Magnífico retrato de una de las ciudades más emblemáticas del mundo durante los años treinta del siglo XX, a la que Paul Morand dota de vida propia. La detallada descripción de todos sus rincones, su historia, su enormidad sin límites, sus grandes contradicciones, nos proporcionan una información de primer orden para interpretar su presente y su importancia como referente fundamental de la cultura occidental.
Cuando se escribió este libro, acababa de acontecer el crack de la bolsa de Nueva York. Sin duda, gusta descubrir cómo era la sociedad en 1929, no muy diferente de la que describe más escuetamente Enrique Criado en La ciudad de los rascacielos unos doce años antes. Sin duda, sorprende. Se visitan de nuevo lugares que ya no existen, que demolieron o cambiaron de sitio. Y, sin embargo, pareces estar viendo la misma ciudad, aunque todavía no existan el Empire State Building ni el Chrysler. Lo único que encuentro criticable es la postura algo racista del autor, defensor de la raza aria y sus progresos, como deja claro en varias ocasiones.