CH1 Confesiones de un bribón - Prófugo
Publicado: 13 Oct 2014 18:27
Siempre he pensado que soy grande. En todos los sentidos, no penséis que lo digo por la cantidad de centímetros que se recorren desde mis pies planos hasta mi cabeza huérfana de canas.
Desde pequeño me consideré un ser diferente. A pesar de no saber jugar al fútbol en esta ciudad superpoblada de jóvenes talentos y veteranos consagrados, y sin poseer un físico agraciado, siempre tuve la suerte de estar rodeado por las chicas más guapas de mi barrio y escuela.
¡Benditos tiempos aquellos! Con que pureza e ignorancia afrontaba la vida, careciendo muchas veces de un par de zapatillas decentes que calzar, pero feliz por no tener motivos de preocupación o estrés. Luego desperté de mi letargo y me convertí en un rebelde sin causa, obsequiando extremos dolores de cabeza a mis padres, hasta el punto de no aguantarme más y llegar a internarme en un hospital psiquiátrico.
He sido blanco de los envidiosos. Jamás han podido aceptar que un carioca como yo haya podido llegar a la cumbre de la literatura en mi país. Y es que ¿Cómo es posible que este flaco sea más famoso y gane más que yo, jugador profesional del Flamengo, el club de fútbol más famoso de Río y de toda américa? ¿Qué perfume usa ese tarado que escribe unas novelitas de tan poca enjundia y tiene a sus pies a tantas mujeres en el mundo? Aquí, entre tú y yo, algo de razón confieso que tienen.
Y es que a veces me río de mi suerte. Soy millonario, tengo fama hasta en los confines de la tierra y tengo a la mejor esposa que Dios me haya podido dar, mi adorable Cristina.
Pero… no todo puede ser perfecto. Lamentablemente adolezco del reconocimiento de una gran cantidad de compañeros de profesión. Dicen que no estudio a profundidad los temas a los que abordo en mis escritos, que mi documentación, por lo tanto, es casi nula. Consideran que soy muy monótono, que siempre escribo “lo mismo”. Comentan, con sus caras maquilladas de intelectualismo, que no aporto ni un mísero grano de arena al amplio mundo de las letras, porque entre otras razones, no tengo ni un ápice de poeta en mis escritos.
De todas maneras, a mis crueles detractores, les estampo en su cara mis logros. Además de ser consejero de la Unesco, he recibido reconocimientos y premios como la distinción “ Chevalier de L'Ordre National” de La Legion d'Honneur del gobierno francés, la Medalla de Oro de Galicia y el premio Crystal Award ,entre otros. Algún talento he de tener ¿verdad que sí?.
Ahora me encuentro enfrascado en un apuro considerable. Mi editor me ha dado plazo hasta el mes que viene de presentar una nueva novela. Realmente llevo tiempo esperando a que mis musas acudan a mi rescate.
Y es que, ¿Acaso pensáis que es fácil crear una novela que llegue a una considerable cantidad de público? A pesar de contar con este don maravilloso que cautiva a más de una quinceañera y, en especial, a miles de señoras que han entrado en sus años ya no tan mozos, necesito dejar por lo menos tres o cuatro frases en cada escrito que llamen la atención para poder ser usados por ellas. Si supierais lo mucho que me alegra ver en sus publicaciones de facebook o twitter frases copiadas de mis libros y ver que aparecen cientos de “likes” de personas que a veces no entienden la profundidad de mi mensaje.
Joao me ha llamado. Él me necesita a mí casi tanto como yo a él. Somos una sociedad donde si mi editor gana, yo también gano, aunque si pierdo, créanme, el pierde más. Y es que yo soy Paulo Cohelo, mientras que él no tiene fama lejos de su hogar y de su prestigiosa editorial.
Pau, de ti depende que este año acabemos con ganancias. ¿Ya lo tienes casi acabado? Por lo menos dame un adelanto y dime cómo se va a llamar la obra
Tranquilo Joao, lo tendré listo para la fecha indicada. Ah, y se llamará “Adulterio”. ¿A que el nombre causa morbo? — mientras esbozo una picaresca sonrisa en mi interior.
Mi mayor tesoro, mi mejor aliada, mi máxima fan, pero también, la verdadera artífice de mis logros siempre ha sido mi mujer. Ella es la que me inculca ideas, esbozos. Cristi también es la que se encarga de ilustrarme mentalmente la puesta en escena de mis obras. Realmente ella es la cabeza pensante, la verdadera artista, mientras yo soy tan solo su obrero y la marca registrada mundialmente.
Si os soy sincero, Cristi se ha cansado de ser la fuente de creación mientras yo me llevo los premios, los aplausos y el reconocimiento mundial. Tanto ella como yo pensamos que ya va siendo hora de jubilarnos, de disfrutar de nuestros últimos años de vida.
Cada vez lo tengo más claro. Salvo una oferta irrechazable o un arrepentimiento posterior, Adulterio será mi última obra. Lo siento por mi querido Joao y por mis incontables seguidores, pero esta cabeza necesita parar, en especial, dejar de engañar a un público que se conforma con poco.
Reconozco que en estas últimas obras mi Cristi no se ha esmerado lo suficiente – quizás cansada de todo, buscando alejarme de esta farsa que se ha convertido mi éxito – y que por ello he tenido que recurrir a quitar las telarañas que cubrían mi intelecto para poder acabar mis libros, y así cumplir con mis pesadas obligaciones.
Por eso quiero, con estas letras confesar mis limitaciones, atribuir los méritos que tiene mi esposa, agradecer a mi público lector que me ha inflado el ego y las cuentas bancarias, pero, en especial, reconocer que mis detractores tienen mucha razón.
He tenido la suerte de contar con un marketing impresionante. Pocos, realmente contados son los autores que han tenido tanta publicidad. Ahora me viene a la mente solo Ken Follett como verdadero competidor en este aspecto.
Lamento defraudarlos a todos. Vale más una despedida a tiempo que seguir corriendo hacia un barranco. Una confesión a tiempo puede perdonar mis pecados ante los ojos de Dios.
¡Perdonadme mundo! No merezco vuestros reconocimientos. Me considero un estafador, en el buen sentido de la palabra – tampoco soy tan malo. Por todo esto, en una semana entrego a Joao este bodrio de novela (por llamarlo de alguna manera) y me voy con mi Nobel de Literatura- mi Cris de Cohelo- a disfrutar de la vida que ella se merece en Bora Bora o en la encantadora Praga, lugares que mi musa me agradecerá como recompensa por tantos años de tenerla bajo la sombra.
Desde pequeño me consideré un ser diferente. A pesar de no saber jugar al fútbol en esta ciudad superpoblada de jóvenes talentos y veteranos consagrados, y sin poseer un físico agraciado, siempre tuve la suerte de estar rodeado por las chicas más guapas de mi barrio y escuela.
¡Benditos tiempos aquellos! Con que pureza e ignorancia afrontaba la vida, careciendo muchas veces de un par de zapatillas decentes que calzar, pero feliz por no tener motivos de preocupación o estrés. Luego desperté de mi letargo y me convertí en un rebelde sin causa, obsequiando extremos dolores de cabeza a mis padres, hasta el punto de no aguantarme más y llegar a internarme en un hospital psiquiátrico.
He sido blanco de los envidiosos. Jamás han podido aceptar que un carioca como yo haya podido llegar a la cumbre de la literatura en mi país. Y es que ¿Cómo es posible que este flaco sea más famoso y gane más que yo, jugador profesional del Flamengo, el club de fútbol más famoso de Río y de toda américa? ¿Qué perfume usa ese tarado que escribe unas novelitas de tan poca enjundia y tiene a sus pies a tantas mujeres en el mundo? Aquí, entre tú y yo, algo de razón confieso que tienen.
Y es que a veces me río de mi suerte. Soy millonario, tengo fama hasta en los confines de la tierra y tengo a la mejor esposa que Dios me haya podido dar, mi adorable Cristina.
Pero… no todo puede ser perfecto. Lamentablemente adolezco del reconocimiento de una gran cantidad de compañeros de profesión. Dicen que no estudio a profundidad los temas a los que abordo en mis escritos, que mi documentación, por lo tanto, es casi nula. Consideran que soy muy monótono, que siempre escribo “lo mismo”. Comentan, con sus caras maquilladas de intelectualismo, que no aporto ni un mísero grano de arena al amplio mundo de las letras, porque entre otras razones, no tengo ni un ápice de poeta en mis escritos.
De todas maneras, a mis crueles detractores, les estampo en su cara mis logros. Además de ser consejero de la Unesco, he recibido reconocimientos y premios como la distinción “ Chevalier de L'Ordre National” de La Legion d'Honneur del gobierno francés, la Medalla de Oro de Galicia y el premio Crystal Award ,entre otros. Algún talento he de tener ¿verdad que sí?.
Ahora me encuentro enfrascado en un apuro considerable. Mi editor me ha dado plazo hasta el mes que viene de presentar una nueva novela. Realmente llevo tiempo esperando a que mis musas acudan a mi rescate.
Y es que, ¿Acaso pensáis que es fácil crear una novela que llegue a una considerable cantidad de público? A pesar de contar con este don maravilloso que cautiva a más de una quinceañera y, en especial, a miles de señoras que han entrado en sus años ya no tan mozos, necesito dejar por lo menos tres o cuatro frases en cada escrito que llamen la atención para poder ser usados por ellas. Si supierais lo mucho que me alegra ver en sus publicaciones de facebook o twitter frases copiadas de mis libros y ver que aparecen cientos de “likes” de personas que a veces no entienden la profundidad de mi mensaje.
Joao me ha llamado. Él me necesita a mí casi tanto como yo a él. Somos una sociedad donde si mi editor gana, yo también gano, aunque si pierdo, créanme, el pierde más. Y es que yo soy Paulo Cohelo, mientras que él no tiene fama lejos de su hogar y de su prestigiosa editorial.
Pau, de ti depende que este año acabemos con ganancias. ¿Ya lo tienes casi acabado? Por lo menos dame un adelanto y dime cómo se va a llamar la obra
Tranquilo Joao, lo tendré listo para la fecha indicada. Ah, y se llamará “Adulterio”. ¿A que el nombre causa morbo? — mientras esbozo una picaresca sonrisa en mi interior.
Mi mayor tesoro, mi mejor aliada, mi máxima fan, pero también, la verdadera artífice de mis logros siempre ha sido mi mujer. Ella es la que me inculca ideas, esbozos. Cristi también es la que se encarga de ilustrarme mentalmente la puesta en escena de mis obras. Realmente ella es la cabeza pensante, la verdadera artista, mientras yo soy tan solo su obrero y la marca registrada mundialmente.
Si os soy sincero, Cristi se ha cansado de ser la fuente de creación mientras yo me llevo los premios, los aplausos y el reconocimiento mundial. Tanto ella como yo pensamos que ya va siendo hora de jubilarnos, de disfrutar de nuestros últimos años de vida.
Cada vez lo tengo más claro. Salvo una oferta irrechazable o un arrepentimiento posterior, Adulterio será mi última obra. Lo siento por mi querido Joao y por mis incontables seguidores, pero esta cabeza necesita parar, en especial, dejar de engañar a un público que se conforma con poco.
Reconozco que en estas últimas obras mi Cristi no se ha esmerado lo suficiente – quizás cansada de todo, buscando alejarme de esta farsa que se ha convertido mi éxito – y que por ello he tenido que recurrir a quitar las telarañas que cubrían mi intelecto para poder acabar mis libros, y así cumplir con mis pesadas obligaciones.
Por eso quiero, con estas letras confesar mis limitaciones, atribuir los méritos que tiene mi esposa, agradecer a mi público lector que me ha inflado el ego y las cuentas bancarias, pero, en especial, reconocer que mis detractores tienen mucha razón.
He tenido la suerte de contar con un marketing impresionante. Pocos, realmente contados son los autores que han tenido tanta publicidad. Ahora me viene a la mente solo Ken Follett como verdadero competidor en este aspecto.
Lamento defraudarlos a todos. Vale más una despedida a tiempo que seguir corriendo hacia un barranco. Una confesión a tiempo puede perdonar mis pecados ante los ojos de Dios.
¡Perdonadme mundo! No merezco vuestros reconocimientos. Me considero un estafador, en el buen sentido de la palabra – tampoco soy tan malo. Por todo esto, en una semana entrego a Joao este bodrio de novela (por llamarlo de alguna manera) y me voy con mi Nobel de Literatura- mi Cris de Cohelo- a disfrutar de la vida que ella se merece en Bora Bora o en la encantadora Praga, lugares que mi musa me agradecerá como recompensa por tantos años de tenerla bajo la sombra.