CV9 - Hermanos de sangre - Yayonuevededos

[kassiopea]

Hermanos de sangre

—Jaime, ¿estás ahí?
Anselmo, todavía con las llaves en la mano, encendió la lámpara del techo y dio unos pasos por el recibidor. Le había sorprendido encontrar la puerta de calle apenas cerrada con el pestillo.
Se percató de que su gabardina chorreaba sobre la alfombra. Se la quitó para colgarla en el perchero, de paso cambió los zapatos por las pantuflas de fieltro.
El resto de la casa permanecía en una oscuridad apenas rota por una luminosidad gris frente a las ventanas. Afuera, una llovizna pobre, que sólo levantaba humedad y malos olores.
—¿Jaime? —insistió—. ¡Jaime!
Hubiera querido no levantar la voz, que no se le notara el atisbo de alarma.
Llegó al salón, y con gesto automático tocó el interruptor de la luz.
—¡Apaga eso!
—¡Joder, me has asustado!
—¡Que apagues eso, te digo!
Anselmo movió otra vez la llave, y se quedó algo encandilado. Había visto a su hermano pequeño, sentado en medio del sofá, frente a un vaso de whisky, con la botella de Jack Daniel's sobre la mesita de centro.
—¿Qué te pasa? —se movió hasta el sillón de orejas, su sillón de siempre, y se dejó caer.
—Nada, todo —dijo Jaime. Su voz sonaba hueca o como si estuviera a punto de llorar—. Estoy hecho un lío.
—¿Quieres contarme qué te sucede?
—No sé por dónde empezar. Me da vergüenza... y miedo.
—Estaría bien que empezaras por el principio —dijo. Se arrellanó y cruzó las piernas—. No puede ser tan terrible. Además, siempre nos hemos defendido el uno al otro, ¿no?
—Esta vez es distinto —en la penumbra, Jaime se llevó las manos a la cara, después las levantó hasta pasárselas por la frente, la coronilla, la nuca—. No sé cómo voy a salir de esto.
—No puedo pensar en ninguna solución si no te sinceras conmigo.
Hubo un silencio largo, cortado por la respiración de los hombres.
—Esta tarde... —dijo Jaime—. Esta tarde, he... he matado a una mujer.
Anselmo se levantó y encendió una lámpara pequeña. Necesitaba ver la cara de su hermano. Se encontró con un rostro vacío, como si detrás de la carne, del hueso, no hubiera nada. Una mirada brumosa, indefinida, donde no se podían leer los pensamientos o emociones.
Decidió que él también necesitaba un whisky.
—¿Qué piensas hacer? —dijo.
—Ir a la policía, entregarme... ¿qué otra cosa?
—Un momento, no vayas tan rápido. Quiero que me lo cuentes todo. Ahora no te hablo sólo como hermano sino como tu abogado. Alcánzame otro vaso, esta va a ser una noche de gargantas secas.
Jaime obedeció con gesto distraído.
—Hoy salí de la fábrica un poco antes. Hace días que estamos sobrecargados de trabajo, pero necesitaba despejarme, aclarar mi cabeza. Todavía no lloviznaba, me volví caminando y decidí cruzar por el parque. A medio camino me senté en un banco. Entonces se me acercó esa mujer y me pidió lumbre. Ya sabes, una cualquiera: pintura exagerada, ropa chillona, lo típico.
—¿Te la quisiste follar? —interrumpió Anselmo.
—¡Claro que no! ¿Acaso no me conoces?
—¿Joven, vieja, cómo era?
—No era una niña: bastante ajada, bolsas bajo los ojos. Y esos zapatos de tacón... ¿Por qué todas las prostitutas usan los mismos zapatos?
«El caso es que nos pusimos a tontear. Me divertían sus zalamerías, sus insinuaciones descaradas. Le seguí el juego, no sé muy bien por qué, pero se lo seguí. Fuimos hablando y riendo hacia la parte baja del parque, donde el pinar llega al río. Decidí que era hora de cortar la broma y dejarla allí, con sus torpes intentos por parecer sexy.
«Le dije que me marchaba, le deseé suerte, y me giré para regresar. Entonces me agarró del brazo, me exigió dinero. Que había perdido tiempo conmigo y quizá algún cliente. Eso había que pagarlo. Forcejeamos. No sé cómo, le di un puñetazo. Me miró con ojos estúpidos, de animal, los labios entreabiertos. Me llamó marica de mierda... Volví a golpearla.
«Marica. Escupió sangre, y repitió "marica", "marica de mierda". Perdí la cabeza, la sujeté por una muñeca y le pegué con más fuerza. Cayó sobre las agujas de pino, pero no la solté. Me eché sobre ella, le di puñetazos en la cara hasta que hizo un ruido pegajoso, de carne cruda. Le pegué en el pecho, en las costillas. Quería que se callara, que se callara de una vez. Salían burbujas rojas de su boca, y seguía diciendo "marica de mierda". Me dio asco y seguí machacándola, hasta que me di cuenta de que ya no se movía.
«Entonces me entró miedo. Fui a cuatro patas hasta la orilla del río y me lavé lo mejor que pude. Cuando tuve fuerzas para ponerme de pie anduve hasta aquí. Me he bañado y cambiado de ropa. Tengo arañazos en el pecho, y los nudillos despellejados.
—¿Te vio alguien?
—No lo sé. Ya estaba oscureciendo y había empezado a lloviznar. No recuerdo haberme cruzado con nadie.
—¿Cuánto hace de esto?
—Cuatro o cinco horas.
Anselmo llenó los vasos, volvió al sillón, y se quedó callado. Un reloj, lejano, dio once campanadas.
Bebieron.
—¿Qué tengo que decir? —preguntó Jaime con la cabeza baja—. Cuando vaya a la policía, ¿qué tengo que decir?
—Nada. No dirás nada, porque no vas a ir.
—Pero... La maté, hermano. La maté.
—¿Y? ¿A quién le importa una puta muerta? La poli va a tomar nota y el expediente va a terminar en un archivo. No les interesa.
«Por otra parte. Imagina los titulares: "Ingeniero jefe de Steel Corporation, involucrado en asesinato de una prostituta". Aunque demostremos muerte accidental, o algo parecido, el escándalo te va a destrozar. Y a mí también: "Hermano del sospechoso: ¿Abogado o cómplice?
«Nos convertiríamos en dos leprosos: sin trabajo, sin amistades. Terminaríamos peleando entre nosotros, odiándonos.
—¡Eso nunca! —dijo Jaime. Pero, reconoció la verdad en las palabras de su hermano.
—Todavía están los arañazos —agregó—. Cuando saquen restos de debajo de sus uñas...
—No tienes ni una triste multa de estacionamiento. No estás fichado. Van a buscar entre los chulos que pudieron conocerla.
—Así y todo, ¿quién sabe? Si mañana, mi ADN termina en una base de datos y a alguien se le ocurre comparar...
Era una perspectiva remota, pero cabía dentro de las posibilidades, pensó Anselmo. En tanto, Jaime perdería la cordura esperando. Esperando a que llamaran a la puerta dos agentes uniformados.
Luego de una pausa, se puso de pie.
—Arriba, hermano —dijo—. Vamos a trabajar.
—¿Qué?
—En el garaje tenemos todo lo que necesitamos. No perdamos tiempo.

El garaje era amplio, cabían dos coches, aunque sólo se encontraba el Audi que compartían.
—Vacía mi bolsa de deporte —ordenó Anselmo—. Después la llenas con todas las herramientas que encuentres, menos los alicates, esos te los guardas en el bolsillo.
Buscó un rollo de alambre grueso, sobrante de alguna obra, y una linterna.
—Pongamos todo en el baúl.
Salieron a la calle a oscuras, guiándose por las farolas. La llovizna, ahora más densa, las envolvía de irrealidad. Recorrieron varias manzanas antes de encender los faros del coche.
Bordearon el parque y estacionaron en una calle cerrada.
—Podríamos acercarnos más —dijo Jaime.
—¿Y dejar marcas de neumáticos en el barro? Mejor caminamos.
Anduvieron un largo trecho, apenas alumbrados por la linterna, que Anselmo mantenía baja.
—¿Es por aquí?
—No lo recuerdo muy bien, no estoy seguro.
Caminaron pegados a la ribera, tropezando y resbalando, turnándose con la bolsa de deporte. Los pinos negros goteaban. Una brisa helada los desordenaba, les arrancaba susurros en medio de la oscuridad.
Por fin, Jaime chocó contra algo blando, y retrocedió de un salto.
Anselmo iluminó el bulto.
A pesar de las pocas horas transcurridas, el cadáver aparecía hinchado y deforme. La cara destrozada, con una mueca de dientes al descubierto, un ojo tumefacto, el otro desorbitado. Un pecho desnudo asomaba por la blusa rota. Un pecho fofo, que colgaba hacia la tierra. El pezón, con tierra pegada.
Jaime se apoyó en el tronco de un pino y vomitó.
Les resultó difícil moverla. Para enrollar el alambre en torno al cuerpo tuvieron que hacerlo girar varias, interminables vueltas. Usaron los alicates para asegurar todo. Arrastraron a la muerta hasta el río, se metieron hasta las rodillas en el agua helada. Allí, la carga se les hizo algo más liviana, bastó con empujarla por el cauce y sujetarle la bolsa de deporte.
Se hundió con un gorgoteo lento.

Ya de regreso en el salón, agotados, ocuparon sus respectivos asientos.
—¿Una copa más? —dijo Jaime.
—Vale, y después me voy a la cama.
Anselmo apuró el whisky, luego se retiró.
Jaime se quedó en el sofá, pensando y sin querer pensar.
Unos minutos después, la puerta del dormitorio se abrió, un haz de luz iluminó el salón.
Desnudo, Anselmo se asomó, acarició el contramarco con un gesto gatuno.
—¿Vienes a la cama, querido?
Jaime asintió con una media sonrisa. En tanto se quitaba la ropa, avanzó hacia su hermano.

[Yayonuevededos]

Hay una cierta superficialidad, como si el autor se hubiera olvidado de mostrar algunos aspectos importantes. Ante la revelación del asesinato, al hermano mayor no se le mueve un pelo. Al mismo tiempo, el desarrollo va demasiado rápido: como una serie de diapositivas pasadas a toda velocidad. Merecería un tempo más pausado y una mayor extensión.

[Raúl Conesa]

Ese final echa por los suelos mi visión del relato. Hasta ese momento era una historia de dos hermanos que ocultan un cadáver. Y de pronto, así como quien no quiere la cosa, resulta que ambos son homosexuales e incestuosos. ¿Qué aporta eso? Estaba perfectamente bien hasta esas últimas cuatro frases.

[Yayonuevededos]

Faltan dos cosas: indicios y desarrollo de los personajes. No alcanza con la puesta en escena.
Es más un borrador que un texto terminado.

[raumat]

Una historia dura, un asesinato salvaje y sanguinolento. (Me gusta la sangre)
Al final parece que la prostituta tenía razón: el asesino era marica.

Bastante bien escrito técnicamente en mi opinión.
En el tercer renglón, creo que falta un “la”… “la puerta de la calle”.
Y las comillas angulares que utilizas en el diálogo… no sé… a mí me suena más haber visto las angulares de cierre… a ver si algún entendido me saca de dudas…

El relato se sigue con interés y mantiene la tensión hasta el final, así que me ha resultado muy entretenido de leer. En cuanto al final, también a mí me ha sorprendido (lo de descubrir su homosexualidad). Bueno, así ganan relevancia las palabras de la prostituta.

Gracias por compartirlo y suerte en el concurso.

[lucia]

Efectivamente, cuando el que habla cambia de párrafo, se usan las comillas angulares de cierre y no las de apertura

[Edgardo Benitez]

Muy bueno para mí. Quizá sea la sorpresa final lo que lo vuelve atractivo. Está bien escrito y el tema es actual.

[Efeyabel]

Me ha gustado especialmente por una cosa en concreto. Cuando leo el resto de relatos me he encontrado muchos adjetivos rápidos para presentarnos un personaje. Aquí ambos personajes vamos descubriendo su personalidad a medida que pasan los hechos.

Un hermano más frío y calculador que parece solo interesado por el mismo (Le preocupaba por su reputación), Anselmo. Mientras, el otro nervioso y vehemente que se deja llevar por sus sentimientos, Jaime.

Y la historia fluye mientras poco a poco conocemos a los personajes. Me gusta mucho.

Sin embargo, le falta tensión en algún momento. Cuando encuentran el cadáver lo envuelven cual bocadillo y al agua. Queda un poco anticlimatico esa parte. Igual se podría haber aprovechado algo ahí para mostrar más la diferencia.
Y al final quien esta desnudo acariciando el marco de la puerta es Anselmo. Lo cual tras mostrarle el frío y calculador de la situación se me hace que debería ser el contrario Jaime quien lo haga.

[Isma]

No me ha gustado, lo siento

Coincido con lo que comenta Raúl (y con lo que comenta Lucía, por supuesto ). No me gusta que se pretenda resolver el relato con un juicio moral y el desarrollo previo me parece anodino, ya visto. Nada, que no me ha gustado, lo siento.

Suerte.

[Megan]

Los siento, no me gustó, quizás un poco la primera parte, pero no lleva a ningún lado y el final me parece sin sentido.

Suerte.

[Gavalia]

Solo voy a decir que está bien redactado pero que la historia, en global, se me queda algo ramplona. Creo que es ese final el culpable, pues me lo presentan como la traca final del relato buscando no sé bien qué. Hoy en día la homoxesualidad está hasta en la sopa, de hecho, a mi personalmente me aburre la hostia. Esperaba otro final.
Saludos.

[Sinkim]

Las líneas finales me parece que hacen un flaco favor a una historia que hasta entonces estaba siendo bastante digna e interesante. Si querías dar un final con vuelta de tuerca yo hubiera puesto algo en plan que la muerta fuera en realidad la esposa de uno de los hermanos y el que estuviera tan desfigurada un intento de hacerla irreconocible

[Jarg]

Un relato muy bien escrito a nivel de forma, con solo un par de cosas que corregir en cuanto a la puntuación: una es la comilla de codo de cierre en lugar de apertura. La otra, habría que usar mayúscula en la acotación de diálogo si esta no lleva un verbo de habla:

—Esta vez es distinto —en la penumbra, Jaime se llevó las manos a la cara...

Pero por lo demás me ha parecido impecable. La historia también es interesante. Jaime es un asesino, pero ha actuado de forma instintiva, mientras que Anselmo es el que realmente muestra frialdad ante el asesinato.

Lo de los hermanos incestuosos no me ha parecido un mal toque. Lo único es que sí que se presenta de forma algo brusca. Me hubiera gustado que el autor/a añadiera unas cuantas "pistas" sutiles en el texto, lo suficientemente sutiles como para pasar desapercibidas pero lo bastante evidentes como para que el lector atara cabos al leer esa última frase. Entiendo que una de las pistas era el hecho de que Jaime se enfadara tanto al ser llamado "marica", así como la siguiente frase:

—¿Te la quisiste follar? —interrumpió Anselmo.
—¡Claro que no! ¿Acaso no me conoces?

Pero creo que habría hecho falta alguna más. También ayudaría que se contextualizara un poco mejor los motivos de ese incesto. Si los hermanos vivieran en una época pasada (no sé, los años cincuenta o sesenta, por ejemplo) en el que la homosexualidad estaba mal vista y se hubieran reprimido hasta el punto de sincerarse solo el uno con el otro, uno podría imaginar cómo dicha auto-represión habría llevado hasta el incesto. Pero en la época actual, donde está todo muy normalizado, es difícil de comprender. Todo esto no es más que una opinión subjetiva, autor/a. En general, el relato me ha gustado.

Gracias por compartirlo y buena suerte.

[blinder]

Hola!!

Joder, vaya final!!

La historia va creciendo poco a poco y de una forma bastante formal y genial a mi parecer. El final ni me gusta ni me disgusta, pero sí que me sorprende, más el incesto que la homosexualidad (ya se lo dijo la propia víctima).

Me ha gustado leerlo. Gracias!

[Iliria]

El final es sorprendente, pero no pega mucho en el transcurso de la historia. Cómo sorpresa final, yo hubiera puesto otra cosa. Aun así me ha gustado bastante, por las descripciones y la ambientación.

Gracias por participar, y suerte