Poemas con cartas
Publicado: 02 Jun 2009 12:27
Carta para Will Cuppy
usted, señor Cuppy, que vivió montado en una rara nube, que consumió su presente en la ilusión de un momento anterior, debe divertirle el hecho de pertenecer ya a esa parte del tiempo que llamamos pasado.
Como fue amante de fechas, de exactitudes históricas, de datos irrefutables, no se molestará Usted si le menciono que han transcurrido cincuenta y tres años de la edición argentina de su monumental The declive and fall of practically everybody, esa Decadencia y caída de casi todo el mundo de Emecé Editores que hemos leído y vuelto a leer a lo largo de tantos años, ni le extrañará enterarse de que en Cuba fue publicada hace más de treinta años en la colección Cocuyo del Instituto Cubano del Libro.
Esta obra suya, póstuma, lúcida, magnífica, a la que dedicó Usted los últimos dieciséis años de su existencia, sigue dándole la vuelta al mundo, provocando asombro, admiración y consuelo. Porque reírse, (Usted lo supo muy bien) es consolador y asombroso al mismo tiempo.
Parecía imposible que la historia de Carlomagno, la de Aníbal, la de Cleopatra, la de Lucrecia Borgia, por sólo citar cuatro ejemplos, fueran divertidas en algún sentido.
Sólo un hombre raro como Usted (sabemos de la originalidad suya al convertir su pequeño apartamento de Greenwich Village en una trinchera de libros, al vivir casi sepultado entre montañas de notas, al visitar el jardín zoológico con frecuencia, y sobre todo, señor Cuppy, sabemos que para Usted la historia se detenía en el siglo XVIII, ignorando la actualidad y el pasado inmediato, según se cuenta en la solapa de la edición argentina ya citada) , sólo un hombre así pudo contarnos esas vidas, y otras quince más, del modo más admirablemente gracioso que se pueda imaginar.
Después de leer la Decadencia… no nos queda duda de que quien introdujo la berenjena en Europa fue Alejandro Magno, que Federico el grande tocaba flauta y componía versos malísimos, ni de que Lucrecia Borgia fue una hija natural. Por cierto, de Lucrecia dijo Usted: “ todos los hijos son naturales, pero algunos lo son más que otros”, curiosa coincidencia con otra frase que se ha convertido en un icono de la ironía.
Me refiero, por supuesto a “Todos los animales son iguales, pero algunos animales son más iguales que otros”, nacida del ingenio de George Orwell en Rebelión en la granja, escrita en 1944.
Once años le lleva de ventaja Usted a Orwell, porque su libro data del año 1933, entérese.
Dudo mucho de que lo supiera, dado el hecho de que la muerte suya ocurrió cinco años después de finalizado el libro Rebelión…, que no pudo ver la luz de inmediato una vez concluido.
Me pregunto si de alguna forma Usted pudo saber que Orwell creía que quien controla el pasado controla el futuro, y quien controla el presente controla el pasado, como sentenció en 1984, aunque es muy dudoso, porque esa novela se publicó en 1949, el mismo año de la muerte de Usted.
Es muy interesante cómo ambos, desde diferentes puntos y ángulos, juegan con los acontecimientos hasta convertirlos en cuentos increíblemente graciosos. Los escritores humorísticos siempre están en la cuerda floja, en el limbo de lo inseguro, en la duda del efectivismo al que aspiran, porque la risa es individual y muy idiosincrásica, muy de cada sitio, de cada contexto.
Sin embargo, Señor Will Cuppy, tengo a bien informarle que cruza Usted todas las barreras posibles, que no existe límite para el regocijo que causa la lectura de su libro magistral.
Nos deja Usted con deseos de más, de mucho más, y esto explica que hoy, a un año de cumplirse el sexagenario aniversario de su muerte, le preguntemos a quemarropa: ¿Realmente escribió Cómo distinguir a tus amigos de los monos y Cómo convertirse en fósil?"
Varios escritores humorísticos y yo misma, llevamos años en la búsqueda de esos textos suyos. Hemos consultado bibliotecas, rastreado en librerías de uso, hemos solicitado ayuda en cuanto lugar ha sido posible, y no nos resignamos a creer que se trate de una broma suya. Esos títulos no deben ser apócrifos. No sería justo que tantos devotos nos quedemos sin la demostración de que jugó Usted no sólo con el pasado, sino con su futuro, que es este presente nuestro, donde nadie osa competir con su gracia ni con su incomparable tesón. Créame, por favor, porque le hablo a nombre de casi todo el mundo que antes de caer y de convertirse en fósiles, necesitan seguir leyéndolo.
Laidi Fernández de Juan
Publicado en CubaLiteraria
usted, señor Cuppy, que vivió montado en una rara nube, que consumió su presente en la ilusión de un momento anterior, debe divertirle el hecho de pertenecer ya a esa parte del tiempo que llamamos pasado.
Como fue amante de fechas, de exactitudes históricas, de datos irrefutables, no se molestará Usted si le menciono que han transcurrido cincuenta y tres años de la edición argentina de su monumental The declive and fall of practically everybody, esa Decadencia y caída de casi todo el mundo de Emecé Editores que hemos leído y vuelto a leer a lo largo de tantos años, ni le extrañará enterarse de que en Cuba fue publicada hace más de treinta años en la colección Cocuyo del Instituto Cubano del Libro.
Esta obra suya, póstuma, lúcida, magnífica, a la que dedicó Usted los últimos dieciséis años de su existencia, sigue dándole la vuelta al mundo, provocando asombro, admiración y consuelo. Porque reírse, (Usted lo supo muy bien) es consolador y asombroso al mismo tiempo.
Parecía imposible que la historia de Carlomagno, la de Aníbal, la de Cleopatra, la de Lucrecia Borgia, por sólo citar cuatro ejemplos, fueran divertidas en algún sentido.
Sólo un hombre raro como Usted (sabemos de la originalidad suya al convertir su pequeño apartamento de Greenwich Village en una trinchera de libros, al vivir casi sepultado entre montañas de notas, al visitar el jardín zoológico con frecuencia, y sobre todo, señor Cuppy, sabemos que para Usted la historia se detenía en el siglo XVIII, ignorando la actualidad y el pasado inmediato, según se cuenta en la solapa de la edición argentina ya citada) , sólo un hombre así pudo contarnos esas vidas, y otras quince más, del modo más admirablemente gracioso que se pueda imaginar.
Después de leer la Decadencia… no nos queda duda de que quien introdujo la berenjena en Europa fue Alejandro Magno, que Federico el grande tocaba flauta y componía versos malísimos, ni de que Lucrecia Borgia fue una hija natural. Por cierto, de Lucrecia dijo Usted: “ todos los hijos son naturales, pero algunos lo son más que otros”, curiosa coincidencia con otra frase que se ha convertido en un icono de la ironía.
Me refiero, por supuesto a “Todos los animales son iguales, pero algunos animales son más iguales que otros”, nacida del ingenio de George Orwell en Rebelión en la granja, escrita en 1944.
Once años le lleva de ventaja Usted a Orwell, porque su libro data del año 1933, entérese.
Dudo mucho de que lo supiera, dado el hecho de que la muerte suya ocurrió cinco años después de finalizado el libro Rebelión…, que no pudo ver la luz de inmediato una vez concluido.
Me pregunto si de alguna forma Usted pudo saber que Orwell creía que quien controla el pasado controla el futuro, y quien controla el presente controla el pasado, como sentenció en 1984, aunque es muy dudoso, porque esa novela se publicó en 1949, el mismo año de la muerte de Usted.
Es muy interesante cómo ambos, desde diferentes puntos y ángulos, juegan con los acontecimientos hasta convertirlos en cuentos increíblemente graciosos. Los escritores humorísticos siempre están en la cuerda floja, en el limbo de lo inseguro, en la duda del efectivismo al que aspiran, porque la risa es individual y muy idiosincrásica, muy de cada sitio, de cada contexto.
Sin embargo, Señor Will Cuppy, tengo a bien informarle que cruza Usted todas las barreras posibles, que no existe límite para el regocijo que causa la lectura de su libro magistral.
Nos deja Usted con deseos de más, de mucho más, y esto explica que hoy, a un año de cumplirse el sexagenario aniversario de su muerte, le preguntemos a quemarropa: ¿Realmente escribió Cómo distinguir a tus amigos de los monos y Cómo convertirse en fósil?"
Varios escritores humorísticos y yo misma, llevamos años en la búsqueda de esos textos suyos. Hemos consultado bibliotecas, rastreado en librerías de uso, hemos solicitado ayuda en cuanto lugar ha sido posible, y no nos resignamos a creer que se trate de una broma suya. Esos títulos no deben ser apócrifos. No sería justo que tantos devotos nos quedemos sin la demostración de que jugó Usted no sólo con el pasado, sino con su futuro, que es este presente nuestro, donde nadie osa competir con su gracia ni con su incomparable tesón. Créame, por favor, porque le hablo a nombre de casi todo el mundo que antes de caer y de convertirse en fósiles, necesitan seguir leyéndolo.
Laidi Fernández de Juan
Publicado en CubaLiteraria