El cuento de la Cenicienta, actualizado y adaptado, pero esta vez contado por el príncipe. Un príncipe ceniciento que no ha conocido previamente a la muchacha que ha de encontrar al calzarle una alhaja. Utiliza el anillo de cristal para supervisar un catálogo de mujeres y hacerse justicia, hasta encontrar la moza que se le ajusta al callo. Piensa en mujeres fatales nadando desde yates, pero no se ocupa de que la reclamante muestre marca de la falta. Seis pulgadas es una óptima medida mínima aceptable en otros apéndices y no tan convincente como para dar casualmente con el tesoro. La escogió por la humildad, se nos dice, pero no el motivo de la elección de ella.
La narración, desapegada, más parece escrita por hombre que por mujer. Sin duda una virtud en la Gordimer, narrar como actúa su sexo opuesto. El cuento avanza traducido por el castellano de otras coordenadas, que despista por momentos al no alcanzar a entender en primera lectura la profundidad salina de algunos párrafos que mueren en la orilla, por no discernir cuánto es de la obra original y cuánto se debe a la traducción que nos extraña.
También me gusta reparar en las inconsistencias de los textos:
Me da que las mesas deberían ser altas para no presentar una deprimente imagen de mujer derrengada sobre la mesa o hundida en la silla; cualquiera de las dos posturas denota ausencia de clase, de categoría o de la majestuosidad que sería inherente a las sirenas que nos han dibujado.Un hallazgo, de Nadine Gordimer escribió:(…) estaban sentadas con las piernas cruzadas y los senos apoyados sobre las mesas bajas (…)