Asmahan la princesa que cantaba - Fátima Mernissi
- Giada
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Asmahan la princesa que cantaba - Fátima Mernissi
Despedimos junio y a esta escritora marroquí que, personalmente, ha sido un descubrimiento y cuyos relatos he apreciado.
Este último cuento también se incluye en el libro Sueños en el umbral.
Leemos y comentamos a partir de mañana viernes.
- Edgardo Benitez
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Re: Asmahan la princesa que cantaba - Fátima Mernissi
Gracias
¡Hay vida antes de la muerte!
Ninguna de tus neuronas sabe quién eres… ni les importa.
Pero si te pego en el centro, será por filosofía.
Pero por poesía, serás mi centro.
Ninguna de tus neuronas sabe quién eres… ni les importa.
Pero si te pego en el centro, será por filosofía.
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- jilguero
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Re: Asmahan la princesa que cantaba - Fátima Mernissi
Otro que me ha gustado mucho.
En este caso, volvemos al salón de los varones, donde estaba la radio, pero esta vez en ausencia de ellos, cuando las mujeres las encendía de forma clandestina para poder escuchar las canciones de la princesa Asmaham, heroína de las mujeres que añoraban liberarse del sometimiento al varón:
«Su vida era tan fascinante como un cuento de hadas, aunque, como cabía esperar, tenía un final trágico, porque una mujer árabe no podía anhelar el placer sensual, la diversión frívola y la felicidad sin sufrir un castigo por ello»
«Cautivaba a las multitudes con un sueño inaudito: el de la felicidad personal y una vida sensual y regalada, ajena a las exigencias del clan y sus códigos»
Luego, la prima de la protagonista, Chama, montaba en la terraza representaciones teatrales sobre la vida de esta. Representaciones que llevaban a la niña a soñar con ser también cantante:
«Viendo actuar a Chama me juré que, cuando fuese mayor y tan alta como ella, me dedicaría al teatro o a algo que se le pareciese. Deslumbraría a las multitudes árabes que me contemplarían pulcramente sentadas en hileras y les explicaría qué significaba ser una mujer embriagada de sueños en una tierra que aplasta tanto los sueños como a quien sueña. Les haría lamentar las oportunidades desperdiciadas, los cautiverios absurdos, las ilusiones destrozadas. Y entonces, cuando estuvieran en la misma longitud de onda que yo, cantaría los prodigios de la exploración personal y la emoción que provocan los arriesgados saltos a lo desconocido.»
Representaciones que tenían, pues, un papel importante para ellas, las mujeres reprimidas, como afirma la protagonista al final del cuento:
«Yo ayudaba a Chama en sus efímeras aventuras libanesas sin perder de vista las estrellas fugaces que pasaban por encima de mi cabeza. El teatro, ese atisbo de sueños y abandono del cuerpo a la fantasía, era algo fundamental. Me preguntaba por qué no lo declaraban institución sagrada»
Comparto la opinión de Giada de que la autora ha sido un grato descubrimiento. De hecho, ya tengo en el lector cargado Sueños en el umbral.
En este caso, volvemos al salón de los varones, donde estaba la radio, pero esta vez en ausencia de ellos, cuando las mujeres las encendía de forma clandestina para poder escuchar las canciones de la princesa Asmaham, heroína de las mujeres que añoraban liberarse del sometimiento al varón:
«Su vida era tan fascinante como un cuento de hadas, aunque, como cabía esperar, tenía un final trágico, porque una mujer árabe no podía anhelar el placer sensual, la diversión frívola y la felicidad sin sufrir un castigo por ello»
«Cautivaba a las multitudes con un sueño inaudito: el de la felicidad personal y una vida sensual y regalada, ajena a las exigencias del clan y sus códigos»
Luego, la prima de la protagonista, Chama, montaba en la terraza representaciones teatrales sobre la vida de esta. Representaciones que llevaban a la niña a soñar con ser también cantante:
«Viendo actuar a Chama me juré que, cuando fuese mayor y tan alta como ella, me dedicaría al teatro o a algo que se le pareciese. Deslumbraría a las multitudes árabes que me contemplarían pulcramente sentadas en hileras y les explicaría qué significaba ser una mujer embriagada de sueños en una tierra que aplasta tanto los sueños como a quien sueña. Les haría lamentar las oportunidades desperdiciadas, los cautiverios absurdos, las ilusiones destrozadas. Y entonces, cuando estuvieran en la misma longitud de onda que yo, cantaría los prodigios de la exploración personal y la emoción que provocan los arriesgados saltos a lo desconocido.»
Representaciones que tenían, pues, un papel importante para ellas, las mujeres reprimidas, como afirma la protagonista al final del cuento:
«Yo ayudaba a Chama en sus efímeras aventuras libanesas sin perder de vista las estrellas fugaces que pasaban por encima de mi cabeza. El teatro, ese atisbo de sueños y abandono del cuerpo a la fantasía, era algo fundamental. Me preguntaba por qué no lo declaraban institución sagrada»
Comparto la opinión de Giada de que la autora ha sido un grato descubrimiento. De hecho, ya tengo en el lector cargado Sueños en el umbral.
¿Qué me está pasando? Las cavilaciones de Juan Mute
El esfuerzo mismo para llegar a las cimas basta para llenar un corazón de hombre (A. Camus)