Sideris - Emisario
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Sideris - Emisario
SIDERIS
Frente a mí, el aún indiferente destino enmarcado por los restos de una ciudad irreconocible: Nueva Kurallón agoniza en todas direcciones.
A mis espaldas, el viento golpea mis recuerdos, mis anhelos y mis sueños mientras me esmero por conservarlos. Bajo mis pies, la calle serpentea profunda y sube orgullosa hasta fundirse con las estrellas. Sus farolas grises se enroscan cansadas. Sus grietas brillan. Sus adoquines refulgen con cada relámpago mientras sus entrañas vomitan los ecos de mis pasos solitarios. La luna escupe agua salada y se alza tras el nubarrón. Ya es de noche.
Me sigo moviendo. Las casas a mi alrededor me miran mudas, silentes y oscuras. Me flanquean, se amontonan y se acurrucan unas contra otras. Sus paredes lucen profundos rasguños de odio y sus escombros brillan desperdigados bajo la llovizna. Pilas de mortero y piedra divorciados se transforman en lenguas henchidas sobre el arcén. La ciudad hiede a muerte olvidada y yo, estoy demasiado adentro como para escapar. Atraído, inmerso e irremediablemente condenado a presenciar su destino.
Me siento vacío. Camino lleno de ausencias impulsado por una combativa sensación de esperanza que en su demencia se niega y no abandona.
Doblo la esquina con precaución, me dirijo al poniente, abandono lo urbano y avanzo a campo través. Unos momentos más tarde, por fin llego a destino.
En el seno de una depresión en el terreno, a unos pasos del acantilado, encuentro la entrada. Es una hendidura alargada que da paso a la gruta. Me zambullo en su estrechez y me deslizo con dificultad. Forcejeo y avanzo a la vez que deseo con todas mis fuerzas renacer del otro lado.
Continuó avanzando, arrastrándose entre aquellas estrechas paredes descendentes donde la oscuridad era absoluta y el tiempo parecía fluir a su propio ritmo mientras, inevitablemente, débiles gritos y encomiendas lo alcanzaron desde el pasado al recordar aquellas últimas palabras:
—Te amo, Darik…
Le pareció que había transcurrido una eternidad desde que Taira las había dicho. Recordó también su evidente desespero, al tiempo que la imagen en la viso-esfera miraba alternadamente a derecha e izquierda. Llevaban un tiempo distanciados, pero nunca se habían separado, no realmente. Inmediatamente después, la conexión se interrumpió y el visor ya no volvió a mostrar otra cosa que no fueran desordenadas rayas oblicuas de color azul cobalto. Un suspiro más tarde, una batahola de detonaciones y sirenas rasgaron el silencio.
Aún confundido, Darik abandonó la seguridad de su base y se internó en una intemperie hostil. El ambiente lo recibió cargado de explosiones, humo, gritos y heridos. Al mirar hacia el cielo, pudo ver cómo en ese momento un enjambre de artefactos voladores abandonaban la zona en perfecta formación.
Regresó a su unidad y cruzó la estancia principal pensativo mientras recogía lo imprescindible. Sabía lo que ocurría, no con detalle, pero lo sabía. Al ataque aéreo le seguía la invasión de superficie. Debía partir, encontrar a Taira y decirle, antes de que fuera demasiado tarde, que él también la amaba.
Se acercó a una repisa y, lleno de emoción, cogió entre sus manos un retrato. En él, aparecía posando junto a Taira, en el interior de la gruta secreta. Aquella pequeña e íntima caverna que habían descubierto y explorado juntos en Nueva Kurallón, la ciudad de las edificaciones colgantes, de los acantilados, de las bahías múltiples y del viento constante.
Lo observó nostálgico hasta que la delgada lámina transparente que lo cubría hizo las veces de espejo cuando, tras un desenfoque, reflejó su propia faz. Se miró con detenimiento. Recorrió los detalles de su rostro y ancló la vista en el principio de unos surcos que, dibujados por la eximia mano del tiempo, ya comenzaban a marcarse. Surcos que se hicieron profundos y expresivos al notar cómo en la lámina, al lado de su imagen, apareció de súbito el reflejo de alguien más. A sus espaldas, a sólo unos pasos de distancia, un extraño le observaba agazapado, parapetado a medias tras el arco de la puerta que conducía a su habitación. Le miraba silencioso y sin moverse. Giró entonces el improvisado espejo con lentitud y disimulo hasta centrar la imagen. Un calosfrío recorrió sus hombros mientras su mente, anegada, tartamudeaba un plan. La situación no mantendría el status quo por mucho tiempo más, y él lo sabía. Tendría que actuar.
El alienígena era un ser de aspecto pavoroso y se ajustaba a la perfección a lo descrito en los noticiarios cuando, hacía unos días atrás, las primeras apariciones se hicieron por fin comprobables y el pánico había destrozado los equilibrios de la sociedad. El intruso se encontraba guarnecido dentro de un traje grueso y ajustado. A cada lado de su cabeza, sobresalían unas prominentes orejas que limitaban una cara mas bien alargada y angulosa. Hacia el frente, destacaban unos ojos pequeños y brillantes que no dejaban de acecharle.
Se movió rápido. Giró con agilidad y le lanzó el retrato contra el rostro a la vez que, inundado por el miedo, empujó al extraño ser dentro de la habitación. Con manos temblorosas cerró la puerta, activó el cerrojo y, sin hacer ya nada más, se abandonó en una fuga ciega hacia la seguridad. Una vez afuera, al mirar sobre el hombro, pudo notar con alivio que no le seguía. No se detuvo hasta entrar en el bosque cercano y una vez allí, comenzó a repasar y analizar el mensaje de Taira. Su mente se había enfocado en una única tarea: debía encontrarla.
Al analizar aquella breve e interrumpida comunicación, algunos detalles aparentemente aislados e inconexos comenzaron a brindar valiosas sugerencias. Recordó el suave y constante ruido de fondo, que podría ser el del oleaje, la oscuridad parcheada del entorno y el suave eco de su voz. Valiosas pistas que terminaron por sugerir una posible ubicación: ¡La gruta secreta!
Era un viaje largo y, dadas las circunstancias, lleno de peligros. La vida de pronto se había transformado en un juego del todo o nada, los valores se habían trastocado o, quizás muy por el contrario, habían por fin vuelto a su centro.
Emprendió la jornada de inmediato; jugaría a ganador, no se permitiría perder, al menos no antes de reencontrarse con Taira.
Su mente regresó al presente y se incendió. Se atiborró de posibilidades ficticias mientras bullía en medio de una tormenta de pensamientos histéricos, sorbidos por una idea final única. Idea que le resultaba tan reconfortante como inquietante: el final de su viaje había llegado, había alcanzado el interior de la gruta.
Apareció por la hendidura de a poco. Primero fueron sólo unas manos que se apoyaron en los bordes y que, al hacer palanca, extrajeron del granito al resto del cuerpo. Hizo pie y, de inmediato, su faz mutó de manera brusca al ver el intercomunicador portátil de Taira aplastado contra el piso. Recorrió entonces los alrededores, primero con la mirada, luego con la esperanza y finalmente, con su presencia.
Allí, ya no había nadie...
Las paredes habían sido parcialmente destruidas y en el techo se apreciaba una voladura redondeada que hacía las veces de cúpula, catapultando la mirada hacia la infinita negrura del espacio circundante salpicado de estrellas. Estrellas calmas, eternas y brillantes, que invitaban a sumergirse y abandonarse en la paz de la historia medida en eones. Hipnóticas luminiscencias que inducían a creer que nada importaba y que todo, inclusive el trágico acontecimiento que estaba viviendo, pasaría. Todo pasaría y se haría minúsculo y luego insignificante al compararlo con el peso y el drama de la creación y la existencia del universo.
Abandonó entonces a las estrellas para lidiar con la realidad inmediata: habían sido invadidos y vencidos. Aquellos malditos seres habían descubierto hasta sus más íntimos escondrijos. Parecían ir siempre un paso por delante, como si tuviesen la habilidad de intuir, lo que los hacía realmente peligrosos. Eran, sin duda, poderosos depredadores del espacio.
Todos sus congéneres estaban muertos o lo estarían dentro de poco. De una u otra manera, él ya no estaba allí. Taira tampoco parecía haber sobrevivido. Ya no tenía nada por lo que luchar. Se sentó cerca del borde de uno de los agujeros de la caverna y, desde allí, dominando la bahía, cerró los ojos y descansó.
Para cuando los volvió a abrir, otros ojos, perversos y pequeños le miraban desde un costado mientras allá abajo, en el puerto, el fuego devoraba casas y navíos por igual. Las llamas bamboleaban, chisporroteaban y pintaban dagas curvilíneas de color ocre. Dagas de luz que incluso allá arriba, en la gruta, parecían jugar con la sombra del arma que una mano deforme y con muchos dedos apuntaba contra él.
Respiró hondo, contuvo la emoción y sin dejar entrever miedo alguno preguntó en dirección a su captor:
—¿Es así entonces como todo termina?
Las palabras se dibujaron en el aire y, por un momento, parecieron quedar suspendidas en él. El breve espacio que los separaba pareció ensancharse cuando, letra por letra, las sonoras e ignoradas misivas callaron y cayeron transformadas en despectivo silencio.
Darik levantó la mirada y volvió a refugiarse en la paz infinita de las estrellas. Las miró con fijeza, como si en ellas pudiese ver a alguien. Entonces, en voz baja declaró:
—Yo también te amo, Taira.
Mientras lo pronunciaba, el alienígena pareció reír: pequeñas cantidades de aire salieron rítmicamente a través de una garganta apretada. Carcajada sofocada que, lejos de extinguirse, aumentó con cada momento al sincronizarse y fundirse con el, ahora ya conocido y característico, cascabeleo tartamudo de la nave invasora que se acercaba.
Mientras esto ocurría, allá lejos, cerca del océano, el último foco de resistencia era exterminado. No pudo evitarlo y gritó. Fue un grito de agonía, de rebeldía, de rabia y de tristeza.
Múltiples naves resonaron ahora con fuerza sobre él. En extremo contraste, una pequeña nave rastreadora voló y ascendió silenciosa por el borde del acantilado hasta quedar enfrentada a la abertura que la gruta ofrecía.
Darik se puso de pie y miró desafiante a su captor y luego giró y observó el artefacto volador que se había detenido frente a él. Sobre su escudo frontal, exhibía unos extraños dibujos alienígenas dispuestos horizontalmente, como si de una escritura se tratara. Símbolos desconocidos que no supo interpretar y que no olvidaría durante el tiempo que le quedaba de vida:
<<FUERZA COLONIZADORA—PLANETA TIERRA / CUADRANTE Nº2 —VÍA LÁC…>>
No alcanzó a visualizarlos por completo ya que, en ése instante, caía inerte víctima de un certero quantum energético que le atravesó silenciosamente. Ocurrió justo en el momento en el que, la segunda luna, se alzaba majestuosa y rojiza sobre el horizonte del planeta Krazzian.
Frente a mí, el aún indiferente destino enmarcado por los restos de una ciudad irreconocible: Nueva Kurallón agoniza en todas direcciones.
A mis espaldas, el viento golpea mis recuerdos, mis anhelos y mis sueños mientras me esmero por conservarlos. Bajo mis pies, la calle serpentea profunda y sube orgullosa hasta fundirse con las estrellas. Sus farolas grises se enroscan cansadas. Sus grietas brillan. Sus adoquines refulgen con cada relámpago mientras sus entrañas vomitan los ecos de mis pasos solitarios. La luna escupe agua salada y se alza tras el nubarrón. Ya es de noche.
Me sigo moviendo. Las casas a mi alrededor me miran mudas, silentes y oscuras. Me flanquean, se amontonan y se acurrucan unas contra otras. Sus paredes lucen profundos rasguños de odio y sus escombros brillan desperdigados bajo la llovizna. Pilas de mortero y piedra divorciados se transforman en lenguas henchidas sobre el arcén. La ciudad hiede a muerte olvidada y yo, estoy demasiado adentro como para escapar. Atraído, inmerso e irremediablemente condenado a presenciar su destino.
Me siento vacío. Camino lleno de ausencias impulsado por una combativa sensación de esperanza que en su demencia se niega y no abandona.
Doblo la esquina con precaución, me dirijo al poniente, abandono lo urbano y avanzo a campo través. Unos momentos más tarde, por fin llego a destino.
En el seno de una depresión en el terreno, a unos pasos del acantilado, encuentro la entrada. Es una hendidura alargada que da paso a la gruta. Me zambullo en su estrechez y me deslizo con dificultad. Forcejeo y avanzo a la vez que deseo con todas mis fuerzas renacer del otro lado.
Continuó avanzando, arrastrándose entre aquellas estrechas paredes descendentes donde la oscuridad era absoluta y el tiempo parecía fluir a su propio ritmo mientras, inevitablemente, débiles gritos y encomiendas lo alcanzaron desde el pasado al recordar aquellas últimas palabras:
—Te amo, Darik…
Le pareció que había transcurrido una eternidad desde que Taira las había dicho. Recordó también su evidente desespero, al tiempo que la imagen en la viso-esfera miraba alternadamente a derecha e izquierda. Llevaban un tiempo distanciados, pero nunca se habían separado, no realmente. Inmediatamente después, la conexión se interrumpió y el visor ya no volvió a mostrar otra cosa que no fueran desordenadas rayas oblicuas de color azul cobalto. Un suspiro más tarde, una batahola de detonaciones y sirenas rasgaron el silencio.
Aún confundido, Darik abandonó la seguridad de su base y se internó en una intemperie hostil. El ambiente lo recibió cargado de explosiones, humo, gritos y heridos. Al mirar hacia el cielo, pudo ver cómo en ese momento un enjambre de artefactos voladores abandonaban la zona en perfecta formación.
Regresó a su unidad y cruzó la estancia principal pensativo mientras recogía lo imprescindible. Sabía lo que ocurría, no con detalle, pero lo sabía. Al ataque aéreo le seguía la invasión de superficie. Debía partir, encontrar a Taira y decirle, antes de que fuera demasiado tarde, que él también la amaba.
Se acercó a una repisa y, lleno de emoción, cogió entre sus manos un retrato. En él, aparecía posando junto a Taira, en el interior de la gruta secreta. Aquella pequeña e íntima caverna que habían descubierto y explorado juntos en Nueva Kurallón, la ciudad de las edificaciones colgantes, de los acantilados, de las bahías múltiples y del viento constante.
Lo observó nostálgico hasta que la delgada lámina transparente que lo cubría hizo las veces de espejo cuando, tras un desenfoque, reflejó su propia faz. Se miró con detenimiento. Recorrió los detalles de su rostro y ancló la vista en el principio de unos surcos que, dibujados por la eximia mano del tiempo, ya comenzaban a marcarse. Surcos que se hicieron profundos y expresivos al notar cómo en la lámina, al lado de su imagen, apareció de súbito el reflejo de alguien más. A sus espaldas, a sólo unos pasos de distancia, un extraño le observaba agazapado, parapetado a medias tras el arco de la puerta que conducía a su habitación. Le miraba silencioso y sin moverse. Giró entonces el improvisado espejo con lentitud y disimulo hasta centrar la imagen. Un calosfrío recorrió sus hombros mientras su mente, anegada, tartamudeaba un plan. La situación no mantendría el status quo por mucho tiempo más, y él lo sabía. Tendría que actuar.
El alienígena era un ser de aspecto pavoroso y se ajustaba a la perfección a lo descrito en los noticiarios cuando, hacía unos días atrás, las primeras apariciones se hicieron por fin comprobables y el pánico había destrozado los equilibrios de la sociedad. El intruso se encontraba guarnecido dentro de un traje grueso y ajustado. A cada lado de su cabeza, sobresalían unas prominentes orejas que limitaban una cara mas bien alargada y angulosa. Hacia el frente, destacaban unos ojos pequeños y brillantes que no dejaban de acecharle.
Se movió rápido. Giró con agilidad y le lanzó el retrato contra el rostro a la vez que, inundado por el miedo, empujó al extraño ser dentro de la habitación. Con manos temblorosas cerró la puerta, activó el cerrojo y, sin hacer ya nada más, se abandonó en una fuga ciega hacia la seguridad. Una vez afuera, al mirar sobre el hombro, pudo notar con alivio que no le seguía. No se detuvo hasta entrar en el bosque cercano y una vez allí, comenzó a repasar y analizar el mensaje de Taira. Su mente se había enfocado en una única tarea: debía encontrarla.
Al analizar aquella breve e interrumpida comunicación, algunos detalles aparentemente aislados e inconexos comenzaron a brindar valiosas sugerencias. Recordó el suave y constante ruido de fondo, que podría ser el del oleaje, la oscuridad parcheada del entorno y el suave eco de su voz. Valiosas pistas que terminaron por sugerir una posible ubicación: ¡La gruta secreta!
Era un viaje largo y, dadas las circunstancias, lleno de peligros. La vida de pronto se había transformado en un juego del todo o nada, los valores se habían trastocado o, quizás muy por el contrario, habían por fin vuelto a su centro.
Emprendió la jornada de inmediato; jugaría a ganador, no se permitiría perder, al menos no antes de reencontrarse con Taira.
Su mente regresó al presente y se incendió. Se atiborró de posibilidades ficticias mientras bullía en medio de una tormenta de pensamientos histéricos, sorbidos por una idea final única. Idea que le resultaba tan reconfortante como inquietante: el final de su viaje había llegado, había alcanzado el interior de la gruta.
Apareció por la hendidura de a poco. Primero fueron sólo unas manos que se apoyaron en los bordes y que, al hacer palanca, extrajeron del granito al resto del cuerpo. Hizo pie y, de inmediato, su faz mutó de manera brusca al ver el intercomunicador portátil de Taira aplastado contra el piso. Recorrió entonces los alrededores, primero con la mirada, luego con la esperanza y finalmente, con su presencia.
Allí, ya no había nadie...
Las paredes habían sido parcialmente destruidas y en el techo se apreciaba una voladura redondeada que hacía las veces de cúpula, catapultando la mirada hacia la infinita negrura del espacio circundante salpicado de estrellas. Estrellas calmas, eternas y brillantes, que invitaban a sumergirse y abandonarse en la paz de la historia medida en eones. Hipnóticas luminiscencias que inducían a creer que nada importaba y que todo, inclusive el trágico acontecimiento que estaba viviendo, pasaría. Todo pasaría y se haría minúsculo y luego insignificante al compararlo con el peso y el drama de la creación y la existencia del universo.
Abandonó entonces a las estrellas para lidiar con la realidad inmediata: habían sido invadidos y vencidos. Aquellos malditos seres habían descubierto hasta sus más íntimos escondrijos. Parecían ir siempre un paso por delante, como si tuviesen la habilidad de intuir, lo que los hacía realmente peligrosos. Eran, sin duda, poderosos depredadores del espacio.
Todos sus congéneres estaban muertos o lo estarían dentro de poco. De una u otra manera, él ya no estaba allí. Taira tampoco parecía haber sobrevivido. Ya no tenía nada por lo que luchar. Se sentó cerca del borde de uno de los agujeros de la caverna y, desde allí, dominando la bahía, cerró los ojos y descansó.
Para cuando los volvió a abrir, otros ojos, perversos y pequeños le miraban desde un costado mientras allá abajo, en el puerto, el fuego devoraba casas y navíos por igual. Las llamas bamboleaban, chisporroteaban y pintaban dagas curvilíneas de color ocre. Dagas de luz que incluso allá arriba, en la gruta, parecían jugar con la sombra del arma que una mano deforme y con muchos dedos apuntaba contra él.
Respiró hondo, contuvo la emoción y sin dejar entrever miedo alguno preguntó en dirección a su captor:
—¿Es así entonces como todo termina?
Las palabras se dibujaron en el aire y, por un momento, parecieron quedar suspendidas en él. El breve espacio que los separaba pareció ensancharse cuando, letra por letra, las sonoras e ignoradas misivas callaron y cayeron transformadas en despectivo silencio.
Darik levantó la mirada y volvió a refugiarse en la paz infinita de las estrellas. Las miró con fijeza, como si en ellas pudiese ver a alguien. Entonces, en voz baja declaró:
—Yo también te amo, Taira.
Mientras lo pronunciaba, el alienígena pareció reír: pequeñas cantidades de aire salieron rítmicamente a través de una garganta apretada. Carcajada sofocada que, lejos de extinguirse, aumentó con cada momento al sincronizarse y fundirse con el, ahora ya conocido y característico, cascabeleo tartamudo de la nave invasora que se acercaba.
Mientras esto ocurría, allá lejos, cerca del océano, el último foco de resistencia era exterminado. No pudo evitarlo y gritó. Fue un grito de agonía, de rebeldía, de rabia y de tristeza.
Múltiples naves resonaron ahora con fuerza sobre él. En extremo contraste, una pequeña nave rastreadora voló y ascendió silenciosa por el borde del acantilado hasta quedar enfrentada a la abertura que la gruta ofrecía.
Darik se puso de pie y miró desafiante a su captor y luego giró y observó el artefacto volador que se había detenido frente a él. Sobre su escudo frontal, exhibía unos extraños dibujos alienígenas dispuestos horizontalmente, como si de una escritura se tratara. Símbolos desconocidos que no supo interpretar y que no olvidaría durante el tiempo que le quedaba de vida:
<<FUERZA COLONIZADORA—PLANETA TIERRA / CUADRANTE Nº2 —VÍA LÁC…>>
No alcanzó a visualizarlos por completo ya que, en ése instante, caía inerte víctima de un certero quantum energético que le atravesó silenciosamente. Ocurrió justo en el momento en el que, la segunda luna, se alzaba majestuosa y rojiza sobre el horizonte del planeta Krazzian.
Nuestra editorial: www.osapolar.es
Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.
Mis diseños
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Re: SIDERIS
Buen relato, bien escrito, por alguien que lee cifi y que hace un merecido homenaje a China Mieville y su Nueva Cobruzón. El final es impactante y sorpresivo. Lo que no me acaba de convencer del todo es el desarrollo, que me aburre algo.
La forma segura de ser infeliz es buscar permanentemente la felicidad
Re: SIDERIS
Pros: El final, aunque se engaña un poco al lector para llegar a él (no se describe a los invasores más que por su aspecto pavoroso, la ciudad no se describe, el protagonista no tiene rasgos distintivos distintos de los humanos). La sugerencia de una ciudad que es muy distinta de las que conocemos.
Cons: Mezcla de tiempos verbales. Frases un poco enrevesadas, sobre todo al principio. Me resulta raro que tras la descripción inicial de una ciudad por la que camina el protagonista, este pase a caminar unos momentos después campo a través; la imagen no me cuadra. O que no vaya a olvidar las últimas palabras que escuche antes de que le disparen... son detalles que me hacen pensar que tal vez el autor no tuvo mucho tiempo para repasar.
Cons: Mezcla de tiempos verbales. Frases un poco enrevesadas, sobre todo al principio. Me resulta raro que tras la descripción inicial de una ciudad por la que camina el protagonista, este pase a caminar unos momentos después campo a través; la imagen no me cuadra. O que no vaya a olvidar las últimas palabras que escuche antes de que le disparen... son detalles que me hacen pensar que tal vez el autor no tuvo mucho tiempo para repasar.
Re: SIDERIS
Un relato bien escrito que plantea una situación típica dentro de cualquier historia de ciencia ficción. En mi opinión carece de interés y de complejidad, llegando a aburrirme. Si la idea inicial no gusta ya puede estar bien escrito que no me entra.
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- Emisario
- No tengo vida social
- Mensajes: 1213
- Registrado: 26 Oct 2010 18:30
- Ubicación: Perdido en una nebulosa, en busca de un quásar, cualquiera en realidad...
Re: Sideris
Hay en este relato tres partes. Una presentación inicial de una ciudad semi destruída por supuestos ataques alienígenas, luego el autor/a nos explica por qué se encuentra en ella y, finalmente, nos narra los acontecimientos finales.
De estas tres etapas, la central es la que me parece que está desentonando en calidad, lo siento.
¡Era necesaria! Dirá el autor. ¡Para explicarlo todo...! Bueno, es posible que no. Quizás con una simple explicación corta se habría llegado a unir mejor la buena introducción con el sorpresivo desenlace final.
Un consejo bien intencionado de un servidor para la parte central de futuros escritos: más acción y menos explicación.
El final está muy bien, impacta y, durante la narración, aquí y allá, se describe al extraterrestre por antítesis de lo que al protagonista le llama la atención de los humanos: mano con muchos dedos, cara angulosa, ojos pequeños y otras, por consiguiente, el protagonista ET ha de gozar de cualidades físicas opuestas o al menos diferentes.
Bueno, gracias por compartirlo y, como ya he dicho por ahí, mis comentarios no pretenden otra cosa que dar a conocer mi opinión, mira que yo mismo he cometido errores (o deficiencias) similares en el mío
De estas tres etapas, la central es la que me parece que está desentonando en calidad, lo siento.
¡Era necesaria! Dirá el autor. ¡Para explicarlo todo...! Bueno, es posible que no. Quizás con una simple explicación corta se habría llegado a unir mejor la buena introducción con el sorpresivo desenlace final.
Un consejo bien intencionado de un servidor para la parte central de futuros escritos: más acción y menos explicación.
El final está muy bien, impacta y, durante la narración, aquí y allá, se describe al extraterrestre por antítesis de lo que al protagonista le llama la atención de los humanos: mano con muchos dedos, cara angulosa, ojos pequeños y otras, por consiguiente, el protagonista ET ha de gozar de cualidades físicas opuestas o al menos diferentes.
Bueno, gracias por compartirlo y, como ya he dicho por ahí, mis comentarios no pretenden otra cosa que dar a conocer mi opinión, mira que yo mismo he cometido errores (o deficiencias) similares en el mío
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- Fernando Vidal
- No tengo vida social
- Mensajes: 2340
- Registrado: 30 Jul 2011 03:36
- Ubicación: Gante, Bélgica
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Re: Sideris
El relato no llegó a engancharme pero es de destacar buen uso del lenguaje del autor a lo largo de la narración.
Con respecto al argumento, creo que todo se subordina abrumadoramente a ese final inesperado (que los odiosos invasores sean los terrícolas). Eso no está mal, llega a impresionar, pero a la vez provoca que todo lo demás pierda importancia (la vida del protagonista, su amor por Taira, el destino del planeta, etc.) y uno termine preguntándose si tanto detalle fue realmente necesario.
Saludos.
Con respecto al argumento, creo que todo se subordina abrumadoramente a ese final inesperado (que los odiosos invasores sean los terrícolas). Eso no está mal, llega a impresionar, pero a la vez provoca que todo lo demás pierda importancia (la vida del protagonista, su amor por Taira, el destino del planeta, etc.) y uno termine preguntándose si tanto detalle fue realmente necesario.
Saludos.
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- David P. González
- Pesadilla
- Mensajes: 1622
- Registrado: 24 Jul 2012 15:33
- Ubicación: Madrid
Re: Sideris
Lo primero que quiero decir es que las primeras líneas están narradas en primera persona, desde el punto de vista del protagonista, y luego cambia a tercera persona. No sé si está hecho a propósito, pero lo considero un error para el relato.
El final me ha sorprendido. Me ha gustado mucho, pero el camino que hay que recorrer para llegar me ha resultado un poco tedioso. Muy bien escrito, sin duda, pero no me ha enganchado lo suficiente.
El final me ha sorprendido. Me ha gustado mucho, pero el camino que hay que recorrer para llegar me ha resultado un poco tedioso. Muy bien escrito, sin duda, pero no me ha enganchado lo suficiente.
Re: Sideris
Cosas que hay que mejorar:
Comienza en 1ª persona, pero luego cambias a 3ª sin un cambio en la historia.
Demasiados adjetivos hace que leerlo sea algo farragoso, le cuesta demasiado al lector discriminar la paja de lo esencial.
Sobre la historia, ¿O sea que los colonizadores son humanos? Ahí me has engañado, aunque palabras como adoquines o mortero suenan muy terrestres ¿no?
Me gusta que los malos seamos nosotros, aunque hay que mejorar el aspecto formal.
Enhorabuena por el relato, autor.
Comienza en 1ª persona, pero luego cambias a 3ª sin un cambio en la historia.
Demasiados adjetivos hace que leerlo sea algo farragoso, le cuesta demasiado al lector discriminar la paja de lo esencial.
Sobre la historia, ¿O sea que los colonizadores son humanos? Ahí me has engañado, aunque palabras como adoquines o mortero suenan muy terrestres ¿no?
Me gusta que los malos seamos nosotros, aunque hay que mejorar el aspecto formal.
Enhorabuena por el relato, autor.
Siempre contra el viento
- joserc
- GANADOR del IV Concurso de relatos
- Mensajes: 1493
- Registrado: 17 Ago 2006 13:52
- Ubicación: Madrid
Re: Sideris
Un poco recargado. No me ha enganchado y he tenido que esforzarme para leerlo.
Autor, ten en cuenta que no soy de este género y necesito que el relato me llene con otras cosas. Es cosa mía.
Autor, ten en cuenta que no soy de este género y necesito que el relato me llene con otras cosas. Es cosa mía.
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Re: Sideris
¡Qué bonito! Me ha gustado mucho. La verdad es que al leer la descripción del alienígena pensaba en reñirte porque esa descripción se ajusta a la del novio de una prima mía y pensaba que ya podías habértelo currado más, pero, visto el final...
Como apunte, creo que la historia hubiera quedado mejor o todo en primera persona o todo en tercera persona. Así queda un poco confuso todo
Como apunte, creo que la historia hubiera quedado mejor o todo en primera persona o todo en tercera persona. Así queda un poco confuso todo
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Re: Sideris
Opinión personal:
¡Vaya! Que sorpresa, sí he entendido bien el final de la historia. Tu forma de escribir la veo “poética” e intercalas sentimientos y una historia de amor. El final me ha puesto los pelos de punta. En un principio lo he comenzado algo reacio, pero tal como he ido leyendo, me ha ido gustando más y más. El final me ha sorprendido bastante.
Greencito opina
¡Vaya! Que sorpresa, sí he entendido bien el final de la historia. Tu forma de escribir la veo “poética” e intercalas sentimientos y una historia de amor. El final me ha puesto los pelos de punta. En un principio lo he comenzado algo reacio, pero tal como he ido leyendo, me ha ido gustando más y más. El final me ha sorprendido bastante.
Greencito opina
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- Shimoda
- No tengo vida social
- Mensajes: 1193
- Registrado: 15 Ago 2010 01:23
- Ubicación: Entre el cielo y la tierra...
Re: Sideris
Buen relato, excelente final, pero la trama por momentos se me hizo confusa. No entiendo el cambio de primera a tercera persona.
Cariños y
Cariños y
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Re: Sideris
Pues por hacer un poco el follonero, voy a ir en contra de todo el mundo y opinar que este relato no está muy bien escrito. El hecho de que no tenga faltas ortográficas o gramaticales no es sinónimo de corrección formal. Cambios de narrador, descripciones algo farragosas, personificación de abstracciones y, lo que menos me ha gustado, demasiada poesía para un texto donde debería predominar la acción
(Ej:
¿Qué quiere decir esto en realidad? ¿El lenguaje de esta raza extraterrestre se visualiza realmente en forma de letras flotantes o es una metáfora de algo que se me escapa?)
Perdón, quizá esté siendo demasiado duro, pero creo que la idea es muy buena y que un final impactante como el que tiene este relato habría merecido un desarrollo mejor.
(Ej:
.Las palabras se dibujaron en el aire y, por un momento, parecieron quedar suspendidas en él. El breve espacio que los separaba pareció ensancharse cuando, letra por letra, las sonoras e ignoradas misivas callaron y cayeron transformadas en despectivo silencio
¿Qué quiere decir esto en realidad? ¿El lenguaje de esta raza extraterrestre se visualiza realmente en forma de letras flotantes o es una metáfora de algo que se me escapa?)
Perdón, quizá esté siendo demasiado duro, pero creo que la idea es muy buena y que un final impactante como el que tiene este relato habría merecido un desarrollo mejor.
Es el terreno resbaladizo de los sueños lo que convierte el dormir en un deporte de riesgo.
Re: Sideris
Estoy ahora mismo con este relato y así, de buenas a primeras me encuentro que pasa de estar narrado en primera persona a estarlo en tercera . Sigo leyendo...
Edito, que ya lo he terminado de leer .
Otro relato introspectivo en este concurso, no tiene nada de malo eso, pero cuando pienso en CiFi a la cabeza me vienen otras cosas. Lo mismo me pasa con el lenguaje poético... no me imagino a Bradbury o Asimov escribiendo así. Pero dejando de lado esto, que no deja de ser una apreciación personal, el relato se lee muy bien y la ambientación es muy buena, además, me ha hecho sentir empatía con el protagonista. El final es sorpresivo, pero eso de que los humanos seamos los malos me parece que sólo pretende dar un golpe de efecto que, para mi gusto, el relato no necesita.
En un momento dado se dice:
Edito, que ya lo he terminado de leer .
Otro relato introspectivo en este concurso, no tiene nada de malo eso, pero cuando pienso en CiFi a la cabeza me vienen otras cosas. Lo mismo me pasa con el lenguaje poético... no me imagino a Bradbury o Asimov escribiendo así. Pero dejando de lado esto, que no deja de ser una apreciación personal, el relato se lee muy bien y la ambientación es muy buena, además, me ha hecho sentir empatía con el protagonista. El final es sorpresivo, pero eso de que los humanos seamos los malos me parece que sólo pretende dar un golpe de efecto que, para mi gusto, el relato no necesita.
En un momento dado se dice:
Bueno, creo que ante eso cualquier cosa es insignificanteTodo pasaría y se haría minúsculo y luego insignificante al compararlo con el peso y el drama de la creación y la existencia del universo.
- ukiahaprasim
- Robotillo
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Re: Sideris
Ayer, entre unas cosas y otras, deje sin comentar este relato (y correponde hacerlo lo antes posible debido a ser usado como ejemplarizacion de otros factores)
Este relato tiene tres vertientes muy diferenciadas:
- El tema, la pregunta de ¿quien es el alienigena? resuelta con gran sutileza (muy fina la descripcion del alienigena), y jugando todo el rato con la autopercepcion "yo soy normal, el resto extaño" "yo -nosotros- somos buenos, los malos de haberlos son otros).
- La trama. Elegantemente simple la forma de plantear el escenario en el que desarrollar la idea, y la critica... la busqueda del ser querido en medio de la catastrofe.
- La forma. Gran dominio del lenguaje y gran capacidad descriptiva con gran lirismo...
La pega que le veo yo al asunto, es que estas tres vertientes se llevan a matar entre si...
Me explico:
Uno acaba de leer el relato y se queda con la sensacion de belleza, y con cierta sorpresa de ver que somos nosotros los invasores.
Uno tiene que pensar en el relato para darse cuenta de la magnitud de la catastrofe planteada, la villania de la invasión y la maldad expuesta.
En ningún momento del relato, lo leido es capaz de transmitir, con toda su crudeza, la realidad de lo contado. Hasta el incendio del puerto es sublimado hasta un bello juego de luces y sombras.
A este relato le falta fuerza, crudeza, y un punto de crueldad ...
El estilo no se adapta a lo que el autor nos está contando, y el lenguaje actua como mordaza de la historia.
Ukiah
Este relato tiene tres vertientes muy diferenciadas:
- El tema, la pregunta de ¿quien es el alienigena? resuelta con gran sutileza (muy fina la descripcion del alienigena), y jugando todo el rato con la autopercepcion "yo soy normal, el resto extaño" "yo -nosotros- somos buenos, los malos de haberlos son otros).
- La trama. Elegantemente simple la forma de plantear el escenario en el que desarrollar la idea, y la critica... la busqueda del ser querido en medio de la catastrofe.
- La forma. Gran dominio del lenguaje y gran capacidad descriptiva con gran lirismo...
La pega que le veo yo al asunto, es que estas tres vertientes se llevan a matar entre si...
Me explico:
Uno acaba de leer el relato y se queda con la sensacion de belleza, y con cierta sorpresa de ver que somos nosotros los invasores.
Uno tiene que pensar en el relato para darse cuenta de la magnitud de la catastrofe planteada, la villania de la invasión y la maldad expuesta.
En ningún momento del relato, lo leido es capaz de transmitir, con toda su crudeza, la realidad de lo contado. Hasta el incendio del puerto es sublimado hasta un bello juego de luces y sombras.
A este relato le falta fuerza, crudeza, y un punto de crueldad ...
El estilo no se adapta a lo que el autor nos está contando, y el lenguaje actua como mordaza de la historia.
Ukiah
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