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POR LAS AZOTEAS
Julio Ramón Ribeyro

Escritor peruano (1929-1994), considerado uno de los mejores cuentistas de la literatura hispanoamericana, Julio Ramón Ribeyro escribió en total nueve libros de cuentos, que recopiló bajo el título genérico La palabra del mudo. Sus historias son de un estilo sencillo e irónico, generalmente protagonizadas por personajes de clase media. Vamos a leer y comentar Por las azoteas a partir del viernes día 19 de septiembre, aquí, en este hilo

(Ilustración: "Ropa tendida", de Laura Pérez Privado. Fuente: http://www.artelista.com )

Leído. Pues bueno... Me ha parecido una historia típica, tirando a sensiblera. Cuando salió que el señor de la barba tenía 33 años y aquello del resucitado, pensé que iba a ser una aparición de Cristo y que la cosa iba a desbarrar. Al final queda todo bastante plano -para mi gusto-, y aunque se entiende, me cuesta imaginar al final lo de la farola (supongo que es lo que aquí se llama “lucernario”) y las losetas por donde el niño ve lo que ve. Poca chicha he sacado a este relato.

Es una bobada, pero me hace raro imaginarme a un peruano con barba, creo que por allí son más bien barbilampiños, y también me ha desconcertado lo del sol excesivo en Lima. Había leído en un texto de Vargas Llosa que lo normal es que el cielo esté habitualmente encapotado sobre Lima sin que llueva, y lo constaté cuando estuve por allí un verano. Ni un rayo de sol asomó entre las nubes.

Como anécdota, durante la lectura me venía a la memoria un pequeño libro infantil que me encanta, “Pepito el habitador de los tejados”, de Manuel Janeiro.

Pues yo no sé si hay que tomárselo en sentido real o en sentido metafórico. Es una de esas historias que le puedes dar mil interpretaciones y todas serían correctas, porque da la sensación que ni el mismo autor sabía qué es lo que quería decir. Va dando tumbos, cambiando la historia a cada párrafo, y lo que parece ser una historia contada por un niño que se divierte dando vueltas por las azoteas, parece que se vaya a convertir en una historia de amistad entre él y el hombre que se encuentra ahí arriba (¿33 años y barba blanca? ), para meter un par de anécdotas que inciten a la reflexión y acabar siendo algo casi místico.

elultimo escribió:Pues yo no sé si hay que tomárselo en sentido real o en sentido metafórico. Es una de esas historias que le puedes dar mil interpretaciones y todas serían correctas, porque da la sensación que ni el mismo autor sabía qué es lo que quería decir. Va dando tumbos, cambiando la historia a cada párrafo, y lo que parece ser una historia contada por un niño que se divierte dando vueltas por las azoteas, parece que se vaya a convertir en una historia de amistad entre él y el hombre que se encuentra ahí arriba (¿33 años y barba blanca? ), para meter un par de anécdotas que inciten a la reflexión y acabar siendo algo casi místico.

Pues, fijate, he tenido la sensación de que era algo autobiográfico, algún recuerdo de su propia infancia y que lo ha escrito tal cual lo recordaba. A mi me ha gustado especialmente esa dualidad entre el mundo de abajo, lleno de normas y cosas "útiles", y el de la azotea, lleno de trastos viejos pero también de libertad. Incluso el señor parece ser otro desecho de la sociedad, algo inservible, como el resto de trastos.
Y me ha hecho recordar la dualidad que establecía Carmen Martín Gaite, solo que ella lo hacía entre las habitaciones de la casa usadas por su familia (normas y distancia) y las de las muchachas (libertad y proximidad)

Pues puede ser que sea así, que se haya basado en sus experiencias para escribir el cuento. Desde luego, tiene pinta de que describa lugares reales.

jilguero escribió:Pues, fijate, he tenido la sensación de que era algo autobiográfico, algún recuerdo de su propia infancia y que lo ha escrito tal cual lo recordaba. A mi me ha gustado especialmente esa dualidad entre el mundo de abajo, lleno de normas y cosas "útiles", y el de la azotea, lleno de trastos viejos pero también de libertad.

A todos nos atrae, sobre todo en la infancia, el mundo de las terrazas, que es como un barrio aparte de la ciudad, y hay muchas historias que se desarrollan en esos sitios. Recuerdo por ejemplo a Marlon Brando refugiándose en sus palomas en “La ley del silencio”, en contraste con la fealdad de los muelles. Pero es que esas historias que narra el hombre de la barba no veo que tengan mucha enjundia. Que sea real o imaginario, pienso que al lector le debe dar igual. Lo que importa es el relato en sí.

jumareva escribió:

jilguero escribió:Pues, fijate, he tenido la sensación de que era algo autobiográfico, algún recuerdo de su propia infancia y que lo ha escrito tal cual lo recordaba. A mi me ha gustado especialmente esa dualidad entre el mundo de abajo, lleno de normas y cosas "útiles", y el de la azotea, lleno de trastos viejos pero también de libertad.

A todos nos atrae, sobre todo en la infancia, el mundo de las terrazas, que es como un barrio aparte de la ciudad, y hay muchas historias que se desarrollan en esos sitios. Recuerdo por ejemplo a Marlon Brando refugiándose en sus palomas en “La ley del silencio”, en contraste con la fealdad de los muelles. Pero es que esas historias que narra el hombre de la barba no veo que tengan mucha enjundia. Que sea real o imaginario, pienso que al lector le debe dar igual. Lo que importa es el relato en sí.

Más que falta de enjundia, les veo falta de claridad e ilación . En concreto, la historia del hombre del circo me parece una manera muy curiosa de resumir la vida de un fracasado: siempre intentó imitar a un canario y todo el mundo se partía de risa creyéndolo un avestruz.
Vamos, que le veo su aquel, si bien lo encuentro un poco deshilvanado.

Poniéndome al día con los cuentos
Este me gustó por la forma en que está narrado, desde el orgullo de un niño, el rey de las azoteas, sumado a la idea melancólica de alguien que necesita la lluvia, que llega demasiado tarde.
Tampoco entendí por qué la mamá le impide la interacción con él, ¿padecerá alguna enfermedad poco aceptada? ¿SIDA o algo por el estilo?

Simplemente es porque es de una categoría social inferior. Por ser un mendigo.

Me pareció una juvenil anecdota tan sencilla y común que no tengo comentario que añadir.Ni bien ni mal.

elultimo escribió:Simplemente es porque es de una categoría social inferior. Por ser un mendigo.

No me cuadra que sea un mendigo, porque al final dice que ve el interior de su casa y lo que imagino son sus familiares.

ClaMargara escribió:

elultimo escribió:Simplemente es porque es de una categoría social inferior. Por ser un mendigo.

No me cuadra que sea un mendigo, porque al final dice que ve el interior de su casa y lo que imagino son sus familiares.

Era enfermo terminal y entiendo que de una enfermedad contagiosa, pues la madre usa un papel para no tocar el libro que le ha regalado al niño. Las historia primera que narra creo que tenía que ver con él mismo. Pero igual es que yo tengo una imaginación excesiva y veo pista port todos lados.