Mirando a traves de la cortina (II relatos)

Relatos que optan al premio popular del concurso.

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julia
La mamma
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Mirando a traves de la cortina (II relatos)

Mensaje por julia »

Una mañana me desperté en la ducha. Quiero decir, cuando abrí los ojos pensé que debía ser una hora temprana, y esa impresión no fue corregida hasta preguntar si podía ver un reloj. Entonces me dijeron, para aumentar mi confusión, que ya eran las dos de tarde; me quedé pasmado, era la primera vez que me levantaba tan tardíamente. Yo, quien siempre había hecho alarde de puntualidad ante mis colegas, me encontraba en un lugar desconocido, despertándome de manera abruptamente húmeda y en un momento tan avanzado del día que ya resultaba indecente.

Me pregunto si a alguien le ha sucedido eso, no es algo que ocurra con frecuencia; si lo han experimentado más personas aparte de mí, no creo que sean muchas. Me refiero a lo de despertar con el rocío del agua sobre tu cuerpo, lo de despertar tarde no es tan inusual, sobre todo entre los que viven libres de ataduras. Pero ser arrancado del sueño para pasar de inmediato a un cúmulo de sensaciones acuosas - a estar mojado- es algo inimaginable, único en verdad. Quizá fue la mayor sorpresa que me he llevado en mi vida, porque es algo para lo que es imposible estar preparado. Además, el efecto que te produce, es muy difícil de calificar. En cierto modo te causa desagrado, por la interrupción, por el desconcierto. Imaginen separar las pestañas con la intención de ver que sucede y encontrarte con que tienes que parpadear enseguida porque el agua repiquetea a raudales contra tus ojos. Ahora bien, imaginen que en lugar del amodorramiento acostumbrado en el despertar, te hallas ante una impresión de calidez y frescura simultáneas, que se extiende afectuosamente por tu cuerpo; ésa es la parte linda del asunto, dando por sentado que se tiene la fortuna de estar en un lugar con agua tibia.

Por supuesto, yo no pensé en si era agradable o no lo que ocurría; mi primera reacción fue preguntarme cómo rayos podía haber ido a parar a un cuarto de baño. Lo último que recordaba era haberme recostado sobre mi cama con la ropa puesta, para quedarme dormido poco después; cansado, sí, mas no al grado de que alguien pudiera filtrarse a mi hogar y trasladarme en medio de la noche citadina sin que yo cayera en la cuenta de nada. Aceptando que yo podría no haber escuchado el sonido de las cerraduras siendo forzadas, aun quedaba el inconveniente de todos los ruidos nocturnos. Incluso si un personaje muy habilidoso pudiera habido sustraerme del lugar donde dormía, jamás habría conseguido transportarme en un automóvil (ni mucho menos a pie) sin que el sonido incesante de la metrópoli me diera la bienvenida al mundo de los trasnochadores.

Descarté pues, la posibilidad del rapto; principalmente gracias a la sonrisa afable de la enfermera que, de pie junto a la silla donde yo me encontraba recibiendo el chorro de agua, me tendía una pastilla de jabón con gentil insistencia. Al ver que yo no daba muestras de comprender lo que me ofrecía, retrajo su brazo extendido y decidió que podía permitirse hablar un poco.

-Me alegra que ya esté con nosotros, señor.- su voz quería sonar objetiva y profesional, aunque su postura nerviosa la contradecía un poco. –El doctor que lo revisó opinó que no era nada grave, dijo que con un baño reconfortante bastaría. Pero nosotros empezábamos a preocuparnos, su desmayo duró demasiado.-
-¿Qué me ha pasado?- fue una pregunta mecánica, hecha por instinto.
-Ya se lo he dicho, nada grave.- la enfermera volvió a sonreír. –El doctor acertó cuando predijo que iba a despertar usted algo desorientado.-
-Es que, mi memoria no consigue hilar las… ¿cómo llegué aquí?- esta vez había preguntado lo que deseaba saber.
-Esa explicación no entra dentro de mis funciones como asistente.- el rostro de mi interlocutora había recobrado su fachada de empleado impersonal. -Me temo que deberá esperar a que un especialista lo entreviste. Mientras tanto, el doctor me ha indicado que puede usted proceder a su aseo personal; estaré esperando fuera para llevarlo de regreso a su habitación.-

Tras ese breve diálogo, del que yo sólo saqué en claro una pastilla de jabón, volví a sumirme en mis conjeturas. Una angustia terrible me invadía a intervalos; todavía no había tenido un contacto formal con el personal del hospital, aunque ya podía juzgar que su política era muy estricta. Eso me daba cierta tranquilidad, me gustaba hacerme a la idea de estar internado en un hospital de renombre. A la vez, me provocaba una inquietud: si sus procedimientos eran muy rigurosos podía pasar bastante tiempo antes de que saliera de ahí, lo que produciría un desajuste enorme en mis ocupaciones. No, yo era demasiado importante para darme esos lujos, tenía que salir de ahí cuanto antes. Ese mismo día, si nada me lo impedía.

Terminé de lavarme con rapidez; si había estado enfermo no se notaban las consecuencias en mi salud, me sentía con fuerzas y totalmente despejado. A los pocos minutos avisé a la enfermera que estaba listo, ella simplemente asintió e indicó con su índice una pila de prendas que se encontraba en el vestuario continuo a las duchas. Volvió a salir por la puerta, indicándome que estaría aguardando del otro lado. Me acerqué a la repisa donde se aglomeraban vestimentas de diversos estilos. Me asombré al comprobar que era ropa normal, de colores variados y conforme a las últimas tendencias de los diseñadores. Nada de batas o trajes rústicos, blancos, monótonos.

Escogí el primer conjunto de mi talla que pude localizar, el modo de vestir no ocupaba ningún lugar entre mis preocupaciones si lo comparaba con mi urgencia de finalizar todos los trámites necesarios para terminar mi estancia en el hospital. Seguí a la enfermera a lo largo de pasillos que nuevamente me asombraron. Eran pulcros, como lo esperaba, aunque no con esa inmaculada blancura asociada a la práctica de la medicina; los muros se hallaban pintados de tonos sofisticados, reflejantes de una elegancia a la que yo supuse serían propensos los administradores del lugar.

Comencé a sospechar que la cuenta de mi estadía resultaría bastante elevada, pues en función a las instalaciones imaginé que las tarifas serían superiores a las convencionales. En ese momento aquello no me inquietó en absoluto, pues me sabía gozador de una situación económica holgada. No podía ser de otra manera, con lo destacado de mi empleo. La enfermera se detuvo una sola vez, para asegurarse de que estábamos en el piso correcto. Dimos unos pasos más y llegamos a una habitación bastante amplia, con los mismos decorados del exterior. Tenía un pequeño recibidor, que daba a una sala de estar; cruzamos la estancia y mi acompañante abrió la puerta del dormitorio. Tenía igualmente un tamaño aceptable, con espacio suficiente para caminar e incluso un vestidor privado adyacente. Lo confortable del espacio, no obstante, se veía contrastado por la presencia de dos camas, que terminaban con la idea de intimidad. La enfermera notó mi desazón, pues al instante me dirigió la palabra en forma conciliadora.

-La filosofía de nuestros tratamientos establece que, en el caso de los pacientes internados por dolencias ligeras, la convivencia constituye una parte capital del proceso de recuperación.- de nuevo su semblante irradiaba cordialidad. –Los compañeros de cuarto son elegidos de acuerdo a un método integral que garantiza la mejor relación por parte de ambos compañeros, en todos los aspectos. El suyo, como ha visto, no se encuentra presente ahora; aquí los pacientes gozan de toda la libertad correspondiente a su estado de salud, así que no puedo decirle con precisión cuando volverá.-
-¿Significa eso que también yo puedo dejar la habitación?- mi objetivo de acelerar las cosas parecía alcanzable, si me confirmaban la autorización de transitar por la totalidad del edificio. –Me interesa adelantar un poco el papeleo, para agilizar el finiquito de mi cuenta.-
-No debe molestarse en hacer eso señor, ya es innecesario.- la voz de la enfermera se impregnó con un deje de orgullo. –Hemos actualizado nuestro sistema para evitar los tardados procesos de facturación. Puede liquidar el importe de su estancia de forma instantánea al marcharse.-

La enfermera se despidió diciendo que en breve el doctor vendría a practicarme una revisión. Pero fue mi compañero de cuarto quien llegó antes de que hubiera transcurrido mucho tiempo; entró al dormitorio un tanto distraído y tomó asiento en su lecho acolchado. Yo estaba en la misma posición, a diferencia de que lo veía de frente mientras él me daba la espalda.

-Hola,- le saludé sin estar seguro sobre si pretendía ignorarme o no. –buenas tardes.-
-Buenas tardes.- se volvió ágilmente al escucharme; tenía una expresión curiosa y vivaz. –Disculpe, no lo vi al entrar. Así que usted es el señor Migar; un placer conocerle.-
-Igualmente digo, aunque- no pude ocultar mi extrañeza. -le preguntaré algo que espero no le incomode. ¿Cómo supo mi nombre?-
-Ah, claro, olvidé que tal vez no lo sabría. Leí su nombre en el perfil de paciente; ha estado a los pies de su cama desde la mañana.- mi compañero me sonrió por primera vez.
-Cierto, y pensar que no se me ocurrió echarle un vistazo al suyo.- le devolví la sonrisa, acercándome a su cama para leer las anotaciones. –Entonces, usted debe ser, el señor Zorán, ¿cierto?-
-Así es.-
-Iba a proponerle que habláramos un poco sobre nosotros, pero veo que usted ya sabe a lo que me dedico.-
-No tiene la mayor importancia.- la modulación del sr. Zorán emanaba franqueza. –Me encantará escucharlo de sus propios labios, después yo le contaré mi historia.-
-Bueno, debo admitir que mi trabajo es bastante interesante. Verá, desde niño, siempre soñé con ser un hombre de negocios. Dirigir grandes corporaciones, tomar decisiones que implicaran ganancias o pérdidas millonarias; ése era el tipo de vida que yo anhelaba conseguir. Vaya que no fue sencillo lograrlo, las trabas del mundo empresarial son más complicadas de lo que parecen a primera vista.- hice una pequeña pausa para comprobar que estuviera siendo entendido.- A pesar de los obstáculos, la fortuna me sonrío al momento de escoger la firma para la que iba a trabajar. Ingresé a una de las compañías madereras más importantes del país, tal vez del continente: Casa Morrel. No sé si la conozca, seguro que ha oído hablar de ella. Su industria abarca toda una gama de muebles, cuadernos, casas editoriales, inclusive bolsas de papel. Dominamos todo lo que tenga que ver con el ramo. Bien, lógicamente, mi posición inicial era modesta, todos comenzamos de la misma manera; sin embargo, como le estaba explicando, fue una suerte que decidiera hacer ahí mi solicitud de empleo, porque resultó ser la compañía de los ascensos rápidos. Pronto, del cubículo pasé a mi oficina y después de diez años de esfuerzos he alcanzado progresos realmente asombrosos. Incluso, se dio la feliz coincidencia de que el viejo director general se retirara de su cargo; de manera que hoy, hoy puedo decirle con orgullo que yo estoy a la cabeza de esa gigantesca corporación. Así es, por fin he llegado a sentarme en la silla del jefe.- terminé mi discurso con un gesto triunfal, que se paró en seco al observar la expresión del sr. Zorán.

A pesar de sus intentos por contenerse, era visible que estaba a punto de echarse a reír. Pronunciaba sonidos ahogados a intervalos, sus labios iniciaron una serie de contorsiones extrañas; yo los tomé como indicios de que podría resistir muy poco más. En efecto, después de unos segundos soltó las carcajadas; mi rostro debía expresar mi incredulidad, pues pareció avergonzarse un poco, mas al final el único efecto que produjo fue que redoblara la intensidad de sus risotadas.

-¿Pero por qué razón se ríe?- ya tampoco pude contenerme.
-Ay, lo que sucede… es… que- seguía hablando entre los jadeos producidos por la risa. - usted viene muy serio a contarme este cuento fantástico, cuando yo… ya he leído su perfil, y dice que usted es… un simple policía de cuadra con crisis emocionales recurrentes.-

No pude entender muy bien lo que decía, pero no soportaba verlo ahí, tendido sobre la cama y riéndose como un tonto. Me incorporé para acercarme a la ventana. No tenía persianas, sino un velo fino, traslúcido. Mirando a través de la cortina, pude contemplar la entrada principal, con sus jardines y el rótulo sobre los portones que ponía “Clínica Psiquiátrica.” En ese preciso segundo la terrible verdad se cernió sobre mí, lo comprendí todo. Me habían lavado el cerebro; me metieron en la cabeza esa historia del ejecutivo importante para hacerme olvidar mi verdadera función. Algo más primordial, lo suficiente para que valiera la pena interferir con mi cometido encerrándome en esta casa de locos. Una chispa de lucidez me reveló que el sr. Zorán estaba en lo correcto, después de todo. Yo era policía, no uno de cuadra, naturalmente que no; mi papel era vital en la seguridad nacional. Es probable que hubiera estado a punto de desenmascarar una confabulación de grandes dimensiones, que implicara a nombres importantes.

Recuerdo detalladamente el día que desperté en la ducha, porque ese día, me convencí de que soy un agente secreto.
takeo
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Re: Mirando a traves de la cortina

Mensaje por takeo »

Está muy bien
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takeo
GANADOR del III Concurso de relatos
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Re: Mirando a traves de la cortina

Mensaje por takeo »

Vamos a darle una vuelta a esto
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Protos
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Mensaje por Protos »

Genial el toque kafkiano inicial. Y la manera de sumergir al lector en la incertidumbre de la locura.
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