Ya he empezado,
@magali .
Primer relato:
La balada del café triste.
La prosa es muy buena. No tanto porque deslumbre, sino por el foco, por la mirada. En una escena cualquiera la autora nos señala detalles concretos, algo así como el color que nos destaca cuando miramos una fotografía, aspectos que no la definen por completo, pero que otorgan una cualidad específica: soledad, desubicación, ternura, frío o abandono. La selección de esos aspectos, de entre todos los posibles, me parece asombrosa y nos arrastra un poquito a la mente de la autora, a esos ojos que se detienen en el amarillo de un vestido o al sabor del whiskey casero de miss Amelia.
Al principio, cuando encontraba esa selección particular, me preguntaba cuál era el tema. Qué le estaba pasando por la cabeza a la autora, qué sentía. Es decir, qué nos estaba intentando transmitir a través de esa selección de detalles. Entonces me encuentro esto:
En primer lugar, el amor es una experiencia común a dos personas. Pero el hecho de ser una experiencia común no quiere decir que sea una experiencia similar para las dos partes afectadas. Están el amante y el amado, y cada uno de ellos proviene de regiones distintas. Con mucha frecuencia, el amado no es más que un estímulo para el amor acumulado durante años en el corazón del amante. No hay amante que no se dé cuenta de esto, con mayor o menor claridad; en el fondo, sabe que su amor es un amor solitario. Conoce entonces una soledad nueva y extraña, y ese conocimiento le hace sufrir. No le queda más remedio que una salida: alojar su amor en su corazón del mejor modo posible. Tiene que crearse un nuevo mundo interior, un mundo intenso, extraño y suficiente. Permítasenos añadir que este amante no ha de ser necesariamente un joven que ahorra para un anillo de boda, puede ser un hombre, una mujer, un niño, cualquier criatura humana sobre la tierra.
Y el amado puede presentarse bajo cualquier forma. Las personas más inesperadas pueden ser un estímulo para el amor. Por ejemplo, un hombre que es ya abuelo que chochea, y sigue enamorado de una muchacha desconocida que vio una tarde en las calles de Cheehaw, hace veinte años. Un predicador puede estar enamorado de una perdida. El amado podrá ser un traidor, un imbécil o un degenerado, y el amante ve sus defectos como todo el mundo, pero su amor no se altera lo más mínimo por eso. La persona más mediocre puede ser objeto de un amor arrebatado, extravagante y bello como los lirios venenosos de las ciénagas. Un hombre bueno puede despertar una pasión violenta y baja, y en algún corazón puede nacer un cariño tierno y sencillo hacia un loco furioso. Es sólo el amante quien determina la valía y la cualidad de todo amor.
Por esta razón, la mayoría preferimos amar a ser amados. Casi todas las personas quieren ser amantes. Y la verdad es que, en el fondo, convertirse en amados resulta algo intolerable para muchos. El amado teme y odia al amante y con razón; pues el amante está siempre queriendo desnudar al amado, aunque esta experiencia no le cause más que dolor.
Que ya señalaba
@Tom Sawyer al comienzo del tema. Y así lo identifico.
La balada del café triste habla de la soledad del amante, abusando de unos personajes vulnerables, desesperados por un amor que siempre está unos pasos más allá, inalcanzable. Un amor que nace de unas necesidades personales, a veces secretas para uno mismo, y que no son compartidas por el amado. He leído los comentarios del tema y no puedo contarlo mejor de lo que ya se ha hecho. Fenomenal el triángulo amoroso que describe
@primopons aquí, así como ese efecto catalizador que saca lo mejor de nosotros mismos y que también lo pervierte cuando el amor desaparece. La verdad es que los comentarios de primopons son para enmarcarlos: lee, Magali,
este otro y
este también. El crédito a quien se lo merece...
Esta autora es descomunal.