The Heresy of formlessness - Martin Mosebach (2002)

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Bufo Alvarius
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The Heresy of formlessness - Martin Mosebach (2002)

Mensaje por Bufo Alvarius »

No publicado en castellano. Versión inglesa:

Editorial: Ignatius Press.

Autor: Martin Mosebach. 31 de julio de 1951 (edad 65), Frankfurt, Alemania.

Desde hace un tiempo, tengo deseos de experimentar una misa católica al modo antiguo (tridentino). En España, por desgracia, no es fácil. Compré este libro queriendo saber qué argumentos tenían los defensores de la vieja liturgia, pero me he encontrado con algo mucho más profundo que eso. De hecho, lo que Mosebach (con un estilo literario de primera, por cierto) viene a decirnos es que entrar en este debate con argumentos puramente históricos, técnicos o pragmáticos sería precisamente alimentar el mal que hizo que el Novus Ordo entrara en vigor, destripar a un ser vivo para analizar el funcionamiento de sus órganos internos. Por eso, el autor va al corazón mismo de los elementos que conforman la vieja liturgia e intenta mostrarnos su sentido profundo y su misterio (sus comentarios eruditos e históricos son abundantes e interesantísimos, ojo, pero secundarios para la labor de Mosebach). En su camino, este hace singulares paradas, algunas de las cuales son de lo mejorcito del libro, desde su finísima digresión sobre el canto gregoriano hasta una magistral explicación de la Última Cena (de las mejores que haya leído jamás). Nadie ha descrito tan bien el modo en el que ese singular personaje llamado Jesucristo acabó con todos los sacrificios, humanos y animales, que los humanos habían practicado desde tiempos inmemoriales; y cómo los aniquiló desde dentro (la fiesta de Pascua judía y el sacrificio del cordero) y a través, paradójicamente, de un sacrificio más (el último, el más grande de todos, el suyo, el que iba a tener lugar justo un día después). Una jugada maestra.

Pero, volviendo a la vieja liturgia que defiende este libro, al leerlo te viene a la mente ese instante en el que Pompeyo entra en el Templo de Jerusalén y se planta frente al sáncta sanctórum, cubierto con un velo desde la noche de los tiempos, el mismísimo corazón de la espiritualidad judía durante centenares y centenares de años. Descorre el velo, en un gesto de orgullo sacrílego, y lo que ve le llena de una inmensa satisfacción: no hay absolutamente nada tras él. Abandona el Templo con la triunfante sensación de que, con su gesto, ha iluminado la mente de los pobres devotos judíos. Pero el romano se equivocaba de cabo a rabo. Pompeyo no pudo o no quiso ver lo esencial: que aquella cortina no velaba el mensaje; aquella cortina contenía el mensaje que animaba a los creyentes judíos que acudían al Templo.

Pues bien, algo parecido ocurre con la antigua liturgia que Mosebach describe en este libro (otro velo que no esconde, sino que contiene el mensaje primordial).

Ya estoy medio convencido sobre el rito tridentino. Pero sólo lo estaré plenamente cuando asista a una misa celebrada en él. Esa será la prueba de fuego.
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