Nocturno de Chile - Roberto Bolaño
Publicado: 25 Sep 2007 19:21
NOCTURNO DE CHILE
Roberto Bolaño
Editorial: Anagrama
ISBN: 978-84-339-2464-3
152 págs.
Sebastián Urrutia Lacroix, sacerdote del Opus Dei, crítico literario y poeta mediocre, revisa su vida en una noche de fiebre alta en la que cree que va a morir. Y en su delirio febril van apareciendo Jünger y un pintor guatemalteco que se deja morir de inanición en el París de 1943, un Pinochet al que el protagonista da clases de marxismo, el ya anciano pope de la crítica nacional, una misteriosa mujer en cuya casa se reúne lo más granado de la literatura chilena& , todo ello mientras en las calles de Santiago impera el toque de queda. Una novela escalofriante, imprescindible.
Fuente
*Editado por Moderación
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Siempre quedan retos para la imaginación. Y esta no sólo luce con la originalidad de los argumentos sino también con la de las formas o los estados desde los que el narrador escribe. Si ya utilizó el recurso del monólogo en Amuleto (1999), en Nocturno de Chile, el escritor y poeta Roberto Bolaño (Santiago de Chile 1953) se acerca a un episodio histórico de su país utilizando un peculiar personaje que se encuentra en una no menos peculiar situación: la postración febril desde la que vierte sus recuerdos.
Un sacerdote del Opus Dei, en una noche de altísima fiebre, se incorpora penosamente sobre su tambaleante hombro y, desde la penumbra de su habitación y de su alma, pretende rebuscar en aquellos momentos de su vida desde los que poder contestar a los reproches de una conciencia que le fustiga en cruel alianza con la grave calentura y la sensación de estar asistiendo a su propia agonía.
La narración fluye al ritmo de las pulsiones que marca la fiebre. Los primeros recuerdos que evoca -coincidentes con los fuertes accesos febriles de las primeras horas de la noche- salen de su mente algo desubicados y con ese sesgo surrealista propio del mundo onírico o del reino de los delirios. Su destemplada memoria comienza rescatando el momento en que poco antes de ser ordenado sacerdote - ¿o días después...¿- conoce al viejo Farewell, quien le guiará en su sueño de ser crítico literario, actividad a la que consagraría sus mejores esfuerzos y en la que Farewell gozaba de reconocimiento nacional.
A partir de ahí, y a medida que la fiebre va remitiendo, su monólogo memorístico pasará revista a personas, lecturas y acontecimientos que marcaron su vida y su conciencia. Así, entre evocaciones y reflexiones, aparecen varias personalidades literarias. Entre otras, el poeta Neruda, con quien compartió un fin de semana campestre, o el ensayista alemán Ernest Jünger que, con uniforme de oficial de la Whermacht conversaba animadamente en la buhardilla de un pintor guatemalteco que se consumía de inanición y tristeza contemplando las calles del París ocupado en 1943.
Desfilan también por su pensamiento poetas italianos y alemanes, pensadores griegos, papas de la Edad Media y demás exponentes de la cultura e historia europea que evoca especialmente cuando recuerda un viaje que hizo al Viejo Continente con la extraña misión de elaborar un estudio sobre la conservación de iglesias, amenazadas allá por un curioso agente contaminador.
El recuerdo de su vuelta a Chile nos sitúa ante la última fase del monólogo cuyo telón de fondo será la aciaga época de la historia de su país iniciada con el golpe de Estado que derrocó a Salvador Allende. Se suceden relatos valleinclanescos, como cuando cumplió el encargo de dar lecciones de marxismo a Pinochet o cuando asistía a unas veladas literarias que, en las noches de toque de queda, organizaba una misteriosa mujer en una casona cuyos sótanos encerraban la infamia y el esperpento.
Escenas estas últimas que reflejan la tétrica unión que a veces se produce entre el mundo de la cultura y el mundo del terror. Colusión ésta que no puede sorprender al lector, pues acaba de traspasar el umbral de un siglo que fue testigo de cómo los campos de exterminio humanos coincidieron con el más excelso nivel cultural y científico.
Escrito con un estilo muy personal, propio de un poeta que venera el poder de las palabras y rinde culto a la fertilidad de las metáforas. Como corresponde a la crónica de una noche febril, el relato se sucede compulsivamente, sin ningún punto y aparte, sin ninguna división en capítulos.
De corte kafkiana, más que una novela con vocación de best seller resulta un producto literario muy original, fruto de la imaginación y del talento, y reflejado en una prosa cuyo ritmo lírico resulta en ocasiones más nítido que su discurso.
Buscando y leyendo todos los libros de este escritor me he encontrado con esta joya. Como dice la reseña es un monólogo en donde no hay puntos aparte y que aún así no se torna aburridor ni abrumador sino que por el contrario va desmadejando una parte de la historia de Chile y de la Literatura mundial
Roberto Bolaño
Editorial: Anagrama
ISBN: 978-84-339-2464-3
152 págs.
Sebastián Urrutia Lacroix, sacerdote del Opus Dei, crítico literario y poeta mediocre, revisa su vida en una noche de fiebre alta en la que cree que va a morir. Y en su delirio febril van apareciendo Jünger y un pintor guatemalteco que se deja morir de inanición en el París de 1943, un Pinochet al que el protagonista da clases de marxismo, el ya anciano pope de la crítica nacional, una misteriosa mujer en cuya casa se reúne lo más granado de la literatura chilena& , todo ello mientras en las calles de Santiago impera el toque de queda. Una novela escalofriante, imprescindible.
Fuente
*Editado por Moderación
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Siempre quedan retos para la imaginación. Y esta no sólo luce con la originalidad de los argumentos sino también con la de las formas o los estados desde los que el narrador escribe. Si ya utilizó el recurso del monólogo en Amuleto (1999), en Nocturno de Chile, el escritor y poeta Roberto Bolaño (Santiago de Chile 1953) se acerca a un episodio histórico de su país utilizando un peculiar personaje que se encuentra en una no menos peculiar situación: la postración febril desde la que vierte sus recuerdos.
Un sacerdote del Opus Dei, en una noche de altísima fiebre, se incorpora penosamente sobre su tambaleante hombro y, desde la penumbra de su habitación y de su alma, pretende rebuscar en aquellos momentos de su vida desde los que poder contestar a los reproches de una conciencia que le fustiga en cruel alianza con la grave calentura y la sensación de estar asistiendo a su propia agonía.
La narración fluye al ritmo de las pulsiones que marca la fiebre. Los primeros recuerdos que evoca -coincidentes con los fuertes accesos febriles de las primeras horas de la noche- salen de su mente algo desubicados y con ese sesgo surrealista propio del mundo onírico o del reino de los delirios. Su destemplada memoria comienza rescatando el momento en que poco antes de ser ordenado sacerdote - ¿o días después...¿- conoce al viejo Farewell, quien le guiará en su sueño de ser crítico literario, actividad a la que consagraría sus mejores esfuerzos y en la que Farewell gozaba de reconocimiento nacional.
A partir de ahí, y a medida que la fiebre va remitiendo, su monólogo memorístico pasará revista a personas, lecturas y acontecimientos que marcaron su vida y su conciencia. Así, entre evocaciones y reflexiones, aparecen varias personalidades literarias. Entre otras, el poeta Neruda, con quien compartió un fin de semana campestre, o el ensayista alemán Ernest Jünger que, con uniforme de oficial de la Whermacht conversaba animadamente en la buhardilla de un pintor guatemalteco que se consumía de inanición y tristeza contemplando las calles del París ocupado en 1943.
Desfilan también por su pensamiento poetas italianos y alemanes, pensadores griegos, papas de la Edad Media y demás exponentes de la cultura e historia europea que evoca especialmente cuando recuerda un viaje que hizo al Viejo Continente con la extraña misión de elaborar un estudio sobre la conservación de iglesias, amenazadas allá por un curioso agente contaminador.
El recuerdo de su vuelta a Chile nos sitúa ante la última fase del monólogo cuyo telón de fondo será la aciaga época de la historia de su país iniciada con el golpe de Estado que derrocó a Salvador Allende. Se suceden relatos valleinclanescos, como cuando cumplió el encargo de dar lecciones de marxismo a Pinochet o cuando asistía a unas veladas literarias que, en las noches de toque de queda, organizaba una misteriosa mujer en una casona cuyos sótanos encerraban la infamia y el esperpento.
Escenas estas últimas que reflejan la tétrica unión que a veces se produce entre el mundo de la cultura y el mundo del terror. Colusión ésta que no puede sorprender al lector, pues acaba de traspasar el umbral de un siglo que fue testigo de cómo los campos de exterminio humanos coincidieron con el más excelso nivel cultural y científico.
Escrito con un estilo muy personal, propio de un poeta que venera el poder de las palabras y rinde culto a la fertilidad de las metáforas. Como corresponde a la crónica de una noche febril, el relato se sucede compulsivamente, sin ningún punto y aparte, sin ninguna división en capítulos.
De corte kafkiana, más que una novela con vocación de best seller resulta un producto literario muy original, fruto de la imaginación y del talento, y reflejado en una prosa cuyo ritmo lírico resulta en ocasiones más nítido que su discurso.
Buscando y leyendo todos los libros de este escritor me he encontrado con esta joya. Como dice la reseña es un monólogo en donde no hay puntos aparte y que aún así no se torna aburridor ni abrumador sino que por el contrario va desmadejando una parte de la historia de Chile y de la Literatura mundial