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«Culo de mal asiento», «Quien se va a Sevilla pierde su silla», «Tener guardadas las espaldas», «A palo seco», «Vete a la porra».
Cabe preguntarse no sólo qué significan, sino de dónde provienen y cuál es el uso correcto que debemos darle.
Este libro nos permitirá repasar nuestro acervo cultural mientras disfrutamos de las anécdotas históricas a las que cada uno nos remite.
Este libro me ha encantado. Es para ir leyendo poco a poco y sorprenderse de los muchos dichos de nuestra tierra así como de sus raices,
leyendas, cuentos que han originado y discusiones. Tan didáctico como entretenido.
Un ejemplo:
La docenica del fraile
Se aplica al conjunto de trece cosas.
El origen de esta expresión es el siguiente: cierto fraile mendicante se presentó
en una huevería a comprar una docena de huevos. «Como son para distintas personas
—dijo a la dueña—, me va a hacer favor de despachármelos separados, en la forma
que yo le diga: para el padre prior, media docena (y separó seis); el padre guardián
me encargó un tercio de docena (y agregó cuatro a los anteriores), y para mí, que soy
más pobre, un cuarto de docena».
Tomó tres más, abonó la docena y se marchó. Dicen que repitió la suerte varias
veces, hasta que la cándida dueña se percató de la argucia del fraile.
Alejandro Dumas cuenta en su libro De París a Cádiz. Viaje por España que
cuando en octubre de 1846 entró en nuestro país y almorzó en Vitoria, le pidió a la
hostelera un par de huevos. La hostelera indagó:
—¿Qué desea usted: un par de huevos para fraile o para seglar?
—¿En qué se diferencia uno de otro? —preguntó él a su vez, extrañadísimo.
—Un par de huevos para fraile se compone de tres huevos, y un par de huevos
para seglar se compone de dos —le aclaró la hospedera.
Y comenta Dumas: «Se comprende que antes de la revolución que los ha
expulsado de España, los frailes gozaban de grandes privilegios que se han
convertido ahora en vanos proverbios».
Como dije en mi libro Vitoria y los viajeros del siglo romántico, estoy casi seguro
de que Dumas miente y confunde las cosas. Habría oído el dicho proverbial «La
docenica del fraile» (trece), pero, como es francés y novelista, no tiene inconveniente
en hacerle decir a la hostelera lo que a él se le ocurrió para añadir un poco de
pimienta a su relato. Pensemos que había sido cocinero (aunque no fraile
precisamente) y era amigo de las especias.
A propósito del par de huevos de tres huevos, leí en los Cuentos y chascarrillos
andaluces, de Juan Valera, que un joven estudiante quiso lucir sus artes de dialéctica
mientras almorzaba con su padre y su madre. De un par de huevos pasados por agua
que había en un plato escondió uno con ligereza y le preguntó al autor de sus días:
—¿Cuántos huevos hay en el plato?
—Uno —contestó el padre.
El estudiante puso en el plato el otro que tenía en la mano.
—Y ahora, ¿cuántos hay?
—Dos.
—Pues entonces —replicó el estudiante—, dos que hay ahora y uno que había
antes suman tres. Luego son tres los huevos que hay en el plato.
El padre se quedó atortolado, no acertando a descifrar el sofisma. Pero la madre
decidió la cuestión. Puso un huevo en el plato de su marido, tomó otro para ella, y
dijo a su sabio vástago:
—El tercero cómetelo tú.
Este libro lo tienen mis padres en casa desde hace muchos años ý muchas veces lo he consultado para conocer el origen de tal o cual dicho. Me alegro mucho de que le hayas abierto hilo, salvatraca.
"He buscado el descanso y sólo lo he encontrado en un rincón leyendo un libro" (Tomás de Kempis)