Al leer libros descubro cartas

Aquellas maravillosas cartas.

Moderador: natura

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cometa azul
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Re: AL LEER LIBROS DESCUBRO CARTAS

Mensaje por cometa azul »

Qué bonito Megan!!! puedo imaginar la escena.
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madison
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Re: AL LEER LIBROS DESCUBRO CARTAS

Mensaje por madison »

Querido Sotero: Yo también tengo cosas que contarte, semejantes a las tuyas, o al menos así me lo parece, pero no iguales. Por lo pronto, todavía no he hablado con ningún profesor, ni creo que llegue a hacerlo. Somos mucha gente en el curso, y aunque hay algunos compañeros que se les acercan, como están mal mirados por los demás, yo no quiero ser uno de ellos, ni tampoco me importa. ¿De qué les voy a hablar? Asisto a las clases regularmente. El profesor de lógica me parece el mejor: es un señor muy agradable y muy inteligente, que nos obliga a estrujarnos el cerebro, aunque cortésmente, y, como dice un compañero, nos enseña a pensar. El de historia, ni fu ni fa. En cuanto al de literatura, nos repite lo que viene en el libro, casi de pe a pa, sin comentarnos nada. Y aunque a mi es lo que más me interesa, me falta una explicación a fondo, que sería lo importante, y no esta serie de datos y de hechas con que nos abruma. En fin, que voy sabiendo un poco de aquí y de allá, pero no lo suficiente. No se si me servirá de mucho. Suelo ir al Ateneo, del que me hice socio: esto me permite leer libros que no se encuentran en las librerías o que resultan caros, y también escuchar por todas partes conversaciones de política, donde se dice lo mismo con pequeñas variantes. Se susurra que lo va a cerrar la policía. Vivir en esta ciudad, por supuesto, no se parece en nada a lo que hacíamos en Villavieja, pero tampoco creas que es de entusiasmarse: vas por las calles solo, no conoces a nadie y si te distraes un poco en un escaparate te dan un empujón. A los gallegos nos tienen, en general, de menos, y por una nadería pronto te dicen: “Calla gallego.” Pero, a pesar de todo, no estoy descontento de haber venido.
En cuanto a lo que me cuentas de tu visita a un prostíbulo, no sé qué decirte. Yo, desde luego, no he pasado de un café cantante, que me aburrió. Pero aquí la gente habla mucho de esas cosas, aunque en tono científico. Se cita a un tal Freud, un señor de Viena de mucha fama al que he empezado ya a leer. Todo lo que se refiere a esas cuestiones, se dice siempre con citas de sus libros, o según sus teorías, que nadie discute, sino que alaban, y de las que yo no tengo más que una idea muy ligera. Supongo que por ahí sucederá más o menos lo mismo. Ahora bien: sin haber ido a un prostíbulo, también pasé por tus mismos aprietos y tus mismas incomprensiones, aunque me hayan durado poco. Por lo pronto, no tuve que pagar el duro. Dormí una noche con una mujer: al principio, sorprendido y bastante confuso; a la mañana siguiente, un poco más dueño de mí. Yo creo también que eso del cuerpo de las mujeres sorprende, y hasta espanta; tampoco sabría decirte por qué, hasta que se conoce a fondo. No es que yo haya llegado a tanto, pero un poco del camino lo tengo recorrido. Lo es que poco más puedo decirte, salvo que no me preocupa tanto como a ti llegar a conclusiones definitivas, las cuales por otra parte, no sé si son o no importantes. Tengo un amigo, hombre mayor y un tanto disparatado, pero de mucha experiencia, con el que espero charlar un día de éstos sobre el particular. No es que crea a pies juntillas lo que me dice, pero, en cualquier caso, me interesa y me explica las cosas: en este caso, espero que algo me aclare. Tengo la impresión de que, sin darnos cuenta , nos hemos metido, cada uno a su modo, en un problema de los que llaman importantes y que habremos de resolver, también cada cual a su modo.
Debo decirte, sin embargo, que hay una diferencia: yo estuve enamorado, a lo mejor lo estoy aún, y eso cambia las cosas, porque amar a una mujer implica desearla, y yo deseo a la mía. Desde luego, la mujer a la que quiero no es esa con la que me acosté. Tengo la impresión de haber catado, por un lado, la comida, y por otro, la sal. Lo que me dijo una vez ese señor que te miento es que la sal debe tomarse con la comida. Entiéndelo si puedes.
Un abrazo.
FILOMENO
Filomeno a mi pesar.- Gonzalo Torrente Ballester
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cometa azul
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Re: Al leer libros descubro cartas

Mensaje por cometa azul »

Mi querida Dasha y todas vosotras:

Lo único bueno de esta guerra es que la mayoría de las mujeres no tienen que verla, sólo las enfermeras que nos atienden, y ellas son inmunes a nuestro dolor.
Estamos al otro lado de Schlisselburg, y nuestra tarea es la de llevar nunicionas a la isla fortaleza de Oreshek. Un pequeño grupo de soldados defiende la isla desde septiembre, a pesar del intenso bonbardeo de la artillería alemana emplazada en la orilla del Ladoga, a sólo doscientos metros de distancia. ¿recordáis Oreshek?
Allí ahorcaron a Aleksandr, el hermano de Lenin, en 1887, por participar en el intento del aasesinato de Alejandro III.
Ahora que ha comenzado la guerra, los marinos y los soldados que vigilan la entrada al Neva son saludados como héroes de la Nueva Rusia, la Rusia después de Hitler. Nos dicen que después de la victoria, todo será muy diferente en la Unión Soviética. Nos prometen una vida mucho mejor, pero para alcanzarla debemos estar dispuestos a morir. Ofreced vuestras vidas, nos dicen, para que vuestros hijos puedan vivir.

De acuerdo respondemos. Los combates no cesan, ni siquiera de noche. Tampoco deja de llover. Llevamos empapados día y noche desde hace una semana. No pocemos secarnos. Tres de mis hombres han muerto de pulmonía. Parece una injusticia cósmica morir de pulmonía cuando Hitler está tan empeñado en matarnos.
Me alegro de no estar en Moscú ahora mismo. ¿Estáis enteradas de lo que pasa allí? Creo que eso nos está salvando. Y os está salvando a vosotras. Hitler ha retirado gran parte de su Grupo de Ejércitos del Norte, incluida la mayoría de los aviones y los tanques, del frente de Leningrado para atacar Moscú. Si Moscú cae, podemos darnos por perdidos, pero por ahora nos ayuda a resistir.

Estoy bien,, aunque no me gusta estar empapado. Alos oficiales todavía nos dan de comer. Cada vez que hay carne pienso en vosotras.
Cuídate. Dile a Tatiana que camine sin apartarse de los edificios, salvo cuando caigan las bonbas. Entonces tiene que detenerse y esperar en un portal. Que no olvide llevar el casco que le dejé.
Chicas, no se os ocurra repartir vuestra comida, bajo ninguna circunstancia. Manteneos apartadas de la azotea.
Utilizad el jabón que os dejé. Recordad que las cosas siempre nos parecen más llevaderas cuando estas limpio. Me lo dijo mi padre. Aquí es imposible lavarse con tanto frío como hace, pero al mismo tiempo, el frío mata los piojos que transmiten el tifus.
Créeme cuando te digo que pienso en ti cada minuto del día.
Hasta que nos volvamos a ver, permanezco tuyo en la distancial

Aleksandr.


El jinete de bronce. Paullina Simons.
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eskarina
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Re: Al leer libros descubro cartas

Mensaje por eskarina »

Carta del autor vivo a Marusia Tataróvich
¡Musia!
Me has preguntado bastante a menudo si no seré impotente. Me temo que aún no.
Y si lo soy, el hecho merece al menos un comentario.
Permíteme decirte que mi impotencia se llama Yelena, Nika, madre. Creo que está claro.
Sí, estoy atado. Pero mucho más serio es el hecho de que amo mis ataduras, lazos, cadenas, yugos, cepos o espuelas, y con toda el alma...
Tú eres un personaje, yo, el autor. Vengativo, humillado, inútil, cruel, como se quiera, pero el autor.
Aquellos que me han conocido viven en mí. Ellos son mi neurastenia, mi rabia, mi aplomo, mi temeridad. Y así sucesivamente.
Pues la guerra más sanguinaria es la que libran los fantasmas.
Yo soy el autor y vosotros mis personajes. Y vivos no os hubiera querido tanto.
No sé si me creerás, pero a veces casi grito:
“¡Oh, Dios del cielo! ¡Qué honor! ¡Qué inmerecida bondad la tuya: saber el alfabeto ruso!”
En una palabra, estamos en paz. ¡Qué Dios os dé suerte! Y todo lo que se dice en estos casos.
Y si, Musia, Dios no existe, entonces no habrá más remedio que actuar por ti misma.
Y aquí ponemos el punto final. Punto.


De “La extranjera”, de Serguéi Dovlátov.
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madison
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Re: Al leer libros descubro cartas

Mensaje por madison »

Querido Jack:
No tendría que acabar así, pero ha de ser, amor mío, te juro que ha de ser así. ¿Te acuerdas de la noche en que nos enamoramos, la noche en que la casa cayó al mar y descubrimos que no podíamos apartar las manos el uno del otro? Entonces no podíamos imaginarnos amando a nadie más, por la intensidad del fuego que encendimos aquella noche. ¿ Y te acuerdas de aquella noche en Roma que concebimos a Leah en la cama del último piso del hotel Raphael? Esa fue la mejor para mí, porque los dos queríamos un hijo. La mejor porque transformamos toda la lectura y la desesperación e nuestras vidas en algo que era signo de esperanza entre los dos. Cuando tú y yo nos amábamos, Jack, podíamos hacer arder el mundo con nuestros cuerpos y que renaciera en su perfección.
No te había dicho por qué os dejé a ti y a Leah, pero te lo digo ahora. Es otra vez la locura. Y esta vez no puedo luchar contra ella. La señora ha vuelto. La señora de las monedas ha vuelto, la mujer de que te hablé cuando éramos unos adolescentes. De niña sólo vino a mirarme y a apiadarse, pero esta vez fue cruel. Esta vez hablaba con las voces de los alemanes y me escupía por ser judía. De niña, Jack, no podía sportar lo que habían sufrido mis padres. Su dolor me afectaba como nada en la vida ha podido afectarme. Despertaba cada mañana a su angustia callada, a su guerra con el mundo que jamás las palabras podrían expresar. Llevaba su dolor dentro de mí como un niño. Lo absorbía, me alimentaba de él, le dejaba cabalgar mi sangre con esquirlas y puñales. Nunca he sido bastante fuerte para superar la terrible historia de mis padres. Lo que ellos soportaron me tortura, me conmueve, me hace enloquecer de desesperación.
Ahora la señora de las monedas me llama, Jack, y no puedo resistir su voz. No tengo monedas cosidas en los botones del vestido para comprar mi huida ni pagar a nadie. Los campos de concentración me llaman, Jack Mi tatuaje es reciente y el largo viaje en vagones de ganado llegó a su fin. Sueño en el Zyklon B. Tengo que seguir la voz, y cuando salte del puente, Jack, estaré yendo a las fosas de los cuerpos hambrientos y martirizados de seis millones de judíos, y arrojándome entre ellos porque no puedo evitar su acoso. Los cuerpos de mi madre y de mi padre yacen entre esos judíos asesinados, y ni siquiera tuvieron la suerte de morir. En estas fosas, que siempre he soñado que eran mi verdadero hogar, ocuparé el lugar que me corresponde por derecho. Seré la judía que les arranca los dientes los dientes de oro a los muertos, la judía que ofrece su escuálido cuerpo para que hagan con él el jabón que lavará a esos soldados del Reich que combaten en el frente ruso. Es locura, Jack, pero es real. Siempre ha sido lo más auténtico de mí y suplico tu perdón.
Pero, Jack, querido Jack, mi buen Jack, ¿cómo puedo dejaros a ti y a Leah? ¿Cómo le explico a la señora de las monedas el amor que siento por los dos? Pero no es mi amor lo que busca, sino mi vida. Su voz es cautivadora en su mortal ternura, y la señora conoce bien su oficio. Sabe que no puedo amar a nadie si mi país es el país de los torturados, los obsesionados, los que lloran y los vencidos.
Es lo mejor, Jack, lo mejor para mí. Cuando ya no esté, háblale de mí a Leah, por favor. Cuéntale las cosas buenas. Cuídale bien. Quiérela por los dos. Adórala como yo hubiera hecho. Busca la madre que llevas dentro, Jack. La llevas dentro y es buena madre, y cuento contigo para que la encuentres y la respetes y críes a Leah con la parte más dulce y tierna que hay en ti. Haz el trabajo que me correspondía a mí, Jack, y no dejes que nadie te lo impida. Honra mi recuerdo con la adoración de nuestra hija.
Y Jack, querido Jack, algún día conocerás a otra mujer. Yo ya quiero a esta mujer y la aprecio, y la respeto, y la envidio. Tiene a mi dulce hombre, y yo me habría enfrentado a cualquier mujer del mundo que intentara separarte de mi lado. Díselo y háblale de mí.
Te estoy esperando, Jack. Te estoy esperando en la casa que el mar se llevó la primera noche que nos amamos, cuando supimos que nuestros destinos se habían unido. Ámala bien y fielmente, pero dile que estoy preparando la casa para tu llegada. Ahí es donde te espero ahora, Jack, mientras lees esta carta. Está en l fondo del mar y hay ángeles que flotan por sus rincones y se asoman tras los armarios. Oiré tu llamada en la puerta, y abriré, y te arrastraré a la habitación en que bailamos con la música de la playa, nos besamos tendidos en la alfombra y te desafié a que me amaras.
Cásate con una buena mujer, Jack, pero no tan buena que después no quieras volver conmigo a nuestra casa en el fondo del mar. Espero que sea guapa y que quiera a nuestra hija tanto como yo la habría querido. Pero dile que no renuncio a ti por completo, Jack. Le permito que te tome prestado por un tiempo. Me voy, pero estaré esperándote, querido, en la casa que el mar se llevó.
Te lo ordeno, Jack, en el último grito de mi alma y de mi imperecedero amor por ti: cásate con una mujer fabulosa, pero dile que soy yo quien te acompañó al baile. Dile que tienes reservado el último baile para mí.
Amor mío
Shyla.

Música de playa.- Pat Conroy
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madison
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Re: Al leer libros descubro cartas

Mensaje por madison »

Querida Gwen:
Lamento escribir así, pero no hay otra forma. No pude decírtelo la otra noche, no parecías oírme.
Estoy asombrado y triste por lo que me revelaste. En aquel momento no dije nada, no sabía cómo hablar.
Por culpa de tu madre no tienes fe en Dios. Hablé con el padre Gorran en nuestra iglesia. Le disgustó oír esto. (¡No le dije el nombre de la amiga que había pronunciado estas palabras, desde luego!)
Cuántos hijos han perdido a su madre, y a su padre, en el transcurso de la Historia. Cuántos seres humanos han sido azotados por semejantes tormentas. Tu madre, me contaste, murió en su propia cama y en paz después de dieciocho meses de enfermedad, pero piensa en sufrimientos peores, y en una niña que pierde sus padres a una edad más temprana de lo que tú eras. El padre Gorran dice que la desesperación es l más mortal de los pecados contra Dios porque es un pecado contra la creación y es el pecado que se puede perdonar.

Tener fe en el amor humano no es suficiente. La raza humana está perdida. Sólo a través de nuestro Salvador Jesucristo será SALVADA la raza humana.

No estoy diciendo estas cosas porque sea el momento de marcharme de Mt. Ephraim. En realidad estoy dolido porque pienses eso de mí. Me cuesta perdonarte, Gwen.
Volverte contra mí incluso cuando me dices que me quieres. Nunca dejarás de quererme, sin embargo dudas de mi sinceridad en esto

No sólo es tu falta de fe sino otras diferencias entre nosotros. Estaba confundido y equivocado en nuestra amistad. He confesado mi parte. Fui responsable pues era mayor que tú, y estaba muy enamorado de ti, la verdad es que no pensaba con claridad. Este asunto de la pureza y el celibato es más duro para los hombres. Doy gracias porque nadie de mi familia lo sabrá. Mi confesor me ha puesto penitencia por mis errores y pecados y agradezco que este error en mi vida quede tras de mí. Espero que a ti te ocurra lo mismo.

Te ruego que no vuelvas a escribirme, Gwen. Te devuelvo tus cartas y tarjetas. Por favor, no me llames. Juro que siempre te querré, como a una hermana. Rezaré por tu alma. Pero no te veré, y te pido que lo cumplas. No es sino cierto, ingresaré en el seminario después de la universidad. Mi madre hace tiempo que ha entendido que tengo vocación y que dedicaré mi vida a servir a Dios.

Ruego por que mi vida a partir de ahora sea buena, ¡sin más secretos!

Te devuelvo tus cartas. No las quiero destruir porque en ese caso tú no podrías conocer su destino; pero ahora quedan en tu poder para que las destruyas como verdaderamente espero que lo hagas.

Te prometo que destruiré mis cartas, cuando me las devuelvas.

Espero que Dios te bendiga como me ha bendecido a mí y me ha ayudado en todo este tiempo de tentación y duda.
Tu amigo,
Brendan Dorsey
Mama.- Joyce Carol Oates
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madison
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Re: Al leer libros descubro cartas

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Querida Lisa, hubo una vez que hablé contigo por teléfono más de una hora sin percibirme de que habías colgado. Fue desde el teléfono público de la calle Bucareli, en la esquina del Reloj Chino. Ahora estoy en un bar de la costa catalana, me duele la garganta y tengo poco dinero. La italiana dijo que regresaba a Milán a trabajar, aunque se cansara. No sé si citaba a Pavese o realmente no tenía ganas de volver.
Creo que le pediré al enfermero del camping algún antibiótico. La escena se disgrega geométricamente.
Aparece una playa solitaria a las ocho de la noche, altos cirros anaranjados; a lo lejos caminan, en dirección contraria al que observa, un grupo de cinco personas en fila india. El viento levanta una cortina de arena y los cubre.
Amberes.-Roberto Bolaño
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Re: Al leer libros descubro cartas

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Tony querido,
Siento haber escrito sin haber llamado, pero es que he estado muy ocupada con lo del bimetalismo: es complicadísimo.
Iré el sábado, otra vez con Polly. Es buena señal que venga por segunda vez: Lyonesse no debe ser tan terrible como la mayoría de otras alcobas.
También vendrá una chica encantadora, llamada Jenny Abdul Akbar, con la que he hecho amistad y a la que hemos de tratar bien. Vive en uno de estos apartamentos y ha tenido una vida terrible. No es negra, pero está casada con un negro. Ya te lo contará ella. Llegará en el tren de 3.18, me imagino.
Ahora tengo que cortar para ir a clase.
No vayas a caer en la bebida, ¿eh?
Besos, Brenda

Anoche vi a Jock en café de parís con una rubia descarada. ¿Quién será?
Gin, no, Dijin (¿cómo se llama?), tiene reumatismo y Marjorie está muy irritada. Cree que se le ha dislocado la pelvis y Cruttwell no quiere ocuparse de él, cosa bastante infame, teniendo en cuenta todos los clientes que ella le ha llevado.



Querido Tony
No voy a volver a Hetton. Grimshawe puede empaquetar todo y traérmelo al apartamento. Después no la necesitaré más.
Supongo que habrás comprendido desde hace algún tiempo que las cosas iban mal.
Estoy enamorada de John Andrew y quiero divorciarme y casarme con él. Si John Andrew no hubiera muerto podría haber sido de otro modo. O lo puedo asegurar. Así las cosas, no puedo, sencillamente, volver a empezar. Por favor, no te atormentes demasiado. Supongo que, mientras el proceso esté en marcha, no se nos permitirá vernos, pero espero que después seamos grandes amigos. En cualquier caso, yo siempre te consideraré así, pienses tú lo que pienses de mí.
Con todo mi amor, Brenda



Un puñado de polvo.-Evelyn Waugh
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Re: Al leer libros descubro cartas

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Señor Baroja: ¡Qué mal se las maneja usted con la fama! Yo creo que es la suspicacia de los vascongados.

Si se va por Castilla, por Andalucía, por Valencia o por Galicia, y se acerca a una casa de campo, la gente le mira a uno con cierta curiosidad, y si se le pregunta algo, contesta y le gusta hablar con el curioso; pero en las provincias vascongadas, el hombre o la mujer del caserío sale con alarma a mirar al que llega y da la impresión de que piensa: ¿A qué vendrá aquí este? ¿Querrá subirnos la contribución o llevarnos las manzanas?

A usted le pasa lo mismo. Sin duda, cree que, si se habla de usted, es para quitarle algo. ¿Qué quería usted? ¿Qué no hubiera más que un coro de elogios para usted? Entonces se quejaría usted también.

Supongo que usted piensa que ha puesto el índice a su vida.
Esto me parece una imprudencia, porque, porque muchas veces, cuando más seguro se está de que ya no le pasará a una persona nada, es cuando le pasa algo.


C.N.

Desde la última vuelta del camino III.-Pio Baroja
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madison
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Re: Al leer libros descubro cartas

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Muy señora mía, Alexandra Grigórievna:

No alcanzo a comprender tan extraño proceder por parte suya. Tenga la seguridad de que, obrando de este modo, no ganará usted nada ni me obligará en modo alguno a casarme con su hija. Crea usted que me hallo perfectamente enterado de la historia de mi nariz como también de que usted y nadie más que usted ha sido la principal causante de ella. El súbito desprendimiento, la fuga y el disfraz de mi apéndice nasal, apareciendo primero bajo el aspecto de un funcionario y luego con el suyo propio, no son ni más ni menos que consecuencia de las hechicerías practicadas por usted o por quienes se ejercitan en menesteres tan nobles como los suyos. Por mi parte, considero deber mío advertirle que si el susodicho apéndice no se reintegra hoy mismo a su sitio, me veré en la obligación de apelar a la defensa y la protección de las leyes.

Por lo demás, con todos mis respetos, tengo el honor de quedar de usted, seguro servidor

Platón Kovaliov.

Muy señor mío, Platón Kuzmich:

Su carta me ha dejado sumamente sorprendida. Le confieso a usted con toda sinceridad que nunca esperé nada parecido y menos aún lo referente a los injustos reproches de usted. Pongo en su conocimiento que jamás he recibido en mi casa, ni con disfraz ni bajo su aspecto propio, al funcionario a quien usted alude. No niego que me ha visitado Filipp Ivánovich Potánchikov. Pero, aunque él aspiraba, es cierto, a la mano de mi hija -y tratándose de una persona de conducta buena y sobria, así como de muchos estudios-, yo nunca le he dado la menor esperanza. También menciona usted la nariz. Si con ello quiere dar a entender que yo me proponía dejarle con tres cuartas de narices, o sea, darle una negativa rotunda, me sorprende que sea usted quien lo diga, sabiendo como sabe que mi intención es muy otra y que si usted se compromete ahora mismo y en debida forma con mi hija, yo estoy dispuesta a acceder sin dilación, pues tal ha sido siempre el objeto de mis más fervientes deseos, en espera de lo cual quedo siempre al servicio de usted

Alexandra Podtóchina.

La Nariz.-Nikolai Gógol
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Megan
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Re: Al leer libros descubro cartas

Mensaje por Megan »

Hola querida amiga, qué difícil se me hace escribir y leer, esa negación me aleja de mi hilo preferido y me da mucha pena.

He estado ordenando los libros de la biblioteca de mi padre, uno por uno los he organizado. He encontrado muchas cosas dentro de ellos, la fragilidad en la que me encuentro me impide contar las emociones que he vivido. Quizás pueda hacerlo más adelante, en tanto leo todo lo bello que siempre encuentro en estas hermosas páginas que son tan tuyas.

Un beso grande,
Megan.
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Re: Al leer libros descubro cartas

Mensaje por madison »

Cometo tantos errores respecto a ti que siento mucha, muchísima verguenza Megan. :oops:
Ahora mismo te escribo :wink:
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Re: Al leer libros descubro cartas

Mensaje por madison »

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En el bolsillo llevaba una carta, eran muchos los que la llevaban. Era la última carta, esa que nunca enviaban, pero que siempre llevaban encima. Después de su muerte sería abierta por las manos temblorosas de una madre, o de una novia, en la penumbra de un comedor, o de camino, bajo un sol absurdo. Era la voz que se imaginaban dejar tras de sí. La suya decía,ordenadamente como sigue:

Padre, os doy las gracias. Gracias por haberme acompañado al tren,el primer día de guerra. Gracias por la maquinilla de afeitar que me regalasteis.Gracias por las jornadas de caza, por todas. Gracias porque nuestra casa era cálida, y los platos no estaban desportillados. Gracias por aquel domingo bajo el haya de Vergezzi. Gracias por no haber levantado nunca la voz. Gracias por haberme escrito cada domingo desde que estoy aquí. Gracias por haber dejado siempre la puerta abierta cuando me iba a dormir. Gracias por haberme enseñado a amar los números. Gracias por no haber llorado nunca. Gracias por el dinero metido entre las páginas del manual. Gracias por aquella velada en el teatro, vos y yo, como principes. Gracias por el olor de las castañas, cuando regresaba del colegio. Gracias por las misas al fondo de la iglesia, siempre de pie, nunca de rodillas. Gracias por haber llevado el traje blanco, y por la melancolía. Gracias por este nombre que llevo. Gracias por esta vida que aferro. Gracias por estos ojos que ven, estas manos que tocan, esta mente que comprende. Gracias por los días y por los años. Gracias porque éramos nosotros. Gracias mil veces. Para siempre

Esta historia.- Alesandro Baricco
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Re: Al leer libros descubro cartas

Mensaje por madison »

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Después, un día, recibí una carta. hace medio año. Alguien me buscaba. Un hombre me buscaba.Le respondí con aspereza, no quería que comprendiera lo que pasaba en mi interior. Y recibí su respuesta:
Querida Sylva:
¡Me alegra mucho que haya contestado a mi carta! Me hace pensar que usted también se acuerda de mí y de la felicidad que compartimos hace tiempo. "Querido", esta manera tan habitual de dirigirse a una persona suena maravillosa salida de sus labios, mejor dicho, de su pluma. Mientras leía la palabra sentí un calor físico.
Ha mencionado los recuerdos. Por mi parte le aseguro que los momentos que pasé con usted fueron los más hermosos de todo cuanto he vivido hasta ahora. Entonces pensaba que siempre estaría tan bien como en esos momentos.
¿Recuerda aún el regalo que me ofreció? ¿Quizá no? Se lo recordaré yo: una tarde, en un café, el Café Louvre que hay en el centro de Praga, yo admiraba su guante encaje negro y a usted que jugaba con él. Durante muchos años lo he guardado. Siempre que sentía el deseo,sacaba su larguísimo guante de encaje negro con los dedos manchados de sangre y lo extendía ante mí. Siempre que veo aquel encaje negro salpicado de sangre seca, la siento a usted, Sylva, la veo y la siento cerca de mí.
Me gustaría estar informado de más detalles de su vida y, naturalmente espero volver a verla. Iré a buscarla donde sea desde cualquier parte del mundo.
No vuelva a desaparecer. Se lo suplico de todo corazón.
Suyo
Arbol viejo

P.S. El árbol viejo ya no tiene ramas ni hojas, pero de todos modos el viento de la primavera ha removido sus raices y han brotado flores


En cuanto leí estas palabras, en el jardín de mi vejez despuntó una flor blanca.

La mujer silenciosa, de Mónika Zgustova
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Re: Al leer libros descubro cartas

Mensaje por madison »

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Edouard se saca del bolsillo de la chaqueta la carta de Laura, la misma carta que ya ha leído una y otra vez durante la travesía. Y vuelve a leerla:
Querido amigo:
La última vez que le vi-fue, como recordará, en St. James Park, el dos de abril, la víspera de mi partida para el Mediodía de Francia-, me obligó a prometerle que le escribiría si me veía en algún apuro. Cumplo mi promesa. ¿A quién otro que a usted podría invocar en este momento? Aquellos en quienes querría poder apoyarme son a quienes más debo ocultar mi desdicha. Porque ha de saber usted, amigo mío, que me encuentro en un tremendo aprieto. Lo que ha sido de mi vida desde que me separé de Félix, quizá se lo cuente algún día. Me acompañó a Pau y regresó solo a Cambridge, donde sus clases le reclamaban. Lo que de mí ha sido allá, sola y abandonada a mí misma, a la convalecencia, y a la primavera…¿Me atreveré a confesarle a usted lo que soy incapaz de decirle a Félix? Ha llegado el momento en que debería reunirme con él…Pues bien; no soy digna de hacerlo. Las cartas que le escribo desde hace algún tiempo son una pura mentira, y las que recibo de él no hablan más que de su alegría al ver que cada vez estoy mejor. ¡Ojala nunca me hubiera curado¡¡O que me hubiera muerto allí¡…Amigo mío, no he tenido más remedio que rendirme a la evidencia: estoy encinta; y el niño que espero no es de él. Hace ya más de tres meses que nos separamos; de todas formas, a él por lo menos no sería capaz de engañarle. No me atrevo a volver a su lado. No puedo. No quiero. Seguramente me perdonaría; pero es que yo ni me merezco ni deseo que me perdone. Tampoco me atrevo a volver a casa de mis padres, que me siguen creyendo en Pau. Mi padre, si se enterara, si se diera cuenta de lo que ha pasado, me maldeciría, me arrojaría de casa. ¿Cómo voy a afrontar su virtud, su repugnancia hacia el pecado, hacia la mentira, hacia todo lo que es impuro? También tengo miedo al disgusto que les daría a mi madre y a mi hermana. Y en cuanto a aquel que… Mas no pretendo acusarle; cuando me prometió ayudarme, estaba en condiciones de hacerlo. Pero para conseguir medios de prestarme una ayuda mayor, se puso a jugar. Y perdió el dinero que hubiera servido para mantenerme y para el parto. Lo ha perdido todo. Al principio pensé marcharme con él a donde fuese, vivir con él, al menos por algún tiempo, pues no quería crearle dificultades ni suponerle una carga; ya habría terminado por encontrar alguna manera de ganarme la vida; pero de momento, me es imposible. Me doy cuenta perfectamente de que le duele abandonarme, pero también de que no puede proceder de otra forma; tampoco le acuso de que me deje, pero el caso es que me deja. Estoy aquí sin dinero. Vivo de fiado, en un pequeño hotel. Pero esto no puede durar. No sé qué va a ser de mí. ¡Ay¡ Un camino tan delicioso sólo al abismo podía conducir. Le escribo a usted a las señas de Londres que me dio, pero cualquiera sabe cuándo le llegará la presente. ¡Con las ganas que tenía yo de ser madre¡ Me paso todo el día llorando. Aconséjeme; ya no puedo esperar nada de nadie más que de usted, Socórrame, si le es posible, y si no… ¡Ay¡ en otra época, habría tenido más valor; pero ahora no sería yo sola quien muriese. Si no viene usted, si me escribe:” No puedo hacer nada”, no tendré el menor reproche que hacerle. Al decirle a usted adiós, trataré de no lamentarme demasiado de la vida, aunque creo que nunca se ha dado usted demasiada cuenta de que la amistad que me profesó sigue siendo lo mejor que la vida me ha proporcionado…y de que lo que yo llamaba mi amistad hacia usted en mi corazón tenía un nombre distinto.
LAURA FELIX DOUVIERS
P.D. Antes de echar esta carta, voy a verle a él por última vez. Le iré a esperar esta noche a su misma casa. Si llega a recibir usted la presente, será porque verdaderamente…¡Adiós¡¡Adiós¡ Ya no sé lo que digo.


Los monederos falsos, de Andre Gide
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