CV9 - Turango - Blinder
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CV9 - Turango - Blinder
Turango
El sonido del despertador rebotó sobre las cuatro paredes de la oscura habitación. Alberto apenas pudo escuchar su sonido cuando ya tenía a Pipo subido en la cama lamiéndole la cara.
–Ya voy, Pipo –dijo su amo alargando cada vocal con una voz cavernosa–. Venga, baja. Sabes que que no me gusta que te subas a la cama.
Si no fuese por él, apagaría el despertador para volver a la quimérica vida que abandonó al abrir los ojos, se hundiría en el colchón sin necesidad alguna de volver a la superficie.
–Mira que eres cansino –Su voz se mezcló con los ladridos del animal–. Ya voy.
Los cristales de la cocina se empañaron con el vapor de la cafetera. <<Si dios existe, éste debe ser su olor>> pensó Alberto de pie, con los ojos cerrados, soñando con volver a sumergirse en su cama. El cachorro dio cuenta de su comida mientras en la televisión hablaban otra vez sobre la sequía que asolaba el país, una sequía nunca vista antes y mucho menos en invierno. El único agua potable era tratada y embotellada por el ser humano en varias fábricas, una de ellas ubicada en Turango.
Fuera, se percibía una oscuridad que devoraba todo lo que se atrevía a acercarse a ella. Le producía una pereza extrema salir afuera con la maldita niebla constante que se había instalado a vivir en su pueblo natal y en todos los bosques que lo rodeaban. Todo ésto a Pipo, quién no dejaba de mirarle y de mover el rabo, parecía divertirle aún más. A sus siete meses era un torbellino negro que no dejaba a Alberto pensar en otra cosa que no fueran sus travesuras. Sabía que en el fondo era lo mejor, no volver a extraviarse en recuerdos que escocían como heridas sin cicatrizar. Todavía podía recordar la primera vez que lo vio, era una tarde nublada como la de hoy. Al volver a casa después de un duro día de trabajo en la planta de embotellado, encontró a sus amigos en la puerta de su casa. Le habían preparado una fiesta sorpresa para animarle. «Llevas tiempo sin levantar cabeza y va siendo hora de que mires hacia delante. ¡Anímate, tio!». Anímate, como si fuese lo más fácil del mundo. Cada segundo, cada minuto que pasaba se sumaba al tiempo que hacía que perdió a Laura. En un momento de la fiesta, Jorge se presentó con una caja. «Es un regalo de parte de todos para que estés ocupado y así, quizá, vuelvas a ser el que eras». No tuvo tiempo de destapar la caja cuando asomó una cabecita negra y peluda. Sus miradas se cruzaron mientras el aforo se dividía entre aplausos y un sonoro ¡¡oh!! de ternura hacia el animal. Desde ese mismo momento, esa bola de pelos negra se hizo cargo de Alberto, cuidando de velar que en su cabeza no cupiese nada que no fuese él.
–¡Vámonos! –dijo Alberto sabiendo que esa palabra era una de las favoritas de su mascota, que desencadenaría un torbellino de ladridos, carreras y saltos.
La calle les acogió con un amanecer entre tinieblas, era imposible ver más allá de unos escasos metros. La luz de las farolas alumbraban el camino que llevaba al centro del pueblo, si a eso se le podía llamar iluminar. Pipo tiró de la correa, como si de un poseído se tratase, obligando a su amo a caminar pisando con fuerza si no quería irse al suelo. Cuando llegaron al principio de la arboleda, ambos no conseguían dejar de jadear.
–Venga, Pipo. Te voy a soltar. No te alejes mucho que te puedes perder.
A pesar de conocer la zona como la palma de su mano, no quería que tener que adentrarse demasiado. Pipo, en cuanto se notó libre desapareció corriendo entre los árboles desdibujados por la niebla. Alberto podía sentir sus pisadas corriendo de aquí para allá, de repente aceleraba, frenaba en seco, para volver a acelerar y desaparecer de su vista, eso era la felicidad en estado puro.
El frescor de la mañana le ayudó a espabilarse y le gustaba ver el amanecer tan suave de estos días. Recordó los días cuando solo era un crío y se subía a cualquier árbol, tratando de esconderse de sus padres, cosa imposible. En comparación sus recuerdos eran solo eso, un pasado que no volvería jamás. Hacía tiempo que los árboles no tenían hojas, que parecían secos y arrugados y a nadie parecía importarle, era un verdadero desastre. Hasta los propios ríos se recomendaba no usar su agua para regar y mucho menos para uso potable. Le llamaba la atención pensar que cuanto más pobre era el planeta, más rico sería su jefe.
–¡Pipo! –gritó tras darse cuenta que, absorto en sus pensamientos, hacía un rato que no escuchaba ningún ruido del animal– ¡Pipo, ven aquí!
El silencio fue lo único que recibió por respuesta. En momentos así comprendía que tenía que apuntarse a un curso de adiestramiento de canes, Pipo era muy nervioso, pero tenía que aprender ordenes que obedecer. Había oído hablar de uno en la capital que usaba un buen sistema de aprendizaje, seguro que lo agradecería. No dejó de dar vueltas silbando y gritando el nombre del perro mientras su inquietud crecía y no le servía de gran ayuda. En cuanto lo encontrara, lo ataría con la correa y lo castigaría, vaya que si lo castigaría. No entendía bien que había podido pasar, ¿Por qué no contestaba? A pesar de ser un cachorro, nunca se alejaba tanto como aquella vez. Sin duda, pensó, tenía que contactar con un adiestrador. No quería volver a pasar por esta situación jamás.
Por su cabeza pasaron mil ideas a la vez y el nudo de la garganta le ahogaba cada vez más. ¿Y si no lo encontraba? ¿Y si lo han raptado? De ser así tendría que volver a casa y entonces sí que se le vendría todo encima. No concebía perder a Pipo tras haber perdido a Laura, no lo soportaría.
–¡Pipo, toma! –Su voz sonó rota, nerviosa y al punto del llanto.
No quería ni pensar qué le podía haber pasado. Quizás se había entretenido corriendo tras un conejo hasta su madriguera o bien estaba restregándose contra algún árbol más allá. Fuese lo que fuese, no era excusa para no acudir a su llamada. El tiempo se estaba haciendo eterno y la incertidumbre crecía en su cabeza como la niebla lo hacía en el bosque.
Por rabillo del ojo vio algo moverse rápidamente, pero cuando giró la cabeza todo permanecía quieto como antes. Se dirigió a averiguar qué era lo que había pasado y encontró a Pipo tumbado, estirado en el suelo tan largo como era y muy quieto, cubierto por unas raíces. Corrió hasta él con el corazón en la boca, se arrodilló a su lado y lo zarandeó, gritándole. Quiso pensar que estaba inconsciente, pero la herida que encontró en su cuello le devolvió a la realidad. Al palparlo notó como sus manos se empapaban de un líquido caliente. Su respiración empezó a acelerarse al punto de quemarle en los pulmones y su corazón galopaba queriendo escapar de caja torácica. Apretó el cuerpo de Pipo contra su pecho y lloró de rabia e impotencia. ¿Quién podía haberle hecho eso a su cachorro? Le iba a estallar la cabeza y le ardía la garganta de gritar de dolor.
De rodillas, con su compañero entre sus brazos, no advirtió cómo unas ramas se enroscaban en sus brazos, y sus piernas, inmovilizándole. Se encontró envuelto entre tallos y raíces de los árboles que le rodeaban. Miró a todos lados intentando comprender qué estaba pasando. Zarandearse fue inútil y más cuando le agarraron, inclinándole la cabeza hacia atrás,para enroscarse en su cuello, seccionandolo de oreja a oreja, limpiamente. Notó correr su sangre por el pecho, cubriendo sin duda a Pipo, buscando el suelo donde sería rápidamente absorbida, ya nada importaba. Las únicas fuerzas que le quedaban le obligaron a apretar más a su perro. Justo antes de cerrar los ojos, creyó ver la mano de una mujer que enseguida reconoció, cuánto la había echado de menos. «Mira Pipo, Laura ha vuelto», pensó, pero de su garganta sólo se pudo oír un estertor mientras en su cara se dibujaba una extraña sonrisa.
«Sólo después que el último árbol sea cortado, sólo después que el último río haya sido envenenado, sólo después que el último pez haya sido atrapado, sólo entonces nos daremos cuenta que no nos podemos comer el dinero» - Indios Cree
El sonido del despertador rebotó sobre las cuatro paredes de la oscura habitación. Alberto apenas pudo escuchar su sonido cuando ya tenía a Pipo subido en la cama lamiéndole la cara.
–Ya voy, Pipo –dijo su amo alargando cada vocal con una voz cavernosa–. Venga, baja. Sabes que que no me gusta que te subas a la cama.
Si no fuese por él, apagaría el despertador para volver a la quimérica vida que abandonó al abrir los ojos, se hundiría en el colchón sin necesidad alguna de volver a la superficie.
–Mira que eres cansino –Su voz se mezcló con los ladridos del animal–. Ya voy.
Los cristales de la cocina se empañaron con el vapor de la cafetera. <<Si dios existe, éste debe ser su olor>> pensó Alberto de pie, con los ojos cerrados, soñando con volver a sumergirse en su cama. El cachorro dio cuenta de su comida mientras en la televisión hablaban otra vez sobre la sequía que asolaba el país, una sequía nunca vista antes y mucho menos en invierno. El único agua potable era tratada y embotellada por el ser humano en varias fábricas, una de ellas ubicada en Turango.
Fuera, se percibía una oscuridad que devoraba todo lo que se atrevía a acercarse a ella. Le producía una pereza extrema salir afuera con la maldita niebla constante que se había instalado a vivir en su pueblo natal y en todos los bosques que lo rodeaban. Todo ésto a Pipo, quién no dejaba de mirarle y de mover el rabo, parecía divertirle aún más. A sus siete meses era un torbellino negro que no dejaba a Alberto pensar en otra cosa que no fueran sus travesuras. Sabía que en el fondo era lo mejor, no volver a extraviarse en recuerdos que escocían como heridas sin cicatrizar. Todavía podía recordar la primera vez que lo vio, era una tarde nublada como la de hoy. Al volver a casa después de un duro día de trabajo en la planta de embotellado, encontró a sus amigos en la puerta de su casa. Le habían preparado una fiesta sorpresa para animarle. «Llevas tiempo sin levantar cabeza y va siendo hora de que mires hacia delante. ¡Anímate, tio!». Anímate, como si fuese lo más fácil del mundo. Cada segundo, cada minuto que pasaba se sumaba al tiempo que hacía que perdió a Laura. En un momento de la fiesta, Jorge se presentó con una caja. «Es un regalo de parte de todos para que estés ocupado y así, quizá, vuelvas a ser el que eras». No tuvo tiempo de destapar la caja cuando asomó una cabecita negra y peluda. Sus miradas se cruzaron mientras el aforo se dividía entre aplausos y un sonoro ¡¡oh!! de ternura hacia el animal. Desde ese mismo momento, esa bola de pelos negra se hizo cargo de Alberto, cuidando de velar que en su cabeza no cupiese nada que no fuese él.
–¡Vámonos! –dijo Alberto sabiendo que esa palabra era una de las favoritas de su mascota, que desencadenaría un torbellino de ladridos, carreras y saltos.
La calle les acogió con un amanecer entre tinieblas, era imposible ver más allá de unos escasos metros. La luz de las farolas alumbraban el camino que llevaba al centro del pueblo, si a eso se le podía llamar iluminar. Pipo tiró de la correa, como si de un poseído se tratase, obligando a su amo a caminar pisando con fuerza si no quería irse al suelo. Cuando llegaron al principio de la arboleda, ambos no conseguían dejar de jadear.
–Venga, Pipo. Te voy a soltar. No te alejes mucho que te puedes perder.
A pesar de conocer la zona como la palma de su mano, no quería que tener que adentrarse demasiado. Pipo, en cuanto se notó libre desapareció corriendo entre los árboles desdibujados por la niebla. Alberto podía sentir sus pisadas corriendo de aquí para allá, de repente aceleraba, frenaba en seco, para volver a acelerar y desaparecer de su vista, eso era la felicidad en estado puro.
El frescor de la mañana le ayudó a espabilarse y le gustaba ver el amanecer tan suave de estos días. Recordó los días cuando solo era un crío y se subía a cualquier árbol, tratando de esconderse de sus padres, cosa imposible. En comparación sus recuerdos eran solo eso, un pasado que no volvería jamás. Hacía tiempo que los árboles no tenían hojas, que parecían secos y arrugados y a nadie parecía importarle, era un verdadero desastre. Hasta los propios ríos se recomendaba no usar su agua para regar y mucho menos para uso potable. Le llamaba la atención pensar que cuanto más pobre era el planeta, más rico sería su jefe.
–¡Pipo! –gritó tras darse cuenta que, absorto en sus pensamientos, hacía un rato que no escuchaba ningún ruido del animal– ¡Pipo, ven aquí!
El silencio fue lo único que recibió por respuesta. En momentos así comprendía que tenía que apuntarse a un curso de adiestramiento de canes, Pipo era muy nervioso, pero tenía que aprender ordenes que obedecer. Había oído hablar de uno en la capital que usaba un buen sistema de aprendizaje, seguro que lo agradecería. No dejó de dar vueltas silbando y gritando el nombre del perro mientras su inquietud crecía y no le servía de gran ayuda. En cuanto lo encontrara, lo ataría con la correa y lo castigaría, vaya que si lo castigaría. No entendía bien que había podido pasar, ¿Por qué no contestaba? A pesar de ser un cachorro, nunca se alejaba tanto como aquella vez. Sin duda, pensó, tenía que contactar con un adiestrador. No quería volver a pasar por esta situación jamás.
Por su cabeza pasaron mil ideas a la vez y el nudo de la garganta le ahogaba cada vez más. ¿Y si no lo encontraba? ¿Y si lo han raptado? De ser así tendría que volver a casa y entonces sí que se le vendría todo encima. No concebía perder a Pipo tras haber perdido a Laura, no lo soportaría.
–¡Pipo, toma! –Su voz sonó rota, nerviosa y al punto del llanto.
No quería ni pensar qué le podía haber pasado. Quizás se había entretenido corriendo tras un conejo hasta su madriguera o bien estaba restregándose contra algún árbol más allá. Fuese lo que fuese, no era excusa para no acudir a su llamada. El tiempo se estaba haciendo eterno y la incertidumbre crecía en su cabeza como la niebla lo hacía en el bosque.
Por rabillo del ojo vio algo moverse rápidamente, pero cuando giró la cabeza todo permanecía quieto como antes. Se dirigió a averiguar qué era lo que había pasado y encontró a Pipo tumbado, estirado en el suelo tan largo como era y muy quieto, cubierto por unas raíces. Corrió hasta él con el corazón en la boca, se arrodilló a su lado y lo zarandeó, gritándole. Quiso pensar que estaba inconsciente, pero la herida que encontró en su cuello le devolvió a la realidad. Al palparlo notó como sus manos se empapaban de un líquido caliente. Su respiración empezó a acelerarse al punto de quemarle en los pulmones y su corazón galopaba queriendo escapar de caja torácica. Apretó el cuerpo de Pipo contra su pecho y lloró de rabia e impotencia. ¿Quién podía haberle hecho eso a su cachorro? Le iba a estallar la cabeza y le ardía la garganta de gritar de dolor.
De rodillas, con su compañero entre sus brazos, no advirtió cómo unas ramas se enroscaban en sus brazos, y sus piernas, inmovilizándole. Se encontró envuelto entre tallos y raíces de los árboles que le rodeaban. Miró a todos lados intentando comprender qué estaba pasando. Zarandearse fue inútil y más cuando le agarraron, inclinándole la cabeza hacia atrás,para enroscarse en su cuello, seccionandolo de oreja a oreja, limpiamente. Notó correr su sangre por el pecho, cubriendo sin duda a Pipo, buscando el suelo donde sería rápidamente absorbida, ya nada importaba. Las únicas fuerzas que le quedaban le obligaron a apretar más a su perro. Justo antes de cerrar los ojos, creyó ver la mano de una mujer que enseguida reconoció, cuánto la había echado de menos. «Mira Pipo, Laura ha vuelto», pensó, pero de su garganta sólo se pudo oír un estertor mientras en su cara se dibujaba una extraña sonrisa.
«Sólo después que el último árbol sea cortado, sólo después que el último río haya sido envenenado, sólo después que el último pez haya sido atrapado, sólo entonces nos daremos cuenta que no nos podemos comer el dinero» - Indios Cree
- Raúl Conesa
- No puedo vivir sin este foro
- Mensajes: 654
- Registrado: 15 Mar 2019 02:27
- Ubicación: Alicante
Re: CV9 - Turango
No me convence. En lo técnico, le falta un repaso para subsanar ciertos errores que se han colado. A nivel de estilo las descripciones fisiológicas caen en ciertos clichés (a veces es mejor decir que un corazón late con fuerza y dejarlo ahí). Temáticamente la cosa se pone rara. Tenemos dos narrativas entrelazadas de una forma que no termina de encajar. Por un lado está Alberto con su cachorro y el luto por la que imagino debía ser su novia o esposa. Y por otro lado tenemos una ambientación futurista en la que los recursos naturales están casi agotados y de alguna forma las plantas han evolucionado o vete tú a saber qué, y ahora se dedican a matar animales y personas. Estas dos ideas, cada una con sus propios méritos, fluyen separadas y no interactúan entre ellas.
Si me puedo permitir dar consejos, creo que en un relato corto el autor tiene que centrarse en una historia concreta. Cuanto más dispersa está la narración más cuesta que el lector se involucre.
Si me puedo permitir dar consejos, creo que en un relato corto el autor tiene que centrarse en una historia concreta. Cuanto más dispersa está la narración más cuesta que el lector se involucre.
Era él un pretencioso autorcillo,
palurdo, payasil y muy pillo,
que aunque poco dijera en el foro,
famoso era su piquito de oro.
palurdo, payasil y muy pillo,
que aunque poco dijera en el foro,
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- Yayonuevededos
- Me estoy empezando a viciar
- Mensajes: 464
- Registrado: 20 Jun 2019 18:10
Re: CV9 - Turango
Este es un texto bastante típico: el autor empieza con una idea y en alguna parte del relato se decanta por otra. Valdría seguir con el prota y su historia inicial.
Hay un exceso de adjetivos que molesta (dicen que el adjetivo es la opinión del autor).
La frase final, atribuída a los indios, le da un tinte moralizante que no tiene cabida en el relato.
Hay un exceso de adjetivos que molesta (dicen que el adjetivo es la opinión del autor).
La frase final, atribuída a los indios, le da un tinte moralizante que no tiene cabida en el relato.
Antiguo proverbio árabe:
Si vas por el desierto y los tuaregs te invitan a jugar al ajedrez por algo que duela, acepta, pero cuida mucho tu rey.
Si vas por el desierto y los tuaregs te invitan a jugar al ajedrez por algo que duela, acepta, pero cuida mucho tu rey.
Re: CV9 - Turango
La polémica sobre si son dos historias o una depende de cada lector, supongo. Yo veo la vida de un señor adaptado a una forma de existencia, si se quiere apocalíptica, que no por ello ha cambiado su forma de ser. Su perrito, sus problemas, su monótona vida en resumen. Esto no atrae a nadie, es bonito, pero simple y monótono, nadie escribe esto sin tener un final premeditado, un cambio dramático, que te saque del sopor.
Podrá estar mejor o peor conseguida, a mi personalmente no me ha disgustado, sin entrar en que siento mucha empatía por los perritos, pero tampoco me ha parecido suficiente. El consejo sobre que un relato corto es mejor centrarlo en una sola dirección creo que es más que recomendable.
La idea me parece buena, no sé si muy original, pero tiene su enjundia por el mensaje que transmite. No era necesaria la frase final, a no ser que hubieras abundado más en la figura del jefe, que pasa de puntillas. Otro problemilla es que no me ha transmitido nada en especial, me refiero a sensaciones y esas cosejas que te hacen empatizar con una historia. Lo dicho, interesante, pero en mi opinión, se quedó algo plano.
Saludos y suerte.
Podrá estar mejor o peor conseguida, a mi personalmente no me ha disgustado, sin entrar en que siento mucha empatía por los perritos, pero tampoco me ha parecido suficiente. El consejo sobre que un relato corto es mejor centrarlo en una sola dirección creo que es más que recomendable.
La idea me parece buena, no sé si muy original, pero tiene su enjundia por el mensaje que transmite. No era necesaria la frase final, a no ser que hubieras abundado más en la figura del jefe, que pasa de puntillas. Otro problemilla es que no me ha transmitido nada en especial, me refiero a sensaciones y esas cosejas que te hacen empatizar con una historia. Lo dicho, interesante, pero en mi opinión, se quedó algo plano.
Saludos y suerte.
--- Pareces atribulado!!
--- No entiendo... tan sólo me estoy cagando.
--- Corre raudo, pues...
--- ¡Por los dioses! ¡¡¡Necesito un diccionario!!!
--- No entiendo... tan sólo me estoy cagando.
--- Corre raudo, pues...
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- Edgardo Benitez
- No tengo vida social
- Mensajes: 1090
- Registrado: 12 Feb 2017 14:10
- Ubicación: El Salvador
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Re: CV9 - Turango
No entendí el final. No comprendo quién dice lo que los Indios Cree, dicen. Parece que ha sido puesto por un fantasma que no aparece en el cuento.
Tengo vivencias con perros y sé lo que se aprende de la vida junto a ellos, quizás el texto enrumba por ahí. Por otro lado, hay unas pinceladas de la situación mundial del medio ambiente que no sé en qué momento se une a la historia.
Las descripciones son abusivas, habría que arreglar algunos detalles.
Gracias por tu cuento, me hizo pensar y eso es importante para mí.
Tengo vivencias con perros y sé lo que se aprende de la vida junto a ellos, quizás el texto enrumba por ahí. Por otro lado, hay unas pinceladas de la situación mundial del medio ambiente que no sé en qué momento se une a la historia.
Las descripciones son abusivas, habría que arreglar algunos detalles.
Gracias por tu cuento, me hizo pensar y eso es importante para mí.
¡Hay vida antes de la muerte!
Ninguna de tus neuronas sabe quién eres… ni les importa.
Pero si te pego en el centro, será por filosofía.
Pero por poesía, serás mi centro.
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Pero si te pego en el centro, será por filosofía.
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- Edgardo Benitez
- No tengo vida social
- Mensajes: 1090
- Registrado: 12 Feb 2017 14:10
- Ubicación: El Salvador
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Re: CV9 - Turango
Te decía que tengo vivencias con perros porque hace dos años perdí a mi perra Sombra y es un fenómeno complicado, cuando se aferra el sentimiento y la rutina del diario vivir. Me hiciste recordar.
¡Hay vida antes de la muerte!
Ninguna de tus neuronas sabe quién eres… ni les importa.
Pero si te pego en el centro, será por filosofía.
Pero por poesía, serás mi centro.
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Re: CV9 - Turango
Hay partes que se me hacen confusas. Como dice el resto hay mucha ambientación que no lleva a nada. Por ejemplo:
" El único agua potable era tratada y embotellada por el ser humano en varias fábricas, una de ellas ubicada en Turango"
Esa frase luego no lleva a nada. Otro ejemplo es que hay una "una oscuridad que devoraba todo lo que se atrevía a acercarse a ella" y luego se describe una niebla y farolas. Nada de esa oscuridad.
Me uno a la confusión del final. Puedo entender que es un árbol el que lo mata, y podría recurrir a "la naturaleza vengandose". Pero no me acaba de convencer pues el prota solo se ha levantado he ido a pasear al perro.
" El único agua potable era tratada y embotellada por el ser humano en varias fábricas, una de ellas ubicada en Turango"
Esa frase luego no lleva a nada. Otro ejemplo es que hay una "una oscuridad que devoraba todo lo que se atrevía a acercarse a ella" y luego se describe una niebla y farolas. Nada de esa oscuridad.
Me uno a la confusión del final. Puedo entender que es un árbol el que lo mata, y podría recurrir a "la naturaleza vengandose". Pero no me acaba de convencer pues el prota solo se ha levantado he ido a pasear al perro.
Re: CV9 - Turango
Me parece interesante, aunque coincido con muchas de las cosas que comentan los compañeros. Diría que necesita un repaso, tanto para corregir fallos formales como para centrar la ambientación: el color y el sonido del texto, por así decir.
Y una cosa más: piensa cómo podrías mejorar esta frase.
Y una cosa más: piensa cómo podrías mejorar esta frase.
Suerte.Cuando llegaron al principio de la arboleda, ambos no conseguían dejar de jadear.
Re: CV9 - Turango
Quitando el ambos.
Nuestra editorial: www.osapolar.es
Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.
Mis diseños
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Re: CV9 - Turango
Es algo que muchas personas hacen, sacar a su perrito de madrugada, pero claro, no se sabe por qué murió y lo de las ramas no lo entiendo. De todas formas, la narración me gustó.
Suerte.
Suerte.
Re: CV9 - Turango
A mí con eso me vale Lo de quitar el principio puede ser o no ser, porque puedes llegar desde la perpendicular a un punto intermedio en la alameda
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Re: CV9 - Turango
Vaaale. Me refería a la doble negación. El lector tiene que hacer un esfuerzo, se detiene (rompiendo el ritmo) para desentrañar el significado. Además, las negaciones no funcionan bien: es imposible no imaginar el objeto negado. Me parece que me repito así que lo dejo ahí. En definitiva, yo creo que la frase mejora de esta manera:
Es una tontada pero algo es algo. Y tacho el ambos por Lucía .Cuando llegaron al principio de la arboleda,ambosjadeaban
- Iliria
- Foroadicto
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- Ubicación: En la Torada Mágica, para siempre
Re: CV9 - Turango
Me gusta el mensaje que encierra la historia. La naturaleza, harta de nosotros, decide vengarse. Vas dejando pistas para que lleguemos a esa conclusión, aunque resultan un poco confusas. Creo que poniendo un poco de orden en las subtramas tienes una idea que funciona muy bien.
La cita de los indios es muy conocida, muy chula y certera. Pero a lo largo del relato ya dejas ver que somos una plaga para el planeta, así que se puede prescindir de ella.
Gracias por participar y suerte
La cita de los indios es muy conocida, muy chula y certera. Pero a lo largo del relato ya dejas ver que somos una plaga para el planeta, así que se puede prescindir de ella.
Gracias por participar y suerte
Si tienes un jardín y una biblioteca, tienes todo lo que necesitas - Cicerón
-¿Y con wi-fi?
-Mejor.
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