entendible conforme se aproximaba: “Escucha a tu líder, es por tu bie-e-e-n”. Benjamín se alejó de una masa de individuos, hombres y mujeres de todas las edades, pero con idéntica expresión ovina. Salió a una avenida de arbolillos mustios y tristes, plantados en alineada disciplina. Y de igual modo, un nuevo hato uniformado de otro color acudía al encuentro del primero balando el otro lema: “Ve-e-e-n al cambio que mereces”. Benjamín los evitó y siguió caminando.
A lo lejos el edificio Norte destacaba entre las demás construcciones de oficinas. Era una mole de hormigón cuyo remate lo formaba el logo de una aseguradora en forma de estrella. Y justo debajo se situaba un restaurante giratorio. A nadie le llamó la atención que alguien de la edad de Benjamín cruzase la entrada principal del edificio entre un grupo de oficinistas. Salvo por el detalle de la chaqueta de pana—que ahora llevaba doblada en el brazo, con la raída tela vuelta hacia dentro—cualquiera hubiera dicho que era de los primeros comensales del día. Una vez en el ascensor, Benjamín apreció los materiales de la lujosa cabina, los acabados de la madera en las paredes y el acero inoxidable que enmarcaba los espejos. El rápido y suave ascenso le llevó rápido al piso cuarenta, donde se ubicaba el restaurante.
Benjamín accedió al interior en el momento en que las cocinas estaban al máximo rendimiento. Dos de los camareros paseaban por las mesas ultimando los detalles, pero se trataba de un frenesí que no se contagiaba a los pocos clientes acomodados en la barra: un hombre solitario en un extremo, absorto en sus cavilaciones y una pareja de jóvenes encandilados. El descenso por una escalera de caracol le condujo a los lavabos y a la terraza desierta del restaurante, sobre la que se ubicaba la plataforma giratoria.
En el exterior, en aquel punto tan elevado, Benjamín tuvo unos instantes de paz. Podía respirar. El viento seguía soplando, y más en aquella altura, pero salvo por las rachas había silencio y espacio. A sus pies la ciudad se desplegaba sobre la llanura como una piel de animal seca extendida al sol. Porque por un momento parecía abrirse algo de claridad entre las brumas. Por primera vez en mucho tiempo dejó de sentirse oprimido; la sociedad quedaba a sus pies, y él se encontraba arriba. Quizá el único sitio donde pudiera envolverle un tenue espejismo de libertad. Como estar en la cima de una montaña, donde el mar de nubes se estancaba abajo, pero en la cumbre todo lucía despejado, claro, diáfano. Sin embargo quedaba la soledad de la cima. En ella se estaba tan jodidamente solo…
Benjamín se asomó a la barandilla. Trató de calcular la distancia. Cuántas piruetas podrían caber en las alturas. En ese punto ninguna ley, ninguna consigna, podían impedirle semejante baile. Y a él le apetecía tanto bailar…
Subió de un salto a la barandilla. Al principio en cuclillas, luego se fue incorporando. Hizo equilibrios avanzando un pie, luego otro... hasta tomar impulso, con la ilusión de quedar tan solo sostenido por el aire.
—Bailemos.
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Raúl Conesa
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Re: R - Bailar en el aire

Mensaje por Raúl Conesa »

Rebelión en la Granja a día de hoy y a la españolé. A éste no me ha costado tanto verle la inspiración.

Creo que refleja de forma acertada el desasosiego y la falta de esperanza que caracteriza al mundo moderno, visto desde el punto de vista de alguien que ve las cosas como son, pero no cree posible corregir el rumbo. Una vez llegas a esa conclusión, todo se vuelve insignificante y tedioso. ¿Para qué decirle a las ovejas que piensen por sí mismas, si están tan contentas repitiendo eslóganes, si te llamarán cenizo por señalar la realidad?

De estilo lo veo estupendo, ya que comunica bien el sentir del burro Benjamín, que con toda su inteligencia se niega a hacer nada por la desisidia que le caracteriza. De argumento, escaso, pero no le hace falta argumento per sé, cuando el objetivo es transmitir un sentimiento. A veces basta con enseñar la imagen y dejar que ésta hable sola. De personajes, muy acertado, ya que al verlo todo desde el punto de vista de Benjamín tiene todo el sentido que él sea el último en pie (es que los burros viven mucho).

Y no hay mucho más que decir. Me ha gustado, dentro de lo desesperante. Sobresaliente.
Era él un pretencioso autorcillo,
palurdo, payasil y muy pillo,
que aunque poco dijera en el foro,
famoso era su piquito de oro.
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Iliria
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Re: R - Bailar en el aire

Mensaje por Iliria »

Creo que has hecho un buen apaño con la obra de Orwell. Has humanizado totalmente a los animales y además con el nombre de alguno de ellos has jugado al despiste. No los usas todos, pero sí los necesarios para poner en marcha tu historia.
Es fácil ver la crítica a lo que hemos vivido y estamos viviendo a día de hoy: el recuerdo de la pandemia con la muerte de Boxer abandonado a su suerte, el problema de la luz, la falta de dinero y de expectativas, los malos gobernantes que sólo quieren votos y a quienes carecen de criterio y no ven más allá. Interpreto el suicidio de Benjamín como resultado de verse el último de sus amigos y condenado a pasar el resto de su vida rodeado de pollos y ovejas...

Me ha gustado, si bien creo que en algunos momentos te quedas dándole vueltas a una misma idea y como que te cuesta salir del bucle (los pensamientos de Benjamín en la azotea, por ejemplo). Ah, y un "rápido" que se te ha colado en la misma frase.

Gracias por participar, y suerte :hola:
Si tienes un jardín y una biblioteca, tienes todo lo que necesitas - Cicerón :101:
-¿Y con wi-fi?
-Mejor.
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Edgardo Benitez
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Re: R - Bailar en el aire

Mensaje por Edgardo Benitez »

Esto lo leí hace años, cuando era prohibido leer así.
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Pero si te pego en el centro, será por filosofía.
Pero por poesía, serás mi centro.
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Jarg
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Re: R - Bailar en el aire

Mensaje por Jarg »

Me ha costado entender la obra origen de este, no por falta de habilidad de su autor/a, sino porque hace mil años que leí Rebelión en la granja y casi no me acordaba de los personajes. Ya al segundo intento, prestando más atención a tanto símil animalesco me ha empezado a sonar.

Es curioso, Orwell hizo un "retelling" del comunismo en la Unión Soviética cambiando a las personas por animales, y tú has hecho uno de su obra cambiando a los animales por personas :) . Buen tino ahí, autor/a. También me gusta que te centres en un personaje en concreto en lugar de dedicarte a un colectivo de personajes. Da pena la resolución final de Benjamín, aunque todo el relato hace ver que ya no puede encajar en el mundo que le rodea, sobre todo cuando la última de sus amigos se está desvaneciendo. El estilo me ha gustado, directo pero sin pecar de simple, contando muchas cosas con pocas palabras.

Gracias por compartirlo y buena suerte autor/a :60:
Yo amo a la humanidad. Es la gente lo que no soporto.
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David P. González
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Re: R - Bailar en el aire

Mensaje por David P. González »

Tengo que decir, autor, que he tenido que leer los comentarios de los compañeros para saber qué obra recuentas porque tenía mucha curiosidad. No la he leído, así que es lógico que no La Haya reconocido.

Valorándola como una historia que leo por primera vez, está bien ambientada, el tono es correcto para lo que cuenta, el estilo no me entusiasma, pero también es correcto. En general muy bien.

Ahora bien, sin conocer la obra original y sin saber qué paralelismos hay entre ambas y, por lo tanto, asumiendo que podría estar diciendo esto de la original también, no he conectado con el personaje a nivel motivación, o la motivación que tú me das no me es suficiente como para justificar un acto tan radical. Sí, el mundo es una mierda, por supuesto, pero es así para todos. Si él tiene una sensibilidad especial con este hecho no se especifica o no se da a entender, y si no lo tiene, la motivación debe ser algo más. ¿Está cansado de vivir? Yo le percibo asqueado, pero no cansado.

Aparte de este detalle has hecho una buena reconstrucción de una sociedad que vota su propio sometimiento, su propia opresión, en muy pocas líneas, una sociedad, de hecho, que no dista mucho de la que vivimos, y es que podemos cambiar la forma de vestir o sofisticar la comida con complicadas deconstrucciones o nombres rebuscados para decir setas con gambas, pero eso no cambia. Y no cambiará.

Gracias, autor :60:
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lucia
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Re: R - Bailar en el aire

Mensaje por lucia »

Me ha pasado como a Jarg, que leí la original hace miles de años y solo me he enterado del mundo totalitario de borregos, que además puede ser infinitos lugares y momentos, incluyendo la época actual.

En cuanto al cuento, transmite infinita tristeza por lo perdido, terminando por la pérdida de la vida.
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Isma
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Re: R - Bailar en el aire

Mensaje por Isma »

He tenido que leer los comentarios previos para reconocer que estaba ante una nueva versión de Rebelión en la granja. Hace tanto que lo he leído...

Lo bueno es que puedo dar dos impresiones. La de la primera lectura, sin reconocer la fuente, y una segunda sabiendo.

La primera lectura me ha gustado. Me ha parecido que el autor usaba muy bien los recursos literarios. Efectivamente había algo curioso en la repetición de doña Coro y en los cánticos ovejiles de los manifestantes, pero no le di más importancia :cunao:. Pensaba que el relato hacía referencia a algún episodio de la dictadura, cuyo peso atrapaba a los personajes nombrados: aunque sus desdichas parecían ser debidas más al natural paso del tiempo que a una gobernanza infame. Me quedé con una buena impresión aunque quizás algo hueca, como si los personajes hubieran sido nombrados para nada en concreto.

Con la segunda lectura disfruto mucho más de los recursos utilizados. La gallina Coro, las ovejas manifestantes, los líderes gorrinos, las escenas campestres que evocan recuerdos... Mira, como sugerencia, quizás hubieras podido aprovechar esa penumbra inicial para mostrar una figura distinta en el espejo, la insinuación del burro que representa Benjamín (y que no queda explícita en el texto, creo). Sin embargo, me asalta la duda, y es por el mensaje que transmite: creo que la crítica social es tenue y se basa más en el cansancio del protagonista que en hechos concretos. Y así es difícil simpatizar con la decisión final.

Un relato muy inteligente y con una elección divertida. Enhorabuena.
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Gavalia
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Re: R - Bailar en el aire

Mensaje por Gavalia »

Soy otro de los que no encontraban el paralelismo con el cuento de Orwell. De hecho me estaba incluso mosqueando con el asunto de los be-e-e porque no me parecían procedentes, ahora lo entiendo.
No tengo mucho más que decir de lo ya expuesto por los compañeros en cuanto al fondo y moraleja de la historia. La política todo lo enmierda.
Intuía que algo grave pasaría en el transcurso de la historia, pues ya lo anuncia Benjamín al principio del relato, y poco a poco se van desgranando los pasos que llevarían al suicidio del protagonista. El relato me ha gustado en líneas generales, quizá algo telegrafiado para mi gusto en cuanto a su redacción.
Un saludo y suerte.
En paz descanses, amigo.
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Dama Luna
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Re: R - Bailar en el aire

Mensaje por Dama Luna »

Tiene una hermosa prosa que rezuma pena contenida hasta el (casi diría inevitable) desenlace, y el ambiente está fantásticamente conseguido. Y además tiene un trasfondo denso y contestatario que abrocha el relato a las mil maravillas. Es mi favorito; enhorabuena.
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Megan
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Re: R - Bailar en el aire

Mensaje por Megan »

Autor/a, me gustó tu relato.
Si bien no leí la obra original, creo que plasmaste la idea principal muy bien, con un vocabulario fluido, que hace interesarte por saber más. No puedo decir mucho más, me gustaron las descripciones de lugares y momentos. El final está muy bien llevado.

Mucha suerte y gracias por compartirlo, :D .
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Casper
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Re: R - Bailar en el aire

Mensaje por Casper »

Puede ser cualquier sitio pero al leerte se me vino a la mente el casco histórico de La Habana vieja.
Creas un personaje algo atípico, siempre asocie al burro Benjamín con esos intelectuales influyentes que consciente del entorno opresor e injusto que los rodea optan por una pasividad egoísta y cómoda.
Este Benjamín en cambio… :hombros:
Pero compro igual, buen personaje, buena ambientación y el combustible justo para poner en marcha la imaginación del lector para recrear la historia y eso es algo difícil de lograr. Buen comienzo y un mejor final.
Suerte :60:
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rubisco
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Re: R - Bailar en el aire

Mensaje por rubisco »

Querido autor, querida autora:

Yo tampoco encontraba el paralelismo directamente, aunque tenía la intuición de que bebía de aguas orwellianas (el continuo "sigue a tu líder" me hizo acordarme de 1984).

He de reconocer que como retelling no me ha impactado especialmente, pero me encanta la escritura que tienes y la forma en que dibujas las imágenes. También la fluidez de los diálogos tan poco apetecibles del rellano de una escalera o la naturalidad con que das forma a un cliché sin que parezca tal cosa.

Lo que sí me ha dejado es un poso de amargura. No por el final, porque eso es otra cosa. Me ha dejado un poso de amargura el ser consciente de la desaparición de todos los miembros de tu generación, bien física, bien mental. Ese dolor se queda y es lo mejor que puede decirse de un texto de ficción, así que enhorabuena por esa parte.

¡Mucha suerte! :60:
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Sinkim
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Re: R - Bailar en el aire

Mensaje por Sinkim »

Me ha gustado la historia, y sí, a mí también me estaba recordando a 1984 :D :D El final me ha parecido extrañamente poético :D :D
"Contra la estupidez los propios dioses luchan en vano" (Friedrich von Schiller)

:101:
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Gavalia
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Re: R - Bailar en el aire - Iliria

Mensaje por Gavalia »

Pedazo de relato, escritora. Aun con las prisas que he tenido por culpa del trabajo para valorar los trabajos, el tuyo me sedujo a la primera. Me gustó mucho.
Enhorabuena.
En paz descanses, amigo.
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