El tiempo amarillo - Fernando Fernán Gómez

[RAOUL]

El título del libro procede de unos versos de Miguel Hernández: "...un día / se pondrá el tiempo amarillo / sobre mi fotografía". El cómico, escritor y director de cine Fernando Fernando Fernán-Gómez ha vuelto a poner su tiempo amarillo con una nueva entrega de sus memorias. El tiempo amarillo (Debate) reúne en un solo volumen estos nuevos recuerdos de la última década y los publicados hace ocho años. La obra llega a las 700 páginas, a pesar de que el autor dijo ayer, en una presentación sonada, que no le gustan nada los libros gordos y que "es mucho mejor no fiarse de las memorias".

El acto de presentación, celebrado en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, fue un verdadero espectáculo en el que hubo de todo:inteligencia, sorna, largo aliento literario y cinéfilo, muchas carcajadas del auditorio y gran traca final. Tras ser rodeado por una nube de cámaras y fotógrafos, Fernán-Gómez bajó del estrado y entonces un hombre se acercó a él con la edición antigua de las memorias en la mano, pidiéndole que se la firmara. El autor se negó, el hombre insistió, Fernán-Gómez volvió a negarse y tiró el libro al suelo. El hombre le llamó "maleducado", y ardió Troya. Sacando su voz más cavernaria, que calló a las 300 o 400 personas presentes en la Sala de Columnas, el actor mostró su indignación con todo tipo de gritos y epítetos. Antes, en cambio, todo había sido pacífico y divertido. José Luis Borau, director de la Academia del Cine, habló durante media hora sobre el libro y el autor con parecida admiración. "Es una delicia oírle mientras escribe, no sé si porque tenemos su voz metida dentro o porque escribe igual de bien que habla", dijo Borau. Casi todo transcurrió entre carcajadas, sobre todo el breve pero muy surrealista coloquio que Fernán-Gómez mantuvo con el público, mayoritariamente ancianos y jóvenes. La gente preguntó cosas como éstas: "Hábleme de La república de Platón"; "¿Por qué han hecho este libro tan gordo?"; "¿Es verdad, amigo Fernando, que tiene un pie aquí y otro en la lengua [se refería a la Academia de la Lengua]?"

Fernán-Gómez aguantó el chaparrón con su habitual ironía, y, como había anunciado, habló muy poco del libro, aunque leyó el pasaje que introduce los nueve nuevos capítulos. En él, aborda el asunto de la veracidad o falsedad del género de las memorias, y lo zanja con algún ejemplo definitivo. Manuel Alexandre, él y Rafael Alonso estudiaron juntos hace 60 años en la Escuela de Arte Dramático. "Alexandre recuerda que yo estoy equivocado en mis recuerdos de aquella escuela. Y Rafael Alonso recuerda que ni Alexandre ni yo estudiábamos allí".

La anécdota resume bastante bien el espíritu que recorre esas casi 200 páginas que amplían la "frágil y traicionera" memoria de Fernán-Gómez. Con su prosa precisa, llena de frescura e ironía -"debo admitir que, ya desde mi juventud, la ironía es una tendencia que, según mis amigos, se da en mí; como defecto, desde luego"-, el cómico narra innumerables historias, cuenta sus sueños reales, habla con emoción de los amigos que se fueron, regresa a la infancia -"yo siempre la he tenido muy presente; y me han dicho que también es un defecto"-, propone reflexiones, recoge citas y frases memorables, hace crítica de cine (casi toda a favor) y repasa la última parte de su ingente catálogo de trabajos (van más de 150 películas).

"El tiempo pasa sigiloso", escribe Fernán-Gómez, y han pasado ya los días de la "vida irregular y noctívaga". "Los urbanistas, los arquitectos, los especuladores del terreno, los banqueros que necesitan los cafés para sucursales y la gente del campo que invade las ciudades... han logrado casi acabar con la amistad". La vejez ha llegado, al menos aparentemente, y, a veces, Fernán-Gómez parece caer en la melancolía: "Soy viejo. Cuando releo o intento releer mis memorias, a veces se me nublan los ojos. El inicio del llanto me impide seguir la lectura...". Pero enseguida, en el mismo párrafo, se desmiente a sí mismo: "...Tengo que detenerme, enjugarme las lágrimas, sonarme los mocos. Me acaba de ocurrir en una de las primeras páginas, la 28, cuando evoco una de las calles de mi infancia".

Pero, según dice en el breve cuestionario que el autor ha respondido a este periódico, en el libro "no hay más desesperanza que la natural a esta edad". Y añade: "Al contrario, creo que el final es esperanzador". Al final,Fernán-Gómez está sentado en su jardín, esperando a unos amigos, a su compañera y una nueva oferta de trabajo.
Artículo publicado en "El País" el 22 de octubre de 1998

[Chubbchubb]

Ale, otro libro de memorias que pasa a la lista de futuro no ficcion que quiero leer...
Raoul, ¿por qué siempre me tientas de esta manera? Aún tengo pendiente el de Cansino(s), el de Jardiel,...

[pfanner]

Siempre he querido comprarlo, pero cuando lo encontraba acababa dejándolo pasar porque Fernán Gómez no paraba de sacar nuevas ediciones con añadidos de un puñado de años más. Y decidí esperarme a que palmara, . Creo que ahora no sería un mal momento para comprarlo, por fin .

[Chubbchubb]

pfanner... ¿Un pelín al extremo eso de que no hay mal que por bien no venga, no?...

[pfanner]

Bueno, no he tenido que esperar demasiado, .

[Chubbchubb]

Pues yo hubiera preferido esperar un poco más y haber podido seguir completando sus memorias, y de pasada dejándonos joyitas como las que dejó... Porque tendría el carácter que tuviera, pero era genial...

[pfanner]

No, no, si era todo broma, yo también soy uno de sus admiradores. Era, como decían por ahí, un genio del Renacimiento, porque lo hacía todo y además bien. Hubiera preferido, en efecto, esperar los años que hicieran falta.

[Chubbchubb]

Ya, hombre, ya me supongo que era todo broma

[RAOUL]

Chubb, no te tiento, que sólo me entretengo. Hasta que su frenética persona pueda posarse en l frente del judío sevillano.

He leído la primera parte. He llegado, por tanto, hasta el momento en que la madre y la abuela de Fernando, dos mujeres solas en mitad de una guerra a las que les está creciendo en casa un hombre, deciden que el chico empiece provisionalmente a trabajar en el teatro, como comparsa, hasta que acabe la cosa, "esto", la "locura fratricida", y pueda entrar en la Universidad y procurarse una carrera y un futuro.
El arranque está muy bien, porque el libro se inicia justo el día de 1980 en que Fernando Fernán Gómez recibe la medalla de oro al Mérito en las Bellas Artes. Entonces, al ser saludado por el rey, el rostro de Juan Carlos I le evoca el de su abuelo, y por ahí se ve de nuevo en el 14 de abril de 1931, cuando Alfonso XIII abdicó. A partir de ahí empieza a a repasar sus recuerdos, comenzando por el que conserva de su abuela llevándole de la mano a la Puerta del Sol para asistir a la proclamación de la República("para que así tengas cosas que contarle a tus nietos"). En realidad la niñez de Fernando que se va desglosando en esta primera parte, fuera de la circunstancia de no tener padre y de crecer rodeado de mujeres, su madre y su abuela (a quienes va dedicado este libro) y el largo de número de criadas que van desfilando por la casa, no tiene rasgos extraordinarios (fuera de la relación con la farándula por vía materna, cuya fundamental consecuencia eran largas separaciones de su madre). Sus juegos, sus lecturas, sus aficiones, sus pensamientos, sus intereses, sus estudios, no presentan ningún rasgo excepcional, son muy normales.
Todo está muy bien contado, a veces un poco deslavazado, con un estilo que yo calificaría de muy contenido, salvo acaso en un par de momentos. El confesaba que al releer fragmentos de estas Memorias, como cuando se describe una calle de su infancia, se le humedecían los ojos, pero para el lector no hay percepción de concesiones al sentimentalismo.

Pfanner Tienes razón en eso. Yo estoy leyendo una primera edición de bolsillo, con una Memorias que van de 1921 a 1987. No la completa y definitiva, por tanto. En los años 90 publicó una versión corregida y aumentada. Lo de corregida él lo contaba con bastante gracia - en el artículo de El País se ve-, porque mucha gente le decía "oye, esto que cuentas no ocurría allí sino aquí" o "no ibas conmigo sino con fulanito".

[Chubbchubb]

Chubb, no te tiento, que sólo me entretengo. Hasta que su frenética persona pueda posarse en la frente del judío sevillano.

Eres un sol

Pero me tientas, me tientas... Y más con estos comentarios que le dan al libro una pinta tan apetecible...

[RAOUL]

Pues la segunda parte empieza con el instante crucial en que hay que ponerle nombre artístico al niño. Porque reconozcamos que si Fernando Fernán-Gómez se hubiera llamado Fernando Fernández pues no hubiera podido jamás llegar a ser Fernando Fernán-Gómez

El nombre Fernán-Gómez lo cogió de su madre, a quien a su vez se lo puso María Guerrero cuando empezó a trabajar en su compañía. El caso es que él dice que hubiera preferido llamarse Fernando Fernández y que el acierto del Fernán-Gómez, si lo hay, lo admite sólo en lo que pueda tener de homenaje a su madre.

[Chubbchubb]

¡Eso, tú sigue ahí poniéndome los dientes largos!... María Guerrero, compañía teatral, nombres artísticos,...

[Josephine Maine]

RAOUL, hoy estaba pensando en abrir hilo del libro y cuando entro para hacerlo veo que lo has creado tú. ¡Qué coincidencia!

Como habéis comentado El tiempo amarillo se llamó a las memorias de Fernán-Gómez que abarcan desde 1921-1987. Posteriormente, en 1998 se publicó una nueva edición ampliada que contenía sus memorias hasta 1997; recibió el nombre de El tiempo amarillo: Memorias ampliadas (1921-1997).

He estado trabajando con este libro y me ha parecido muy interesante. Me han gustado las anécdotas que cuenta el autor (muchas de ellas inspiran distintos momentos de Las bicicletas son para el verano) y el deseo por homenajear a los actores y actrices (hay fragmentos preciosos).

Raoul, me encanta la parte que comentas en la que dan vueltas sobre qué nombre artístico debería ponerse .

[Chubbchubb]

¡Ale, la otra! Ya estáis ahí los dos dale que te pego con los datos interesantes, los comentarios suculentos, y las tentaciones irresistibles... Sois malos

[RAOUL]

Hombre, Chubb, es que una actriz que se precie tiene que leerse estas cosas . Hay otra parte muy interesante en el que reflexiona sobre la forma de decir el teatro en verso (desde la enfática y separando, pausando los versos -"rengloneando" que se le llama en el argot-, hasta las recomendaciones de María Guerrero o ya la digamos "escuela naturalista" que intentaba por todos los medios decir el verso como si fuera prosa).

Ya he acabado la parte de la guerra y, en realidad, toda la segunda parte de las Memorias. Sería interesante, como dice Jo, a la luz de lo que se cuenta, releer Las bicicletas son para el verano.

Una de las cosas que se confirman a lo largo de las Memorias son dos características de la personalidad de Fernán Gómez que yo pienso que dejó bastante claras: su gran timidez y su desarrolladísimo sentido del ridículo. Hombre muy pudoroso con mucha tendencia al rubor lo era, muy acusadamente de joven. El se justifica en ese pudor para no dar demasiada cuenta de sus andanzas amorosas, pese a considerar siempre mucho más importantes los lances íntimos que los profesionales. Creo, sin embargo, que llega a explica muy bien su postura y su sentimiento en esta parte de la vida

Se ha insistido bastante en que el amor es una enfermedad; para mí la enfermedad es el desamor, y eso que llamamos amor es el remedio, la medicina buscada, y para muchos inexistente, que nos cure del desamor, del presentimiento de soledad inminente con que el hombre se ve a cada momento amenazado. "Amé cuanto ellas pueden tener de hospitalario", dijo don Antonio, y nunca mejor expresado lo que algunos buscamos por medio del amor, en la pareja, aunque al final acaben dándonos con la puerta del hospital en las narices.
En este conseguirlas y ser abandonado, en este múltiple intento de lograr pareja, una pareja en la que haya algo más que compañía, recuerdos y proyectos, ese algo más que llamamos amor y que roza las zonas del espíritu, sin que sepamos lo que son ninguna de las dos cosas, en ese intento, digo, se le van a uno los años, trabando, intentando trabar -contra el consejo de muchos- el amor con el trabajo, para que el trabajo no esté falto de amor

Como dice Jo hay muchas anécdotas (magnífica la de su debut fracasado como actor profesional, o la del macferlan, la de su pregón en "En Flandes se ha puesto el sol" o su experiencia como regista). Pero estas memorias son benevolentes. Fernándo Gómez habla bien, y si puede con cariño, de casi todo el mundo ( si los años nos hacen más sabios, entonces nos harán más piadosos, pienso). Incluso, por ejemplo, en el episodio del reencuentro con su padre - que es verdaderamente fuerte y duro y para decirle cuatro cosas al buen señor- se guarda su ira. Por otro lado, en esta parte hay páginas dedicadas a las mujeres de su vida, particularmente a su abuela, que tras la guerra se derrumba físicamente y va avanzando en su soledad como en un pasillo oscuro que le llevará a la muerte, verdaderamente conmovedoras.

Por lo demás, en el terreno profesional merecen destacarse sus primeros papeles en compañías
hasta su fichaje y descubrimiento para el Teatro de la Comedia, con el propio Jardiel de mentor, que se fija en él tras verlo en sus cinco frases de Eloísa y que luego le da un papel importante en "Los ladrones somos gente honrada" y s elo lleva d egira. Y desde luego aporta datos muy interesantes sobre el ambiente de la farándula de la época y sobre la forma de trabajo de las compañías de entonces, de la guerra y la primera posguerra. El caso es que él con sólo 22 años ya le llama Cifesa, con lo cual no tiene mucho de qué quejarse.