CN4 - Tumba abierta - Sinkim
Publicado: 23 Dic 2015 12:21
TUMBA ABIERTA
Apoyado en la dura lápida de piedra, con la mente perdida en sus recuerdos, el hombre miraba la tierra donde su amor yacía enterrado.
Había resultado ridículamente fácil saltar la valla y esquivar al apático vigilante que, únicamente, pensaba en volver al calor de su garita. Más complicado le había resultado no tropezar con la pareja de góticos que, cubiertos por sus gabardinas negras de cuero, se amaban sobre la tumba de un poeta olvidado.
La noche, fría y lluviosa, reflejaba perfectamente su estado de ánimo, incluso las gotas de agua se confabulaban para reemplazar las lágrimas que ira incapaz de derramar. Su cuerpo, insensible a las inclemencias del tiempo, permanecía imperturbable mientras su mente vagaba por la sombría tierra de su pasado.
Tras la muerte de su primer amor, Eva, pensó que ya nunca sería capaz de volver a amar. El tiempo discurría para él como una sucesión de momentos sin más sentido que sobrevivir, un deambular de su cuerpo, sin alma, sin sentimientos ni objetivos.
Su corazón había permanecido congelado durante siglos hasta que Susan llegó a su vida. La primera vez que la vio supo, sin lugar a dudas, que ella sería suya, estaban hechos para estar juntos y a medida que la conocía sus pocas dudas se fueron disolviendo.
La verdad es que su amor no había sido fácil, había tenido que enfrentarse a la familia de Susan para poder estar con ella. Desde el principio, ella había estado de su parte defendiéndole ante todos y viendo una parte de él que permanecía oculta a ojos de los demás.
De repente, un sonido, el nacimiento de una esperanza. Dentro del ataúd su mujer despertaba, los puñetazos en la madera se sobreponían al ruido de la lluvia y a los gemidos de los amantes.
Había tenido éxito, aunque su mordisco tenía una efectividad bastante alta la ansiedad le estaba consumiendo. No quería perderla como a tantos buenos amigos a los que había intentado bendecir con la inmortalidad.
Ahora llegaba la parte más difícil, convencerla de que la muerte de su familia había sido necesaria. Al fin y al cabo, eran unos cazadores de vampiros muy cerrados de mente, incapaces de creer que un vampiro pudiera vivir sin matar a nadie. Susan, por el contrario, enseguida se dio cuenta de que él no era el vampiro que llevaba semanas matando a los vecinos del pueblo.
Hacía milenios que la Sed había dejado de atormentar a Caín, alguna ventaja tenía que tener ser el primer vampiro. El castigo divino había sido muy duro de sobrellevar y, durante muchísimos años, había sido poco más que una bestia sedienta de sangre. Sin embargo, poco a poco, el hombre se había impuesto, su sangre se había hecho más fuerte y la Sed había sido casi derrotada.
Por experiencias previas sabía que los primeros días de Susan iban a ser muy duros, ojala hubiera podido ahorrarle el dolor del Despertar pero convertirla era la única forma de poder estar juntos por toda la eternidad. El shock de verse enterrado en un ataúd también era necesario, el vampiro tiene que darse cuenta de que está muerto, que ya no es ni será humano nunca más y pocas cosas lo demuestran tan contundentemente como salir de su propia tumba.
Afortunadamente el poder de su sangre hacía que sus vástagos no sufrieran una Sed tan feroz como la que sufrían los de otros vampiros más jóvenes. Eso y el amor que había visto en sus ojos cuando la mordió conferían esperanzas a Caín. Además, su primera comida iba a estar llena de amor y de pasión, esa joven pareja gótica no sabía el favor que le estaba haciendo al elegir esa noche para visitar el cementerio.
Cuando la mano de Susan se alzó de la tumba Caín la agarró y tiró con fuerza, su amada había vuelto a nacer.
Apoyado en la dura lápida de piedra, con la mente perdida en sus recuerdos, el hombre miraba la tierra donde su amor yacía enterrado.
Había resultado ridículamente fácil saltar la valla y esquivar al apático vigilante que, únicamente, pensaba en volver al calor de su garita. Más complicado le había resultado no tropezar con la pareja de góticos que, cubiertos por sus gabardinas negras de cuero, se amaban sobre la tumba de un poeta olvidado.
La noche, fría y lluviosa, reflejaba perfectamente su estado de ánimo, incluso las gotas de agua se confabulaban para reemplazar las lágrimas que ira incapaz de derramar. Su cuerpo, insensible a las inclemencias del tiempo, permanecía imperturbable mientras su mente vagaba por la sombría tierra de su pasado.
Tras la muerte de su primer amor, Eva, pensó que ya nunca sería capaz de volver a amar. El tiempo discurría para él como una sucesión de momentos sin más sentido que sobrevivir, un deambular de su cuerpo, sin alma, sin sentimientos ni objetivos.
Su corazón había permanecido congelado durante siglos hasta que Susan llegó a su vida. La primera vez que la vio supo, sin lugar a dudas, que ella sería suya, estaban hechos para estar juntos y a medida que la conocía sus pocas dudas se fueron disolviendo.
La verdad es que su amor no había sido fácil, había tenido que enfrentarse a la familia de Susan para poder estar con ella. Desde el principio, ella había estado de su parte defendiéndole ante todos y viendo una parte de él que permanecía oculta a ojos de los demás.
De repente, un sonido, el nacimiento de una esperanza. Dentro del ataúd su mujer despertaba, los puñetazos en la madera se sobreponían al ruido de la lluvia y a los gemidos de los amantes.
Había tenido éxito, aunque su mordisco tenía una efectividad bastante alta la ansiedad le estaba consumiendo. No quería perderla como a tantos buenos amigos a los que había intentado bendecir con la inmortalidad.
Ahora llegaba la parte más difícil, convencerla de que la muerte de su familia había sido necesaria. Al fin y al cabo, eran unos cazadores de vampiros muy cerrados de mente, incapaces de creer que un vampiro pudiera vivir sin matar a nadie. Susan, por el contrario, enseguida se dio cuenta de que él no era el vampiro que llevaba semanas matando a los vecinos del pueblo.
Hacía milenios que la Sed había dejado de atormentar a Caín, alguna ventaja tenía que tener ser el primer vampiro. El castigo divino había sido muy duro de sobrellevar y, durante muchísimos años, había sido poco más que una bestia sedienta de sangre. Sin embargo, poco a poco, el hombre se había impuesto, su sangre se había hecho más fuerte y la Sed había sido casi derrotada.
Por experiencias previas sabía que los primeros días de Susan iban a ser muy duros, ojala hubiera podido ahorrarle el dolor del Despertar pero convertirla era la única forma de poder estar juntos por toda la eternidad. El shock de verse enterrado en un ataúd también era necesario, el vampiro tiene que darse cuenta de que está muerto, que ya no es ni será humano nunca más y pocas cosas lo demuestran tan contundentemente como salir de su propia tumba.
Afortunadamente el poder de su sangre hacía que sus vástagos no sufrieran una Sed tan feroz como la que sufrían los de otros vampiros más jóvenes. Eso y el amor que había visto en sus ojos cuando la mordió conferían esperanzas a Caín. Además, su primera comida iba a estar llena de amor y de pasión, esa joven pareja gótica no sabía el favor que le estaba haciendo al elegir esa noche para visitar el cementerio.
Cuando la mano de Susan se alzó de la tumba Caín la agarró y tiró con fuerza, su amada había vuelto a nacer.