CPXVIII - El capitán Cándido regresa a casa -Snorry (3ºJur)(1ºPop)

Relatos que optan al premio popular del concurso.

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lucia
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CPXVIII - El capitán Cándido regresa a casa -Snorry (3ºJur)(1ºPop)

Mensaje por lucia »

EL CAPITAN CÁNDIDO REGRESA A CASA


La guerra terminó de forma grosera. No dio tiempo a que estallaran las últimas bombas, algunas balas quedaron congeladas en el aire, otras cayeron de las bocachas como porciones inertes de ceniza. La guerra había terminado. ¿Habían ganado los malos o los buenos?, se preguntaban los granaderos mientras desenlodaban las guerreras. Y los más importante, ¿quiénes eran los buenos y quiénes los malos?, discutían los generales mientras lustraban las charreteras. El fin de la guerra lo pregonaba un joven Hermes. Volaba sobre las trincheras con su bicicleta, gritaba a través de un embudo verde y su gorra de orejas era toda una funámbula. Y sí, lo seguía una formación de gansos.
Pero vayamos al grano. El Capitán Cándido arregló sus bigotes con un peine de acero y cargó con el petate. El Capitán Cándido volvía a casa silbando una tonada dominguera. Pero antes de nada dejó una carta en intendencia. Había escrito esa misiva hacía ya algunas semanas, si bien no se había atrevido a depositarla en el servicio postal por algún impulso de superstición…, no obstante, ahora le parecía buena idea redundar su regreso.
Por los lodazales serpenteantes volvían los muchachos a casa. El Capitán Cándido llevaba su gorro frigio con una borla colorada, daba bizarros zancajos e iba adelantando a la hilera de soldados mientras que con brazo marcial agitaba una verdasca en el aire. Los carros de combate cargaban toneladas de niños, campesinas festivas acaparaban los tejados. El Capitán Cándido se sentó en un caballón de tierra para atarse los cordones de las botas. Quizás era la tumba de un soldado valiente. En el cielo estallaban palmeras de colores: los fuegos de artificio eran la pantomima alegre de la guerra. El Capitán Cándido pensó en los sonidos de la granja: los cerdos gruñendo, los caballos pateando las tablas de la cuadra. Entonces fue cuando, mientras se observaba en un espejo de mano, se le desprendieron las orejas de su macizo cráneo de oficial de infantería. Pero el Capitán Cándido no se dejó amilanar por ese episodio. Estiró unos mechones de pelo, todavía demasiado cortos, pero que pronto disimularían el súbito otoño de sus pabellones auriculares. La melena le sentaría bien. Pero El Capitán Cándido era muy presumido, así que vadeó una zanja, saltó una alambrada y se incorporó a un sendero, lejos del grueso de la tropa. Nubes de goma—espuma pasaban frisándole la cabeza. Un cuervo subido a poste se carcajeó. Hermosos cadáveres flotaban con serenidad en las acequias, como travestidas Ofelias. Nudos y trabazones en la tierra le hicieron pensar en varices, un planeta afectado de varices. Le entraron ganas, dada su vocación de galeno, de echarse sobre el suelo para auscultar el mundo. Pero veamos qué pasó: se adentró en un bosque, justo en el momento en que un brazo se desprendió de su cuerpo. El Capitán Cándido se enojó pues aquel brazo era el de los saludos militares. Combatió el enfado con buenos pensamientos: se concentró en las tardes de verano en el porche, junto a su esposa, pensó en su sombra azul, esa sombra que intentaba devorar la casa. Allí, bajo un árbol gordo como un tonel, se dispuso a vivaquear. Soñó que era un águila que le chillaba a Dios desde los altos abismos del aire. A él le gustaba más soñar con los-trenes-que-estremecen-largos-puentes-tendidos-en-el-vacío.
La mañana lo cegó con su silbato de luz. Preparó café en un hornillo, antes de continuar la marcha. Se rasuró con escrupulosidad. Uso, como siempre una cáustica loción. Se echó al camino de nuevo, saliendo del bosque como una saltarina sombra verde. En mitad de la plaza de un pueblito chico, una bella muchacha lo invitó a bailar en un templete. Entonces perdió la pierna derecha. Esto supuso una desdicha, puesto que era la de jugar al fútbol. El tonto del pueblo la guardó en un granero. Pero la voluntad del Capitán Cándido era indomable. Su pierna izquierda era fuerte para brincar. Cantaba una ópera inventada y coincidió en un tramo con la banda del octavo batallón de artillería que hacía tronar los tambores sin desfallecer. Sus galones brillaron con la fuerza del neón. Esto le sirvió para adelantar a buen paso. Un mesonero, en una encrucijada, le tendió una jarra de vino. Una aldeana lo tentó con el paraíso del infierno, pero Cándido era de principios inquebrantables. De nuevo, solo en el camino, saludó orgulloso a un espantapájaros. De nuevo, pensó en su hogar: la granja, allá del otro lado de los cerros. Pensó en los angelitos de viento que espantaban a las gallinas, en el intenso color de las ranas de la charca y en los poderosos insectos. Y fue pensar en ancas y quedarse sin piernas.
Oh, invencible Capitán Cándido, nada de esto te achicó. Un brazo era suficiente para continuar.
Pero ¡alto ahí!: ¿qué sabemos de la carta del Capitán Cándido? No tenemos la menor idea, pero nos imaginamos lo siguiente. La carta, al poco tiempo de ingresar a la saca de correos, perdió el sello y también el matasellos. Durante el trasporte entabló amistad con otras cartas, pero de nada le sirvió, porque en seguida perdió el remite, luego el destinatario, en fin, prácticamente perdió su identidad. Uno no es nadie sin su identidad en el mundo de las cartas. ¿El contenido?, se fue borrando poco a poco. Cuando el funcionario la abrió con pretendidos fines de encontrar una pista sobre a quién iba dirigida, encontró un papel en blanco, en el que se distinguía única y levemente, en uno de los márgenes, la palabra esperanza.
El funcionario de correos se la entregó a su hijo pequeño que andaba trasteando por allí. El pequeño trazó en el papel un gracioso monigote.
Sigamos, pues, con Cándido.
Sacó un cigarro de su pitillera y lo fumó tranquilamente. Vio pasar una bandada de grajos y esto le confirió ánimos. Un brazo era suficiente para avanzar, siempre que evitara los boquetes abiertos por las detonaciones. El mundo era tan bello a ras de suelo. Se fijó en el trasiego de la naturaleza, y una hormiguita se encumbró a su nariz. Todo lo que no era humano estaba tan lleno de alegría, de fuerza. Pero él era humano, a pesar de todo, y un cráter de melancolía se le abría en el pecho. Debía volver a su granja. Los hombres encuentran en el orden el sucedáneo amargo de sus raíces salvajes. En el orden y en las guerras. ¿Cuándo se abriría ese cisma terrible entre el ser y su verdadera naturaleza? La mano del Capitán Cándido se crispó sobre un puñado de hierba. Su brazo conservaba la bravura militar. Y gracias a él llegó hasta lo alto del cerro. Copulaban los conejos entre los árboles carbonizados, el aire era de color magenta. El Capitán Cándido se incorporó lo que buenamente pudo. Ahí abajo estaba la granja. Le pareció que los cerdos trazaban un interrogante sobre el fango. Trató de sacudir un pañuelo en el aire, pero su último miembro salió despedido.
¿Era por fin el momento de rendirse?
El sol era un zeppelín que naufragaba entre nubes gruesas. Una lluvia sana bañó su rostro. ¿Estaba llorando del revés? Es decir, ¿era quizá llorado? Pero el mundo, hemos dicho, es indiferente a las penurias banales del hombre. Esta idea lo llenó de una nueva furia valiente. Rodaría colina abajo hasta llegar a la granja. Sus labios, bellos e intactos, besarían los de su amada esposa aun-que fuera una última vez, su voz templada diría unas últimas palabras de amor. Pero con el enorme esfuerzo militar, solo consiguió que rodara su hermosa cabeza de capitán por el accidentado terraplén. Y un periquete le faltó para que entrara la bola del cráneo en el área de la granja. Allí quedó, junto a un rododendro, que tampoco era un destino del todo vulgar. Claro, peor hubiera sido un cinamomo, ¿o no?
Pero no creáis que el Capitán Cándido arrojó la toalla, amigos, oh no, todavía no. Naranjas de la china. El Capitán Cándido condensó todo su pensamiento, su última voluntad, en una nubecilla que le brotó de la frente en forma de corazón, de esos que los amantes taracean en la corteza de los árboles. Esta nubecilla de pensamientos se acercó azarosa hacia el corazón de la granja. Fue entonces cuando se desató la formidable tempestad. Así que un viento demencial arrastró la nubecilla hacia quién sabe dónde, cuando ya estaba a punto de llegar a su destino.
He aquí la historia del Capitán Cándido.

Fin.

Eh, eh, un momento.
¿Qué sabemos de la esposa del Capitán?
Ella continuó ajena a todo, como un espíritu de la naturaleza. Bueno, cuando comenzó el diluvio se hincó de rodillas en el suelo del gallinero y extendió sus palmas al cielo inmisericorde. La guerra había terminado de una forma grosera.
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Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.

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Tolomew Dewhust
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Re: El capitán Cándido regresa a casa

Mensaje por Tolomew Dewhust »

Deseando que pase por aquí Gava a comentar... :cunao:
Hay seres inferiores para quienes la sonoridad de un adjetivo es más importante que la exactitud de un sistema... Yo soy uno de ellos.
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Tolomew Dewhust
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Re: El capitán Cándido regresa a casa

Mensaje por Tolomew Dewhust »

Yo dejo esto y me voy,

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Hay seres inferiores para quienes la sonoridad de un adjetivo es más importante que la exactitud de un sistema... Yo soy uno de ellos.
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Gavalia
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Re: El capitán Cándido regresa a casa

Mensaje por Gavalia »

Sujétame el cubata que voy... :cunao:
En paz descanses, amigo.
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Re: El capitán Cándido regresa a casa

Mensaje por Gavalia »

Este tipo de autores nunca dejan de sorprender con sus superlativas idas de olla, otra cosa no, pero imaginación, hasta decir basta. Estáis de frenopático nivel Dios. pero que nunca os encierren, porfa, quiera que eso nunca ocurra, porque dejaría de darle vueltas a mi cabeza para alcanzar a entenderos, aunque solo sea una mijita. Lo siento pero es imposible que este relato tenga algo de verdad, ¿dónde ha quedado el "pito" del capi? Que lo mismo resulta que se ha ido de lumis el muy degenerado al verse libre del resto del cuerpo. No puedo evitar visualizar la imagen del mismo andando sobre sus cojones, lo siento pero eso es imposible, y solo el autor tienes la culpa de poseerme con imágenes sobrecogedoras cpmo esa. Pero vaya, os daré la licencia por aquello de que el capi es todo voluntad, que tío más pesado.
 Me gusta la prosa y lo bien que suena, consigue que mis ojos no se desentiendan de este sinsentido rodeado de una belleza que me cuesta aceptar. Sin embargo, el simbolismo, palabro donde los haya, es perfectamente creible, de nota, No te rindas nunca, mi capitán, siempre nos quedará tu pito en el recuerdo.
Un saludo y no os digo enhorabuena, porque os lo creéis, y os ponéis insoportables.
Bueno, vale... al menos desearé suerte.
No estoy cruzando los dedos, mal pensados.
En paz descanses, amigo.
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Re: El capitán Cándido regresa a casa

Mensaje por Estrella de mar »

Gavalia escribió: 28 Abr 2023 11:25 Sujétame el cubata que voy... :cunao:
:meparto: :meparto:
Por un cachito de la mar de Cai les cambio el cielo que han prometío.
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Tolomew Dewhust
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Re: El capitán Cándido regresa a casa

Mensaje por Tolomew Dewhust »

Un relato con varias lecturas. La primera, la más sencilla y superficial, nos muestra al bueno de Cándido regresando a casa y dejando un miembro en cada recodo del camino, :cunao:. Bien escrito, simpático y ameno, muy de seguido el texto, que a veces es como más se disfrutan estas historias. Tras una segunda (y tercera) vuelta te diré que de estar aquí Ororo, sabia entre las sabias, insinuaría que la historia tiene un trasfondo por completo distinto.

El capi no ha llegado a casa porque ha muerto en la guerra. Se lo llevó por delante un mortero, una granada o uno de esos explosivos que se ocultan en el firme y, quien lo pisa llega rápido al cielo. De ahí el desmembramiento que con tanta alegría se nos narra en el cuento. El capi no llegó a casa y, además, había perdido antes toda esperanza de hacerlo. Escribió una carta que no llegó a su destinataria, que se extravió por el camino, que se perdió. Y, en ella, únicamente figura escrita la palabra esperanza. La esperanza, con la carta, pues, se extravió por el camino, esto es, se perdió. No llegó a casa el capitán y por eso le lloran: ¿Estaba llorando del revés? Es decir, ¿era quizá llorado?.

Es lo que comentaría Ororo de estar por aquí. Yo únicamente dejo escrito que me ha encantado la historia, la manera en que la cuentas y lo que me sugiere. Esto solo acaba de empezar y vendré más veces, pero te adelanto que te tengo arribita del todo, :chino:.
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Re: El capitán Cándido regresa a casa

Mensaje por Tolomew Dewhust »

Gavalia escribió: 28 Abr 2023 11:25 Sujétame el cubata que voy... :cunao:
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Re: El capitán Cándido regresa a casa

Mensaje por Tolomew Dewhust »

Gavalia escribió:No te rindas nunca, mi capitán, siempre nos quedará tu pito en el recuerdo.
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Re: El capitán Cándido regresa a casa

Mensaje por Estrella de mar »

Tolomew Dewhust escribió: 28 Abr 2023 18:17
El capi no ha llegado a casa porque ha muerto en la guerra. Se lo llevó por delante un mortero, una granada o uno de esos explosivos que se ocultan en el firme y, quien lo pisa llega rápido al cielo. De ahí el desmembramiento que con tanta alegría se nos narra en el cuento. El capi no llegó a casa y, además, había perdido antes toda esperanza de hacerlo. Escribió una carta que no llegó a su destinataria, que se extravió por el camino, que se perdió. Y, en ella, únicamente figura escrita la palabra esperanza. La esperanza, con la carta, pues, se extravió por el camino, esto es, se perdió. No llegó a casa el capitán y por eso le lloran: ¿Estaba llorando del revés? Es decir, ¿era quizá llorado?.
#Este comentario es de Ororo#
Me lo has quitao de la boca. :evil:
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Re: El capitán Cándido regresa a casa

Mensaje por Estrella de mar »

#Este comentario es del divino Paul#

Infinita tristeza. Yo no sé quién ha escrito esto pero es un bodhisattva, carajo. Se me ha quedado el alma deshecha con la terrible andadura de este capitán Cándido, colosal maestro de la templanza, que como bien ha señalado el Chochitis, camina sobre sus pindongas. Que fue perdiendo todos sus miembros pero conservó hasta el final el pensamiento en su amada. Los pelos como puñales se me han puesto.

Me cago en las guerras por no permitir que este héroe llegue al final a su granja, y en esa plúmbea tempestad por arrastrar a la nubecilla en forma de corazón hacia no se sabe dónde. Pero hay belleza en su andadura a pesar de las miserias. Hay belleza porque existieron tardes de verano en el porche, y siempre hay alguna bandada de grajos para insuflar de ánimo el corazón de uno.

Quería resaltar también lo de la carta y un par de párrafos, pero estoy muy exhausto con tanta emoción y lo voy a dejar para otro día. (No se lo digáis a Jarg, cabronaz@s).
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Re: El capitán Cándido regresa a casa

Mensaje por Gavalia »

Estrella de mar escribió: 28 Abr 2023 18:49 #Este comentario es del divino Paul#

Infinita tristeza. Yo no sé quién ha escrito esto pero es un bodhisattva, carajo. Se me ha quedado el alma deshecha con la terrible andadura de este capitán Cándido, colosal maestro de la templanza, que como bien ha señalado el Chochitis, camina sobre sus pindongas. Que fue perdiendo todos sus miembros pero conservó hasta el final el pensamiento en su amada. Los pelos como puñales se me han puesto.

Me cago en las guerras por no permitir que este héroe llegue al final a su granja, y en esa plúmbea tempestad por arrastrar a la nubecilla en forma de corazón hacia no se sabe dónde. Pero hay belleza en su andadura a pesar de las miserias. Hay belleza porque existieron tardes de verano en el porche, y siempre hay alguna bandada de grajos para insuflar de ánimo el corazón de uno.

Quería resaltar también lo de la carta y un par de párrafos, pero estoy muy exhausto con tanta emoción y lo voy a dejar para otro día. :chino: (No se lo digáis a Jarg, cabronaz@s).
Sí, claro, ahora lo entiendo, esta es la primera parte del farolero. Que Dios me pille confesado, Paul, pero soy más de chino mandarín, :chino: .
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Re: El capitán Cándido regresa a casa

Mensaje por Tolomew Dewhust »

Me corrijo a mí mismo: nunca perdió la esperanza, por eso "esperanza" es la única palabra que resiste en el papel.

Café caliente en mi taza blanca de unicornios y leyendo al bueno de Cándido, no hay mejor forma de empezar un sábado. Tiene frases maravillosas, que no voy a rescatar ahora porque debería copiar casi todo el texto. Me viene a la memoria la mañana esa que lo cegó con su silbato de luz. Me encanta. O la del tonto del pueblo guardando la pierna derecha del capi...

En cada concurso hay un relato que me deja flechado (R.A.E. 3. tr. coloq. Inspirar amor súbitamente en alguien o cautivarlo. Él la había flechado en la fiesta. U. t. en sent. fig.), y en este ha sido el del capitán.
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Re: El capitán Cándido regresa a casa

Mensaje por Tolomew Dewhust »

Estrella de mar escribió:#Este comentario es del divino Paul#
Infinita tristeza.
Con esta serán 2 las veces que menciono a Ororo, a la tercera ya sabemos lo que va a pasar... Decía esto: Tengo que decir que los textos dramáticos camuflados y perfumados de metáforas aparentemente inofensivas son una de mis perdiciones.

+1. Soy un payasete, pero me vence una historia megadramática disfrazada de otra cosa.

En este hilo alcanzamos rápido las 15 páginas, ya veréis.
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Re: El capitán Cándido regresa a casa

Mensaje por Tolomew Dewhust »

Gavalia escribió: Sí, claro, ahora lo entiendo, esta es la primera parte del farolero.
No he leído aún el del farero ese que comentas. ¿De que va, de la señora del capi haciendo el camino inverso y recogiendo sus pedacitos?
Hay seres inferiores para quienes la sonoridad de un adjetivo es más importante que la exactitud de un sistema... Yo soy uno de ellos.
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