Mi querida esposa. No me ha gustado demasiado. Es el primer relato en el que la mala en una relación de pareja es la mujer en vez de el hombre.
Galloping Foxley. Lo mejor de todo es el final.
Y yo me hago la misma pregunta:
¿Seguimos teniendo miedo de adultos de quienes nos atormentaron en la infancia?
Yo hace tiempo me encontré con un profesor que educaba a base de meter miedo cuando era pequeño, y a pesar de que estaba muy viejo y decrépito, me di cuenta de que le seguía teniendo bastante miedo y respeto. |
Tatuaje. Me ha encantado tanto la idea de que el arte puede tomar cualquier soporte como el final.
Lady Turton. De nuevo otro retrato en el que "la mala" es la mujer. No es especialmente bueno, pero el final sí que describe la acción, la situación y los sentimientos perfectamente.
La señora Brixvy y el abrigo del coronel. Buenísimo. El final es genial, aunque un poquillo previsible. Plenamente descriptivo de algunas situaciones.
Y por cierto, creo que algunos de sus relatos podrían pasar perfectamente por leyendas urbanas.
Y aquí hace una buena descripción de un tipo de estas leyendas urbana:
El tema fundamental de esas historias jamás varía. En ellas intervienen siempre tres personajes principales: el marido, la mujer y un canalla. El marido es un buen hombre, honrado y trabajador. La esposa es taimada, falsa y lasciva, e invariablemente tiene algún enredo con el canalla, cosa que el hombre es demasiado bueno para sospechar tan siquiera. Negras pintan las cosas para el marido. ¿Llegará el infeliz a enterarse alguna vez? ¿Está condenado a ser cornudo el resto de su vida? Sí: tal es su sino. Pero... ¡espera! De pronto, merced a una brillante maniobra, se desquita por entero de los agravios de su depravada esposa, que queda anonadada, estupefacta, humillada, hundida. El auditorio masculino congregado ante la barra sonríe mansamente para sus adentros y se consuela un poco con la fantasía.
Aunque circulan muchas historias de este tipo—anhelosas invenciones de un mundo de sueños, obra de la desventura masculina—, la mayoría de ellas son demasiado fatuas para ser repetidas, y también demasiado picantes para confiarlas al papel. Existe una, sin embargo, que parece superior a las demás, en particular por el mérito de ser auténtica. De extraordinaria popularidad entre maridos defraudados dos o tres veces y en busca de solaz, es posible que, de contarse usted entre aquéllos y no haberla oído previamente, encuentre gusto en su desenlace. La historia se llama «La señora Bixby y el abrigo del coronel» y su argumento es, más o menos, el siguiente:
Nunc Dimitis Jajaja
Curioso que en este relato uno de los principales protagonistas sea un personaje que apenas aparece.
El típico tipo de persona que moldea y distorsiona la realidad para que la gente haga lo que desean. Detestables por su ponzoña. |
Me encanta esta frase del relato:
—Te doy un penique por tus pensamientos—. Si hay una frase en el mundo que no pueda soportar es ésta. Me da hasta dolor físico en el pecho y empiezo a toser.
A mí me pasa lo mismo que a él.
Edward el conquistador. Creo que este relato no tiene demasiado, salvo que describe perfectamente la actitud de las personas que creen en las pseudociencias: descartan lo que va en contra de sus sugestiones y sólo aceptan lo que está a favor.
Dejo
aquí algunas de las piezas que menciona.
Retrato de Liszt
Tratábase de un famoso retrato que representaba al músico en su vejez, con su rostro de espléndidos y poderosos trazos enmarcado por una espesa cabellera gris que le cubría las orejas y la mitad de la nuca. Las grandes verrugas del rostro, cinco en total, habían sido reproducidas fielmente.
—Veamos, el retrato muestra una encima de la ceja derecha.—Examinó la cabeza del animal en esa zona—. ¡Sí! ¡Aquí está! ¡Exactamente en el mismo sitio! Luego, otra, a la izquierda, en la parte alta de la nariz. ¡Pues también está aquí! Y otra, un poco más abajo, ya en la mejilla. Y, las dos últimas, bastante juntas, bajo el lado derecho del mentón. ¡Edward! ¡Edward! ¡Ven a ver esto! ¡Corresponden exactamente!