Miguel Espinosa a Tomás Aguilera

Aquellas maravillosas cartas.

Moderador: natura

Avatar de Usuario
madison
La dama misteriosa
Mensajes: 41155
Registrado: 15 May 2005 21:51

Miguel Espinosa a Tomás Aguilera

Mensaje por madison »

Imagen
Murcia, 7 de Noviembre de 1978


Mi querido y buen amigo Tomás:
¡No puedes imaginarte cuánta alegría me ha causado recibir tu carta! Emana melancolía, pero también increíble entusiasmo, digno de un espíritu que se halla totalmente vivo. Por otra parte, tu letra es firme; conserva su encantadora estructura de caligrafía de niño. Yo no puedo ya escribir a mano: veo mal, y mi pulso tiembla.
Poseo la misma melancolía que tú, pero carezco de ese entusiasmo que aparece en ti. Tu carta, pues, me ha servido de lección y ayuda, a través del ejemplo que allí das de vitalidad y de fe en ciertos valores, amén de esperanza en el futuro próximo.
No creo, querido Tomás, que tu dedicación al Derecho haya sido causa de tu poca obra literaria o filosófica; tampoco creo que haya determinado tu vida, concebida como un conjunto de comportamientos. Desde hace más de veinte años, sostengo, como hipótesis privada, que en tu vida ha influido erróneamente la idiosincrasia de tu familia. Se trata, desde luego, de una mera hipótesis, que tú podrás analizar y dar como cierta o como falsa más acertadamente.
De todas formas, ni el Derecho ni tu familia, aunque resultara verdadero que ella ha determinado ciertos comportamientos tuyos, tienen nada que ver con tu poca obra. La causa de ello es tu talante, que ha pretendido siempre producir un libro total, donde "todo estuviera comprendido"; la consecuencia ha sido un aplazamiento continuo. Como querías escribir "sub specie aeternitatis", has actuado, dicho sea metafóricamente, como si habitaras la actualidad eternal, no el tiempo.
Igual me ha ocurrido a mi. Mi vida no ha estado determinada por el Derecho, sino por la miseria económica continua, constante que aun no ha cesado. Pero tampoco ha sido la miseria, sino el talante, la causa de mi poca obra; ese talante ha querido también escribir "sub specie aeternitatis", y el resultado ha sido como el tuyo: un aplazamiento continuo.
No es malo querer escribir "sub specie aeternitatis"; antes bien: no merece la pena hacerlo de otra manera. Pero sí resulta malo aplazar, pues vivimos en el tiempo. A nuestra edad, muchos de los hombres que algo legaron, ya habían muerto. El tiempo, Tomás, ya no es, para nosotros, una planicie sin límite, por donde paseamos, como lo fue en la época juvenil, sino un enemigo que nos arrebata, instante a instante, la existencia. Te propongo, pues, escribir en lucha contra dicho enemigo, pensando en la muerte y en la necesidad de no haber pasado en balde por aquí abajo. ¡Hagamos un esfuerzo, desde ahora, y ayudémonos mutuamente en ella! Reanudemos, ya a las puertas de la vejez, nuestra amistad de la juventud y hagamos el último esfuerzo por alcanzar lo que nos propusimos de jóvenes: que la muerte no nos destruya para siempre.
Ingenuamente, alguien podría pensar que tú has tenido mejores condiciones que yo para hacer un obra extensa, ya que la fortuna económica te ha sonreído siempre. ¡No en balde sonríe la fortuna a veces! También deviene ingenuo imaginar que yo he tenido peores condiciones que tú para producir una obra larga, ya que la miseria económica, y sus problemas me ha abrazo como esposa fiel. ¡Tampoco en balde visita la miseria al espíritu! Quiero expresar con esto que la fecundidad o infecundidad no se deben a causas exteriores, y que no soy tan insensato, ni tengo tan mala fe, como para achacar mi falta de obra a la pobreza, una mera anécdota.
[…]
Cuando vaya a Madrid, tal vez este mismo mes, te llamaré. Un abrazo cordial y melancólico:
Miguel
1
Responder