Leyendas mexicanas
- Alfredo Rueda
- No tengo vida social
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- Registrado: 27 May 2005 15:23
- Ubicación: México
Leyendas mexicanas
Leyenda Mexicana sobre el conejo en la luna.
Quetzalcóatl, el dios grande y bueno, se fue a viajar una vez por el mundo en figura de hombre. Como había caminado todo un día, a la caída de la tarde se sintió fatigado y con hambre. Pero todavía siguió caminando, caminando, hasta que las estrellas comenzaron a brillar y la luna se asomó a la ventana de los cielos. Entonces se sentó a la orilla del camino, y estaba allí descansando, cuando vio a un conejito que había salido a cenar.
-¿Qué estás comiendo?, - le preguntó.
-Estoy comiendo zacate. ¿Quieres un poco?
-Gracias, pero yo no como zacate.
-¿Qué vas a hacer entonces?
-Morirme tal vez de hambre y de sed.
El conejito se acercó a Quetzalcóatl y le dijo;
-Mira, yo no soy más que un conejito, pero si tienes hambre, cómeme, estoy aquí.
Entonces el dios acarició al conejito y le dijo:
-Tú no serás más que un conejito, pero todo el mundo, para siempre, se ha de acordar de ti.
Y lo levantó alto, muy alto, hasta la luna, donde quedó estampada la figura del conejo. Después el dios lo bajó a la tierra y le dijo:
-Ahí tienes tu retrato en luz, para todos los hombres y para todos los tiempos.
...........................
Esta es un leyenda que venía en un libro de texto en la escuela hace ya algunos añitos.
Quetzalcóatl, el dios grande y bueno, se fue a viajar una vez por el mundo en figura de hombre. Como había caminado todo un día, a la caída de la tarde se sintió fatigado y con hambre. Pero todavía siguió caminando, caminando, hasta que las estrellas comenzaron a brillar y la luna se asomó a la ventana de los cielos. Entonces se sentó a la orilla del camino, y estaba allí descansando, cuando vio a un conejito que había salido a cenar.
-¿Qué estás comiendo?, - le preguntó.
-Estoy comiendo zacate. ¿Quieres un poco?
-Gracias, pero yo no como zacate.
-¿Qué vas a hacer entonces?
-Morirme tal vez de hambre y de sed.
El conejito se acercó a Quetzalcóatl y le dijo;
-Mira, yo no soy más que un conejito, pero si tienes hambre, cómeme, estoy aquí.
Entonces el dios acarició al conejito y le dijo:
-Tú no serás más que un conejito, pero todo el mundo, para siempre, se ha de acordar de ti.
Y lo levantó alto, muy alto, hasta la luna, donde quedó estampada la figura del conejo. Después el dios lo bajó a la tierra y le dijo:
-Ahí tienes tu retrato en luz, para todos los hombres y para todos los tiempos.
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Esta es un leyenda que venía en un libro de texto en la escuela hace ya algunos añitos.
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Preciosa.
Nuestra editorial: www.osapolar.es
Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.
Mis diseños
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Re: Leyendas
Bonita leyenda. Cuéntanos alguna más, anda, que por aquí la mitología mesoamericana es poco habitual, poco conocida.
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- Alfredo Rueda
- No tengo vida social
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La influencia de Teotihuacan en el resto de los pueblos mesoamericanos fue tal que algunos de ellos —entre otros los mexicas— buscaron allí su origen. En el siglo XVI fray Bernardino de Sahagún recuperó un mito que hace referencia al nacimiento del Quinto Sol en la majestuosa Ciudad de los Dioses.
LA CREACIÓN DEL QUINTO SOL.
Pasado el tiempo la tierra se mantenía desierta y obscura, pues no había quien iluminara al mundo. Entonces los dioses se reunieron y la leyenda lo narra así:
Cuando aún era de noche,
cuando aún no había día,
cuando aún no había luz,
se reunieron,
se convocaron los dioses
allá en Teotihuacán.
Dijeron,
hablaron entre sí:
¡Venid acá, oh dioses¡
¿Quién se hará cargo
de que haya días,
de que haya luz?
Todos los dioses reunidos en Teotihuacán acordaron que dos de ellos tendrían que sacrificarse para crear al nuevo Sol. Para ello se ofrecieron Tecuciztécatl "El Señor de Los Caracoles" y Nanahuatzín, "El Purulento". Uno era la exaltación de la belleza y el otro la representación de la imperfección humana. Los dos querían ser el Sol del quinto intento en busca de la perfección humana. Para ello debían que hacer una semana de sacrificios para purificarse y entonces saltar sobre el fuego cósmico que libera a la materia y la convierte en energía.
Tecuciztécatl en vez de usar para su ofrenda las ramas de abeto y bolas de barba de pino, en donde se colocaban agudas púas de maguey con las que se punzaba el penitente; utilizó plumas de quetzal y en vez del abeto, bolas de oro con espinas hechas de piedras preciosas y en lugar de sacrificarse con las espinas de maguey, ofreció en cambio espinas preciosas hechas de coral. Tecuciztécatl no se comprometió y evadió el autosacrificio espiritual por medio de la presentación de ofrendas materiales suntuosas. Nanahuatzín en cambio se sacrificó con verdadero compromiso y fervor, utilizando el abeto, el pino y las espinas de maguey. Uno confundió el sacrificio espiritual con la riqueza material; el otro se comprometió totalmente con su responsabilidad y sacrifico su carne para purificar su espíritu.
Llegado el gran momento, estaba allá en Teotihuacán la gran fogata cósmica rodeada por todos los dioses en donde tendrían que saltar para consumirse en el fuego liberador de las impurezas terrenales.
Primero Tecuciztécatl intentó saltar cuatro veces, pero el miedo no lo dejó. Tocó entonces el turno a Nanahuatzín quien, decidido a la primera oportunidad, saltó en medio de las grandes llamas. De inmediato, Tecuciztécatl lleno de vergüenza se arrojó a la hoguera en forma tardía.
El destino de Nanahuatzín fue convertirse en el Sol de la quinta era y Tecuciztécatl se convirtió en la luna, porque después de haber saltado y vencer su miedo, apareció por el Oriente. Fue entonces qué los Dioses decidieron arrojarle un conejo en la cara, para que no brillara tanto como el Sol. ¿Cómo haremos vivir a la gente?
¡Que por nuestro medio se robustezca el Sol,
sacrifiquémonos, muramos todos!
De esta manera los dioses decidieron sacrificarse para que en este Sol hubiera movimiento. Es por ello que a los seres humanos también se les llamaba –"macehuales"- que quiere decir –"merecidos del sacrificio de los dioses"-. Por ellos la tierra nuevamente tenía un Sol y estaba en movimiento, sin embargo, faltaba lo más importante, los seres humanos.
LA CREACIÓN DEL QUINTO SOL.
Pasado el tiempo la tierra se mantenía desierta y obscura, pues no había quien iluminara al mundo. Entonces los dioses se reunieron y la leyenda lo narra así:
Cuando aún era de noche,
cuando aún no había día,
cuando aún no había luz,
se reunieron,
se convocaron los dioses
allá en Teotihuacán.
Dijeron,
hablaron entre sí:
¡Venid acá, oh dioses¡
¿Quién se hará cargo
de que haya días,
de que haya luz?
Todos los dioses reunidos en Teotihuacán acordaron que dos de ellos tendrían que sacrificarse para crear al nuevo Sol. Para ello se ofrecieron Tecuciztécatl "El Señor de Los Caracoles" y Nanahuatzín, "El Purulento". Uno era la exaltación de la belleza y el otro la representación de la imperfección humana. Los dos querían ser el Sol del quinto intento en busca de la perfección humana. Para ello debían que hacer una semana de sacrificios para purificarse y entonces saltar sobre el fuego cósmico que libera a la materia y la convierte en energía.
Tecuciztécatl en vez de usar para su ofrenda las ramas de abeto y bolas de barba de pino, en donde se colocaban agudas púas de maguey con las que se punzaba el penitente; utilizó plumas de quetzal y en vez del abeto, bolas de oro con espinas hechas de piedras preciosas y en lugar de sacrificarse con las espinas de maguey, ofreció en cambio espinas preciosas hechas de coral. Tecuciztécatl no se comprometió y evadió el autosacrificio espiritual por medio de la presentación de ofrendas materiales suntuosas. Nanahuatzín en cambio se sacrificó con verdadero compromiso y fervor, utilizando el abeto, el pino y las espinas de maguey. Uno confundió el sacrificio espiritual con la riqueza material; el otro se comprometió totalmente con su responsabilidad y sacrifico su carne para purificar su espíritu.
Llegado el gran momento, estaba allá en Teotihuacán la gran fogata cósmica rodeada por todos los dioses en donde tendrían que saltar para consumirse en el fuego liberador de las impurezas terrenales.
Primero Tecuciztécatl intentó saltar cuatro veces, pero el miedo no lo dejó. Tocó entonces el turno a Nanahuatzín quien, decidido a la primera oportunidad, saltó en medio de las grandes llamas. De inmediato, Tecuciztécatl lleno de vergüenza se arrojó a la hoguera en forma tardía.
El destino de Nanahuatzín fue convertirse en el Sol de la quinta era y Tecuciztécatl se convirtió en la luna, porque después de haber saltado y vencer su miedo, apareció por el Oriente. Fue entonces qué los Dioses decidieron arrojarle un conejo en la cara, para que no brillara tanto como el Sol. ¿Cómo haremos vivir a la gente?
¡Que por nuestro medio se robustezca el Sol,
sacrifiquémonos, muramos todos!
De esta manera los dioses decidieron sacrificarse para que en este Sol hubiera movimiento. Es por ello que a los seres humanos también se les llamaba –"macehuales"- que quiere decir –"merecidos del sacrificio de los dioses"-. Por ellos la tierra nuevamente tenía un Sol y estaba en movimiento, sin embargo, faltaba lo más importante, los seres humanos.
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La muerte de la diosa de la luna
Historia que recuperó fray Bernardino de Sahagún
Coatlicue era la Tierra, madre de todos los dioses, de Coyolxauhqui, la Luna y de los "Cuatrocientos del sur" Centzon Huiznahua, las Estrellas. Un día, cuando barría su templo en lo alto del cerro de Coatepec, la Tierra quedó embarazada milagrosamente gracias a una bolita de plumas que provenía del cielo y que ella guardó en su pecho. La Luna consideró el embarazo de su madre como una afrenta e instigó a sus hermanos las Estrellas a matarla. Huitzilopochtli, el Sol, desde el vientre de la Tierra, advirtió el peligro y decidió defender su vida y la de su madre. Cuando la Luna y las Estrellas estaban a punto de asesinarla, nació el Sol Huitzilopochtli, ataviado para la guerra y armado con una serpiente de fuego, llamada Xiuhcóatl, con la que la decapitó para, después, arrojarla desde lo alto del cerro Coatepec. En su caída, la diosa se fue desmembrando en cada giro.
Así muere la Luna cada mes derrotada por el Sol, en cuatro pedazos. Coyolxauhqui y su desmembramiento son la explicación a un fenómeno celeste, en cual la luna muere y nace por fases, y así fue encontrada al pie de la escalinata de Huitzilopochtli en el Templo Mayor.
Historia que recuperó fray Bernardino de Sahagún
Coatlicue era la Tierra, madre de todos los dioses, de Coyolxauhqui, la Luna y de los "Cuatrocientos del sur" Centzon Huiznahua, las Estrellas. Un día, cuando barría su templo en lo alto del cerro de Coatepec, la Tierra quedó embarazada milagrosamente gracias a una bolita de plumas que provenía del cielo y que ella guardó en su pecho. La Luna consideró el embarazo de su madre como una afrenta e instigó a sus hermanos las Estrellas a matarla. Huitzilopochtli, el Sol, desde el vientre de la Tierra, advirtió el peligro y decidió defender su vida y la de su madre. Cuando la Luna y las Estrellas estaban a punto de asesinarla, nació el Sol Huitzilopochtli, ataviado para la guerra y armado con una serpiente de fuego, llamada Xiuhcóatl, con la que la decapitó para, después, arrojarla desde lo alto del cerro Coatepec. En su caída, la diosa se fue desmembrando en cada giro.
Así muere la Luna cada mes derrotada por el Sol, en cuatro pedazos. Coyolxauhqui y su desmembramiento son la explicación a un fenómeno celeste, en cual la luna muere y nace por fases, y así fue encontrada al pie de la escalinata de Huitzilopochtli en el Templo Mayor.
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