Mañana en la batalla piensa en mí - Javier Marías
Moderadores: magali, Ashling, caramela
Re: Mañana en la batalla piensa en mí - Javier Marías
Mantennos informados de su estado, cambio y corto.
Gabo... ¿¡cómo es posible!? Qué raro que coincidamos tanto en algunos autores (pura pasión por ellos) y tan poco/nada en otros.
Gabo... ¿¡cómo es posible!? Qué raro que coincidamos tanto en algunos autores (pura pasión por ellos) y tan poco/nada en otros.
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Re: Mañana en la batalla piensa en mí - Javier Marías
Hypathia, son cosas que pasan, que son la salsilla. Imagínate que concidiéramos en todo, el coñazo que sería
En serio, no me disgustaba Marías, pero el tema de la mujer que se muere de repente, me provocó muchísima aprensiónen aquellos momentos, no sé por qué Posteriormente lo que pasó fue que no tuve ocasión de leer nada suyo
En serio, no me disgustaba Marías, pero el tema de la mujer que se muere de repente, me provocó muchísima aprensiónen aquellos momentos, no sé por qué Posteriormente lo que pasó fue que no tuve ocasión de leer nada suyo
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Re: Mañana en la batalla piensa en mí - Javier Marías
Eso es una cosa anecdótica dentro del libro, Gabo, así que animate y vuelve a darle otra oportunidad, que está muy bien.
Re: Mañana en la batalla piensa en mí - Javier Marías
Pero si había leído medio libro y el tío seguía dándole vueltas al tema... Al final consiguió que me pusiera malo
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Re: Mañana en la batalla piensa en mí - Javier Marías
Bueno, pues nada, tendrás que leer otro libro de Marías. Yo tengo por ahí, por si alguien le interesa, todas las almas
Re: Mañana en la batalla piensa en mí - Javier Marías
Pobrecillo, es que es muy dado a las digresiones largas. Se repite mucho, claro.
Todas las almas, apetece.
Todas las almas, apetece.
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Re: Mañana en la batalla piensa en mí - Javier Marías
Bah! A lo mejor fue que me pilló flojo. Será cuestión de volver a intentarlo pero un poco más prevenido. Y es que en el fondo soy un tío sensible
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- Dean Moriarty
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Re: Mañana en la batalla piensa en mí - Javier Marías
¿Cuál es el mejor libro para empezar con Marías? Yo había pensado en este...
- Fenix
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Re: Mañana en la batalla piensa en mí - Javier Marías
A mí, además de gustarme la forma de escribir de Marías, sus novelas me hacen muchísima ilusión, porque cuando tiene que dar nombre a un sinvergüenza, le da mi nombre y apellidos, lo cual, qué queréis que os diga, me gusta.
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Re: Mañana en la batalla piensa en mí - Javier Marías
Este o Corazón tan blanco son buenísimas opciones para empezar con Marías.Dean Moriarty escribió:¿Cuál es el mejor libro para empezar con Marías? Yo había pensado en este...
Saludos,
Begoña
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- Dean Moriarty
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Re: Mañana en la batalla piensa en mí - Javier Marías
Ok, gracias, Begoña. Tengo muchísimas ganas de leer a Javier Marías y no puedo aguantarme más. Empezaré con este, a ver qué tal...
Un saludo.
Un saludo.
- Cronopio77
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Re: Mañana en la batalla piensa en mí - Javier Marías
Escribo este comentario incitado por Madison:
Antes de comenzar con la crítica, esbozo mi concepción de la novela, pues ésta es fundamental para entender lo que voy a escribir a continuación. Una novela es (o debería ser) la recreación de la “realidad ficticia” en la que viven sus personajes y en la que transcurren los hechos que narra. Las palabras que la componen son las herramientas mediante las cuales el autor transmite su percepción de esa realidad ficticia a la mente del lector. De ello se deduce que lo más importante no es la belleza del lenguaje ni el ritmo de la prosa, sino que todos los elementos narrativos representen ese universo literario con la mayor consistencia posible. La clave está, pues, en que el autor sepa elegir adecuadamente el punto de vista, los detalles con los que el autor describe las escenas, lo que se elude y alude, el registro lingüístico... para que el lector perciba la realidad ficticia que recrea la novela con todos sus matices: para que “vea” que lo que sucede es triste, que el protagonista está agobiado, que los interlocutores hablan con gran tensión, que el personaje tiene miedo... por sus propios medios, sin que el autor tenga que recordárselo cada tres líneas. A partir de estas ideas paso a comentar la sucesión de despropósitos que componen Mañana en la batalla piensa en mí.
Lo que más me llamó la atención fue la absoluta incapacidad de Marías para ambientar una escena (no afirmo si voluntaria o involuntaria). La gran mayoría de los pasajes consisten en una sucesión de digresiones sobre temas tan poco relacionados con lo que sucede o con los sentimientos de los personajes como: el contenido del cubo de la basura, los establecimientos VIPS, las medias (con grumos) de las enfermeras, los cordones de los zapatos, los aviones de guerra... Al leerlas, me dio la impresión de que el objetivo de Marías era, única y exclusivamente, perorar y escucharse a sí mismo, con total independencia de qué fuera lo que estuviese novelando; podía haberlas escrito donde las escribió o en cualquier otro capítulo, o podía haberlas dejado para sus columnas de opinión, pues no cumplen ningún cometido ni de ambientación, ni de relato de la trama, ni de construcción de los personajes. A consecuencia de ello, no percibí el menor atisbo de la realidad ficticia de la que he hablado en el párrafo anterior. Al contrario, sólo vi a Marías por todas partes, perorando subido en un púlpito y refiriendo, de vez en cuando, anecdotillas sobre unos presuntos personajes que pululaban por ahí.
Como ejemplo paradigmático, merece la pena centrarse en el primer capítulo. La idea de partida es interesante: un hombre acude a casa de su reciente amante y ésta se muere repentinamente, provocándole una injustificada sensación de culpabilidad. A partir de esta idea, un buen escritor podría construir una excelente trama psicológica de modo que el lector “viera” el tormento que sufre el protagonista: sus dudas, su ansiedad, su indecisión, su incapacidad para entender lo que le está sucediendo... Marías, en cambio, sólo es capaz de referir algunos de esos sentimientos, confiando en la credulidad absoluta del lector, que se ve obligado a aceptar lo que escribe aunque el personaje se comporte de un modo absolutamente incompatible con las sensaciones que, supuestamente, le embargan. Al final del capítulo, el protagonista-narrador afirma sentir la imperiosa necesidad de abandonar la casa de su amante; sin embargo, en lugar de representar esa inquietud, Marías se entretiene en detallar: las prendas que hay en el armario, el contenido de la nevera, lo que está emitiendo la televisión... sazonado, todo lo cual, con digresiones sobre usos y costumbres. A consecuencia de ello, en lugar de percibir a un protagonista inquieto y desazonado, lo que “vi” fue a un tipo ocioso y cotilla que dispone de todo el tiempo del mundo para saciar su curiosidad y que no siente el menor agobio.
A modo de ilustración de lo que acabo de comentar, me parece una buena idea comparar este pasaje con una escena cinematográfica: aquélla en la que una avioneta persigue a Cary Grant en un inmenso campo de trigo, en Con la muerte en los talones. En ella, Hitchcock logra transmitir todas las sensaciones que embargan al protagonista mediante hábiles recursos cinematográficos: la soledad, con un plano larguísimo en el que se ve cómo el autobús se aleja dejando a Cary Grant en mitad de la nada; la indefensión, mediante movimientos de cámara que muestran que no hay nada más que trigales en kilómetros a la redonda, etc. Por el contrario, si Marías hubiese escrito una escena parecida como escribió Mañana en la batalla piensa en mí, habría aprovechado que Cary Grant se bajaba del autobús para divagar sobre la comodidad y la puntualidad de los transportes públicos; los trigales, para perorar sobre las semillas de trigo, los molinos de viento y las panaderías, etc., etc. Y habría conseguido, así, que el lector no “viera” ni la soledad, ni la indefensión, ni el miedo, sino al propio Marías escuchándose a sí mismo diciendo, de vez en cuando, que un tipo se lanza al suelo porque le persigue un avión.
Algo parecido a lo anterior sucede con los personajes. En Mañana en la batalla piensa en mí, Marías se novela a sí mismo y, más o menos, todos los personajes se expresan y reflexionan de la misma manera. Como contraejemplo puedo citar, por ejemplo, Paralelo 40, de José Luis Castillo Puche; en esta novela, los dos personajes más importantes: el protagonista y el negro Tomás están tan nítidamente perfilados que parecen reales. Y lo mismo se puede decir de Los premios, de Julio Cortázar.
Esto es lo más importante. Como elementos menores quiero citar, además:
--Las generalizaciones absurdas, que consisten en repetir, una y otra vez, que todos los amantes se comportan de una determinada forma, o que todos los noctámbulos caminan de una determinada manera, como si eso proporcionara profundidad a sus pensamientos. Algunas de ellas me provocaron verdaderos ataques de hilaridad.
--La profusión de anacolutos, signos de puntuación mal puestos, palabras utilizadas incorrectamente, anfibologías, etc., etc. (*). Aunque para mí no es importante, puedo entender que a Marías le obsesione el ritmo de la prosa. Sin embargo, creo que éste no se puede componer a base de liarse a patadas con la gramática y de utilizar frases en las que, tras la cuarta subordinada, el lector ya no sabe cuál es el sujeto (**).
No me entretengo, que ya está bien por hoy. Podéis lincharme
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(*) Algunos de ellos son memorables. Recuerdo haber sufrido un incontrolable ataque de risa al leer algo así como “las medias de las enfermeras con grumos”, en lugar de “las medias con grumos de las enfermeras”. Según la redacción de Marías, son las enfermeras las que tienen grumos.
(**) De entre ellas, merece la pena destacar la segunda de la novela:
“Nadie piensa nunca que nadie vaya a morir en el momento más inadecuado a pesar de que eso sucede todo el tiempo, y creemos que nadie que no esté previsto habrá de morir junto a nosotros”.
Según esta redacción, no está nada claro si Marías pretende afirmar que no creemos que nadie “que no esté previsto” (sic) vaya a morir junto a nosotros o lo contrario: que creemos que sí puede ocurrir. A lo cual hay que añadir la horrenda tripitición de la palabra “nadie”, además de preguntarse qué significa que alguien “esté previsto”.
Elijo este hilo porque Mañana en la batalla piensa en mí es la única novela de Marías que he leído. No obstante, este comentario podría titularse “Por qué Marías me parece infumable” e incluirse en el hilo del autor.madison escribió:Noooo habla ahora o calla para siempreHas leído bien. Podría hablar largo y tendido sobre Marías, pero lo dejaré para otra ocasión
Jo, cuenta
Antes de comenzar con la crítica, esbozo mi concepción de la novela, pues ésta es fundamental para entender lo que voy a escribir a continuación. Una novela es (o debería ser) la recreación de la “realidad ficticia” en la que viven sus personajes y en la que transcurren los hechos que narra. Las palabras que la componen son las herramientas mediante las cuales el autor transmite su percepción de esa realidad ficticia a la mente del lector. De ello se deduce que lo más importante no es la belleza del lenguaje ni el ritmo de la prosa, sino que todos los elementos narrativos representen ese universo literario con la mayor consistencia posible. La clave está, pues, en que el autor sepa elegir adecuadamente el punto de vista, los detalles con los que el autor describe las escenas, lo que se elude y alude, el registro lingüístico... para que el lector perciba la realidad ficticia que recrea la novela con todos sus matices: para que “vea” que lo que sucede es triste, que el protagonista está agobiado, que los interlocutores hablan con gran tensión, que el personaje tiene miedo... por sus propios medios, sin que el autor tenga que recordárselo cada tres líneas. A partir de estas ideas paso a comentar la sucesión de despropósitos que componen Mañana en la batalla piensa en mí.
Lo que más me llamó la atención fue la absoluta incapacidad de Marías para ambientar una escena (no afirmo si voluntaria o involuntaria). La gran mayoría de los pasajes consisten en una sucesión de digresiones sobre temas tan poco relacionados con lo que sucede o con los sentimientos de los personajes como: el contenido del cubo de la basura, los establecimientos VIPS, las medias (con grumos) de las enfermeras, los cordones de los zapatos, los aviones de guerra... Al leerlas, me dio la impresión de que el objetivo de Marías era, única y exclusivamente, perorar y escucharse a sí mismo, con total independencia de qué fuera lo que estuviese novelando; podía haberlas escrito donde las escribió o en cualquier otro capítulo, o podía haberlas dejado para sus columnas de opinión, pues no cumplen ningún cometido ni de ambientación, ni de relato de la trama, ni de construcción de los personajes. A consecuencia de ello, no percibí el menor atisbo de la realidad ficticia de la que he hablado en el párrafo anterior. Al contrario, sólo vi a Marías por todas partes, perorando subido en un púlpito y refiriendo, de vez en cuando, anecdotillas sobre unos presuntos personajes que pululaban por ahí.
Como ejemplo paradigmático, merece la pena centrarse en el primer capítulo. La idea de partida es interesante: un hombre acude a casa de su reciente amante y ésta se muere repentinamente, provocándole una injustificada sensación de culpabilidad. A partir de esta idea, un buen escritor podría construir una excelente trama psicológica de modo que el lector “viera” el tormento que sufre el protagonista: sus dudas, su ansiedad, su indecisión, su incapacidad para entender lo que le está sucediendo... Marías, en cambio, sólo es capaz de referir algunos de esos sentimientos, confiando en la credulidad absoluta del lector, que se ve obligado a aceptar lo que escribe aunque el personaje se comporte de un modo absolutamente incompatible con las sensaciones que, supuestamente, le embargan. Al final del capítulo, el protagonista-narrador afirma sentir la imperiosa necesidad de abandonar la casa de su amante; sin embargo, en lugar de representar esa inquietud, Marías se entretiene en detallar: las prendas que hay en el armario, el contenido de la nevera, lo que está emitiendo la televisión... sazonado, todo lo cual, con digresiones sobre usos y costumbres. A consecuencia de ello, en lugar de percibir a un protagonista inquieto y desazonado, lo que “vi” fue a un tipo ocioso y cotilla que dispone de todo el tiempo del mundo para saciar su curiosidad y que no siente el menor agobio.
A modo de ilustración de lo que acabo de comentar, me parece una buena idea comparar este pasaje con una escena cinematográfica: aquélla en la que una avioneta persigue a Cary Grant en un inmenso campo de trigo, en Con la muerte en los talones. En ella, Hitchcock logra transmitir todas las sensaciones que embargan al protagonista mediante hábiles recursos cinematográficos: la soledad, con un plano larguísimo en el que se ve cómo el autobús se aleja dejando a Cary Grant en mitad de la nada; la indefensión, mediante movimientos de cámara que muestran que no hay nada más que trigales en kilómetros a la redonda, etc. Por el contrario, si Marías hubiese escrito una escena parecida como escribió Mañana en la batalla piensa en mí, habría aprovechado que Cary Grant se bajaba del autobús para divagar sobre la comodidad y la puntualidad de los transportes públicos; los trigales, para perorar sobre las semillas de trigo, los molinos de viento y las panaderías, etc., etc. Y habría conseguido, así, que el lector no “viera” ni la soledad, ni la indefensión, ni el miedo, sino al propio Marías escuchándose a sí mismo diciendo, de vez en cuando, que un tipo se lanza al suelo porque le persigue un avión.
Algo parecido a lo anterior sucede con los personajes. En Mañana en la batalla piensa en mí, Marías se novela a sí mismo y, más o menos, todos los personajes se expresan y reflexionan de la misma manera. Como contraejemplo puedo citar, por ejemplo, Paralelo 40, de José Luis Castillo Puche; en esta novela, los dos personajes más importantes: el protagonista y el negro Tomás están tan nítidamente perfilados que parecen reales. Y lo mismo se puede decir de Los premios, de Julio Cortázar.
Esto es lo más importante. Como elementos menores quiero citar, además:
--Las generalizaciones absurdas, que consisten en repetir, una y otra vez, que todos los amantes se comportan de una determinada forma, o que todos los noctámbulos caminan de una determinada manera, como si eso proporcionara profundidad a sus pensamientos. Algunas de ellas me provocaron verdaderos ataques de hilaridad.
--La profusión de anacolutos, signos de puntuación mal puestos, palabras utilizadas incorrectamente, anfibologías, etc., etc. (*). Aunque para mí no es importante, puedo entender que a Marías le obsesione el ritmo de la prosa. Sin embargo, creo que éste no se puede componer a base de liarse a patadas con la gramática y de utilizar frases en las que, tras la cuarta subordinada, el lector ya no sabe cuál es el sujeto (**).
No me entretengo, que ya está bien por hoy. Podéis lincharme
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(*) Algunos de ellos son memorables. Recuerdo haber sufrido un incontrolable ataque de risa al leer algo así como “las medias de las enfermeras con grumos”, en lugar de “las medias con grumos de las enfermeras”. Según la redacción de Marías, son las enfermeras las que tienen grumos.
(**) De entre ellas, merece la pena destacar la segunda de la novela:
“Nadie piensa nunca que nadie vaya a morir en el momento más inadecuado a pesar de que eso sucede todo el tiempo, y creemos que nadie que no esté previsto habrá de morir junto a nosotros”.
Según esta redacción, no está nada claro si Marías pretende afirmar que no creemos que nadie “que no esté previsto” (sic) vaya a morir junto a nosotros o lo contrario: que creemos que sí puede ocurrir. A lo cual hay que añadir la horrenda tripitición de la palabra “nadie”, además de preguntarse qué significa que alguien “esté previsto”.
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Re: Mañana en la batalla piensa en mí - Javier Marías
Esta novela ha sido la única de Javier Marías que he leído, y desde luego me quitó las ganas de leer cualquier otra. Lo de la mujer que se muere en plena cita galante me parece de lo más rebuscado, y eso fue al principio. Todo lo que siguió me pareció que estaba a la altura, es decir, bla bla bla, bla bla bla, bla bla bla.. En cambio, Javier Marías me parece un buen articulista, y a veces brillante.
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Leyendo: El desierto de los Tártaros, de Dino Buzzati.
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- Khukha
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Re: Mañana en la batalla piensa en mí - Javier Marías
Es de los pocos libros que he abandonado a la mitad y tenía intención de volver a intentarlo, pero después de estos comentarios...mis ganas han desaparecido completamente porque veo que no sólo a mí me pareció un rollito
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Re: Mañana en la batalla piensa en mí - Javier Marías
"Nadie piensa nunca que pueda ir a encontrarse con una muerta entre los brazos y que ya no verá más su rostro cuyo nombre recuerda."
A mi esta me parece una frase magnífica
A mi esta me parece una frase magnífica
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