Nos narran el paso de Fenella hacia la madurez, una transición tanto literal al cambiar de hogar como vital al dejar atrás la infancia. |
la misma Katherine Mansfield fue criada por su abuela, ya que la relación con su madre era un poco distante. |
Nos narran el paso de Fenella hacia la madurez, una transición tanto literal al cambiar de hogar como vital al dejar atrás la infancia. |
la misma Katherine Mansfield fue criada por su abuela, ya que la relación con su madre era un poco distante. |
A mí me gustó mucho más el de Capote. Aquél cuenta una historia, en éste nos describen una situación concreta. Yo tiendo a valorar las historias cortas que incluyen incio-nudo-desenlace por encima de las que describen una escena, una situación o un sentimiento (aunque el final del de Capote a muchos os dejara a medias). Manías mías. Las encuentro mucho más trabajadas.jilguero escribió:
¡Qué contraste entre la sensación que me causó el relato de Capote y este de la Mansfield!
Ambos son buenos escritores pero, en este caso, me quedo con este relato que, al contrario que el de Capote, me muestra el lado amable de vida en medio de las desgracias.
Por eso muchas veces no coincido en gustos con los ganadores de los concursos de relatos |
Pues, ambientación, lo que se dice ambientación, creo que la de ambos relatos son magnificas. Otra cosa es que lo tenebroso siempre llama más la atención que lo luminoso. Pero mira por donde, en esta plácida mañana de domingo, me apetece más el paseito ventilado en barco que el clautrofóbico viaje en tren.Shigella escribió:
Aparte de esto, la ambientación de Capote es para quitarse el sombrero.
Je, je, por eso te he adjudicado el de las postalitas... |
Coincido con Shigella . A mí generalmente también me gustan más.Shigella escribió:A mí me gustó mucho más el de Capote. Aquél cuenta una historia, en éste nos describen una situación concreta. Yo tiendo a valorar las historias cortas que incluyen incio-nudo-desenlace por encima de las que describen una escena, una situación o un sentimiento (aunque el final del de Capote a muchos os dejara a medias).jilguero escribió:
¡Qué contraste entre la sensación que me causó el relato de Capote y este de la Mansfield!
Ambos son buenos escritores pero, en este caso, me quedo con este relato que, al contrario que el de Capote, me muestra el lado amable de vida en medio de las desgracias.
iban tan deprisa que de vez en cuando Fenella tenía que dar un saltito indigno para que no la dejasen atrás
y un niño diminuto, que envuelto en un chal blanco de lana mostraba sólo sus pequeñas extremidades negras, avanzaba a fuerza de empellones entre su padre y su madre; parecía una mosquita en un vaso de leche.
Coincido con tu valoración, jilguero, para mí también ha sido muy agradable su lecturajilguero escribió:¡Qué manera más bonita de empezar este domingo!: a borde del Picton.
Me encantan los detalles: ese tener que dar saltitos "indignos" para no quedarse atrás; ese mango de paraguas picándole en el hombro como si también le metiera prisa; ese pueblo que se pierde en la lejanía; ese guante con el dedo índice desgastado; ese suspiro de alivio de la abuela al desabrocharse el corsé; el murmullo de la abuela rezando; los helechos y los árboles plateados que empiezan a verse en el horizonte...etc. Sabemos que es una situación muy triste y, sin embargo, al terminar el relato, al ver ese anciano enfermo sonriendo a su nieta, tiene uno la sensación de que se podría decir: a pesar de los pesares, todo está bien.
el principio es desolador cuando nos damos cuenta de qué es lo que ha pasado,, pero poco a poco se va olvidando la tristeza, parece que se queda en tierra. |
conque las postalitas, eh? Ya veremos... |
esa sucesión de imágenes tan plásticas y sugerentes, cargadas de poesía y poder evocador, que nos llegan a través de la mirada inocente de Fenella y que a menudo son el medio con el que la autora nos transmite el estado de ánimo de la protagonista. Por ejemplo: "Aquí y allá, sobre un montón redondo de madera que parecía el pie de un gigantesco hongo negro, colgaba algún farol, pero parecía tener miedo de desplegar su tímida y temblorosa luz en aquella negrura; ardía suavemente, como para sus adentros." O el pequeñín que "parecía una mosquita en un vaso de leche". O el resplandor de las pipas, que iluminaban "una nariz, o la visera de una gorra, o un par de soprendidas cejas". O... |
a medida que Fenella se va acercando a su destino, y sobre todo a partir de su llegada a la casa y su encuentro con el abuelo, va quedando atrás esa tristeza inicial y se va pasando a algo nuevo: una cierta esperanza e ilusión ante el comienzo de una nueva vida. Un poco en la línea de eso que habéis apuntado de que el viaje de Fenella no es solo un desplazamiento físico, sino un viaje interior evolutivo de la infancia a la madurez. |