CT II - Cabalgando en su aliento - Mister Sogad
Publicado: 21 Oct 2017 20:24
CABALGANDO EN SU ALIENTO
Sonrió de manera cruel mientras disparaba una nueva tanda. Aferraba la Canon con suavidad, pero su mente bullía con imágenes de violencia mientras espiaba por el visor. Aquella chica le ponía, y le ponía mucho. Menudo culo tenía la muy guarra, y unas tetas… joder, ¡qué tetas! Valdría la pena morderlas hasta verlas sangrar. Ya lo creo que sí, jugosas, rojas. Con un fuerte deseo en la entrepierna se apresuró a echar un vistazo rápido en la pantalla de la cámara, a ver si tenía o no el permiso.
No, no estaba. La señal no aparecía. ¡Joder! A lo mejor haciendo las fotos desde otro ángulo... Pero sabía que no, las cosas no eran así. Frustrado le dio un puñetazo a la pared de la furgoneta. Ni el dolor ni la nueva abolladura le importaron lo más mínimo, en cuanto la rabia se disipó volvió a buscar un nuevo objetivo. Esta vez dejó la mente en blanco y simplemente disparó a personas al azar. Salió bien, en la rápida revisión su compañera apareció besando a una mujer trajeada cuya imagen había quedado congelada mientras gritaba por un teléfono móvil.
Chasqueó la lengua, no era fea, pero tampoco era su tipo. Echó otro vistazo al vaho condensado que salía de aquella tía para cerciorarse y luego salió de la furgo.
No fue difícil localizarla, estaba esperando el autobús mientras trataba de mantenerse bajo el tejadillo de la parada. Había empezado a llover. Se acercó con las manos en los bolsillos y se colocó lo más cerca que pudo, la marquesina estaba hasta arriba de gente. De soslayo la espió, las bocanadas de aliento salían descontroladas en el airado cruce de palabras que mantenía con su interlocutor. Escudriñó cada vaharada por si distinguía “a la sonriente”, pero sabía que era un gesto inútil, la señal solo aparecía en las fotografías. Por ahora. Estaba convencido que llegaría el momento en que no necesitaría de ninguna cámara para descubrir a los elegidos.
El bus se detuvo traqueteando. Siguió a la ejecutiva hasta el interior y luego simplemente se aseguró de bajar donde ella lo hacía. Zona de apartamentos, poco transitada con este frío y la jodida tormenta que se estaba desatando. No era fácil seguirla de cerca, un par de veces lo miró inquisitiva, hasta que se detuvo en una puerta y él pasó de largo.
La gente baja la guardia cuando llega a casa y al menos una puerta se interpone entre los desconocidos y ellos, le dio tiempo a regresar y espiar un poco por la cristalera. La mujer sacaba en ese momento un par de cartas del tercer buzón de la segunda hilera, contando desde la izquierda. Perfecto.
Regresó sin problemas a la furgoneta. En el camino dejó traslucir su buen humor, mientras la tormenta descargaba finalmente un chaparrón silbó Highway to hell unas cuantas veces. La lluvia no le molestaba, no era lo ideal para capturar el aliento, pero hoy ya había aparecido su presa y no debían faltar muchos días para que la nieve hiciera su aparición. Si todo iba bien podría disfrutar de nuevas víctimas tras acabar con la mujer trajeada.
Con espiarla de nuevo un par de días se dio por satisfecho, seguía la misma rutina para volver a casa, misma hora, mismo bus. Eligió el viernes simplemente porque habría otra tormenta, de las gordas. Así sería más fácil y tendría el fin de semana entero para jugar un poco.
Todo salió como esperaba. Tenía ya bastante destreza en las capturas. Golpe en la sien y arrastrar a la furgo, si alguien lo había visto sería demasiado tarde. Tipo grande en mono de trabajo con furgoneta blanca. Una vez lo habían tratado de detener en un control policial, no le costó abrirse paso con el parachoques. Hoy el mal tiempo lo salvaguardaba sin problema, menudo aguacero.
Nada más llegar al almacén y meterla en la sala la chica despertó. Miedo, asco, de sus ojos corrían dos regueros negros mientras suplicaba entre hipidos. La obligó a desnudarse y luego la examinó a conciencia. Demonios, no estaba mal, sin ropa ganaba bastante; no estaba buena, cómo a él le hubiera gustado, de echo estaba bastante delgada, pero tenía curvas. Castaña, piel clara, sus tetas eran firmes y el culo estaba en su sitio. El vello rizado apenas era una delgada línea que dejaba ver sin problema un coño rosadito. Lo iba a disfrutar, estaba seguro.
Logró arrancarle su temperamento tras una noche salvaje, el odio se solapó con el miedo y se deleitó con aquél coraje. El segundo día debía destruirla como persona, conseguir que no le importara que hiciera con ella lo que quisiera. Aguantó más que muchos hombres que habían pasado por sus manos. Aquella piel blanca su cubrió de moratones, arañazos y marcas de dientes. Cuando empezó a trabajar con el cuchillo volvieron las suplicas, las promesas desesperadas. No era eso lo que buscaba. La meta era la derrota total, la apatía, la muñeca de trapo que no quería ya tener que ver nada con este mundo.
El tercer día, por la tarde, no tuvo que despertarla y ya desde la entrada pudo ver los ojos apagados y la inexpresividad de la cara. Ya estaba hecho. Follársela en aquellas condiciones ya no le ponía, así que puso el aire al máximo y esperó a que bajara la temperatura lo suficiente. Cuando los alientos de ambos empezaron a ser visibles se acercó y mezcló una vaharada del suyo con el de ella. Pronto se materializó el ser, un demonio de humo blanco. La mujer pareció darse cuenta de la presencia de aquella cosa a pesar de todo, pero eso ya no importaba.
El monstruo lo miró y, como tantas otras veces, se imaginó que le sonreía, igual que hacía él mismo en aquél momento. Luego esperó impaciente mientras el demonio se volvía a la chica y extendía una zarpa. Hilachos negros comenzaron a salir de los poros de la piel femenina y se arremolinaron alrededor de la presencia, tejiendo y entretejiendo una fina mortaja que acabó por ajustarse a la forma del monstruo como una piel tersa y lustrosa. Abrió los simiescos brazos como si cogiera aire y luego se puso a andar alrededor de la chica. ¿Qué demonios hacía?
—Ya está, dame lo mío —Estaba impaciente.
Ni puto caso. Aquella mujer debía parecerle muy curiosa. Ahora alargaba una de las garras hacia su rostro aterrorizado. Mierda, llevaba semanas sin sentir el poder.
—Oye, venga. Lo he hecho de puta madre, como siempre. Estas aquí.
El monstruo lo miró con intensidad y él tragó saliva.
—Es que…
<<Silencio, mortal>>.
Algo iba mal. No recordaba haber hablado con el demonio más que las primeras veces, hacía años de aquello. Se pasó la lengua por los labios, de pronto hacía allí mucho frío y él no debería sentirlo.
<<Tu tiempo se ha extinguido>>.
—¿Qué?
De una zancada el ser lo cogió por el cuello y sus pies despegaron del suelo. Con la otra garra empezó a “sacarle los hilos”, como había visto hacer a tantos. Sin embargo, sus hebras eran rojas. Sintió más frío aún y notó como se le empezaba a enturbiar la cabeza.
—Esp… espera —Balbució.
Le costaba pensar.
—Lo he hecho bien… todos… todos estos años —La presión en su cuello aumentó–. ¿Por qué?
<<Silencio>>.
—…no… hazme como tú. Dame… dame el poder.
Los ojos demoníacos refulgieron un instante, pero lo soltó y cayó al suelo. Se sentía muy débil.
<<¿Cómo yo? ¿Quieres ser un demonio?>>.
La risa produjo una cacofonía de sonidos diversos, entre humana y animal, de muchos y de uno solo, ecos lejanos y fuertes carcajadas al oído. Todo a la vez.
<<Mírala. Ya lo eres>>.
Sus ojos tardaron un poco en enfocar hasta que pudo centrarse en la chica. Un guiñapo que se aferraba las rodillas, en su piel apenas había espacio para más heridas, bajo ella pequeños charcos de sangre pegajosa empezaban a cristalizar.
—Quiero más —Le soltó enfadado entre los labios amoratados.
<<Ven>>.
Entonces le tocó la cabeza, apenas un roce, y sintió náuseas y vértigo. Alrededor algo cambió, todo parecía temblar, sisear. Vomitó como un animal, a lo bestia.
<<Este es mi mundo>>.
Su curiosidad se impuso a la agonía de sus entrañas y miró con avidez. Parecía una extraña dislocación del mismo mundo en que estaban hacía tan solo un segundo. Allí estaba la sala, con las paredes de azulejos blancos, la puerta metálica, el suelo moteado de manchas encarnadas y la mujer asustada. Pero todo tenía un toque irreal, como si temblara, cada cosa parecía tratar de querer enfocarse, materializarse, pero no podía. Los contornos se dividían, los perfiles se multiplicaban, era como estar observando un terremoto a cámara muy lenta. Y los colores… estaban hipersaturados, cada tono dañaba la vista. Pero había algo más, podredumbre, aquí y allá; azulejos cuyos bordes estaban amarronados, desgastados; metales donde la herrumbre estaba a punto de darse un festín; y la chica… a su alrededor se había formado un halo negruzco, que pasaba del granate al verde oscuro y de ahí se fundía a negro.
<<Mírame>>.
Asombrado descubrió a un muchacho desgarbado con los ojos del monstruo y una sonrisa entre divertida y cruel.
—Eres… ¿eres humano?
La sonrisa se ensanchó mientras el joven se llevaba una mano a la barbilla y hacía un teatral gesto pensativo.
<<Quizá lo fui, quizá vaya a serlo>>.
Confundido sacudió la cabeza.
—Juegas conmigo, esto no es real.
<<¿No?>>.
De nuevo se vio agarrado por el cuello y fue lanzado a través de una de las paredes. Notó el impacto, sus huesos crujieron, pero de alguna manera atravesó el muro, mientras este permanecía en pie.
Reconoció el polígono y trató de levantarse. El dolor lo asaeteó. A lo lejos un chillido estridente le puso los pelos de punta. El origen era un anciano que lo miraba con avidez, luego se puso a cuatro patas y se lanzó a por él. No dudó un instante, aquél era otro demonio. Gimoteó descontrolado, pues el terror que sentía era asfixiante.
<<Podría dejar que jugara contigo>>.
El muchacho apareció a su lado con los brazos cruzados. El viejo se acercaba velozmente.
—No, por favor —Logró articular.
El chico le puso una mano sobre el brazo y entonces sintió el poder. Vitalidad, fuerza, el absoluto control sobre sí mismo. A unos pasos el anciano se detuvo dubitativo, luego se dio la vuelta y huyó.
<<Es un Antiguo menor>>.
Sintió el desprecio del demonio y se preguntó a qué se refería, pero tenía ansias de cazar, de ir tras aquél viejo y…
<<No>>.
No discutió, se sentía invencible pero no era estúpido, incluso lleno de poder podía sentir la enorme diferencia entre ambos.
Lo siguió de nuevo a la sala, ni siquiera notó nada al atravesar la pared.
<<Dentro de poco habrá una vacante en este mundo>>.
El muchacho miraba a la mujer con una sonrisa.
—El tuyo —Lo comprendió al instante—. Serás humano a través de ella.
<<¿Humano? Tal vez>>.
—Yo podría…
<<Si ocupas mi lugar no te será fácil reunir poder suficiente para lo que anhelas>>.
—Pero la otra opción es…
<<Desaparecer>>.
El mundo volvió a girar sobre sí mismo y regresaron a la realidad. En el mismo instante se derrumbó sobre el suelo, regresaban el dolor y las náuseas. Pero aún persistía algo de poder, así que respiró y se levantó.
El demonio lo miró intensamente y luego fijó sus ojos en la chica.
<<Libérala y espera, tendrás lo que deseas>>.
—¿Cuándo?
Pero ya el ser se deshilachaba introduciéndose entre los labios de la aterrorizada mujer.
Sonrió de manera cruel mientras disparaba una nueva tanda. Aferraba la Canon con suavidad, pero su mente bullía con imágenes de violencia mientras espiaba por el visor. Aquella chica le ponía, y le ponía mucho. Menudo culo tenía la muy guarra, y unas tetas… joder, ¡qué tetas! Valdría la pena morderlas hasta verlas sangrar. Ya lo creo que sí, jugosas, rojas. Con un fuerte deseo en la entrepierna se apresuró a echar un vistazo rápido en la pantalla de la cámara, a ver si tenía o no el permiso.
No, no estaba. La señal no aparecía. ¡Joder! A lo mejor haciendo las fotos desde otro ángulo... Pero sabía que no, las cosas no eran así. Frustrado le dio un puñetazo a la pared de la furgoneta. Ni el dolor ni la nueva abolladura le importaron lo más mínimo, en cuanto la rabia se disipó volvió a buscar un nuevo objetivo. Esta vez dejó la mente en blanco y simplemente disparó a personas al azar. Salió bien, en la rápida revisión su compañera apareció besando a una mujer trajeada cuya imagen había quedado congelada mientras gritaba por un teléfono móvil.
Chasqueó la lengua, no era fea, pero tampoco era su tipo. Echó otro vistazo al vaho condensado que salía de aquella tía para cerciorarse y luego salió de la furgo.
No fue difícil localizarla, estaba esperando el autobús mientras trataba de mantenerse bajo el tejadillo de la parada. Había empezado a llover. Se acercó con las manos en los bolsillos y se colocó lo más cerca que pudo, la marquesina estaba hasta arriba de gente. De soslayo la espió, las bocanadas de aliento salían descontroladas en el airado cruce de palabras que mantenía con su interlocutor. Escudriñó cada vaharada por si distinguía “a la sonriente”, pero sabía que era un gesto inútil, la señal solo aparecía en las fotografías. Por ahora. Estaba convencido que llegaría el momento en que no necesitaría de ninguna cámara para descubrir a los elegidos.
El bus se detuvo traqueteando. Siguió a la ejecutiva hasta el interior y luego simplemente se aseguró de bajar donde ella lo hacía. Zona de apartamentos, poco transitada con este frío y la jodida tormenta que se estaba desatando. No era fácil seguirla de cerca, un par de veces lo miró inquisitiva, hasta que se detuvo en una puerta y él pasó de largo.
La gente baja la guardia cuando llega a casa y al menos una puerta se interpone entre los desconocidos y ellos, le dio tiempo a regresar y espiar un poco por la cristalera. La mujer sacaba en ese momento un par de cartas del tercer buzón de la segunda hilera, contando desde la izquierda. Perfecto.
Regresó sin problemas a la furgoneta. En el camino dejó traslucir su buen humor, mientras la tormenta descargaba finalmente un chaparrón silbó Highway to hell unas cuantas veces. La lluvia no le molestaba, no era lo ideal para capturar el aliento, pero hoy ya había aparecido su presa y no debían faltar muchos días para que la nieve hiciera su aparición. Si todo iba bien podría disfrutar de nuevas víctimas tras acabar con la mujer trajeada.
Con espiarla de nuevo un par de días se dio por satisfecho, seguía la misma rutina para volver a casa, misma hora, mismo bus. Eligió el viernes simplemente porque habría otra tormenta, de las gordas. Así sería más fácil y tendría el fin de semana entero para jugar un poco.
Todo salió como esperaba. Tenía ya bastante destreza en las capturas. Golpe en la sien y arrastrar a la furgo, si alguien lo había visto sería demasiado tarde. Tipo grande en mono de trabajo con furgoneta blanca. Una vez lo habían tratado de detener en un control policial, no le costó abrirse paso con el parachoques. Hoy el mal tiempo lo salvaguardaba sin problema, menudo aguacero.
Nada más llegar al almacén y meterla en la sala la chica despertó. Miedo, asco, de sus ojos corrían dos regueros negros mientras suplicaba entre hipidos. La obligó a desnudarse y luego la examinó a conciencia. Demonios, no estaba mal, sin ropa ganaba bastante; no estaba buena, cómo a él le hubiera gustado, de echo estaba bastante delgada, pero tenía curvas. Castaña, piel clara, sus tetas eran firmes y el culo estaba en su sitio. El vello rizado apenas era una delgada línea que dejaba ver sin problema un coño rosadito. Lo iba a disfrutar, estaba seguro.
Logró arrancarle su temperamento tras una noche salvaje, el odio se solapó con el miedo y se deleitó con aquél coraje. El segundo día debía destruirla como persona, conseguir que no le importara que hiciera con ella lo que quisiera. Aguantó más que muchos hombres que habían pasado por sus manos. Aquella piel blanca su cubrió de moratones, arañazos y marcas de dientes. Cuando empezó a trabajar con el cuchillo volvieron las suplicas, las promesas desesperadas. No era eso lo que buscaba. La meta era la derrota total, la apatía, la muñeca de trapo que no quería ya tener que ver nada con este mundo.
El tercer día, por la tarde, no tuvo que despertarla y ya desde la entrada pudo ver los ojos apagados y la inexpresividad de la cara. Ya estaba hecho. Follársela en aquellas condiciones ya no le ponía, así que puso el aire al máximo y esperó a que bajara la temperatura lo suficiente. Cuando los alientos de ambos empezaron a ser visibles se acercó y mezcló una vaharada del suyo con el de ella. Pronto se materializó el ser, un demonio de humo blanco. La mujer pareció darse cuenta de la presencia de aquella cosa a pesar de todo, pero eso ya no importaba.
El monstruo lo miró y, como tantas otras veces, se imaginó que le sonreía, igual que hacía él mismo en aquél momento. Luego esperó impaciente mientras el demonio se volvía a la chica y extendía una zarpa. Hilachos negros comenzaron a salir de los poros de la piel femenina y se arremolinaron alrededor de la presencia, tejiendo y entretejiendo una fina mortaja que acabó por ajustarse a la forma del monstruo como una piel tersa y lustrosa. Abrió los simiescos brazos como si cogiera aire y luego se puso a andar alrededor de la chica. ¿Qué demonios hacía?
—Ya está, dame lo mío —Estaba impaciente.
Ni puto caso. Aquella mujer debía parecerle muy curiosa. Ahora alargaba una de las garras hacia su rostro aterrorizado. Mierda, llevaba semanas sin sentir el poder.
—Oye, venga. Lo he hecho de puta madre, como siempre. Estas aquí.
El monstruo lo miró con intensidad y él tragó saliva.
—Es que…
<<Silencio, mortal>>.
Algo iba mal. No recordaba haber hablado con el demonio más que las primeras veces, hacía años de aquello. Se pasó la lengua por los labios, de pronto hacía allí mucho frío y él no debería sentirlo.
<<Tu tiempo se ha extinguido>>.
—¿Qué?
De una zancada el ser lo cogió por el cuello y sus pies despegaron del suelo. Con la otra garra empezó a “sacarle los hilos”, como había visto hacer a tantos. Sin embargo, sus hebras eran rojas. Sintió más frío aún y notó como se le empezaba a enturbiar la cabeza.
—Esp… espera —Balbució.
Le costaba pensar.
—Lo he hecho bien… todos… todos estos años —La presión en su cuello aumentó–. ¿Por qué?
<<Silencio>>.
—…no… hazme como tú. Dame… dame el poder.
Los ojos demoníacos refulgieron un instante, pero lo soltó y cayó al suelo. Se sentía muy débil.
<<¿Cómo yo? ¿Quieres ser un demonio?>>.
La risa produjo una cacofonía de sonidos diversos, entre humana y animal, de muchos y de uno solo, ecos lejanos y fuertes carcajadas al oído. Todo a la vez.
<<Mírala. Ya lo eres>>.
Sus ojos tardaron un poco en enfocar hasta que pudo centrarse en la chica. Un guiñapo que se aferraba las rodillas, en su piel apenas había espacio para más heridas, bajo ella pequeños charcos de sangre pegajosa empezaban a cristalizar.
—Quiero más —Le soltó enfadado entre los labios amoratados.
<<Ven>>.
Entonces le tocó la cabeza, apenas un roce, y sintió náuseas y vértigo. Alrededor algo cambió, todo parecía temblar, sisear. Vomitó como un animal, a lo bestia.
<<Este es mi mundo>>.
Su curiosidad se impuso a la agonía de sus entrañas y miró con avidez. Parecía una extraña dislocación del mismo mundo en que estaban hacía tan solo un segundo. Allí estaba la sala, con las paredes de azulejos blancos, la puerta metálica, el suelo moteado de manchas encarnadas y la mujer asustada. Pero todo tenía un toque irreal, como si temblara, cada cosa parecía tratar de querer enfocarse, materializarse, pero no podía. Los contornos se dividían, los perfiles se multiplicaban, era como estar observando un terremoto a cámara muy lenta. Y los colores… estaban hipersaturados, cada tono dañaba la vista. Pero había algo más, podredumbre, aquí y allá; azulejos cuyos bordes estaban amarronados, desgastados; metales donde la herrumbre estaba a punto de darse un festín; y la chica… a su alrededor se había formado un halo negruzco, que pasaba del granate al verde oscuro y de ahí se fundía a negro.
<<Mírame>>.
Asombrado descubrió a un muchacho desgarbado con los ojos del monstruo y una sonrisa entre divertida y cruel.
—Eres… ¿eres humano?
La sonrisa se ensanchó mientras el joven se llevaba una mano a la barbilla y hacía un teatral gesto pensativo.
<<Quizá lo fui, quizá vaya a serlo>>.
Confundido sacudió la cabeza.
—Juegas conmigo, esto no es real.
<<¿No?>>.
De nuevo se vio agarrado por el cuello y fue lanzado a través de una de las paredes. Notó el impacto, sus huesos crujieron, pero de alguna manera atravesó el muro, mientras este permanecía en pie.
Reconoció el polígono y trató de levantarse. El dolor lo asaeteó. A lo lejos un chillido estridente le puso los pelos de punta. El origen era un anciano que lo miraba con avidez, luego se puso a cuatro patas y se lanzó a por él. No dudó un instante, aquél era otro demonio. Gimoteó descontrolado, pues el terror que sentía era asfixiante.
<<Podría dejar que jugara contigo>>.
El muchacho apareció a su lado con los brazos cruzados. El viejo se acercaba velozmente.
—No, por favor —Logró articular.
El chico le puso una mano sobre el brazo y entonces sintió el poder. Vitalidad, fuerza, el absoluto control sobre sí mismo. A unos pasos el anciano se detuvo dubitativo, luego se dio la vuelta y huyó.
<<Es un Antiguo menor>>.
Sintió el desprecio del demonio y se preguntó a qué se refería, pero tenía ansias de cazar, de ir tras aquél viejo y…
<<No>>.
No discutió, se sentía invencible pero no era estúpido, incluso lleno de poder podía sentir la enorme diferencia entre ambos.
Lo siguió de nuevo a la sala, ni siquiera notó nada al atravesar la pared.
<<Dentro de poco habrá una vacante en este mundo>>.
El muchacho miraba a la mujer con una sonrisa.
—El tuyo —Lo comprendió al instante—. Serás humano a través de ella.
<<¿Humano? Tal vez>>.
—Yo podría…
<<Si ocupas mi lugar no te será fácil reunir poder suficiente para lo que anhelas>>.
—Pero la otra opción es…
<<Desaparecer>>.
El mundo volvió a girar sobre sí mismo y regresaron a la realidad. En el mismo instante se derrumbó sobre el suelo, regresaban el dolor y las náuseas. Pero aún persistía algo de poder, así que respiró y se levantó.
El demonio lo miró intensamente y luego fijó sus ojos en la chica.
<<Libérala y espera, tendrás lo que deseas>>.
—¿Cuándo?
Pero ya el ser se deshilachaba introduciéndose entre los labios de la aterrorizada mujer.